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PRINCIPIO DE LA COSA JUZGADA

Este principio consiste en revestir a las sentencias de una calidad especial, en


virtud de la cual no se permite que las partes frente a quienes se profiere
puedan volver a instaurar un segundo proceso con base en los mismos
pedimentos y sobre iguales hechos. Obedece a la necesidad de darles el carácter
de definitivo a las sentencias y evitar así que se susciten por las mismas
cuestiones otros procesos.

Guarda, en cierto sentido, relación con el principio de la preclusión, pues los


efectos de ambas se concretan a impedir actuaciones posteriores. La diferencia
reside en que la cosa juzgada tiene efectos fuera de l proceso, mientras que la
preclusión obra dentro de este y con respecto a una etapa o estanco. Por ello
CHIOVENDA afirma que la cosa juzgada es la summa preclusione.

DISPOSICIONES LEGALES.-

Art. 1350.- La presunción legal, es la que se atribuye por una ley especial a
ciertos actos o hechos, tales como: 1o. los actos que la ley declara nulos, por
presumirse hechos en fraude de sus disposiciones, atendida a su propia
cualidad; 2o. los casos en que la ley declara que la propiedad o la liberación
resultan de ciertas circunstancias determinadas; 3o. la autoridad que la ley
atribuye a la cosa juzgada; 4o. la fuerza que la ley da a la confesión de la parte o
a su juramento.

Art. 1351.- La autoridad de cosa juzgada no tiene lugar sino respecto de lo que
ha sido objeto de fallo. Es preciso que la cosa demandada sea la misma; que la
demanda se funde sobre la misma causa; que sea entre las mismas partes y
formulada por ellas y contra ellas, con la misma cualidad.
Art. 1352.- La presunción legal dispensa de toda prueba a aquel en provecho del
cual existe. No se admite ninguna prueba contra la presunción de la ley, cuando
sobre el fundamento de esta presunción anula ciertos actos o deniega la acción
judicial, a menos que me reserve la prueba en contrario, y salvo lo que se dirá
respecto al juramento y confesión judiciales.

LA COSA JUZGADA, LÍMITE DEL AMPARO CONSTITUCIONAL.-

Entre quienes sustentan la tesis negativa a la procedencia del Amparo


Constitucional contra sentencias judiciales con autoridad de cosa juzgada, una
importante corriente de pensamiento, proveniente especialmente del ámbito
jurisdiccional ordinario, invoca como fundamento de su posición la cosa
juzgada; lo que significa que este instituto procesal es el límite a los alcances del
Amparo Constitucional. Ello obliga a referirse, así sea de manera resumida, a la
cosa juzgada respecto a su concepto, naturaleza jurídica, así como la concepción
moderna respecto a ella.

De manera general se puede señalar que, la cosa juzgada es la autoridad y


eficacia de una sentencia judicial cuando no existen contra ella medios de
impugnación que permitan modificarla, lo que significa que aquella le otorga la
calidad especial de la inmutabilidad y la definitividad a ésta.

Como señala el profesor Eduardo J. Couture, la autoridad de la cosa juzgada es,


pues, calidad, atributo propio del fallo que emana de un órgano jurisdiccional
cuando ha adquirido carácter definitivo. Es inimpugnable, en cuanto la Ley
impide todo ataque ulterior tendiente a obtener la revisión de la misma materia.
Habrá de recordar que los romanos establecieron la distinción entre la cosa
juzgada formal y la cosa juzgada material. La primera significa la imposibilidad
de anular la sentencia por medio de los recursos, ya porque la última instancia
ha dicho la última palabra, ya porque ha transcurrido el tiempo para
interponerlos o porque se ha desistido o renunciado a ellos. En cambio la
segunda significa que el fallo contenido en la sentencia es de tal suerte decisiva,
que excluye totalmente cualquier nuevo examen del negocio y cualquier
resolución nueva distinta sobre la misma relación jurídica, frente a los que han
sido partes, sea por el mismo tribunal que dictó la primera, o por otro diferente;
de manera que el fallo recaído no puede ser examinado en su exactitud de
fondo por otro tribunal.

