Escribimos estas líneas introductorias desde la devoción a quien, en vida, reconocimos como modelo de virtudes heroicas, y lo hacemos en un momento en que comienza a hablarse de la posible introducción en la Iglesia de su proceso de beatificación.
Rovirosa era sorprendente en su santidad y en su original discurrir. ¡Como sorprende, a quienes nos sentimos tantas veces escuchados y acogidos por él, leer (y oírle en vida) que nunca escuchó a nadie, cuando tantas horas estuvo atento a nosotros, pobres diablos a su lado entonces y ahora! Nosotros, que le vimos en tantas charlas y cursillos repetir e interpretar correctamente cuanto los asistentes habían dicho; nosotros, atraídos siempre por su mirada, penetrante como un cuchillo pero dulce, suave y cálida como la luz de la aurora. Y tantos otros dirían lo mismo....
Su humildad le lleva, ciertamente, a VER que no escuchó a nadie; pero por su vida, más aún que por sus palabras, sabemos de su CONSTANTE ESCUCHA DE LA VERDAD que le lleva a Jesucristo, de su escucha a Cristo que le lleva al seno de la Iglesia, de su escucha a Cristo y a la Iglesia que le llevan a la escucha de los pobres (que mientras él vivió coincidían sociológicamente en nuestro país con los obreros).
Pasó los años posteriores a su conversión escuchando esas tres voces: JESUCRISTO, LA IGLESIA, LOS POBRES. Ser militante obrero, hijo y apóstol de la Iglesia sin caer en la acepción de personas y fiel a Jesucristo constituían para él, aspectos de una única realidad. Él sabía que ninguna justicia humana puede ser auténtica si no está en línea con la Justicia del Reino de Dios, que la transmisión de la Palabra Salvadora está garantizada en la Iglesia y que solamente la aceptación por los pobres, en su corazón en su mente y en su vida, de esa Palabra Salvadora, puede vencer la explotación y la degradación humana a que se ven sometidos.
Quien no busque LA VERDAD CON CORAZÓN LIMPIO, que no lea a Rovirosa (ni a Cristo). Hay mucha profundidad para ojos con legañas de espiritualismo o de progresismo al uso.
Escuchemos, pues, a quien tan bien supo escuchar.
Escribimos estas líneas introductorias desde la devoción a quien, en vida, reconocimos como modelo de virtudes heroicas, y lo hacemos en un momento en que comienza a hablarse de la posible i…