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“ LOS UMBRALES ESPACIALES DE LA MODERNIDAD”

Fernando Arizpe

1
“ LOS UMBRALES ESPACIALES DE LA MODERNIDAD”

Contenido.

Introducción 3
1 Los umbrales urbano-arquitectónicos de la primera
mundialización. 4

2 6
América Latina y la primera modernidad mundializada.
3 7
Atenas, Teotihuacan, Chartres y San Pedro.
4 9
Los umbrales de los siglos XVI y XVII en América.
5 13
Los umbrales de Versalles.
6 14
Los umbrales europeos como escenario revolucionario.
7 17
Los umbrales revolucionarios en Argentina y México.
8 21
Haussmann, Garnier, Soria y Cerdá.
9 25
Los umbrales de Paris y Londres.
10 27
Los umbrales de la Ciudad Jardín y el Movimiento
11 Moderno. 35
12 Los discursos posmodernos. 37

Entre el umbral de la exclusión y el espacio virtual de la


13 ciudad globalizada. 39

14 Los umbrales de segregación en Latinoamérica. 45

El umbral entre la Arquitectura y el Arquitecto. 50

Bibliografía.

2
HISTORIA DE LA ARQUITECTURA Y EL URBANISMO

LOS UMBRALES ESPACIALES DE LA MODERNIDAD

Introducción

El estudio de la historia de la arquitectura y el urbanismo,


adquiere una valoración mayor en la medida en que su abordaje
va dependiendo de análisis que lo enriquecen, cada vez más, por
la incorporación de nuevas relaciones temáticas entre sus aspectos
espaciales, in espaciales y temporales que, inevitablemente, surgen
con la intención de sintetizar y explicar de manera más precisa
las lógicas de una determinada realidad.

En el presente trabajo intento establecer una relación entre la


evolución de la Modernidad en los espacios de transición urbano
arquitectónicos, tanto en Europa como en América Latina. Siendo
importante aclarar que tanto la precisión espacial como la
temporal, implican recorridos de carácter complejo1, en los que
necesariamente se incluye un componente de carácter in espacial,
como lo es, el mundo de las ideas, que desde distintas
perspectivas y en distintas geografías, desde distintos
pensamientos y en distintas circunstancias, construyen las
cosmovisiones, valores, conductas y normas de lo que somos, de
lo que sabemos, de lo que pretendemos2.
La Modernidad sería una condición de la historia, que comienza a
darse de manera conciente entre los pensadores, entre los actores
de esta historia en Europa, básicamente entre los siglos XVII y
XVIII 3. Sin embargo, el tema propuesto, que incluye la presencia
de América Latina con su propio rol protagónico en la gestación
de la Modernidad, merece la consideración de un punto fijo de
inflexión histórica: el 12 de Octubre de 1492, así como de un
período de innovación cultural de enorme valor para América
Latina y el mundo, aunque esta condición premoderna resulte
traumática para la misma Modernidad, cuya historia se ha tejido a
través de una sucesión de traumas, incluyendo el iniciado en 1492.

El tema de los espacios urbanos en relación con la arquitectura de


la Modernidad, adquiere una especial importancia porque posibilita,
por un lado, a desarrollar análisis valorativos de la necesaria
articulación evolutiva entre las disciplinas urbana y arquitectónica
y, por el otro, representa una puerta de entrada para la
comprensión de la recursividad entre los fenómenos espaciales e
in espaciales de la historia en Argentina, la historia en
Hispanoamérica y fundamentalmente de la historia de la
Modernidad que, en materia urbano arquitectónica, se caracteriza
1
La historia también se puede entender como una estructura compleja en
donde sus componentes temporales, espaciales e inespaciales, interactúan,
involucrando también al observador. Esta condición se adapta a la teoría del
pensamiento complejo de Edgar Morin, entrevistado por Página 12, sábado 3 de
abril de 1993, Buenos Aires.
2
CASULLO, Nicolás. “Los itinerarios de la Modernidad”. Ed. Oficina de
publicaciones del CBC, Universidad de Buenos Aires, p.10
3
Idem. p.10

3
por el surgimiento de la actividad proyectual, consciente e
individualizada, de las interfaces espaciales, o mejor dicho, de los
umbrales urbano arquitectónicos.

El término “umbral”, según el diccionario de la Lengua, significa:


Pieza o escalón que forma parte inferior de una puerta; una viga
que cubre el paso (en un sentido arquitectónico). Comienzo o
principio de un proceso o actividad ( en un sentido figurado).
Límite a partir del cual se percibe una sensación o estímulo;
intensidad mínima que debe alcanzar un estímulo para que se
perciba (en un sentido fisiológico). Accidente geográfico límite
entre dos ecosistemas (Geografía)1.

Este término, precisamente por contar con una gran variedad de


acepciones y sinónimos (límite, frontera, borde, transición, interfaz,
tránsito, paso etc.), se acuña en el presente trabajo para expresar,
unitariamente, múltiples relaciones entre: a) los componentes
espaciales de una sola estructura, ya sea de escala arquitectónica,
urbana, metropolitana o regional, b) entre estas mismas
estructuras espaciales, c) y entre toda estructura espacial con sus
homólogas de carácter inespacial e histórico temporal.

Para una mayor precisión, se trata de la identificación y reflexión


de aquellos espacios-umbrales que le otorgan una especial
significación a la producción urbano-arquitectónica de la
Modernidad europea y americana.

Uno de los grandes debates que la Modernidad ha planteado es el


referido al “qué hacer” del arquitecto y su rol dentro de la
disciplina urbanística. Desde mi punto de vista, el ámbito de los
umbrales es el ámbito de la relación disciplinar entre la
arquitectura y el urbanismo que, aunque no representa en su
totalidad la relación compleja entre ambas escalas, si contribuye a
visualizar y relacionar la importancia de la dimensión ampliada del
espacio arquitectónico y la importancia de la visión arquitectónica
del espacio urbano.

.
1.- Los umbrales urbano- arquitectónicos de la primera
mundialización

El fin de la edad media está marcado con el inicio de la primera


mundialización histórica, ligada a la aparición de economías
mundiales capitalistas que Fernand Braudel representó según un
modelo ternario de ciudad – un centro, una periferia y una
semiperiferia – y que tenía pues una dimensión territorial. Esta
primera mundialización adquiere fuerza con los descubrimientos
del s. XV y se apoya en las ciudades mercantiles y marítimas que
forman una “red”2.
Desde la óptica renacentista, la ciudad y la arquitectura
medievales ya eran una especie de palimpsesto anónimo donde se
tenía que montar la nueva espacialidad racionalizada, humanizada,
individualizada y desmitificada, contenida en círculos, cuadrados,
1
Diccionario Larousse, 2006.
2
MONGUIN Olivier. “La Condición Urbana”, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006. p.174.

4
cubos, esferas y cilindros; concebidos desde variadas perspectivas
pero, además, esta concepción espacial no renunció nunca a los
aportes medievales como la ojiva y el modelo basilical usados en
Florencia y en Roma por Brunelleschi y Miguel Ángel1 .

El desarrollo de la perspectiva ofrece una nueva dimensión urbana


a través de la cual, los arquitectos descubren la posibilidad de
concebir y proyectar el espacio público. Por primera vez la calle,
por ejemplo, se ve obligada a cumplir múltiples roles, entre ellos
el de admitir el tránsito rodado de mayor velocidad, demandando
una sección mayor imposible para la trama medieval que, en
primera instancia, tuvo que soportar dicha carga, hasta la
adaptación periférica y fragmentaria de las soluciones propiamente
renacentistas como es el caso de la calle Strata Nuova en Génova,
proyectada con el propósito de que fuera la calle más magnífica
en Italia; tenía a sus costados enormes palacios, separados entre
sí, con jardines en las laderas de la parte de atrás, de
dimensiones suficientes para albergar un ejercito privado, y con
habitaciones correlativamente amplias. Pero esta nueva calle
audaz, si bien es más ancha que los antiguos pasajes y callejas,
con todo solo tiene seis metros de ancho y menos de doscientos
metros de largo2.

Estas clarificaciones son fragmentarias; fundamentalmente en la


calle recta de perspectiva rítmica que invierte la jerarquía espacial
con respecto a la calle medieval y que simplifica la movilidad en
una ciudad que adquiere un carácter plural y democrático, ciudad
que ya no puede amurallarse, aunque la llamada ciudad barroca,
que es la experiencia totalizadora de la ciudad renacentista, haya
admitido la muralla, ésta fue pensada como ornato acompañando
al conjunto de sendas - con su nuevo carácter de avenidas - en
una composición placentera que ignora la demanda funcional de la
nueva ciudad mundializada solo para satisfacer al observador de
un plano, ya sea de Palma Nuova o Vitry, este trazado se
subordina a la decoración y no a las localizaciones3.

Pero, al mismo tiempo y casi de manera imperceptible, las


ciudades se fundan y crecen marcadas con un formato que ha
permanecido durante toda la Modernidad; el de la desigualdad, en
donde los umbrales desempeñan un papel definitivo. Con esto no
se quiere decir que la ciudad medieval haya estado al margen de
este problema, sin embargo, los feudos y los burgos tenían una
estructura piramidal establecida y asumida por el conjunto de la
sociedad en cuya jerarquía de valores: lo social se subordinaba a
lo espiritual, generando umbrales espontáneos y sin tensión. Por el
contrario, a partir del modelo barroco, hasta la actualidad, la
sociedad urbana –la civitas – ha despertado y creado sus
expectativas en torno a una anhelada equidad en las
oportunidades de desarrollo en un sistema democrático y, por
consiguiente, la urbis reacciona reflejando espacialmente el

1
FLEMING, William, “Arte, Música e Ideas”, Ed. Interamericana, México, 1987, Pág.
158 y 188.
2
BARDET Gastón. “Del Arte Urbano al Urbanismo”, Ed. Universitaria de Buenos
Aires, 1959.
3
Idem.

5
conflicto que adquiere varias formas dependiendo de las diferentes
condiciones de los grupos sociales.

El tránsito de la Edad Media a la Modernidad está barrido en


varios siglos y su intensidad es diferente en cada lugar. Esta
apreciación solo es posible desde un punto histórico no anterior
al siglo XVII, donde lo moderno ha adquirido cierta maduración,
sobretodo en la noción de lo público que supone una ampliación
del espacio común y la atribución de un valor normativo a cuanto
es accesible a todos. En el paso crucial de lo público a lo privado,
se lee lo que será más tarde la característica de la democracia: la
valoración del número de personas; el complemento, en cierto
modo, del principio de libertad.

Podemos considerar a Florencia como el eje geográfico de


expansión del pensar y actuar de la Modernidad y al 12 de
Octubre de 1492, como el momento preciso de la mundialización
de este modo de pensar y actuar, porque la llegada al Nuevo
Mundo, es un acto propio de la Modernidad, es más, representa la
inauguración de la misma.

Para entonces, el escolasticismo se había vuelto de hecho, cada


vez más un ejercicio rígido y depurado de gimnasia lógica, y con
gran frecuencia sus formas desdeñaban el mundo real y los
hechos necesarios para dar validez y sustancia al pensamiento
racional promovido por los Nominalistas1.

Estas ideas condujeron a una nueva actitud experimental y a un


nuevo concepto del espacio. Entre el arte y la ciencia nació una
íntima hermandad y los arquitectos se volvieron matemáticos, los
escultores anatomistas, los pintores geómetras y los músicos
especialistas en acústica2.

2.- América Latina y la primera Modernidad mundializada.


La primera mundialización histórica está marcada
fundamentalmente por el encuentro cultural entre Europa y
América y, desde el punto de vista urbanístico, por las ordenanzas
de Felipe II que, más que imponerse, acompañaron a un modelo
de ocupación territorial donde la plaza y la calle aparecen como
predeterminadas por un patrón tipológico y morfológico
jerarquizado, que responde primero a la necesidad evangelizadora
y después a las necesidades políticas, administrativas y
productivas.

En Europa, la ciudad aparece históricamente como mercado de la


producción de un área rural generando una fuerza centrípeta, pero
en el caso de la ocupación de los territorios conquistados de la

1
En el lenguaje de los propios escolásticos, estos razonaban a priori, en tanto
que los nominalistas lo hacían a posteriori: Estos sistemas esbozan la diferencia
entre el pensar deductivo y el inductivo, de los cuales, el último sentó las bases
del método experimental de la ciencia moderna. FLEMING, William.” Arte, música
e ideas”. Ed. Interamericana, México. 1987. p. 155.
2
FLEMING, William, “Arte, Música e Ideas”, Ed. Interamericana, México, 1987. Pág.
174.

6
América española, el proceso de urbanización territorial se da con
un sentido inverso al europeo1.
En este caso la ciudad ejerce una fuerza centrífuga sobre un
territorio cuyos límites quedan inicialmente definidos de manera
institucional y no como producto de una relación socioeconómica
espontánea entre un centro y su área de mercado a la manera
europea2.
Mientras toda calle europea del siglo XVI, era la misma calle
medieval con una sociedad renacentista, las calles de la misma
época en Latinoamérica, eran ya renacentistas con una sociedad
de carácter medieval.