La cosa juzgada es un instituto del Derecho Procesal, establecido como


resguardo de la seguridad jurídica; pues se entiende que sin él la incertidumbre
reinaría en las relaciones sociales y se generaría la inseguridad en los
fenómenos jurídicos. Sin embargo, cabe advertir que algunos sectores del
ámbito jurídico, especialmente del procesal, han llevado a extremos y
exageraciones el valor de la autoridad de la cosa juzgada, en ese orden, como
señala Couture, es famoso el dístico de Scaccia, cuando señala que: "la cosa
juzgada hace de lo blanco, negro; origina y crea las cosas; transforma lo
cuadrado en redondo; altera los lazos de la sangre y cambia lo falso en
verdadero".

Frente a esa posición exaltada, los sectores moderados consideran que la


necesidad de la firmeza de un fallo judicial que conlleva la autoridad de la cosa
juzgada debe ceder, en determinadas condiciones, ante la necesidad de que
triunfe la verdad; pues, como señala Couture, la razón natural aconseja que el
escrúpulo de verdad sea más fuerte que el escrúpulo de certeza, y que siempre,
en presencia de una nueva prueba o de un nuevo hecho fundamental antes
desconocido, pudiera recorrerse de nuevo el camino andado para restablecer el
imperio de la justicia.

En consecuencia, la cosa juzgada no debe, ni puede ser tomada como un


dogma, sino como un instituto procesal cuya finalidad es la de otorgar el sello
de firmeza y certidumbre a un fallo judicial en resguardo de la seguridad
jurídica, en la medida en que dicha decisión judicial sea el resultado de un
proceso justo, desarrollado con resguardo y respeto de los derechos
fundamentales y las garantías constitucionales de las partes que intervienen en
él.

Es importante tener presente que siendo un instituto procesal la cosa juzgada,


como límite de lo inimpugnable e inmutable, puede ser objeto de cambios o
modificaciones introducidas por la Ley, la que podrá adicionar o cercenar
posibilidades de impugnación, en cuyo caso la cosa juzgada avanza o retrocede
en su materialización. Entonces, si la Ley puede cambiar el momento en que se
opera la cosa juzgada, ya sea acortando o ampliando, con mayor razón podrá
hacerlo la Constitución como la Ley Fundamental del ordenamiento jurídico del
Estado, creando mecanismos o vías jurisdiccionales para la protección
inmediata y efectiva de los derechos fundamentales y garantías
constitucionales, frente a los actos o resoluciones de las autoridades judiciales
que los lesionen dentro la tramitación de un proceso; lo que importará una
postergación del momento en que debe operarse la cosa juzgada, pero no su
eliminación, como sostienen quienes sustentan la tesis negativa de la
procedencia del Amparo Constitucional contra decisiones judiciales, porque
siempre habrá un límite al litigio; y en realidad lo que le importa a la sociedad
es que los litigios y causas tengan un fin y se pronuncie la última palabra, pero
en el marco del respeto absoluto a los derechos fundamentales y las garantías
constitucionales.

JURISPRUDENCIA.-

1.- La sentencia que otorga la pensión no adquiere la autoridad de la cosa


juzgada. Los padres pueden solicitar del tribunal la modificación de la pensión
en caso de que ocurra un cambio en sus condiciones económicas. (S. C. J., 28
enero 1987, B. J. 914, pág. 49)
2.- Carácter de esa sentencia. Recursos. La sentencia de adjudicación por causa
de un embargo inmobiliario, cuando no estatuye sobre un incidente, no es una
verdadera sentencia, es un proceso verbal, y constituye, más bien, un acto
judicial y no una sentencia propiamente dicha, pues no resuelve una cuestión
litigioso, y no tiene la autoridad de la cosa juzgada, por lo que no puede ser
impugnada por los recursos ordinarios, pero procede ser impugnada por una
acción principal en nulidad, cuando esta tenga por causa maniobras que
tiendan a comprometer la sinceridad de la adjudicación. (S. C. J., 15 marzo
1985, B. J. 892, pág. 720)

