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Pasión, oficio y método en la política comparada
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Pasión, oficio y método en la política comparada

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Pasión, oficio y método en la política comparada ofrece un acercamiento a quince de las mentes más brillantes e influyentes de este campo de estudio a partir de entrevistas en profundidad organizadas en torno a un amplio conjunto de temas: formación e influencias intelectuales, grandes obras e ideas, oficio y herramientas de investigación, colegas,
LanguageEspañol
Release dateJan 20, 2022
Pasión, oficio y método en la política comparada
Author

Gerardo L. Munck

Gerardo L. Munck es doctor en Ciencia Política por la Universidad de California en san Diego y es profesor en la Escuela de Relaciones Internacionales de la Universidad del Sur de California (USC). Se dedica a la investigación sobre regímenes políticos y democracia, metodología y América Latina. Sus publicaciones incluyen Measuring Democracy (Johns Hopkins, 2009), Regimes and Democracy in Latin America (Oxford, 2007), Passion, craft, and Method in Comparative Politics (con Richard Snyder; Johns hopkins, 2007) y Authoritarianism and Democratización (Penn State, 1998). Ha publicado artículos en numerosas revistas de Estados Unidos, América Latina y Europa. Fue parte del equipo que preparó el informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), La democracia en América Latina: Hacia una democracia de ciudadanas y ciudadanos (2004), y el segundo informe regional, preparado por el PNUD y la OEA, Nuestra democracia (2010) Richard Snyder es profesor de Ciencia Política en la Universidad de Brown. Es doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de California, Berkeley. Sus publicaciones incluyen Inside Countries ( con Agustina Giraudy y Eduardo Moncada; Cambridge, 2019), Passion, Craft, and Method in Comparative Politics ( con Gerardo L. Munck; Johns Hopkins, 2007) y Politics after Neoliberalism ( Cambridge, 2001). Es autor de diversos artículos sobre política comparada y economía política del desarrollo en publicaciones como British Journal of Political Science, Comparative Political Studies, Comparative Politics, Journal of Conflict Resolution y World Politics. Sus trabajos han aparecido en libros y revistas en Argentina, China, Colombia, Corea del Sur, España, Francia, Irán, México y Perú.

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    Book preview

    Pasión, oficio y método en la política comparada - Gerardo L. Munck

    Índice

    Para los quince académicos entrevistados en este libro,

    por todos los años de inspiración y de docencia que nos ayudan a recordar,

    tanto a los autores como a muchos otros,

    qué fue lo que nos llevó a dedicarnos a la política comparada

    y por las horas inolvidables durante las que compartieron

    con nosotros sus ideas y la historia de sus vidas.

    Prefacio a la edición en español

    Esta edición en español de Pasión, oficio y método en la política comparada aparece doce años después de la edición en inglés (Munck y Snyder, 2007). Este libro es en gran medida un producto colaborativo entre nosotros, los autores, y los quince destacados estudiosos de la política comparada que entrevistamos entre abril de 2001 y octubre de 2003. Cuando la versión en inglés se publicó en 2007, dos de nuestros entrevistados —Gabriel Almond y Barrington Moore Jr.— ya habían fallecido. Durante los últimos doce años, tristemente cinco más nos han dejado: Robert A. Dahl, Samuel P. Huntington, Juan J. Linz, Guillermo O’Donnell y Alfred Stepan. Los recordamos con afecto, y dedicamos este trabajo a los quince especialistas entrevistados.

    Para preparar esta nueva edición confrontamos dos tareas principales. La primera involucra los notables cambios que han ocurrido en el campo de la política comparada durante los quince años desde que completamos las entrevistas que forman el corazón de este libro. La segunda tarea se refiere a la nueva audiencia del libro: un público hispanohablante, mayoritariamente latinoamericano. Abordamos ambos asuntos en el epílogo, La política comparada en la encrucijada: Problemas, oportunidades y perspectivas desde el norte y el sur.

    El epílogo ofrece nuestra evaluación de las grandes tendencias teóricas y meto­dológi­cas en la política comparada en Estados Unidos desde el cambio de milenio. Encontramos que los académicos en ese país actualmente prestan una atención desproporcionada a cuestiones de métodos, tienden a abordar preguntas sustantivas estrechas y dan poca atención a los elementos teóricos. Aun así, la comunidad de investigadores en Estados Unidos es diversa y ninguna tendencia domina por mucho tiempo.

    El epílogo también aborda cómo los investigadores de América Latina pueden contribuir a la política comparada en circunstancias distintas a las que disfrutan muchos de sus pares en Estados Unidos y que no se prestan a una carrera académica plenamente dedicada a la investigación. Notamos, sin embargo, que trabajar en la periferia tiene algunas ventajas, como el mayor conocimiento de las lenguas y culturas, una mayor capacidad de producir conocimiento denso que ponga en contexto la investigación, una mayor cercanía a los fenómenos empíricos de interés y un sentido más fuerte de las preguntas de gran relevancia. Por otra parte, los investigadores latinoamericanos pueden beneficiarse al involucrarse selectivamente con estudiosos e ideas del norte. Vemos, por lo tanto, no sólo problemas y obstáculos, sino también importantes oportunidades para la política comparada tanto en el norte como en el sur.

    A excepción del nuevo epílogo, presentamos los demás capítulos en su forma original, con mínimas adecuaciones. Hemos actualizado los breves datos biográficos al comienzo de cada entrevista, incluyendo, por ejemplo, importantes trabajos recientes de cada investigador, y hemos agregado algunas referencias nuevas.

    El trabajo que presentamos aparece casi en su totalidad por primera vez en español. El capítulo II de Munck y las entrevistas con Linz, O’Donnell y Przeworski han sido publicados anteriormente en español. Pero esta es la primera vez que los dos capítulos introductorios de Munck y Snyder aparecen en español junto con la serie completa de quince entrevistas.

    Agradecemos a M. Victoria De Negri por su trabajo arduo y cuidadoso para producir una traducción al español de primera clase del texto original completo. También agradecemos a nuestro colega politólogo del cide, Julio Ríos Figueroa, por su continuo y entusiasta apoyo a nuestra propuesta de publicar esta edición en español, a Natalia Cervantes y Gabriela Cantú, por el apoyo editorial que nos brindaron.

    Gerardo L. Munck y Richard Snyder

    Prefacio

    Este libro es una oportunidad única para asomarnos a algunas de las mentes más brillantes del campo de la política comparada de los últimos cincuenta años. Los capítulos están basados en entrevistas en profundidad a quince de los académicos más influyentes e importantes del campo de la moderna política comparada. Los textos, de alcance amplio y gran riqueza de contenidos, se encuentran organizados alrededor de un conjunto común de temas y preguntas. Cada uno de los capítulos abarca la carrera profesional de los entrevistados desde sus estudios de posgrado hasta la actualidad, y tratan temas tales como sus experiencias formativas, las influencias intelectuales y los mentores. Asimismo, en cada texto se exploran las principales obras de estos académicos y sus perspectivas sobre la ciencia, las estrategias de investigación y las herramientas metodológicas, además de indagar en sus relaciones con colegas y estudiantes. Por último, los capítulos presentan las opiniones de los entrevistados sobre las principales cuestiones teóricas y metodológicas que hoy se debaten en el campo de la política comparada.

