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SCHOPENHAUER, NIHILISMO CÍNICO

Arthur Schopenhauer, filósofo alemán, representante del pesimismo; brillante,


polifacético, sombrío, nihilista, cínico y suspicaz. Nació en Dantzing en 1788 y
murió en Francfort en 1860. Fue comerciante en la juventud y se dedicó a la
filosofía después de la muerte de su padre. Criticó la tesis de Hegel y de los
grandes idealistas alemanes. Porque para él, la filosofía no debe dedicarse a
temas abstractos sino de la experiencia.
Su obra fundamental, "El mundo como representación y como
voluntad". El mundo para Schopenhauer, al igual que para Kant, es
fenoménico: apariencia. El mundo en cuanto a manifestación es sólo un
conjunto de representaciones. Pero ( no todo es apariencia) también captamos
nuestra propia realidad, la de nuestro yo, que se presenta como voluntad de
vivir, como querer. Si las cosas por ser fenómenos no son accesibles en sí,
podemos vivirlas y por medio de nuestra voluntad nos ponemos en contacto con
el mundo de las cosas en sí. Esta vivencia es más intensa que la intuición y la
representación sensible del conocimiento.
Pero la voluntad que se manifiesta en el querer, en el aspirar a algo, no siempre
está satisfecha y esto produce dolor. La única salvación es la anulación de la
voluntad. Schopenhauer encontró en su pesimismo una salida en el arte, en la
contemplación desinteresada para fundirse en él y perder el interés por la vida.
Por eso defendió la doctrina budista de la ausencia del deseo como medio para
calmar la voluntad.
"El amor, las mujeres y la muerte" es su obra más popular y ha gozado
durante casi un siglo de especial demanda. Sus tesis son provocadoras,
polémicas, sobre todo sus juicios en contra de las mujeres, a las que aborreció y
menospreció por considerarlas inferiores:
"El hombre puede con facilidad engendrar más de cien hijos en un año, tiene
otras tantas mujeres a su disposición; la mujer por el contrario aunque tuviera
tantos otros hombres sólo puede dar a luz a un hijo cada año. Por eso el hombre
siempre anda en busca de mujeres12".
"Las mujeres son largas de cabellera y cortas de inteligencia".
"Las mujeres piensan que los hombres han venido al mundo para ganar dinero
y ellas para gastarlo".
"Casarse es perder la mitad de los derechos y duplicar los deberes".
"El hombre es un ser para la muerte".
FRIEDRICH NIETZSCHE, HUMANISMO ATEO
Filósofo y escritor alemán, nació en Rocken -Sajonia- en 1844. Hijo de un pastor
luterano, recibió una excelente educación en temas de filosofía, filología,
teología, artes en general, literatura, etc. Escribió poemas, compuso música,
tocaba a la perfección el piano. Su gran talento le permitió ejercer la docencia
universitaria sin haber logrado el doctorado. Se entusiasmó con las tesis de
Schopenhauer, influencia que lo llevó a la contemplación trágica. Murió en 1900
a causa de una grave enfermedad -la sífilis- que había contraído a raíz de una
fugaz relación con una prostituta.
Nietszche es fundador del irracionalismo moderno y uno de los más destacados
pensadores vitalistas. Fue fundamentalmente un crítico profundo de los valores
de la cultura cristiana. Poseía una vasta cultura clásica. Fue apasionado y
subyugador con sus argumentos en la predica del amoralismo como necesidad
de un hombre libre y nuevo.
Nietszche profesó un humanismo ateo. Es sucesor y heredero de las tesis
filosóficas de Arthur Schopenhauer, aunque más cruel, más guerrero, más
orgulloso y aristocrático. Él considera que hay que combatir la debilidad con la
dureza a fín de alcanzar la verdadera grandeza. Cree que es posible modelar al
hombre del futuro por medio de la disciplina, el trabajo y el esfuerzo de la
voluntad.
Plantea que "es necesario que los hombres superiores hagan guerras para
eliminar a los mediocres". No es partidario de la democracia, porque según él, la
plebe no tiene la suficiente formación para gobernarse. Para él la miseria de una
nación es menos importante que el sufrimiento de un gran hombre.
Atacó las tesis éticas de Hegel, las de Kant, las de los filósofos utilitaristas,
porque considera que están dirigidas a hombres débiles, enfermizos, fracasados
y miserables. Para Nietzsche, el principal valor es la voluntad de dominio, que
excluye la compasión, que es la causa del mal13.
Profesó un desprecio casi enfermizo –misoginia- por las mujeres, mantuvo con
ellas relaciones inhibidas, distantes y faltas de compromiso. Las injurió con
severidad en el más popular de sus libros: Así habla Zarathustra. Dice que
las mujeres no merecen la amistad de los hombres y plantea que deben ser
asumidas como simple objetos de propiedad masculina.
Nietszche es nihilista. Considera que Dios es un estorbo para la realización del
superhombre. Porque la teología pregona una moral de esclavos. Por eso
proclamó la muerte de Dios, el fin del orden establecido y de la familia. Según
él, al hombre le corresponde dirigirse hacia el superhombre, mediante la
transformación de sí mismo y del mundo, para lograrlo debe trasmutar todos
los valores.
Algunas de sus tesis:
"Dios ha muerto y si Dios ha muerto, no existe otro mundo, sólo existe nuestro
mundo, el terrenal, esa es la única realidad". ( Así habló Zarathustra ).
"Conozco mi suerte. Alguna vez irá unido mi nombre al recuerdo de algo
gigantesco, de una crisis como jamás la había habido en la tierra, de la más
profunda colisión de conciencia". ( Ecce Homo ).
"Yo no soy un hombre, soy dinamita". ( Ecce Homo).
"¡Qué le importa la verdad a la mujer!... su gran arte es la mentira, su máxima
preocupación son la apariencia y la belleza". ( Más allá del bien y del Mal).
" Sed fieles a la tierra, no escuchéis a aquellos que os ofrecen las esperanzas
celestiales". ( Humano demasiado humano).
" El Dios de la cruz es una maldición de la vida, la gran maldición, la grande e
intima corrupción, la gran infamia de la humanidad". (El Anticristo).
HUMANISMO Y EXISTENCIALISMO
El existencialismo14 es una corriente del pensamiento contemporáneo cuyo eje
de reflexión es la existencia humana. Surge en mitad del siglo XIX y se
consolida en la primera mitad del siglo XX. En general es una reacción
"existencial" contra la abstracción y el teoricismo de Hegel.
El tema central de los pensadores existencialistas es el hombre concreto, sus
problemas, sus angustias, el absurdo de la vida, la muerte, el dolor y la nada.
Este pensamiento se vio sacudido intelectualmente por las dos guerras
mundiales. Por eso, ante todo es una filosofía rebelde contra el racionalismo
historicista -de Hegel- y proclama abiertamente la importancia de lo vital por
encima de lo intelectual, lo subjetivo e individual sobre las generalizaciones y
abstracciones teóricas.
Los existencialistas creen que la grandeza del hombre está en autorrealizarse,
autodescubrirse. No acepta que el hombre sea un objeto de la acción dialéctica o
un simple ente del destino. Los existencialistas ateos consideran que el hombre
es el ser de mayor evolución biológica y moral, y los teístas creen lo mismo, con
la diferencia que piensan que el hombre es el milagro más grande de la creación.
Sin duda el gran mérito de las corrientes existencialistas radica en haber
devuelto a la filosofía el interés por el hombre concreto, por la persona humana,
que volatiza el idealismo clásico, degrada el positivismo, cosifica el tecnicismo y
el tecnocratismo.
Existencialismo es una filosofía pesimista que reacciona contra la filosofía
clásica alemana. El hombre no es una esencia, algo hecho, es existencia. Por eso,
él mismo se hace. La esencia está representada por ideas generales y abstractas
que nos permiten definir las cosas. En ese sentido, tanto los clásicos griegos
como los modernos les interesaba sólo saber qué es el ser, qué es el espíritu; qué
es el valor y qué es la belleza, etc.
Los existencialistas contemporáneos reaccionan contra ese "esencialismo" y
proclaman su interés por el hombre concreto, de carne y hueso. Son
considerados representantes del existencialismo: San Agustín, Fedor
Dostoievski, Soren Kierkegaard, Miguel de Unamuno, Gabriel Marcel, Carlos
Jasper, Martín Heidegger, Albert Camus, José Ortega y Gasset, León Chestov.
Tesis del existencialismo:
• La filosofía debe partir del estudio del ser concreto y no de la idea.
• Las manifestaciones del espíritu son más relevantes que las de la materia.
• El hombre es un ser inacabado y en continuo proceso de superación.
• La filosofía debe atender los problemas humanos y renunciar a las
especulaciones científicas.
• El hombre no tiene una naturaleza innata y está condenado a ser libre.
• Existir es crear tu propia existencia.
• El hombre es el único ser que sabe que existe.