3.- Las resoluciones emanadas del Control de Alquileres de Casas y Desahucios


no contienen autoridad de la cosa juzgada, pero crean derechos y obligaciones
que deben ser observados por las partes. (S. C. J., 29 julio 1988, B. J. 932, pág.
1010)

4.- La revisión es obligatoria y de orden público; se impone aún en ausencia de


apelación, o de desistimiento de las partes que figuraron en el juicio original.
Facultad del Tribunal Superior de Tierras de confirmar, revocar o modificar la
sentencia dictada por la jurisdicción original y no se viola el principio de la
autoridad de 1 cosa juzgada. (S. C. J., 27 julio 1988, B. J. Pág. 1325)

5.- La aprobación de un estado de costas y honorarios sólo adquiere la


autoridad de la cosa juzgada cuando se hace contencioso y es fallado
definitivamente o cuando el mismo es ejecutado. (B. J. 878, 13 ENERO 1984,
pág. 55)

6.- Considerando, que de conformidad con lo que establece el artículo 45 de la


Ley No. 834 de 1978: “Las inadmisibilidades pueden ser propuestas en todo
estado de causa, salvo la posibilidad para el juez de condenar a daños y
perjuicios a los que se hayan abstenido, con intención dilatoria, de invocarlos
con anterioridad”; Considerando, que de la economía de las disposiciones de
dicho texto legal se desprende que los medios de inadmisión pueden ser
propuestos en todo estado de causa, lo que supone que pueden plantearse aún
después que el fondo del asunto haya sido sustanciado, sobre todo cuando se
carece de derecho para ejercer la acción de que se trate, es decir, por falta de
calidad o de interés, la prescripción, el plazo prefijado, la cosa juzgada; que, el
hecho de que se haya procedido a instruir el fondo del asunto, no puede
implicar en modo alguno una renuncia de quien tiene el derecho de proponer la
inadmisión fundamentado en uno de los medios señalados, ni impide tampoco
al juez acogerlos si resultan fundados y pertinentes, porque así se lo impone el
artículo 46 de la misma ley; que por lo expuesto el sexto medio del recurso,
carece también de fundamento y debe ser desestimado (Cámara de Tierras,
Laboral, Contencioso-Administrativo y Contencioso-Tributario, 2 de febrero
del 2000; B. J. 1071. Págs. 527-528).

7.- Asimismo juzgamos que el principio que prohíbe al juez de los referimiento
conocer del fondo del asunto principal se ve atenuado primero, cuando al juez
de los referimientos se le coloca en la necesidad de apreciar la magnitud de un
daño o una turbación ilícita, y segundo, por el nuevo principio consagrado en el
artículo 104 de la Ley No. 834, de 1978, según el cual la ordenanza de
referimiento no tiene, en cuanto a lo principal, la autoridad de la cosa juzgada,
lo que no significa que el auto dictado en referimiento no puede causar en
hecho perjuicio a una de las partes si no que ese auto tiene un carácter
puramente provisional, que no impide al juez del fondo proveer como fuere
procedente (Cámara Civil, 20 de septiembre del 2000; B. J. 1078. Pág. 150).

