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Sabemos que aunque existen multitud de razas de fantasía, todas las razas españolas
fijadas y con estándar tienen un importante carácter común; es el de la seducción y la
capacidad para trabajar y cerrar hembras.
Actualmente se dedica más atención a la figura que a la capacidad de trabajo, pero esto
no debería ser así, pues fue el trabajo de estos palomos lo que permitió la selección de las
razas.
En mi opinión, todo empezó cuando hace tiempo se observó en algunos ejemplares una
capacidad de seducción mayor de lo normal.
Al trabajarse con estos animales, que quizá tuvieran más éxito por su aspecto poderoso,
es cuando empezó a surgir un tipo de palomo con poder, ancho y con buche, amén de sus
cualidades para con las hembras. De este modo se llegó al palomo buchón español.
Lograr a partir de aquí diversas razas fue sólo cuestión de tiempo y del gusto personal de
sus criadores. En unas zonas se trabajó con animales de pico corto, a partir de unos que
surgieran por mutación, se cruzarían y se lograrían ejemplares de pico corto ya fijados.
Es decir, según mi teoría, sólo existiría un tipo base, no muy fijado y bastante
heterogéneo, compuesto de palomos seductores y poderosos físicamente. Después se
seleccionarían animales de pico corto, por un lado, y de pico largo, por otro; de los
primeros se obtendrían rafeños, sevillanos, granadinos, etc. Del segundo grupo,
gaditanos, marcheneros, etc.
Si esto fuera cierto, y aunque no lo sea, yo creo que debería darse menos importancia a la
figura y aspecto, aunque se cumpla el estándar, y debería destacarse más el trabajo en el
aire. Pienso que para que se premie a un ejemplar, aparte del enjuiciamiento estándar en
mano, se tiene que dar otro con el palomo en el aire, porque si no puede darse el caso de
un laudino «buenísimo» y que, sin embargo, no sepa lo que es una hembra.