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1. Introducción 1
2. La diferencia como principio 3
2.1. ¿Qué es la diferencia? 4
2.2. Fundamentos de la diferencia 9
2.3. La diferencia de interacción 12
2.4. El otro como diferente 13
3. Encuentros y desencuentros 15
3.1. Los encuentros 16
3.2. Los desencuentros 18
3.3. La resistencia 20
3.4. El reconocimiento 22
4. Construcciones identitarias 24
4.1. Nuestra identidad 26
4.2. La identidad del otro 28
4.3. Desarrollo de la identidad 30
4.4. Cambios identitarios 32
5. Principios de la interculturalidad 33
5.1. La interculturalidad 34
5.2. Diferencias del encuentro 38
5.3. Conflictos identitarios 41
5.4. Diálogo y consenso 43
6. Conclusiones 44
Bibliografía
LA POLÍTICA DE LA DIFERENCIA
1. Introducción
En los últimos años, el camino y horizonte histórico del ser humano, ha comenzado a
experimentar un nuevo cambio, en cierta forma se puede decir que ha despertado a un
nuevo amanecer, aspecto que irremediablemente ha provocado un tremendo
terremoto, confundiéndolo y sumergiéndolo en un verdadero caos existencial y en un
sin sentido. Es así que el ser humano ha comenzado a recorrer distintos caminos,
dirigiendo sus pasos, tras las huellas de un pasado que no logró responder a sus
inquietudes y perspectivas, como si de pronto habría perdido todo horizonte en su
vida
Las diferencias de ser y vivir de los seres humanos, posibilita comprender que todos
están encaminados a establecer encuentros y desencuentros interculturales, que la
relación de intercomunicación se efectúa desde el reconocimiento de la diferencia, del
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respeto y diálogo en reciprocidad. Los encuentros y desencuentros entre los seres
humanos, ayuda a comprender que no estamos solos en el mundo, sino que al igual
que nosotros, existen otros seres, que transitan y construyen su propio existir.
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2. La diferencia como principio
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importante en el encuentro, ya que, interfiere en el desarrollo de la identidad y
permite que vaya fortaleciéndose y reafirmándose en la diferencia.
El encuentro y la diferencia, son los caminos que permiten establecer las relaciones
interculturales, siendo que el proceso de interrelacionamiento y diálogo en la
diferencia, se encaminan hacia una convivencia entre las diferentes culturas, grupos o
personas.
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La interrelación con el otro, con aquel que comparte su vida, y que se antepone en su
camino, le permite comprender al ser humano, que no está solo y aislado en el
mundo, sino que, al igual que él, existen otros seres distintos, que buscan
interrelacionarse y construir su entorno vital. “Las relaciones entre Sujetos, por lo
tanto, no son relaciones sociales corrientes: se basan en un principio de relación que
no es la pertinencia a la misma cultura y la misma sociedad, sino es esfuerzo común
por constituirse como sujetos.” (TOURAINE 1998: 89) Es en sí misma una
interrelación continua entre seres distintos, que tienen la posibilidad de construir un
espacio de convivencia y por consecuencia, el poder de construirse a sí mismos.
Las ideas cambian, como también las construcciones sociales, y en tal sentido, uno de
los fenómenos sociales, en las que se ha ido incursionando en estos últimos años, es
el proceso de reivindicación identitaria; es decir el de reconocerse como seres
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diferentes y en consecuencia el derecho a ser reconocidos desde sus propias
diferencias socio-culturales y existenciales. Insistentemente se ha comenzado a
pregonar que no todos los seres humanos somos iguales, puesto que no todos
actuamos o pensamos de la misma manera; en este sentido, es que no se puede seguir
manteniendo unos parámetros homogéneos, que de alguna manera han logrado
encerrarnos y medirnos desde unos modelos y presupuestos de igualdad.
Así como toda sociedad tiene una propia identidad, una forma distinta de ser frente a
los demás, también se puede reconocer que cada ser humano posee una identidad
particular y distinta a la de los otros seres humanos. Si la identidad de una persona es
distinta a las de los otros, cómo podría pensarse en la igualdad, ni siquiera se puede
pensar que un hijo es igual a su padre, aunque generalmente se escucha, “es igualito a
su padre”, metafóricamente es válido pero en realidad el hijo es muy distinto a su
padre, como es distinto el padre con relación a su hijo.
Muchas veces las diferencias provocan conflictos, es así que un papá reniega y dice
“porqué no eres igual que yo”, eso es imposible, puesto que el hijo tiene una
experiencia muy distinta de la realidad, como también va construyendo sus propias
proyecciones de ser y existir.
