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DE ADMINISTRACIÓN
PUBLICA
MINISTERIO
DE ADMINISTRACIONES
PÚBLICAS
Este material es propiedad del Instituto Nacional de Administración Pública estando disponible en la página web
del Organismo. Se autoriza su reproducción siempre que se garantice la gratuidad de su distribución, así como la
expresa referencia al Instituto.
Estos temas han sido elaborados por distintos expertos, coordinados por la Escuela de Selección y Formación,
con el objeto de proporcionar una ayuda a los candidatos en la preparación de las pruebas selectivas de acceso
por promoción interna al Cuerpo General Administrativo de la Administración del Estado.
Se advierte que constituyen un material de apoyo de carácter orientativo, que en modo alguno agota la materia de
la que trata, ni ha de entenderse como garantía de superación de las pruebas. El contenido de los temas no
compromete al órgano de selección, que está sometido unicamente a las reglas, baremos o valoraciones de
aplicación al proceso selectivo.
BLOQUE I. DERECHO ADMINISTRATIVO GENERAL
1. INTRODUCCIÓN
- El principio de legalidad (art. 9) como manifestación del Estado de Derecho que se consagra
en el art. 1, y que se concreta, en el ámbito de la Administración, en el art. 103.1.
- El derecho fundamental a la tutela judicial efectiva de todas las personas en el ejercicio de sus
derechos e intereses, no ya directos, sino legítimos (art. 24).
2.1. Introducción
Conviene, antes de continuar, hacer una serie de precisiones. En primer lugar, hay que tener en
cuenta que el régimen revisorio general de actos administrativos de la LRJPAC debe
completarse, además, con el régimen específico establecido en la Ley 58/2003, de 17 de
diciembre, General Tributaria, en materia económico-administrativa en relación con los actos
sometidos a dicho procedimiento. Para dichos actos el régimen impugnatorio no es el de la
LRJPAC, sino el establecido específicamente en la citada Ley. En segundo lugar, fuera de los
supuestos de revisión de actos en vía administrativa, quedan los recursos contencioso
administrativos, donde el acto administrativo es revisado no por la propia Administración
productora del mismo, sino por los Jueces y Tribunales. En tercer lugar, debe tenerse en cuenta
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que éste fue uno de los ámbitos más directamente afectados por la modificación de la LRJPAC
operada por la Ley 4/1999.
El recurso administrativo puede definirse como aquel mecanismo procesal en virtud del cual, a
instancias de un particular, la Administración procede a revisar sus propios actos sometidos a
Derecho Administrativo.
La LRJPAC, tras la reforma por Ley 4/1999, de 13 de enero, recoge actualmente tres tipos de
recursos: el recurso de alzada frente a actos que no ponen fin a la vía administrativa, el recurso
potestativo de reposición frente a actos que sí ponen fin a dicha vía y el recurso extraordinario de
revisión. Antes de entrar en el análisis detallado de los mismos, pasaremos a analizar los
principios generales establecidos en la Ley en relación con todos los recursos.
1. Los actos objeto de recurso han de ser actos sometidos a derecho administrativo. Cuando la
administración actúa sometida a derecho civil (ej: un arrendamiento) o a derecho laboral, el cauce
impugnatorio de los actos que dicte en el seno de dichas relaciones no es el del recurso
administrativo, sino el de las reclamaciones previas a la vía judicial civil y laboral a las que se
refieren los art. 120 y siguientes de la LRJPAC.
2. Quedan igualmente fuera del ámbito de los recursos administrativos los supuestos de litigio
entre Administraciones Públicas, en los que no cabe interponer recurso en vía administrativa (art.
44.1 de la Ley de la Jurisdicción contencioso-administrativa).
3. De acuerdo con lo establecido en el art. 107.1 de la LRJPAC, no todos los actos dictados en el
seno de un procedimiento administrativo son recurribles por sí mismos. Son recurribles las
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resoluciones en todo caso. Por resolución ha de entenderse cualquier acto definitivo que ponga
fin al procedimiento, sea expreso o presunto. Ello implica que incluye tanto las resoluciones
tradicionales de cualquier procedimiento administrativo (art. 89 de la LRJPAC) como los
supuestos de terminación convencional a los que se refiere el art. 88 de la misma.
En cuanto a los actos de trámite, sin embargo, sólo pueden ser impugnados por sí mismos los que
la doctrina ha calificado como actos de trámite cualificados, es decir, los que deciden directa o
indirectamente el fondo del asunto, determinan la imposibilidad de continuar el procedimiento o
producen indefensión o perjuicio irreparable a derechos e intereses legítimos. Los defectos que
pueden presentar los demás actos de trámite no quedan, sin embargo inmunes a control; lo que
sucede es que habrán de ser puestos de relieve en el recurso que, en su caso, se interponga contra
la resolución que pone fin al procedimiento y no pueden ser objeto de recurso separadamente. Por
ejemplo, cuando se celebra una oposición, la lista provisional de admitidos es claramente un acto
de trámite lo que impediría, en principio, su impugnación separada. Sin embargo, es obvio que a
los participantes excluidos, dicho acto les impide la continuación del procedimiento, por lo éstos
estarían legitimados para impugnar dicho acto separadamente, sin necesidad de esperar a la
resolución definitiva del procedimiento.