KIERKEGAARD Y EL CONCEPTO DE LA ANGUSTIA


Soren Kierkegaard nació en Copenhague, 1813. Fue el último de una gran
familia de siete hijos. Era raquítico, jorobado, de temperamento melancólico y
muy reflexivo. Murió en la misma ciudad al año de 1855, de cuarenta y tres años
de edad, víctima de un ataque de parálisis.
Su padre era un hombre sombrío y melancólico, atormentado por un
sentimiento de culpa y preso de un excesivo temor a Dios. Por eso, la educación
recibida de su progenitor fue dura y exigente, dominada por la conciencia de
austeridad, del deber y el temor al pecado; lo que él mismo llamaría "educación
insensata" que reforzara su timidez y melancolía.
Su vida estuvo siempre dominada y atormentada por el temor a Dios. A los
dieciséis años se comprometió con Regina Olsen, una joven de catorce, quién le
enseñó a ser poeta y escritor. Pero su timidez no le permitió mantener el
compromiso, lo que ocasionó una ruptura dolorosa que va a marcar toda su
vida; este acontecimiento dejará una profunda huella en su conciencia de
pensador que reforzó su soledad y melancolía. Su salud siempre fue precaria y
antes de cumplir 21 años vio morir a cinco de sus hermanos.
Kierkegaard vivió a principios del siglo XIX, en el apogeo de la burguesía
liberal, cuando la filosofía había culminado en el idealismo clásico. Kierkegaard
asistió a las clases de Hegel, que era el máximo maestro de su tiempo; escucho
sus brillantes exposiciones sobre la dialéctica, la fenomenología del espíritu
absoluto etc.
Pero toda esa concepción racional y perfecta del mundo le pareció falsa, no se
acomodaba a la imperfección y a la miseria del mundo real. Por eso atacó
violentamente la filosofía de Hegel y a todos los representantes del idealismo
clásico alemán, a quienes calificó de burgueses "satisfechos" que ignoraban la
realidad, el desarraigo, la esclavitud que producen las maquinas, la amargura, el
dolor, y la vida.
Fue un escritor de poderosa palabra, teólogo y filósofo. Vivió en Alemania
algunos años, hombre de un innegable genio a pesar de su triste y sensitivo
existencialismo. Su nuclear "concepto de la angustia" impresionó a todos sus
seguidores, entre otros a Miguel de Unamuno, quien aprendió el idioma danés
para leerle en su propio idioma.
Hizo de su vida un acto al servicio de la fe y se definió el mismo como filosofo
religioso que defendería la autenticidad de la iglesia. Definió su existencialismo
como un acto de conciencia, que hace el hombre por comprenderse y aceptarse
tal como es; existencialismo es la necesidad de pensar en las contradicciones de
la vida, en los problemas fundamentales que le aquejan, como el dolor, la
muerte y sobre todo, el sentido que tiene la vida.
Kierkegaard pregonó el irracionalismo, afirmó que el pensamiento no puede
alcanzar nunca la realidad; lo que se piensa no existe realmente, es sólo algo
posible. El pensamiento es abstracto y la existencia es concreta, son dos cosas
absolutamente opuestas y no hay transición de lo uno a lo otro.
Según Kierkegaard, Dios no es un objeto de demostración lógica. Es un
postulado sin el cual nuestra personalidad no puede resistir las contradicciones
y sufrimientos de la vida. Él concibe la fe cristiana como una religión pesimista,
unida a la conciencia del pecado y dirigida a la negación del conocimiento
científico racional.
Principales tesis:
• En la vida del hombre hay tres etapas: estética, goce del presente; la ética,
conciencia del deber consigo mismo y por último la religiosa, relación del
hombre con Dios.
• La angustia es la consecuencia del pecado original[5].
• Vivimos en un universo hecho libremente por Dios, pero nos entretenemos
en el uso de nuestra razón.
• El hombre debe salir libremente de su estado y no dejarse absorber por la
angustia.
• La eternidad es más importante que el tiempo, y el pecado es peor que el
sufrimiento.
• La ética cristiana sólo es realizable en la eternidad.
• La existencia es individual y personal.

