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Estamos encerrados dentro de la jaula de hierro descrita hace casi un siglo por
Max Weber y muy poco hacemos para limar sus barrotes cubiertos de seda,
hipnotizados totalmente por la magia del marketing, por los estilos de vida
impuestos por una óptica cultural homogeneizante, por nuestra estrechez de miras
con respecto a los temas públicos relevantes, que son arrastrados y naufragan en
las aguas servidas de una opinión pública mediocre, frívola y preocupada
mayormente por las vicisitudes de aquellos seres light, que gracias al poder de
definición de los medios de comunicación se elevan a la categoría de personajes y
héroes de la vida nacional. No basta sino mirar la escandalosa oferta de revistas
y publicaciones de corte hedonista-narcisista dispuesta por doquier en
hipermercados, kioscos callejeros, ventas ambulantes y la extensa lista de
novelas, culebrones, seriados y demás esperpentos mediáticos ante los cuales
nuestra capacidad de asombro queda copada y que desgraciadamente inducen de forma
subliminal mentalidades acordes con el ethos dominante en la cultura occidental.
Sea este pequeño exabrupto sobre nuestra condición de superhombres de masa una
oportunidad para reflexionar sobre el grado de conocimiento como ciudadanos sobre
el estado actual de nuestro medio ambiente ( o miedo ambiente…?) y nuestros
recursos naturales y la enorme disputa generada entre los países del mundo con
respecto a su utilización , modos de acceso, regalías por uso y derechos de
propiedad sobre una amplia gama de aspectos relacionados con el manido pero
crucial tema de la biodiversidad existente en los países del sur, para utilizar
los términos del discurso de la ecología política, disciplina reciente pero con
una gran influencia en la actualidad.
No sobra hacer alusión al llamado ADPIC, TRIP por sus siglas en inglés discutido
y aprobado en las rondas del GATT, o Acuerdo sobre Derechos de Propiedad
Intelectual relacionados con el Comercio, que todavía es objeto de discusión en
las sesiones de la OMC y que ha recibido una fuerte oposición de algunos países
miembros de esa organización y en vía de desarrollo, pero inmensamente ricos en
biodiversidad liderados por Brasil, debido a las onerosas condiciones y claúsulas
que en el sentir de muchos facilitan el saqueo legal de nuestros recursos
naturales por parte de las trasnacionales. Valga la pena anotar que Colombia se
encuentra en el grupo de países que han encontrado razones valederas en el
discurso de ambos bandos, llamados así ya que las negociaciones en algunas
ocasiones tomaron el cariz de un enfrentamiento Norte-Sur.
Este enorme reto que implica ser parte de una organización mundial superpoderosa
debe ser asumido con una nueva óptica y debe ser objeto de una análisis profundo
por parte de los Estados, la sociedad civil, las ONG´S e igualmente las empresas
locales que día a día viven el drama de la pérdida de sus mercados y su quiebra
económica debido a la presión y mayor poder de inversión, innovación tecnológica,
posicionamiento y negociación de los empresarios internacionales, cuyos intereses
se basan en el principio del mercado libre, enorme Leviatán que absorbe y
desaparece entre sus fauces a aquellos que no están preparados para las actuales
directrices de intercambio comercial de bienes y servicios.
Las nuevas luchas por la protección del medio ambiente y la biodiversidad no son
adelantadas precisamente por los gobiernos del tercer mundo o nuestra sociedad
civil, la cual acusa una falta de conocimiento y una apatía a intervenir en temas
tan delicados y vitales para la sobrevivencia y soberanía de las naciones. No
existe una opinión pública informada y concientizada sobre los riesgos que
entrañan los nuevos acuerdos comerciales que actualmente se discuten en todo el
mundo y que involucran de manera amplia la biodiversidad y los derechos de
propiedad intelectual sobre este valioso patrimonio. Esta falta de conciencia y
posición ética sobre lo público, mal endémico de nuestros países no permite tener
claridad sobre las nuevas obligaciones que le están siendo impuestas a los
gobiernos pobres en materia de biodiversidad y sobre el proceso de reconversión
ecológica que contempla la nueva política conservacionista del primer mundo,
limitando los servicios ambientales que puede prestar nuestro capital ecológico,
favorecido por las ventajas comparativas que le da la ubicación geográfica de
algunos países. La función de captura de bióxido de carbono, el valor ecoturístico
de nuestros ecosistemas y el nivel de degradación del medio ambiente, son tomados
como excusa por algunas multinacionales, dentro de la nueva racionalidad
económica-ecológica, para obtener beneficios mediante la apropiación sistemática
de nuestros recursos naturales y del conocimiento tradicional de nuestras
comunidades, citando nuevamente a Enrique Leff:
Sin embargo este megapoder generado dentro del seno de la OMC, que supera con
creces y anula la capacidad decisoria y la autonomía de muchos países no debe ser
visto como el nuevo Leviatán que es, sin considerar antes el potencial poder de
negociación que tienen muchos países del sur ricos en biodiversidad y recursos
naturales. La lucha entre lobos en materia comercial, cuyas dentelladas son
administradas por este máximo organismo internacional, debe ser orientada de
manera proactiva por los negociadores del tercer mundo. Debemos ser conscientes de
nuestra riqueza y de nuestras posibilidades en el mercado mundial de bienes y
servicios, especialmente los de tipo ambiental, cuyas utilidades obtenidas en el
libre mercado pueden ayudar al diseño e implementación de políticas de creación y
reactivación de sectores productivos dedicados a los bienes manufacturados donde
se tengan ventajas comparativas y al establecimiento de un mercado de servicios
basados en avances tecnológicos. No sobra decir que esta utopía (aquí podría
decir que casi se peca de excesivo optimismo) debe ser compartida en la medida de
lo posible por una mayoría de ciudadanos afectos a la discusión de los asuntos
públicos y debe enfrentar el fatalismo endémico que se ha perfilado como uno de
los rasgos de nuestras “identidades nacionales “.
BIBLIOGRAFIA CONSULTADA
Max –Neef Manfred; “La Economía Descalza”. Fundación Fica. Bogotá 1984.