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LA DOCTRINA DEL PECADO Página 1 de 9

LADOCTRINA DEL PECADO


Parte 6: ¿QUÉ ES EL PECADO?

1Jn 3:4-10 Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es
infracción de la ley.
Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha
conocido.
Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio. Para
esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de Dios
permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no hace
justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

La definición general con respecto al pecado personal puede incluir dos aspectos:
1. El pecado contra Dios, y
2. El pecado contra la ley.

Se logra una verdadera distinción entre el pecado contra la Persona de Dios (que se
puede indicar con términos como impiedad, profanación, egocentrismo) y el pecado
contra el gobierno moral de Dios, el cual se expresa en forma más apropiada con las
palabras transgresión, rebelión, desenfreno.

Esta división parece que comprende todo lo relacionado con la definición. Y parece que
se pueden investigar todas las tendencias de las obligaciones del hombre a lo largo del
desarrollo de estas dos relaciones. Estas dos formas de responsabilidad, que son
interdependientes, son también inseparables. No se puede concebir ninguna relación con
Dios que no reconozca su santa voluntad y su ley; ni tampoco se puede descubrir
ninguna autoridad en su santa voluntad y en su ley que no se base en su santa Persona.

El término general que en griego significa pecado es hamartia, el cual indica que se ha
errado el blanco, que se ha errado el ideal que estaba establecido. Este blanco ideal es el
carácter esencial de Dios, el cual se les hace conocer a los hombres por medio de la
voluntad revelada del Señor o sea por medio de su ley.

EL PECADO CONTRA DIOS. Se ha venido examinando una verdad esencial y es la


de que el pecado es lo que se hace contra Dios, afecta a Dios en forma inmediata y
directa; y afecta también al que lo comete, en gran parte por medio de la reacción que
surge por causa de la influencia de todo acto pecaminoso en la Persona de Dios.

Con respecto al hecho de que Dios observa el pecado, está escrito en la Palabra:
 "Porque sus ojos están sobre los caminos del hombre, y ve todos sus pasos" (Pr. 34:
21).
 "¿No demandaría Dios esto? Porque él conoce los secretos del corazón" (Sal. 44:
21).
 "Pusiste nuestras maldades delante de ti, nuestros yerros a la luz de tu rostro" (Sal.
90:8).

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 "Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado
permanecerá aún delante de mí, dijo Jehová el Señor" (Jer. 2:22).

Hay dos testimonios que se encuentran en la Biblia, los cuales declaran que el pecado es
directamente contra Dios:
 "Contra ti, contra ti solo he pecado, y he hecho lo malo delante de tus ojos; para que
seas reconocido justo en tu palabra, y tenido por puro en tu juicio" (Sal. 51:4)
 "Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de
ser llamado tu hijo" (Lc. 15: 21).

Además de la condenación que se impone por causa de la naturaleza de pecado, el


pecado personal tiene que ser juzgado y, en efecto, lo será. La santidad divina será la
norma que se aplicará en ese juicio. Muy distinta sin embargo, es la relación del
Cristiano que peca para con Dios. El cristiano también está sujeto al castigo, pero no
está sujeto a condenación.

Además de la ofensa que el pecado constituye contra el gobierno de Dios, y además de


la injuria que representa contra lo que es indiscutiblemente propiedad de Dios, por
causa de su naturaleza inmoral, el pecado ultraja e insulta a la Persona santa de Dios. El
es infinitamente puro y justo. El antiguo profeta Habacuc dijo:
"Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los
menospreciadores, y callas cuando destruye el impío el más justo que él? (Hab. 1: 13).

Y el apóstol Juan escribe: "Este es el mensaje que hemos oído de él, y os anunciamos:
Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él" (1 J n. 1:5).

El apóstol Santiago también declara:


"Dios no puede ser tentado por el mal, ni el tienta a nadie" (Stg. 1:13).