    Para seleccionar los quince casos nos ceñimos, en primer lugar, a aquellos académicos que hubieran pasado la mayor parte de sus carreras en universidades estadounidenses. Luego, y a fin de determinar cuáles eran los autores más leídos en los programas de posgrado de política comparada, identificamos a los posibles candidatos con base en un análisis de los planes de estudio de estos cursos.¹ Sin embargo, la lista superaba la cantidad de personas que éramos capaces de entrevistar, por lo que a partir del criterio del año de nacimiento (tomamos el año 1950 como máximo), acortamos la lista con un conjunto de académicos que: 1) abarcaba varias generaciones, y que 2) incluía a académicos de gran trayectoria, normalmente asociados a una variedad de perspectivas diferentes dentro del campo de la política comparada. Así, el listado final incluye a Gabriel A. Almond, Robert H. Bates, David Collier, Robert A. Dahl, Samuel P. Huntington, David D. Laitin, Arend Lijphart, Juan J. Linz, Barrington Moore Jr., Guillermo O’Donnell, Adam Przeworski, Philippe C. Schmitter, James C. Scott, Theda Skocpol y Alfred Stepan.

    Resulta evidente que no se trata de una lista completa de los académicos que han realizado un aporte significativo a la moderna política comparada. Algunos de estos grandes científicos han fallecido, mientras que otros politólogos, sociólogos y economistas que han moldeado profundamente la manera en que pensamos la política en todo el mundo, tampoco pudieron incluirse en este libro, por eso no tenemos ninguna duda de que estas páginas no cuentan la historia completa de la política comparada en Estados Unidos, y menos aún en el mundo;² sin embargo, es un relato de una parte importante de la historia, porque los quince académicos seleccionados son figuras destacadas de este campo.

    Así, contactamos a cada uno de los académicos y acordamos una fecha y un lugar para llevar a cabo las entrevistas. Antes de cada encuentro les enviamos a todos un cuestionario con las mismas veinticinco preguntas amplias, organizadas en cinco apartados diferentes: 1) formación intelectual y educación, 2) principales obras e ideas, 3) el arte y las herramientas de investigación, 4) los colegas, los colaboradores y los estudiantes y 5) el pasado y el futuro de la política comparada. Por último, preparamos un conjunto más extenso de preguntas más particularizadas para cada entrevistado, a partir de la lectura detallada de la obra y toda la información biográfica que nos fue posible encontrar sobre cada uno de ellos.

    Las entrevistas se llevaron a cabo entre mediados de 2001 y mediados de 2003, en los hogares o las oficinas de los entrevistados. Cada una de ellas tuvo una duración de entre tres y doce horas, y algunas se extendieron a lo largo de varios días. Grabamos las entrevistas digitalmente, y luego las transcribimos con la ayuda de un asistente de investigación. La abrumadora tarea de transformar aquellas largas conversaciones en un documento compacto, organizado y de fácil lectura fue realizada en diferentes etapas. En primer lugar, editamos cuidadosamente, palabra por palabra, cada transcripción, verificamos los datos fácticos y reorganizamos el material en secciones y subsecciones. Luego agregamos títulos, referencias y comentarios, y elaboramos un conjunto de preguntas de seguimiento para aclarar determinados temas y completar algunas lagunas de información. A continuación enviamos cada texto editado a los entrevistados y los invitamos a revisar el documento y a responder a las preguntas de seguimiento. Al final, incorporamos las revisiones y las respuestas adicionales en el documento final dedicado a cada académico. Nuestro objetivo era generar un texto correcto, completo y acabado que, a diferencia de los textos académicos, mantuviera la calidad del intercambio animado y tratara las cuestiones que surgieron en el diálogo cara a cara.

    El resultado de este proceso es un conjunto de textos que rastrean la evolución de la política comparada en Estados Unidos desde la década de 1930. Así, presentan una historia oral en la que un grupo de académicos de diferentes generaciones relatan sus experiencias en las principales universidades e instituciones donde tomó forma el campo de la política comparada, y la forma en la que concibieron y llevaron adelante los proyectos que engendraron sus obras seminales. Estos documentos, además, presentan la política comparada en acción en tanto que práctica atractiva y, al ofrecer un valioso y excepcional vistazo a los métodos de trabajo de algunos de los mejores académicos de este campo, van más allá de la discusión de un manual sobre cómo hacer política comparada.

    Además de los capítulos dedicados a las entrevistas, el libro también incluye material que enmarca los temas que se discuten y presenta a los entrevistados. En el capítulo I, Richard Snyder explora los patrones más importantes que surgen de las entrevistas, en cuanto a pasiones, habilidades y hábitos mentales de los académicos más destacados. Así, el autor nos acerca a la dimensión humana de la política comparada, un aspecto clave del proceso de investigación que rara vez suele comentarse. En el capítulo II, Gerardo Munck presenta un panorama analítico de la evolución de la política comparada en Estados Unidos, organizado en torno de tres cuestiones —la definición del objeto del campo, el papel de la teoría y el uso de los métodos—, para luego arribar a algunas conclusiones acerca del estado actual de la disciplina. Luego, al inicio de cada capítulo se incluye una introducción con un resumen de las principales contribuciones e hitos en la carrera de cada entrevistado, para destacar las razones que los hacen figuras importantes en la moderna política comparada. Los quince capítulos se encuentran ordenados cronológicamente según el año de nacimiento de los académicos.

    Si bien este libro es el resultado de un proceso de colaboración entre Richard Snyder y Gerardo Munck, fue necesario dividir el trabajo. Munck entrevistó a Almond, Collier, Laitin, Lijphart, O’Donnell, Przeworski y Schmitter y editó el material, además de redactar la introducción a cada una de las entrevistas. Por su parte, Snyder se ocupó de la misma tarea para los capítulos sobre Bates, Dahl, Huntington, Linz, Moore, Scott, Skocpol y Stepan. Asimismo, y con la colaboración de Matthew Lieber y Michael Findley, Snyder preparó un glosario con información clave sobre los cientos de científicos sociales mencionados en las entrevistas. El propósito de este glosario es doble: para quienes no conocen la historia de la política comparada, ayuda a comprender y contextualizar las entrevistas, pero también sirve para situar a los quince individuos incluidos en este libro dentro de las comunidades más amplias de colegas, estudiantes, mentores, así como las universidades invisibles donde se de­sempeñan. Este glosario se encuentra publicado en línea en: www.richardsnyder.net

    Nuestra investigación recibió apoyo de diversas instituciones. El Campus Research Board de la Universidad de Illinois, Urbana-Champaign, proporcionó fondos para solventar la transcripción de la mayor parte de las entrevistas. Richard Snyder agradece las becas otorgadas por el Humanities Research Fund de la Universidad Brown y por la Harvard Academy for International and Area Studies.

    Pero el principal agradecimiento es para nuestros quince entrevistados, por haber accedido a realizar las entrevistas y por el tiempo que le dedicaron al proyecto. Como muestra de gratitud y en reconocimiento por sus cuantiosos aportes a la política comparada, a ellos dedicamos este libro. Resulta una verdadera tristeza que ni Gabriel Almond ni Barrington Moore Jr. hayan vivido para ver el resultado final.

    Agradecemos también a Robert Whiting, responsable de la titánica tarea de transcribir casi todas las entrevistas. En la Johns Hopkins University Press contamos con el apoyo de nuestro editor, Henry Tom, y recibimos las sugerencias de tres críticos anónimos de la editorial. También agradecemos la asistencia editorial de Claire McCabe Tamberino y el cuidadoso trabajo de corrección de Maria denBoer. Robert Adcock, Peter Andreas, Jason Brownlee, Melani Cammett, Houchang Chehabi, Thad Dunning, Sean Elias, Robert Fishman, John Gerring, Angela Hawken, Evan Lieberman, James Mahoney, Scott Mainwaring, Dietrich Rueschemeyer, Daniel Slater, Timothy Snyder, Judith Tendler, Kurt Weyland y Alan Zuckerman ofrecieron valiosos comentarios sobre diversos aspectos de este proyecto. Nuestro agradecimiento a Rocío de Terán por su ayuda en la entrevista a Linz, a Nancy Leys Stepan por colaborar en la entrevista a Stepan, y a Sebastián Mazzuca por su participación en la entrevista con O’Donnell.