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Muy a pesar de que todas las sociedades o grupos culturales son diferentes, de alguna
manera las estructuras sociales imperantes, han encaminado y sostenido la idea de
preservar unos modelos dominantes y de poder, desde donde se ha pretendido
establecer modelos de ser y de actuar, siendo que, quienes no logran acercarse o
igualarse, son considerados peligrosos y condenados como seres extraños, contrarios,
enemigos, que atentan contra aquellos modelos establecidos. Este afán de
homogeneizar los patrones culturales e identitarios, son sin duda los deseos de poder
y conquista, esa búsqueda de imponer lo propio frente a lo ajeno, que de alguna
manera se convierte en el horizonte del ser y del existir en las diferentes sociedades y
grupos culturales.
Las diferencias del ser y del existir, se constituyen a partir de experiencias concretas
en la vida, desde la percepción y proyección propias que los seres humanos tienen, en
relación a su entorno social, desde aquellas cosmovisiones particulares, que en cierta
forma representan la integridad de su ser, en relación con los demás.
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también el de las minorías culturales, y otros, que se encaminan a defender sus
propios intereses y construcciones particulares.
El ser diferente como estructura de cada ser humano, de cada grupo cultural y de cada
estructura social, se convierte en un proceso de autodefinición y de consolidación del
desarrollo identitario. La identidad de una persona, o de un grupo, va definiéndose de
acuerdo a sus principios de vida, correspondiendo al mismo tiempo a la realidad en la
que viven, como también el proyecto que se van construyendo para sí mismos.
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nombre de la homogeneización modernizantes, sino mas bien, el de asegurar y
fortalecer la supervivencia de un tipo de orden político, que pueda alojar la diversidad
y diferenciación de cada ser en particular, sea cual sea la forma que pueda tener. Eso
supone, o bien un mundo en el que se cancelaron las relaciones de poder egocéntrico,
o que cualquier intento de limitar las gamas de diferencias válidas e intrínsecamente
representativas, por otra parte decir sí a las diferencias de género, raza, etnicidad o
cultural, que son considerados como valores absolutos, entonces es razonable pensar
que algunos de ellos podrían concebir la permeabilidad de sus fronteras como una
amenaza existencial.
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esta diferenciación”. (PINXTEN 2002: Internet) En este sentido es que el derecho a la
diferencia se deberá fundamentar desde la experiencia particular de cada ser humano,
de cada grupo o cultura, de la realidad social y del medio natural en el que se
encuentran.
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otros, en la que se procurará hacer prevalecer lo propio y desconocer al otro, situación
que tendrá como resultado el conflicto social.
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entendimiento. Razón por la cual se considera que el fundamento de la diferencia, se
basa en buscar y alcanzar la dignidad del ser humano, puesto que el otro como
diferente existe y seguirá existiendo, muy a pesar de que se lo quiera ignorar o
desconocer.
El ser diferente no significa estar o vivir de manera aislado y atrapado en uno mismo,
sino que significa aprender a convivir con el otro que está delante de nosotros, que
nos cuestiona y nos hace despertar al mundo. El otro es un ser semejante a nosotros
mismos, no procurando definirlo como a un ser igual, sino diferente, pero semejante a
nosotros en todas las dimensiones de la existencia, que continuamente se antepone en
nuestro caminar, nos mira a los ojos y de alguna manera interpela nuestra existencia.
El ser humano, por los diferentes problemas sociales y estructurales; poco a poco se
ha ido encerrando en unos espacios reducidos e individuales, su cotidiano vivir le ha
impulsado hacia una soledad; este aislamiento le ha dificultado en su ser interior, a
encontrar los caminos que le permitan superar ese solipsismo y recuperar el encuentro
con el mundo y con el prójimo, con aquellos que normalmente convive. “El mundo
del “ser ahí” es un “mundo del con”. El “ser en” es “ser con” otros. El “ser en sí”
intramundado de estos es “ser ahí con”.” (HEIDEGGER 1971: 135) La dificultad de
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encontrar una solución, estaría poniendo a prueba toda la estructura de la
fenomenología, desde que el tema de la intersubjetividad resulta central para ella
como legitimación de la posibilidad de los otros “yos” y de la comunicación entre
ellos.
El ser con los demás y para los demás pertenece al núcleo mismo
de la existencia humano. Esto no se refiere solamente al hecho –
por otra parte indiscutible - de que el mundo lleva por todas partes
las huellas de otros seres humanos, ni al puro hecho de que existen
“semejantes” con los que nos toca compartir el mismo espacio
terreno. El ser con los demás, en su significado más profundo y
genuino, significa que el hombre no está nunca sólo. (GEVAERT
1997: 46)
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ni en todo espacio y como tampoco existe igualdad entre los distintos seres, cada uno
actúa desde su propia experiencia y desde sus propias necesidades de vida.
