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Detalle de mesa con decoración floral. Museo dell'Opificio delle Pietre Dure, Florencia
Papagayos con frutos, detalle de mesas. S. XVIII. Castillo La Favorita, Rastatt y Museo dell'Opificio delle Pietre Dure, Florencia
Será en la Florencia renacentista del siglo XVI donde todas estas experiencias se aglutinan para dar
lugar a la aparición de la sofisticada técnica del commesso, que tras alcanzar su apogeo en la decoración
del gran mausoleo de los Médicis, anexo a la iglesia florentina de San Lorenzo, proporcionaría las piezas
de mobiliario más apreciadas por la realeza y grandes familias, perdurando en el tiempo hasta el siglo
XVIII, con talleres extendidos por Viena y Madrid, que incorporan el gusto por los paisajes y escenas de
moda. De todo ello haremos una síntesis, que aparecerá a lo largo de cuatro capítulos, que ayude a valorar
unas piezas que gozan de un aprecio generalizado en todo el mundo, tanto por los lujosos materiales
utilizados y su perdurabilidad, como por su compleja ejecución y vistoso resultado.
Mesa con decoración de flores, frutos, aves y paisajes. 1ª mitad del XVIII. Castillo La Favorita, Rastatt (Alemania).
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Alejandro Magno, detalle de la Batalla de Issos. Ca. 200 a.C. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles.
EL MOSAICO
El término “mosaico” deriva del mito griego de las Musas, divinidades protectoras de las Artes y las
Ciencias. El revestimiento de pasta vítrea, esmaltes y madreperlas fue denominado, desde época romana,
como opus musivum, es decir, obra de las Musas. Aunque fueron los griegos quienes primero utilizaron
la técnica del mosaico para la realización de rudimentarios pavimentos, en calzadas cuyo firme se
asentaba sobre guijarros, fueron los romanos quienes consolidaron y difundieron la técnica, alcanzando
una importancia fundamental dentro de su arte, con importantes ejemplos en todos los territorios
romanizados, tanto en las viviendas urbanas (domus) como en las campestres (villas), y en grandes
edificios públicos como las termas.
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Las teselas se aplican creando superficies lisas y planas sobre
un lecho de yeso y se unen entre sí mediante un mortero compuesto
por polvo de mármol (mattone), factible de ser teñido y mezclado en
proporciones diversas, según las condiciones ambientales, con una
separación entre las piezas que no supera los dos milímetros. Su
capacidad representativa plantea los mismos problemas técnicos que
las artes figurativas, dependiendo de la habilidad de los musivaras,
artistas del mosaico, el logro de la claridad compositiva, el volumen
y el sombreado de las figuras, los matices naturalistas, etc., siempre
conseguidos mediante la fusión y contraste de las piezas coloreadas
que lo componen.
La técnica del mosaico, opus musivum, es diferente al lithostrotum, término griego que significa
“piedra extendida”, consistente en el uso de bloques poligonales de piedras naturales, mármoles y piedras
de formación volcánica, como el sílex, aplicado en la realización del pavimento de calles, plazas o foro, o
bien como suelos de algún edificio, como ocurre en el Panteón de Roma, con abundancia de pórfido.
Generalmente cada mosaico cumple el
papel determinado por el cliente, bien para
resaltar un espacio arquitectónico o para
reflejar a través de los mitos alguna cualidad o
valor ejemplarizante ajustado a los gustos del
propietario. La enorme posibilidad de hacer
variaciones y combinaciones en su estructura,
la versatilidad de los materiales, la sencillez de
su técnica y su carácter duradero hacen del
mosaico una fuente inagotable de creación.
La expansión de la técnica del mosaico se
produce por todo occidente durante el Imperio
Romano, alcanzando su época dorada durante
Opus sectile. Basilica de Giunio Basso. S. IV. Palacio Massimo alle Terme, Roma.
el desarrollo del arte paleocristiano y llega a su
esplendor con el arte Bizantino, cuando las composiciones abandonan su tradicional colocación en
pavimentos para ascender por los muros y bóvedas de los edificios, ocupando en ocasiones la totalidad de
los paramentos interiores, con una temática de catequesis cristiana, símbolos sacros realizados con un
intenso colorido sobre deslumbrantes fondos de oro y novedosas formas de teselas que incluyen las
formas circulares. Espectaculares ejemplos de mosaicos bizantinos se encuentran en Rávena, Venecia,
Palermo, Monreale, Florencia y Roma, sin olvidar las obras de Constantinopla.
El arte del mosaico reapareció con fuerza,
a finales del siglo XIX, de la mano del Art
Nouveau o Modernismo, convirtiéndose en una
forma habitual de decoración mural.
En Cataluña surgió un sistema ideado por
Gaudí: el trencadís, mosaico formado por
trozos de azulejos cerámicos de desecho,
unidos con argamasa, que se utilizó por
primera vez en el llamador de entrada de la
finca Güell de Barcelona, aunque sería su
colaborador Josep Maria Jujol quién le daría
personalidad artística. Actualmente es utilizado
por el arquitecto Santiago Calatrava.
Lluis Doménech i Montaner, 1908. Fachada del Palau de la Música Catalana, Barcelona.
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Imágenes Opus Tessellatum
Músicos ambulantes. S. II a.C. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles Marina con peces. Ca. 100 a.C. Museo Arqueológico Nacional, Nápoles
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Imágenes Opus Sectile
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Imágenes Mosaico Bizantino
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Imágenes Mosaico Bizantino
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Imágenes Mosaico Modernista y Trencadís
Lluis Doménech i Montaner, 1908. Galería de la fachada del Palau de la Música Catalana, Barcelona.
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