    Para terminar, Gerardo Munck agradece a los muchos amigos que enriquecen su vida desde el año 2001, cuando surgió la idea de este proyecto, en el curso de largas conversaciones mantenidas en Illinois. El autor les agradece por recordarle que la vida se trata de mucho más que de ideas. Richard Snyder agradece a su esposa, Margarita, y a sus padres, Margaret y Roger, por su amor y su apoyo. También espera que Ellen Margarita Snyder, que llegó al mundo cuando el libro estaba próximo a completarse, algún día lo lea con interés y placer.

    Richard Snyder y Gerardo L. Munck

    ¹ Realizamos este análisis en el año 2000. Para otros esfuerzos posteriores para identificar obras canónicas en el campo de la política comparada, véase España-Nájera, Márquez y Vasquez (2003).

    ² Sobre la obra y el aporte de muchos de estos académicos, véase Skocpol (1984), Swedberg (1990), Lipset (1996), Daalder (1997a), Merritt, Russett y Dahl (2001), Rivista Italiana di Scienza Politica (2003), Pasquino (2005) y Velasco Grajales (2004).

    I. La dimensión humana de la política comparada

    Richard Snyder

    Este libro viene a llenar un vacío en el campo de la política comparada: faltaba un texto capaz de echar luz sobre la dimensión humana de la tarea académica y la complejidad del proceso de investigación.¹ La investigación en ciencias sociales, tal como se presenta en las publicaciones profesionales, se encuentra oculta detrás de una retórica de la impersonalidad, que esconde a las personas reales que realizan la investigación.² Los estudiantes que leen obras clave de este campo, rara vez conocen los objetivos y motivos no científicos que suelen llevar a los académicos a abordar un determinado problema de investigación, o la influencia de las redes de colegas, estudiantes y colaboradores (la universidad invisible) en esa tarea, ni siquiera los tropiezos y sorpresas inherentes al trabajo cotidiano real de la investigación. En ocasiones atisbamos este tipo de cuestiones en el prólogo de un libro, donde los autores corren el velo de la impersonalidad y revelan de manera selectiva algunas de las idas y venidas del verdadero proceso de investigación o del papel que tuvo su universidad invisible.³ Con todo, para cuando concluyen su formación, la mayoría de los estudiantes nada sabe sobre las personas que produjeron los libros y artículos que durante años han debatido, admirado y atacado. Los autores de las principales obras de este campo son, literalmente, sólo un nombre en la portada de un libro o junto al título de un artículo.

    ¿Cuál es el problema con esta situación? ¿Acaso la ciencia no debería ser impersonal? Ciertamente, el valor y la importancia de la investigación científica no dependen de quién sea el científico. Además, los estudiantes ya tienen bastante para aprender, por lo que centrarse en la dimensión humana de la investigación (incluso, tal vez, emocionándose al estilo de la revista People cuando descubren algún chisme jugoso) podría considerarse una pérdida de tiempo. Por otro lado, descubrir a las personas que producen las investigaciones y, especialmente, un conjunto pequeño de académicos destacados, tal como hacemos en este libro, podría fomentar un pernicioso culto a la personalidad. Entonces, ¿por qué vale la pena asomarse a la dimensión humana de la investigación comparada?

    En primer lugar, priorizar esta dimensión de la tarea académica contribuye a atravesar la fachada intimidante que hace que los autores de las obras más importantes de una disciplina aparezcan como figuras sagradas, difícilmente imaginables como seres humanos imperfectos (Berger, 1990, xvi). La información biográfica hace que los logros de los mejores académicos parezcan alcanzables, lo que a su vez promueve los mejores esfuerzos de parte de los estudiantes, porque no se coloca a las luminarias de la disciplina en la cima de un Olimpo inalcanzable.

    Segundo, el estudio de la dimensión humana revela la forma en que el proceso de investigación realmente se lleva a cabo, a menudo desviándose mucho de la versión estilizada que suele presentarse en los manuales de metodología y en los resultados de investigación finales y publicados. La investigación real, tal como la practican los quince académicos destacados sobre los que trata este libro, no procede de manera lineal y ordenada: al contrario, se trata de un proceso cargado de errores, falsas pistas y descubrimientos fortuitos. Al ir más allá de la retórica de la impersonalidad que caracteriza a las publicaciones profesionales, el estudio de la dimensión humana permite ajustar las expectativas de los estudiantes respecto de cómo funciona la investigación con las realidades de este proceso.

    En tercer lugar, esta perspectiva destaca el hecho de que una carrera en el campo de la política comparada requiere mucho más que el mero dominio y aplicación de técnicas de investigación. Así, la carrera académica abarca un conjunto de actividades clave, como la docencia; la participación en las comunidades departamentales y universitarias, y en asociaciones profesionales; la interacción con colegas, colaboradores y estudiantes; la asistencia y organización de conferencias y talleres profesionales; la búsqueda y solicitud de financiamiento para la investigación; la decisión acerca de si y cómo comprometer al público no académico, por ejemplo a los responsables de diseñar las políticas; y la elección de los tipos de proyectos de investigación a realizar en diferentes etapas de la carrera y de la vida. Si se exceptúa la docencia, en general a los estudiantes no se les capacita para enfrentar los diversos elementos que conforman el paquete característico de una carrera académica moderna. Si bien en algunos programas de posgrado se incluye algún seminario sobre los aspectos profesionales de la disciplina, en general centrados en las estrategias de publicación y de salida al mercado de trabajo, la mayor parte de los estudiantes llega a conocer los elementos no técnicos de una carrera académica de manera informal, a través de sus profesores. Al mostrar de qué manera los más destacados académicos estructuran sus carreras y equilibran las exigencias de la investigación, la docencia y los servicios que deben prestar a sus universidades y a su profesión, exigencias que, en ocasiones, son contradictorias, este libro ofrece valiosas enseñanzas sobre los diversos caminos que pueden transitarse hoy en el curso de una carrera académica en ciencia política.

    Las entrevistas incluidas en este libro constituyen un ejemplo de las ventajas de explorar la dimensión humana de la investigación. Por su parte, este capítulo introductorio pone el énfasis en otra ventaja de este tipo de estudios: la oportunidad de poner de manifiesto las habilidades, cualidades y hábitos mentales que llevan a la excelencia en política comparada. Si bien de las entrevistas con quince figuras destacadas de este campo durante el pasado medio siglo no es posible derivar la existencia de un único camino a la excelencia ni un molde que permita convertirse en uno de los mejores académicos, los mejores investigadores comparten tres características: 1) una rica experiencia de vida que despierta su interés por los temas de investigación y, lo que es más importante, que les proporciona razones poderosas para preocuparse por los problemas en los que trabajan; 2) pasión por la investigación, a menudo arraigada en las experiencias de vida y en un compromiso normativo, y 3) la voluntad de asumir riesgos intelectuales y profesionales. Los académicos entrevistados manifiestan, además, su gran preocupación por la alarmante escasez de estas cualidades que se constata en la actualidad entre estudiantes y profesores. Así, al centrarnos en la experiencia, la pasión y el riesgo, podemos comprender mejor los logros de los investigadores del campo de los últimos cincuenta años, pero también se ponen en evidencia los principales desafíos que hoy enfrenta la política comparada, a medida que nos adentramos en el siglo xxi.

