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Doctrina
Principales teóricos
Hay que citar, por orden cronológico, en primer lugar a Julio Cassiano el maestro
doceta (v. DOCETISMO) que compuso una obra en defensa de sus principios
ascéticos titulada Peri eunouchias o Peri encrateias (Sobre la continencia), que se ha
perdido. Después de él, el principal doctor de los e. fue Taciano (v.). S. Ireneo le hace
responsable, junto con Saturnino y Marción, de la nueva herejía (Adversus Haereses,
1,28: PL 7,690). San jerónimo lo llama príncipe de los encratitas (Epístola 48,2: PL
22,494). Si no fue su iniciador absoluto, parece, sin embargo, que Taciano es el
organizador de la secta y el autor de la formal separación de los e. del cuerpo de la
Iglesia. Poco después de Taciano, un cierto Severo refuerza la herejía dándole un
marcado carácter ebionita (v.). Admitiendo la Ley, los Profetas y los Evangelios
interpretados a su modo, rechaza las epístolas de San Pablo y los Hechos de los
Apóstoles. De este modo se forma una secta dentro de la misma secta. El nuevo
partido toma el nombre de su organizador para distinguirse de los demás e. El hecho
del cisma severiano hace suponer divergencias doctrinales y luchas intestinas en el
seno del encratismo. Por lo demás, los severianos no fueron los únicos en separarse.
También algunos maniqueos tomaron el apelativo de continentes. Otros se hicieron
llamar apotácticos o renunciadores porque pretendían haber renunciado a todos los
placeres del mundo. Acuarianos o Hidropasianos se apellidaban aquellos a quienes su
abstinencia absoluta de vino les llevaba a celebrar la eucaristía con agua sola. Los
Sacóforos se distinguían por su atuendo exterior consistente en un saccos, especie de
túnica de tela burda. Con estas divisiones internas subsistió la herejía hasta fines del
s. IV.
Oposición al Encratismo
Tan pronto se delineó el carácter herético del grupo se promovió, de parte católica, una
campaña para desenmascarar y neutralizar la herejía. Los medios adoptados fueron
de tres géneros: la refutación teórica de sus principios doctrinales, llevada a cabo por
los Padres y escritores eclesiásticos, las sanciones canónicas y los edictos imperiales.
Entre los autores eclesiásticos que más eficazmente combatieron el encratismo
teórico, destacan Ireneo, Tertuliano, Hipólito, Clemente de Alejandría y Orígenes. De
las muchas sanciones canónicas de que fueron objeto, la más famosa fue la adoptada
contra ellos por las Iglesias de África al no reconocer la validez de su bautismo. De
este hecho arranca la conocidísima polémica entre S. Cipriano (v.) y el papa S.
Esteban. Por lo que atañe al problema de la abstinencia exagerada, el Conc. de Ancira
(a. 314) permite a los sacerdotes y diáconos el abstenerse de la carne en las comidas
con tal que la hayan probado al principio. Los que se nieguen a hacerlo deben ser
excluidos del orden clerical (canon 14: cfr. Lauchert, Die Kanones der Wichtigsten
altkirchlichen Concilien, Friburgo Br. 1896, 32). Como se ve, la intención del canon es
clara. La misma intención se descubre en el canon 51 de los llamados Cánones
Apostólicos que se refiere a los clérigos, diáconos, sacerdotes y obispos que se
abstienen del matrimonio, carne y vino no por motivos de legítimo ascetismo, sino por
infamia, es decir, por desprecio de las obras de Dios. Con todo, el golpe mortal para el
encratismo en todas sus formas y variedades, no provino de las disposiciones del
derecho eclesiástico, sino de las del civil. Poco después del Conc. de Nicea,
Constantino emanó una constitución contra los herejes (cfr. Eusebio, Vita Constantini,
3,64-65: PG 20,1140). Más tarde, Teodosio el Grande en 381 y 383 condena a los que
bajo diversas denominaciones profesen el error de los maniqueos. Cita nominalmente
a los e., apotácticos, acuarianos y sacóforos, a los que califica de 'sectas inaceptables'
(Codex Theodosianus, 16, tit. 5.1.7.11). A partir del s. v los e., heridos de muerte por
estas disposiciones, cesan de jugar un papel capaz de turbar la paz de la Iglesia. V. t.:
TACIANO; EBIONITAS.
BIBL.: E. DUCHESNE, Histoire ancienne de l´Église, I, 3 ed. París 1907, 510 ss.; A.
EHRHARD, La Chiesa dei martiri, Florencia 1947, 205-206: F. BOIGIANI, La tradizione
eresiologica sull´encratismo, Turín 1956.