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· Física. La violencia física es aquella que puede ser percibida objetivamente por
otros, que más habitualmente deja huellas externas. Se refiere a empujones, mordiscos,
patadas, puñetazos, etc, causados con las manos o algún objeto o arma. Es la más
visible, y por tanto facilita la toma de conciencia de la víctima, pero también ha
supuesto que sea la más comúnmente reconocida social y jurídicamente, en relación
fundamentalmente con la violencia psicológica.
· Psicológica. La violencia psíquica aparece inevitablemente siempre que hay otro tipo
de violencia. Supone amenazas, insultos, humillaciones, desprecio hacia la propia
mujer, desvalorizando su trabajo, sus opiniones... Implica una manipulación en la que
incluso la indiferencia o el silencio provocan en ella sentimientos de culpa e
indefensión, incrementando el control y la dominación del agresor sobre la víctima, que
es el objetivo último de la violencia de género.
· Dentro de esta categoría podrían incluirse otros tipos de violencia que llevan
aparejado sufrimiento psicológico para la víctima, y utilizan las coacciones, amenazas y
manipulaciones para lograr sus fines.
No hay una etapa fija durante la relación, durante la que el hombre comienza con las
vejaciones y sigue con el maltrato físico. Pueden empezar tras unos meses de relación,
al cabo de unos años, tras el matrimonio…
El que el hombre se comporte de una forma tan violenta, es algo psicológico, donde
influyen una gran variedad de factores, entre los que son más comunes, una infancia
marcada por la violencia de género también (por lo que lo ven como algo normal y no
como una cosa sumamente inhumana), o un ambiente similar, lleno de disputas.
Es difícil acusar a la policía que tu pareja te maltrata, te veja y te hace sentir como la
última cosa en el mundo, un simple cuerpo sin alma y sin derecho a tener sentimientos
ni opiniones. Miles de mujeres siguen con sus maridos por el simple hecho de que el
sentimiento que antaño les unió es demasiado fuerte (en el caso de la mujer) y creen que
de la noche a la mañana volverán a ser aquellos hombres de quienes se enamoraron,
otras siguen por el hecho de no querer marcar con un divorcio las vidas de sus hijos.
Pero cada vez es mayor el número de mujeres que denuncian a la policía, pues hoy en
día cuentan con más protección que la que tenían hace tan solo una década en el tiempo.
Aquellas que creen que cambiarán, aquellas que no denuncian son las mismas que tanto
vemos aparecer en televisión, cuando todo acaba. Cuando el maltratador se convierte en
asesino.
A pesar de denunciar, muchas mujeres incumplen la señal de alejamiento que no
permiten la cercanía del maltratador a la mujer. Muchas de ellas vuelven a casa con sus
maridos, aferrándose a unas palabras tan simples y tan repetidas como: ‘No lo volveré a
hacer.’
Aquellas pioneras en el movimiento de la denuncia a este maltrato, fueron las que no
creyeron lo que tan insistentemente les habían prometido. El cambio, nunca llegaba.
A día de hoy, cada año se disminuye el número de mujeres asesinadas a manos de sus
parejas sentimentales, pero aún debemos de luchar para que nunca más haya otra mujer
que perece en manos de la persona a quien un día se lo dio todo.
Aún hay una salida para aquellos hombres arrepentidos que quieren volver a ser
hombres y no animales como demuestran. Las terapias en grupo son unos de los
métodos más efectivos. Aunque no solo una terapia puede ayudar, hace más que falta
una gran fuerza de voluntad por parte del maltratador.
Los que simplemente observas, no tienen nada más que hacer que convencer a aquella
mujer que día a día sufre la pesadilla de la existencia de que hay un camino más allá de
los cardenales y las lágrimas derramadas, de convencerlas de que aún pueden encontrar
la felicidad que con la facilidad que fue robada.
A la primera señal de maltrato, deben de denunciarlo a las autoridades públicas, para
que la justicia se haga cargo.
Simplemente, abrir los ojos. Ver a nuestro alrededor. No permitir nunca más las
vejaciones.