/ septiembre de 2007
Por Francisco Estrada/foto de Racso Miranda.
cultura
“Salí para abrirme el ‘coco’ musicalemente”
Hace 17 años que Fidjo fundó
África Lisanga, “la primera banda
musical africana en España”.
En la actualidad, es un conocido
guitarrista de la movida musical
madrileña, tocando en innumerables
escenarios y participando en decenas
de discos como invitado.
É l era uno de los tantos ad-
miradores del maestro de la
rumba congoleña, Tabu-Ley. Y
para su suerte, vivían en la mis-
ma calle. Tal vez esa cercanía le
sirvió de inspiración y decidió
seguir los pasos “del mejor de
todos”. Alquilando su segundo
equipo, empezó su carrera mu-
sical en Kinshasa, aunque luego
terminaría tocando en Europa,
convirtiéndose en un pionero
en España.
¿Cómo era ser músico en la
R. Democrática del Congo?
Allá, la vida del músico era muy
dura. Primero, porque era mal
visto. Como no se tomaba en
serio la música como profesión,
terminaban considerándote un
vagabundo o un delincuente. Es
un poco como la figura de los
jazzmen y de los rockeros, quie-
nes, en algunos casos, son vistos
como gente marginal. Y el se-
gundo obstáculo de allá es que
no se podía sobrevivir sólo de la
música.
¿Cómo te formaste como
músico?
Aprendí guitarra en la calle. En
realidad, empecé como cantan-
te, pero no tardé demasiado
haciéndolo porque me atraían
mucho las cuerdas. En esa épo-
ca, lo que más se escuchaba era
la rumba congoleña, que es muy
parecida a la rumba cubana.
¿Cómo aprendiste a tocar
música afroamericana?
Hay varios ingredientes que
nuestras músicas comparten,
como los compases. Además, a
pesar de nosotros ser autodidac-
tas, teníamos libros y ahí veía-
mos varios estilos, incluyendo
el jazz. Este género nos gustaba
mucho porque, al basarse tan-
to en la improvisación, podías
transmitir tu personalidad más
fácilmente a través de la inter-
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pretación. En un concierto en
directo puedes ‘reconocer’ al
músico, su pensamiento.
¿Por qué saliste de tu país?
Antes de venir a España, a me-
diados de los 80, fui a París.
Allá la movida es mucho más
grande, porque hay músicos de
todas partes. En Madrid, hay
menos. Sin embargo, como mi
madre estaba muy enferma, re-
gresé al Congo durante cuatro
años. Después de un tiempo,
quería abrirme el ‘coco’ musi-
calmente y por ello decidí via-
jar. Al final es lo que hice y aho-
ra estoy en Madrid. Y me gusta
porque es muy tranquilo.
¿Y comparado con ahora, cómo
era musicalmente Madrid
cuando recién llegaste?
Ufff… Hace 10 años, la música
tenía acá un gran nivel, pero
ahora mismo ha bajado un
montón. Ya no hay actuaciones
ni locales como había antes.
Esto es por las medidas. Antes,
los bares y discotecas en las que
se tocaba en directo abrían has-
ta las 3 de la madrugada, pero
ahora hay que parar a las 12:00
o 12:30h. Eso ha influido mu-
cho. Hoy por hoy, la música en
directo ha bajado en Madrid.
¿Musicalmente, qué te aportó
la capital de España?
Primero, la tecnología. Aquí es
el ‘primer mundo’. En nuestros
países, en cambio, la tecnología
aún está desarrollándose. Por
otro lado, aquí también tienes la
facilidad de comprarte buenos
libros y de compartir con músi-
cos experimentados con los que
te encuentras en los garitos. Eso
te hace aprender mucho.
¿Y qué tipo de música haces
cuando te llaman de otros
grupos como invitado?
Mi referente es siempre la mú-
"Somos tan rítmicos que, con sólo dos acordes, parecemos versátiles".
sica africana. Y la fusionamos
con música cubana, blues o
jazz. Es decir que, cuando me
llaman, es porque quieren que
les meta algo de música africa-
na a sus interpretaciones.
¿Qué diferencia aportas tú
con respecto a un rockero,
por ejemplo?
Lo que sucede es que nosotros
(los africanos) somos más per-
cusivos. Siempre intentamos,
aunque sólo sepamos dos acor-
des, mezclarlos con la percu-
sión de una forma tan rítmica,
que una persona que sabe mil
acordes, a lo mejor no consigue
parecer más versátil. Yo, con
sólo dos acordes, puedo hacer
algo muy rítmico. Nosotros nos
preocupamos más por las sín-
copas que por las escalas.
¿Cuáles son los conciertos que
recuerdas con más cariño?
En la frontera con Francia, en
el país vasco, en un pueblo que
se llama Zugarramurdi. Ahí to-
qué en una gruta que se llama
La Cueva de las Brujas. Y me
sorprendió todo, porque los
técnicos eran tan profesionales,
todo estaba tan bien montado,
el agua que caía por unos cana-
les naturales… era un escenario
que no tenía nada que ver con
algo normal. Todo era ‘diez’. Ha
sido uno de los mejores concier-
tos que he ofrecido en España.
¿Cuántos discos llevas
grabados?
Incluyendo colaboraciones para
tocar en canciones de otros
grupos, ya muchos en España.
Pero con África Lisanga, donde
mezclamos música cubana y de
mi país, llevo dos: Somo (Suris-
tán Discos, 2000) y Bizati (Su-
ristán Discos, 2001).
¿Y es difícil encontrar
sellos discográficos que te
produzcan?
Es muy difícil. Nosotros estába-
mos tocando en Madrid en una
sala, Suristán, que era la mejor
que había para música africa-
na. Quedaba en la estación del
Sol, en la calle de la Cruz. Y ahí
tocamos como ocho años. El
dueño se interesó tanto que se
volvió nuestro mánager y nos
hizo dos discos.
¿Qué planes tienes a futuro?
Lo que estoy estudiando y prepa-
rando es una mezcla entre música
afrocubana, africana y flamenco.
Esa es mi mayor ilusión.
¿Cómo ves el futuro de la
música africana en España?
Yo la veo que va lentamente,
pero progresando. La gente se
interesa, porque la mayoría de
veces que he tocado música
africana en España, casi siem-
pre ha sido un éxito.
¿Crees que te hubiera ido
igual de bien en España
siendo ingeniero y no músico?
No creo, porque la música tiene
muchas ventajas. Es cierto que
hay mucha pobreza, pero se
te abren caminos… conoces a
más gente por el sólo hecho de
tocar en sitios. En cambio, para
un ingeniero es muy difícil que
pueda ejercer acá. Yo, por lo
menos, he tocado en la mayoría
de las mejores salas de España.
Escenarios como Wall Mart, en
Cáceres; la Sala Sol; La Riviera;
Las Palmas; en teatros; en San
Fermín; y en la fiesta de San
Isidro del año 2000 en la Plaza
Mayor de Madrid con gente a
rebosar... Son cosas que te lle-
nan y te dan más fuerza.