JEAN PAUL SARTRE, FILOSOFÍA Y EXISTENCIALISMO


Sartre nació 1905 en París y murió en la misma ciudad en 1980. Realizó
estudios en la Escuela Normal Superior. Fue profesor de filosofía, en centros de
enseñanza media. Hombre público, siempre en la brecha asumiendo posiciones
ante los avatares de la vida.
Sartre es el más célebre representante del existencialismo francés. Su filosofía
ha sido calificada de existencialismo ateo, porque prescinde en forma total de
Dios y de toda trascendencia, para quedarse en la pura inmanencia del ser como
persona. Por eso, su doctrina va a tener grandes consecuencias éticas,
antropológicas, en la época actual, no sólo en el pensamiento sino en las formas
de vida.
Fue admirado como el gran filósofo existencialista de la segunda mitad del siglo
XX, y también, por la densidad de su prosa literaria, en especial por el teatro, su
pasión literaria. Como filósofo, reflexionó sobre la soledad, la amargura, el
fracaso, la muerte. Por eso es uno de los pensadores más comentados del siglo.
Su fama la obtuvo no sólo disertando sobre filosofía sino también como literato.
Sartre, como todos los existencialistas, es el producto de la influencia de
Kierkegaard, de Husser y también de Heidegger, de quién él se proclama su
continuador, aunque el mismo Heidegger rechazó tal afirmación.
Sartre parte del análisis del ser, desde la existencia. En el análisis del mundo
distingue dos modos de ser: ser en sí y el ser para sí. El ser en sí no es ni
activo ni pasivo, ni afirmativo, ni negativo, sino que reposa en sí, es compacto y
rígido. No tiene relación alguna con otros entes, se halla fuera del tiempo. Es
decir, ser en sí es lo que es.
El para sí es el ser específicamente humano, por el cual el hombre conoce y es
libre. Sin embargo, el hombre como ente también es un ser en sí -su cuerpo, su
yo, sus costumbres-, por lo tanto, el hombre alberga dentro de sí, la nada. Lo
esencial del para sí es su existencia. Para Sartre la existencia es anterior a la
esencia; las esencias y teorías son construidas por el hombre después de la
existencia como respuesta a ella.
Algunas consecuencias del pensamiento de Sartre serían la negación de todo
valor y objetivos de la vida. Por eso su afirmación: la vida humana no tiene
ningún sentido. Se observó, a sí mismo, una marcada preferencia por las
relaciones tempestuosas, como el homosexualismo radical, a pesar de su vida al
lado de Simone de Beauvoir, compañera y amante de toda su vida. Defendió a
los homosexuales y a los drogadictos. La descripción de estos conflictos y
vicisitudes aparecen en sus obras literarias.
El punto de partida de la filosofía de Sartre es el absurdo, que oscila entre el ser
y la nada16, entre la vida y la muerte. He ahí el motivo de la angustia. Logró
radiografiar en sus libros el estado de ánimo del hombre europeo que se
encuentra con los despojos de la guerra, la aniquilación física que aplasta todo
optimismo y recuerda al hombre el sinsentido que tiene la vida.
Sartre define al hombre como una pasión inútil, pero él no se resigna a ser
nada. Por eso busca desesperadamente una forma de afianzarse, de
autorrealizarse y lo intenta por tres caminos que podemos llamar: primero,
tendencia a la nada, segundo, tendencia al otro y tercero, tendencia al ser. Según
Sartre el hombre está condenado a la libertad. Pero esa libertad es absurda
porque ha sido dada sin su consentimiento, y porque además es incapaz de
llegar al objetivo que se propone.
El hombre fracasa en la búsqueda del ser por medio de la conciencia y de la
libertad. Entonces, trata de apropiarse a través del "otro", pretendiendo
convertirse en Dios, que sería la realización del imposible metafísico del ser y no
ser al mismo tiempo. Porque Dios no existe, con esto llega Sartre a fundamentar
una moral sin preceptos, ni deberes, es decir, una inmoralidad total, expresada
en la proposición "Si Dios no existe, todo está permitido".
Ello significa que no hay valores fijos, ni eternos, que no hay normas
preestablecidas. El hombre tiene que elegirlas, crearlas de acuerdo con sus
convicciones personales. En este aspecto la filosofía de Sartre trata de ser
optimista en la medida en que el hombre es responsable de la construcción de
su propio proyecto de vida.

Introducción a la antropología filosófica


Indice
1. Desarrollo
2. La antropología en debate consigo misma
3. Conclusiones
1. Desarrollo
¿Qué es la antropología filosófica?
La antropología filosófica pone como centro de su reflexión al ser humano.
Busca comprender al hombre como un ser que vive y sabe que vive. El saber es
la dimensión propia del hombre. Él es el único ser que necesita comprenderse
para saber quién es, quién quiere ser y qué puede realizar.
El hombre percibe su vida como una posibilidad única en la que ganarse o
perderse dependen de sí mismo. Este impulso hacia el saber brota de la
conciencia de su propia finitud, es decir, de saber que no es dueño del tiempo y,
por tanto necesita diseñar su vida.
La antropología filosófica reflexiona acerca de la existencia humana, la cual es
de suyo complejo y problemática. En su libro EL PROBLEMA DEL HOMBRE,
dice GEVAERT, "La antropología filosófica no crea ni inventa los problemas del
hombre. Los encuentra, los reconoce, los asume, los examina críticamente."
Las preguntas "¿Quién soy?" "¿Quién quiero ser?" Son propias del modo de
existir del hombre. Por eso la antropología filosófica se pregunta por aquellos
que determina y posibilita la existencia humana, en la cual reside la dignidad
propia del hombre.
En primer lugar para esta reflexión podemos decir que no sólo reconocemos un
objeto, el hombre, sino que sabemos que ese objeto al que buscamos conocer es
un sujeto. Cuando preguntamos qué es el hombre pedimos como respuesta un
ente, una esencia acabada, un algo. Cuando preguntamos quién es el hombre
preguntamos por alguien y este alguien es un sujeto haciéndose, una posibilidad
que busca concretarse.
La representación que cada uno de nosotros tiene del hombre está plasmada de
valores y fines, que orientan nuestra acción. En su obra EL SENTIDO DE LA
FILOSOFÍA DEL HOMBRE, dice JAVIER SAN MARTÍN": La imagen del ser
humano no es una creencia que nos venga desde afuera, es el conjunto de ideas
prácticas, plasmado de valores y fines que constituyen la autointerpretación que
hace de sí mismo el ser humano".
No hay ningún hombre que exista sin tener que comprender. La necesidad de
saber no es ajena al hombre, lo constituye. La subjetividad humana es una
subjetividad que interpreta, lo cual implica una toma de posición respecto de sí
y de los otros.
De este modo los hombres vamos dando significado a nuestras acciones,
elecciones, tareas, transformando el tiempo de nuestra vida en historia, en la
vida de cada hombre se seleccionan unos momentos y se olvidan otros, se van
armando estructuras significativas desde donde se comprende el pasado y se
proyecta el futuro. La vida humana es un acontecer que se va narrando, es
historia.
La antropología filosófica es necesariamente histórica. Recoge lo que el hombre
ha dicho de sí mismo y lo interpreta desde el presente. La antropología debe
hacerse cargo de esta dimensión histórica del hombre, de la red de significados
que se van constituyendo en el tiempo.
A partir del siglo XIX y en lo que va del nuestro asistimos a una multiplicación
de las ciencias que estudian al hombre. La consolidación de las ciencias
humanas y el surgimiento de una serie de antropologías (cultural, física, social,
médica, psicológica, religiosa) puso de manifiesto un interrogante: ¿cómo
hablar del hombre en medio de tantos discursos sobre él? ¿Cómo se articula la
antropología filosófica con las otras antropologías y con las ciencias que hablan
acerca del hombre?.
La antropología filosófica contemporánea se ha ido haciendo cargo de los
aportes de estas ciencias, ubicándose en el cúmulo de saberes que nos ofrecen,
no para renegar de ellos, sino, más bien, preguntándose en qué modifican el
concepto que el hombre tiene acerca de sí.
Lo que llamamos hombre es, al mismo tiempo, el producto de una serie de
determinaciones biológicas, psicológicas, sociales, culturales; y una posibilidad
de realización, de deseos, de libertad. Mientras que las ciencias aportan cada
DIA mas datos específicos respecto de tales determinaciones, la antropología
filosófica reflexiona tratando de integra estos datos e interesándose de mostrar
el entrecruzamiento que se produce entro lo determinado y lo indeterminado de
la vida humana, entre condicionamientos y libertad.
El hombre, a partir de lo que es, se proyecta hacia lo que no es aún y desea ser.
Estando determinado, viviendo en una situación concreta, es un aquí y un
ahora, está impulsado a construirse así mismo, a ser él mismo con los otros,
dándose libertad para hablar, para desear dándole sentido a sus vínculos, siendo
libre para amar, trabajando en la construcción del mundo como un espacio
habitable y digno.
2. La antropología en debate consigo misma
Sin embargo, no todo es tan claro como parece. Es necesario advertir que el
debate en torno del objeto de la antropología, hoy se ha vuelto problemático.
La multiplicidad de discursos que hablan acerca del hombre ha aportado nuevos
conocimientos acerca de éste, a la vez que se produjeron su fragmentación. Hoy
hablamos de antropologías filosófica, cultural, religiosa, médica. El hombre se
vuelve objeto de conocimiento a la vez si disuelve como sujeto. Lo que queremos
señalar es que poseemos discursos acerca del hombre pero no una idea
integrada y unitaria hombre. Lo que es el hombre se ha tornado oscuro y
problemático. ¿por qué ha ocurrido esto?
Para responder esta pregunta me parece interesante atender a la diferencia que
señala Miguel Morey es su obra el hombre como argumento entre tema y
problema. Durante la antigüedad y el medioevo, el hombre ha sido un tema de
reflexión pero, a partir de la modernidad, se devela como problema. De aquí que
el surgimiento de la antropología filosófica junto con las otras antropologías e
incluso con el de las llamadas ciencias humanas se remonte recién al siglo XIX.
Podemos decir entre los siglos XIX y XX se harán cargo explícitamente de una
cuestión que caracteriza a toda la modernidad: la finitud humana.
En este camino, la antropología filosófica fue paulatinamente saturando el
discurso filosófico. De este modo, la perspectiva antropológica fue
constituyéndose en la perspectiva privilegiada desde donde pensar, o bien hacia
donde conducir y desde donde resolver todas las cuestiones.
3. Conclusiones
De este modo concluyo dejando estos interrogantes:
• ¿Todos los problemas y todas las cuestiones son problemas y cuestiones
antropológicas?
• ¿Es la antropología el discurso que subyace a todo otro discurso?
• ¿Es suficiente para justificar esta centralidad de la antropología decir que es
el hombre en que conduce la historia, constituye la sociedad y plantea los
interrogantes?