    Es necesario advertir que la experiencia, la pasión y el riesgo no constituyen condiciones suficientes para alcanzar la excelencia en política comparada, ya que nuestros entrevistados también poseen muchas otras cualidades que contribuyen a su éxito: una inteligencia formidable, autodisciplina, ambición, perseverancia, creatividad, curiosidad sobre una amplia gama de fenómenos políticos y sociales, una extraordinaria capacidad de trabajo e, incluso, suerte.⁵ Además, tal como se evidencia en las entrevistas, cada académico posee una personalidad y un estilo intelectual característicos. Por otra parte, si para nuestras entrevistas hubiéramos tomado una muestra al azar de comparativistas, en lugar de incluir únicamente a los más destacados, también habríamos encontrado individuos apasionados y dispuestos a asumir riesgos en las filas de los profesionales menos reconocidos, e incluso entre los mediocres.⁶ Con todo, la combinación de experiencia, pasión y riesgo aparece como un importante y llamativo elemento común a los quince entrevistados, y debido a que en cada capítulo el énfasis está puesto en las características específicas de cada individuo, en este apartado nos centraremos en estos elementos compartidos.

    En las siguientes tres secciones mostramos que la experiencia, la pasión y el riesgo echan luz sobre las cualidades que distinguen a los mejores investigadores, pero también sobre los principales desafíos que enfrenta la política comparada en la actualidad. Luego, en el cuarto apartado, se discute la idea de que el estudio de la dimensión humana de la política comparada permite conocer con mayor profundidad uno de los aspectos más difíciles de comprender de la investigación científica: el proceso de generación de ideas. Por último, el capítulo exhorta a evitar la amnesia profesional: consideramos que la tendencia a descartar los trabajos de épocas pasadas, tildándolos de anticuados o incluso de no científicos, nos priva de poderosos modelos de excelencia y debilita nuestra confianza en los logros alcanzados por la política comparada. Así, es necesario fortalecer la memoria profesional, para conocer, enseñar e inspirarnos en la historia de nuestro campo.

    La experiencia: Una vida de gran riqueza

    Que vivas en épocas interesantes, Supuesta maldición china

    Todos los académicos entrevistados establecen una relación clara y explícita entre sus experiencias de vida y los problemas de investigación que eligen abordar. En algunos casos su interés se originó en un trauma de gran escala, como una guerra, una crisis económica o un periodo de inestabilidad política. Otros nos cuentan que comenzaron a pensar en un tema a partir de su participación política, el servicio militar o sus viajes al exterior. La imagen general que nos hacemos de estos académicos destacados no es la de ratones de biblioteca encerrados en sus cubículos, sino de personas comprometidas, con experiencias excepcionalmente ricas en el mundo real, en especial durante sus años de formación. Esto da lugar a una hipótesis provocativa: nuestra calidad académica depende de la calidad de nuestra experiencia de vida.

    ¿Por qué es tan importante la experiencia? ¿Cómo afecta la experiencia la calidad de la investigación? Si vivimos bajo regímenes no democráticos y represivos, como varios de los investigadores que entrevistamos, entonces el desafío de explicar el surgimiento y la caída de este tipo de regímenes deja de ser un mero acertijo intelectual para transformarse en una cuestión visceral relativa al bien y el mal. Así, los nexos entre las experiencias de vida y las preguntas de investigación pueden fomentar el nivel de compromiso y el impulso necesarios para sobresalir. En segundo lugar, la experiencia profundiza el conocimiento sobre la variedad de conductas de los seres humanos y el funcionamiento de los mundos sociales y políticos. El conocimiento fundado en la experiencia sirve como fuente de nuevas ideas y como base para poner a prueba (y, eventualmente, para cuestionar) las generalizaciones. En las entrevistas encontramos abundantes ejemplos de experiencias de vida que generan una dedicación apasionada a los problemas de investigación, así como un reservorio de conocimiento del que surgen nuevas ideas.

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    Los quince académicos incluidos en este libro pueden clasificarse de manera provechosa según el año y el lugar de su nacimiento.⁷ Como puede apreciarse en el cuadro I.1, estas dimensiones dividen a los investigadores en tres grupos: 1) estadounidenses mayores, nacidos en las décadas de 1910 y 1920 (Almond, Dahl, Huntington, Moore), 2) extranjeros nacidos en las décadas de 1920 y 1930 (Lijphart, Linz, O’Donnell, Przeworski)⁸ y 3) estadounidenses más jóvenes, nacidos en las décadas de 1930 y 1940 (Bates, Collier, Laitin, Schmitter, Scott, Skocpol, Stepan). El primero y segundo grupos comparten la experiencia del trauma social a gran escala: los cuatro estadounidenses nacidos en las décadas de 1910 y 1920 eran adultos jóvenes o adolescentes durante la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial. Dos de ellos (Almond y Dahl) prestaron servicio en las fuerzas armadas de Estados Unidos durante la guerra, y el tercero (Moore) trabajó para una agencia de inteligencia del gobierno (la Oficina de Servicios Estratégicos, oss, por sus siglas en inglés).⁹ Los tres investigadores europeos nacidos en las décadas de 1929 y 1930 (Linz, Lijphart y Przeworski) vivieron la dislocación social causada por la Segunda Guerra Mundial,¹⁰ mientras que O’Donnell, nacido en América Latina, vivió la crisis política y económica por la que atravesó Argentina en las décadas de 1950 y 1960. En cambio, los siete académicos estadounidenses nacidos en las décadas de 1930 y 1940 no vivieron de manera directa trastornos sociales a gran escala; con todo, eran adultos jóvenes en la década de 1960, durante los disturbios sociales y políticos asociados con el movimiento de los derechos civiles y la Guerra de Vietnam. Tal como lo revelan las entrevistas, estas experiencias tuvieron un profundo efecto en su labor académica.

    Los estadounidenses mayores y los extranjeros: El trauma de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial

    La Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial tuvieron una importante repercusión en los estadounidenses mayores. Así, Gabriel Almond vincula de manera explícita su investigación académica con su trabajo en el Servicio de Asistencia al Desempleo de los Chicago Stockyards (mataderos) durante la Gran Depresión. Cuando me hice mayor era un problema tras otro, un desastre tras otro… Me sentía conmovido por estos trabajadores desempleados de Chicago que venían y te decían: ‘mis hijos no tienen zapatos, y en invierno andan con los pies mojados, y luego se enferman. ¿Podría ver a mi trabajadora social para que me dé un certificado para presentar en una tienda y que me den un par de zapatos?’. Eso es lo que me transformó en una especie de científico social de la política de izquierda de aquella época. Como consecuencia de estas experiencias y de su trabajo posterior en las fuerzas armadas de Estados Unidos en Alemania, a finales de la Segunda Guerra, Almond afirma que siempre pensé que la ciencia política abordaba males urgentes y palpables, como el conflicto civil, la crisis económica y la pobreza, y la guerra (Almond, 2002, 2-3).¹¹

    Robert Dahl explica de manera fascinante cómo sus experiencias en el campo de batalla en Europa durante la Segunda Guerra influyeron de forma decisiva en su propósito de dedicarse a la academia: En algún momento, entre noviembre de 1944 y mayo de 1945, en algún lugar de Francia o de Alemania, vi con claridad que lo que más me gustaba hacer era leer, escribir y discutir ideas. Así que se hizo la luz y decidí que, si sobrevivía, me convertiría en académico. De hecho, sus experiencias de guerra lo llevaron a desarrollar el tema en el que se centró su trabajo académico: la democracia y sus enemigos, un tema cargado de compromisos normativos: Para la gente como yo, el peligro (muy real) de las décadas de 1930 y 1940 de que la democracia llegara a su fin, que fuera destruida, convenció a nuestra generación sobre la importancia de la democracia. Caímos en la cuenta de que las alternativas a la democracia eran mucho peores.