El otro, como ser en sí mismo, es también un ser que busca el encuentro, que es el
camino para fortalecer y encontrar espacios de interacción y comunicación. Es un ser
que va construyendo su propio espacio; que se desarrolla y transforma
continuamente; adquiere una significación desde sí mismo, sin la necesidad de
encontrar respuestas en otros, sino que indaga en su ser interior, para ser único e
irrepetible.
El ser humano, muchas veces idealiza su propio ser, procurando enfocar y estructurar
el mundo desde su experiencia individual; siendo así que cae en el error de
absolutizarse a sí mismo y consecuentemente imponer en los otros lo propio y lo
particular. Lo propio no es lo único, puesto que existen otros que se interponen en el
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camino, que cuestionan y desequilibran lo propio, convirtiéndose en un ser que rompe
el egoísmo para enfrentarse al mundo.
La presencia del otro, en todo sentido es una existencia necesaria, que a pesar de todo
está ahí, junto a nosotros, que recorre los mismos caminos y que en cualquier
momento se nos presenta delante de nosotros, como una sombra inesperada, que se
interpone en nuestro caminar. Pero la presencia del otro, de una o de otra manera,
adquiere importancia para nuestras vidas, porque desde él, se puede comprender que
no estamos solos en el mundo, que existen otros seres, que en cierta forma fortalecen
nuestro ser en sí.
Finalmente, el Otro como ser diferente, no sólo es una presencia ajena al ser en sí
mismo, sino que se constituye en ser esencial del reconocimiento de nuestra
existencia, que nos encontramos en un camino de la diversidad, y que en esta
diversidad procuramos el encuentro intercultural.
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1.3. Encuentros y desencuentros.
La realidad del ser humano, es que desde siempre y a lo largo de toda su historia, ha
venido tejiendo un sentimiento de integración y convivencia con todos aquellos seres
que se le han ido presentando a lo largo de su camino, que se han interpuesto frente a
sí mismo, y en fin con todo aquello que se encuentra en su entorno vital. Es así que
continuamente el ser humano, de una u otra manera se ha ido encaminando hacia los
procesos de encuentros con los demás; y en estos encuentros, por lo general ha
tratado de mostrarse, demostrar sus diferencias y particularidades de ser y existir, en
relación a los otros con los que se encuentra; en cierta forma son aquellas diferencias
que le identifican como un ser en sí mismo, marcando de esta manera la apropiación
de lo propio y confrontándolo con lo ajeno, ya sean éstos animales, vegetales,
minerales, divinos y otros, que en cierta forma no son iguales a él, sino diferentes y
complejos.
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Las relaciones de encuentro, adquiere en sí mismo diversas connotaciones, esto va de
a cuerdo a las formas en que se suceden estos encuentros; sin embargo es importante
enfatizar que todo encuentro se produce entre sujetos diferentes, en la que cada uno se
presenta con sus propias características de ser y de existir; que de cierta manera las
identifican y las diferencian al mismo tiempo.
Muy a pesar del pensar y el reconocer las diferencias, el encuentro entre los seres
humanos, entre grupos de diferentes culturas, se considera que es una relación
innegable, puesto que el ser humano, es un ser eminentemente social, capaz de
interrelacionar con los demás para poder sobrevivir.
El ser humano, es un ser en relación con los demás, puesto que no puede o podría
vivir en soledad, necesita del otro para poder constituirse en un ser en sí mismo y para
construir su entorno social. La necesidad del otro, le permite al ser humano, ir en
busca del otro, no espera que el otro le busque, sino, se lanza a dar el primer paso
para el encuentro; es esa actitud de ir en busca del encuentro, lo que en la
cosmovisión andina se la conoce como “Tinku”, que significa un encuentro entre
diferentes, dos grupos distintos, que desde sus diferencias pretenden establecer una
unidad.
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Se puede interpretar el tinku a distintos niveles: como un rito de
fertilidad, como reafirmación de la estructura política de la
sociedad, como una reafirmación de los derechos del individuo y del
grupo a la tierra, etc. Pero aquí quiero subrayar la connotación
simbólica sexual de cada mitad. En muchos relatos se identifica la
comida y la cópula o también la lucha y la cópula. Desde este punto
de vista la confrontación de las dos mitades puede considerarse
como una expresión del símbolo sexual, discutido anteriormente.
