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qxp 11/05/2007 17:00 PÆgina 13
"Es necesario abordar el tema
con valentía
y en su globalidad"
ingún paso efectivo se ha
N
dado, desde las anteriores
elecciones municipales, para
que puedan votar las perso-
nas inmigradas en las que
van a celebrarse en este
mismo mes. Nos referimos,
obviamente, al derecho de
voto de las personas inmigradas que tienen residen-
cia estable en este país, pero no tienen nacionalidad
española.
Los partidos gobernantes, tanto en Cataluña como
en España, se habían posicionado a favor del desarro-
llo de ese derecho, y en las anteriores elecciones
municipales habían manifestado su intención de que
el asunto estuviese ya resuelto para las siguientes
elecciones. No ha sido así. Parece que la voluntad
política, si la hay, no es tan fuerte como para vencer
las resistencias que este tema genera.
El derecho de voto en elecciones locales está hoy
vinculado a la nacionalidad y, por tanto, aquí sólo lo
tienen las personas que cuentan con nacionalidad
española; pero hace mucho tiempo que se señala que
esto es ya un anacronismo en las sociedades de inmi-
gración. Son muchas las voces que reclaman que el
derecho de voto sea vinculado a la residencia estable,
especialmente cuando nos referimos a las elecciones
locales.
Ello exige cambios legales que ciertamente no son
sencillos (en nuestro caso puede requerir que sea
modificada la Constitución española). Pero básica-
mente es una cuestión de voluntad política. La
Constitución ya fue modificada para que pudiesen
votar en las elecciones municipales los comunitarios
(nacionales de otros Estados de la Unión Europea)
que se encuentran residiendo en España. Pero, ade-
más, hay países de la Unión Europea en los que tam-
bién pueden votar los no comunitarios en las eleccio-
nes locales; así ocurre desde los años setenta y ochen-
ta en Suecia, Dinamarca, Finlandia, Holanda e
Irlanda, y en Bélgica desde más recientemente.
El asunto no afecta sólo a las personas que, resi-
diendo aquí establemente, carecen de un derecho de
tanta importancia; afecta al conjunto de la sociedad,
porque lo que está en juego es la calidad de nuestra
democracia. Al habernos convertido en sociedad de
inmigración vamos a tener establemente un significa-
tivo porcentaje de población que no contará con la
nacionalidad española, y esto supone, ahora ya, que
estemos sometiendo a un 10% de nuestra población a
una situación de inferioridad de derechos. Ello con-
lleva un retroceso de enorme magnitud en el camino
de la universalización de los derechos de ciudadanía
por el que habíamos avanzado a lo largo del siglo XX.
Si en otros momentos ese avance vino con el acceso
ELECCIONES MUNICIPALES:
de los trabajadores o de las mujeres a los derechos de
ciudadanía, hoy sólo puede venir con la vinculación
de tales derechos a la residencia estable, desvincu-
lándolos de la posesión de la nacionalidad.
Actualmente se habla mucho de la integración de
los inmigrantes, pero es necesario insistir en que la
integración sólo puede venir de la mano de la equipa-
ración de derechos. La concesión del derecho de voto
no sólo es una cuestión de justicia y de calidad demo-
crática, es también una medida que facilita el proce-
so de integración por el mensaje que contiene: a las
personas inmigradas con residencia estable se les
dice que forman parte de la comunidad de ciudada-
nos; que forman parte de la comunidad de vecinos de
un municipio capacitados para elegir a los responsa-
bles políticos que van a gestionar los asuntos públicos
de esa comunidad. Y ese mismo mensaje se envía a
los nativos, a los autóctonos, a los que se está tam-
bién diciendo que son iguales en derechos que las per-
sonas inmigradas, y que, por tanto, ninguna situación
de inferioridad a las que éstas puedan ser sometidas
tiene legitimidad.
Es evidente que la integración se dirime también
en otros muchos terrenos. Han de desarrollarse pro-
cesos de igualdad y de equiparación en el trabajo, en
el acceso a los servicios, en la vida cultural, en las
posibilidades de participación en todos los cauces
vecinales, etc. Pero hoy hablamos del derecho de
voto, y es importante que no se escamotee el debate
El derecho a voto no
afecta sólo a las
personas que, residiendo
aquí establemente,
carecen de un derecho
de tanta importancia;
afecta al conjunto de la
sociedad, porque lo que
está en juego es la
calidad de nuestra
democracia.
sobre este derecho diciendo que hay otras cosas de las
que ocuparse primero. Si cupiese hacer una clasifica-
ción de las prioridades que hoy tiene la población
inmigrada, quizás el derecho de voto no fuese la pri-
mera, pero no ha de perderse de vista que un avance
mayo de 2007 / w anafrica
opinión
Por Miguel Pajares /
en este terreno podría favorecer los procesos de equi-
paración en otros muchos.
Es necesario abordar el tema con valentía y en su
globalidad. No es suficiente con que se logre que los
nacionales de algunos países, con los que España
tiene acuerdos de reciprocidad, puedan votar. El paso
dado a mediados de 2006, con la votación en el
Congreso de los Diputados a favor de la puesta al día
de los acuerdos de reciprocidad, mostraba una tímida
voluntad de avanzar en la concesión de este derecho
a las personas inmigradas, pero se quedaba muy lejos
de lo que realmente resulta necesario. Los acuerdos
de reciprocidad permitirán votar a una pequeña
parte de nuestra población inmigrada, y traerán con-
sigo una situación de agravio comparativo para la
mayor parte. Lo que es seguro es que no podremos
La integración sólo
puede venir de la mano
de la equiparación de
derechos. La concesión
del derecho de voto no
sólo es una cuestión de
justicia y de calidad
democrática, es
también una medida
que facilita el proceso
de integración.
hacer acuerdos de reciprocidad con todos los países
del mundo de los que estamos recibiendo inmigra-
ción; si siguiera podremos hacerlos con algunos de los
que recibimos los flujos más importantes.
Abordar el tema en su globalidad implica modificar
nuestras leyes para que todas las personas inmigra-
das, al cumplir determinadas condiciones, adquieran
el derecho a votar (al menos en las elecciones loca-
les). Las condiciones a las que nos referimos son con-
tar con cierto número de años de residencia y, por
supuesto, tener mayoría de edad. A la hora de deter-
minar el número de años de residencia necesario
caben distintas opciones, pero, como mínimo, quienes
adquieren la autorización permanente de residencia
(la cual se adquiere a los cinco años de residencia)
han de adquirir paralelamente el derecho de voto.
Mayo 2007.
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