4. No pueden ser objeto de recurso administrativo las disposiciones de carácter general (art. 107.3
LRJPAC). Sin embargo, la Ley sí permite interponer recurso contra los actos de aplicación de
una disposición general basados únicamente en la nulidad de la misma, en cuyo caso, el recurso
habrá de interponerse frente al órgano que dictó la citada disposición general.
b) Fundamento de la impugnación
Conforme al Art. 107.1, los recursos habrán de estar fundados en cualquiera de las causas de
nulidad o anulabilidad de los Art. 62 y 63 de la LRJPAC respectivamente. Se trata, por tanto, de
un mecanismo de control estricto de legalidad, que no de oportunidad. En su Art. 110.3, la Ley
matiza que los vicios o defectos que hagan anulable un acto no pueden ser alegados por el que los
causó.
En el Art. 109, la Ley se encarga de señalar qué actos ponen fin a la vía administrativa, aspecto
éste esencial para determinar, como veremos, el tipo de recurso procedente. Con arreglo a lo
dispuesto en el citado artículo 109 de la LRJPAC, ponen fin a la vía administrativa o causan
estado:
Este punto ha de completarse con las previsiones que cada Administración realiza en su propio
ámbito. Por lo que respecta al Gobierno y a la Administración General del Estado, la Disposición
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final 15ª de la LOFAGE establece los supuestos en que, salvo Ley especial, los actos ponen fin a
la vía administrativa, que son los siguientes:
En cuanto a las Administraciones de las CC.AA, habrá que estar a lo que se establezca en sus
respectivas Leyes, aunque puede decirse que todas ellas han establecido un sistema muy similar
al de la Administración General del Estado.
En lo referente a la Administración Local hay que estar a los dispuesto en el artículo 52 de la Ley
7/1985, de 2 de abril, reguladora de las Bases del Régimen Local, conforme al cual ponen fin a la
vía administrativa, con carácter general las resoluciones del Alcalde o Presidente, del Pleno y de
las Comisiones de Gobierno.
a) El nombre y apellidos del recurrente, así como la identificación personal del mismo.
b) El acto que se recurre y la razón de su impugnación.
c) Lugar, fecha y firma del recurrente, así como la identificación del medio y, en su caso,
del lugar que se señale a efectos de notificaciones.
d) Órgano, centro o unidad administrativa a que se dirige.
e) Las demás particularidades exigidas, en su caso, por las disposiciones específicas.
Una nueva manifestación del espíritu antiformalista de la Ley se pone de relieve en su art. 110.2,
donde se señala que el defecto en la calificación del recurso no será obstáculo para su
tramitación, siempre que se deduzca del mismo su verdadero carácter.
2. La Ley consagra en el art. 112 el derecho de audiencia a los interesados, no sólo a los
recurrentes, sino también a todos los demás que tenían tal condición en el procedimiento
originario. Sin embargo, ese derecho sólo surge en los supuestos en que deban tenerse en cuenta
hechos nuevos o documentos no recogidos en el expediente originario. En ese caso, el plazo
fijado que puede fijarse para dicha audiencia es de 10 a 15 días. La Ley se encarga de aclarar que
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no tendrán la consideración de documentos nuevos ni el propio recurso, ni los informes o
propuestas.
3. En lo que respecta a la resolución del recurso, la LRJPAC (artículo 113) señala que ésta puede
estimar en todo o en parte o desestimar las pretensiones formuladas en el mismo o bien puede
declarar su inadmisión. En el supuesto de que exista un vicio de forma que impida la resolución
sobre el fondo, se debe ordenar la retroacción de actuaciones al momento en que el vicio fue
cometido, sin perjuicio de la posibilidad de convalidación.
a) El órgano que resuelva el recurso debe decidir cuantas cuestiones de fondo o forma
plantee el procedimiento hayan sido o no alegadas por los recurrentes; en este último
caso, se les oirá previamente.
b) La resolución debe ser congruente con las peticiones formuladas por el recurrente, en
el sentido en que no pueda agravarse su situación inicial (prohibición de la reformatio
in peius).
1. La regla general al respecto es que la interposición de un recurso, salvo que una Ley diga lo
contrario, no suspende la ejecución de la resolución impugnada.