    El trabajo de Barrington Moore Jr. como analista del gobierno en la oss durante la Segunda Guerra le permitió entrar en contacto con un grupo extraordinario de intelectuales alemanes que habían huido de la Alemania nazi, como Herbert Marcuse, Otto Kirchheimer y Franz Neumann.¹² Gracias a su interacción con estos académicos emigrados, Moore aprendió a aplicar la teoría marxista al análisis histórico, una técnica que aplicaría más adelante y con gran provecho en su obra más importante, Social Origins of Dictatorship and Democracy (Moore, 1966). Así, el investigador concluye que por muchas razones, ese libro fue el resultado de mis experiencias en la oss.

    Los intereses de estudio de los investigadores extranjeros nacidos en las décadas de 1920 y 1930 (Linz, Lijphart, O’Donnell y Przeworski) estuvieron profundamente moldeados por el temor, la incertidumbre y las dificultades económicas que sufrieron durante la Segunda Guerra y bajo regímenes autoritarios represivos. Juan Linz, que vivió la Guerra Civil Española (1936-1939) durante su infancia, comenta: mi interés primero en problemas sociales y luego en la política es el resultado de vivir, prácticamente desde mi infancia… toda la compleja historia de Europa en los años de entreguerras, desde la Primera Guerra Mundial hasta el régimen del general Francisco Franco. Linz relaciona su pasado español con las preguntas de investigación que orientaron sus intereses:

    Ignorar la Guerra Civil y sus orígenes, o el régimen de Franco, no era concebible para un joven español como yo interesado en las ciencias políticas y sociales. ¿Y quién podría vivir la década de 1970 sin considerar las transiciones a la democracia? En cuanto comenzó la transición en Portugal, en 1974, cogí mi billete de avión y fui varias veces allí para poder seguir el proceso de democratización, asistí a reuniones de los partidos y a los mítines, y hablé con los políticos. Lo que estaba sucediendo en Portugal podría ser relevante para lo que pasaría en España, porque Franco no era eterno. Debido a tu biografía, tienes un interés personal y una implicación que motiva la selección de muchos problemas de investigación.

    Arend Lijphart presenta una vívida descripción del temor y la privación que sufrió cuando niño en los Países Bajos, durante la Segunda Guerra. Recuerda los combates aéreos sobre la ciudad donde vivía, la escasez de alimentos y a un refugiado que había escapado de los alemanes y se escondía en su casa. A la hora de evaluar la relación entre estos acontecimientos y sus investigaciones posteriores, Lijphart concluye que mi experiencia de la Segunda Guerra me hizo extraordinariamente contrario a la violencia, y me atrajo especialmente a las preguntas relativas a la paz y a la violencia.

    Guillermo O’Donnell, que creció en Argentina durante la década de 1950, casi fue arrestado cuando el grupo estudiantil en el que participaba entró en conflicto con la dictadura de Juan Perón. Luego, durante las dictaduras militares de la década de 1970, O’Donnell recibió amenazas de grupos armados de la derecha y de la izquierda del espectro ideológico. El académico establece un vínculo directo entre estas experiencias aterrorizantes y su trabajo como científico social: He hecho investigaciones sobre preguntas originadas en el hecho de que teníamos regímenes horribles en América Latina, y porque yo prefería por mucho la democracia. Adam Przeworski, que creció en la Polonia comunista de las décadas de 1940 y 1950, recuerda que la vida cotidiana de cada quien estaba permeada por eventos macropolíticos internacionales. Todo era político. Al igual que O’Donnell, Przeworski también tuvo problemas con la dictadura que gobernaba su país y que lo forzó al exilio.

    Así, a consecuencia de sus experiencias formativas, las principales preguntas de investigación en las que se centraron estos académicos —¿por qué se quiebran las democracias?, ¿cómo lograr una democracia estable?, ¿cuál es la relación entre democracia y capitalismo?— no eran abstracciones, sino problemas palpables con una elevada carga normativa.

    Los estadounidenses más jóvenes: La turbulenta década de 1960

    Los siete académicos más jóvenes (Bates, Collier, Laitin, Schmitter, Scott, Skocpol y Stepan) crecieron en Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960, por lo que no estuvieron expuestos a las adversidades propias de la crisis económica, la guerra y los regímenes represivos que habían vivido sus antecesores estadounidenses y sus contemporáneos extranjeros. Todos eran demasiado jóvenes como para recordar la Gran Depresión o para prestar servicio durante la Segunda Guerra. Con todo, muchos de estos investigadores señalan que fueron los acontecimientos políticos vividos en la década de 1960 —el movimiento por los derechos civiles y la Guerra de Vietnam— los que despertaron su interés por la política comparada. James Scott participó en el movimiento por los derechos de los estudiantes y en numerosas marchas por los derechos civiles como líder de la Asociación Nacional de Estudiantes. De hecho, su compromiso político generó roces y desacuerdos con sus profesores de ciencia política de Yale, donde realizó sus estudios de doctorado. Según Scott, lo primero que hice apenas ingresé al programa de posgrado fue intentar que se aprobara una resolución estudiantil en contra de la invasión de Bahía de Cochinos. Los profesores se volvieron totalmente locos con esto y trataron de detenerlo, porque pensaban que los estudiantes de posgrado eran profesionales que no debían tomar partido político. De la misma manera, Skocpol se describe a sí misma como una defensora acérrima del movimiento en contra de la guerra y relata cómo el trabajo voluntario que realizó durante su carrera enseñando a estudiantes afroamericanos en Misisipi le ofreció una forma de participar en el proceso de cambio social a gran escala.

    En este grupo de académicos la variedad de experiencias extracurriculares en las que se embarcaron (desde los viajes y estudios en el exterior, hasta el servicio en el Cuerpo de Paz, una pasantía en la ciudad de Washington y el servicio militar) in­fluyeron en su decisión inicial de dedicarse a las ciencias sociales, pero también en su posterior elección de preguntas de investigación. El viaje de Bates a África con su escuela secundaria marcó el comienzo de un amor por la región que duraría toda su vida: Decidí que el viaje a África había sido la experiencia más importante de mi vida, y quería una carrera que me ayudara a regresar al continente tantas veces como fuera posible. Luego, su fascinación por África se profundizó gracias a una pasantía de verano en el Departamento de Estado durante sus estudios de licenciatura. En el caso de Schmitter, su interés por América Latina surgió luego de estudiar pintura en México. Stepan pasó seis meses viajando alrededor del mundo cuando completó su carrera, una experiencia que lo expuso a las desconcertantes diferencias que existen de un país a otro en la relación entre religión y política, un tema que figuraría entre los más importantes de su trabajo décadas más tarde. De hecho, la decisión de Stepan de escribir su tesis de doctorado, que luego se transformaría en su primer libro, sobre el papel de las fuerzas armadas en la política brasileña no puede entenderse si se ignora la experiencia que había tenido el investigador en el Cuerpo de Marines de Estados Unidos y como periodista en América Latina (Stepan, 1971). De la misma manera, el tiempo que pasó Laitin como voluntario del Cuerpo de Paz en Somalia fue una experiencia tan estimulante que terminó por influir en sus investigaciones sobre la lengua y la política dentro y fuera de África. Las experiencias extracurriculares de estos académicos más jóvenes ampliaron sus horizontes y les produjeron un entusiasmo por las cuestiones políticas sustantivas, por lo que funcionaron como sustitutos menos traumáticos de la guerra, la represión y la dislocación económica, experiencias por las que pasaron sus antecesores y sus pares extranjeros, quienes vivieron en épocas más interesantes, como dice la maldición china.