(PLATT : 18)
En el encuentro con el otro, esto es, con el tú, cada uno está
también en disposición de comprender el significado genuino del
yo, que tiene indiscutiblemente un lugar en la filosofía del hombre.
Los interrogantes fundamentales de la existencia se refieren
efectivamente al sentido de mi existencia personal y de todo
cuanto le pertenece. (GEVAERT 1997: 64)
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espacio, que por sentido de sobrevivencia, necesitan convivir y sobre todo de
reciprocar saberes y conocimientos para complementarse.
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El individualismo no consigue crear una comunidad propiamente
dicha. Priva a la comunidad de lo que en ella hay de sustantivo, y
priva a la persona de su valor. Pues al aislar la persona, la arruina;
además, por el principio según el cual el bien particular es el
supremo, se destruyen el valor y el fin propios de los demás y con
ello, también de la persona. (FELLERMEIER 1962: 35)
Los desencuentros, en sí mismo, son actos que tienen su origen en los distintos
encuentros, que de alguna manera va resultando del proceso de reconocimiento de las
diferencias, situación que se considera como algo natural, puesto que en los
encuentros, no necesariamente habrá una relación de equilibrio, de diálogo, de
convivencia y complementariedad inmediata. La relación de desencuentro, en cierta
forma es ese sentimiento de temor y desconfianza hacia lo desconocido, que de una u
otra forma significarán cambios y transformaciones entre aquellos seres que logran o
realizan el encuentro.
La idea de fondo que recorre sus páginas, es que todo intento por
comprender auténticamente una realidad cultural distinta a la
nuestra de origen, tiene que ver con posibles cambios o la
sustitución de cosmovisiones y modelos previamente mantenidos.
Y esto por lo general, no es fácil. (VALLESCAR 2000: 8)
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El temor al cambio, se convierte para el ser humano en un mecanismo de
desencuentro, al no querer aceptar la relación diferencial del otro, el de no querer
aceptar que lo propio no es lo único, sino que de alguna forma existen otros que
también son diferentes en sí mismos y que en el encuentro con los otros le invita a un
proceso de transformación y precisamente es ese temor que se convierte en el
fundamento de los desencuentros.
3.3. La resistencia.
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equilibrado, puesto que la situación en la que vivimos los seres humanos, es aún
todavía complicada, por los deseos competitivos de dominación y exclusión. La
búsqueda del poder y control social, se ha convertido en una barrera intransgredible
para la convivencia social, más aún ha significado y significa un instrumento de
resistencia al encuentro entre unas culturas y otras, provocando de esta manera los
desencuentros sociales.
El ser humano, como también las distintas culturas, tienen la tendencia a preservar su
ser identitario, procurando mantenerse en sí mismos, con la intención de reconocerse
como diferentes, y únicos en este cosmos. La preservación de la identidad es también
consecuencia del cambio o transformación cultural, puesto que los cambios, por lo
general conllevan nuevos comienzos; es así que el ser humano se resiste a todo
cambio, prefiriendo mantenerse en la quietud y en lo cotidiano.
Los conflictos sociales en las que el ser humano se encuentra, en cierta forma se
constituye en situaciones de temor y resistencia al encuentro con los otros, porque
significa un ataque al proceso identitario del mismo. La resistencia es al mismo
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tiempo, el deseo de autonomía social, en la que se hace prevalecer lo propio, para no
encontrase con algo o alguien distinto, ese distinto que le desafía y le invita al
cambio.
3.4. El reconocimiento
La acción del reconocimiento implica descubrir al otro como ser único y diferente,
que se nos presenta y que tiene una experiencia propia del entorno real y natural. El
reconocimiento del otro, implica al mismo tiempo descubrirnos a nosotros mismos,
develarnos frente al otro, es en sí mismo el “ser para” y el “ser con” el otro.
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El descubrir, redescubrir y descubrirse es una tarea que cada ser humano está llamado
a poner en práctica, es tomar conciencia que la vida en sociedad, en comunitariedad,
no se construye de manera aislada, egoísta e individualista; es en este sentido que el
encuentro y la vivencia comunitaria, es posible desde la interacción con el otro y los
otros, en cierta forma es aunar esfuerzos con los demás. El proceso de interacción, de
encuentro y reconocimiento de las diferencias, se constituye en cierta forma en los
fundamentos de la identidad de cada ser, es así que cada ser humano es al mismo
tiempo reconocido desde su dimensión identitaria; el otro desde sus diferencias
permite descubrirnos como sujetos idénticos; el otro desde sus diferencias permite
descubrirnos como sujetos idénticos a nosotros mismos, sin el otro, prácticamente
todo intento social sería inútil.