Cuando esta verdad se considera aparte de todas las relaciones, no hay argumento con
respecto a la santidad de Dios; sin embargo, la santidad de Dios es la mismísima verdad
que sirve para medir la perversidad del pecado. El hecho de que Dios es
trasparentemente santo es el que les concede significado a los términos maldad,
profanación e impiedad.

EL PECADO CONTRA LA LEY. El vocablo ley nos obliga a que le demos en el


presente estudio un amplio significado, el cual debe incluir toda forma de voluntad
revelada de Dios: (a) Las primeras comunicaciones de Dios a los hombres, que fueron
preservadas por la tradición, (b) la consciencia humana, (c) la dirección espiritual que
Dios otorga, y (d) la Palabra de Dios que se halla en forma escrita, con sus aplicaciones
para las diversas eras.

Con respecto a la definición de pecado revisemos solamente lo que dice LA PALABRA


DE DIOS QUE SE HALLA EN FORMA ESCRITA

La definición más común de pecado es la evidencia, es decir, que el pecado es anomia,


es decir, violación de la ley, o desobediencia. El apóstol Juan declara que " ... el pecado
es infracción de la ley" (l Jn. 3:4). Se le ha prestado cierta atención al asunto sobre si
esta definición es completa o restringida.

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Con respecto a una definición apropiada del pecado, se debe observar, que cualquier
falta de conformidad con la ley revelada no es un concepto suficientemente amplio
sobre el pecado; porque puede haber mucho en el carácter de Dios que no tenga
expresión específica en ninguna ley revelada; así como también la falta de fe es pecado,
y sin embargo, todo pecado no es falta de fe; y saber el bien y no hacerlo es pecado,
pero no todo pecado consiste en la falta de hacer el bien; y, el amor al dinero es la raíz
de todos los males; pero todos los males no están incluidos en el amor al dinero. Del
mismo modo, la desobediencia es pecado; pero no todo pecado consiste en la violación
de algún código escrito. Puesto que la ley escrita representa de la mejor manera todo lo
relativo a los requerimientos divinos, se debiera hacer gran énfasis en la verdad
profunda de que transgredir la ley, aquella ley que se le dirige a uno, es la desobediencia
más específica que sólo se puede comparar con aquella desobediencia mediante la cual
ángeles y hombres cayeron.

Ante la pregunta: ¿Qué es el pecado?, la respuesta que se da es que “El pecado es


cualquier falta de conformidad con la ley de Dios, o cualquier transgresión de ella, pues
esa ley se le ha dado como regla razonable a las criaturas”

Ninguna discusión con respecto al pecado en su relación de oposición con la ley pudiera
ser cierta sin incorporar alguna exposición de 1 Juan 3:4-10.
Todo aquel que comete pecado, infringe también la ley; pues el pecado es
infracción de la ley.
Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en él.
Todo aquel que permanece en él, no peca; todo aquel que peca, no le ha visto, ni
le ha conocido.
Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es justo.
El que practica el pecado es del diablo; porque el diablo peca desde el principio.
Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo.
Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque la simiente de
Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios.
En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel que no
hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

El significado más profundo de este pasaje sólo podrá entenderse cuando se tiene en
mente la distinción entre el pecado del regenerado y el de aquel que no ha nacido de
nuevo. Posiblemente no haya otro pasaje de la Biblia que contribuya tanto con respecto
a este tema como éste de Juan. Es cierto también que son pocas las porciones de las
Escrituras que han estado sujetas a tan variadas interpretaciones como ésta.

1 Jn 3:4-10 establece una distinción entre el pecado que tiene su origen en Satanás y la
justicia que tiene su origen en Dios. Esta justicia se refiere a la conducta (no la conducta
que genera justicia como base para poder estar delante de Dios, sino la conducta que es
estimulada a cumplir los deberes de rectitud por causa de la correcta posición que en la
justicia divina se le atribuye a todo aquel que cree en Cristo).