    ¿Y qué hay de tu experiencia?

    Todos los investigadores que entrevistamos manifiestan la preocupación por la falta de experiencia de los estudiantes actuales.¹³ Linz observa que muchos estudiantes "por lo general van de un buen centro de enseñanza media a una buena universidad, obtienen buenas notas y pasan directamente a los estudios avanzados después de haber elegido, ya en el college, como especialidad el mismo campo en el que luego van a hacer estudios de posgrado. No han hecho otra cosa más que estar en la universidad, y eso puede ser una desventaja. Dahl también advierte: Tengo la impresión de que, a pesar de que muchos de ellos tienen una mejor educación al finalizar la escuela secundaria de lo que yo tenía cuando egresé de la universidad, hoy los estudiantes de posgrado no tienen esa profundidad de la experiencia humana con gente común que no pertenece al mundo académico". Przeworski expresa la misma preocupación:

    La gente que entró a hacer estudios de posgrado durante la era de Vietnam, la generación de la revolución cultural estadounidense, había experimentado mucho en su vida. Tenían sentimientos intensos sobre política, cultura y sociedad. Lo que sucedía con frecuencia es que habían hecho algo más, usualmente militancia política, y volvían a la universidad a reflexionar sobre sus experiencias, generalmente vistas como fracasos. Con mucha frecuencia era difícil enseñarles, dado que desconfiaban del positivismo y eran hostiles a la metodología rigurosa… Pero les importaba profundamente la política; la estudiaban porque querían cambiar el mundo. Hoy la situación es diferente. Estos chicos, porque son chicos, que hacen hoy estudios de posgrado, en general han crecido en tiempos excepcionalmente pacíficos, prósperos y no conflictivos. Estos estudiantes son inteligentes, están bien educados y ansiosos por aprender, pero no tienen pasiones o intereses… Estos chicos absorben la educación y las herramientas muy fácilmente, pero cuando llega el momento en que tienen que empezar a formular preguntas, no tienen nada que preguntar.

    Si acaso, tal como sugieren las entrevistas, la calidad de la investigación comparada depende en parte de la calidad de las experiencias de vida de quienes la llevan a cabo, entonces la falta de experiencia de los actuales estudiantes que advierten Linz, Dahl y Przeworski genera inquietud por la futura vitalidad del campo. ¿Qué podemos hacer para remediar este déficit? ¿Cómo podrían enriquecer sus vidas estos aspirantes a académicos que no han vivido ni crisis económicas, ni guerras, ni regímenes políticos represivos (es decir, que han tenido la suerte de vivir en épocas relativamente poco interesantes), a fin de mejorar la calidad de su trabajo?¹⁴

    Una posible manera de ganar experiencia es evitar seguir estudios de posgrado inmediatamente después de obtener el título de licenciatura y, en cambio, tomarse un tiempo para viajar o trabajar, experiencias que pueden abrir el gusto por la investigación comparada. Lamentablemente, los comités de admisión de los programas de doctorado en ciencias sociales probablemente otorgan una importancia insuficiente a las experiencias extracurriculares y están demasiado ansiosos por admitir estudiantes recién recibidos. Las maestrías en administración de empresas suelen incluir entre sus requisitos que los aspirantes hayan pasado varios años dedicados a adquirir experiencia práctica, y los programas de doctorado en ciencias sociales harían bien en adoptar ese tipo de estándar. En suma, los docentes deberían decirles ¡no te apresures! a los estudiantes de licenciatura que estén pensando seguir una carrera académica.

    Además de viajar y adquirir experiencia laboral no académica, otra manera de ampliar los horizontes consiste en aprender un idioma nuevo o incluso leer obras literarias. En ambos casos estamos expuestos a diferentes formas de pensar, y la li­teratura también nos ayuda a familiarizarnos con la variedad de las conductas hu­manas. Otra forma de suplir la falta de experiencia es investigar en un país extranjero, especialmente en el caso de estudiantes que ingresan a programas de doctorado inmediatamente después de completar sus estudios de licenciatura. En las palabras poco sutiles de Bates, el trabajo de campo es la cura para las tonterías. Cuando haces trabajo de campo, tus problemas de investigación salen de la realidad. En este caso, vale la pena re­petir el consejo no apresurarse: hoy en día se suele presionar a los estudiantes de posgrado para que concluyan sus doctorados rápidamente, en cinco o, a lo sumo, seis años. Esta presión, que en gran parte debe originarse en las medidas de gestión de costos que toman los administradores de las universidades, dificulta el objetivo de adquirir experiencia con trabajo de campo prolongado o con un intercambio estudiantil en el exterior. A la luz de la relación que se revela en este libro entre las experiencias de vida y la excelencia en la investigación comparada, cualquier intento de acortar la extensión de los programas de doctorado a expensas del tiempo que pasan en el campo los estudiantes con déficits de experiencia podría resultar bastante costoso.

    De la misma manera, la búsqueda de nuevas experiencias no debería concluir con la obtención del título de posgrado. Como observa Schmitter, Para ser un buen comparativista, uno también debe ser comparativo. Es decir, uno debe acostumbrarse a vivir en culturas diferentes y a estar del lado de afuera. Uno debe estructurar su vida de manera comparativa, y buscar siempre oportunidades para viajar a diferentes países. Esta búsqueda de experiencias de gran riqueza, que le infunde sentido y propósito a nuestro trabajo, que proporciona nuevas ideas y profundiza el conocimiento sobre la amplia gama de comportamientos humanos, es un esfuerzo que dura toda la vida.

    La pasión: Los aspectos emotivos y normativos de la investigación

    Soy un cerebro, Watson. El resto es un mero apéndice.

    Sherlock Holmes¹⁵

    La inspiración no tiene un papel menos importante en el campo

    de la ciencia que en el terreno del arte.

    Max Weber¹⁶

    Cuando asegura que es sólo un cerebro, Sherlock Holmes evoca la idea comúnmente aceptada de que la investigación científica es una tarea desapasionada, llevada a cabo por cerebros en formaldehído. Desde esta perspectiva, las emociones, los sentimientos y cualquier otro aspecto caliente de la naturaleza humana son agentes contaminantes que enturbian el juicio racional y frío y que, por la misma razón, obstruyen el progreso científico. La pasión no tiene lugar en la ciencia.

    Sin embargo, las entrevistas incluidas en este libro representan un cuestionamiento a esta idea de que la ciencia es una tarea fría y desalmada. En cambio, los estudiosos respaldan la afirmación de Weber, de que la inspiración no tiene un papel menor en la ciencia que en el arte. Los mejores académicos de política comparada son apasionados de su trabajo; de hecho, a menudo describen sus investigaciones en términos claramente emocionales. O’Donnell se ve a sí mismo como alguien que lidia con el tipo de problemas del mundo real que me molestan profundamente cuando me estoy afeitando, y afirma que a lo largo de su vida se ha sentido obsesivamente preocupado por las desventuras políticas de su país, Argentina. Almond reflexiona sobre aquello que lo motivó a continuar investigando luego de alcanzar los noventa años, y afirma que disfruto resolviendo un problema; es emocionante. Dahl también observa que en el caso de los mejores estudiantes, el estudio de la política no sólo compromete su intelecto, sino también su sistema somático. Hay sentimientos, emoción. Por último, al reflexionar sobre su trabajo de campo etnográfico durante dos años en un poblado malayo, Scott llega a la conclusión de que resulta realmente muy productivo preocuparse intelectualmente por algo, a tal punto que termina ocupando todas tus horas de vigilia y de sueño, e incluso te sorprendes a ti mismo soñando despierto sobre ese problema. Es algo grandioso para generar ideas.