2. Sin embargo, la Ley permite que el órgano competente para resolver el recurso, bien sea de
oficio, bien sea a instancia del recurrente, pueda suspender la ejecución de dicha resolución. Para
ello, el órgano competente debe en primer lugar ponderar de forma razonada el perjuicio que
causaría al interés público o a terceros la suspensión y el perjuicio que causa al recurrente la
eficacia inmediata del acto recurrido.
Si, una vez solicitada la suspensión, no se obtiene resolución expresa sobre dicha solicitud de
suspensión (no sobre el fondo del asunto) en el plazo de 30 días desde que la misma haya tenido
entrada en el registro del órgano competente para resolver, la Ley establece que la solicitud de
suspensión se entenderá estimada por silencio.
Tampoco debe olvidarse que se permite al órgano que acuerde la suspensión adoptar las medidas
cautelares que sean necesarias para asegurar la protección del interés público o de terceros y la
eficacia de la resolución o acto impugnados (artículo 111.3), siendo obligatorio prestar caución
para garantizar los perjuicios que puedan derivarse de la suspensión.
Finalmente, la Ley permite prolongar la suspensión de la ejecución del acto sin solución de
continuidad, una vez resuelto el correspondiente recurso, hasta que el juez se pronuncie sobre la
solicitud de suspensión en vía contenciosa.
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3. EL RECURSO DE ALZADA
1. El recurso de alzada procede contra los actos a los que se refiere el art. 107 (resoluciones y
actos de trámite cualificados), siempre que no pongan fin a la vía administrativa, Así, si
atendiendo a lo establecido en el art. 109 de la LRJPAC, un determinado acto no pone fin a la vía
administrativa (por proceder, por ejemplo, de un Director General en materia que no sea de
personal) el recurso procedente es el de alzada.. Se denomina así porque ha de resolverlo el
superior jerárquico del que dictó el acto impugnado. A estos efectos, la Ley aclara que los
tribunales y órganos de selección del personal al servicio de las Administraciones públicas y
cualesquiera otros que en el seno de éstas actúen con autonomía funcional, se considerarán
dependientes del órgano al que estén adscritos o, en su defecto, del que haya nombrado al
presidente de los mismos.
La Ley permite interponer el recurso ante el órgano que debe resolverlo o ante el órgano que
dictó el acto impugnado, si bien en este supuesto dicho órgano tiene la obligación de elevarlo al
órgano competente para resolver en plazo de 10 días, acompañándolo del correspondiente
informe y una copia completa y ordenada del expediente.
2. El plazo que el ciudadano tiene para interponer el recurso de alzada es de un mes si el acto
recurrido ha sido expreso o de tres meses si el acto es presunto, computándose dicho plazo a
partir del día siguiente a aquél en que, de acuerdo con su normativa específica, se produzcan los
efectos del silencio administrativo. Si transcurren dicho plazos sin haber interpuesto el
correspondiente recurso, el acto deviene firme, y por lo tanto, inatacable en vía administrativa o
contenciosa, sin perjuicio de lo que se señalará más adelante para el recurso extraordinario de
revisión y la revisión de oficio.
3. El plazo con que cuenta la Administración para resolver y notificar el recurso es de tres
meses. Si transcurre dicho plazo sin que recaiga resolución expresa, se produce la desestimación
del recurso por silencio negativo.
La propia Ley contiene una excepción a la regla de desestimación por silencio administrativo de
los recursos de alzada en el art. 43.2, donde se señala que si, habiendo sido desestimada por
silencio administrativo una solicitud, el particular interpone recurso de alzada y transcurren los
plazos legales sin que se dicte y notifique resolución expresa, el mencionado recurso de alzada
habrá de entenderse estimado. Se trata con ello de sancionar el doble silencio de la
Administración (en primera instancia y en vía de recurso) con la consecuencia de que el segundo
silencio tiene efectos estimatorios de la pretensión del recurrente.
4. La Ley, además, aclara que frente a las resoluciones de los recursos de alzada, no cabe la
interposición de ningún otro recurso administrativo (ni otra alzada ni el potestativo de
reposición), salvo el recurso extraordinario de revisión en los términos del art. 118.
1. Como se señaló, la razón del legislador para el establecimiento de este recurso ha sido la de
posibilitar a los ciudadanos el acceso a un procedimiento revisorio gratuito de actos que ponen fin
a la vía administrativa, sin imponer obligatoriamente, por otro lado, la carga de su interposición.
De acuerdo con ello, el art. 116 de la Ley señala que los actos que pongan fin a la vía
administrativa podrán ser recurridos potestativamente en reposición o ser impugnados
directamente ante el orden jurisdiccional contencioso-administrativo.
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Las diferencias con el recurso de alzada son fundamentalmente tres:
1º El recurso de alzada procede frente a actos que no ponen fin a la vía administrativa,
mientras que la reposición procede precisamente frente a los que sí ponen fin a dicha vía.