Probablemente, la expresión clave de este pasaje es: " ... el pecado es infracción de la
ley" (v. 4). El verbo “es” de esta expresión también se puede traducir “es equivalente a”.

Cuando se realizó el estudio de Isaías 14 y Ezequiel 28, se presentaron las evidencias


que prueban que el pecado lo comenzó Satanás en el cielo; por lo cual él fue el

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originador del pecado. También se demostró que el pecado, en su carácter esencial, es


un apartamiento en desobediencia del propósito y de la voluntad de Dios.

El pasaje de 1 Jn 3:4-10 está de acuerdo con la característica más distintiva del pecado,
es decir, la desobediencia. El Apóstol incluye aquí toda clase de pecado, y no alguna
clase de pecado. El pecado es la desobediencia contra Dios y contra todo lo que es de
carácter santo, contra todo lo que exige su carácter santo.

De la manera más evidente, el pasaje de 1 Jn 3:4-10, se refiere a todo pecado, y no sólo


a los pecados malos en contraposición con los pecados buenos. El pasaje afirma
certeramente cuál es el carácter del pecado (tal como lo indica la palabra griega
hamartia), es decir, la desobediencia. Esta clase de desobediencia es en realidad extraña
a la redención del cristiano, al nuevo nacimiento del Espíritu y a la presente posición del
creyente en Cristo.

En el versículo 5, el Apóstol se refiere, dentro de un paréntesis, a la base de la gracia


salvadora: "Y sabéis que él apareció para quitar nuestros pecados, y no hay pecado en
él." No hay necesidad de suavizar, mediante modificaciones de ninguna clase, la
declaración incalificable del versículo 6: "Todo aquel que permanece en él, no peca;
todo aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido."

Cuando el individuo permanece en El, el pecado de la desobediencia queda excluido.


Por el lado opuesto, el pecador desobediente no ve a Cristo ni lo conoce.

Hay algunos que han introducido aquí una explicación para esta declaración ("todo
aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido"). Han señalado que la visión y la
comprensión del cristiano se embotan por causa de la práctica del pecado, y que esta
verdad no podría negarla ningún creyente cristiano que haya tenido la amarga
experiencia del efecto del pecado sobre su propio corazón. Debe observarse, sin
embargo, que el contraste que se establece en este pasaje no es entre el cristiano
espiritual y el que no es espiritual, sino entre el que es hijo de Dios y el que es hijo de
Satanás.

La declaración del versículo 7, que se dirige a los "hijitos" de Dios, es sumamente


necesaria y vital. Allí está escrito: "Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es
justo, corno él es justo." Este versículo, pues, declara que el que practica la justicia es,
por causa del nuevo nacimiento, participante de la justicia que Dios adjudica.

Esa persona no solo hace justicia, sino que es justa por causa de su eterna posición en
Cristo. Del mismo modo, el que practica la desobediencia (v.8) es del diablo.

Se nos aclararía mejor el pasaje si tomáramos primero la declaración culminante del


versículo 10: "En esto se manifiestan los hijos de Dios, y los hijos del diablo: todo aquel
que no hace justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios."

La palabra esto se refiere a la libertad para practicar el pecado con desenfreno. El


versículo 9 nos dice: "Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado, porque
la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de Dios."

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Cualesquiera que sean las cualidades que se tengan en cuenta en la expresión "no
practica el pecado" (literalmente, no peca), se está hablando de todos los que son
nacidos de Dios.

No hay ninguna parte de este pasaje que haya sido más tergiversada por la exposición
torturante que el versículo 9 (“Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado,
porque la simiente de Dios permanece en él; y no puede pecar, porque es nacido de
Dios”). Sin embargo, la verdad que allí se nos revela es sólo la conclusión lógica de lo
que se acaba de decir con respecto al pecado de desobediencia.

