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Selección de poemas de Alfonsina Storni

Así Tú me quieres nívea,


Tú me quieres blanca,
Hice el libro así: Tú me quieres alba.
Gimiendo, llorando, soñando, ay de mí. Tú que hubiste todas
Mariposa triste, leona cruel, Las copas a mano,
Di luces y sombra todo en una vez. De frutos y mieles
Cuando fui leona nunca recordé Los labios morados.
Cómo pude un día mariposa ser. Tú que en el banquete
Cuando mariposa jamás me pensé Cubierto de pámpanos
Que pudiers un día zarpar o morder. Dejaste las carnes
Encogida a ratos y a saltos después Festejando a Baco.
Sangraron mi vida y a sangre maté. Tú que en los jardines
Sé que, ya paloma, pesado ciprés. Negros del Engaño
O mata florida, lloré y más lloré. Vestido de rojo
Ya probando sales, ya probando miel, Corriste al Estrago.
Los ojos lloraron a más no poder. Tú que el esqueleto
Da entonces lo mismo, que lo he visto bien, Conservas intacto
Ser rosa o espina, ser néctar o hiel. No sé todavía
Así voy a curvas con mi mala sed Por cuáles milagros,
Podando jardines de todo jaez. Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Tu me quieres blanca Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
Tu me quieres alba, ¡Me pretendes alba!
Me quieres de espumas, Huye hacia los bosques,
Me quieres de nácar. Vete a la montaña;
Que sea azucena Límpiate la boca;
Sobre todas, casta. Vive en las cabañas;
De perfume tenue. Toca con las manos
Corola cerrada La tierra mojada;
Ni un rayo de luna Alimenta el cuerpo
Filtrado me haya. Con raíz amarga;
Ni una margarita Bebe de las rocas;
Se diga mi hermana. Duerme sobre escarcha; 1
Renueva tejidos Si un día torpe, miserable piedra,
Con salitre y agua; Te venciera la fuerza del verano
Habla con los pájaros Y cayeras a gotas en mi mano
Y lévate al alba. Yo te odiaría, miserable piedra...
Y cuando las carnes
Te sean tornadas, Buenos Aires
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma Buenos Aires es un hombre
Que por las alcobas Que tiene grandes las piernas,
Se quedó enredada, Grandes los pies y las manos
Entonces, buen hombre, Y pequeña la cabeza.
Preténdeme blanca, (Gigante que está sentado
Preténdeme nívea, Con un río a su derecha,
Preténdeme casta. Los pies monstruosos movibles
Y la mirada en pereza.)
Piedra miserable En sus dos ojos, mosaicos
De colores, se reflejan
Oh, piedra dura, miserable piedra, Las cúpulas y las luces
Yo te golpeo, te golpeo en vano, De ciudades europeas.
Y es inútil la fuerza de mi mano, Bajo sus pies, todavía
Oh piedra dura, miserable piedra. Están calientes las huellas
Pero haces bien, oh miserable piedra, De los viejos querandíes
Deja que tiente un golpe sobrehumano, De boleadoras y flechas.
Deja golpear, deja golpear mi mano, Por eso cuando los nervios
Oh piedra dura, miserable piedra. Se le ponen en tormenta
No me des nada, miserable piedra, Siente que los muertos indios
Guarda un silencio altivo y soberano, Se le suben por las piernas.
No te ablandes jamás entre mi mano; Choca este soplo que sube
Oh piedra dura, miserable piedra. Por sus pies, desde la tierra,
Con tu impiedad, oh miserable piedra, Con el mosaico europeo
Recobro alientos y el deseo gano, Que en los grandes ojos lleva.
No te dejes caer sobre mi mano, Entonces sus duras manos
Mezquina, estulta, miserable piedra. Se crispan, vacilan, tiemblan,
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¡A igual distancia tendidas Que un no ser, que es un más ser, doblado,
De los pies y la cabeza! prendido estás aquí y estás ausente
Sorda esta lucha por dentro por praderas de magias y de olvido.
Le está restando sus fuerzas, ¿Qué alentador sagaz, tras el reposo,
Por eso sus ojos miran creó este renacer de la mañana
Todavía con pereza. que es juventud del día volvedora?
Pero tras ellos, velados,
Rasguña la inteligencia En una primavera
Y ya se le agranda el cráneo
Pujando de adentro afuera. Donde estará el amigo que me dijo,
Como de mujer encinta acariciando su nevada barba:
No fíes en la indolencia -Pequeña de ojos claros, ten cuidado,