Por ello, la reposición procede frente a cualquier acto de los enumerados en el art. 109 de la
LRJPAC, sin perjuicio de señalar que, aunque en la letra a) del dicho artículo se incluyen
las resoluciones de los recursos de alzada (y, por lo tanto, podría inferirse que son
susceptibles de ser recurridas en reposición), de una interpretación conjunta de los artículos
109 y 115.3 se desprende que en ningún caso puede plantearse un recurso de reposición
frente a la resolución de un recurso de alzada.
3. El plazo para la interposición del recurso de reposición coincide con el de la alzada: un mes
si el acto recurrido es expreso, y tres meses si no lo es, contados desde el día siguiente a aquél en
que la resolución debiera haberse producido.
4. El plazo para la resolución del recurso de reposición es, sin embargo, más breve, un mes, ya
que se parte de la premisa de que es el mismo órgano que resolvió en instancia el que resuelve en
reposición y, por lo tanto, conoce el contenido del expediente.
1º Puede interponerse contra los actos firmes en vía administrativa, concepto que no debe
confundirse con el de acto que pone fin a dicha vía. Acto firme en vía administrativa es
cualquier acto que es inatacable a través del mecanismo de los recursos “ordinarios”, es
decir, la alzada o reposición, bien porque habiéndose interpuesto alguno de ellos haya
resultado desestimado, bien porque la resolución no se recurrió en plazo.
2º Teniendo en cuenta que esos actos, en principio, serían actos válidos e inatacables por vía
de recurso, el legislador permite, sin embargo, su impugnación a través del recurso
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extraordinario de revisión, pero lo hace sólo por las causas tasadas que recoge en el artículo
118 de la LRJPAC, que son las siguientes:
a) Que al dictarlos se hubiera incurrido en error de hecho (no de derecho, como por
ejemplo, incorrecta aplicación de la Ley) que resulte de los propios documentos
incorporados al expediente.
b) Que aparezcan o se aporten documentos de valor esencial para la resolución del asunto
que, aunque sean posteriores, evidencien el error de la resolución recurrida.
c) Que en la resolución hayan influido esencialmente documentos o testimonios
declarados falsos por sentencia judicial firme, anterior o posterior a aquella resolución.
d) Que la resolución se hubiese dictado como consecuencia de prevaricación, cohecho,
violencia, maquinación fraudulenta u otra conducta punible y se haya declarado así en
virtud de sentencia judicial firme del orden jurisdiccional penal.
3. Debe interponerse ante el órgano administrativo que haya dictado el acto impugnado, que
será el competente para su resolución. Ante la utilización abusiva que de este recurso puede
realizarse y también por razones de economía procesal, la Ley 4/1999 permite inadmitir a trámite
dicho recurso si no concurren las circunstancias del art. 118.1 o en el caso de que se hayan
desestimado en cuanto al fondo otros recursos sustancialmente iguales (art. 119).
6. El plazo máximo para resolver el recurso es de tres meses. Si así no ocurriese, los interesados
podrán entenderlo desestimado por silencio y les quedará expedita la vía jurisdiccional
contencioso-administrativa (artículos 119.3).
7. Por último, debe señalarse que esta vía es perfectamente compatible -en su caso- con la
revisión de oficio o con la rectificación de errores materiales (artículo 118.3).
El art. 107.2 de la LRJPAC permite que las leyes puedan sustituir el recurso de alzada, en
supuestos o ámbitos sectoriales determinados, y cuando la especificidad de la materia así lo
justifique, por otros procedimientos de impugnación, reclamación, conciliación, mediación o
arbitraje, ante órganos colegiados o comisiones específicas no sometidas a instrucciones
jerárquicas, con respeto a los principios, garantías y plazos que la presente Ley reconoce a los
ciudadanos y a los interesados en todo procedimiento administrativo. En estas mismas
condiciones puede sustituirse igualmente el recurso de reposición, pero respetando siempre su
carácter potestativo.
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La ley, por tanto, no regula estos medios sustitutivos de impugnación, sino que sólo establece los
caracteres generales de los mismos, que deberán ser respetados por el legislador sectorial estatal o
autonómico. En todo caso, la Ley se encarga de matizar que la aplicación de estos procedimientos
en el ámbito de la Administración local no podrá suponer el desconocimiento de las facultades
resolutorias reconocidas a los órganos representativos electos reconocidos por la Ley.
7. LA JURISDICCIÓN CONTENCIOSO-ADMINISTRATIVA
7.1. Introducción
a) Extensión
a. 1. Delimitación general
La LJCA de 1998 utiliza, en primer lugar, un sistema de cláusula general para definir el ámbito
de la jurisdicción contencioso-administrativa. Así, su art. 1 señala que dicha jurisdicción
conocerá “de las pretensiones que se deduzcan en relación con la actuación de las
Administraciones Públicas sujetas a Derecho administrativo, con las disposiciones generales de
rango inferior a Ley y con los Decretos legislativos cuando excedan los límites de la delegación”.