En este pasaje no hay ninguna base para afirmar que existe la doctrina de la perfección
impecable en el caso de algunos cristianos y que no es real en todos los cristianos. Se
debe recordar que el Apóstol ya había hecho la advertencia contra tales conclusiones en
el capítulo 1:8-10, cuando dice:
1Jn 1:8 Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y
la verdad no está en nosotros.
1Jn 1:9 Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda maldad.
1Jn 1:10 Si decimos que no hemos pecado, le hacemos a él mentiroso, y su
palabra no está en nosotros.

Tampoco enseña la Biblia en este pasaje, ni en ningún otro, que el cristiano no peca. Lo
que sí enseña es que el cristiano retiene su naturaleza que heredó de Adán, la cual es
carnal hasta el día de su muerte, y que si no fuera por el poder renovador del Espíritu
Santo, reinaría el pecado en la vida del cristiano.

Hay una diferencia importante entre las expresiones “no poder pecar” y “poder no
pecar”. Esta última corresponde a las provisiones divinas. El creyente tiene al Espíritu
Santo de Dios, es decir tiene poder para no pecar.

La Biblia enseña también que el cristiano, en el cual mora el Espíritu Santo, posee una
nueva norma con respecto a lo que es bueno y lo que es malo. Con su conducta puede
entristecer o no entristecer al Espíritu Santo. Hay un ilimitado sufrimiento del corazón
para el hijo de Dios que comete el pecado de desobediencia. Las Escrituras abundan en
ilustraciones de estos sufrimientos en las vidas de los santos cuyas biografías se
encuentran en ellas. David compara este sufrimiento del corazón cuando se comete el
pecado de desobediencia con el envejecimiento de sus huesos en medio del gemir de
todo el día; y declara que la mano del Señor se agravó sobre él, y que su verdor se
convirtió en sequedades de verano (Sa1.32: 3,4).
Sal 32:3 Mientras callé, se envejecieron mis huesos
En mi gemir todo el día.
Sal 32:4 Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano;
Se volvió mi verdor en sequedades de verano.

Pablo, por causa de que no podía lograr sus ideales espirituales, dio testimonio de que
era un hombre "miserable." Se puede concluir, entonces, que el verdadero hijo de Dios
no puede cometer el pecado de desobediencia, sin ser presa de grandes sufrimientos, y
que esos sufrimientos se deben a la presencia de la simiente o naturaleza divina en él.

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Esta reacción de la naturaleza divina contra el pecado en el creyente cristiano, la cual no


pudieran experimentarla nunca los no regenerados que no tienen el Espíritu Santo, como
expresa Jud. 19 “Estos son los que causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu”.

Este tipo de comportamiento constituye la base de la distinción entre los que son hijos
de Dios y los que no lo son.

Hasta cierto punto hay un elemento indefinido en la ley de Dios que se expresa por
medio de la conciencia y por medio de la dirección del Espíritu Santo; pero tal elemento
no hace falta en la ley de Dios que está incorporada en las Escrituras.

La ley escrita aparece en tres formas principales, según su aplicación a tres diferentes
eras.
1. La primera de esas formas se conoce con el nombre de Sistema Mosaico o Ley
Mosaica, la cual era sólo para Israel, y estuvo en rigor solamente desde el monte
Sinaí hasta la muerte de Cristo en la cruz.
2. La segunda forma es la instrucción celestial que Dios les da a los cristianos que,
habiendo sido perfeccionados en Cristo, son llamados a andar dignamente de
acuerdo con su vocación celestial.
3. La tercera forma de la ley de Dios será la que regirá en el reino futuro y que, sin
duda, se extenderá hasta los gentiles que participen en el reino con los judíos, como
norma de vida, para que así puedan disfrutar también de las bendiciones terrenales
de Israel.