De este hombre que está sentado tu corazón ampara.
Con el Plata a su derecha. -Las primaveras al marcharse dejan
Mira que tiene en la boca las lloviznas de otoño preparadas...
Una sonrisa traviesa, Pequeña, ve despacio, mucho juicio,
Y abarca en dos golpes de ojo no te quemen tus llamas.
Toda la costa de América. Estaba yo a sus pies humildemente,
Ponle muy cerca el oído: humildemente y toda yo temblaba
Golpeando están sus arterias: -¡Cómo cantan los pájaros, le dije.
¡Ay, si algún día le crece cómo es de fresca el agua!
Como los pies, la cabeza! Sobre mi frente, espejo de tormentas,
se detuvieron sus dos manos mansas; se inclinó sobre mí con un
El sueño susurro:
-Pobrecita muchacha...
Máscara tibia de otra más helada
sobre tu cara cae y si te borra El Obrero
naces para un paisaje de neblina
en que tus muertos crecen, la flor corre. Mujer al fin y de mi pobre siglo,
Allí el mito despliega sus arañas; Bien arropada bajo pieles caras
y enflora la sospecha; y se deshace Iba por la ciudad, cuando un obrero
la cólera de ayer y el iris luce; Me arrojó como piedras, sus palabras.
y alguien que ya no es más besa tu boca; Me volví a él; sobre su hombro puse
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La mano mía: dulce la mirada, y en mis manos ignorantes no perdí mi inocencia.
Y la voz dulce, dije lentamente: Como nunca la tuve, no la pude perder.
-¿Por qué esa frase a mí? Yo soy tu hermana. Nací yo sin blancura; pequeña todavía
Era fuerte el obrero, y por su boca el pequeño cerebro se puso a combinar;
Que se hubo puesto sin quererlo, blanda, cuenta mi pobre madre que, como comprendía,
Como una flor que vence las espinas yo aprendí temprano la ciencia de llorar.
Asomó, dulce y tímida, su alma. Y el llanto fue la llama que secó mi blancura
La gente que pasaba por las calles en las raíces mismas del árbol sin brotar,
Nos vio a los dos las manos enlazadas y el alma está candente de aquella quemadura,
En un solo perdón, en una sola ¡Hierro al rojo mi vida! ¿Cómo pude durar?
Como infinita compresión humana. Alma mía, la sola; tu limpieza, escondida
con orgullo sombrío, nadie la arrullará;
Van pasando mujeres si en música divina fuera el alma dormida,
el alma, comprendiendo, no despertará ya.
Cada día que pasa, más dueña de mí misma, Tengo sueño mujeres, tengo un sueño profundo.
sobre mí misma cierro mi mirada interior; Oh, humanos, en puntillas el paso deslizad;
en medio de los seres la soledad me abisma. mi corazón susurra: me haga silencio el mundo,
Ya ni domino esclavos ni tolero señor. y mi alma musita fatigada: ¡callad!...
Ahora van pasando mujeres a mi lado
cuyos ojos trascienden la divina ilusión. Dejad dormir a Cristo
El fácil paso llevan de un cuerpo aligerado:
se ve que poco o nada les pesa el corazón. Dejad dormir a Cristo: desde el duro madero
Algunas tienen ojos azules e inocentes; ha veinte siglos oye: "interceded por nos"
van soñando embriagadas, los pasos al azar; de su pecho de palo, sensible lacrimero,
la claridad del cielo se aposenta en sus frentes ya extrajisteis, sobrado, lo que cabe de un dios.
y como son muy finas se les oye soñar.
Sonrío a su belleza, tiemblo por sus sueños; Dejad dormir a Cristo y si estáis en naufragio
el fino tul de su alma, ¿quien lo recogerá? hacia otro calmo puerto desamarrad las velas
Son pequeñas criaturas, mañana tendrán dueños, que, obligado a dentista por el mayor sufragio,
y ella pedirá flores..., y él no comprenderá. bastante os ha curado los dolores de muelas.
Les llevo una ventaja que place a mi conciencia:
los sueños que ellas tejen no los supe tejer, Veneno le pedísteis para mojar la flecha,
propicia sombra y viento para encender la mecha,
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lo bajásteis al lecho que el diablo presidía. horizonte;
esquivando llamas,
¿Quién dijo que era un pzo jamás desagotado? cruzan, veloces,
huyendo de los hombres, que sobre algún tejado, los gamos azules
habréis de verlo, en figa, dejar la cruz vacía. del crepúsculo.