Ante este panorama de problemas para la antropología filosófica la pregunta por


el ser del hombre pararía a un segundo lugar, porque primero deberá empezar
por legitimarse a sí misma como discurso posible, discutiendo su estatuto
epistemológico, su necesidad y su función.
Ahora bien, ¿esto significa que ya no es posible una antropología filosófica? O
bien: ¿significa que esta debe renunciar a su pretensión de constituirse en
discurso fundamentador de todo otro discurso?
Nuevos problemas se van abriendo a medida que intentamos ahondar en esta
dirección. A modo de enriquecer la discusión les acerco más interrogantes:
Texto de morey:
Pretender una definición de hombre que no sea mera sanción de nuestros
prejuicios etnocéntricos o ideológicos es tarea siempre en exceso comprometida.
Afirmar "el hombre es una animar racional" (o sea dotado de lenguaje); La
existencia concreta del hombre es el trabajo; o el hombre es un animal dotado
de veintitrés pares de cromosomas, ¿son caracterizaciones suficientes para
tomarlas como punto de partida de una antropología filosófica?
Evidentemente, puede decirse que el hombre es todas esas cosas, pero ¿se puede
decir que es hombre precisamente por ellas?
Y también esta pregunta: cuando nos preguntamos por el ser del hombre ¿qué
interrogamos exactamente: la idea de hombre o la existencia concreta de los
hombres, el hombre eterno o los sujetos históricos?
Gabriel Marcel
(Francia, 1889-1973)

Filósofo católico, dramaturgo y crítico francés que mantenía que los individuos tan sólo
pueden ser comprendidos en las situaciones específicas en que se ven implicados y
comprometidos. Esta afirmación constituye el eje de su pensamiento, calificado como
existencialismo cristiano. Nacido el 7 de diciembre de 1889 en París, Marcel perdió a su
madre a una edad muy temprana lo que le dejó un profundo sentimiento de pérdida. Fue
educado en un ambiente de cariño, aunque sofocante, por su abuela y tía, convirtiéndose
esta última en su madrastra. En su primer libro, Diario metafísico, Marcel abogaba por una
filosofía de lo concreto que reconociera que la encarnación del sujeto en un cuerpo y la
situación histórica del individuo condicionan en esencia lo que se es en realidad. Marcel
distinguió la reflexión primaria, que tiene que ver con los objetos y las abstracciones y
alcanza su forma más elevada en la ciencia y la tecnología, de su propio método, la reflexión
secundaria que se ocupa de aquellos aspectos de la existencia humana, como el cuerpo y la
situación de cada persona, en los que se participa de forma tan completa que el individuo no
puede abstraerse de los mismos. La reflexión secundaria contempla los misterios y
proporciona una especie de verdad (filosófica, moral y religiosa) que no puede ser verificada
mediante procedimientos científicos, pero que es confirmada en tanto ilumina la vida de cada
uno. Marcel, al contrario que otros seguidores del existencialismo, hizo hincapié en la
participación en una comunidad en vez de denunciar el ontológico aislamiento humano. No
sólo expresó estas ideas en sus libros, sino también en sus obras de teatro, que presentaban
situaciones complejas donde las personas se veían atrapadas y conducidas hacia la soledad y
la desesperación, o bien establecían una relación satisfactoria con las demás personas y con
Dios. Defensor de los sublevados durante la Guerra Civil española, Albert Camus polemizó con
él en varias cartas públicas donde denunció las contradicciones éticas de su reflexión
filosófica humanista. Entre sus obras destacan Diario metafísico (1923), Ser y tener (1933),
Del rechazo a la invocación (1940), Homo viator (1944) y El misterio ontológico (1959).

El misterio ontológico (fragmento)


" El problema es lo dado que se me propone como externo y el misterio algo en lo
que me encuentro comprometido y cuya esencia no está enteramente ante mí. De
donde el ser no es problemático, sino misterioso. Los misterios no son problemas
insolubles, sino realidades no objetivables, pero que al estar inmersos en ellas nos
iluminan. Por eso, frente al ser no cabe más que la opción, por lo que la Metafísica
es la lógica de la libertad. "
a lo
“La vida más que pensamiento quiere ser hoy acción”
J.C.M.

Las modas intelectuales casi siempre han sido generadas por el deseo
de negar lo anterior y superarlo a partir de nuevos presupuestos que
marquen una ruptura o distanciamiento con el pasado. Las demás de las
veces, estos cambios son sólo respuestas a los defectos mismos de los
paradigmas teóricos vigentes. Actitudes que no siempre responden a
necesidades reales, sino, a veces, a un esnobismo de fijación efímera e
insensata que puede arrastrarnos por falsas pistas de renovación. Modas,
más bien derivadas de un ánimo de cambio no necesariamente
funcional o efectivo, sino esteticista, desde una disposición “filoneista”,
en la que, al igual que los objetos, los grandes discursos de la razón se
hallan atrapados también por la irresistible lógica de lo nuevo.

Los períodos de crisis obligan a tomar medidas drásticas en pos de


soluciones teórico-empíricas que nos permitirán escapar de la zona de
turbulencias. Thomas Kuhn ha planteado los períodos de “crisis” como
tiempos de inestabilidades y anomalías en los que los problemas sobrepasan
la capacidad de respuesta esperada de un paradigma determinado. Siendo
esa sensación de mal funcionamiento del modelo, el que crea el espacio
propicio para que las revoluciones acaezcan.

