Érase una vez, en el firmamento, había una estrella muy
pequeñita que se sentía desdichada ya que todas sus compañeras se reían de ella porque su luz era escasa.
- Mírate, ¿Cómo puedes llamarte estrella? Tu luz no llegará
muy lejos...
Se burlaban sin cesar, tanto se lo decían que acabó por
creerse todas esas burlas.
Un día cansada de todo su mundo decidió partir de lo que
ya no consideraba su hogar...
Comenzó así su larga travesía por el espacio...
Durante el camino se encontró con una gran estrella y le
preguntó.
- Hola, ¿Cómo te llamas?
- Me llamo sol, respondió la estrella más grande.
- ¿Cómo puedo ser como tú? Preguntó la más pequeña
- No lo sé, respondió el sol, pero ¿Por qué quieres ser como
yo? - Porque todos se burlan de mí y si me hago grande y brillo como tú nadie se reirá más de mí...
- El sol que era mayor y una estrella sabia le respondió...
Cada cual ha de brillar por como es, quizás tu seas
pequeñita y tu luz no muy grande, pero seguro que encontrarás aquello que haga que brilles y seas la más radiante...
En ese momento la estrella más pequeña no entendió lo
que el sol le había querido decir pero guardó esas palabras en lo más profundo de su corazón, se despidió del sol y continuó su camino.
Pasaron horas y horas y la estrella seguía viajando cuando
de pronto vio algo que se acercaba muy veloz... no sabía muy bien hacia donde ir porque esa cosa se dirigía hacia ella sin miramiento alguno...
- Heyyy detente!!!! Gritaba la estrella asustada.
Y antes de que pudiera hacer nada esa cosa se paro...
- ¿Quién eres que vas como loca sin mirar hacia donde vas? Preguntó la pequeña estrella indignada...
- Soy una estrella fugaz y debo ir corriendo de un sitio a
otro eso es lo que hago en el universo.
- Y ¿Cómo consigues ir a tanta velocidad? Preguntó la más
pequeña.
- Pues porque soy una estrella fugaz... solo eso le contestó
cuando volvió a coger velocidad y dejó a esta perpleja y pensativa...
-¿Qué clase de estrella seré yo? Se preguntaba mientras
volvía a retomar su camino...
La pequeña estrella seguía vagando sin saber muy bien cual
era su camino, por qué era así...
Un día cuando más abatida estaba y pensaba que sería
mejor apagar su luz y dejarse tragar por la inmensidad del espacio algo llamó su atención... Era algo que no había visto nunca...
Un planeta azul, lo miraba desde la distancia; sin saber
muy bien que hacer su curiosidad pudo más que su abatimiento y se acercó más y más, miraba muy atentamente sin que nada se escapase de su visión cuando de repente vio algo que se movía en esa cosa azul oscuro casi negra tan extraña, era un ser que no había visto nunca y era golpeado una y otra vez, oyó desesperación... intentaba ayudar a ese ser pero no podía, no sabía como.
Encendida de furia comenzó a brillar como nunca lo había
hecho más y más y su luz iluminó un camino...
Cuando quiso darse cuenta ese extraño ser no estaba, miró
y miró y cuando iba a perder toda esperanza de encontrarlo lo vio, parecía tranquilo...
- Con voz temerosa preguntó ¿Qué eres?
- Soy un hombre, respondió el diminuto ser.
- La estrella se extrañó aún más porque nunca había visto
nada parecido, aun estaba concentrada en sus pensamientos cuando escuchó una voz... - Gracias, le dijo el hombre.
- ¿Gracias por qué? Preguntó perpleja, ya que nadie jamás
en su vida le había agradecido nada y lo más curioso era que no sabía muy bien qué había hecho para merecer que se las dieran.
- Soy un marinero, estaba pescando como cada noche
cuando el mar se embraveció, gracias a tu luz he podido ver el puerto y llegar con vida, si no hubieses aparecido hubiera muerto en el mar.
- ¿Así que esa cosa se llama mar?
- Sí, respondió el marinero.
- Y ¿Por qué te quería matar? Preguntó la estrella.
- El mar se enfada porque luchamos contra él para coger
sus peces.
- Y ¿Por qué haces eso? Volvió a preguntar.
- Para poder sobrevivir respondió paciente el marinero.
A la estrella todo esto le resultaba muy nuevo, seguía pensando en todo lo que le había dicho este hombre cuando volvió a escuchar su voz.
- ¿Cómo te llamas? Preguntó el marinero a la estrella.
- No tengo nombre, respondió esta entristecida.
- ¿Cómo puede ser? Todos tenemos nombre...
El hombre se quedó pensando un buen rato, mientras lo
estrella lo miraba expectante, cuando de pronto...
- POLAR
La estrella lo miro perpleja... ¿Cómo? Preguntó sin
entender que le decía.
- Tu nombre será Polar, ¿Te gusta?
- La estrella no sabía que decir, nunca había oído un
nombre así.
El marinero al ver su expresión le dijo...
- Tu luz es brillante y blanca, me recuerda mucho a la nieve
y seguro que podrías ayudarme, cada vez que viaje al mar podrías indicarme el camino, ¿Qué te parece?
A la pequeña estrella le gustó la idea, podría probar un
tiempo, así también se sentiría útil y Polar era un nombre bonito después de todo, y le gustaba ese marinero, era el primer ser que admiraba su luz, así que aceptó el trato...
Pasaron años y años y Polar acompañaba al marinero en
cada uno de sus viajes, le guiaba hasta los puertos con su luz para que nada le sucediera, eran inseparables. Un día Antonio, que así era como se llamaba el marinero, cayó enfermo.
Polar estaba triste porque según le había explicado
este, pronto dejarían de verse, su gran y único amigo por años pronto la dejaría sola.
- Polar, ¿Dónde estás? Preguntó Antonio.
- Aquí respondió su incansable amiga.
- Sabes que pronto dejaremos de viajar por el mar, pero
hay algo que me gustaría que hicieras por mí.
- Claro,- respondió esta - pídeme lo que quieras.
- Durante años has cuidado de mí, tu luz me ha guiado y
me gustaría que tu luz siguiera guiando y cuidando a mis compañeros marineros, durante años les he hablado de ti, y muchos nos han seguido en nuestros viajes, ¿Crees que podrías hacerlo?
- Polar estaba muy desolada pero ¿Cómo decirle que no a
su gran amigo?
- Claro que sí Antonio, cuidaré de todos, los guiaré con mi
luz como he hecho hasta ahora contigo...
- Con una sonrisa, Antonio murió.
Cuenta la leyenda que desde entonces Polar ha guiado a
todos los marineros del mundo, llevándolos a puerto en memoria de su gran amigo Antonio.