Y ya... porque es tarde y debo ir a dormir. Cabritos de oro


emigran hacia
Dibujos animados la bóveda
y se recuestan
Delirantes lágrimas en los musgos azules.
viajan sobre mis pálidas mejillas
se confunden copiosamente con la lluvia Se alza
que se precipita en el asfalto gris debajo,
enorme,
Los sonidos nocturnos la rosa de cemento,
semejan gritos callados la ciudad,
palabras sin decir inmóvil en su tronco
compañía sin presencia de sótanos sombríos.

Los espejos en el agua Emergen


reflejan lo que no se ve —cúpulas, torres—
porque ya no está en cuerpo sus negros pistilos
porque el alma a volado a la espera de polen
lunar.
Caminantes mis pasos
me regresan al lugar que te vio Ahogados
y sin embargo, tu, mi razón de ser por las llamas de la hoguera,
lejos estás de mi. y perdidos
entre los pétalos
Hombres de la ciudad de la rosa,
invisible casi,
Arden los bosques del de un lado al otro,
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los hombres... una selva humana,
se mueve.
Selva de mi ciudad Pero no en línea recta.
Troncos extraños,
En semicírculo de luminosas copas,
se abre se agitan
la selva de casas: movidos por un viento
unas al lado de otras, que no silba.
unas detrás de otras, Pero no alcanzo sus actitudes,
unas encima de otras, ni oigo sus palabras,
unas delante de otras, ni veo el resplandor
todas lejos de todas. de sus ojos.
Moles grises que caminan Son muy anchas las paredes;
hasta que los brazos se les secan muy espesos los techos.
en el aire frío del sur.
Moles grises que caminan Siglo XX
hasta que una bocanada
de horno del norte Me estoy consumiendo en vida,
les afloja las articulaciones. Gastando sin hacer nada,
Siempre haciendo Entre las cuatro paredes
el signo de la cruz. Simétricas de mi casa.
Reproduciéndose por ángulos
Con las mismas ventanas ¡Eh, obreros! ¡Traed las picas!
de juguetería. Paredes y techos caigan,
Las mismas azoteas rojizas Me mueva el aire la sangre,
Las mismas cúpulas pardas. Me queme el sol las espaldas.
Los mismos frentes desteñidos.
Las mismas rejas sombrías. Mujer soy del siglo XX;
Los mismos buzones rojos. Paso el día recostada
Las mismas columnas negras. Mirando, desde mi cuarto,
Los mismos focos amarillos. Cómo se mueve una rama.
Debajo de los techos,
otra selva, Se está quemando la Europa
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Y estoy mirando sus llamas ¡Llevadme, golondrinas! ¡Llevadme! ¡No temáis!
Con la misma indiferencia Yo soy una bohemia, una pobre bohemia
Con que contemplo esa rama. ¡Llevadme donde vais!
¿No sabéis, golondrinas errantes, no sabéis,
Tú, el que pasas; no me mires que tengo el alma enferma porque no puedo irme
De arriba a abajo; mi alma volando yo también?
Grita su crimen, la tuya ¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid!
Lo esconde bajo palabras. ¡Venid primaverales! ¡Con las alas de luto
llegaos hasta mí!
Golondrinas ¡Venid! ¡Llevadme pronto a correr el albur!...
¡Qué lástima, pequeñas, que no tengáis las alas
Las dulces mensajeras de la tristeza son... tejidas en azul!
son avecillas negras, negras como la noche.
¡Negras como el dolor! Un lápiz
¡Las dulces golondrinas que en invierno se van
y que dejan el nido abandonado y solo Por diez centavos lo compré en la esquina
para cruzar el mar! y vendiómelo un ángel desgarbado;