Estos períodos intermedios, de transición, de inestabilidades y


turbulencias, muchas veces han sido aprovechados por sectores
conservadores o neoconservadores que han visto estos cambios como un
peligro para su condición de privilegio; movimientos de defensa de
categorías del pasado que, tras haber perdido el poder, buscan nuevas
formas de legitimar e imponer su señorío.

La teoría de la posmodernidad se ubica en esos márgenes. Entre la


mirada inconciliable de filósofos y críticos de arte, entre las pugnas por una
nominación estricta y los cambios societales reales, entre los presupuestos
de Lyotard, que enuncia la ruptura de la episteme modernista que inaugura la
posmodernidad, o Habermas que reclama la modernidad como un proyecto
inacabado.

Pero ver el posmodernismo como algo diferenciado de lo posmoderno,


ha originado malentendidos derivados de su multivocidad y las supersticiones
de los estudios historicistas. Sobre todo a partir de su adopción a las
distintas teorías del arte contemporáneo. Entre la literatura y la arquitectura,
entre Hassan y Jencks. Donde el posmodernismo, visto como una
vanguardia artística caracterizada por un eclecticismo radical e historicista,
sintetiza estilos del pasado, presente y tendencias futuras, plasmando
aquella idea, de aprender de todas las cosas, que a manera de manifiesto
expusiera Robert Venturi, refiriéndose al espacio arquitectónico de Los
LAS RAZONES DEL ÚLTIMO SARTRE
Nacido en París el 21 de junio de 1905, filósofo,
dramaturgo, novelista, narrador y ensayista, Jean-Paul Sartre
fue, qué duda cabe, el animador más importante de uno de los
movimientos filosóficos de mayor repercusión en los
ambientes académicos, políticos e intelectuales de Francia de
posguerra.
Pero con el existencialismo -rótulo impuesto por el
filósofo católico Gabriel Marcel-, ocurrirá lo mismo que con
otras modas culturales: tras una eclosión apoteósica devendrá
el olvido. Ya incluso antes, en tiempos de su mayor auge,
había sido bajado del pedestal de la filosofía por los
positivistas lógicos que, como Rudolf Carnap, lo catalogaron
como ideología y no como filosofía. No obstante ello, el
aparato conceptual del movimiento -angustia, náusea, nada,
absurdo- fue enquistándose en el uso cotidiano hasta hacerse
parte del folklore citadino francés.
Tal vez en él, como no en muchos otros, pese al
intelectualismo indolente que marcara su primera etapa,
podemos reconocer al filósofo de la libertad sin concesiones,
de la consecuencia extrema, del compromiso político y de la
praxis, alguien que -como Bertrand Russell y su infatigable
lucha contra los crímenes de guerra- a pesar de la vejez y el
lastre de la ceguera -aunque sus enemigos hayan divulgado
con maledicencia que había sido echado fuera y hasta
escupido por los insurgentes de la Sorbona-, tomara partido
por los jóvenes en las revueltas estudiantiles de mayo del 68.
Pero Sartre no solo fue solo la caricatura que muchos
han querido hacer de él o aquel activista de postal, cercano al
clamor de las revueltas sociales o al impulso vivo de las
masas, sino fue también un intelectual humanista y filósofo de
la existencia que, durante la segunda mitad de su siglo,
llegara a ser considerado por muchos como la conciencia
moral de su tiempo. Un anticolonialista que se pronunció,
contradiciendo los intereses franceses, a favor de la
independencia de Argelia, o un francés que a inicios de 1980,
al ser cuestionado algunas semanas antes de su muerte sobre
el por qué gran parte de los intelectuales de su época se
habían dejado seducir por los ideales y utopías comunistas,
respondiera: “Porque se trataba de encontrar un porvenir a la
sociedad. La sociedad tenía que dejar de ser la porquería que
es hoy en todas partes. Yo no pensaba en cambiar el mundo
por mi solo y por mi propio pensamiento, pero divisaba
fuerzas sociales que intentaban avanzar y yo me convencía de
que mi puesto estaba en medio de ellas”.
Sartre vino al mundo cuando éste alcanzaba apenas el
primer lustro del convulsionado siglo XX -siglo marcado por
dos guerras mundiales, explosiones atómicas y un
neocolonialismo galopante-, y quedó huérfano de padre solo
un año después, en 1906. Dicha ausencia marcará su niñez al
lado de su madre, una viuda que se volverá a casar años
después. Algunos dicen que tras la revelación de su fealdad
decidirá hacerse genial, o abstraerse al universo conceptual
que dominará las dimensiones de su pensamiento. Quizás algo
de ello pueda intuirse en uno de sus textos confesionales
incluido en Las palabras, donde escribe: “mi primera relación
con el mundo fueron los libros”.
En 1924, al ingresar a la Escuela Normal Superior,
conocerá a Paul Nizan, a Merleau-Ponty y Raymond Aron,
sociólogo y teórico de la historia con quien trabará una
especial amistad, que terminará tras un pleito político que los
distanciará a ambos, y quién luego le “dedicará” un libro y los
capítulos de Los marxismos imaginarios, en el que Sartre es
criticado, al lado de Althusser, por “su revolucionarismo
verbal”, y donde, con un poco de mala leche, el
existencialismo y el estructuralismo marxista, son tratados
como “sectas, contemporáneas y rivales, del izquierdismo
parisiense”.
Un año fundamental en su itinerario biográfico será
1929, año en el que tras obtener la agregation en filosofía,
conocerá a Simone de Beauvoir, que ocupará el segundo lugar
tras de Sartre. A partir de ello, ella se convertirá en la
compañera de su vida, y llegará a escribir en sus Memorias..:
“Cuando yo lo dejé a comienzos de 1929, sabía que Sartre
jamás saldría de mi vida”. Y ellos serán el centro de aquel
movimiento cuyo auge entre 1945-50, convulsionará el
bohemio barrio Saint Germain de Près.
Pero el existencialismo no fue sólo una moda de
boulevard o cafetines parisienses, sino fue también una
corriente de una dispendiosa tradición filosófica que podría
remontarse a los precursores postulados filosófico-teológicos
de Blas Pascal, los de Soren Kierkegaard, y extenderse luego a
pensadores tan disímiles como Heidegger, Karl Jasper,
Gabriel Marcel, Albert Camus, Miguel de Unamuno y otros
autores referenciales, que fueron dejando una importante
huella en la historia del pensamiento.
Su filosofía giró en torno a dos de sus más
importantes obras El ser y la nada, de 1945, y Crítica de la
razón dialéctica, de 1960. En su etapa fenomenológica, que se
extiende a la primera, en contra de los determinismos
esencialistas, que plantean la idea de una “naturaleza
humana”, Sartre ve al hombre condenado a la libertad, y con
la necesidad de construir su propia esencia para seguir
existiendo. Pero con un posicionamiento del sujeto, que
resulta hostil ante la presencia del otro, que tiende a
objetuarlo, transformando el mundo en una tensión de
“pesadilla”.
Sartre ha dicho que, luego de la comprensión teórica
ya no se puede ser el mismo de antes, pues la comprensión
implica transformación. Su comprensión de Marx llegará
recién tras una relectura que hiciera de él en la década del
cincuenta. A partir de ello, asumirá el compromiso político
como horizonte teórico y estrategia de praxis, entendiendo las
libertades alienadas en situaciones concretas, para afirmar, en
asonancia con algunas de sus predilecciones de la primera
etapa, que la libertad del sujeto no significará nada sin la
libertad social. Combatiendo a partir de ello, contra todo el
colonialismo y matiz totalitario, lo cual ocasionará los
atentados contra su vida ocurridos en su departamento de la
rue Bonaparte.