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otro, pone en marcha el proceso de comunicación, de diálogo y entretenimiento,
interaccionar las distintas formas de ser y existir, que conduzcan a una co-
participación, construcción y reconstrucción social - cultural, respetando en todo
sentido la relación diferencial de cada uno.
La comunicación implica el reconocimiento del Otro, de la
diversidad, de la pluralidad, es decir, del derecho de cada uno a
combinar a su manera instrumentalidad e identidad, razón y
cultura, y por consiguiente a contribuir a la recomposición de una
sociedad disociada y heredera de la separación impuesta por la
protomodernización occidental entre la razón y la naturaleza o la
afectividad. (TOURAINE: 1998:150).
4. Construcciones identitarias
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necesidades básicas y una luz de su existencia. Así también toda
cultura, pueblo o país. Cada país de América Latina y ella entera se
pregunta y se responde, conscientemente o no; cada país y
América Latina tienen una imagen de sí mismos, buena o mala,
verdadera o falsa. (GISSI 1982: 53)
Conocerse y reconocerse, una de las preocupaciones de cada ser existente, ¿quién soy
yo?, una de las constantes interrogantes de cada ser humano, la idea de situarse, de
estar y existir, que de alguna manera es la tendencia a identificarse así mismo, saber
quién es y porqué está en este mundo, qué es lo que le hace importante desde su
propio ser, qué razón y necesidad tiene su existencia; cuestionantes que se convierten
en una búsqueda del ser y del existir. Es ante todo el motor que le encamina a
construir su ser y su identidad, aquello que la hace diferente a los demás seres
existentes de este mundo.
Un viejo principio dice que todo ser es idéntico así mismo, y por lo
tanto diferente a los otros. Así, entre los millones de millones de
hombres que pueblan el mundo, no encontraremos dos
exactamente iguales. A lo sumo podremos encontrar semejantes,
elementos que comparten, y este territorio de lo compartido por los
distintos grupos de individuos es lo que nos interesa cuando
hablamos de identidad porque lo que no se asemeja entre sí en
cierta forma se opone. (COLOMBRES S.F.; 63).
El sentido de ser y estar del ser humano, se fundamenta en cierta forma en la unicidad
y diferencia, no es posible pensar en aquellos contextos homogeneizantes, donde la
pretensión es tratar de demostrar la igualdad del ser; no existe la premisa de que dos
seres construyen una misma identidad de ser, puesto que cada uno vive y experimenta
la vida de diferente manera y como también se proyecta desde esa experiencia
particular. Es así que la construcción identitaria, se construye en una experiencia
única y peculiar de cada ser, correspondiendo de esta manera que cada sujeto
construye y reconstruye su propia identidad de acuerdo a las circunstancia y
experiencias vividas.
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El énfasis que se otroga a la identidad como un proceso de construcción en sin duda
a que la identidad no es estática, sino dinámica, un mismo ser puede ir
reconstruyendo continuamente su estructura identitaria de acuerdo a su propio
desarrollo. “Todos sabemos que las identidades cambian, nacen y desaparecen, y las
elites (políticas) pueden influir en este proceso de forma crucial”. (PINXTEN 2002:
internet). El cambio identitario, en cierta forma es una característica y un derecho del
ser humano, en ella hace prevalecer su derecho de ser y existir; reconociendo al
mismo tiempo que los cambios, transformaciones y la construcción identitaria, recibe
influencias de varios factores, como ser el social, geográfico, migraciones, desarrollo
y otros.
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que cada A mismo es consigo mismo lo mismo. En la mismidad yace la relación del
“con”, esto es, una mediación, una vinculación, una síntesis; la unión es una unidad”.
(HEIDEGGER 1990: 63). Es así que reconociendo el sentido de la identidad, se
puede decir con mayor certeza, que los seres humanos no son iguales entre unos y
otros, pero en cierta forma tienen características semejantes, pero de ninguna manera
iguales, siendo que desde esta premisa, se puede comprender y conocer que cada ser
humano es único e irrepetible en sí mismo.
La mutua pertenencia de hombre y ser a modo de provocación
alternante, nos muestra sorprendentemente cerca, que la misma
manera que el hombre es dado en propiedad al ser, el ser, por su
parte, ha sido atribuido en propiedad al hombre. (HEIDEGGER
1990:85)
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los demás, en ese proceso de interacción, de comunicación, de convivencia, que al
mismo tiempo significa un compartir el desarrollo de nuestra propia identidad y como
también el desarrollo de la identidad de los demás, permitiendo de esta manera una
construcción social y cultural.