Cada vez que las veo siento un frío sutil... cuando a sacarle punta lo ponía
¡Oh! ¡Negras avecillas, inquietas avecillas lo vi como un cañón pequeño y fuerte.
amantes de abril! Saltó la mina que estallaba ideas
¡Oh! ¡Pobres golondrinas que se van a buscar y otra vez despuntólo el ángel triste.
como los emigrantes, a las tierras extrañas, Salí con él y un rostro de alto bronce
la migaja de pan! lo arrió de mi memoria. Distraída
¡Golondrinas, llegaos! ¡Golondrinas, venid! lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas,
¡Venid primaverales, con las alas de luto resecas flores, tubos colorantes,
llegaos hasta mí! billetes, papeletas y turrones.
Sostenedme en las alas... Sostenedme y cruzad Iba hacia no sé dónde y con violencia
de un volido tan sólo, eterno y más eterno me alzó cualquier vehículo, y golpeando
la inmensidad del mar... iba mi bolso con su bomba adentro.
¿Sabéis cómo se viaja hasta el país del sol?...
¿Sabéis dónde se encuentra la eterna primavera, Letanías de la tierra muerta
la fuente del amor?...

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Llegará un día en que la raza humana Oír sobre ellas el horrendo grito
Se habrá secado como planta vana, Del náufrago clamando al infinito:
Y el viejo sol en el espacio sea Ya nada quedará; de polo a polo
Carbón inútil de apagada tea. Lo habrá barrido todo un viento solo:
Llegará un día en que el enfriado mundo Voluptuosas moradas de latinos
Será un silencio lúgubre y profundo: Y míseros refugios de beduinos;
Una gran sombra rodeará la esfera Oscuras cuevas de los esquimales
Donde no volverá la primavera; Y finas y lujosas catedrales;
La tierra muerta, como un ojo ciego, Y negros, y amarillos y cobrizos,
Seguirá andando siempre sin sosiego, Y blancos y malayos y mestizos
Pero en la sombra, a tientas, solitaria, Se mirarán entonces bajo tierra
Sin un canto, ni un ¡ay!, ni una plegaria. Pidiéndose perdón por tanta guerra.
Sola, con sus criaturas preferidas De las manos tomados, la redonda
En el seno cansadas y dormidas. Tierra, circundarán en una ronda.
(Madre que marcha aún con el veneno Y gemirán en coro de lamentos:
de los hijos ya muertos en el seno.) ¡Oh cuántos vanos, torpes sufrimientos!
Ni una ciudad de pie... Ruinas y escombros —La tierra era un jardín lleno de rosas
Soportará sobre los muertos hombros. Y lleno de ciudades primorosas;
Desde allí arriba, negra la montaña —Se recostaban sobre ríos unas,
La mirará con expresión huraña. Otras sobre los bosques y lagunas.
Acaso el mar no será más que un duro —Entre ellas se tendían finos rieles,
Bloque de hielo, como todo oscuro. Que eran a modo de esperanzas fieles,
Y así, angustiado en su dureza, a solas —Y florecía el campo, y todo era
Soñará con sus buques y sus olas, Risueño y fresco como una pradera;
Y pasará los años en acecho —Y en vez de comprender, puñal en mano
De un solo barco que le surque el pecho. Estábamos, hermano contra hermano;
Y allá, donde la tierra se le aduna, —Calumniábanse entre ellas las mujeres
Ensoñará la playa con la luna, Y poblaban el mundo mercaderes;
Y ya nada tendrá más que el deseo, —Íbamos todos contra el que era bueno
Pues la luna será otro mausoleo. A cargarlo de lodo y de veneno...
En vano querrá el bloque mover bocas —Y ahora, blancos huesos, la redonda
Para tragar los hombres, y las rocas Tierra rodeamos en hermana ronda.