Hacia el año 1964 Sartre rechazará el Premio


Nobel, aduciendo razones ético-políticas: “Yo sé bien que el
premio Nobel en sí mismo, no es un premio literario del
bloque del oeste, pero es una realidad lo que han hecho de él
(...) En la situación actual, se presenta objetivamente este
premio como una distinción reservada solo a los escritores del
oeste y a los rebeldes del este.

Bernard-Henri Lévy, en un ensayo laudatorio, ha


llamado al siglo XX, El siglo de Sartre. Pero Sartre también
tuvo detractores, quienes le criticaron su inercia ante la
ocupación alemana en Francia, pese a que en 1940 fuera
recluido en un campo de prisioneros de guerra nazi.

En 1974, ante el avance de la ceguera, se verá


forzado a dejar de escribir. No obstante seguirá hurgando en
pos de formas novedosas de indagación teórica, sin temor a la
originalidad y a desdecirse. Acercándose paulatinamente,
mientras trabajaba en un libro sobre la “teoría de los
conjuntos prácticos”, que nunca terminó, a lo que
metodológicamente llamó “pensamiento plural”. E
insólitamente hablará de la esperanza, la moral y la
fraternidad.

En su último texto. La esperanza ahora.., un diálogo


con Benny Lévy, publicado en Marzo de 1980, explica esto:
“dos hombres, poco importa la diferencia de edad, que
conocen bien la historia de la filosofía y la historia de mis
pensamientos, y que se asocian para trabajar sobre la moral.
Moral que además entrará en contradicción con algunas ideas
que tuve.

Al no poder escribir, tuvo la necesidad de dialogar.


Buscó un secretario para eso, y encontró a Benny Lévy, que se
había iniciado en la filosofía a los 15 años, a partir de sus
obras. Y lo invitó a participar en la meditación,
experimentando en esa nueva forma de indagación teórica.
“Esto resulta abominable, mi pensamiento diluido a través de
otro”, decía, pero pensaba que la ventaja de un pensamiento
plural está en que no posee una entrada privilegiada, sino
varias, que cada quien aborda a su manera.

Sartre morirá la noche del 15 de abril de 1980, tras


ser internado por un edema pulmonar en el hospital de
Broussai, pero sus ideas finales -quizás marcadas por los
acontecimientos de Mayo del 68- sobre las fuerzas sociales,
que en solo unas décadas lucharán como movimientos de
masas, fragmentados en pos de fines definidos y particulares,
nos dará las pautas para una agenda que recién ahora nos
detiene: el ideal del “progreso” sustentado solo en
parcialidades.

Estractos de "Las coplas de Meloni nos enseñan a filosofar"

Las coplas de Meloni nos enseñan a


filosofar

No es raro que la Filosofía y la poesía se


junten para nutrirse mutuamente. No por
casualidad Heidegger utilizó las poesías de
Rilke y de Hö1derling para expresar su
pensamiento o para pensar a partir de ellas.
No por casualidad nuestro brillante filósofo
chaqueño Eduardo Fracchia fue a la vez un
magnífico poeta.

Hoy tomamos la obra de Don Aledo, quien


rehúsa ser llamado poeta y dice que es un
simple coplero. Cada vez que me lo dice, le
contesto que en realidad es un maestro de
filosofía, porque con sus palabras simples
pero profundas hace que la gente piense.
¿Por qué elegí la obra de Meloni para esta
charla? Porque la obra de Meloni y mi
personal enfoque de la filosofía están en la misma frecuencia de onda. Mi enfoque
de la filosofía es tan simple y cotidiano (sin que simple signifique falta de
profundidad) como sus coplas. No es el mío un enfoque academicista, falsamente
neutral, cargado de términos técnicos. Se pueden decir las verdades más profundas
con un lenguaje claro y cotidiano. Tenemos la prueba de ello en un filósofo de la
talla de Ortega y Gasset, que decía: “La claridad es la cortesía del filósofo” y esa
claridad se refleja en toda su obra, con la que podemos coincidir o no, pero sin duda
podemos entenderla. Comencemos pues con la obra de Meloni y lo que
humildemente pude pensar de ella desde la filosofía. Pido perdón al autor si mi
interpretación difiere de lo que él quiso expresar, pero me defiendo diciendo que el
mayor mérito de la obra de arte, sea ésta cual fuere, es que deja al espectador la
libertad de hacer de ella diversas lecturas.

Tanto en Árbol caído (de Tierra ceñida a mi costado).

Como en Esperanza (de Rama y Ceniza), como en Pregunta (de Coplas de barro),
como en Copla (de La otra mirada), encuentro un tema fundamental para la filosofía
que es el de la Crisis.

Árbol caído

Una racha de viento, poderosa y aleve


al borde del camino lo tumbó para siempre.

Caído y todo, vive. Hunde en la oscura tierra,


con avidez, las cuatro raíces quedan.

Y cada primavera -milagro de la savia-


reverdece con nuevo vigor y nueva gracia.

Y echa al aire sus flores redondas y amarillas,


como para decirnos que vive todavía...

……………………………………………………………..

El Amor y la Presencia:

En «Unión» está el tema del amor en sus infinitas variantes: amor de pareja, amor de
amigos, amor filial. No podemos vivir plenamente si no sabemos amar. Parece fácil,
pero no todos sabemos amar. Por empezar, yo no puedo amar a otro o a los otros si
previamente no me amo a mí misma. Esto no es egoísmo. Es la condición
indispensable para amar. «Ama al prójimo como a ti mismo» dice el mandato
bíblico. Nuestra autoestima suele estar tan baja en determinados momentos con que
nos enfrenta la vida, que somos incapaces de amarnos a nosotros mismos. El amar es
inseparable del dar o más bien del darse: no es dar lo que tengo sino darme en lo que
soy. Pero como somos humanos y por lo tanto limitados, cuando damos esperamos
recibir la recompensa de la respuesta, de la gratitud del otro. Se necesita mucha
grandeza para dar no importa a quién y sin esperar nada a cambio, como el árbol de
la poesía de Meloni.

Presencia: otro tema importante que reaparece en varias le las coplas y poesías que
mencionamos. En “Nostalgia” aparece ligado al tema del darse. Gabriel Marcel hace
la distinción entre Presencia y Recuerdo cuando habla de nuestros muertos queridos.
La presencia es algo así como saber que a pesar de todo están conmigo, me
acompañan, pensar en ellos no me provoca angustia (a lo sumo una dulce tristeza),
al contrario, puedo hablar con ellos y hasta pelearme o decirles cosas bonitas. En
cambio, el recuerdo es crispante, casi morboso, sigo de luto de por vida por aquellos
que perdí, los convierto en piezas de museo.
En Marcel este tema de la presencia yo lo encuentro muy ligado al del amor y su
consecuencia que es el darse. En “Burbuja” (Todo se vuelve azul), Meloni dice:

Soñamos una amistad


incontaminada y única.