Para entender el alcance de este precepto, conviene hacer las siguientes precisiones:
• Frente a la Ley de 1956, que hacía referencia a la competencia de la jurisdicción para conocer
de las pretensiones frente a actos de la Administración pública, en la LJCA de 1998 se habla
de actuaciones. Este cambio terminológico responde a la superación del carácter meramente
revisor de la Jurisdicción contencioso-administrativa. Por tanto, no es presupuesto necesario
para la actuación de esta Jurisdicción la existencia de un acto administrativo previo (expreso o
presunto), que ésta se encargaría de revisar, sino se que se da la posibilidad de actuar ante la
mera inactividad de la Administración.
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Decretos legislativos, aunque solo el sentido de asegurar que no se superen los límites de la
delegación.
1. En primer lugar, la Ley refiere dicho concepto a lo que podríamos calificar de Administración
Pública en sentido estricto, que incluye (art. 1.2):
b) Los actos y disposiciones del Consejo General del Poder Judicial y la actividad
administrativa de los órganos de gobierno de los Juzgados y Tribunales, en los términos de
la Ley Orgánica del Poder Judicial.
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b) “Los contratos administrativos y los actos de preparación y adjudicación de los demás
contratos sujetos a la legislación de contratación de las Administraciones públicas”. Se
trata, en el segundo caso, de los denominados “actos separabales”, previstos también en el
artículo 9.3 de la Ley de Contratos de las Administraciones Públicas.
b) Límites
• Desde un punto de vista negativo, al art. 3 de la Ley excluye determinadas materias del
control de este orden jurisdiccional, que son:
En relación con el primer aspecto, cabe señalar que la delimitación de las competencias
entre la jurisdicción contencioso-administrativa y la social o la civil no está exenta de
dificultades. Para tratar de solucionar alguna de las más habituales en la práctica, la
Disposición adicional 5ª de la LJCA modificó el art. 3 del texto refundido de la Ley de
Procedimiento Laboral de 7 de abril de 1995, clarificando algunas de la situaciones
problemáticas (atribuyendo, por ejemplo, al orden contencioso-administrativo la tutela de los
derechos de libertad sindical y huelga de los funcionarios públicos).
En lo que respecta al ámbito civil y penal, destaca el tema de las cuestiones prejudiciales e
incidentales, que son aquellas cuestiones que, no perteneciendo al orden contencioso-
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administrativo, aparecen directamente implicadas en un recurso de esta naturaleza y cuya
decisión previa es imprescindible para decidir éste. Esta cuestión ha sido resuelta por el art. 4
de la LJCA, que atribuye al orden contencioso-administrativo el conocimiento y decisión de
las cuestiones prejudiciales e incidentales no pertenecientes al orden administrativo,
directamente relacionadas con un recurso contencioso-administrativo, salvo las de carácter
constitucional y penal y lo dispuesto en los tratados internacionales. La atribución de
competencia en estas materias está caracterizada, no obstante, por las notas de
excepcionalidad e instrumentalidad, ya que la decisión que adopte el juez contencioso sólo
producirá efectos en el proceso en que se dicte “y no vinculará al orden jurisdiccional
correspondiente” (art. 4.2 LJCA).
• En cuanto al objeto del recurso, el artículo 28 LJCA señala que “no es admisible el recurso
contencioso-administrativo respecto de los actos que sean reproducción de otros anteriores
definitivos y firmes y los confirmatorios de actos consentidos por no haber sido recurridos en
tiempo y forma”.
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e) La Sala de lo Contencioso-administrativo del Tribunal Supremo. Conoce (art. 12) de
los recursos contra actos y disposiciones de los órganos colegiados del Gobierno y
diversos órganos constitucionales, así como diferentes actuaciones en materia electoral.
Conoce también los recursos de casación y revisión que procedan.
f) El art. 61 de la LOPJ establece, en el seno del Tribunal Supremo, una Sala especial, que
en materia contencioso-administrativa tiene atribuidas diversas competencias relacionadas
con el propio Tribunal Supremo y la disolución de partidos políticos.
8. Por lo que se refiere a la competencia territorial de los distintos órganos, la regla general es
que ésta corresponde al órgano judicial en cuya circunscripción tenga su sede el órgano que
hubiere dictado el acto o la disposición impugnada (art. 14.1). La LJCA contiene a continuación
otras reglas específicas para distintos supuestos concretos (actos en materia de personal,
propiedades especiales...).
a) La legitimación activa
• Para ello basta que sea “una persona física o jurídica que ostente un derecho o interés
legítimo” (art. 19.1.a). Se entiende por interés legítimo cualquier situación en la que el
éxito de la acción represente para el recurrente un beneficio material o jurídico o, por el
contrario, que el mantenimiento de la situación creada o que pudiera crear el acto
combatido le originara un perjuicio, pero en todo caso se requiere que sea un interés
personal distinto del mero interés en el cumplimiento de la legalidad que todo ciudadano
tiene.
