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Luego de haberse conducido a la persona ante la Fiscalía, ésta adelantará una doble
valoración: examinará si el supuesto delito comporta o no detención preventiva y si la
captura fue o no legalmente realizada. De tal suerte que si el comportamiento delictivo
no conlleva imposición de medida de aseguramiento de detención preventiva o la
captura en flagrancia fue adelantada de forma ilegal, el fiscal procederá a dejar en
libertad al aprehendido, imponiéndole bajo palabra un compromiso de comparecencia
cuando sea necesario.
Pues bien, si la Fiscalía, con base en el informe recibido por la autoridad de policía o el
particular que realizó la aprehensión, o con fundamento en elementos materiales o
evidencias físicas aportadas, decide llevar al capturado ante el juez de control de
garantías, deberá hacerlo inmediatamente o a más tardar dentro de las 36 horas
siguientes, con el propósito de que éste se pronuncie, en audiencia preliminar, sobre la
legalidad de la aprehensión, así como en relación con las solicitudes de la Fiscalía, la
defensa y el Ministerio Público.
En tal sentido, es necesario examinar qué significan realmente las expresiones “no
comporta detención preventiva” y “captura ilegal”.
De igual manera, de conformidad con el artículo 302 del C.P.P., una vez es llevado el
aprehendido en flagrancia ante el fiscal, éste deberá examinar si dicha captura fue o
no legal, y en caso de no serlo, deberá dejar en libertad a la persona, bajo palabra de
comparecencia cuando sea requerido. Quiere ello decir que el fiscal deberá examinar si
se presentaron o no, en el caso concreto, las condiciones legales de la flagrancia,
descritas en el artículo 301 de la Ley 906 de 2004, y por supuesto, si se cumplieron los
requisitos exigidos por la jurisprudencia constitucional.
La entrega del capturado a una autoridad judicial cumple varios propósitos, que no se
limitan al ejercicio de funciones judiciales. La regulación de la materia en el Pacto
Internacional de Derechos Civiles y Políticos se encuentra en la norma dedicada a la
libertad y seguridad personal, y en el caso del Pacto de San José, el mandato inicia con
una exigencia de protección y respeto a la libertad y seguridad personales. De ello se
desprende que la regulación sobre la captura tiene un propósito más allá de asegurar
que la restricción a la libertad se realice de acuerdo a la ley y ante funcionarios
competentes. También tiene un propósito protector de la integridad de la persona.
En este orden de ideas, resulta abiertamente contrario a los propósitos del artículo 28
de la Constitución disponer que se entiende que la persona ha quedado a disposición
de la autoridad judicial con la mera comunicación de su captura. La Corte ya había
señalado que es obligación entregar físicamente al aprehendido a la autoridad
judicial[6] . El Estado, por intermedio del juez, tiene la obligación de garantizar la
integridad física del capturado, así como realizar un proceso mínimo de
individualización, a fin de adoptar las medidas legales pertinentes. En suma, la orden
de entregar la persona a una autoridad judicial no tiene como objetivo exclusivo
establecer aspectos de competencia en materia de privación de la libertad, sino que
opera como una garantía para la protección integral de la persona.
De igual manera, la Corte en sentencia C- 296 de 2002, M.P. Marco Gerardo Monroy
Cabra, examinó el tema de la captura en flagrancia del servidor público, en los
siguientes términos:
Así las cosas, es claro que la legislación procedimental penal establece una diferencia
entre los particulares sorprendidos en flagrancia y los servidores públicos que se
encuentran en la misma situación, pues de cara a la privación de la libertad
subsiguiente a la indagatoria, los primeros podrán ser objeto de tal medida al paso que
los segundos no, pues estos últimos en ese momento deberán ser puestos
inmediatamente en libertad.
(…)
“De acuerdo con lo expuesto, la aludida limitación sería razonable, justamente por
haber sido establecida para la consecución de un fin constitucionalmente legítimo, pero
además de lo anterior debería ser también proporcionada, pues de lo contrario no
respetaría el núcleo fundamental del derecho a la igualdad. En efecto, en relación con
el juicio de proporcionalidad que el juez constitucional debe adelantar sobre este tipo
de disposiciones que introducen límites a los derechos fundamentales, la jurisprudencia
ha definido que la verificación debe recaer no solo sobre el hecho de que la norma
logre una finalidad legítima, sino que también debe establecerse si la limitación era
adecuada, es decir idónea para alcanzar tal finalidad.
Así las cosas, la Fiscalía General de la Nación realizará un control previo sobre la
captura operada en flagrancia, a aquel que, eventualmente, adelantará el juez de
control de garantías si aquélla considera que el supuesto delito comporta detención
preventiva y fue legalmente realizada, es decir, si se presentaron las condiciones de la
flagrancia, de conformidad con la jurisprudencia sentada por la Corte.
En este orden de ideas, si se entendiera que el fiscal puede además adelantar, en los
casos de capturas en flagrancia, ciertos juicios de valor sobre la necesidad de la
medida de detención preventiva, que el imputado constituye un peligro para la
seguridad de la sociedad o de la víctima, o que resulta probable que el imputado no
comparecerá al proceso o no cumplirá la sentencia, la disposición acusada sería
contraria a la Constitución, por cuanto constituiría un desconocimiento de las
competencias del juez de control de garantías.
Así las cosas, la Corte declarará exequible el artículo 302 de la Ley 906 de 2004, por el
cargo analizado, y bajo el entendido de que el fiscal únicamente puede examinar las
condiciones objetivas para la imposición de la medida de aseguramiento de detención
preventiva.
[1] De conformidad con el artículo 313 del C.P.P. procederá la detención preventiva en
establecimiento carcelario, en los casos de ( i ) delitos de competencia de los jueces
penales de circuito especializados; ( ii ) en los delitos investigables de oficio, cuando el
mínimo de la pena prevista por la ley sea o exceda de cuatro (4) años; y ( iii ) en los
delitos a que se refiere el Título VIII del Libro II del Código Penal cuando la
defraudación sobrepase la cuantía de ciento cincuenta (150) salarios mínimos legales
mensuales vigentes.
[2] Con S.V. de los Magistrados Rodrigo Escobar Gil y Marco Gerardo Monroy Cabra.
[3] A.G. res. 2200A (XXI), 21 U.N. GAOR Supp. (No. 16) p. 52, ONU Doc. A/6316
(1966), 999 U.N.T.S. 171, entrada en vigor 23 de marzo de 1976.
[4] El numeral 3 del artículo 9 manda: “3. Toda persona detenida o presa a causa de
una infracción penal será llevada sin demora ante un juez u otro funcionario autorizado
por la ley para ejercer funciones judiciales”.
[5] El numeral 5 del artículo 7 dispone que: “5. Toda persona detenida o retenida
debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario autorizado por la ley para
ejercer funciones judiciales”.