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Reseña del libro Exiliados, emigrados y

retornados: Chilenos en América y Europa


1973-2004.

José del Pozo, coordinador.


RIL Editores, 2006, Santiago de Chile, 211 pp.
Por Daniel Schugurensky, Universidad de Toronto, 2007

Los cruentos golpes militares que asolaron a América Latina durante


los años sesentas y setentas
generaron una gran variedad de consecuencias devastadoras en el
terreno económico, social,
político y cultural. Una de los impactos de las dictaduras
latinoamericanas fue un éxodo masivo
sin precedentes en la región. Durante esa oscura noche del
subcontinente, millones de
latinoamericanos fueron obligados a dejar de inmediato sus países
para escapar a la represión.
Los países del cono sur fueron particularmente afectados por la
ocupación militar, y por tanto
registraron tasas de exilio particularmente altas. Muchas veces los
destinos fueron otros países de
América Latina; otras veces los exiliados se encontraron súbitamente
viviendo en países lejanos
tanto en términos geográficos como culturales.
En el caso de Chile, el golpe de estado del 11 de septiembre de 1973
que derrocó al gobierno
democráticamente electo de Salvador Allende provocó un quiebre
institucional sin precedentes
en la historia de ese país. Después de muchas décadas de estabilidad
constitucional, el general
Augusto Pinochet instauró un régimen ilegal que se caracterizó por el
terrorismo de estado y la
violación a los derechos humanos: más de 3,000 opositores fueron
asesinados, 35,000 sufrieron
torturas, y cientos fueron encarcelados y detenidos-desaparecidos. La
dictadura militar chilena
también provocó un quiebre demográfico. Antes del golpe, Chile había
sido conocido como un
país de inmigración. A partir de fines de 1973, se produjo un éxodo
masivo de cientos de miles
de chilenos y chilenas que dio lugar a un fenómeno nuevo: la cultura
chilena del exilio. De
acuerdo a los estudios de la Vicaría de la Solidaridad, 408,000
personas salieron de Chile durante
la dictadura militar. Los principales destinos fueron Argentina (12,5%),
Estados Unidos (7,87%),
Venezuela (6,18%), Canadá (3,85%), Francia (3,68%), Italia (2.38%),
Suecia (2.38%) y
Australia (2,21%).
Claro está que antes, durante y después del exilio político de los años
de la dictadura militar
también existió –y aún persiste- una emigración chilena de carácter
más bien económico. Si bien
este fenómeno no ha concitado todavía tanto interés académico –por
razones perfectamente
entendibles- como el tema del exilio, es preciso notar que tiene una
gran importancia en términos
cuantitativos. En el año 2000, habían por lo menos 744,345 chilenos
(o de origen chileno) en el
exterior: 485,467 en América Latina, 111,420 en Norteamérica,
107,198 en Europa, y 40,260 en
Australia, Medio Oriente y Africa (no hay datos precisos sobre la
presencia chilena en Asia).
Por otro lado, hacia fines de los ochenta y principios de los noventas,
con la agonía y el fin de la
dictadura, se inició un proceso masivo de regreso a Chile. La Oficina
Nacional de Retorno, que
funcionó entre 1990 y 1994, atendió a 19,251 retornados, los que con
sus grupos familiares
alcanzaron un total de 56,000 personas.
Pocas veces estos tres fenómenos paralelos (exilio político,
emigración económica y regreso) han
sido abordados en un solo volumen. Este es precisamente uno de los
grandes méritos de
Exiliados, emigrados y retornados, en el cual José del Pozo, profesor
de historia latinoamericana
de la Université du Quebec en Montreal y miembro histórico de
CALACS, reúne ocho trabajos
inéditos que abordan estas problemáticas desde distintos ángulos y
perspectivas disciplinarias. El
origen del libro fue un seminario sobre emigración y exilio de
latinoamericanos que fue parte del
congreso mundial de americanistas realizado en Santiago de Chile en
2003. Por esos imprevistos
de la vida, sólo dos de las ponencias presentadas en ese seminario
terminaron siendo publicadas
en el libro. El resto de los autores se incorporó al proyecto en los años
posteriores por invitación
del coordinador, que así logró convocar a un destacado grupo de
