You are on page 1of 2

A cuatro años de la muerte de don Luigi Giussani (15 de octubre de 1922 – 22 de febrero de 2005)

Es Él quien toma una cosa que es


nada y la salva
de Rose Busingye

La primera vez que vi personalmente a don Giussani fue durante el verano de 1990. Había subido a Corvara,
había entrado al hotel y allí había un hombre
rezando. Era él, pero yo no lo conocía aún.
Entramos juntos en el mismo ascensor. Él se dio
vuelta y me dijo: pero vos sos Rose! Nos
abrazamos fuertemente durante un largo rato
mientras el ascensor continuaba abriéndose y
cerrándose sin que nadie apretara el botón para
subir.

En aquél tiempo había leído un artículo en


30Días en el que don Giussani hablaba de los
Memores Domini. Decía que Cristo podía
abrazar todos los momentos y todos los aspectos
de la vida. Entonces –pensé yo– también mi
nada, mi incapacidad, podría ser tomada y
abrazada tal como era si Jesús así lo quisiese.
Me habían advertido que para ingresar a los
Memores Domini tendría que hacer diez años de
noviciado. «Jesús mío, cuanto tiempo se necesita
para estar con Vos», pensé. Cuando don
Giussani me dijo que podía entrar enseguida
tuve miedo. «Sabés cuántos años tengo? Ni siquiera sé qué son estos Memores», le dije. «¿Pero vos querés
mucho a Jesús?», me preguntó Giussani. «Bueno, eso sí», respondí yo. «Y querés dar la vida?». «Ah, la
vida... No tengo nada importante en la vida para darle a Jesús», le respondí yo, «pero si Él quiere yo quiero
que Él tome esta nada». En ese momento Giussani se levantó y dijo casi gritando: «Salí y decile a todos lo
que acabás de decir, a todos! Porque todos piensan que tienen algo importante para darle a Jesús, y así
durante toda la vida es como si esperaran la recompensa. Y en cambio es Él quien toma una cosa que no es
nada y la salva».

Así era don Giuss. Yo no tomo vino y él siempre me decía: «Probá el vino, sentí lo bueno que es! Sabés cómo
se hace el vino?». Te explicaba todo sobre la vid, la vendimia, los toneles, las bodegas, y te encontrabas
tomando vino … Era tan lindo comer así que terminabas comiendo y tomando hasta las cosas que nunca
habías probado.

Don Giuss te hacía gustar todo. Y no te hablaba de Dios. No era necesario hablar de Dios. Decía siempre que

1
a un niño no le cuesta describir a su papá: sabe como hace muecas, como hace músculos... Es más, ni siquiera
lo describe. Simplemente uno ve al niño y dice: es hijo de su padre! Tiene una forma de ser muy parecida a la
de su papá. Giussani decía que nosotros no estamos inmersos en Cristo y por este motivo multiplicamos
palabras sobre Cristo hasta el cansancio. En cambio quien está inmerso en Cristo está cambiado. Uno ve
cómo toca las cosas, cómo come, cómo toma y piensa: pero cómo come! Quisiera yo comer como él, hacer
las cosas como las hace él.

Una vez estuve con él y me dijo algo sobre la Virgen. Que es gracias a la Virgen que entendemos mejor cómo
opera la humanidad de Cristo que miraba quizás a un mendigo o a una prostituta pidiendo que su destino se
cumpliera. La Virgen hizo lo que Dios le pidió. Y basta. No salió por ahí a dar prédicas. Nosotros no
hubiéramos hecho así. Si a uno de nosotros nos hubiera pasado lo que le pasó a ella, imagínense, hubiéramos
salido agitando la bandera y diciéndole a todos: el ángel de Dios vino a hablarme! Don Giuss me dijo: «Mirá,
si en verdad te importa que las personas se salven da un paso atrás y pedí que acontezca. Porque finalmente
sólo podés pedirle a quien te puede salvar que, si quiere, salve también a quien vos querés».

De cualquier manera, cuando te encontrabas con don Giussani, la primera cosa de la que te dabas cuenta era
que era bello estar con él. Incluso cuando no entendías nada había algo que sí entendías: habrías regresado
gustoso mañana y también pasado mañana. Cuando lo llevaban a dormir la siesta él repetía: «No te vayas,
esperame, nos vemos luego». No nos despedimos jamás. Terminaba siempre así: nos vemos luego. Una vez
me llamó por teléfono. «Venís a Italia?». «Giuss, estoy aquí, en Kampala, no tengo pensado ir». Él respondió:
«Dale, vení! Vení!». Tomé el avión y pasé todo el viaje preguntándome: vaya a saber qué me quiere decir.
Llegó allí, nos saludamos, y me dice: «Nada, quería verte... ».

Para mis amigas del Meeting Point es como un padre. Le pusieron Luigi de nombre a sus hijos sin saber lo
que significa ese nombre. No lo hacen porque es amigo mío: lo mío es de ellas y por eso don Giuss se
transformó en un gran amigo para ellas. Su rostro, ahora, lo pondrían en todos los árboles de África.

Me falta su presencia física pero ahora ve nuestras necesidades incluso antes de que nosotros nos demos
cuenta de ello.

You might also like