Al intentar una vista global de los tiempos y modos en que Dios ha tratado con los
hombres, se debe conceder atención, al período que transcurrió entre Adán y Moisés, o
sea el período anterior a la ley (Ro 5:13; comp. Gn.26:5).
Rom 5:13 Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no
se inculpa de pecado

Con la misma finalidad debe observarse que Dios casi no dirigió instrucciones de
ninguna clase a los gentiles en forma directa.

Con respecto a ellos, la Biblia dice que "no tienen ley" (Ro.2:14),
Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de
la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos

La condición de los gentiles se describe completamente en Efesios 2:12:


"En aquel tiempo estabais sin Cristo, alejados de la ciudadanía de Israel y ajenos
a los pactos de la promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo."

Retomando el texto de la primera epístola del apóstol Juan 1 Jn 3:4-10, se realizará una
interpretación, para contrastar el pecado con la justicia, siguiendo la hermenéutica y
exégesis de Hartmut Beyer (2000).

De acuerdo con el propósito de la primera epístola de invitar a una vida en comunión


con Dios y enseñar acerca de las normas de la vida Cristiana, este párrafo de los versos
4-10 del capítulo 3 esta motivado por las falsas enseñanzas que existieron entre algunos
gnósticos que se introdujeron en la iglesia primitiva. En estos versículos se hacen

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afirmaciones severas y radicales de tal manera que es la parte más categórica de toda la
epístola.

El apóstol en 1Jn 2:26 afirma: “Os he escrito esto sobre los que os engañan”. El área
particular del posible engaño que preocupa al apóstol Juan es el aspecto práctico. De
acuerdo a Burdick, la herejía que existía era errónea tanto moral como doctrinalmente,
porque el conocimiento genuino viene acompañado de una vida justa y recta. Las
distintas influencias gnósticas de la época, enseñaban errores en cuanto al tema del
pecado y se sabe de la existencia de las dos siguientes corrientes gnósticas:
1. Algunos sostenían que el asunto del pecado no era importante, sostenían que no
importaba lo que hiciera la carne, que había que concentrarse en lo espiritual, y
2. Otros sostenían que ya habían alcanzado el nivel de la impecabilidad, y que ya
no tenían pecado.

Ante estas dos corrientes el apóstol advierte en 1Jn 2:1 “Hijitos míos, estas cosas os
escribo para que no pequéis”. El pecado es tema serio y con respecto al pecado tiene
que haber claridad absoluta, si esto no es así, la vida del creyente y de la iglesia estaría
en peligro de fracasar. Por esto Juan es enfático cuando afirma en 1Jn 1:8 “Si decimos
que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en
nosotros”

Pecado y vida espiritual, pecado y comunión con Dios no pueden existir juntos. Hay un
gran contraste ante el cual no existe una posición intermedia:
1. Pecar y hacer injusticia como un hijo del diablo, ó
2. Permanecer en Cristo y hacer la justicia como hijos de Dios

La incompatibilidad de ser Cristiano y continuar en pecado no podría ser más


claramente expresada que en estos versículos. El pecado separa de Dios y lleva a la
muerte eterna. De tal manera que el que practica el pecado esta demostrando que esta
separado de Dios, que realmente no tiene a Cristo y que camina hacia la condenación.

Así es como el apóstol Juan hace plena claridad y distinción entre pecado y justicia:
1. Primero positivamente en el verso 7 cuando escribe “Hijitos, nadie os engañe;
el que hace justicia es justo, como él es justo”
2. Después negativamente en el verso 8 cuando dice: “El que practica el pecado es
del diablo”

Para distinguir al hereje del creyente hay que poner atención en su vida práctica:
1. Si uno no ejerce la justicia, aunque hable muy piadosamente y se llame a si
mismo justo, sus actos demostrarán que no es justo y que no es un verdadero
creyente
2. La primera epístola da pautas claras de lo que es un verdadero creyente:
1. La vida del verdadero creyente se caracteriza por el guardar los
mandamientos 1 Jn 2:3 “Y en esto sabemos que nosotros le conocemos,
si guardamos sus mandamientos”
2. La vida del verdadero creyente se caracteriza por el andar en la luz 1 Jn
1:7 “pero si andamos en luz, como él está en luz, tenemos comunión
unos con otros, y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo
pecado”