8.- Considerando, que, en efecto, como sostiene la Corte a-qua en su fallo y


como ha sido juzgado por la Suprema Corte de Justicia, para que la excepción
de cosa juzgada pueda ser válidamente opuesta, no es necesario que la nueva
acción contenga los términos y motivos precisos e idénticos a los incursos en la
acción ya juzgada irrevocablemente, basta que lo haya sido virtual y
necesariamente, resultando dicho principio aplicable a todo lo que los jueces
hayan decidido implícita, pero básicamente, al emitir su sentencia; que en la
presente especie resulta plausible el criterio expuesto en el fallo impugnado, en
el sentido de que procede retener el principio de cosa juzgada en razón de la
identidad de la calidad de los contratantes y del título jurídico en virtud del
cual se produjeron las acciones judiciales en cuestión, cuyos antecedentes
coinciden y fueron los tomados en cuenta por los jueces para dirimir el asunto,
contenidos tácitamente en el dispositivo de la decisión intervenida en el caso,
como lo fue obvia y especialmente la certeza avalada por el silencio de los
litigantes, particularmente de la parte demandante, de que el instrumento
contractual en controversia era regular y válido en su formación, sin
contaminación alguna del consentimiento o de la voluntad de los contratantes;
Sentencia destacada del año 2006, Cámara Civil de la SCJ;

9.- Considerando, que en el actual ordenamiento jurídico procesal


dominicano no es permisible que el juez de los referimientos disponga de
forma inmediata medidas urgentes y provisionales para luego revisarlas en
una nueva audiencia denominada “el fondo del referimiento”, ya que, en
primer término, el referido juez desde su origen en el país de su creación, se
caracteriza por la rapidez procesal y provisionalidad de sus decisiones y en
segundo término, porque el único “referimiento al fondo” designado como
tal por la doctrina y la práctica, es el de las instancias interpuestas en la
forma de referimiento pero que tienden a obtener una decisión sobre lo
principal, distinta a aquellas que tienen carácter meramente provisional, de
todo lo cual resulta que cuando el juez de los referimientos adopta una
decisión sur le champ provisional en condiciones de rapidez, acogiendo o
rechazando la medida solicitada, esa decisión, que no tiene autoridad de cosa
juzgada en cuanto a lo principal, no puede ya, como se ha dicho
anteriormente, ser modificada ni renovada por el mismo juez, salvo nuevas
circunstancias; que, en el caso ocurrente, y según se aprecia del ordinal
segundo de la ordenanza del 28 de agosto del 1996 precedentemente
transcrita, el Presidente del Tribunal a-quo, antes de ser dictada la sentencia
hoy impugnada, había resuelto el asunto de la demanda en referimiento,
ordenando “la detención y/o suspensión de la ejecución de la sentencia No.
99-96, dictada por…”; que, al ser dicha decisión una sentencia definitiva en
cuanto a lo provisional, el sustituto del Presidente del Tribunal a-quo, como
juez de referimiento, ya se encontraba desapoderado del asunto, y no podía
volver a conocerlo y disponer en una segunda sentencia, como erróneamente
lo hizo, “desestimando la demanda en suspensión de la ejecución de la
sentencia”; que, en consecuencia, la ordenanza impugnada debe ser casada
sin envío, por no quedar nada por juzgar, y por éste motivo de puro derecho
que suple de oficio la Suprema Corte de Justicia; Referimiento. Ordenanza.
Sentencia del 21 de diciembre de 2005.

10.- Considerando, que, como se ha dicho anteriormente, la revisión civil es un


recurso extraordinario mediante el cual se impugna una sentencia dictada en
única o en última instancia, a fin de hacerla retractar, sobre el fundamento de
que el tribunal ha incurrido en errores o se han cometido irregularidades que
no le son imputables; que, en ese tenor, si bien es cierto que dicho recurso
constituye una limitante a la autoridad de cosa juzgada incursa en una
sentencia obtenida injustamente y viciada de errores, no menos cierto es que
por tener tal limitación un carácter excepcional, ese recurso sólo puede ser
empleado como medio de impugnación de ciertas sentencias, en los plazos y
formas taxativamente determinados por la ley; Sentencia Civil del 10 de enero
de 2007, SCJ

EL PRINCIPIO DE SANEAMIENTO

Consiste en que las situaciones o actuaciones afectadas de nulidad sean


susceptibles de ser convalidadas por la parte en cuyo favor se establece.