sociólogos, historiadores,
economistas, geógrafos, antropólogos, periodistas y comunicólogos.
Los primeros tres artículos tratan sobre la migración chilena a Europa.
En el primero de ellos,
Claudio Bolzman propone una tipología para entender dicha
migración, identificando cuatro
grupos (europeizados, transvasadores, exiliados y deslocalizados) que
corresponden a diferentes
contextos históricos de Chile y de América Latina. En el segundo,
Fernando Camacho relata la
tensa relación entre el gobierno de Suecia y el de Chile entre 1973 y
1982, y su correlato en la
confrontación entre los representantes diplomáticos de Chile y
sectores de la derecha sueca, por
un lado, y los refugiados chilenos y los grupos suecos de solidaridad,
por otro. En el tercero,
Nicolás Prognon examina el proceso de integración experimentado
por la diáspora chilena en
Francia, analizando particularmente su dificultosa inserción laboral
debido a barreras
lingüísticas, psicológicas e institucionales. Los dos capítulos
siguientes tratan sobre la
comunidad chilena en dos países de América Latina. En el primero,
Verónica Aravena analiza
las trayectorias laborales de las familias chilenas que emigraron a San
Paulo atraídas
principalmente por oportunidades de trabajo y el acelerado
crecimiento económico brasilero de
los años setenta. En el otro capítulo, Claudia Rojas aborda el exilio
chileno en México, y
particularmente las vicisitudes de la Casa de Chile, que funcionó
desde 1974 hasta 1993 y cuyas
actividades me son familiares porque residí en ese país durante parte
de los setentas y los
ochentas. En el siguiente capítulo, José del Pozo analiza las
organizaciones de chilenos en
Québec donde, a diferencia de México o de Suecia, tuvieron poco
apoyo oficial y debieron
sostenerse fundamentalmente con el trabajo voluntario de sus
miembros. El trabajo de Loreto
Rebolledo describe la problemática del retorno de los exiliados (el
des/exilio), que se manifiesta
de diferente manera en los adultos y en los jóvenes. El artículo de
Nancy Morris examina los tres
temas del libro a través de la biografía de un artista (Osvaldo
Rodríguez) que reflexiona sobre su
exilio forzado, su retorno a Chile y su emigración voluntaria a un
pueblo italiano.
La ocho estudios que integran este volumen constituyen una valiosa
contribución a nuestra
comprensión del fenómeno migratorio chileno de las últimas tres
décadas y de sus diferentes
contextos. La colección pudiera haberse integrado mejor con un
capítulo final de revisión de
temas centrales y conclusiones, pero ésta es una carencia típica de
libros compilados y no
necesariamente de este volumen en particular. De todas maneras los
capítulos se complementan
muy bien, aunque varios autores presentan cifras diferentes sobre el
exilio chileno, que a veces
coinciden y a veces no con las cifras provistas en el apéndice
estadístico. Un aporte adicional del
libro lo constituye el apéndice de orientación bibliográfica, con seis
páginas de publicaciones
organizadas en tres categorías (libros y artículos, memorias y tesis no
publicadas, y testimonios).
En su conjunto, este volumen brinda análisis, perspectivas, e
información originales sobre la
migración chilena a través de tres temas relacionados: exilio,
emigración y retorno. La distinción
entre exilio y emigración que utiliza el libro es pertinente, aunque
tanto el coordinador como
varios de los autores notan que la frontera entre una y otra categoría
no siempre son claras
porque muchos chilenos fueron forzados a emigrar como víctimas de
las políticas económicas de
la dictadura. En síntesis, este volumen es de lectura imprescindible
para todos los interesados en
la diáspora latinoamericana y chilena en particular, y sobre todo para
aquellos que alguna vez
han migrado por las razones que fuesen. Estos últimos no sólo
apreciarán el libro, sino que
seguramente saborearán cada párrafo como me ocurrió a mí.
Nota: Esta reseña fue publicada en el Canadian Journal of Latin
American and Caribbean Studies
(CJLACS), Vol. 32, no. 63, 2007, pp. 241-244.

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