• Además, en aquellos casos en que la Ley lo permita, cualquier ciudadano puede actuar
como demandante a través del ejercicio de la acción popular (art. 19.1.h), sin ser titular de
interés legítimo alguno.
2. Sin embargo, no debe perderse de vista que en otros supuestos la Administración Pública
puede actuar como demandante. Así el art. 19 se refiere a esta posibilidad en los siguientes
supuestos (19.1.c, d, e, f, g, y 19.2):
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• La Administración del Estado, cuando ostente un derecho o interés legítimo, para
impugnar los actos y disposiciones de la Administración de las Comunidades Autónomas
y de los Organismos públicos vinculados a éstas, así como los de las Entidades locales, de
conformidad con lo dispuesto en la legislación de régimen local, y los de cualquier otra
entidad pública no sometida a su fiscalización.
• Las Entidades locales territoriales, para impugnar los actos y disposiciones que afecten al
ámbito de su autonomía, emanados de las Administraciones del Estado y de las
Comunidades Autónomas, así como los de Organismos públicos con personalidad jurídica
propia vinculados a una y otras o los de otras Entidades locales.
b) Legitimación pasiva
El supuesto más habitual será el de que el demandado sea una Administración pública, en
concreto, aquella contra cuya actividad se dirige el recurso (art. 21.1), aunque también pueden
serlo los particulares (ej.: si la Administración declara la lesividad de un acto).
Además, la Ley señala que serán también demandados las personas o entidades cuyos
derechos o intereses legítimos puedan resultar afectados por la estimación de las pretensiones
del recurrente (21.1.b).
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a la Ley de Enjuiciamiento Civil y, además, a los menores de edad para la defensa de aquellos de
sus derechos e intereses legítimos cuyo ejercicio esté permitido por el ordenamiento jurídico-
administrativo sin necesidad de asistencia de la persona que ejerza la patria potestad, tutela o
curatela.
2. Por lo que se refiere a la representación y defensa de las partes, la LJCA distingue dos
supuestos (art. 23): cuando se actúe ante órganos unipersonales, la asistencia de abogado es
obligatoria, siendo voluntaria la del procurador, mientras que cuando se actúe ante órganos
colegiados, procurador y abogado son obligatorios. La única excepción son los funcionarios
públicos que litiguen en defensa de sus intereses estatutarios, que pueden comparecer por si
mismos, excepto en supuestos de separación de empleados públicos inamovibles.
1) Recurso contra actos administrativos expresos o presuntos que hayan puesto fin a la vía
administrativa. Tales actos pueden ser definitivos o de trámite, si éstos últimos deciden
directa o indirectamente el fondo del asunto, determinan la imposibilidad de continuar el
procedimiento, producen indefensión o perjuicio irreparable a derechos o intereses legítimos
(25.1).
En cambio, cuando el órgano que estima el recurso indirecto por considerar ilegal la
disposición aplicada, no es competente para conocer el recurso directo, debe plantear la
Cuestión de ilegalidad ante el Tribunal competente (27). El procedimiento se regula en los
arts. 123 y ss LJCA. La sentencia estimará o desestimará la cuestión, pero no afectará a al
situación jurídica concreta derivada de la sentencia dictada por el Juez o Tribunal que la
planteó (126).
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En los supuestos de impugnación de actos y disposiciones, el particular, además de solicitar la
anulación correspondiente, puede pretender el reconocimiento de su situación jurídica
individualizada, la adopción de medidas para el pleno restablecimiento de la misma y la
indemnización de daños y perjuicios, si procede (31).
En todo caso, el art. 71.2 señala que “los órganos jurisdiccionales no podrán determinar la
forma en que han de quedar redactados los preceptos de una disposición general en
sustitución de los que anularen ni podrán determinar el contenido discrecional de los actos
anulados”.
Además, en los supuestos en que la Administración no ejecute sus actos firmes, los afectados
podrán reclamar ante ella su ejecución. Si esta no se produce en el plazo de un mes desde la
petición, cabe la interposición del recurso contencioso-administrativo, que se tramitará por el
procedimiento abreviado regulado en el artículo 78 (29.2).
a) Iniciación
1. A diferencia del proceso civil, que se inicia necesariamente con la demanda presentada por el
interesado, el proceso contencioso-administrativo puede iniciarse, y de hecho es la regla general,
mediante la presentación de un simple escrito (art. 45 LJCA). En él, el recurrente se limita a
solicitar del Tribunal que se tenga por interpuesto el recurso de que se trate, identificando la
disposición o acto impugnado, la inactividad o la vía de hecho de que se trate. Dicho escrito ha de
acompañarse de los documentos que acrediten la representación del compareciente, su
legitimación, copia de la disposición o acto expreso que se impugne, y el rsto de la
documentación a que se refiere el art. 45.2. En caso necesario, el órgano jurisdiccional dará un
plazo de subsanación de 10 días.