Las primeras actuaciones urbanas, producto de la primera


mundialización, se presentan ya desde el siglo XVI. En Puebla
México, fundada en 1531 por españoles y para españoles, para su
erección requirió de mano de obra indígena, la que provenía de
diversas regiones y que por ordenanza real, no podía vivir en
pueblos españoles, por lo que se asentaron en los alrededores de
la traza. Se sabe que en 1546, el Cabildo hizo extensivo los
privilegios de los vecinos a los indios que se habían ido asentando
en la ciudad, eximiéndoles del pago de tributo y dándoles solares,
con la condición de residir durante cinco años y prestar algunos
servicios. Años más tarde, en 1550, el Cabildo dispuso que los
indígenas vivieran fuera, apartados de la traza española y que se
les otorgara “…algún sitio o solar para hacer sus casas”3.

Fue así como surgieron los primeros barrios populares en


Latinoamérica, distribuyéndose por etnias a los alrededores de la
traza de Puebla4, segregados por un río que funcionaba y, aunque
ahora ya no es río, sigue funcionando como un umbral que separa
tejidos y trazas contrastantes con respecto a la ciudad central.

Muchos de estos solares otorgados a los indígenas se localizaban


en zonas bajas susceptibles de inundación y/o con suelos
inestables, aquí las calles no eran ordenadas como en el centro,
los accidentes topográficos y la sencillez de sus recursos humanos
y materiales produjeron paisajes callejeros diversos, por un lado la
calle del barrio popular, llena de colorido más que por una
intención creativa, por una necesidad expresiva. Por otro lado, se
destaca la calle sobria del centro, jerarquizada así por toda la
sociedad, ya que la diferente condición socioeconómica, como en
la vida medieval, no era motivo de tensión. El pensamiento propio
de la Modernidad no había sido asimilado en los primeros años de
la Colonia.

1
ARROYO Julio en BERTUZZI María Laura. “Ciudad y urbanización”, Ediciones UNL
2005.
2
Idem.
3
TERAN José Antonio. “El desarrollo de la fisonomía urbana del centro histórico
de la ciudad de Puebla”, 1531-1994. Editado por Universidad Popular Autónoma
del Estado de Puebla, 1996, p. 23.
4
Idem.

7
3.- Atenas, Teotihuacan, Chartres y San Pedro

Así, el espacio urbano arquitectónico también se involucra en el


nuevo umbral dialéctico entre lo espiritual y lo racional, lo
deductivo y lo inductivo, lo dinámico y lo estático. Por ejemplo, si
observamos la estructura básica de la composición del conjunto
urbano-arquitectónico de la Basílica y la Plaza de San Pedro en
Roma y la comparamos con la de Teotihuacan, es posible
identificar en ambos modelos un eje a través del cual, no solo se
desarrollan ambas composiciones, sino además, este eje le
imprime un sentido direccional a cada conjunto, aunque hay una
diferencia fundamental porque, en el caso de Teotihuacan, ciudad
construida en el año 250 d.C. exclusivamente por motivos
espirituales, en donde lo racional es únicamente la herramienta de
un trazado físico perfecto, hay un eje dominante (Calzada de los
Muertos), que marca una direccionalidad hacia su objetivo o
elemento primario (Pirámide de la Luna), los pequeños ejes
transversales son de mucho menor importancia y por tanto sus
centralidades también.

Este eje estructurante, a lo largo de la historia y en distintas


geografías, gana o pierde fuerza protagónica, a veces, con el
deseo de estabilidad y de cierta tendencia a la centralidad se
contrarresta con otro eje que lo cruza perpendicularmente, como
en el Panteón de Roma. En otros casos, su presencia se remarca
por su gran proporción y continuidad, persuadiendo al movimiento
direccional como la Catedral de Chartres.

En otros casos aparece otro foco para generar una segunda


centralidad, es el caso del conjunto de San Pedro, el eje
estructurante se arma con más componentes, en donde el interior
arquitectónico pretende compensarse en su jerarquía con el
exterior urbano, mediante la generación de dos centralidades, la
primera, al interior de la Basílica central sugerida inicialmente
como única por Bramante, coexiste con la adaptación al modelo
basilical tradicional, a través del eje que se articula con la
segunda centralidad en el exterior, generada por la columnata de
Bernini, a partir de la cual, se organiza una composición que
intenta, desde un proyecto donde la perspectiva se impone,
equilibrar, pero a la vez tensionar, tanto lo arquitectónico como lo
urbano; el interior y el exterior; lo espiritual y lo racional.

Teotihuacan, elige un solo eje estructurante, destacando su


carácter teocéntrico, tal como lo elige también la catedral de
Chartres, aunque esta última utiliza la direccionalidad hacia un
interior arquitectónico que intenta alejarse de lo terrenal e invita a
los fieles a un encuentro con Dios. En Teotihuacan, el eje no se
introduce en el monumento, permanece en el exterior, enmarcado
por remates visuales jerarquizados que conducen la mirada hacia
la cúpula celeste; la morada de los dioses permanece
impenetrable, tal y como sucede con los antiguos griegos. Aunque,
en la Grecia del siglo V, se privilegiaba “aquello por lo cual para
los hombres vale la pena vivir juntos”, es decir, compartir entre
ellos y los dioses palabras y actos. El ágora es una puesta en

8
escena común que permite a cada ciudadano y también a los
dioses, elegir el papel protagónico de mayor gloria1.
La primacía del espacio exterior tanto en Teotihuacan como en
Atenas es característica fundamental de ambas culturas, aunque
sus motivaciones sean diferentes. En Atenas el eje se tensiona
entre el Ágora y la Acrópolis, mientras que en Teotihuacan el eje
direccional hacia la pirámide mayor no presenta ninguna tensión;
conduce inevitablemente la mirada hacia lo divino.

La primacía del espacio dinámico interior en las iglesias góticas,


contrasta con el espacio reposado de San Pedro con su doble
centralidad urbano-arquitectónica.

4.- Los umbrales urbano arquitectónicos de los siglos XVI


y XVII en América

Las diversas interpretaciones historiográficas del descubrimiento de


América, derivadas de la Modernidad, sobretodo las surgidas
durante los siglos XVIII, XIX y XX, parecen discursos ajenos a las
composiciones urbano-arquitectónicas en la América de los siglos
XVI y XVII. Algunos autores como Graziano Gasparini afirman que,
España, impulsada por el fanatismo religioso y convencida de su
misión salvadora, presidió la transfiguración cultural de América
Latina, marcando profundamente su perfil y condenándola también
al atraso2. Afirmando también que el trazado de las ciudades nada
tiene que ver con tradiciones locales o con la persistencia de
conceptos urbanísticos precolombinos y que la forma monótona
del trazado cuadricular, importada de Europa, adquiere
características americanas debido a la insistente repetición del
esquema en casi todas las fundaciones. Siguiendo el mismo
discurso, se afirma también que la mano de obra indígena, más
que expresar sentimientos respaldados por impulsos creativos, se
limita a reproducir y recombinar los motivos importados3.
Este discurso, con la misma intención, podría Gasparini adaptarlo
para tratar de desvalorar cualquier obra de arquitectura y/o
urbanismo de cualquier época y lugar, ya que ninguna cultura es
absolutamente original y autónoma en todas sus manifestaciones.
La riqueza de la cultura está precisamente en su continuidad y en
la unidad diversificada por las reinterpretaciones en otros lugares
y tiempos.

Pero por otro lado, también aparecen los discursos exagerados con
otras tendencias, por ejemplo, en donde se presenta la acción
española en América como una empresa pacífica y desinteresada
motivada únicamente por la evangelización, en donde la
arquitectura y el urbanismo son creaciones cien por ciento
autónomas y originales.

1
ARENDT, Hannah, Condition de l ´Homme Moderne. 1958. en MONGUIN,
Olivier. La condición urbana”. Ed. Paidos, Buenos Aires 2006, p. 101.
2
GASPARINI, Graziano. En SEGRE, Roberto. “América Latina en su arquitectura”.
Ed. Siglo XXI. UNESCO, México, 1996, p. 143.
3
Idem, p.147.

9
Ambos discursos polarizados, propios de la dialéctica de la
Modernidad quedan completamente al margen cuando admiramos
y vivimos las estructuras heredadas porque, como dijo Octavio Paz,
la arquitectura es el testigo insobornable de la historia 1, todo lo
que se pueda decir para descalificar o sobre-calificar un período
histórico, quedará grabado como una interpretación subjetiva más;
propia de la misma historiografía moderna.

Por un lado, es indudable que desde el inicio del siglo XVI, se ve


reflejado nítidamente un sincretismo religioso, independientemente
de las intensidades y variantes interpretativas del mismo en todo
el continente. Los frailes mendicantes edificaron con la ayuda de
la mano de obra indígena, de alta creatividad y sensibilidad, los
conjuntos conventuales desde el siglo XVI.

Sin duda, es posible notar, en estos conjuntos, la influencia de los


antiguos conventos medievales. Ramón Gutiérrez nos dice que las
funciones externas (catequesis, liturgia, enseñanza, asistencia) y las
internas (producción agrícola y artesanal, formación espiritual) eran
similares, pero los problemas de escala y concepción cultural
variaron las propias propuestas arquitectónicas. Estas variaciones
se pueden apreciar en la fortificación, el uso del atrio, las capillas
abiertas y las capillas posas2.

Este programa, impuesto por la necesidad de persuadir a los


indígenas a transitar de la costumbre del culto exterior al culto
interior, presenta umbrales urbano-arquitectónicos de carácter muy
particular, primero porque se visualiza el eje estructurante externo
con su propia centralidad (la cruz atrial) que, en la mayoría de las
fundaciones mesoamericanas, funcionaba originalmente como el
elemento rector no solo del atrio, sino de toda la población
porque, en el caso en que los conventos se insertan en
estructuras urbanas consolidadas (Oaxaca, Querétaro, Puebla,
Guadalajara, etc.) desaparecen los condicionantes defensivos y se
modifican los espacios externos para insertarse en los usos
urbanos3 aunque después, durante los procesos urbanos del siglo
XVIII, el centro se trasladó a otra plaza en donde conviven, con la
misma jerarquía, el poder religioso y el poder civil.

Pero volviendo la mirada hacia el atrio, se aprecia, además del eje


que conduce al interior del templo con su propia centralidad, el
conjunto de capillas posas, el portal de peregrinos y la capilla
abierta que, integran todo un sistema funcional urbano producto
de un programa de necesidades4. Esta exigencia en la composición
urbana es totalmente contraria a las exigencias espaciales
europeas tanto medievales como renacentistas.

Durante los siglos XVI y XVII, mientras en América los fieles eran
programadamente preparados para ingresar al interior de la
iglesia, en Europa es a la inversa; conforme se aceleraba la
1
PAZ, Octavio, Revista “Vuelta”, México, Número 91. octubre de 1992, p.12.
2
GUTIÉRREZ, Ramón. “Arquitectura y Urbanismo en Latinoamérica”. Ediciones
Cátedra, Madrid, 1992, p. 29.
3
Idem, p. 37.
4
Las Funciones del atrio están descritas en un grabado de Fray Diego de
Valadés. En LIRA Vásquez. “Para una historia de la arquitectura mexicana”. Ed.
Tilde Editores. Universidad Autónoma Metropolitana de Azcapotzalco, México.1990,
p. 59 y 60.

10
Modernidad, se intentaba jerarquizar cada vez más al espacio
exterior, siempre, a través de la mayor o menor tensión del eje
estructurante.

En Sudamérica, aunque con otra intensidad, los invariantes de la


nueva cultura Iberoamericana, están presentes. Ya Chueca Goitia
señalaba el sentido de la conquista de América donde España es
capaz de reducir un continente a la unidad de Idioma, Religión y
Arquitectura sin alterar su propia pluralidad regional. El
mudejarismo andaluz, la idea de exteriorización del espacio sacro,
una cierta intemporalidad respecto a los estilos artísticos y la
reiteración española de una arquitectura de volúmenes enfatizada
por efectos de silueta1, son aportes que, ciertamente, se presentan
con menor intensidad en el sur del continente pero conocido es
que el Río de la Plata tuvo este carácter (de transculturación
periférica) dentro del proceso de la conquista pues alejado del
epicentro geopolítico del Caribe y satelizado en cierta manera
desde Lima, no pudo perfilar por razones de índole económica un
papel que trascendiera el simple abastecimiento de materias
primas y un equilibrio regional interno basado en la mera
subsistencia2.

Sin embargo, dentro de este carácter de transculturación periférica


en donde tal parece que el desarrollo formal de la arquitectura
sudamericana de los siglos de la pre modernidad vive de
préstamos, se distingue un invariante sustancial sobretodo en la
relación -que nos ocupa- entre el espacio urbano y el
arquitectónico. Este umbral adquiere un carácter singular porque,
ante la simpleza del programa arquitectónico, se recurre al
tratamiento ornamental concentrado en las portadas tanto en
iglesias como en edificios civiles, hecho que muestra también,
aunque con menor profusión que en Nueva España que se perfila
en el siglo XVII hacia un barroco muy diferente al europeo, más
que una intención creativa, una necesidad expresiva. El umbral en
América invita hacia el interior, mientras que en la misma época,
en Versalles, proyecto representativo del barroco absolutista
europeo, este espacio se convierte en un umbral estático.
Ningún país del mundo generó tantas ciudades nuevas como
España durante los siglos XVI, XVII y XVIII. En 1513, Fernando el
Católico firmó las instrucciones para el trazado de ciudades en el
nuevo mundo, orden que se cumplió con ciertas variaciones en los
primeros centros urbanos de Nueva España. El damero de los
antiguos romanos, inspiración obligada de la Modernidad
mundializada, se concibió originalmente para ordenar y estructurar,
mediante dos ejes, tanto el desarrollo de una ciudad como el de
una red articulada de ciudades. Pero en América, adquiere una
función adicional derivada de la necesidad de conquistar poblando,
el centro no solo es el cruce funcional de dos ejes, sino la
concentración de los poderes, primero el religioso, sobre el cual, la
Modernidad se encargará de imponer la presencia del poder civil.