    De hecho, el compromiso emocional tal vez sea incluso necesario para producir investigación de excelencia (Zuckerman, 1991, cap. 6). Dahl propone una hipótesis provocativa: la calidad de nuestro trabajo depende de cuánto lo disfrutemos. Así, las entrevistas muestran que en la investigación científica el disfrute es un elemento importante. Linz comenta: cada vez que sigo una corazonada y esta encaja, resulta interesante y grato. Aprendo algo y, por suerte, la sociedad me paga por pasarlo bien. Cuando le preguntamos a Moore qué lo motivaba a seguir trabajando a sus 89 años de edad, respondió: hay cierta cantidad de curiosidad intelectual y de placer intelectual que en parte surge de la resolución de problemas. La descripción que hace Stepan de su trabajo conjunto con Linz, que incluía largas sesiones de colaboración que a menudo se prolongaban hasta las tres de la mañana y que dejaban en su sala libros, artículos y mapas desparramados, evoca una imagen de juego infantil. Por su parte, Przeworski es más conciso: simplemente me gusta la investigación.¹⁷

    ¿Dónde se origina este entusiasmo por la investigación? En parte proviene del placer que les genera el trabajo académico, pero a menudo la pasión por la investigación tiene su origen en algo más profundo: la convicción de que las preguntas que investigan poseen una importancia normativa y que, por eso, su trabajo tiene consecuencias en el mundo real de la política, las políticas públicas y la opinión pública. Este convencimiento impregna de significado la investigación, lo que a su vez produce pasión por la tarea.

    Pero, ¿acaso los motivos y objetivos normativos son compatibles con la ciencia? Si nos guiamos por el punto de vista de la economía política positiva, una corriente hoy muy influyente del campo de la ciencia política, la respuesta es negativa. De hecho, esta escuela en parte basa sus aspiraciones científicas en el hecho de que se ocupa de estudiar cómo son las cosas, y no cómo deberían ser, un aspecto del que tendría que ocuparse la teoría no científica, normativa (Alt y Shepsle, 1990).¹⁸ Las entrevistas de este libro cuestionan la idea de que la teoría positiva y la teoría normativa deberían operar en diferentes esferas: algunos de los académicos más influyentes en política comparada conscientemente abarcan tanto la investigación positiva como la normativa. Dahl se describe a sí mismo como un investigador que combina cómodamente los aspectos normativos y éticos de la ciencia política, con los aspectos empíricos y, por ende, científicos, de esta disciplina. Asimismo, dice que es lamentable que hoy muchos politólogos se sientan incómodos a la hora de vincular la teoría política normativa con las ciencias sociales basadas en la investigación empírica, lo que perjudica a ambas partes […] Porque es muy difícil formular preguntas de investigación importantes si uno no las define en términos de su valor humano, en términos del efecto que tendrán si logran ser respondidas. Lijphart describe su trabajo en los mismos términos:

    Creo que mi trabajo de investigación comienza siempre con una variable importante a nivel normativo; es decir, algo que puede caracterizarse como bueno o malo, como la paz o la violencia. Luego paso a investigar qué es lo que produce estos resultados diferentes. Y, por último, termino presentando recomendaciones, es decir, medidas que podrían generar el resultado deseado. No veo una tensión entre las preocupaciones normativas y el deseo de hacer ciencia. De hecho, creo que de la mayoría de las relaciones empíricas puede derivarse una conclusión normativa, prescriptiva.

    Como puede apreciarse en estos ejemplos, la convicción de que uno aborda problemas de importancia normativa, con consecuencias en el mundo real, le otorga significado a la investigación, lo que a su vez contribuye a generar y a mantener el entusiasmo por la tarea académica. Además, es factible combinar un énfasis en preguntas de investigación significativas en términos de nuestros valores y compromisos morales, con la búsqueda de respuestas que no deban sacrificar la imparcialidad, el rigor y la objetividad (Weber, 1949, 49-112).¹⁹ Así, los esfuerzos por construir un muro entre la teoría positiva y la normativa son vanos, y debido a que podrían consumir la pasión por la investigación, deberían evitarse.

    La pasión perdida: La jaula de hierro del profesionalismo

    Los académicos entrevistados en este libro comparten su preocupación por la falta de pasión de los actuales estudiantes y docentes. Skocpol observa: Charlo con muchos estudiantes que me dicen que se sienten limitados. Parecen elegir sus preguntas de investigación por obligación, y trabajar sobre un tema en particular porque es lo que se espera de ellos para pasar a la siguiente etapa profesional. No estoy segura de que la mayoría esté guiándose por el olfato o confiando en que su curiosidad los llevará a formular una pregunta importante. En la misma línea, Dahl comenta que "a veces miro los artículos publicados en la American Political Science Review y no puedo evitar preguntarme, ‘¿acaso este tema le emociona a esta persona?’. A Scott también le inquieta que demasiados profesores y estudiantes conciben el trabajo académico como una carrera, como un trabajo de nueve a seis".²⁰

    ¿Qué hacer con esta falta de pasión? En primer lugar, los docentes deben transmitir mejor el entusiasmo por su trabajo a los estudiantes: si los profesores muestran escasa pasión, dan a entender que la tarea académica es un trabajo de nueve a seis, y no podemos reprocharles a los estudiantes si ellos también se comportan de esta manera. Segundo, los docentes pueden requerir tareas basadas en investigaciones de primer nivel, llevadas a cabo por académicos profundamente comprometidos con lo que hacen. Este es el tipo de estrategia que aplica Bates cuando les asigna regularmente a sus alumnos el libro Private Power and American Democracy, de Grant McConnell (1966). El libro transmite de manera palpable la ira del autor frente al uso del poder público para fines privados, y le ofrece al lector, como afirma Bates, un motivo para preocuparse, una razón para enojarse y acompañar al autor en el placer de la cacería.

    Otra forma de generar y mantener el entusiasmo entre docentes y estudiantes consiste en promover la creación de comunidades interactivas que rompan con los límites de la rutina del horario. Schmitter menciona que la mayoría de sus colegas de la Universidad de Chicago vivían en el mismo barrio (Hyde Park), por lo que solían encontrarse con frecuencia fuera del lugar de trabajo. Esta interacción generaba interminables conversaciones y discusiones, incluso entre colegas con perspectivas bastante diferentes sobre el estudio de la política. Gracias a estas conversaciones los docentes se mantenían desafiados, comprometidos y entusiasmados. Skocpol advierte que los grupos de estudio en los que participó durante sus estudios de posgrado tenían un efecto similar, al igual que los talleres semanales de docentes y estudiantes en los que tomó parte más adelante, como docente de las universidades de Chicago y Harvard. Estos ejemplos sugieren que para encender la pasión por la política comparada necesitamos dedicar mayores esfuerzos a organizar comunidades de aprendizaje de manera tal que logren generar entusiasmo por la investigación.

    Finalmente, la tarea también supone reconocer que el compromiso emocional, los compromisos normativos y la excelencia en la investigación no son en absoluto elementos incompatibles entre sí: algunos de los mejores académicos de este campo se reconocen explícitamente guiados por inquietudes tanto normativas como positivas. El estudio de los problemas que nos importan no sólo es factible, sino deseable. Con todo, cuando no se cuenta con ricas experiencias de vida y compromisos normativos, la búsqueda de un tema de investigación que nos apasione puede resultar una tarea ardua.

