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H. V ar gas Pér ez - J. L. Díaz
méticamente inaccesible, lo cual haría imposible la tarea de estudiar-
la en otros organismos. Esto se basa en un tipo particular de
escepticismo acerca de la naturaleza o aun de la existencia de otras
mentes u otras experiencias aparte de las propias. Es decir, la única
¥¦¦§H¨ experiencia de la que uno puede estar seguro es la experiencia que
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uno mismo tiene (Nagel, 1987). Nadie tiene un acceso directo a las
experiencias, pensamientos y sentimientos de otros. Un ejemplo sim-
ple es: ¿cómo se puede saber si el sabor del chocolate es el mismo
para una y otra persona? No hay manera de comparar la experiencia
de los dos sabores directamente. ¿Cómo podemos saber si lo que
© Pía Elizondo
go. Aun cuando tratemos de imaginarlo estamos restringidos por los <X 7X 7 "X X¡£¢X ¤w¥X¦}§% w7CX¨:©w©XªH?«%«¬:®w¯X¯/¬
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recursos de nuestra propia mente y estos recursos son inadecuados
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para la prueba. Cheney y Seyfarth (1990) opinan que Nagel ha sido Õ/Ö ¿×}½ Ø}Ô ÙHÔ ½ÚÛ"Ü Ý-Þ}Ü ßà Ûáâã%äå Ü å æEÛçÝXèKáâéHê£âà Ü ÛéLå ÝäÜ âëÝwäÚÛ"éLÝäÜ Ý5ì
muy pesimista al declarar como imposible lo que solamente es difícil ÝèEáXâéHê<âà Ü ÛéLå ÝäÜ âLÛXäå éLÛè íXÝäîEÛ-ì}âî"ÝäLÝXÜ âè âã%ï ÛáâãäXå Ü å æEÛð?ñ}ò:óô/õ ö÷
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y fascinante. Para otros autores como Blumerg y Wasserman (1995),
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el punto de Nagel no se puede defender científicamente. Pero incluso I 1J J KEL. I F I F .MN9 OE17P/::;!Q;/:J R S 2 :TUV79 < 9 U7*F/WXY Z[XZ(\ ] ^`_acbdef*]
si no pudiéramos saber qué se siente ser como otro organismo, se dgfh*]iiLbjek jf*b
puede hacer una investigación empírica de la distribución o magnitud lnmo o _i`] l b l b ] p@q o r k msmt quqv/v m uwyx zqqaq t { qu|q} r a~ uwy~ ui t ~ a m k
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de la experiencia consciente entre los miembros de diferentes espe-
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cies. Por ejemplo, aun si no logramos saber qué se siente ser t q/} o _x ~ }u8] m v/~ |D}}!] u|8b ] _ o ~ v/zq t v!] ^_q m } t D]dgj8]ii`bg8b
murciélago, podría investigarse cuáles organismos tienen estados de lt ~ r r ~ u*]yb ] quv m a~ qu?x } m u~ a m?o ]qu?? ` ¡¢?£L¢?¤ ¥ ¦
conciencia y cuál podría ser su función biológica. Puede obtenerse un ¢?¥ §¨D¢¨©?ª? ¢? ¢«!¬ ¡¢?«?¥ ¥ ®n¯D°±²`³ ´µ©¶ ·?¸¹ºn° »(¼
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conocimiento creciente de la distribución y de la función biológica de la
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conciencia aun cuando no nos mantengamos neutrales respecto de la ï`ðâ?ñêòçä óDàôõõöàî!îL÷?ôø?ö*÷
cuestión de Nagel. El científico puede establecer que una experiencia á`êð?ùâä à4úû÷ àüýþÿþ
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consciente es posible a pesar de no saber qué se siente tener esa
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experiencia. Es decir, aunque no podamos saber exactamente qué se * ?B+CBDE FG HI.JBKLNMOP1IQ.PPR1I.S'SBT.UVPW UXYQT
siente ser un murciélago o cómo es la mente de un animal, es posible Z\[ ]^'_+I`+Ta8Tb;c3deBfg h_+I'a8T I'i\hg Ldj\_g khdj _+l'mg hno[ ]dn'g hkAdhn
hacer un modelo general de las experiencias de este animal con aproxi- Ldhg SKj dp g qhYI.]h5r\stuvw xyz u{7|'}x{ x~71.+.8.\
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maciones (científicas) válidas que nos acerquen significativamente a
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su entendimiento (Allen y Bekoff, 1997).
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Podría pensarse que el estudio de la intencionalidad animal radi- Æ ÂÑ À¿ ·§Ò§Ð ·§¼Óº ÂÔ ¾ Å¿ ¾ ËÀ Ô ¹ÖÕ'À Â Õ ÂÔ ×ÙØÚÛÖÜ'ÚÝ Þ ßàß.áÚÝ âãÞ\ä\ÛåÝ Ûæç
caría en la búsqueda en los animales de lo que Ryle (1949) denominó è3éêNëì çí.îïðYçññò.ð ìóô óõ ò
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“el fantasma en la máquina”, es decir, del artículo inmaterial que los
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regiría desde dentro, algo así como un “ego” en los animales. Hemos <7>PRQFS"T U>V"T>WFXY Y Z ["\/PR]F^"V_SJ`XT a/P"b+cc"d e
mostrado que no debemos observar a la mente y a las conciencias f ^Z [V)P g9e h$e ije P1kmln opqolrRs tuv w1xyz{| } ~/w y$ w
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