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La identidad del ser humano, es entendida como un proceso de construcción y cambio
permanente, y siendo que se considera como una construcción individual y personal;
ya en el anterior apartado se ha reconocido que, la identidad se desarrolla
fundamentalmente en relación e interacción con el otro, desde el otro y en el otro. “Lo
absolutamente Otro, es el Otro. No se ennumera conmigo. La colectividad en la que
digo “tú” o “nosotros” no es un plural de “yo”. Yo, tú, no son aquí individuos de un
concepto común. Ni la posesión, ni la unidad del número, ni la unidad del concepto,
me incorpora al Otro.” (LEVINAS 1977: 63) El otro no es ciertamente un accidente,
un ente que aparece y desaparece por simple casualidad; el otro es ante todo un ser
individual, que busca y persigue la construcción de su propia identidad.
En todo sentido el otro se constituye en fundamento para la construcción del ser, pero
no sólo es el fundamento sino es en sí mismo fundamento para su propia
construcción, esencialmente es un ser en sí mismo capaz de construirse y desarrollar
su propia identidad. En la construcción identitaria el otro es aquel ser que se muestra,
se devela, se interrelaciona y se encuentra con los demás, permitiendo de esta manera
el reconocimiento y complementación entre los distintos seres existentes.
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En la media que el otro va reafirmando su identidad, el ser va afirmando la suya, en
una constante interrelación dialógica, de encuentro entre seres, capaces de construir
un mundo comunicativo, de convivencia y de respeto. La construcción identitaria del
otro de ninguna manera es el reflejo de uno mismo, sino que su identidad es única e
irrepetible, tan distinta y propia que refleja a sí mismo.
La identidad del otro en tal sentido es una relación fenomenológica del existir, del
sentido del ser y del estar, ese alter ego que se presenta delante de nosotros, que nos
imparte y en cierta forma desequilibra nuestro cotidiano ser. El otro y el nosotros,
son construcciones interrelacionales que en cierta forma se constituyen en caminos de
la presencia identitaria, que significa el encuentro entre diferentes.
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La identidad no es un elemento estático en el ser humano, no es algo que se nos ha
legado por herencia cultural ni biológica, sino es una característica que se va
desarrollando continuamente en el ser en sí; un desarrollo que fundamentalmente
sucede en cada ser humano de distinta manera, pero este desarrollo va relacionado al
proceso de interacción de unos y otros. Cuando nos referimos al desarrollo, nos
estamos refiriendo a ese proceso continuo de cambios y transformaciones que se
suceden en los diferentes seres existentes; en sí, se puede decir que es una
construcción del ser en cuanto ser, la capacidad de reconocerse y darse a conocer
desde su propia forma de ser consigo mismo y con los demás.
La interrelación con los otros, en cierta forma incide para que la identidad vaya
desarrollándose, puesto que si el ser se mantendría aislado o separado del entorno
social, qué difícil sería poder desarrollarse; es por eso que la interrelación del yo-tú se
considera de suma importancia en la construcción identitaria. “Ya Hegel trata la
temática de identidad al analizar cómo la sociedad asegura su agregación a pesar de
las diferencias y desigualdades. Interpreta que la identidad en el interior del Estado
minimiza las diferencias y contribuye con el proyecto de consolidación de la
sociedad.”(TAMANGO 1988: 49) El constructo social en cierta forma viabiliza el
desarrollo de las identidades, acentuando las diferencias de los seres humano y que al
mismo tiempo estas diferencias dan los cimientos de la estructura social.
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En cuanto referente de la identidad colectiva, configura un sistema
socio-espacial de pertenencia, en relación simultánea a la dinámica
del parentesco y al territorio poblado por el mismo (sub)-grupo
étnico, pudiendo llegar a ocupar un área relativamente extensa, con
algunos centenares de familias distribuidos en varias comunidades
y agrupadas inclusivamente en niveles organizativos
crecientemente englobantes. (IZKO 1991: 96)
33
en la variedad de status y de funciones que puede asumir. Donde
los valores distintivos relacionados con la identidad étnica son
pertinentes sólo para ciertos tipos de actividad, la organización
social basada en éstos estará limitada de manera similar. (BARTH
1976: 22)
Muchas veces los seres humanos somos reacios al cambio, por lo general buscamos la
pasividad y la inercia, es por eso que frecuentemente se ha buscado un modelo al cual
seguir, para no conflictuarnos en los retos que se nos presenta el cambio, pero
también se ha dado la tentación de imponer modelos identitarios, esto con el fin de
conquista y dominio.
