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EL PALOMO LAUDINO

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Quiero ocuparme en este pequeño trabajo de divulgación colombófila de un palomo que


en tiempos pasados gozó de un merecido prestigio entre los aficionados que lo poseían y
cultivaban. Se trata del palomo Laudino.

La tradición oral nos dice, que fue el Padre Franciscano D. Antonio Llaudís, quien
después de más de cuarenta años de dedicación a la práctica de la colombicultura, dejó
reflejado en un manuscrito sus experiencias obtenidas durante el largo período de tiempo
dedicado al cultivo del palomo que nos ocupa, al cual los aficionados de la época
denominaron con el nombre de Laudino en honor al franciscano.

Llaudís pensó en conseguir mediante los cruzamientos que efectuó, un palomo de un


color de pluma determinado "El ahumado" (pelo de rata) y lo consiguió; pero al mismo
tiempo pretendía que el palomo con el que trabajaba, poseyera unos instintos
determinados, éstos eran los de: Persecución, Seducción y Conservación. Con esto,
pretendía Llaudís, que al dejar el palomo sin su hembra (en celo), el animal volara en
busca de otra y tratara, llevado por sus instintos de seducirla, empleando para ello sus
dotes Don Juanescas y por medio de su arrullo peculiar, forma de sus movimientos y
maneras de volar, lograr al fin atraerla hacia su palomar e introducirla en su nido. Todo
esto debía hacerlo el buen ejemplar sin molestar a su conquista, siendo meloso con ella.

El instinto de conservación fue el que no logró perfeccionar Llaudís, pues el Laudino


adolecía de ser un palomo demasiado temperamental y con cierta facilidad se entregaba
en palomares ajenos, guiado por su afán impetuoso de encontrar hembra.

En la actualidad, el Laudino puro, está prácticamente extinguido; si quedan algunos


ejemplares es en la zona de Levante (su lugar de origen), Játiva, Alcoy, Murcia y su
provincia, Alicante, etc.

El palomo Laudino era un animal de agradable figura, cuerpo mediano, de pecho ancho,
descollado, con buche mediano, cabeza almendrada, pico semigrueso de longitud
mediana y color amarillento, ojo de pupila pequeña con el iris de color rojo guinda, el
ribete que circunda al ojo fino (no carnoso) y amarillo pálido. Las carúnculas nasales
medianamente desarrolladas, lisas y en forma triangular, las patas finas y rojizas con uñas
del mismo color del pico y con transparencia.

El Laudino sirvió de tronco original para el actual palomo deportivo, que también tuvo
como cuna la zona de Levante.

Hace más de cuarenta años, llegaron a Sevilla procedentes de Valencia algunos palomos
Laudino y los aficionados sevillanos denominaron a estos ejemplares con el nombre de
"buchones valencianos". Lo de Laudino quedó atrás y aun hoy día, les seguimos
llamando palomos valencianos.

Los colombófilos sevillanos volaron a estos palomos y no daban el juego que se


pretendía, pues fácilmente se perdían por entregarse en palomares ajenos (eran blandos).
Para remediar este defecto se cruzaron unos con palomos de raza rifeña y otros con los de
raza gorguera.

Los que cruzaban con raza rifeña, lo hacían con la idea de frenar el ímpetu del laudino y
al mismo tiempo, se lograba dar dureza al animal para que no se entregara con tanta
facilidad en palomares ajenos. Al introducir el rifeño, el aficionado perfeccionó mucho la
configuración de la cabeza del animal, pues ésta ganó mucho en anchura, a lo que los
aficionados denominamos macetilIa ancha. El pico se logró acortar y ganó en grosor. Se
lograron las tan codiciadas tres verrugas que rodean el pico inferior del animal y que
tanta belleza le dan al palomo. Las patas se le acortaron un poco y también ganó mucho
el animal en su condición de palomo meloso; pues, de todos es sabido, la gracia que
imprime el rifeño a sus movimientos: percheando dando palmadas, intentando sacar a la
paloma. Cuando recorre el teido o lugar donde esté posada su conquista, lo hace con
garbo y se acerca hasta ella arremetiendo la cola y dando unos pequeños saltos hasta que
llega a ella y la toca con el pecho, la cautiva con su forma de arrullar y prácticamente tira
de ella con la intención de llevarla a su nido.

Por otra parte, de los cruces que se efectuaron con los palomos gorgueros, se lograron
animales que ganaron mucho en belleza de vuelo. El gorguero aportó su rabadilla ancha,
lo que permite al palomo abrir más la cola durante el vuelo y también su forma especial
de volar, pausadamente remando con el cuello ligeramente echado hacia adelante, pero
sin llegar a la postura alagartada.

