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EUCARISTÍA Y ADORACIÓN EN EL CORAZÓN DEL COSMOS

"Les ruego, pues, hermanos, por la gran ternura de Dios, que le ofrezcan su propia persona como
un sacrificio vivo y santo capaz de agradarle; este culto conviene a criaturas que tienen juicio. No
sigan la corriente del mundo en que vivimos, sino más bien transfórmense a partir de una
renovación interior. Así sabrán distinguir cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, lo que le
agrada, lo que es perfecto.." (Rm 12, 1 – 2). Estas palabras de San Pablo pueden servir de tela de
fondo a nuestra reflexión y compartir. Al tema que se nos ha propuesto podemos acercarnos de
varios ángulos. Nos hemos orientado hacia la realidad de la "transformación" que se hace en el
creyente, en cada una de nosotras.
1) "La fuente de nuestra vida está escondida con Cristo en Dios..." (Art. 167).
-. Jesús es el centro de nuestra vida, y nuestro corazón se centra en Él.
El pan y el vino son realidades de base de la vida ordinaria. La realidad del trabajo cotidiano de las
hostias nos ha servido de punto de arranque: todo el proceso del grano de trigo que caído en tierra
muere, da fruto, está cosechado, molido para llegar a ser harina que con el agua y las maquinas
llega a ser oblea.
-. Cristo, encarnándose, ha penetrado toda nuestra naturaleza, buena y pecadora. Cuando una oblea
"sale mal" la ponemos al lado, porque no está "digna" de servir para la Eucaristía.
Pero nosotras nos presentamos en la Eucaristía tal como somos, en nuestro nombre propio y
llevando los sufrimientos y esperanzas de la humanidad: nos presentamos pobres, pequeñas,
pecadoras, y decimos de verdad: "Señor, no soy digna...."
-. Como el pan y el vino "obedecen" a la palabra del sacerdote que dice: "Esto es mi Cuerpo... esto
es mi Sangre..." creemos y esperamos que esta misma "transformación" se hace discretamente,
progresivamente en nuestras vidas para llegar a ser lo que somos: "Cuerpo de Cristo", Cuerpo
entregado por el servicio en el amor hasta el final, Sangre derramada, testimonio (martirio) en el
gota a gota cotidiano.
-. La transformación radical del pan y vino en Cuerpo y Sangre de Cristo es obra del Espíritu.
Es lo que Él hace en nuestras vidas, viviendo en comunión con "la creación entera que gime y sufre
dolores de parto... nosotros también gemimos en nuestro interior mientras esperamos nuestros
derechos de hijos y la redención de nuestro cuerpo" (Rm 8, 22 – 23). La naturaleza participa con
nosotros de este parto, cuyo signo es la Pasión de Jesús.
-. Una multiplicidad de granos de trigo constituyen el pan eucarístico. También una multiplicidad de
alegrías, sufrimientos, esperanzas y dificultades constituyen la "materia" de nuestra Eucaristía
cotidiana. Nuestra ofrenda, simbolizada por la gota de agua, incluye toda la humanidad que
ofrecemos al Padre "con Cristo, por Él y en Él..." En cada Eucaristía celebramos la Presencia de
Cristo Resucitado. Al comulgar al Cuerpo y Sangre de Cristo recibimos ya el "germen de la
Resurrección". Desde allí nos sentimos llamadas a crecer en la unión entre nosotras, a entrar cada
vez más en el Misterio de la Muerte y Resurrección de Cristo que queremos vivir a través de todo, a
pesar y a partir de todo.
-. En la Eucaristía se nos "presentan dos mesas: la mesa de la Palabra y la mesa del Pan." Las dos
mesas son necesarias para fortalecer, mantener, sostener nuestra marcha, nuestro combate. Es el
sentido del "viático", el pan para la peregrinación hacia la patria celeste. La Palabra y el Pan nos son
dados para reforzar la caridad, entregar nuestra vida y transmitirla. En una palabra, para hacer la
voluntad del Padre.
-. Como la harina está "amasada" para llegar a ser un pan de vida, también nuestra vida está
"amasada" para llegar a ser Cuerpo de Cristo. La transformación no es algo automático,
sino que pide ofrenda, sacrificio, don, pasión, muerte, en la contemplación y participación en este
"Misterio de la Fe".
-. Todo lo hemos recibido gratuitamente. En todo queremos vivir en la acción de gracias. La
Eucaristía es por excelencia la acción de gracias y alabanza por la obra de la Creación, la Redención
y la Santificación. Todo nos ha sido dado, todo lo hemos recibido para servir como Jesús "pues si
yo, siendo el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos
a otros. Yo les he dado ejemplo, y ustedes deben hacer como he hecho yo." (Jn 13, 14 – 15).
-. "La celebración eucarística renueva nuestra alianza de amor con el Señor, nos hace comulgar en
su oblación y participar en su acción salvadora." (Art. 186). Al final del día, en la "oración de
Alianza", nos encontramos Él y cada una de nosotras para darnos cuenta de la Fidelidad de nuestro
Dios que jamás falta o defrauda, a pesar de nuestras múltiples y repetidas infidelidades. "Nos
reconocemos pecadoras, salvadas por la misericordia divina, hijas del Padre y hermanas con toda
la humanidad". (Art. 169).
2) -. En la Adoración eucarística "reconocemos a Jesús como Señor y Maestro y dejemos que
impregne nuestras vidas." (Art. 30). Él es el verdadero Adorador "en espíritu y en verdad". Decía
el Buen Padre: "Jesús ha querido quedarse prisionero en el tabernáculo para que podamos adorarle".
La adoración hace parte de nuestra "misión" en la Iglesia y en la Familia de Pedro Bienvenido
Noailles. También la adoración es camino de soledad del corazón y comunión con la humanidad.
Allí se vive el "silencio de unión con Dios".
-. El "libro de la naturaleza" revela la Presencia de Dios, y nos conduce a reconocerle como Creador
de todo el cosmos. A través del cosmos todo ser humano puede acceder al conocimiento de Dios y
percibir que Él es su Salvador.
-. Vamos a la Eucaristía y a la Adoración con toda nuestra humanidad, tal como es, salvada ya y
todavía en esperanza de salvación como cada una de nosotras.
-. Experimentamos que la adoración nos recrea y nos transforma. Ese "nos" incluye todos nuestros
hermanos y el cosmos que "espera" su re-creación. La Adoración es "evangelización directa". Estar
con el Señor, con toda la humanidad, es una "palabra" que revela que Dios es Dios que "tanto amó
al mundo que dio su Hijo único". También la Adoración es "escuela de fe" y de transformación.
-. La Adoración es pura gratuidad de parte de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Vivimos en
comunión con todos los Santos y los Ángeles que "cantan sin cesar: Santo, Santo, Santo es el Señor,
Dios del universo". Sentimos nuestra pobreza, criaturas delante de nuestro Dios, Creador y
Salvador. Este reconocimiento de nuestra condición de criatura tiene su repercusión en nuestra
relación con el cosmos, también criatura de Dios. Desde allí viene el respeto, el cuidado de este
"compañero de camino". Esta manera de ser repercute en nuestra relación fraterna.
-. La "fracción del pan" que se prolonga en la adoración eucarística nos hace participar a la Vida
entregada de Cristo y nos llama a la caridad fraterna, y la vida fraterna nos llama a querer todo el
cosmos, obra de Dios. "Dios vio que todo cuanto había hecho era muy bueno". (Gen 1, 31).
3) -. Se ha dicho que "La Eucaristía hace la Iglesia, y la Iglesia hace la Eucaristía." Esa palabra
nos lleva a orar mucho por las vocaciones sacerdotales, esencial para "hacer la Eucaristía".
Sacerdotes sabios, santos, pastores entregados al pueblo "adquirido con la Pasión, Muerte y
Resurrección de Cristo".
4) -. El libro del Génesis dice: "El Séptimo día Dios tuvo terminado su trabajo, y descansó en ese
día de todo lo que había hecho. Bendijo Dios el Séptimo día y lo hizo santo, porque ese día
descansó de sus trabajos después de toda esta creación que había hecho." (Gen 2, 2 – 3). Este
"Séptimo día" es el Domingo, Día del Señor donde la Iglesia celebra con solemnidad la
Resurrección de Cristo. Es también Día de encuentro particular con Él, de encuentro particular con
nuestras hermanas, día de "descanso" en Él y con Él, día de descanso por la creación. El Pan
"partido" se "comparte" y nos "re-hace" para seguir caminando, día tras día, hacia la Casa del Padre
que espera a todos sus hijos.
Concluyamos con esta oración: Señor, te damos gracias por la belleza del mundo, el esplendor de
las montañas, la anchura del mar, los animales y las flores. Te agradecemos por la alegría de los
niños, la profundidad del espíritu humano, las ideas audaces. Te damos gracias por haber enviado
Cristo a la tierra y santificado el universo por tu presencia. Tú eres fuente de todo pensamiento, Tú
eres el centro de todo el cosmos. Tú eres el principio y el fin del tiempo. Bendito sea tu Nombre
ayer, hoy y por la eternidad. AMÉN.

Comunidad de Posadas

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