1
CHUECA GOITIA, Fernando, “Invariantes castizos de la arquitectura española”.
Ed. Dossat. Madrid, 1947.
2
CHUECA GOITIA, Fernando, “Invariantes castizos de la arquitectura española”.
Ed. Dossat. Madrid, 1947.

11
Bajo Felipe II, necesariamente, debía aparecer una reglamentación
que diera pautas precisas. Y así fue:1 en 1573 firmó las ordenanzas.
La novedad grande fue que ellas contenían tácitamente un modelo
de ciudad que no coincidía con el modelo empírico con el que se
trazaron una gran cantidad de ciudades2, no obstante,
independientemente de la repetición del modelo, su singularidad
para cada población ha quedado de manifiesto.

Un hecho muy significativo de este modelo de urbanización, es el


de haber permitido el primer umbral histórico de articulación entre
el centro y la periferia; entre lo urbano y lo rural.

La arquitectura guaranítica y su urbanización también integran


conjuntos jerarquizados en su composición. La Plaza Mayor,
equivalente al atrio del siglo XVI en México, funciona como un
umbral entre el exterior y el interior, entre lo secular y lo sacro, a
través del eje estructurante que pasa por el centro y penetra
hasta el interior de la iglesia; y a la vez, organiza a todo el
asentamiento empezando por las casas de los caciques que
rodean la Plaza y siguiendo con las casas de los indios formando
bloques alargados con galerías perimetrales que, aparte de su
valor como espacio de recorrido y umbral de transición entre el
interior y la calle, constituía una útil protección climática y un
resguardo de la estructura de muros contra los agentes
destructivos de la intemperie3, esta solución propia del siglo XVII
en América del Sur, será distintiva en la tipología de los umbrales
urbano arquitectónicos de la región, tanto, que aún hoy sigue
siendo motivo de elección.

Tanto el damero de origen romano, antes o después de las


Ordenanzas de Felipe II, como la galería guaranítica, la recova y/o
el patio porticado de las casonas coloniales mexicanas, alcanzan
niveles de expresión particularizados en cada rincón de
Latinoamérica, se trata de la cultura barroca americana, cuyo
valor, no se reduce al simple tratamiento ornamental de
estructuras, sino que se expresa en la integración armónica de
todo umbral urbano arquitectónico.

Tanto las estancias jesuíticas como los conventos de los frailes de


las distintas ordenes, guardan invariantes en la composición de
sus umbrales, se reconoce claramente el eje que se dirige hacia
su centralidad interior. Los patios porticados de los conventos
ubicados generalmente al costado de la iglesia, forman los
microambientes de doble herencia cultural, la romana y la árabe a
través del mudejarismo español y reinterpretado en múltiples
versiones según la localidad, como por ejemplo los umbrales
derivados de las portadas Tequitqui en México4, como también la
1
NICOLINI Y SILVA, en “Documentos para una historia de la arquitectura
argentina”. Coordinadora: WAISMAN, Marina. Ed. Ediciones Suma, Buenos Aires,
1980, p. 37.
2
Idem, p. 37.
3
DE PAULA, Alberto, en “Documentos para una historia de la arquitectura
argentina”. Coordinadora: WAISMAN, Marina. Ed. Ediciones Suma, Buenos Aires,
1980, p. 44.
4
Las portadas tequitqui son en cierto modo precursoras de las portadas
populares barrocas de argamasa, que se cubren totalmente de relieves, en

12
evolución del apoyo barroco, desde el purista de fines del siglo
XVI, pasando por el de estrías móviles, el tritóstilo, el tableteado,
el salomónico, el estípite, el losángico, hasta el neóstilo usado ya
en el siglo XVIII1, y las manifestaciones diferenciadas entre el
umbral del barroco urbano y el rural, el primero con el predominio
de elementos importados del repertorio europeo y el último con el
predominio del aporte local, donde es posible apreciar la
proliferación de elementos decorativos barrocos sobre estructuras
sobrias del siglo XVI, lo que posibilita cierta transformación en el
paisaje urbano de ciudades como Oaxaca y Puebla.

Esta, mal llamada, provincialización barroca con sus variantes e


invariantes, surge, no de la imposición estilística europea, sino de
la libre reinterpretación de aportes europeos que, en la misma
época en Europa, se empleaban con intenciones totalmente
diferentes.

5.- Los umbrales de Versalles.

El siglo XVII, cuyos protagonistas principales no son Italia y España


sino Francia e Inglaterra, traerá consigo, una nueva forma de
concebir los umbrales urbano-arquitectónicos. Versalles, el
imponente palacio de Luis XIV, integra un conjunto urbano en
donde la tensión desaparece casi por completo. Este siglo XVII y
gran parte del XVIII, van a ser siglos de una nueva reformulación
de las condiciones de la historia, de la idea sobre la historia, de la
conciencia en la historia, donde aparece lo que se va llamar la
Querella, una disputa de pensadores, “antiguos” y los “modernos” , 2

En donde los “modernos” imponen una relación diferente entre el


espacio urbano y el arquitectónico. Versalles, no fue tanto la
vanidad de Luis XIV como un símbolo de la monarquía absoluta y
el ejemplo sobresaliente de la arquitectura barroca aristocrática.
Representó un movimiento que se apartó del gobierno
descentralizado feudal, y se orientó al Estado centralizado
moderno3.
Como postuló Descartes en el siglo XVII, la verdad viene de
adentro. Viene de ese sujeto racional. Ya hemos dejado atrás la
revelación, los misterios, lo bíblico, el diálogo de los hombres con
los dioses4. Ahora el diálogo es entre los hombres y el poder
absoluto del rey. El espacio vital, en el plano barroco, era

cuanto al gusto por la ornamentación y la libertad de expresión, si bien las


portadas del siglo XVII son ya plenamente barrocas, sin mezcla de elementos
tequitqui, pero no cabe duda que el mismo gusto popular, indígena, amante de
las formas profusas y aglomeradas está presente en ambos estilos. VARGAS
Lugo, Elisa. “Las portadas religiosas en México”. I.I.E. UNAM, México. 1969, p. 270.
1
LIRA VÁZQUEZ, Carlos. “Para una historia de la arquitectura mexicana”. Tilde
Editores. México 1990, pp. 88 a 96.
2
CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Oficina de Publicaciones del
CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina, 1997. p. 222 y 223.
3
FLEMING, William. “Arte, música e ideas”. Ed. Interamericana. México, 1987.
p.233.
4
CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Oficina de Publicaciones del
CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina, 1997. p. 226.

13
considerado como una inutilidad, pues la propia avenida
determinaba la forma del lote y la profundidad de la manzana1.

El proyecto de Versalles, de Claude Perrault, quien desplazó a


Bernini, es como el proyecto de una población completa donde la
centralidad espiritual desaparece por completo. Aquel eje
estructurante que tensa el umbral entre lo divino y lo secular, se
convierte en varios ejes radiados, sin tensión, en donde la mirada
se dirige a escenarios que evocan el poder absoluto del rey cuyo
palacio permanece indiferente, sus umbrales bellísimos no tienen
la necesidad de convocar, tan solo el despótico interés de
exhibir al edificio como inalcanzable. Estas fueron las bases
aceptadas para el planeamiento de nuevas secciones del París del
siglo XIX, y el plano urbano de Washington. Tal vez cuando Fourier
diseñó su Falansterio utópico tenía presente también el modelo de
Versalles, tal vez, como aquel sueño popular del siglo XIX, para
alcanzar lo que antes era inalcanzable. Aún en la actualidad, una
de las condiciones proyectuales urbano arquitectónicas más
recurridas tienen su apoyo en este conjunto.

Así, en el barroco europeo del siglo XVIII, el modo de entender la


ciudad produce un cambio radical en el modo de entender el
umbral. El espíritu de la ciudad-estado cerrada en si misma que
de un modo u otro había subyacido en la ciudad medieval y el
renacimiento, desaparece para dar paso a la ciudad capital del
Estado. En estos umbrales, el espacio simbólico se concibe
subordinado al poder político, cuyo papel sobresaliente tratará de
destacar la arquitectura urbana mediante un nuevo planteamiento
de perspectivas y distribución de espacios: El origen y el destino,
condicionantes primarios para la composición de la calle, estarán
en función siempre de un punto fijo de referencia y carácter
público, ya sea un hito, una plaza, el palacio de los nobles o
cualquier otro monumento que represente el poder político del
Estado. La calle que se somete a esta función primordial y
acompaña al trazado barroco, cumple la función adicional de
exhibir las fachadas de la nueva burguesía. Este hecho sumado al
aumento de la población produce el fenómeno, ya citado, del
modelo ternario de la primera mundialización, fenómeno
económico claramente vinculado con la ciudad mercantil que en el
plano político acompaña la aparición de las libertades comunales2.

Con la aparición de las periferias, aparece una clasificación de


lugares y flujos, por consiguiente, la clasificación de las calles de
la Modernidad, sin que esto quiera decir que esta clasificación
corresponda a la necesidad de ordenar funcionalmente a la ciudad,
ni mucho menos para resolver los umbrales entre el centro y la
periferia, sino simplemente para embellecer la exhibición de los
espacios del poder político.

6.- Los umbrales europeos como escenario revolucionario

1
MUMFORD, Lewis. “La ciudad en la historia”. Ediciones Infinito. Buenos Aires.
1979, p.533.
2
MONGIN,Olivier. “La condición urbana”. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 175.

14
Durante la Edad Media por libertad se había entendido libertad de
las restricciones feudales, libertad para las actividades corporativas
del municipio, la corporación y la orden religiosa. Desde el siglo
XVIII, en las renovadas ciudades comerciales se entendía por
libertad de la exención de restricciones municipales: libertad para
las inversiones privadas para el lucro privado y la acumulación
privada, sin referencia alguna al bienestar de la comunidad en
conjunto. Los apologistas de este orden, desde Bernard Mandeville
hasta Adam Smith, suponían que la prosecución de actividades
individuales originadas en la codicia, la avaricia y la ambición
produciría un máximo de artículos de consumo para la comunidad
en conjunto. En el período en que este credo constituyó la
ortodoxia preponderante – en términos generales hasta el tercer
cuarto del s. XIX, cuando las normas industriales y municipales
comenzaron tímidamente a mitigar la suciedad y la enfermedad
resultantes - , los ricos se hicieron más ricos y los pobres más
pobres1, y los umbrales espaciales se degradaron cada vez más.

Habrá que destacar que después de casi un siglo de iniciada la


Revolución Industrial en Inglaterra, aparece en Francia el libro El
Contrato Social de Rousseau, el humanismo como revolución de
ideas, el primer paso del liberalismo hacia el cual concurren los
grandes pensadores franceses de la época como Voltaire,
preparando el hecho de la Revolución Francesa que adquiere
forma en 1789 con la toma de la Bastilla, declarando así los
Derechos del Hombre. Es evidentemente el territorio de gestación
de las grandes apuestas del hombre moderno. Es también el lugar
donde, en los talleres de los poetas, de los pensadores, de los
primeros libres pensadores que produjo la modernidad, se fueron
forjando las palabras que alimentaron los sueños, las esperanzas,
las movilizaciones de millones de seres humanos2 que han
cambiado a las Virtudes de la Fe, la Esperanza y la Caridad, por
los principios de Libertad, Igualdad y Fraternidad. Las Virtudes se
volvieron locas.

La historia de Francia en este momento, hasta la restauración, es


un juego de ambiciosos que luchan por encaramarse en el poder,
hasta que Bonaparte en 1804 se declara emperador y para
sostenerse mantendrá a su patria de adopción en constante
guerra, mientras tanto, la calle parisina asumirá otro rol para el
que no estaba preparada: el de escenario de la manifestación
política, ideológica y social.

A principios del siglo XIX, algunos libros, algunos descubrimientos


arqueológicos y las repetidas convulsiones sociales produjeron en
Francia, como pivote europeo, innumerables cambios radicales en
la orientación intelectual, en los estilos de arte y en las formas de
gobierno. Así, se intenta borrar el pasado inmediato para retomar
el camino inicial de lo clásico. Winckelmann, había señalado desde
finales del XVIII, que la característica básica y común en las obras
maestras del arte griego es una noble sencillez y una tranquila
grandeza3

1
MUMFORD Lewis. “La Ciudad en la Historia”, Ed. Infinito, Buenos Aires, 1979, p.
561.
2
CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Oficina de Publicaciones del
CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina, 1997. p. 242.

15
Mientras tanto, hasta 1850 en París, en Londres y en Viena, no
había solución al grave problema de la calle, inadecuada a las
múltiples funciones que exigía la ciudad. La casa de alquiler no es
solo ya la de los obreros, hay nueva demanda y la ciudad original
tiene que ensancharse y con ella, las avenidas tienen que
repensarse.

