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De la promulgación de la nueva Constitución y las posibilidades de

cambio
Escrito por Edgar F. Izurieta (*)
miércoles, 18 de febrero de 2009
El Presidente de la República, Evo Morales Ayma, promulgó la primera Constitución
Política del Estado aprobada en un Referéndum Constituyente con el 61,43% de votos
válidos. Al mismo tiempo, la ciudadanía definió que la propiedad máxima de la tierra
será de 5.000 hectáreas, con un claro y contundente apoyo del 80,65% de votos. Sin
embargo la aprobación no es la conclusión de la lucha y sacrificio de las organizaciones
indígenas y campesinas que aportaron con un conjunto de propuestas en la construcción
del nuevo texto constitucional, sino el inicio de un nuevo proceso. Para su aplicación se
requiere la readecuación del marco normativo nacional, lo que, naturalmente, puede
generar tensión con las viejas estructuras institucionales del Estado boliviano.

La promulgación de la nueva Constitución nos lleva a un escenario de transición hacia


un Estado Unitario Social de Derecho Plurinacional Comunitario, en el que se reconoce
constitucionalmente la existencia de naciones y pueblos indígenas originarios. La
búsqueda de la inclusión real de los sectores marginados en un Estado que antes negaba
su rostro indígena es un primer avance digno de destacar.

Este reconocimiento conlleva la vinculación de los derechos de los pueblos indígenas


originario campesinos con los derechos individuales de corte liberal. No será fácil llevar
adelante esta tarea debido a que existen derechos indígenas y campesinos, como el de la
autodeterminación, la gestión territorial, el aprovechamiento de sus recursos naturales
renovables, etc., que no están sujetos a una acción individual, pues su ejercicio depende
más de la dinámica colectiva de las comunidades indígenas y campesinas.

El reconocimiento de las territorialidades indígenas, en un país donde los límites y las


fronteras se establecieron arbitrariamente y se impusieron sin considerar a las
poblaciones preexistentes, es otro logro de las luchas y acciones colectivas de los
pueblos indígenas y campesinos; aunque en el proceso de construcción de regiones se
tropiece aún con el respeto de los límites departamentales.

La profundización de la descentralización se expresa en los diferentes tipos de


autonomía: departamental, regional, municipal e indígena. Una especial atención nos
merece esta última, pues los pueblos indígenas sufrieron la desarticulación no sólo de
sus territorios, sino también de sus instituciones, por lo que ejercer su autonomía les
reporta el reto de construir instituciones que sean capaces de gestionar el régimen
autonómico en plena concordancia con sus prácticas, costumbres y normas.

Otro desafío para las comunidades indígenas y campesinas, es generar estrategias para
fortalecer y promocionar sus visiones y formas productivas dentro de la dinámica en que
se desenvolverá la economía plural, contemplada en la nueva Constitución.

Pensar que estas posibilidades de cambio no responden a demandas estructurales es dejar


que nos ganen los apasionamientos políticos de la polarización actual. No habrán pactos
sociales que se expresen sólo en textos llenos de palabras, debe existir voluntad política
que la posibilite y eso pasa por ejercer el derecho a participar de los cambios y no
quedarse como simples espectadores.
(*) Edgar Izurieta es Técnico de CIPCA - Beni

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