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La LJCA permite, además, que el proceso se inicie con la demanda, en aquellos supuestos en
que no haya terceros interesados.
4, Una vez interpuesto dicho escrito, el órgano competente, que puede acordar previamente la
publicación de su interposición (si el recurrente lo solicita o si el procedimiento se inicia por
demanda), requerirá a la Administración para que el remita el correspondiente expediente (art.
48) en plazo improrrogable de 20 días. La Ley prevé la posibilidad de imponer multas
coercitivas a la autoridad responsable en caso de no remisión del expediente, previo el
correspondiente apercibimiento.
5. En él plazo de 5 días desde la recepción de la resolución por la que se solicita la remisión del
expediente, la Administración ha de emplazar a los interesados para que puedan comparecer
como demandados, lo que deberán hacer en plazo de 9 días. El órgano jurisdiccional, una vez
recibido el expediente, comprobará que se hayan efectuado las notificaciones pertinentes y
decidirá acerca de la admisión del recurso.
6. Conforme al art. 51 de la LJCA, el recurso sólo puede ser inadmitido cuando, de manera
manifiesta e inequívoca, conste:
Procede también la inadmisión poro haberse desestimado en cuanto al fondo por sentencia firme
otros recursos sustancialmente iguales. En supuestos de vía de hecho, cabe la inadmisión si fuera
evidente que la actuación administrativa se ha producido dentro de la competencia y conforme al
procedimiento legalmente establecido y, en los supuestos de inactividad, si fuera evidente la
ausencia de obligación concreta de actuar para con los recurrentes.
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b) Demanda y contestación
1. El Juez o Tribunal dará traslado del expediente al recurrente para que éste deduzca demanda
en plazo de 20 días, declarándose, de lo contrario, la caducidad del recurso. En la demanda deben
recogerse, con la debida separación, los hechos, fundamentos de derecho y las pretensiones que
procedan, en relación con las cuales podrán alegarse los motivos que se estimen pertinentes,
hayan sido planteados o no ante la Administración, y debe acompañarse de los documentos en
que se funde su derecho. Hay posibilidad de subsanación en plazo de 20 días.
2. De dicha demanda se da traslado a los demandados, para que la contesten en plazo de 20 días.
3. La Ley regula, además, las llamadas alegaciones previas (58 y 59), que los demandados han
de formular en los primeros 5 días del plazo de que disponen para contestar la demanda. Solo
pueden versar sobre la incompetencia del órgano jurisdiccional o la inadmisibilidad del recurso.
c) Prueba
1. La ley prevé un plazo de 15 días para proponer y 20 días para practicar la prueba, remitiendo a
las reglas generales de la Ley de Enjuiciamiento Civil.
2. No será necesaria la prueba cuandovel actor lo pida en la demanda por otrosí y el demandado
no se oponga, en cuyo caso se pasa a la fase de sentencia, salvo que el juez o tribunal decidan, de
oficio recibir el pleito a prueba (art. 57 en relación con el art. 61.1). Además el juez tiene la
facultad de ordenar la práctica de la prueba en cualquier momento anterior a que el pleito sea
declarado concluso para sentencia mediante diligencia de mejor proveer.
d) Vista y conclusiones
1. El art. 62 señala que, una vez practicada la prueba, las partes pueden solicitar que se celebre
una vista oral o bien que se presenten conclusiones escritas, consistentes en alegaciones sucintas
acerca de los hechos, la prueba practicada y los fundamentos jurídicos, o que el pleito sea
declarado concluso, sin más trámites, para sentencia.
e) Sentencia
1. El art. 67 de la LJCA señala que el juez o Tribunal debe dictar sentencia en el plazo de diez
días desde que se declare el pleito concluso (salvo que, razonadamente, el juez señale una fecha
posterior), debiendo decidir, en virtud del principio de congruencia, todas las cuestiones
controvertidas en el proceso.
2. La sentencia puede decretar (68), bien la inadmisión del recurso (en supuestos de ausencia de
jurisdicción, falta de capacidad o legitimación, indebida representación, por referirse a actos no
susceptibles de impugnación, cosa juzgada o litispendencia o interposición fuera extemporánea),
bien su desestimación si los actos o disposiciones impugnadas se ajustan a derecho, bien su
estimación. En este último supuesto, además de decretar la no conformidad a derecho del acto o
disposición de que se trate, puede acordarse la restitución de la situación jurídica individualizada
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anterior, si así lo solicitó el demandante, y puede reconocer el derecho a la indemnización por
daños y perjuicios y señalar el obligado a indemnizar, si se realizó dicha petición.