En general el s.XIX fue preparando lentamente las bases


metodológicas de la planificación, comenzando por el norte de
Europa, donde había sido más rápido el proceso de
industrialización y más alarmantes resultaban sus consecuencias1.
El siglo XIX, es el siglo de las propuestas utópicas que intentan
dar respuesta a los efectos urbanos de la industrialización. El
romanticismo nacido a finales del XVIII, también hijo y celebrante
de las Luces de la Ilustración, hace reingresar el dilema del mito,
en su preocupación de entender y revalidar lo irracional que cobra
vida en todo logos racionalizante2. Kant, será el sintetizador e
inaugurador de este nuevo sueño, que después Hegel lo
transformará en la preocupación por saber cuáles son los
fundamentos del conocimiento, ya no hay dioses pero ahora quién
los substituye. Hay que volver a inaugurar un mundo que se ha
agrietado y que tenía una verdad indiscutible, que ya no la tiene
más3. Estas preocupaciones intelectuales en una Europa marcada
por las revoluciones (la francesa y la industrial), repercuten en
todos los ámbitos, incluyendo el de los umbrales urbano-
arquitectónicos.

Tanto en Francia como en Inglaterra surgen las primeras


propuestas en el marco de una reacción crítica a los problemas
urbanos. Los ingleses plantearon el arribo de la justicia a través
de los filántropos, entre ellos, Robert Owen es el más
representativo, fundador del movimiento cooperativo, desarrolla
una propuesta de ciudad ideal y utópica en la cual, el impacto en
los umbrales urbano-arquitectónico será muy significativo. Uno de
sus principales enunciados consistió en la eliminación del concepto
tradicional de calle. Owen decía que en la ciudad tradicional <<
los patios, las avenidas y las calles, crean una multitud de
inconvenientes inútiles, son perjudiciales para la salud y destruyen
casi toda la comodidad natural de la vida humana. La
alimentación de toda la población puede asegurarse mejor y más
económicamente desde una cocina colectiva, y los niños pueden
entretenerse y educarse mejor estando todos juntos, bajo la
mirada de sus padres, que de cualquier otro modo4 >>.
La idea de Robert Owen no pudo ser realizada tal como la pensó,
aunque su ciudad ha sido inspiradora de múltiples intervenciones
fragmentarias que, al igual que Nueva Armonía, ignoraron la
3
FLEMING, William. “Arte, música e ideas”. Ed. Interamericana. México, 1987.
p.281.
1
ZEVI Bruno. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Poseidón, Barcelona,
1980, Pág.29.
2
CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Oficina de Publicaciones del
CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina, 1997. p. 275.
3
Idem, p. 227.
4
BENÉVOLO Leonardo. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Gustavo Gili,
México, 7ª. Edición, 1996, p.180.

16
necesidad de equilibrar la composición entre flujos y lugares, no
se percataron de que la ciudad no solamente es un lugar, sino
composición entre flujos y lugares.

Charles Fourier, genera su propia visión de ciudad inspirada en


una teoría filosófico – psicológica, según la cual las acciones de
los seres humanos derivan de la atracción pasional y no del
provecho económico1.

A diferencia de Owen, Fourier no piensa en alojamientos separados


para los habitantes del falansterio. La vida transcurrirá como en
un gran hotel cuyos niveles están reservados para habitantes
según su edad, el edificio es simétrico y al igual que la propuesta
de Owen, es inevitable relacionar la estructura resultante de estos
proyectos con la del Versalles del siglo XVII.

En el proyecto de Fourier, la calle tradicional desaparece o por lo


menos se desvincula del falansterio que, por su forma, solo acepta
calle – galería para la distribución interna, pero no para la
articulación con la calle pública, con el afuera., Fourier dice que en
su proyecto << La calle – galería >> está situada en el primer
piso; no podría estar en planta baja porque la atravesarían en
muchos puntos de pasos para coches2.
En 1848, James Silk Buckingham propone una ciudad modelo, toda
de fierro, con un gran parque al centro, en plan concéntrico –
rectangular en el que algunos puntos obligadamente quedan
orientados desfavorablemente. Sin embargo, esta propuesta
representa el enlace entre las utopías y la ciudad jardín.

7.- Los umbrales revolucionarios en Argentina y México


Los hechos más significativos que aceleraron la incorporación del
continente americano al proceso de la Modernidad Europea, son,
primero, la llegada de los reyes borbónicos a la Corona española
en 1700 y la expulsión de los jesuitas por Carlos III en 1763.
Después de dos siglos y medio, el proyecto barroco americano, es
cambiado por un proyecto barroco ilustrado en donde se pretende
que los virreinatos se conviertan en, ahora si, verdaderas colonias
sujetas al poder borbónico. Acá podríamos también hablar de
transplantes y de retórica persuasiva, tal como lo propuso
Gasparini3, pero es más conveniente verificar las diferencias
barrocas y neoclásicas entre Europa y América.

Desde el racionalismo de Descartes pasando por el romanticismo


filosófico de Kant hasta el pensamiento revolucionario de Voltaire,
Europa, fundamentalmente Francia, fue formando a los grandes
inspiradores de los movimientos en América. Así, el neoclasicismo
penetró en España desde Francia, a través –especialmente- de la
Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, inspiradora de la
Real Academia de San Carlos en México y del Real Cuerpo de
Ingenieros Militares en Río de la Plata.

1
BENÉVOLO Leonardo. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Gustavo Gili,
México, 7ª. Edición, 1996, p.182
2
Idem. p.183.
3
GASPARINI, Graziano, “América, Barroco y Arquitectura”. Ernesto Armitano
Editor. Caracas. 1972, p.48.

17
La nueva producción arquitectónica neoclásica se impone en el
paisaje, intentando desbarroquizarlo para someterlo al canon
académico de la expresividad estandarizada, en donde el umbral
no solo prescinde del ornato barroco, sino que se vuelca en su
contra y lo expulsa porque, el academicismo ilustrado veía en la
expresión barroca, no únicamente la presencia de la Fe religiosa,
sino la jerarquía de esta sobre la razón, amenaza intolerable para
los intelectuales de la época.

Los retablos barrocos que, a pesar de la presencia borbónica, se


siguieron construyendo en México durante el siglo XVIII, en el XIX
fueron quemados en su gran mayoría por la piqueta liberal
mientras se importaban los nuevos modelos de edificios
gubernamentales que, aunque sin adornos barrocos, contenían toda
la influencia versallesca porque fue el mismo poder despótico el
que actuó, supuestamente, contra el mismo despotismo, aunque
ahora ya desbarroquizado para justificar la Revolución e inspirar a
la corriente neoclásica. Bastaron 100 días para acabar con tesoros
de arte y frutos intelectuales que se habían acumulado durante
trescientos años1.

Tanto Miguel Hidalgo como Simón Bolívar, José de San Martín,


Manuel Belgrano, fueron herederos directos del pensamiento de la
revolución ilustrada. Particularmente, Rivadavia en Argentina,
ejemplificaba la faceta de la negación histórica, la miopía
barnizada de “progresismo” y del eficientismo de los ilustrados2 y
propició una apresurada imposición de modelos culturales, que
entre otras cosas, suplantarán la tradición arquitectónica criolla3

En Buenos Aires, el nuevo modelo, dictado para crear la ciudad


europea, “culta y civilizada” frente a la “barbarie” expresada por
las formas de vida tradicionales, requirió de la creación del
Departamento de Ingenieros y Arquitectos y el Departamento de
Ingenieros Hidráulicos, en donde la arquitectura y las “bellas artes”
serán patrimonio del pensamiento francés, mientras el
equipamiento y la infraestructura, quedará a cargo de los
británicos.

El contexto cultural correspondiente tanto a la Revolución de Mayo


en Argentina como el movimiento independentista en México, se
expresa con invariantes como la pirámide de Mayo en Buenos
Aires, o el obelisco conmemorativo de Carlos III en el zócalo de la
ciudad de Puebla, transformado después en monumento
conmemorativo de la independencia, ambos documentan la
influencia del estilo “neo egipcio”, en boga al principio de la época
bonapartista4.

Antes de 1700, los reyes de la casa Austria habían dirigido la


conquista concentrándose en las regiones más pobladas del
1
SCHLARMAN, Joseph. “México Tierra de Volcanes”. Ed. Porrúa. México. 1987,
p.365.
2
GUTIÉRREZ, Ramón. “Arquitectura y Urbanismo en Latinoamérica”. Ediciones
Cátedra, Madrid, 1992, p.391.
3
Idem, p.391.
4
DE PAULA, Alberto, en “Documentos para una historia de la arquitectura
argentina”. Coordinadora: WAISMAN, Marina. Ed. Ediciones Suma, Buenos Aires,
1980, p.57.

18
continente, así, la ocupación y aprovechamiento de grandes
extensiones territoriales era un objetivo secundario y subordinado
a la evangelización. Por el contrario, los reyes borbónicos
cambiaron esta visión, considerando más importante la extensión y
riqueza de los suelos productivos que en su mayor parte estaban
en el sur. La creación del Virreinato del Río de la Plata en 1776,
aunque de corta duración, fue producto de esta visión estratégica.

Nueva España, Nueva Granada y Perú, fueron únicamente colonias


sujetas al poder borbónico, mientras que el Virreinato del Río de la
Plata, merecía mayor atención, no solo porque ofrecía mayores
réditos para la Corona, sino también por la amenaza de la
invasión portuguesa.

Es realmente significativo que durante la independencia, en cada


uno de los cuatro virreinatos americanos, surgieron grupos en
torno a dos posiciones: erigir una propia Junta Suprema (lo que
equivaldría a una independencia de facto), o bien someterse a la
Junta de Cádiz (obviamente, enemiga de cualquier intento de
independencia). En el Virreinato del Río de la Plata, desde un
principio, prevaleció la primera1. Este hecho, es reflejo de la
diferente relación entre la Corona borbónica y cada virreinato y
marcará un destino diferente, sobretodo en el contrastante
desarrollo de la región rioplatense con respecto a Nueva España
donde, quienes sostenían la posición de formar la Junta Suprema
fueron neutralizados en 1808, lo que ocasionó que la guerra de
independencia fuera más un proceso conflictivo entre liberales
afrancesados y conservadores españoles incluyendo al clero
regalista, por el simple interés de adueñarse de las colonias, más
que por el anhelo de una república independiente.

En el México del XIX iniciará un camino en medio de ruinas


ocasionadas por estas disputas. Tras el fugaz Imperio de Iturbide,
las logias masónicas se apoderaron de la autoridad civil, sumiendo
a México en una feroz anarquía. Las logias yorkinas formaron el
partido americano (después llamado Partido Liberal), y
propugnaban por el sistema republicano federal, mientras que las
logias escocesas formaron el núcleo del Partido Conservador y
apoyaban al establecimiento del sistema republicano centralista.
De hecho el Partido Conservador fue tan liberal como el de sus
adversarios. Sin embargo, las pugnas entre liberales y
conservadores rompieron la unidad de los mexicanos con el
resultado de que, tan solo en los primeros cuarenta años de vida
independiente, la nación mexicana sufrió 240 rebeliones, 60
cambios de manos en la presidencia y la pérdida de la mitad del
territorio nacional2. Así, el siglo XIX en México transcurrirá en
medio de guerras y de un obsesivo deseo de extranjerización
radical, manifestado claramente en la arquitectura afrancesada
académicamente que, sin embargo, tendría que tolerar cierta
incorporación de elementos reinterpretados del barroco indígena
como el color y las texturas mediante el empleo de materiales de
la región como el tezontle que sustituye a los sillares clásicos de
cantera, o como también la construcción de cimientos abovedados

1
LOUVIER CALDERÓN, Juan. “Historia política de México”. Ed. Trillas. México. 2004,
p.38.
2
LOUVIER CALDERÓN, Juan. “Cultura mexicana y globalización”. Ed. Edamex.
UPAEP. México.1995, p.90.

19
que permiten mayor estabilidad en un suelo errático como el del
Valle de México.

De esta época, destacan ejemplos del Neoclásico como el Palacio


de Minería en la ciudad de México de Manuel Tolsá y la Alhóndiga
de Granaditas en Guanajuato.

Coincidente con el período liberal en Argentina (1880-1914), La paz


porfiriana en México, llamada así por su carácter de paréntesis
entre las intervenciones extranjeras y la Revolución Mexicana, fue
un período de relativa oportunidad tanto para el crecimiento
económico como para imitar a las vanguardias francesas del
momento. La ciudad de México, por ser la capital va a manifestar
más claramente el proceso, las tendencias y condiciones dentro de
las cuales se desarrolló la arquitectura de esta singular época y
que refleja las contradicciones de la sociedad porfiriana1. El
eclecticismo, la permanencia de gustos y esquemas académicos
provenientes de las Escuelas de Bellas Artes europeas, que
influyeron tanto durante el Neoclásico, la necesidad y el deseo de
buena parte de la sociedad por el “revival,” y al mismo tiempo su
interés por integrarse a la modernidad del “Nouveau”, junto con un
deseo nacionalista basado en la interpretación de lo prehispánico,
retratan claramente, el desarrollo y evolución de una sociedad que
con gusto, a cambio del “progreso” se sometía a una dictadura 2. El
proyecto haussmaniano de Paris fue el principal referente. Sin
embargo, las intervenciones en materia de diseño urbano fueron
muy limitadas y encapsuladas en pequeños fragmentos (Paseo de
la Reforma y sus parques en la ciudad de México, Av. Juárez y el
Paseo Bravo en Puebla, etc.), evidenciando un nulo intento por
llegar a propuestas integrales, de hecho, si los umbrales urbano
arquitectónicos tuvieron alguna transformación, esta dependió, casi
en su totalidad, de la nueva arquitectura ecléctica, la Nouveau, la
neoprehispánica y la neocolonial. De este período se destacan el
Palacio de Bellas Artes de Adamo Boari, quien manifestó que las
formas arquitectónicas propias de un pueblo debían utilizarse en la
arquitectura pero “renovadas y modernizadas”. En congruencia con
ese pensamiento utilizó elementos indígenas en dicha obra, “Boari
trató de hacer un Art-Nouveau mexicanizado, por lo cual asoman
en muchas partes cabezas de tigre y coyote y unas poderosas
serpientes ondulan en los arcos de las ventanas del primer piso 3.
La ubicación de esta obra permitió fusionar varias manzanas
céntricas que se articulan con la Alameda Central. Sin embargo,
esta articulación queda prácticamente condicionada a la cuadrícula
preexistente.