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3. La vida del verdadero creyente se caracteriza por permanecer en


Jesucristo 1 Jn 3:6 “Todo aquel que permanece en él, no peca; todo
aquel que peca, no le ha visto, ni le ha conocido”
4. La vida del verdadero creyente se caracteriza por el pedir y aceptar el
perdón 1 Jn 1:9 “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para
perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”
5. La vida del verdadero creyente se caracteriza por el amor al hermano 1
Jn 2:10 “El que ama a su hermano, permanece en la luz, y en él no hay
tropiezo”, y finalmente
6. La vida del verdadero creyente se caracteriza por que hace justicia 1 Jn
3:7 “Hijitos, nadie os engañe; el que hace justicia es justo, como él es
justo”

Cristo es Justo y puro y sin pecado. El paralelo es siempre el mismo: Cristo es puro, por
eso, los suyos se purifican; Cristo nunca pecó, por eso, los suyos no pecan; Cristo es
Justo, por eso, los suyos practican la justicia.

Esto es muy evidente, y en consecuencia, los creyentes deben aplicar estas medida a si
mismos y a los que de alguna forma les guían y amonestan.

No debe existir duda alguna sobre este punto: Ningún hombre puede tener vida
espiritual y continuar viviendo en pecado. Por otra parte, el hombre solamente puede
practicar la justicia si tiene la naturaleza de Cristo, el Justo.

La justicia es una actitud que abarca toda nuestra existencia. El justo hace la justicia.
Uno no es justo porque dice que lo es; sino que aquel que evidencia las obras de la
justicia en su vida, éste es justo. Deben manifestarse los frutos de la fe.

Es igualmente importante no confundir esto con perfección. No se debe olvidar que


hacer la justicia implica también la confesión de pecados delante de Dios y la práctica
de purificarse de toda injusticia.

Todos tenemos aspectos en que la tentación es fuerte y tenemos hábitos difíciles de


vencer. Esas debilidades dan a Satanás una base; por lo tanto, debemos contender con
nuestros aspectos vulnerables.

Tres pasos son necesarios para hallar victoria sobre un pecado predominante:
1. buscar el poder del Espíritu Santo y la Palabra de Dios;
2. Huir de las situaciones de tentación; y
3. Buscar la ayuda del cuerpo de Cristo.

Debemos estar dispuestos a dar cuenta de nuestros hechos ante Dios y a aceptar la
oración de los demás.

«Todo aquel que es nacido de Dios, no practica el pecado» significa que los verdaderos
creyentes no hacen del pecar una práctica ni se vuelven indiferentes a la moral de Dios.
Todos los creyentes todavía pecan, pero se esfuerzan por ganar la victoria sobre el
pecado. «La simiente de Dios permanece en él» significa que los verdaderos creyentes
no hacen del pecar una práctica porque la nueva vida de Dios ha nacido en ellos.

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Hemos «nacido de Dios» cuando el Espíritu Santo vive en nosotros y Jesucristo nos da
nueva vida. Haber nacido de nuevo es más que un inicio; es un renacimiento, es recibir
un nuevo nombre de familia basado en la muerte de Cristo por nosotros. Cuando eso
sucede, Dios nos perdona y acepta totalmente. El Espíritu Santo nos da una mente
nueva y un nuevo corazón, vive en nosotros y nos ayuda a ser como Cristo. Nuestra
perspectiva cambia también porque tenemos una mente nueva que se renueva de día en
día por el Espíritu Santo (Romanos 12.2; Efesios 4.22–24).

Esto puede comenzar hoy mismo confesando e invitando a Jesucristo a nuestra vida.

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