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—Y de la humana, nuestra llamarada, Amontonados todos y vencidos,
Ya no podrán dejar los viejos nidos,
Pero quién sabe si una estatua muda Y al llamado del astro pasajero,
De pie no quede aún sola y desnuda. Ningún hombre podrá gritar: ¡Yo quiero!...
Y así, surcando por las sombras, sea
El último refugio de la idea. El cisne enfermo
El último refugio de la forma
Que quiso definir de Dios la norma Hay un cisne que muere cercado en un palacio.
Y que, aplastada por su sutileza, Un cisne misterioso de ropaje de seda
Sin entenderla, dio con la belleza. que en vez de deslizarse en la corriente leda
Y alguna dulce, cariñosa estrella, se estanca fatigado de mirar el espacio.
Preguntará tal vez: ¿Quién es aquélla?
¿Quién es esa mujer que así se atreve, El cisne es un enfermo que adora al dios de oro;
Sola, en el mundo muerto que se mueve? el sol, padre de razas, fecunda su agonía.
Y la amará por celestial instinto por eso su tristeza es una sinfonía
Hasta que caiga al fin desde su plinto. de flores que se entreabren en las sombras del lloro.
Y acaso un día, por piedad sin nombre
Hacia esta pobre tierra y hacia el hombre, Tiene el pecho cruzado por un loco puñal,
La luz de un sol que viaje pasajero gota a gota su sangre se diluye en el lago
Vuelva a incendiarla en su fulgor primero, y las aguas azules se encantarán bajo el mago
Y le insinúe: Oh fatigada esfera: poder de los rubíes que destila su mal.
¡Sueña un momento con la primavera!
—Absórbeme un instante: soy el alma El alma de este cisne es una sensitiva...
Universal que muda y no se calma... no levantéis la voz al lado del estanque
¡Cómo se moverán bajo la tierra si no queréis que el cisne con el pico se arranque
Aquellos muertos que su seno encierra! el puñal que sostiene su existencia furtiva.
¡Cómo pujando hacia la luz divina
Querrán volar al que los ilumina! Cuentan viejas leyendas que está enfermo de amor.
Mas será en vano que los muertos ojos Que el corazón enorme se le ha centuplicado
Pretendan alcanzar los rayos rojos. y que tiene en la entraña como El Crucificado
¡En vano! ¡En vano!... ¡Demasiado espesas un dolor que cobija todo humano dolor.
Serán las capas, ay, sobre sus huesas!...
Y cuentan las leyendas que es un cisne-poeta...
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Que la magia del ritmo le ha ungido la garganta
y canta porque sí, como el arroyo canta Moré en la verdad. ¡Sabré que mis errores,
la rima cristalina de su corriente inquieta. mis bondades, mis sueños, sólo son los señores
que del castillo erguido en mi alma de atea
saliéronle a la vida recabando pelea!
Yo he soñado una noche que el viejo palacio