    La disposición a asumir riesgos

    La tercera cualidad que comparten nuestros entrevistados, además de las experiencias de vida y la pasión, es la audacia. Los mejores investigadores de política comparada han asumido riesgos profesionales, intelectuales e incluso personales, en tres áreas clave: 1) la forma de definir las relaciones con sus profesores, 2) la forma de posicionarse en relación con la corriente académica dominante y 3) los tipos de preguntas que estudian.

    Los profesores

    A menudo es complicado definir nuestra relación con mentores y consejeros, ya que intentamos encontrar el equilibrio entre la autonomía y la independencia frente al impulso de emular e incluso imitar a un profesor que admiramos. Además, y aunque no sean conscientes de ello ni lo admitan, muchos profesores esperan lealtad e incluso obediencia, de parte de sus estudiantes. El riesgo de desafiar a un director de tesis puede causar un gran temor, porque el apoyo de un mentor puede representar un elemento clave a la hora de obtener un trabajo o empezar una carrera exitosa. Con todo, en las entrevistas encontramos numerosos ejemplos de académicos que decidieron asumir este tipo de riesgo.

    El primer artículo de Skocpol (1973) fue publicado cuando aún se encontraba cursando el doctorado y consistía en una reseña crítica del libro Social Origins of Dictatorship and Democracy (1966), la obra maestra de su profesor, Barrington Moore. Stepan decidió ignorar la advertencia de su tutor, que intentó disuadirlo de escribir su tesis de doctorado sobre las fuerzas armadas en Brasil (Stepan, 1971), un tema que, a su parecer, sería demasiado difícil de investigar. Schmitter y Laitin tuvieron la audacia de discrepar abiertamente con sus profesores de la Universidad de California en Berkeley. En un curso con Seymour Martin Lipset, Schmitter se atrevió a decirle al profesor que se equivocaba al afirmar que en las democracias los partidos políticos son los principales vehículos de representación. De la misma manera, cuando en una clase Ernst Haas, el mentor de Laitin, ridiculizó los intentos de Karl Deutsch de diseñar una medida objetiva de las emociones humanas, Laitin defendió a Deutsch de las críticas de Haas. Bates y Przeworski afrontaron otro tipo de riesgo: decidieron no tener mentor. En la Universidad de Northwestern, donde obtuvo el doctorado en ciencia política, Przeworski no era el estudiante de ningún profesor. Bates, con un perfil similar pero en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (mit, por sus siglas en inglés), dijo: lo que hice, básicamente, fue ir a África, hacer lo mío, y al final dejar una pila de páginas con mi tesis sobre los escritorios de la gente.

    Sin embargo, no todos los académicos entrevistados buscaron definir una posición autónoma respecto de sus profesores. Moore y Scott comentan que sus tesis de doctorado y sus primeras publicaciones fueron una imitación del trabajo de sus tutores. Al referirse a su tesis de doctorado, que luego se transformó en un libro, Scott afirma que intentó seguir los pasos de su tutor, Robert Lane, a través de la aplicación de su marco teórico al estudio de la ideología política en Malasia (Lane, 1962; Scott, 1968). Si bien el primer libro de Scott fue bien recibido por sus tutores, el autor considera que se trató de un éxito barato, porque fue duramente criticado por especialistas en el caso malayo, que lo consideraron pobre a nivel empírico. Así, Scott concluye que la lectura de su primer libro no merece mucho la pena. Moore también juzga con dureza su primera publicación académica, un análisis de la estratificación social en diferentes países (Moore, 1942): Estaba copiando a mi profesor [George] Pete Murdock. Hoy [ese artículo] es casi una broma.

    Estos ejemplos no intentan sugerir que los estudiantes de posgrado deberían rebelarse contra sus profesores y prescindir alegremente de un mentor. Con todo, algunos de los mejores académicos se caracterizan por tener esta voluntad de manifestar su desacuerdo y una posición independiente de la de sus profesores.

    La corriente dominante

    Los mejores investigadores asumen riesgos en una segunda área: en la forma de posicionarse en relación con la corriente predominante en la disciplina. Algunos de los académicos entrevistados en el libro manifiestan una incansable determinación por dedicarse a sus intereses y sus pasiones, incluso a riesgo de ser marginados por la profesión. Durante la década de 1970, Bates se encontró en los límites de la disciplina debido a su foco sustantivo en África y por utilizar la teoría de la elección racional en un momento en que otros enfoques, como las teorías de la dependencia y de la modernización, dominaban el campo de la política comparada.²¹ En sus propias palabras, sentía que me encontraba en los márgenes de la profesión, y estaba feliz por eso. Es decir, era un africanista. No te haces africanista para estar en la corriente principal. De manera similar, Laitin pasó gran parte de la primera década de su carrera profesional consintiendo su fascinación por la cultura política de Somalia, a pesar de ser claramente consciente de que el tema generaba escaso interés en el campo. Laitin observa con aspereza: tuve cero influencia en la profesión. De hecho, durante los primeros doce o trece años de mi carrera no logré aparecer en ninguna nota al pie importante… Las únicas veces que otros autores me citaban, solían señalar: ‘Somalia está ubicada en la costa este de África, véase David Laitin’. Como joven profesor asistente, Scott decidió cultivar su pasión por el sudeste asiático tomándose una licencia de un año para dedicarse a estudiar las obras históricas y antropológicas clásicas sobre la región. El investigador recuerda la crítica devastadora de un colega: eres un tonto, Scott. Dedicarte al sudeste asiático es una estúpida pérdida de tiempo. La ciencia política no va hacia allí. Es el fin de tu carrera.

    Otro ejemplo de actitud arriesgada en relación con la corriente prevaleciente en la disciplina es la forma en que los académicos presentan sus investigaciones. Los entrevistados no siempre siguen la estrategia dominante de publicar libros y artículos en revistas arbitradas. Por ejemplo, tanto Linz como Stepan tienden a escribir manuscritos de más de cien páginas, que resultan demasiado extensos para publicar como artículos en revistas especializadas, pero demasiado breves para transformarse en libros. En consecuencia, muchos de sus trabajos han aparecido en compilaciones, un formato que suele atraer menor atención que los artículos o los libros. Lo que es más, durante muchos años uno de los trabajos más influyentes de Linz sobre la democracia presidencialista sólo se encontraba disponible como samizdat (manuscrito clandestino), hasta que finalmente se publicó una versión abreviada (Linz, 1990a).²²

    Preguntas

    Los académicos entrevistados también asumen riesgos con las preguntas de investigación que eligen formular, y muchos de ellos se embarcaron en la tarea de responder grandes preguntas, de una amplitud tal que requiere una enorme inversión de tiempo y energía, aunque con resultados inciertos. También se observan esfuerzos por formular nuevas preguntas, diferentes de las que habían caracterizado las investigaciones previas. Algunos de los mejores investigadores muestran una incansable curiosidad, que los lleva a buscar nuevos problemas y temas en lugar de aferrarse a la seguridad de los viejos temas, en los que tienen antecedentes de éxito.

    Grandes preguntas.

    Muchos de los entrevistados presentan una sorprendente voluntad de abordar preguntas ambiciosas: ¿Por qué algunos países son democráticos y otros no lo son? ¿Cuáles son las causas de la revolución? ¿Cómo se explica el desarrollo económico? Este tipo de preguntas pueden requerir una cantidad extraordinaria de energía y paciencia.

    En el libro Social Origins of Dictatorship and Democracy (1966), Moore presenta un análisis de ocho países a lo largo

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