34
alcanzar, sin tener la posibilidad de construir nuestra propia identidad; en este
contexto los modelos son modelos impuestos o importados, que por lo general no
responden a nuestras necesidades y realidades culturales. Pero el desarrollo de la
identidad, nos exige vivir experiencias de cambios, de construir y reconstruir nuestro
ser en sí, que desde la dinámica de la vida y el descubrir nuevos horizontes, se
constituyen retos para que nuestra identidad vaya cambiando.
5. Principios de la Interculturalidad.
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El propósito y el fin del proceso de interrelacionamiento, hoy en día se lo
conoce como “Interculturalidad”, es decir un encuentro entre diferentes culturas,
personas, sociedades y naciones; sin que este encuentro tenga un propósito de
homogeneizar desde unos parámetros antropocéntricos o egocéntricos, sino más bien,
por el contrario el plasmarlo en un diálogo de equidad, es decir, reconociendo las
diferencias culturales de cada grupo y de cada ser humano.
5.1. La Interculturalidad.
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aquellos grupos o culturas que buscan y desean lograr una relación intercultural.
Significativamente, la interculturalidad se debe comprender como un proceso de
reconocimiento entre sujetos y culturas distintas, con una actitud de apertura,
renuncia y respeto al otro diferente. “La interculturalidad no apunta pues a la
incorporación del otro en lo propio, ya sea en sentido religioso, moral o estético.
Busca más bien la transfiguración de lo propio y de lo ajeno con base en la
interacción a la creación de un espacio común compartido determinado por la con-
vivencia”. (FORNET-BETANCOURT 2001:47) Es así que el sentido de la
interculturalidad no significa un proceso de incorporación del otro a lo propio, sino
que es la búsqueda de la convivencia y complementariedad entre ambos.
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sobreposición y dominación a los otros: “La interculturalidad se refiere sobre todo a
las actividades y relaciones de las personas o grupo cultural, a sus miembros o a sus
rasgos y productos culturales”. (ALBO 1999: 82) Prácticamente se constituye en un
encuentro entre diferentes, en la que cada uno posee sus propias características y
formas de ser, y en medio de todo, abrir una actitud de aceptación y respeto a la
diferencia del otro, estableciendo de esta manera una relación de alteridad y diálogo
en equidad.
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propio; fomentando por el contrario el hábito de intercambiar y de
contrastar. (FORNET-BETANCOURT 2001: 30)
La comunidad, el espacio en el que se dan las relaciones de vida, de
afirmación, de enfrentamiento, de interculturalidad y de regeneración
junto a parientes y desconocidos, es una manera de asumirse en colectivo
y de reconocerse en singularidad. Aquí recobramos la vida en cotidiano,
en presente, en incompletitud y esperanza. (ALEM 2000: 66)
La interculturalidad es la interacción, en tiempo-espacio definidos,
distintos pero complementarios, del principio occidental; patrialcal,
logocéntrico, newtoniano, cartesiano, y el principio amerindio, matrístico,
semiocéntrico, animista, holista. Los tiempos, espacios apropiados para el
despliegue del paradigma amerindio son los espacios conviviales y
cualitativos. Los tiempos-espacios apropiados para el despliegue del
paradigma occidental son los espacios racionales y cualitativos.
Entendiendo por espacios conviviales a los espacios de la esfera vernácula
en los que los actores se conocen personalmente. Entendiendo por
espacios racionales los espacios de la esfera mercantil y estatal; por tanto,
los espacios impersonales. (MEDINA 2001: 5)
Entonces, interculturalidad para nosotros, quiere decir, concertar/dialogar,
entre los distintos modos de “saber hacer”, los conocimientos y la
sabiduría de los diversos pueblos en condiciones de equidad, respetando
los derechos constituidos y la cultura; es decir, compartir, complementar,
intercambiar y reciprocar saberes y valores de los pueblos, a través de
procesos de t’inqhus periódicos y continuos, respetando la identidad y
dignidad de los pueblos. Por tanto, no es integrar, ni seguir el proceso
social de la mestización, que en el fondo es la hibridación de la cultura y
la identidad de los pueblos, bajo la supuesta fuerza de la globalización, los
sistemas liberales del mercado y del capitalismo. (YAMPARA 2001: 27-
28)
El diálogo intercultural tiene a este nivel, el carácter de un proyecto ético
guiado por el valor de la acogida del otro en tanto que la realidad con la
que se quiere compartir un futuro que no está determinado únicamente por
mi manera de comprender y de querer la vida. (FORNET-BETANCOURT
2001: 207).