Mientras tanto, la Argentina del siglo XIX, se perfila como un país


paralelo al desarrollo europeo, el extenso suelo productivo, la
creciente inmigración y la importante vocación agroexportadora
generó la necesidad de múltiples asentamientos urbanos que,
favorecidos por la topografía, admitían al damero perfeccionado.
Este proceso se ve coronado con un período de extraordinario
empuje en todos los ámbitos de la vida urbana; entre 1880 y 1910.

1
LIRA VASQUEZ, Carlos. “Para una historia de la arquitectura mexicana”. Ed
Tilde, UAM. 1990, p.141.
2
Idem.
3
DE LA MAZA, Francisco. “Sobre Arquitectura Art-Nouveau, en La arquitectura
de la época porfiriana”. Ed Tilde. UAM. P.80.

20
Por ejemplo, la población urbana de 1869 a 1914 pasó del 28% al
53%1.

La infraestructura ferroviaria atravesó las ciudades; sus estaciones


marcaban los límites urbanos procurando no interferir con las
funciones de los centros históricos2 (Puerto Madero y Rosario),
permitiendo que la estructuras urbanas se definieran por zonas
autónomas y con una eficiente vestibulación, o sistema de
umbrales, como en Buenos Aires, único caso en Latinoamérica ya
que en ese entonces, solo Washington contaba con una estructura
similar. El plano de Rosario constituyó un paso adelante en
relación con el de Buenos Aires, y tomó como modelo la propuesta
más avanzada del momento –no europea sino americana-
conocida el mismo año de la contratación de Bouvard: el plan de
Chicago, de Burnham y Bennet3.

Buenos Aires fue una ciudad formalmente pensada como una


ciudad ideal, delimitada, y una estructura zonificada. El proyecto
elegido para el puerto es una muestra del deseo de no crecer
más allá. Sin embargo, el crecimiento fue inevitable y el proyecto
de la ciudad de La Plata4 como capital posible, expresa claramente
la intención de abarcar la totalidad del proyecto urbano
intercalando damero con diagonales. Intención no presente en las
ciudades mexicanas. Pero además en Argentina, como dice Liernur:
el país urbano no se construyó exclusivamente en las grandes
ciudades. Con sus artefactos, sus demandas de nuevos consumos
y, en consecuencia, con la expansión de los sistemas industriales
y extractivos, las ciudades ocuparon también, jalonándolo, el
territorio no urbanizado. Se crearon de ese modo pueblos
industriales, colonias agrícolas, instalaciones turísticas, centros de
salud5.
En materia arquitectónica, tanto en Argentina como en México, se
produjo el academicismo neoclásico, el Art Nouveau y el Art Decó.
Sus diferencias interpretativas en uno y otro lugar dependen de
varios factores como: materiales de cada región, capacidad
portante del suelo, incorporación de elementos prehispánicos (en el
caso de México), incorporación de elementos italianizantes (en el
caso de Argentina). La única tipología fuertemente característica
de la modernización argentina, y poco frecuente en otros países,
se produjo de manera anónima y espontánea: la casa popular de
patio lateral6. En México, el patio porticado central quedará como
definitivo tanto para la arquitectura monumental como la
residencial. Este hecho se debe a una diferente disposición urbana
en cuanto a la división de predios, aunque también, al fuerte
arraigo por la tradición colonial mexicana.

1
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, p.25.
2
Idem, p.26.
3
Idem, p.32.
4
Idem, p.30.
5
Idem, p.34.
6
Idem, p.45.

21
8.- Haussmann, Garnier, Soria y Cerdá.

El hecho urbano más significativo en el siglo XIX es, sin duda, la


intervención de Paris por Haussmann, ya que materializa, de
alguna forma, las aspiraciones de la sociedad que se acelera tanto
en su industrialización como en su insalubridad, pero también en
sus pensamientos dialécticos. Un fantasma recorre Europa, así
comienza Marx su manifiesto comunista, y no exagera. Los
populistas rusos quieren hacer saltar por los aires a todos los
zares que se crucen por el camino; descubren que “el pueblo”, en
el campesinado, está el bien, la redención, y hacia allí dirigen
todos sus pasos, idealistas, soñadores, alucinados, creyentes
absolutos en la revolución, en la nueva era que se acerca1.

Paris derribó las murallas en el s. XVII, pero al principio del s. XIX


aún era una ciudad de medio millón de habitantes, de estructura
medieval, con sus callejuelas y graves problemas de salubridad y
a mediados de siglo la ciudad ya tenía un millón trescientos mil
habitantes con zonas que alcanzaban una densidad de cien mil
habitantes por Km2 . 2

La construcción a lo largo de las nuevas calles se realiza con una


normativa más detallada que en el pasado: En 1852 se establece
la obligación de presentar una solicitud de construcción; en 1859
se modifica el antiguo reglamento de Paris (1783 – 1784), y se fijan
las nuevas normas que relacionan la altura de las casas con la
anchura de las calles3. Este hecho, sin precedentes, será
fundamental para que se intente controlar el tejido de toda ciudad
a partir de la calle - corredor. Sin embargo, la fuerte influencia de
la traza barroca y la construcción de las murallas en la nueva
periferia, hacen pensar que estas regulaciones sobre el tejido
urbano derivan más de la necesidad estética de fijar los
parámetros de la proporción paisajística entre los diferentes
componentes del espacio público con la arquitectura en general,
que desde el punto de vista de una segregación funcional por
zonas y corredores, es decir, si existe una segregación esta se
limita a marcar la diferencia entre equipamiento
( fundamentalmente de transporte ), zonas de uso mixto en
general y parques, teniendo a las calles – corredores como
interlocutores uniformes sin jerarquía en cuanto a su nivel de
servicio como vialidades.

La urbanística neoconservadora de Haussmann se convierte en


práctica común de todas las ciudades europeas, sobre todo a
partir de 18704. Aunque también será común en América. En
Buenos Aires, la apertura de la Av. De Mayo obliga a la demolición
parcial del Cabildo para establecer un eje central que conecta a la
Plaza de Mayo con la Plaza del Congreso, generando un clásico
umbral del barroco europeo, aunque generando además, un
enorme tajo abierto en la trama que marca, por primera vez de
1
FORSTER, Ricardo, en CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Ed.
Oficina de Publicaciones del CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina,
1997.
2
SORT Jordi Juliá. “Redes Metropolitanas”, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2006, p. 58
y 59.
3
BENÉVOLO Leonardo. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Gustavo Gili,
México, 7ª. Edición, 1996, p.97.
4
Idem, p. 109

22
manera tan elocuente, la división entre el norte rico y el sur pobre
que caracterizará a Buenos Aires a lo largo del siglo XX1. En la
ciudad de México, aunque con menor claridad barroca, se traza el
Paseo de la Reforma para conectar el Castillo de Chapultepec con
el centro de la ciudad, así como en Rosario el Bv. Oroño, en
Puebla la apertura de la Av. Juárez y, en Santa Fe, el Bv. Gálvez.
La contribución en materia de umbrales, fue valiosísima, ya que
mostró la posibilidad de que los flujos urbanos pueden ser al
mismo tiempo lugares. Esta es la principal virtud del umbral
urbano arquitectónico.
En Lyon, Bruselas, Roma, Viena, etc. Aunque habrá que guardar
distancia, ya que, en la mayoría de estas ciudades, las
intervenciones de influencia haussmaniana se llevaron a cabo en
la periferia respetando los cascos antiguos, estos ensanches hacen
que las ciudades queden divididas en sectores diferenciados, los
trazados medievales tienen que cercarse pero a la vez integrarse
a la nueva trama. Por ejemplo El Ring de Viena, proyectado por
Ludwig Förster que elimina las viejas fortificaciones para dar lugar
al célebre Ring, franja direccional equipada que garantiza una
ósmosis entre el centro histórico y los barrios suburbiales2. Así
permite incluir a la ciudad antigua en el sistema viario de la
ciudad moderna decimonónica, decisión adoptada por muchas
ciudades europeas, lo cual contribuyó a la ruptura definitiva con la
experiencia totalizadora de cierta influencia barroca y a la vez
permitió el desarrollo de nuevos conceptos urbanísticos, previos a
las experiencias del movimiento moderno.

El proyecto de la ciudad de Tony Garnier, presentado en 1904,


tiene por objeto fijar cánones de diseño para la ciudad moderna,
ahora motivados principalmente por el hecho de que toda ciudad
tendrá que ser necesariamente industrial; los Estados europeos
estaban plenamente consolidados y conscientes de esta premisa
que viajará rápidamente a Latinoamérica.

En esta nueva ciudad, los barrios residenciales se componen de


pequeñas casas unifamiliares aisladas, de aspecto modesto,
ordenadas en una red uniforme de calles.

La fábrica principal se encuentra separada de la ciudad por una


vía férrea que la comunica, así garantiza un orden urbano
mediante la zonificación vivienda – trabajo. Garnier concibe ya, en
un primer paso la segregación funcional, el control sobre la
densidad de viviendas y al mismo tiempo pretende la distinción
entre corredores viales y corredores peatonales dispuestos en
tramas yuxtapuestas.

El proyecto de Garnier para la ciudad industrial y el ensanche


proyectado para Barcelona por Cerdá, ejecutado parcialmente,
representan ya un antecedente claro que establece la plataforma
de los nuevos desafíos del s.XX.

1
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, p.31.
2
ZEVI Bruno. “Historia de la arquitectura moderna”. Ed Poseidón. Barcelona 1980.
pp. 34 y 35.

23
En 1840 la ciudad de Barcelona tenía cien mil habitantes,
hacinados en un recinto amurallado de dos kilómetros de diámetro
que el gobierno no dejaba derribar. En 1856, Barcelona consigue
derribar las murallas y comienza una rápida expansión hacia las
poblaciones vecinas, canalizada por un plan urbanístico, el
Ensanche, proyectado por el ingeniero Idelfons Cerdá. En 1900, la
ciudad tiene ya medio millón de habitantes1.

El ensanche de Cerdá se realiza, al igual que en Viena, respetando


el casco antiguo, pero su configuración es muy original ya que,
como Oriol Bohigas ha señalado, son dos las versiones que Cerdá
realiza de su plan. La primera, con un tipo de calles muy
semejantes a las existentes hoy, más otras flanqueadas por
jardines que alternan con los costados de los bloques. La segunda
versión, mucho más innovadora, supone en definitiva la supresión
de la rue – corridor, propugnada tantas veces por Le Corbusier y
otros urbanistas2.

El esquema viario que sirve de soporte para todo el plan en su


versión primaria – manzanas en “L” -, es sumamente conveniente,
ya que permite dotar a la ciudad de suficientes áreas verdes, sin
embargo hay que aclarar que la rue – corridor no se suprime en
la práctica sino que adquiere originalidad en su concepción al
manejar ochavas amplias que permiten abrir y homogeneizar el
tejido en las esquinas.

Sin lugar a dudas, el proyecto original de Cerdá hubiera sido una


experiencia revolucionaria e interesante si se hubiese llevado a la
práctica, pero también es conveniente tomar en cuenta otros
aspectos como el de la reducción de la densidad en aquellos
espacios y aquellos tiempos, entre otros muchos factores que
influenciaron también para que los arquitectos del s. XX, en su
intento por solucionar el problema social y la densidad
habitacional, propusieran la desvinculación entre vivienda y calle
para vincular bloque de viviendas serializadas con autopista
interurbana, en una relación en donde las escalas humana y social
quedan evidentemente comprometidas y sometidas a una drástica
polarización en los umbrales urbano-arquitectónicos europeos y
americanos.

Por su parte, en 1882, Arturo Soria y Mata, preocupado por la


congestión de la ciudad, propone una alternativa radical: una cinta
de ancho limitado y longitud ilimitada, recorrida a lo largo de su
eje, por una o más líneas férreas3.

La propuesta de Soria es de escala regional, ya que la ciudad


lineal multiplicada, funciona como articulación de calles que son
ciudades en red de muy baja densidad considerando que los
edificios no pueden ocupar más de la quinta parte del predio, las
casas son unifamiliares.

1
SORT Jordi Juliá. “Redes Metropolitanas”, Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 2006, p.124.
2
BENÉVOLO Leonardo. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Gustavo Gili,
México, 7ª. Edición, 1996, p.127.
3
BENÉVOLO Leonardo. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Gustavo Gili,
México, 7ª. Edición, 1996, p.390.