Para que nadie, mirándola,


empañara su tersura,

la aislamos y la escondimos
adentro de una burbuja:
corno una joya en su estuche,
nada más que mía y suya.
Y así fue nuestra amistad,
incontaminada y única:
en una burbuja aislada
y a toda mirada oculta.

y duró lo imaginado:
lo que duran las burbujas.

La comunicación, que es una experiencia que no se da todos los días, es un darse al


otro y a la vez recibir el mundo del otro. Digo que ésta es una experiencia
privilegiada porque aunque parezca mentira, no todos la han experimentado siquiera
una vez en su vida. Si bien comunicación está ligada al amor, no son exactamente
sinónimos.

Yo puedo amar mucho a alguien y sin embargo no puedo comunicarme con él. ¿Qué
es en definitiva la comunicación?

Cada uno de nosotros tenemos algo así como dos “yo”. Uno es el que se llama ''yo
social", que es el rostro que todos conocen de nosotros, es nuestra manera habitual
de relacionarnos en el trabajo, en la vida social y a veces hasta en la vida familiar. Es
como una máscara que usamos sin darnos cuenta por pudor, por temor, por pensar
que no nos van a comprender. Muy dentro nuestro, escondido, está el “yo profundo”
que es lo que realmente somos, pensamos, sentimos, queremos. Cuando se produce
ese fenómeno un tanto misterioso y mágico que es la comunicación, tanto mi ''yo
social'" como el “yo social” del otro se disuelven, caen las máscaras, se encuentran
nuestros ''yo profundos". En ese momento se crea entre ambos una esfera nueva que
antes no existía, que es la esfera del "nosotros". La comunicación por lo tanto es
darse y recibir el mundo del otro y cuando eso ocurre, por momentos, por chispazos,
porque no es continua sino intermitente, ambos nos enriquecemos y cada uno
descubre en su interior sentimientos, ideas, una riqueza que no sabía que tenía y
logra expresarla. Y lo mismo pasa en el otro. Les cuento una anécdota que tiene que
ver con esto: yo estaba explicando el tema de la comunicación en el último curso de
un Nivel Terciario. Los alumnos eran adultos, la mayoría casados y con hijos. Para
hacer más vivencial el tema les leí un párrafo de Johannes Lotz donde el autor
describe claramente lo que pasa en mí y en el otro en el preciso momento en que se
produce la comunicación. Cuando terminé de leer se escuchó un profundo suspiro
desde el fondo del salón. Por supuesto todas las cabezas giraron a esa dirección y
también yo miré hacia allí. Era una joven señora, casada con hijos. Le pregunté:-“¡
Qué te pasa Chela?"- y ella me contestó con tono angustiado: - “¡Lo que daría yo
por vivir una vez una experiencia parecida!"_ Ante semejante espontaneidad, los
compañeros comenzaron a contar sus propias experiencias. Conclusión: de cuarenta
y cinco alumnos que tenía en el curso, sólo tres habían vivido la experiencia de la
comunicación. Un tanto asustada por ese resultado, me fui al otro curso donde tenía
que dar el mismo tema. Pero esa vez leí el párrafo no como ejemplificación sino
como experimento. De cincuenta alumnos, sólo cuatro habían vivido esa
experiencia.

Creo que éste es un tema importantísimo para el crecimiento personal y comunitario


que debería ser tratado en todos los niveles de enseñanza.

Pero a lo que quería llegar es a lo que dice Meloni en "Burbuja: cuando se produce
una experiencia privilegiada como ésta., tendemos a resguardarla de los demás, nos
alejamos en el tiempo y en el espacio de los otros, la cuidamos como un tesoro y de
veras que lo es, pero ocurre que si toda esa riqueza interior que surge de la
comunicación entre dos seres no se vuelca a los demás, a los otros, inevitablemente
se atrofiará y morirá de inanición.

------------------------------------------------------------------------------------

Para terminar quiero compartir con ustedes el último verso de “En el umbral” (Don
de Lágrima), donde con encantadora sencillez y franqueza nos hace pensar en
nuestras humanas flaquezas:

Ya en el umbral, a veces me pregunto:


¿En el día del juicio,
cuando no habrá ningún lugar para la fábula,
ni aun para los sueños,
de qué me servirán estos poemas,
estas palabras vanas:
el eco, el contrapunto de la rima, el extraño disfraz de la metáfora?

……………

Nada más que papeles, al final,


a los que Dios, tal vez, no les asigne
otro destino que avivar la hoguera
en donde quemará hasta la última partícula
de mi escondida vanidad.

¿Quién, entre nosotros, puede decir sin mentir que no oculta muy dentro suyo una
pequeña o grande “escondida vanidad”?

Del Libro ¿Qué es la Antropología Filosófica? Introducción a una Filosofía de


lo cotidiano.

Primera Parte

Capítulo I
El hombre y el Universo

1. Insuficiencia de las definiciones:

Lo habitual suele ser comenzar dando la


etimología de aquello de lo cual queremos
hablar. Bueno, ahí va:

antropos: hombre

logía: estudio, ciencia, tratado

philos: amor

sophía: sabiduría

De acuerdo con la etimología, la


Antropología Filosófica parece ser el estudio
del hombre desde el punto de vista filosófico.

Esto no me aclara mucho, como pasa


siempre con las definiciones etimológicas, porque tenemos otras ciencias: Anatomía,
Fisiología, Medicina, Psicología, Sociología, que estudian también al hombre.

Ustedes me dirán: sí, pero la diferencia está en que allí no se lo estudia desde el
punto de vista filosófico. En cierta forma es correcto, y digo en cierta forma porque
no sé hasta qué punto en algunas de ellas no está presente la fundamentación
filosófica. Pero admitamos por ahora la objeción.

Ocurre sin embargo que tenemos otras disciplinas FILOSÓFICAS que estudian al
hombre: la Ética, la Estética y, según Aristóteles, hasta la Economía entraría aquí.

¿Y la Antropología Filosófica qué? En realidad seguimos sin saber mucho de ella,


por lo menos a partir de la etimología. Podemos intentar otro recurso que se utiliza
habitualmente: dar la definición acuñada por los estudiosos a lo largo de los siglos.
Pero las definiciones, cuando se trata de todo lo que se refiera al hombre en su
aspecto, en su dimensión espiritual, existencial, suelen resultar insuficientes.
Demasiadas vagas, demasiado generales, y al mismo tiempo estrechas y limitantes.
Les doy un ejemplo: ¿Podríamos encontrar una definición del Amor? Pero una
definición tan clara como para que a partir de ella un ser que nunca lo hubiera
experimentado, lo entendiera en toda su profundidad y en todos sus matices (amor
maternal, amor filial, de pareja, a Dios, al prójimo...)

Casi imposible. Yo por lo menos no conozco ninguna, ninguna que me conforme


totalmente.

Si no podemos definir un sentimiento, uno de los tantos sentimientos que


experimenta el hombre, podremos con éxito definir a quien los experimenta a este
ser tan complicado que es el hombre, y yendo más lejos, definir a la ciencia que lo
estudia que a su vez es una de las tantas ciencias que lo hace ?