La nulidad es una sanción que la norma prevé para determinadas situaciones o


actuaciones irregulares y cuando con ellas se viola el derecho de defensa de una
de las partes. Pero la nulidad no siempre se impone, pues es viable que la parte
afectada como consecuencia de ella la convalide, esto es, que mediante cierta
conducta no se aplique esa sanción y, por ende, la actuación sea válida, que es
lo que se denomina saneamiento.

La tendencia actual es la de consagrar en la norma positiva el mayor número de


nulidades susceptibles de saneamiento. Por ejemplo, si el demandado ha sido
indebidamente citado o emplazado y éste no lo alega en la primera actuación
que realice, tal irregularidad queda convalidada.

Aunque entre nosotros, no este consagrada en forma explicita el principio de


Saneamientos, en la parte in fine del artículo 37 de la Ley No. 834 del
15/07/1978 se consagra en forma expresa, al señalar que: “La nulidad no puede
ser pronunciada sino cuando el adversario que la invoca pruebe el agravio que le causa
la irregularidad, aún cuanto se trate de una formalidad substancial o de orden público”.
Este principio nos indica que aun cuando la nulidad sea de orden público o
sustancial el acto no deberá ser declarado nulo, en razón del principio del
saneamiento, que implícitamente queda consagrado en mentado articulo, en ese
contexto el máximo tribunal ha razonado, que para la admisión de la
declaratoria de una se-dicente nulidad es preciso que el acto no cumpla con el
voto de la ley, es decir no llegue a su destinatario, o que produzca un agravio,
es decir que coloque a quien promueva la nulidad en estado de indefensión, en
caso contrario por aplicación del principio de saneamiento y de las
disposiciones del articulo 37 parte in fine de la indicada Ley no procede la
nulidad del acto, tanto es así que la tendencia moderna del derecho, es a la
eliminación de formulas mágico-sacramentales, que desvía en la ultima ratio
del derecho, que es hacer justicia, e inclinarnos hacia una justicia sustantiva;

CONSIDERANDO: Que en el estado actual del derecho dominicano, que se


inclina cada vez más hacia el imperio de una justicia sustantiva y a la mayor
eliminación posible de los formalismos excesivos, la máxima “ No hay nulidad
sin agravios” se ha convertido en una regla jurídica, que, en consecuencia,
ningún acto de procedimiento, en virtud de esa regla, debe ser declarado nulo si
reúne sustancialmente las condiciones necesarias para su objeto, si llega
realmente a la persona a defensa; que, por efecto de esa regla, cuando un acto
procesal sea declarado nulo por vicio de forma que haya causado agravios al
derecho de defensa, estos agravios deben, para que se justifique el
pronunciamiento de la nulidad, ser alegados por la parte perjudicada y
expuestos en sus sentencias con los debidos motivos por los jueces. B.J. No. 674,
enero de 1967, Pág. 79.

CONSIDERANDO: Que ha sido un principio básico de la jurisprudencia


dominicana que las nulidades deben producir un agravio y colocarlo a quien la
promueve en un estado de indefensión, tal como lo consigna el B. J. 1083 Pág.
118-123 Sentencia Civil de fecha 21/02/2001, SCJ, la sanción de nulidad de los
actos de procedimientos ha sido establecida para los casos en que la omisión o
irregularidad impida al acto llegar oportunamente a su destinatario y cause
lesión al derecho de defensa;

CONSIDERANDO: Que la nulidad de un acto de procedimiento sólo debe ser


pronunciada cuando la formalidad omitida ha perjudicado el ejercicio del
derecho de la defensa (Ver, Sentencia 2 de agosto del año 1972, B. J. 741, Págs.
1905-1906).

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