24
Soria es consciente de que para llevar a cabo su proyecto
requiere de reformas jurídicas con respecto a la propiedad del
suelo. << En la ciudad que no es obra del instinto sino producto
del cálculo y de la reflexión, el precio más alto no estará en un
solo punto, sino en una línea de extensión indefinida y, por tanto,
niveladora de los precios y estos disminuirán rápidamente a
medida que se separen de los carriles a lo largo de las calles
transversales, o sea en vez de círculos concéntricos, por líneas
paralelas de la vía férrea. En la ciudad lineal, merced a esta
brusca transición de precios de los terrenos, ricos y pobres vivirán
juntos >>1.
En 1894 se llevó el proyecto de Soria a la realidad en Madrid,
entre los suburbios septentrionales de Chamartín y del Barrio de
la Concepción, sobre un espacio que cubría los cinco kilómetros2.

Mientras estas experiencias se desarrollaban, paralelamente se


desarrolló también la discusión acerca de la validez y vigencia del
neoclasicismo frente a la reivindicación de la tradición de los
estilos medievales, sobre todo el gótico que, desde su negación
renacentista hasta su exploración en el s. XIX, había permanecido
en la penumbra. Las razones de este hecho están profundamente
ligadas a una crisis en el planteamiento teórico del lenguaje
arquitectónico, pero también a la necesidad, por parte de los
arquitectos, de resolver el problema social de la ciudad desde su
propia visión y ya no conforme a los cánones decimonónicos,
problema que en la actualidad continua vigente.

Camilo Sitte en Viena, será uno de los urbanistas que encarará


esta problemática proponiendo una mirada nueva hacia las
estructuras medievales para despertar nuevas expectativas
arquitectónicas y, con ellas, nuevas soluciones urbanas.

Aunque William Morris no fue arquitecto, tuvo una gran influencia


en la disciplina, siendo uno de los principales promotores de la
reivindicación medieval: Debemos conocer a fondo la arquitectura
gótica, entender qué fue y qué supone: una explicación magnífica
del espíritu orgánico. Al igual que los órganos crecen en un ser
viviente, se adaptan y se transforman, también en la ciudad sus
órganos, sus arquitecturas, crecen, se adaptan y se transforman en
interacción constante con un medio natural o social que
preestablece el ámbito de estos mismos cambios. Sola Morales nos
dice que, desde el pensamiento renacentista hasta el organicismo
de Frank Lloyd Wright o Raymond Unwin, el modelo orgánico-
evolucionista ha definido el modo de entender la relación entre los
cambios de la ciudad y los cambios de la arquitectura3, y también,
entre las diversas transformaciones históricas del umbral urbano
arquitectónico.

1
Idem, p.390.
2
ZEVI Bruno. “Historia de la Arquitectura Moderna”, Ed. Poseidón, Barcelona,
1980, p. 35.
3
SOLA MORALES Ignasi. “Presente y futuros. La arquitectura en las ciudades”.
Barcelona, 1996, p.12.

25
9.- Los umbrales de París y Londres

Las experiencias de la ciudad en el s. XIX, tanto en París como en


Londres, repercutirán en forma decisiva para la configuración de
las nuevas calles de la ciudad preexistente en el siglo XX en
Europa y América una vez consolidada la llamada segunda
mundialización.

En forma particular, Londres ha tenido una evolución fuertemente


condicionada, por un lado, por su situación de ser pionera al
enfrentar la industrialización desde 1760 y por otro, el espíritu de
los reformadores sociales quienes luchaban por combatir el
aparentemente inevitable deterioro de la vida urbana1.

Londres fue, durante los s. XVII XVIII y XIX, una especie de


laboratorio urbano de intervenciones inspiradas desde las aldeas
vecinas, concepción diversa a la de París de carácter fuertemente
centrípeto, trasladando su influencia hacia el exterior. Paris se
desarrolla a partir de un comienzo, desde un foco insular que se
arriesga hacia un afuera que va a estar marcado históricamente
por sucesivos cercos2.

El centro no puede sino remitir a sí mismo y la fuerza que aspira


es tan fuerte que no es posible concebir ninguna exterioridad. No
ocurre lo mismo con el cuerpo de Londres, que es la antítesis de
París: la ciudad de Londres no tiene ni “medio ni eje”, no se apoya
en un centro3.

La calle de París, al responder a esta estructura centrípeta se


convierte en un espacio multifuncional en el que conviven las
viviendas de familias acomodadas, las viviendas de la clase media
y las de los sirvientes con el comercio, el taller, la oficina, el
pasaje peatonal y el vehicular; este tipo de bloque de
apartamentos parisino le proporciona a la calle-corredor ambientes
de integración social, en donde el umbral público-privado es
siempre amable.
En Londres se prefiere la vivienda unifamiliar que, junto al anhelo
de la coexistencia campo-ciudad y la creciente demanda de
vivienda en la ciudad industrial, obligó a que los constructores
desarrollaran modelos de viviendas tipificadas. Uno de estos tipos
era el “almhouse”, financiada por instituciones privadas para los
pobres de la ciudad. Otros modelos fueron tomados de las
tradicionales granjas situadas en áreas rurales y que habían sido
construidas durante el siglo XVIII. Todos estos prototipos fueron
adaptados fácilmente para apretados desarrollos de casas en
hilera4, como es el caso de los desarrollos “back to back” que,
independientemente de las graves consecuencias antihigiénicas del
momento por la precaria infraestructura, sirvieron de base las
propuestas para tratar de solucionar el problema de la vivienda
1
SCHOENAUER Norbert, 6.000 años de hábitat, Ed. Gustavo Gili, Barcelona 1984,
p. 344.
2
MONGUIN Olivier. “La Condición Urbana”, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, p.47.
3
MONGUIN Olivier. “La Condición Urbana”, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 47
4
SCHOENAUER Norbert. 6.000 años de hábitat, Ed. Gustavo Gili, Barcelona 1984,
p. 346.

26
social a finales del siglo diecinueve y principios del veinte. En
consecuencia tanto la calle como el trazado de las ciudades
tendrá un carácter menos orgánico y marcadamente mecánico;
prácticamente sin jerarquía.

Ambos caracteres urbanos, también son trasladados a


Latinoamérica. Su adopción se verifica en dos momentos, en
primer lugar la centralidad parisina, que es centrípeta y a la vez
centrífuga, está presente en los ejes heredados de España, la
ciudad funciona como un umbral abierto de trayectorias obligadas
que remiten al centro y parten de él. La fuerte centralidad de la
ciudad latina, aún hoy, resulta paradigmática a pesar de que,
paulatinamente, el avance de la Modernidad intenta prescindir de
ella.

El carácter de la estructura londinense, por el contrario, se


intensifica en Latinoamérica conforme avanza la influencia tanto
de la Ciudad Jardín como la ciudad del Movimiento Moderno,
ambas con su intento de descentrar a las ciudades.

10.- Los umbrales de la Ciudad Jardín y del Movimiento


Moderno

Según Peter Hall1, se reconocen tres vías en la reacción de los


arquitectos ante la producción urbano arquitectónica del XIX: la
primera basada en la capacidad de la estética, formada por las
corrientes academicistas, que se influirían recíprocamente. Es
frecuente distinguir en este enfoque de tipo compositivo, al menos
dos líneas distintas: la que, en continuidad con la Ecole de Beaux
Arts, parecen orientarse hacia el monumentalismo (Brinkman, el
movimiento de la City Beautifull, Hegemann, pero también Henard
y Garnier); y la que desde posturas más empíricas, extrayendo sus
conclusiones de la ciudad existente, alcanzan un enfoque
decididamente compositivo (Sitte, Unwin –al menos en sus
primeras obras).
La segunda, estaría formada por los técnicos que, arrancando de
las propuestas eficientes, buscaban completarlas con otros
aspectos necesarios para la correcta gestión de la ciudad, con
aspiración de autonomía frente a la arquitectura. Emergen aquí las
actuaciones y textos de diversos autores englobados bajo la
denominación de “tratadística alemana” sobre la construcción de la
ciudad (Stubben, Beaumeister, Eberstadt), desde el exterior de la
arquitectura y atentas a las cuestiones de higiene, circulación y
economía productiva.

La tercera estaría formada por las propuestas con un alto grado


de intención social reformadora. Su actitud no es nueva, coincide
con las de los utopistas y con los higienistas del XIX, pero se

1
Según Peter Hall, las respuestas al urbanismo que se dan en el siglo XIX, de
mera expansión burguesa, se reducen a cuatro: la ciudad monumental y
academicista; la ciudad jardín y el contacto con el campo, donde se incluiría la
ciudad lineal de Soria; la derivación hacia la planificación racional; y la nueva
ciudad planteada por el Movimiento Moderno. Sin embargo, antes del siglo XX,
este último no había hecho eclosión y, por tanto, se pueden reducir a las tres
del presente texto. HALL, Peter, “Cities of Tomorrow. An Intelectual History of
Urban Planning and Design in the Twentieth Century”, Oxford, 1988.

27
distinguen claramente de unos y otros. Por una parte se apoyan
en la realidad social y por otra, la necesidad de un punto de
partida más racional. Ambas posturas de esta tercera vía,
requerían de modelos nuevos, como lo fue, de hecho la Ciudad
Jardín de Howard, único modelo que resistió a la crítica del
Movimiento Moderno, gracias a su preocupación social que
coincidió con objetivos básicos de los años primeros de ese siglo,
especialmente en las administraciones social demócratas1.

El nacimiento del urbanismo como disciplina formal, coincide


prácticamente con la llegada sorpresiva del automóvil a la calle,
complicando el rol social de la misma y acelerando la gestación
del nuevo urbanismo de la Carta de Atenas.

Durante la primera mitad del siglo XX, mientras la ciudad jardín,


por un lado, encara tres grandes desafíos: 1.- La articulación entre
residencia y el campo, 2.- La densidad habitacional y 3.- El control
de la plusvalía del suelo urbano. El movimiento moderno por el
otro, prepara el giro decisivo para imponer, a través de la Carta
de Atenas, las cuatro categorías de análisis que simplifican la
experiencia urbana bajo las bases de un racionalismo estático. Dos
modelos son suficientes para sintetizar la realidad urbana de la
primera mitad del siglo XX: la Ciudad Jardín y la Villa Radiante,
ambos marcan el valor de la relación residencia-campo de baja y
alta densidad respectivamente, por encima del valor de la calle
como umbral urbano arquitectónico.

En Benjamín, particularmente, en más de un ensayo aparece esta


idea de lo que él denomina el carácter destructivo2, que tiene una
función prometeica, es decir constructiva: despejada, pide tabula
rasa, mesa limpia para poder escribir, a dibujar, a pensar,
precisamente porque está seguro, o cree al menos estarlo, de que
la época abre una nueva oportunidad, que allí donde el peligro, la
disolución, la crisis, aparecen como propio del tiempo, también
justamente en el interior del peligro, de la crisis, de la disolución
de las grandes ideas, surge la oportunidad3.
La vivienda y el automóvil se convierten así en una especie de
binomio cuyo múltiplo resuelve, racional y funcionalmente, toda la
estructura urbana, mientras que el corredor urbano quedó aislado
de sus múltiples funciones; por un lado fue reducido a simple
circulación como las autopistas y nodos elevados y por el otro, a
un flujo privativo dentro de contenedores habitacionales,
comerciales o industriales de propiedad horizontal en condominio.

En la Carta de Atenas, el movimiento quedaba circunscrito a una


de las cuatro grandes funciones urbanas, junto a la vivienda, el
trabajo y el ocio, la ciudad tenía que prever las zonas de
transporte. Era ciertamente, el reconocimiento de su importancia,
pero seguía siendo objeto de un tratamiento separado, sustantivo,
que tendía a dejar en manos de los expertos en transporte la

1
SICA, Paolo, “Historia del Urbanismo”. Siglo XX, Madrid, 1981, p 102.
2
FORSTER, Ricardo, en CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Ed.
Oficina de Publicaciones del CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina,
1997. p. 144.
3
Ídem, p. 144.

28
definición física de esta función y su localización en zonas
especializadas1.

El funcionalismo predominante en el urbanismo moderno


descalificó pronto el espacio público al asignarle usos específicos.
En unos casos se confundió con la vialidad, en otros se sometió a
las necesidades propias del Estado. En casos más afortunados se
priorizó la monumentalidad, el “embellecimiento urbano”2.
El primer atentado grave contra la vitalidad del sencillo esquema
dual entre el espacio público constituido por la calle, avenidas,
plazas y los espacios parcelados públicos o privados, se produce
durante las décadas de los 20 y 30, mediante un nuevo modelo de
ciudad donde el espacio público sería mucho más abundante3.
Independientemente de que la intención de los arquitectos del
movimiento moderno haya sido la de percibir a la ciudad como
una pieza de transición, una propuesta que probablemente
conduzca al restablecimiento de un entorno natural virgen, “los
arquitectos vanguardistas de la primera época del movimiento
moderno, en lugar de cultivar la naturaleza, insertaron sus edificios
en ella”4. Al pretender optimizar el espacio residencial, lo
desvincularon del espacio público y, a su vez, este espacio generó
una separación forzada entre sus dos funciones principales: el
lugar y el flujo. Este umbral se presenta con pocas posibilidades
de tránsito. El mismo Le Corbusier transformó el umbral tradicional
porque decía que la naturaleza, con sus grandes extensiones
verdes, podía penetrar con tan solo ser vista a través de las
ventanas bien orientadas del espacio interior optimizado y
tipificado.

El proceso de industrialización en América Latina y la Revolución


Industrial, son hechos de diferente época (s. XIX en Europa y
Norteamérica, primera mitad del XX en América Latina). Sin
embargo, ambas dependieron de la aparición de la segunda
mundialización histórica que corresponde al advenimiento de la
sociedad industrial que es fruto de la revolución industrial
producida en el campo tecnológico5.