era el cisne cansado de mirar el espacio. Pero que no me tiendan sobre el lecho mezquino
para morir. No pongan el tono vespertino
Morir sobre los campos en mi cuarto pequeño donde se oiga silente
el llanto de la madre que despide al muriente.
Ya quiero que me dejen morir sobre los campos
tendido el cuerpo enfermo. Me traiga el sol sus lampos Porque acaso mi alma, libre hoy de cobardía,
y abriéndose las venas a su calor bendito se haga como mi cuerpo, pobre, sin energía,
vengan a mí caricias de todo el infinito. y demande perdón por el dulce pecado
de haber libado miel en el huerto sagrado.
Que no escuche en la hora solemne de mi muerte
la palabra del hombre que oraciones me advierte. que me den al O acaso, sin derecho, ya que la vida acuesta
olvido los recuerdos humanos. si me brindó su acíbar me dio toda su fiesta,
va me sienta rebelde y maldiga la hora
Que me dejen tendida, solita en la llanura, en que bebí dolor en la copa traidora...
y sólo el sol se vuelque portador de blancura
sobre mi cuerpo pobre, sobre mi cuerpo enfermo ¡ Oh! ¡No! Toda la paz para morir deseo;
como un pájaro helado que aún palpitara yermo. mi sentimiento asceta que el pesar hizo ateo
quiere serenidad:.. ¡Morir sobre los campos tendida
Porque así moriré sabiendo que, el pecado y en mi cuerpo deshaga el sol sus lampos!
no es tal: que si en las flores del jardín he libado,
¡ eran mías sus flores y arranqué las corolas Rebeldía
como el mar ha el derecho de sacudir sus olas!
Amo todas las auroras y odio todos los crepúsculos.
Porque así será buena: olvidaré ambiciones; Justísima, serena, que no tienen fin!. . .
perdonaré traiciones, ¡Qué hermosos los días
y borracha de sol en la hora postrera que no tienen noche!
tendré un beso en los labios lleno de primavera. i Qué hermosas las cosas que
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nunca se hicieron! ... esquivando los árboles que nos fingen sombrilla
los vasos trizados, para la luz nocturna de una rara pureza
las líneas no rectas... me dices: - Niña mía, ¡tengo tanta tristeza!
¡Lo que no se rige
por orden expreso!. . . Yo te apresto las manos con el fervor, desde el cielo
Ir como las barcas bajan los rayos tan tenues, que tu cara es un velo
que no tienen remos... de humana forma. Digo: - Si esta noche yo pudiera
¡Ir como las aves te palparía el alma. Yo no sé cuál quimera.
que no tienen nido!
¡Ser algún capullo que no se adivina! Me advierte que tienes a flor de piel. El alma,
¡Poder algún día - repito a tus oídos-, dame a besar el alma.
quebrar con la marcha Los ojos se te cierran sin querer. -Niña mía,
de las cosas hechas!... mustias gravemente, quiebra tu fantasía;

