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Quizás mi punto de partida para esta reflexión es muy básico y muy particular.
Quizás mezquino desde el punto de vista ideológico. Aún más, puede
considerarse como un caso alienante desde las perspectivas estructuralistas
críticas.
Variados y fuertes sucesos que han acaecido en nuestra sociedad hace poco,
han remecido mi vida familiar y compelido a abrirme en el cotidiano a
preguntas para las cuales no tenemos aún respuestas apropiadas, si bien,
logramos comenzar a entender algo del contexto en que vivimos y el lugar que
ocupamos en las grandes cruzadas fraticidas que conforman el juego del poder
hoy.
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¿Reconocen las instituciones de la sociedad chilena la presencia de los niños y
niñas como sujetos legítimos y participantes significativos en la construcción
de lo humano?
En fin, podemos afirmar que son una construcción social interdicta por el
ejercicio de las dominaciones contemporáneas, controlada por las nuevas
lógicas del tecnopoder social según V. Núñez. Inocencia robada por las culturas
empresariales al decir de H. Giroux.
Así, vivimos hoy una situación especial, donde tanto “educación” y “cultura” se
vacían de “contenidos culturales fuertes” y se rellenan de un cierto simbólismo
banal otorgado por las culturas empresariales ultraliberales y las culturas
autoritarias ancladas en la historia de nuestro país.
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mayor cuantía, dentro de la hoy denominada, eufemísticamente, educación
municipal.
Creo que vistas así las cosas, dejando de lado, un conjunto de otros factores
multicausales que viene a concurrir en la comprensión del escenario chileno
actual, tenemos ante nosotros un desafío de enormes proporciones.
Para avanzar en este sentido, quiero traer a esta reflexión, brevemente, dos
análisis que en el último tiempo, he descubierto y a mi juicio pueden orientar
la comprensión de nuestras prácticas socioeducativas.
3
liberal, se convierte en sinónimo de la cultura del mercado y las “celebradas
libertades del consumidor se compran a expensas de las libertades de los
ciudadanos”.
“Marcados como puros y pasivos por esencia, se otorga a los niños el derecho
a la protección, pero al mismo tiempo, se les niega la capacidad de actuar y la
autonomía.”
“... la atribución de inocencia permite en gran medida que los adultos eviten
asumir su responsabilidad de su papel de preparar a los niños para el fracaso,
para abandonarlos a los dictados de las mentalidades mercantiles que acaban
con las redes de apoyo y de sostén que proporcionan a los pequeños unos
medios suficientes de salud, alimentación, alojamiento y educación”.
4
En nombre del bien, del servicio público o de un sentimiento compasivo, todos
ellos, conceptos neutros, desinteresados y desprovistos de intereses políticos,
se instalan dispositivos preventivos (o de intervención) del “riesgo social
potencial” que generan y gestionan perfiles poblacionales diferenciados (los
“pre-delincuentes”), asignando destinos sociales homogéneos y segregando a
la población. Se habla de la “prevención de conflictos sociales”.
Para realizar todo este nuevo marco de acción social, se requiere de convertir a
los educadores sociales en operadores instrumentales de las empresas
tecnocientíficas, reproductores del saber-hacer de la gestión de conflictos y
control de la población que proviene de dichas empresas. Tienen que dominar
la “burocracia de los formularios” de todo tipo. Este vuelco de los educadores
hacia tareas burocráticas y de gestión devalúan su ejercicio profesional y
permiten la precarización sus lugares de trabajo.
Estamos ante una desregulación del discurso pedagógico, de tal forma que, en
las actuales condiciones se diluye el vínculo educativo, fuente fundamental de
la práctica educativa.
Una postura de resistencia hoy, tiene que re-conocer que “sin sujeto, no hay
educación” y que la formación de los educadores sociales tiene que tomar en
cuenta la producción de saberes en un sentido fuerte como la interrogación
ética; histórica; epistémica acerca de los mismos y sus alcances.
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actual es la de crear una responsabilidad pública que organice la función de
articulación de la escuela en su territorio, con otros actores, otras instancias
sociales, económicas y culturales.
“La educación social deviene así plataforma desde la que es posible pensar
otras posibilidades y bifurcaciones que contradicen a un supuesto destino
prefijado”.
6
Tenemos que pasar desde una postura que proclama el deber ser de los
derechos ciudadanos a una perspectiva que evalúe el ejercicio real del
derecho a ser humanos entre humanos.
Bibliografía
Núñez, Violeta (2003). Los nuevos sentidos de la tarea de enseñar. Más allá
de la dicotomía enseñar vs. asistir. Revista Iberoamericana de Educación,
Nº 33, pp. 17-35