Por eso, en este momento, la interculturalidad se presenta amenazadora
para unos y prometedora para otros. La mayoría, que habita aquel entorno
cósmico para cuya manipulación se intenta utilizar el término
interculturalidad, vive todos los días con esperanza, tensión, riesgo,
desafíos, juego y fiesta; también lo de siempre: las raíces que nos une a la
tierra, que nos une entre idénticos; unión que nos dá la fuerza y la
imaginación para ser solidario entre nosotros y con los diferentes, frente a
los signos de la destrucción y el desprecio. (ALEM 2000: 30-31)
39
La interculturalidad en los procesos de encuentros entre distintas culturas, si bien
persigue un diálogo en equidad y complementación, no siempre es posible establecer
un encuentro de semejanzas entre las culturas; ante todo existe una diferencia clara
entre cada una de las mismas, ya sea por su naturaleza o por la construcción social.
Las diferencias culturales se anteponen al momento del encuentro, aspecto que
dificulta el diálogo y la interrelación intercultural.
Toda cultura posee su propia cosmovisión de la realidad, como también tiene sus
propias perspectivas de alcanzarlas, en este sentido es que el encuentro intercultural
será diferenciado, puesto que no necesariamente presentan las mismas expectativas en
el encuentro, sino diferenciado.
Sin embargo, muy a pesar de las razones propias de cada cultura, se considera que en
el encuentro intervienen otros factores que de alguna manera marcan las diferencias.
El desarrollo socio histórico, se constituye en uno de los factores principales, siendo
que el proceso de colonización y dominación, se convierte en un elemento
diferenciador y distanciador, estableciendo prejuicios de los dominantes y los
dominados.
40
La relación de imposición y dominio, en si mismo son motivos de diferenciación del
encuentro, considerándose que de hecho, la relación de dominantes y dominados no
logran ser en equidad, sino de subordinación y obediencia.
41
El tercer factor clave para entender estos procesos es el relativo al
poder. Ocurre que vivimos, desde los años 60, un proceso
inacabado pero irreversible de desplazamiento o de simple
eliminación de los viejos poderes regionales y locales, y de
articulación lenta, y aún no clara en sus perfiles y características,
de los nuevos grupos de poder en estos espacios.
(BARRENECHEA 1996: 16)
42
mismo, sino en tanto expresan causas y efectos concretos de determinada naturaleza”.
(BARRENECHEA 1996:20) En este contextos las diferencias del encuentro son
claras, y de mayor magnitud, puesto que las condiciones socioculturales quedan
marcadas en todas las dimensiones, sobresaltando en todo caso los niveles de
desarrollo y tendencias culturales de cada uno.
Sin duda las diferencias del encuentro serán distintas, de acuerdo a la realidad de los
que se encuentran, no todos persiguen los mismos objetivos, como tampoco tienen las
mismas necesidades.
43
La identidad como espacio de reconocimiento y presencia, no siempre es homogéneo,
no todos se reconocen así mismo, se identifican con algo con facilidad, muchas veces
la inseguridad y las necesidades o deseos se vuelven en elementos de conflictos
interculturales, es también obstáculo, el idealizar o sobrevalorar la propia cultura, en
la que se llega a desconocer, desvalorizar o ignorar la cultura de los otros, procurando
sobreponer lo propio, en muchos casos imponer como único y válido frente a los
demás.
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Sin embargo, en un contexto decreciente Interdependencia como el
contemporáneo, esta forma de reproducción de la identidad étnica
puede tener un precio, relacionado de manera precisa con la
“vulnerabilidad” de los márgenes. (IZKO 1991:107)
El lenguaje es ante todo la expresión de uno mismo, puesto que mediante la palabra
uno puede manifestar sus sentimientos y sus pensamientos, es decir darse a conocer
tal cual es y qué es lo que busca en su vida, a través de la palabra se pueden construir
y destruir la existencia, como también se puede encontrar estrategias de
45
sobrevivencia. Es así que el diálogo, a través del lenguajes, es posible encontrar los
caminos de la construcción social y cultural.
Diálogo y encuentro, desde sí mismo y con los demás, una forma de convivencia del
ser humano, a través del cual logra construir una sociedad equilibrada, de
comunicación y convivencia. A través del diálogo el ser humano puede consensuar
sus diferencias y establecer una realidad intercultural.
6. Conclusiones
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La política de la diferencia, una premisa con la que se inició una nueva reflexión
social, hacer un alto en el laberinto en el que se encuentra el ser humano, dejar de
correr en los caminos de la continua modernización que de ninguna manera ha
favorecido a la convivencia social, más por el contrario, poco a poco ha provocado un
sentimiento egocéntrico, en la que cada ser humano va procurando encerrarse y
aislarse en un mundo solitario.
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seres y culturas diferentes, que nos permita comprender que todos tiene el derecho a
ser diferente y desde esa diferencia aprender a vivir juntos.
48
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