3. En cuanto a sus efectos, las sentencias de inadmisión y las de desestimación sólo producen
efectos frente a las partes, como también lo hacen las estimatorias de pretensiones de
reconocimiento o restablecimiento de situaciones jurídicas individualizadas. Las de anulación de
un acto o disposición producen efectos frente a todas las personas afectadas. La Ley matiza que la
sentencia firme de anulación de una disposición de carácter general no afectará a la eficacia de
actos o sentencias firmes que lo hayan aplicado antes de que la anulación tuviera efectos
generales, salvo si la anulación supusiera la exclusión o reducción de sanciones impuestas.
2. Allanamiento de los demandados a las pretensiones del recurrente, salvo que ello suponga
infracción manifiesta del ordenamiento jurídico.
3. Reconocimiento en vía administrativa de las pretensiones del demandante, salvo que ello
suponga infracción manifiesta del ordenamiento jurídico.
4. Acuerdo entre las partes, para lo que es necesario que el juicio se promueva sobre materias
susceptibles de transacción. Si se llega al acuerdo, el Juez dicta auto declarando terminado el
procedimiento, salvo que lo acordado fuera manifiestamente contrario al ordenamiento jurídico o
lesivo del interés público o de terceros.
g) Medidas cautelares
1. Están reguladas en los art. 129 y ss de la LJCA. La regla general es que pueden ser solicitadas
por los interesados en cualquier momento del proceso para asegurar la efectividad de la sentencia.
El Juez o Tribunal sólo puede acordarla, previa valoración de todos los intereses en conflicto,
cuando la ejecución del acto o la aplicación de la disposición impugnada pudieran hacer perder su
finalidad legítima al recurso, y puede ser denegada si produjera grave perturbación a los intereses
generales o de tercero.
3. Una vez acordadas, estarán en vigor hasta que recaiga sentencia firme o el procedimiento
termine por alguna otra circunstancia, aunque son susceptibles de modificación o revocación si
varían las circunstancias en que se acordaron.
h) Procedimiento abreviado
1. Previsto en la Ley para aquellas materias de las que conozcan los Juzgados de lo Contencioso-
administrativo en materia de extranjería y sobre inadmisión de las peticiones de asilo político, así
como todas aquellas cuya cuantía no supere los 13.000 euros (art. 78 LJCA en redacción dada por
L.O. 19/2003, de modificación de LOPJ). Las peculiaridades se resumen es que las distintas fases
procesales del procedimiento “ordinario” se concentran en la fase de vista.
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7.7. Ejecución de las sentencias
2 Una vez firme la sentencia, se comunica al órgano administrativo que hubiere realizado la
actividad recurrida para que la lleve a efecto. Transcurridos dos meses desde la comunicación, o
el plazo fijado en la sentencia para el cumplimiento sin que se hubiere producido, cualquier parte
puede solicitar la ejecución forzosa y posibilita incluso la ejecución por el propio órgano
jurisdiccional con sus propios medios o la ejecución subsidiaria con cargo a la Administración.
Se prevé, además, que el juez o tribunal, en caso de incumplimiento, imponga multas coercitivas
a los responsables o deduzca testimonio de particulares para exigir responsabilidad penal.
1. El artículo 53.2 de la CE establece, entre otras garantías de los derechos fundamentales, que
cualquier ciudadano puede recabar la tutela de los mismos ante los Tribunales, mediante un
procedimiento basado en los principios de preferencia y sumariedad. El ámbito de esta protección
alcanza las libertades y derechos reconocidos en el art.14 y la Sección Primera (Derechos
fundamentales y libertades públicas) del Capítulo Segundo del Título I, y el derecho a la objeción
de conciencia previsto en el art. 30.
3. En cuanto a las pretensiones que pueden hacerse valer en el proceso, la Ley permite plantear
cualesquiera susceptibles de ser alegadas en un recurso contencioso-administrativo (art. 114),
siempre que tengan como finalidad restablecer o preservar los derechos fundamentales afectados.
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4. En relación con el objeto del recurso, la LJCA incluye no sólo a actos administrativos, sino
también disposiciones de carácter general, inactividad de la Administración y vías de hecho, si
conculcan derechos fundamentales.
6. Por último, la Ley regula un recurso especial frente a prohibiciones o modificaciones del
ejercicio del derecho de reunión, caracterizado por una mayor simplicidad y celeridad en los
plazos.
1. Junto a la cuestión de ilegalidad (arts, 123 a 126), a la que ya se hizo referencia, la LJCA
regula, finalmente, en el art. 127, el procedimiento en los casos de suspensión administrativa
previa de acuerdos. Contempla aquellos supuestos –hoy excepcionales- en que, conforme a las
Leyes, la suspensión administrativa de actos de Corporaciones o entidades públicas deba ir
seguida de la impugnación o traslado de aquellos ante la jurisdicción contencioso-administrativa.
(ver, por ejemplo, el art. 67 de la Ley de Bases de Régimen Local).
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