Esta mundialización trajo para América Latina, en los años 30


´,cambios definitivos, primero en las políticas de desarrollo para las
naciones, la substitución de un modelo agro exportador, cuya
evolución había alcanzado niveles importantes desde la primera

1
SOLA MORALES Ignasi. “Presente y futuros. La arquitectura en las ciudades”.
Barcelona, 1996, p.14.
2
BORJA Jordi. Revista del CLAD Reforma y Democracia, No.12, octubre 1998,
Caracas.
3
LOPEZ DE LUCIO Ramón. Texto presentado y comentado durante el Seminario
Internacional: “La Ciudad: acciones para su transformación”. Estrategias
proyectuales: Madrid-Buenos Aires”.20 al 24 de octubre de 2003. Organizado por
la FAU-UB y el Grupo de Estudios Urbanos.
4
FRAMPTON Kenneth.en texto basado en una conferencia de Yurgos
Simeoforidis, Paisaje y espacio público, pronunciada con motivo de la
convocatoria de EUROPAN 3 en Praga, fue publicado en el número especial “The
city of all senses” de la revista Arquitectura & Behaviour, Vol. 9, no. 3.
5
MONGUIN Olivier. “La Condición Urbana”, Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, p.175.

29
mitad del s. XIX, fundamentalmente en Argentina, en un modelo
de dependencia de las importaciones y, por consiguiente, un
cambio en el perfil de muchas ciudades, por ejemplo, Santa Fe,
cuya estructura sufrió mutaciones de gran importancia provocadas
principalmente por el crecimiento de la infraestructura para el
automotor que desplaza a la del ferrocarril, los corredores
industriales se convierten en los motores del desarrollo urbano con
la lógica migración del campo a la ciudad y el consecuente
desbordamiento de esta hacia el norte.

La ciudad de Santa Fe que en 1921 no llegaba a tener 300


automotores, para 1931 había alcanzado los 4000 vehículos1. Antes
los flujos determinaban la localización estratégica de las ciudades,
pero después, a mediados del s XX, los flujos se adaptaron a las
localizaciones con la nueva infraestructura carretera que favoreció
a ciudades como Rosario, que habían desarrollado una gran
actividad industrial retroalimentada con el crecimiento de su
infraestructura, pero al mismo tiempo, desfavoreció a ciudades
como Santa Fe, cuyo posicionamiento y desarrollo dependió,
únicamente, de su condición de Capital Provincial.

Todas las corrientes arquitectónicas y urbanísticas de la historia,


que generalmente están representadas por sus propias utopías
expresadas, al menos conceptualmente, han tenido vertientes
positivas y negativas dependiendo de la cultura receptora. El
Movimiento Moderno no es la excepción. En Argentina, la visita de
Le Corbusier en 1929 fue un hecho significativo en cuanto a la
figura de él mismo, como arquitecto libre e independiente, pero no
como un hecho definitivo en cuanto a la influencia de todo un
movimiento que en el mundo se venía desarrollando desde la
segunda década del siglo XX. De hecho, el mismo Le Corbusier
vino a percatarse de dichas tendencias y no precisamente a
inaugurarlas. En todo caso, la geografía de Argentina y en especial
de Buenos Aires, enriquecieron la visión de Le Corbusier.

La Arquitectura Moderna fue consecuencia de las grandes


transformaciones que Sedlmayr ha condensado en la fórmula de la
“pérdida de centralidad”2. Es de primordial importancia registrar
que la puesta en cuestión de la tectónica tradicional –basada en
esfuerzos de comprensión-, la disolución de los límites entre
lugares y entre interior y exterior (transparencia), la desvinculación
con el contexto inmediato urbano o natural (objetualización), el
cuestionamiento de la mediación lingüística en el concepto de
mimesis, la negación del pasado y la consecuente necesidad de
autolegitimación, la liquidación de todo rasgo de caracterización,
fueron y son los nudos problemáticos explorados por la
Arquitectura Moderna y como medio de esa “pérdida”3.

Es evidente que este umbral, de principios del XX, contiene tanto


el deseo de modernidad como la nostalgia de la cualidad perdida.
Así, el eclecticismo, el Nouveau y el Decó, se desvanecen pero sin
desaparecer totalmente.
1
ARROYO Julio en BERTUZZI María Laura. “Ciudad y urbanización”, Universidad
Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina 2005, p. 53.
2
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, p.167.
3
Idem, p.167.

30
En el ámbito arquitectónico de Buenos Aires, el edificio Kavanagh,
de Sánchez, Lagos y De la Torre es una buena muestra de la
ambigua relación entre modernismo y tradición1. A veces el
jalonamiento viene de la fuerza del poder estatal que reclama lo
estable, lo permanente y no lo posiblemente transitorio, tal es el
caso de los proyectos institucionales de Alejandro Bustillo. Pero ha
quedado como muestra de la mayor asimilación del Moderno, los
proyectos promovidos por Le Corbusier y Wladimiro Acosta junto a
Jorge Ferrari Hardoy y Juan Kurchan, como el Plan de Buenos Aires,
o las obras realmente concretadas de la Av. 9 de Julio y la Av.
General Paz que completa la envolvente urbana junto con el Río
de la Plata. En ambos umbrales, independientemente de la belleza
paisajística, del descongestionamiento vehicular y la contención
logradas, se percibe una espacialidad en donde la escala humana
se subordina a la presencia del automóvil.

En general Argentina fue un territorio fértil para el Movimiento


Moderno. En materia de urbanismo los planes reguladores de Salta
y Rosario, de Guido, Della Paolera y Farengo, los estudios de
Werner Hegemann2. Y en el plano arquitectónico, en 1933 se
completó la segunda parte del barrio Rawson con nueve
pabellones y 74 casas individuales; en 1934 se reformuló un
proyecto para un edificio de 66 departamentos –en su mayor parte
de dos dormitorios y sala- en el terreno de San Juan y Balcarce3,
entre muchos otros conjuntos habitacionales tipificados que,
aunque respondían generalmente a la tendencia del Moderno,
adquirieron rasgos muy particulares, condicionados por la geografía
pampeana.

En los “ateliers de artistas”, se ensayaron nuevas articulaciones de


los espacios para habitar. Relajados o informales como también lo
suponía el carácter de su programa, estas unidades incorporaron
ámbitos de doble altura, y compactaron e integraron entre si
funciones de la casa de una manera hasta entonces infrecuente4,
como las casas individuales de Alberto Prebisch, de Wladimiro
Acosta, o de Antonio Vilar que, con el empleo de la misma sintaxis
y un mismo conjunto de vocablos, proyecta los edificios para el
Automóvil Club Argentino constituyendo una zaga que, extendida
por todo el país, responde de manera excelente a los
requerimientos de repetición y simultáneamente de adecuación a
las condiciones de cada sitio5.

Resulta importante hablar aquí del proyecto de Brasilia, calificada


por muchos como la ciudad ideal y punto de llegada del
Movimiento Moderno; calificación que lejos de favorecer es injusta
tanto para la ciudad como para el mismo Movimiento, ya que,
como bien advierte Adrián Gorelik: Si volvemos a la repercusión
internacional de Brasilia, como punto de llegada de la repercusión
de la “arquitectura moderna brasileña”, podremos notar la
multiplicidad de las posiciones en juego en el escenario de los
años cincuenta, la completa ausencia de estabilidad en los
1
Idem, p.167.
2
Idem, p.181.
3
Idem, p.187.
4
Idem, p.217.
5
Idem, p.222.

31
postulados del modernismo1. La rica exuberancia formal de
Niemeyer, citada por muchos críticos, estaría en contraposición con
los mismos discursos de la Carta de Atenas que, por otro lado,
nunca derivaron en caracteres académicamente detallados para
trazar un modelo. De hecho, esos discursos, en la década del 50,
ya se empezaban a reformular.

Lo que nació en Río, bajo el comando de Lucio Costa, fue un


eficaz dispositivo de producción simbólica que haría célebre en
los años cuarenta y cincuenta un “movimiento”, el único lo
suficientemente homogéneo para aspirar al nombre de
“Arquitectura Brasileña Moderna”2.

Desde la Revolución de 1930, el Estado Brasileño concibió a la


modernidad como un valor político, el estado buscará que una
arquitectura de prestigio lo identifique y en esa búsqueda se
producirá una ligazón muy íntima entre político y arquitecto;
íntima y directa, a la manera de mecenazgo tradicional, ya que es
una relación que para ser eficaz necesita preservar el carácter de
artista del arquitecto (nótese la diferencia con el modelo mexicano
de reclutamiento estatal de las vanguardias de los años veinte y
treinta, que va a tender a convertir al arquitecto en funcionario
público)3.

Es precisamente en México donde las repercusiones de una


modernidad forzada, tendrán efectos decisivos para la pobreza
expresiva urbano arquitectónica a partir de los años veinte y
treinta. México no termina de aceptar los nuevos valores de la
modernidad mundializada. El pueblo, conciente o inconcientemente,
se pronuncia por sus valores barrocos del pasado y, durante las
primeras décadas del XX, sus movilizaciones sociales estarán
siempre manipuladas por la pugna entre masones que se asocian
como una familia revolucionaria que se consolida en el poder
como la dictadura disfrazada y perfecta4 durante 70 años.

Juan Ignacio Barragán comenta que, de 1930 a 1960, México vive


los años de la “inconsciencia urbana”, debido a que se combinaron
severas mutaciones en la estructura económica y demográfica en
el país con un contexto de represión al ejercicio de la actividad
empresarial5. El gobierno de Cárdenas, emanado de la “familia
revolucionaria” instalada en el poder desde 1917, establece la
colectivización de la tierra, pues en la práctica, todos los ejidos
agrarios comunales pasaron a ser de jurisdicción federal 6 y para
manejar y controlar dichos ejidos, el régimen creó un organismo
1
GORELIK, Adrián. Tentativas de comprender la ciudad moderna, Artículo escrito
como parte del Programa Modernidades tardías no Brasil, del Centro de Estudios
Literarios de la Facultade de Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais y
la Fundación Rockefeler.2005.
2
Idem.
3
GORELIK, Adrián. Tentativas de comprender la ciudad moderna, Artículo escrito
como parte del Programa Modernidades tardías no Brasil, del Centro de Estudios
Literarios de la Facultade de Letras de la Universidad Federal de Minas Gerais y
la Fundación Rockefeler.2005.
4
VARGAS LLOSA, Mario. Entrevistado por El Heraldo de México, 31 de agosto de
1990.
5
BARRAGÁN VILLARREAL, Juan Ignacio. “Cien años de vivienda en México”. Ed
Urbis Internacional. Monterrey 1994.
6
LOUVIER CALDERÓN, Juan. “Historia política de México”. Ed Trillas. México, 2004,
p 142.

32
llamado Banco Ejidal, mismo que se convirtió en el nuevo amo de
los campesinos; un amo anónimo y sin más rostro que el fugaz
que presentaban los funcionarios en turno, los cuales buscaban
sacar todo el provecho personal posible durante el tiempo –
generalmente breve- del desempeño de sus funciones en la
región. Y como en los ejidos colectivos los campesinos ya no eran
asalariados, no podían acogerse a las leyes laborales; pero al no
ser tampoco propietarios de sus parcelas, quedaron totalmente a
merced del Banco Ejidal1 que, pronto quedó sin recursos humanos
ni materiales y sin estrategias para atender el campo. Esta
situación derivó en una fuerte movilización migratoria hacia las
ciudades, principalmente a la ciudad de México, donde las
actividades terciarias y la industria periférica representaron la
única oportunidad para subsistir. De tal manera, la ciudad de
México, y aunque en menor medida Puebla, Monterrey y
Guadalajara, tuvieron un sorpresivo crecimiento poblacional; de
1940 a 1950 el Distrito Federal pasa de 1.8 a 3.1 millones de
habitantes, situación que complica si le sumamos la falta de
experiencia en materia de planificación urbana. Si nos ubicamos
en 1967 y volvemos la mirada, la última intervención importante
fue la del Paseo de la Reforma y nos percataremos de que el
Distrito Federal, ha crecido al margen de toda planificación,
mediante la extensión de un damero que se deforma conforme se
avanza hacia la periferia conurbana con poblados que se
convirtieron en barrios dentro de una mancha que absorbe al 20%
de la población urbana del país.

Tanto en arquitectura como en urbanismo, durante estos años en


México continuará, como en el XIX, importando modas o tratando
de vincular forzadamente la arquitectura prehispánica con el Art
Decó, no es el deseo por la cualidad perdida como en Argentina,
sino el obsesivo afán de remarcar (por si acaso no había surtido
efecto) el supuesto odio y olvido, consignado por la Revolución,
por todo lo que parece español. Para ello, los arquitectos fueron
prácticamente empleados gubernamentales con la consigna no de
buscar la auténtica modernidad, sino de imponer el
neoindigenismo. Sin embargo, existen realizaciones que debemos
valorar por la capacidad de arquitectos como Ortiz Monasterio,
Juan Ogorman, Federico Mariscal, Francisco J. Serrano, entre otros.
Obras como el Anahuacalli en la ciudad de México, de Juan O
´Gorman, la del “Diario de Yucatán” en Mérida, de Rubio Ibarra. El
edificio del Departamento de Salubridad, de Obregón Santacilia.

