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¿Eres Normal?

Por Tom Moon, MFT.

Se da por sentado que los gay rompen, o son infractores, de reglas; que
están fuera de lo convencional y que cuestionan las normas sociales. Por
eso me sorprendí al descubrir, en mis conversaciones con hombres
homosexuales en los últimos años, que la culpabilidad sexual y la duda
personal están vivas y bien presentes en nuestra comunidad, incluso entre
muchos que se sienten totalmente a gusto con ser gay.
Recuerdo un hombre que le gusta el sexo en los baños públicos y conectarse
a través del Internet. Dice que, en esta etapa de su vida, disfruta a fondo
lo que está haciendo; que le encanta la variedad, y no está interesado en
encontrar una pareja habitual. Aún así, se pregunta a sí mismo "¿Significa
esto que soy un adicto al sexo?" "¿Quiere decir que soy inmaduro y no
quiero crecer?" "¿Tengo miedo del compromiso?" Y así sucesivamente. En el
otro extremo del espectro está el hombre que nunca ha tenido sexo casual en
su vida y está completamente satisfecho con la monogamia. Esta persona se
pregunta por qué está tan "fuera de paso" con sus amigos, y se pregunta si
eso significa que él tiene trabas o miedos sexuales. Se pregunta, "¿Me
estoy escondiendo en mi relación?".
Una de las fuentes más frecuentes de culpabilidad sexual entre los hombres
homosexuales es la dimensión de poder del sexo. A pesar de la mayor
visibilidad de los aficionados al cuero y al sado masoquismo, muchos que se
estimulan en fantasías de sumisión, o de dominación, todavía les preocupa
si sufren alguna patología en el fondo. El hombre que se estimula con
actuar fantasías de ser maltratado se pregunta si esto significa que se
odia realmente a sí mismo. Se fija una serie de límites: el "abuso" es
esencialmente un papel, una “actuación”, y él se respeta en todos los
aspectos de su vida. Sin embargo, dice todavía "Si yo mejoro mi autoestima,
¿estas ‘tendencias’ desaparecerán?" (Y con culpabilidad admite, que si
ellas desaparecen, no está absolutamente seguro de que quiere más
autoestima.) Otro hombre, que es un tierno y leal compañero con su amante
de ocho años, se pregunta por qué él es "incapaz de amar de verdad", ya que
él y su media naranja actúan fantasías en la que él posee y domina a su
pareja. Los dos lo disfrutan, pero él todavía sospechosa (en contra de
todas las pruebas) de que él debe albergar cierto odio inconsciente hacia
su pareja.
Otro hombre confiesa que, si bien le encanta tener sexo con su novio, él
siempre termina de la misma manera, fantaseando privadamente con sus
escenas pornográficas favoritas. Se pregunta si ésta es una forma de "hacer
trampa". Después de todo, los “normales” no fantasean cuando están haciendo
el amor con alguien que les importa, ¿verdad?
Aquellos atraídos con hombres jóvenes se preguntan si tienen un "complejo
de Peter Pan." El atraído a los hombres mayores se pregunta si tiene un
"complejo de padre." Y el que sólo le atrae los hombres de otra raza se
pregunta si eso significa que "inconscientemente" odia la suya. Tal
sicología menor es una cosa peligrosa.
Es alarmante ver cómo muchas personas gay están dispuestas a entregar la
autoridad sobre sus vidas a "expertos" que supuestamente saben mejor que
ellos cómo deben vivir. Periódicamente, un cliente me pregunta "¿Soy
normal, saludable y bien ajustados si yo…?" seguido de una descripción de
alguna fantasía sexual de la cual está preocupado. Yo estoy aparentemente
supuesto a emitir entonces una sentencia. La cual puede ser: "Sí, hijo mío,
eres normal, ve en paz"; o "No, estás desviado del camino de la normalidad,
necesitas terapia." En vista de la historia de mi profesión en cuanto al
trato de las minorías sexuales (que, hasta hace poco, era abismal, e
incluso hoy día sigue siendo inferior al ideal) me desconcierta el
encontrar tanta gente que está dispuesta a renunciar y poner su poder en
manos de ayudantes profesionales.
El problema es que todas estas preguntas sobre "normalidad" son en sí
alienantes. Cuando pregunto si mi comportamiento es "saludable", estoy
asumiendo que existe algún nivel científico de "comportamiento sano", el
cual no meramente refleja normas sociales y que pueden ser usadas
objetivamente como criterios para juzgar mi propia conducta. Y, por
supuesto, los únicos que tienen las credenciales para aplicar el criterio
son un grupo de expertos en “normalidad”, a quienes les tengo que pagar
para que respondan mis preguntas por mí.
Yo suelo responder a la pregunta “¿Es esto sano?” con mis propias
preguntas, tales como, “¿Le gusta lo que está haciendo? ¿Le da placer y
satisfacción? ¿Le hace daño a usted o daña a alguien?” Cuando reorientamos
el foco del debate de “saludable” hacia una discusión de la felicidad
versus la infelicidad, o perjudicar versus no perjudicar, el cliente se
convierte en el experto, porque cada uno de nosotros es el que tiene mayor
autoridad sobre lo que nos trae alegría y satisfacción, y lo que no.
Terapeutas competentes pueden ser capaces de ayudar a facilitar la
reflexión sobre este tipo de preguntas, pero ellos no tienen todas las
respuestas.
Confusión sexual, vergüenza, y culpabilidad son el precio que pagamos
cuando compramos la idea de que alguien más sabe mejor que nosotros cómo
deberíamos vivir nuestras vidas.

Tom Moon MFT, sicoterapista de San Francisco.


http://www.tommoon.net
Traducido del Inglés al Español por Gladiolo.

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