A tenor de todos los cruces que se efectuaron, el aficionado seleccionó, según su gusto
personal y continuó cruzando y recruzando los frutos de estas tres razas: laudino, rifeño y
gorguero. Volviendo a seleccionar los animales que reunían las mejores cualidades de
estética morfológica y a los que demostraban ser grandes voladores y al mismo tiempo
que tuvieran los tres instintos fundamentales en todo buen palomo de celo.

Como el aficionado cultivaba el palomo a su gusto personal, pues lograba conseguir una
estirpe que se identificaba con él. De esta forma, cuando se desprendía de algún animal y
éste iba a parar a manos de otro aficionado, fácilmente se notaban las diferencias
existentes entre el cultivo del primero y el segundo.

Esta forma de proceder ha durado hasta hace unos 20 años. Desde ese tiempo hasta
nuestros días la forma de concebir la afición ha cambiado mucho. Ahora se trabaja más
en equipo, el aficionado es más comunicativo, se comparten más los criterios y los
palomos que se crían son más semejantes. Se sigue manteniendo el criterio de conseguir
siempre el palomo ideal de celo, con los instintos perfectamente definidos.
Ultimamente se ha cometido un grave error por parte de un buen número de aficionados,
pues guiados por el afán modernista de conseguir un palomo al cual se le exige que como
cualidad fundamental posea unas carúnculas nasales lo más desarrolladas posible, porque
creen que este detalle es de primordial importancia. Para lograr esto, se han hecho cruzas
con el palomo de raza "carrier" y se han conseguido ejemplares que poseen gran cantidad
de carúnculas nasales, pero en contra punto, se han dejado atrás: la gracia, la arrogancia,
la finura, el cache, las intenciones, etc., que poseían los palomos de hace 20 años atrás.

Todos los aficionados conocen al palomo carrier y saben que es portador de un plumaje
vasto y apretado, de un cuerpo muy carnoso y de una figura anatómica que difiere
bastante del buen palomo de vuelo y celo. Los palomos portadores de la sangre carrier
han sido criados por el procedimiento de cruzar un ejemplar de valenciano antiguo con el
carrier y de esta forma sacar: el mixto, remixto, cuarterón y quinterón. Al llegar al
quinterón, se han conseguido ejemplares que a la vista fácilmente han pasado por
auténticos valencianos, pero cuando ha llegado la hora de criar con ellos, han demostrado
que por sus venas corre la sangre carrier y los frutos obtenidos de estos apareamientos
han dado un salto de atavismo y lamentablemente lo que se ha conseguido sacar es casi
un carrier puro. Hoy día, los aficionados que efectuaron esta cruza, están totalmente
arrepentidos, y tratan por todos los medios de volver a conseguir el antiguo palomo.

La forma de practicar la afición también ha cambiado mucho de cómo se hacía antes a


c6mo se hace ahora. Los antiguos aficionados eran menos exigentes en la estética del
palomo visto en la mano, ellos preferían al ejemplar que fuera sobre todo un gran
volador, y para ello mantenían a los palomos en celo el mayor tiempo posible y volaban
en sus palomares como máximo un número de cinco machos en celo. El equipo ideal es
el formado por tres palomos que se compenetren bien.

Los aficionados de hoy, somos más exigentes cuando examinamos el palomo en la mano
y le exigimos que posea muchas cualidades tales como las de que tenga: bonita cabeza,
buen ojo, buen ribete de ojos, pico gordo semicorto y de color acaramelado, carúnculas
nasales bien desarrolladas y de forma más o menos triangular. Que posea tres verrugas
que rodeen el pico inferior. Se prefiere al palomo de tamaño mediano, bien equilibrado y
se le exige al animal que posea los instintos que lo identifican como buen palomo de
afición de celo. Pero la mayoría de los aficionados llevados por el afán de superación y
de conseguir el palomo que posea todas las cualidades que anteriormente he relacionado
se olvidan de darles celo a los animales que poseen y de esta forma no pueden valorar si
son buenos ejemplares de vuelo.

En estos días, estamos tratando de crear el standard tipo de este palomo, al cual hasta la
fecha le hemos llamado valenciano por haber venido de Valencia. Cuando formemos el
standard queremos rebautizar al palomo con el nombre de "Laudino Sevillano", porque
bien es verdad, que el palomo que actualmente poseemos es fruto del trabajo de los
aficionados sevillanos.

Rafael YUSTE LOPEZ

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