¡Detener la tierra! No pidas lo imposible, cabecita liviana.


Mas allá de los ojos hallarás carne vana.
Dos y dos son cuatro... Pero yo te escucho: prendida de tus manos
¿ Y eso quién lo sabe? siento sacudimientos que adivino ultra humanos.
Y...¿ si se me ocurre que uno no es uno?
¡Dios! digo con un grito que me asusta a mí misma:
Medianoche En tus ojos que se abren mi pupila se abisma
y te pones tan blanco que pareces de cera.
Es medianoche; andamos a plena luna blanca El alma, el alma, el alma...¡Dámela, así muriera!
muy cercanos al río que muere en la barranca,
cuyas matas semejan, bajo el viento que barre, Te aguzas de improviso como si un milagro
acurrucadas brujas en nefasto aquelarre. te sacudiera el cuerpo mezquinamente margo,
como si te tornaras en materia impalpable;
Pero solo hay un ruido que nos mueve a terrores: una materia nueva, sagrada, invulnerable.
mi corazón que salta, perdido de temblores;
mi corazón, que ahoga tu mirada -su hiedra- ¡Oh, el milagro del alma! Por tus ojos se asoma:
y que de pronto queda quieto, como de piedra. ¿Negra como los cuervos? ¿Blanca como la paloma?
¿Roja como la dalia? ¿Como el mar azulada? No lo sé... ya la veo, la
Y mientras el acaso vagamos por la orilla veo y no sé nada.
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Oh, fiero amor, llegaste como la mariposa.
Me quedo quieta, inmóvil, tiempo que ya no mido... Cuando comienza Octubre se aproxima a la rosa;
Tengo dentro del pecho un gran carmen florido era silencio todo, era silencio abierto
cuyas raíces sorben, nutridas las venas, a sombras misteriosas como el ojo de un muerto.
y la sangre roja como licuación de verbenas.
Yo era la misma sombra, yo era menos, yo era
No soy yo... No eres tú... ya no veo tu boca, una cosa durmiente que ni sueña ni espera,
ya no veo tus ojos... mi vida se equivoca, cuando el vuelo de aquella mariposa celeste
mi vida siente una potencia que la arranca... me hizo gorjear de pronto como un pájaro agreste.
Y en tanto va la luna cadavérica y blanca.
Oh, cien soles se alzaron por el lado de oriente,
Me atreveré a besarte oh, cien ríos corrieron por la misma pendiente,
oh, cien lunas de plata brillaron en el cielo
Mírame aquí a tu lado tirada dulcemente; y cien altas montañas emprendieron el vuelo.
soy un lirio caído al pie de una montaña...
Mírame aquí a tu lado...Esa luz que me baña Abrí los brazos: tuve la divina locura
me viene de tus ojos como de un sol naciente. de tocar con mis dedos las cosas de la altura.
Abrí los ojos: tuve la divina tristeza
Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos, de beber con los ojos la celeste belleza.
y tus dedos insertos de tu mano en la palma,
y tu ser todo inserto en el molde de mi alma! Lloré, lloré sin tregua; grité: Corazón mío,
Cómo envidio tus uñas insertas en tus dedos. detente en el camino que lleva al desvarío;
pero el corazón mío fue una gota de cera...
Acoge mi pedido: oye mi voz sumisa, Dios, ¿qué pudo esa gota contra la primavera?...
vuélvete a donde quedo postrada y sin aliento.
Celosa de tus penas, esclava de tu risa, Fiero amor: en tus manos yo he soltado mi vida;
sobra de tus anhelos y de tu pensamiento. acógela: Paloma que se posa rendida
en las garras sangrientas, ya no bate las alas:
Te miraré a los ojos cuando la tarde abroche muere de lo que vive; vive de lo que exhalas.
tu boca bien amada que no he besado nunca...
Bien sé que no hay cien soles que nazcan en oriente,
Fiero amor bien sé que no hay cien ríos por la misma pendiente,
bien sé que no hay cien lunas que brillen en el cielo,
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bien sé que no hay montañas que se alarguen al vuelo.

Bien sé que las palomas ciegan sus ojos, dejan


en el nido las plumas, las auroras se alejan,
caen las hojas, viene el otoño, la muerte,
y se agrisan los días, y se agrisa la suerte.

Pero soy una esclava del dolor y lo adoro


como adora el avaro el sonido del oro:
oh, terrible tormenta de relámpago y rayo,
en tu fuego revivo, en tu fuego desmayo.

Fiero amor: soy pequeña como un copo de nieve,


fiero amor: soy pequeña como un pájaro breve,
triste como el gemido de un niño moribundo,
fiero amor, no hallarías mejor presa en el mundo.

Ninguna moriría más ligero en tus garras,


ninguna moriría más pronto en tus amarras.
Alumbra, sol naciente... Naturaleza, crece:
sobre la vida oscura la muerte resplandece.

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