Más adelante veremos los problemas particulares que se presentan con la definición
de la Antropología Filosófica, pero supongamos por ahora que yo les diera una o
varias definiciones, ¿qué pasaría? No entenderían nada.

La definición sería como una cáscara vacía de contenido. Y nada menos filosófico
que palabras vacías de contenido. No hay pues definiciones. Y ¿cómo vamos a
estudiar una materia sin saber siquiera de qué se trata?

Aprendemos a vivir viviendo, aprendemos a caminar caminando, aprenderemos a


filosofar filosofando:

"Caminante, no hay camino


se hace camino al andar... ".

Machado, con esos versos tan simples en apariencia, ha calado hondo en la


condición humana, en la condición de ese ser que es justamente el que tenemos que
estudiar.

¿Por qué digo que ha calado hondo?

Porque para el hombre no hay nada hecho. Todo tenemos que ir haciéndolo. Es el ser
más desprotegido y a la vez quizá el que mayores posibilidades tiene en la creación.
No encuentra a su alrededor nada hecho, ni siquiera a sí mismo.

El filósofo español contemporáneo, José Ortega y Gasset ejemplifica esta condición


con la metáfora del teatro: es como si de repente a alguien lo llevaran dormido y lo
dejaran entre los bastidores del teatro. De pronto siente que lo despiertan de un
empujón que lo lleva al medio del escenario, frente al público que colma el teatro y
que lo mira expectante esperando ansioso su actuación. Nadie le ha dado el libreto.
Sin embargo él debe actuar. Y lo que es más, de su actuación dependerá en gran
medida el éxito o el fracaso de la obra.

¡Vaya responsabilidad! Y ésa es precisamente la condición del hombre: la de un ser


"arrojado " al mundo, un mundo donde debe actuar, y para actuar necesariamente
debe elegir, y con cada elección va condicionando su vida y tal vez la de los demás.
De ahí la tremenda responsabilidad del elegir, porque yo elijo no sólo para mí sino
que mi elección condiciona de alguna manera la elección de los demás. (1)

Pues bien, aquí en esta materia nos ocurre un poco como en la vida que describe
Ortega. No tenemos nada hecho, no hay una definición, no hay un texto al cual
ajustarnos, no hay una corriente de pensamiento a la cual ceñirnos. O tal vez sea más
correcto decir que hay mucho de todo eso. A nosotros nos toca elegir.

Tenemos que empezar a caminar sin nada. Contando sólo con las ganas o con la
necesidad de caminar. Aquí caminar se traduce por pensar, reflexionar. Puede que no
tengan ganas, pero aunque no lo admitan ahora, nadie puede eludir la necesidad de
pensar.

Yo los voy a ayudar a caminar. Ustedes me ayudarán a mí. Pero nadie puede caminar
por el otro. Nadie puede pensar por mí. Nadie puede decidir por mí.

Sin darnos cuenta, muy despacito, hemos ido entrando en materia, porque ya
estamos hablando de una característica esencial del hombre: la ineludible necesidad
de elegir y la igualmente ineludible necesidad de pensar y decidir por sí mismo.

El hecho que de que nuestro objeto de estudio sea el hombre tiene su ventaja y
también su inconveniente. La ventaja: tenemos una vaga intuición de qué somos, es
decir, ¡Nos Conocemos!

El inconveniente: somos terriblemente complicados y multifacéticos, es decir, ¿Será


Que Nos Conocemos?

La pregunta " ¿Qué es el Hombre? " es una de esas preguntas que como dijera
Gabriel Marcel, resbala sobre sí misma y se vuelve sobre quien la formula: no puedo
preguntar " qué es el hombre? " sin preguntar al mismo tiempo " qué soy yo ? ". La
pregunta general y lejana por el hombre abstracto se convierte en otra pregunta
mucho más personal y próxima.

Y justamente porque es tan personal, tan próxima, tan íntima, no puedo responderla
con frases hechas, con respuestas pensadas por los demás.

En Medio del Torbellino

“- ¿Y la Historia de la Filosofía? - "

¿Será que no me sirve de nada la Historia de la Filosofía y las sabias respuestas que
ella me ofrece? Menuda broma sería que tanto tiempo, tanto esfuerzo para pensar,
tanto dinero gastado en imprimir toneladas de libros no sirviera para nada...

Veamos: NO me sirven esas respuestas si las acepto sólo porque las dio un señor
famoso que puede llamarse Platón, Kant o Heidegger, que fueron indudablemente
muy inteligentes pero que pensaron en otra época y en otro lugar muy distintos al
nuestro. SI me sirven en cambio en la medida en que las repienso, en la medida en
que las tomo como pistas para descifrar qué pasa conmigo aquí y ahora. En ese
descifrar (filosofar) por nosotros mismos iremos coincidiendo con algunas
respuestas y rechazando otras, pero lo importante es que lo haremos por nosotros
mismos y sabremos por qué lo hacemos, por qué aceptamos o por qué rechazamos.

El pensar por uno mismo es la condición básica de la libertad. No es fácil. Suele ser
más cómodo dejar que los demás piensen por mí o a la inversa, pensar yo por ellos
para evitar que disientan conmigo. Seguimos introduciéndonos de a poco en nuestra
materia.

Si a mí me dicen que aquí tengo que estudiar eso que es el HOMBRE, se me


ocurren de inmediato algunas preguntas: ¿Qué relación tiene el hombre con las otras
cosas y seres que lo rodean, con la tierra, las plantas, los animales, los otros
hombres...?. ¿Qué papel ocupa en el Universo? ¿Será que Dios tiene algo que ver en
un estudio sobre el hombre? ¿Y la ciencia, y el hambre, y el industrialismo, y la
justicia...?.

Las preguntas se me multiplican hasta formar un torbellino y ahí, en el medio de ese


torbellino estaremos nosotros tratando de encontrar las respuestas. Eso es estudiar
Antropología Filosófica.

Necesitamos un Andamio Provisorio:

Del mismo modo que el albañil debe construir un andamio para poder edificar el
muro, nosotros vamos a necesitar una especie de andamio mental, una definición
provisoria que nos sirva sólo como punto de partida de nuestro caminar. Insisto en
que es provisoria, no se ajusta demasiado a las leyes lógicas de la definición y por
cierto no logra agotar debidamente el objeto definido.
“La Antropología Filosófica es la rama de la Filosofía que estudia al hombre
considerado en sí mismo y en sus relaciones esenciales ".

La explicamos brevemente: " El hombre considerado en sí mismo ": quiere decir que
tomamos al hombre como un proyecto de ser, es decir, no como algo ya constituido,
terminado, sino como una realidad que se va haciendo, que no está nunca
completada, como algo que está siempre en camino (hacia dónde va ese camino es
precisamente una de las respuestas que tenemos que encontrar).

Al mismo tiempo lo vemos como un ser donde se armoniza carne, huesos, sangre,
sentimientos, capacidad de imaginar, intuición e inteligencia, espíritu, pasiones,
voluntad, egoísmos y acciones sublimes.

“En sus relaciones esenciales ": ese ser que es un proyecto encarnado, no es
autosuficiente, si no que es lo que es sólo en relación con otras realidades distintas
de él: el mundo, los Otros hombres, lo Sagrado

argo de la obra.

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