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Opinión
Cuando un Ser humano llega hasta este punto, normalmente en la más absoluta soledad
interna y externa, sumido en una oscuridad total, es cuando realmente: ¡Se hace la luz!
En ese instante, es plenamente consciente de que ha perdido algo. Un elemento esencial
de su vida, que de hallarlo, le hará completo. Sin embargo, no sabe con certeza de qué
se trata. No obstante, le invade una especie de inconformidad. La idea latente, de que
algo no está bien, a pesar de no soportar muchas de las dolencias, sufrimientos,
necesidades, miserias e inquietudes terrenales, que padece el resto de los mortales.
Cuando un Ser humano vive esta experiencia, finalmente se encamina hacia su auténtica
casa, que se encuentra en su cuerpo, en su "Yo" y reordena todas sus prioridades. Se
convierte en una especie de "apestado", porque todas esas cosas que la sociedad
glorifica, como la fama, la seguridad económica, posesiones materiales de todo tipo y
otras frivolidades, ya no le son importantes.
El que escudriña y centra su búsqueda en descubrir, quién es, no tiene temor a las
presiones del inmenso ejército de pastores a sueldo, que somete y vigila a un rebaño que
ignora su enorme fortaleza y potencial.
Después de una sacudida espiritual y racional tan profunda, no tiene miedo de ser aliado
de la verdad, independientemente de sus consecuencias. Entonces es peligroso para
algunos, porque puede abrirle los ojos, a los demás. No tiene ataduras, ni compromisos.
Su única obligación es conocerse a sí mismo y en el proceso, ayudar al resto. No
resolviéndole la vida sino dándole el instrumento de liberación, que es un sentimiento
que conduce al sendero de la gnosis propia. ¡Un despertar! Es una energía
extraordinaria. Se encuentra completamente en paz consigo mismo. Ya nadie puede
influir en él, ni manipularle. Puede ver lo que lo demás no ven, las intenciones, intuye
los pensamientos de los demás. Los juegos habituales del poder, le parecen cosa de
niños. Luego se encuentra con amigos bien preparados que le comentan "hay que
regresar al Padre" y él, les responde: ¿Acaso hemos estado fuera de él? ¿Existe alguien
tan prepotente como para presuponer que ha estado alguna vez fuera de la creación?
La verdad no está ahí fuera, como nos quieren hacer creer. Está dentro de uno.
Simplemente hay que dejar que entre en nosotros. Como si fuésemos una copa vacía,
como un cáliz, como un Grial.
En cuanto al ideal, esa meta, esa finalidad, no debe ser una preocupación, que nuestro
entorno lo considere irreal e inaccesible. Nos debe preocupar que sea perfecto, sublime,
divino en términos de su pureza. Tampoco nos debe angustiar el tiempo para alcanzarlo,
pues como decía Omraam: "un ideal elevado es como un Ser vivo, real, enérgico que
dispone de los medios esenciales para alimentarnos y para satisfacer nuestra sed por
toda la eternidad".
Los que no comprenden esta verdad, se conforman con el objetivo cercano, fácil,
material y otros caramelos de una sociedad ilusoria.... Cuando alcanzan sus metas, se
vuelven a encontrar con ese vacío insaciable que les consume. Pues no han fijado en sus
vidas un ideal que les obligue a mejorarse, a desafiar sus limitaciones día a día, a
motivar su saber, a fortalecer su fe y voluntad. Aquellos le logran estas empresas, son
los que muchos veneran, al leer sus biografías en sendos reportajes periodísticos o
libros, pensando que han tenido suerte, que ha sido producto del sacrificio, del azar o de
un cúmulo de circunstancias favorables, pero nunca, de que él mismo, se haya impuesto
ese objetivo. No debemos quejarnos de nuestra vida, si hemos optado por un ideal
vulgar, pequeñeces de poca profundidad espiritual, la culpa es solamente nuestra y de
nadie más.
Por esta razón, es el fin último de mi reflexión, es que abramos los ojos e intentemos
asumir ideales elevados, porque en el proceso, descubriremos nuestro verdadero "Yo",
llenando así, ese vacío que no nos permite avanzar.