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Me refiero a la denominada por los ornitólogos españoles como paloma bravía (Columba
livia), y no a la por ellos llamada zurita (Cofumba oenas), que no tiene nada que ver con
la paloma doméstica. A la Columba livia se la ha llamado por Jaén siempre zurita, y yo
reivindico su nombre, pese al criterio de los ornitólogos. A ella me referiré de aquí en
adelante.
Este instinto de la zurita en poseer un agujero propio desde el que llama a la hembra es el
que ha sido aprovechado por el hombre para fijar las palomas domésticas a un palomar o
cachapera, y en las razas de caza, para que hagan entrar al mismo a palomas enceladas de
distinto sexo o a perdidos.
El instinto del nido permite que los palomos vuelen libremente y regresen a su palomar,
cosa que no ocurre con otras especies de aves. Intentemos volar un canario, o cualquier
otra especie de pájaro y nos resultará imposible. El pájaro vagará libremente, y no
podremos aquerenciarlo a su jaula, como podemos hacer con los palomos.
La zurita es pues, la verdadera paloma de raza antigua, como son llamadas algunas razas
de buchonas. Si la antiguedad de las razas domésticas se mide en años, la de la zurita hay
que medirla en milenios. Quien selecciona a la zurita no es la persona que la cría sino la
propia naturaleza, a través de la selección natural, inalterable durante miles de años. Un
ejemplo: sólo a través de pinturas o escritos de la época, podemos hacernos una vaga idea
de cómo eran las razas de palomas domésticas que criaban los romanos. Sin embargo,
estamos seguros de que las zuritas que revoloteaban por el Capitolio eran idénticas a las
que vemos en la actualidad. La selección natural no ha dejado de funcionar durante este
tiempo en la misma dirección, y el resultado es la zurita, la misma ayer que hoy y
mañana. Así, la zurita, inalterable en su aspecto, puede servirnos de referencia para
comparar las distintas razas domésticas, que como las modas, van pasando. Si la
comparación la referimos a la zurita, nunca nos equivocaremos, porque la zurita no varia,
al menos a escala humana.
Lo mismo que decimos para las palomas del tiempo de los romanos. podemos decir de
razas más modernas, pero ya extinguidas, como los buchones ligeros que crió el padre
llaudí, cruzando la buchona valenciana con mensajeras locales, o como los últimos
buchones o los primeros deportivos, anteriores a la guerra civil, de los que sólo nos
quedan los relatos de sus hazañas, escritos por viejos aficionados.
Por el contrario, las razas domésticas han sido objeto de los caprichos del hombre. Hay
razas tan mostruosas, como la colipava o la capuchina, que son incapaces de criar a sus
propios hijos, debiendo pasarse sus huevos a nodrizas para que puedan reproducirse. Lo
mismo ocurre, aunque a menos escala, con algunas razas de buchonas. Estas razas
podemos considerarlas como en estado terminal. Se trata de palomos muy pesados, con
excesivo buche, que si se dejan criar, lo acaban descolgando, perdiendo la capacidad para
retraerlo y terminan muriendo si nos empeñamos en que críen. Para estas palomas,
ponerlas a criar es condenarías a muerte.
Cuando se llega a estas situaciones, que podríamos denominar terminales, es cuando hay
que volver los ojos al zurito, con el objetivo de mejorar nuestras razas. Parece una
herejía, pero lo mismo hizo el padre Llaudi, cruzando la buchona valenciana con razas
ligeras de mensajeras, y obteniendo los palomos que han pasado a la historia.
El cruzado de zurito tiene una cualidad genética de la que no gozan sus especies
parentales: el vigor hibrido. Esta es una cualidad que se produce en los híbridos, que les
hace ser más fuertes y vigorosos que las razas de las que proceden.
La misma mejora que se realizó para obtener el pica puede hacerse con razas de buchonas
terminales, con las taras genéticas que hemos indicado antes. O para mejorar otras razas,
ya sean de carne, de fantasía o induso, de mensajeras.
Ha llegado a mis oídos que en las zonas más columbicultoras del país se está recurriendo
al zurito para mejorar a los palomos deportivos, repitiendo un cruce que ya se hizo hace
cincuenta años. Si se cruza, por ejemplo. con buchonas, en primera generación
obtendremos un mixto, con las cualidades antedichas. Si este mixto se cruza con otra
buchona, obtendremos un remixto, con un 25% de zurito. Volviendo a repetir el cruce con
buchona, la sangre de zurito tendrá una proporción de sólo un 12.5%. El palomo obtenido
será, por su aspecto, prácticamente un buchón. Pero tendrá un vigor, instinto, ligereza y
resistencia, bastante superiores a los de la buchona originaria.
Al zurito hay que tenerlo, pues, presente, y recurrir a él para mejorar nuestras razas, y
para tomar prestado un carácter que nos convenga, ya sea mejor aptitud para el vuelo,
rusticidad, resistencia a enfermedades o cualquier otro, de los muchos que tiene esta raza.