La obra de los muralistas Rivera, Orozco y Siqueiros, imprime un


carácter que realza la obra arquitectónica, más por el colorido que
por la temática misma, especialmente después de la década del
cuarenta, cuando el Movimiento Moderno empieza a tener
repercusiones en el país. Destacan las obras de Mario Pani quien
fue uno de los arquitectos que mantuvo contacto permanente con
la vanguardia moderna europea, como lo muestra el Multifamiliar
Miguel Alemán2, al sur de la ciudad de México, construido
simultáneamente a la Unidad Habitacional de Le Corbusier en
1
Idem, p.143.
2
En un documental producido por el Instituto Mora de México D.F.”Mi multi es
mi multi”, ha quedado de manifiesto la repentina ausencia del Estado en el
Multifamiliar Miguel Alemán. En este video se hacen entrevistas a varias
generaciones de vecinos, así como al mismo Mario Pani, en el momento de la
inauguración del conjunto en 1949.

33
Marsella. Hay que destacar que el proyecto de Pani, desarrollado
en cuatro manzanas fusionadas para contener un conjunto de
edificios en altura que se interrelacionan con espacios que
contienen espacios comunes, funcionó de acuerdo a la concepción
original mientras el Estado, a través del ISSSTE (Instituto de
Servicios y Seguridad Social para los Trabajadores del Estado), se
hizo cargo de administrar los servicios y umbrales comunes.
Cuando el ISSSTE en 1970 no soportó más las cargas
administrativas, mediante un acto de abandono disfrazado de
generosidad social, entregó a los vecinos la custodia de esos
espacios comunes. Este hecho, aunado a la falta de cultura
condominál por parte de los vecinos, devino en la degradación de
los umbrales urbanos arquitectónicos que se repite –con algunas
ligeras variantes- en la mayoría de los conjuntos de interés social
durante los últimos 38 años, de 1970 a 2008, en Latinoamérica.
Independientemente de ello, el inobjetable valor del proyecto de
Mario Pani, consistió en haber logrado el objetivo de un programa
arquitectónico, tal como lo había acordado con sus clientes;
programa que en ningún momento vislumbrara la posibilidad del
abandono gubernamental de estos umbrales.

Mario Pani también proyectará una gran cantidad de obras para el


gobierno como la Unidad Nonoalco Tlaltelolco, la Escuela Nacional
de Maestros, entre una multitud de edificios en altura que han
quedado como muestra del importante contacto de este arquitecto
con las vanguardias modernistas europeas y norteamericanas, al
igual que Enrique del Moral que, en la década del cincuenta,
sembró de edificios el Paseo de la Reforma y la Av.de los
Insurgentes en ciudad de México, definiendo junto con Pani y
Enrique Yañes el perfil internacionalista del paisaje urbano a base
de plantas libres y la limpia articulación de masas. Aunque al
mismo tiempo, otro grupo de arquitectos como Luis Barragán, Félix
Candela y Pedro Ramírez Vázquez, formarán otra tendencia
consistente en abandonar los conceptos uniformadores del
racionalismo para iniciar, cada uno en lo particular, la maduración
de una arquitectura introspectiva, negadora del entorno urbano y
cuyo único propósito es la estética del espacio1.
Los efectos de la proliferación del automóvil en la ciudad de
México, aunada por un lado a la moda por las autopistas urbanas
y, por el otro a la falta absoluta de planificación urbana, fueron de
gravísimas consecuencias durante toda la segunda mitad del siglo
XX y los primeros años del XXI.

Es notable ver que, mientras en la ciudad de Boston, las


autoridades preocupadas por la falta de espacios de integración
Inter.-barrial, demolían dobles niveles en importantes vialidades
para inducir el transito en forma subterránea, generando umbrales
en donde la sociedad se encuentra y convive sin conflicto con un
tránsito localizado y una mezcla adecuada de usos de suelo. Al
mismo tiempo, en ciudades latinoamericanas imitamos el error que
ahora tratan de corregir los norteamericanos.

Un ejemplo realmente patético fue el proyecto y la obra del


segundo nivel para el periférico de la ciudad de México en el año

1
DE ANDA ALANÍS, Enrique, en “Historia del Arte Mexicano”, Ed. Salvat. México,
1986, Tomo 14, p.2066.

34
2004, cuyo proceso estuvo empañado por graves hechos de
corrupción por parte del gobierno en turno, quien concibió el
proyecto pensando únicamente en descongestionar la vialidad
como flujo, sin tomar en cuenta las consecuencias tanto sociales
como paisajísticas dentro de un conglomerado urbano con alto
grado de segregación social y grandes superficies de suelo
privatizadas. Curiosamente, Andrés Manuel López Obrador, se
presentaba como un líder que luchaba en contra de la falta de
integración social.

En Argentina, en las décadas del cuarenta y cincuenta, se


multiplicaron las relaciones con la cultura arquitectónica de los
Estados Unidos. Marcel Breuer construyó el Parador Ariston;
Eduardo Catalano se instaló en Carolina del Norte. La casa que
edificó en Raleigh es una pieza extraordinaria en la que se
articulan con elegancia su interés por las estructuras de la
naturaleza, por la construcción industrializada, y por una extrema
libertad espacial1. Una obra significativa es el edificio “Los
Eucaliptus”, de Ferrari Hardoy y Juan Kurchan en Buenos Aires, ya
que expresa en forma clara el deseo de ingresar, no solo a un
definitivo racionalismo arquitectónico, sino también de desarrollar
un modelo de umbral capaz de regenerar el tejido amenazado de
la ciudad.

La doble tendencia modernista manifestada en México, también


estará presente en Argentina desde la década de 1950, aunque con
una mayor ingerencia en aspectos urbanísticos; el estudio de
Mario Roberto Álvarez, despliega con una especial sinceridad todo
su repertorio formal de simplificación arquitectónica, razonada y
sin estridencias, sin más búsqueda que la requerida según el
discurso modernista de la época. Como lo señala en 1974 Marina
Waisman en un artículo aparecido en el número doble de Summa:
“MRA o el arte de ser simple en un mundo complicado”2.
Una segunda tendencia estaría representada por el estudio de
Clorindo Testa cuya obra, como por ejemplo el Banco Hipotecario
(1959), entre dos calles estrechas, rodeado por edificios de estilo
neoclásico, en un área urbana densa, el edificio retoma las
proporciones de sus vecinos en altura3 y refleja la búsqueda de
una propia expresividad en el empleo de una geometría brutalista
que, aunque es propia del Movimiento Moderno, conforme avanza
la segunda mitad del siglo XX, en sus siguientes proyectos
Clorindo Testa se va desprendiendo de la influencia inicial y
constituye uno de los representantes más relevantes de una forma
proyectual basada en la ruptura vanguardista de las convenciones4.

11.- Los umbrales y los discursos posmodernos

1
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.232.
2
MOLINA Y VEDIA, Juan, en “Diez estudios argentinos”, editado por Clarín.
Buenos Aires 2007. Tomo 1 Mario Roberto Álvarez, p, 13.
3
Idem, Tomo II Clorindo Testa p, 143.
4
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.320.

35
Los discursos y las realizaciones que contestan las propuestas de
la Carta de Atenas, entre 1950 y 1980, intentaron la reivindicación
de los umbrales mediante una visión estructural de la ciudad,
como los estudios de Leslie Martin sobre un damero ideal de
zonas construidas y zonas libres demostrando que la disposición
construida formando grandes patios tiene ventajas evidentes – de
mayor cantidad de suelo aprovechable o de menor altura de
edificación – frente a la disposición construida con bloques o
manzanas densas dejando calles o espacios intermedios continuos1.

También las propuestas estructuralistas de Alison y Peter Smithson


para la reconstrucción de Berlín y la urbanización de Robin Hood
Gardens y Goleen Lane en Londres, donde Smithson redescubre la
concepción de la calle2, o los desarrollos de Candilis en Francia y
los de Bakema y Van den Broek en Holanda. Todos estos proyectos
estructuralistas, destacan por su originalidad en su diseño
arquitectónico y su deseo de contrarrestar las debilidades
observadas del Movimiento Moderno en cuanto al umbral entre
lugares y flujos. Sin embargo, sus aportes no dejaron de ser una
derivación de la misma corriente racionalista, los flujos y los
lugares continúan aislados, con la diferencia de que ahora
pertenecen a una composición estructural integrada mediante la
yuxtaposición de las redes de flujos a distintos niveles con los
bloques residenciales y comerciales de cierta composición
individualizada. Pero el corredor sigue siendo monofuncional, y es
precisamente esta monofuncionalidad la que se acentuará en el
camino utópico hacia el High Tech.

En un sencillo análisis, Jane Jacobs repasa lo que se podría


considerar como un conjunto de detalles de diseño que favorecen
o entorpecen la vitalidad urbana. Por ejemplo, la distinción del
contacto vecinal natural frente al contacto obligado que algunas
agrupaciones residenciales tipológicas modernas creaban. O
también, la necesidad de la mezcla de usos que garantiza la
presencia de personas en todo momento y con ella la seguridad
del sitio. La densidad urbana, el rediseño de vacíos fronterizos
dados por la independencia de los barrios o por los bordes con
actividades industriales.

David Harvey, refiriéndose al postmodernismo en las ciudades,


afirma que si los modernistas planifican la estructura del espacio,
los posmodernos diseñan, en una época en que los ideales de
igualdad del movimiento moderno son sustituidos por una
descarada jerarquización del mercado. Nunca como antes, la
injusta renta privada del suelo había dañado tanto la estructura
social y por consiguiente al espacio público.

Confluye en esta escena del presente que vivimos, como primer


elemento, lo que se dio en llamar la crisis del sistema capitalista,
que por supuesto no es una crisis como la que pensaba el
marxismo o la revolución, cincuenta años atrás, una crisis terminal,
que es una crisis de reformulación. A mediados de la década del
70 tiene su fin la onda expansiva de un desarrollo sostenido del
capitalismo, que se iniciará en la segunda posguerra, y la lenta
1
ORDEIG CORSINI José María. “Diseño Urbano y Pensamiento Contemporáneo”,
Ed. Océano, México 2004, p.68.
2
ROSSI Aldo. “La arquitectura de la ciudad”. Ed. Gustavo Gili, Barcelona, 1971, p.
154.

36
hegemonía a partir de esta crisis (que se va a emblematizar, a
mediados de los 70, con la famosa crisis del petróleo), del capital
especulativo financiero por sobre el clásico capital de inversión
industrial1.

Las reformulaciones del modernismo, que surgen automáticamente


desde el mismo momento en que la segregación funcional y la
serialización de la vivienda intentan imponerse en diversos lugares
del mundo, conducen a considerar que, aunque la arquitectura
edificatoria sigue teniendo un protagonismo absoluto, se abandona
la fría y repetitiva seriación de las fachadas y se adoptan nuevos
lenguajes, más personales e individualizados, tratando –no
precisamente con éxito- de contextualizarlos.

En Argentina, durante la década del 60, la inversión pública fue


rebasando a la privada y, a la vez, ante las nuevas influencias
europeas del Team X, se crean condiciones de inversión, escala y
relación estado/empresa/proyectista permitieron que, inspirada en
los objetivos e inquietudes sociales que hemos analizado, una
parte de la matrícula experimentará en los grandes conjuntos
nuevas soluciones de mayores valencias existenciales2.

En Europa estas reformulaciones generan un espacio urbano con


formas expresivas, sobretodo en aquellos proyectos del “mixed
development”, como los Barrios Hansa en Berlín y el World´s End
en Chelsea Londres, donde se evita la regularidad, el paralelismo y
la igualdad; pero se mueve dentro de los parámetros anteriores:
continúa quedando como el negativo, el vacío dejado por los
edificios. Como consecuencia sin ningún espacio intermedio que
haga de transición de escala, los lugares de esparcimiento y
representación son de tamaño desproporcionado. Esto es, porque
el módulo residencial sigue condicionando, no únicamente al
conjunto de viviendas en cuestión, sino a la ciudad toda, por más
que ahora se intente recuperar la manzana y la calle, como en el
caso del barrio Centenario en Santa Fe Argentina, de Baudizzone,
Díaz, Ervin, Lestard, Varas, en donde tanto la calle como la
manzana y sus vacíos interiores no dejan de permanecer ajenos al
conjunto residencial.

Otros ejemplos de este tipo de reformulaciones proyectuales, los


podemos reconocer en las propuestas del estudio Manteola,
Sánchez Gómez, Santos, Solsona, Viñoly, como las viviendas de
ALUAR, en Puerto Madryn. O el conjunto habitacional Villa Soldati,
de Bielus, Goldemberg, Wainstein, Krasuk, en Buenos Aires; que
dejan de manifiesto la búsqueda de nuevos umbrales de transición
entre la residencia, el espacio común, la manzana y la vía pública.

Esta búsqueda continúa hasta nuestros días, aunque ahora, se


acumulan otros problemas con otros retos: los que plantea la
tercera mundialización.

1
CASULLO, Nicolás. “Itinerarios de la Modernidad”. Ed. Oficina de Publicaciones
del CBC de la Universidad de Buenos Aires. Argentina, 1997. p. 196.
2
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.353.

37
12.- Entre el umbral de exclusión y el espacio virtual de
la ciudad globalizada

La tercera mundialización, producto, entre otros factores, de las


nuevas tecnologías y de la revolución económica iniciada ya en la
década de 1960, al fusionar las “economías mundo” en una sola
“economía mundo”, inaugura rupturas históricas cualitativas1.

En primer término, el Estado deja de desempeñar una función


central porque ya no es el motor de una política industrial2.

Gracias al fenómeno de la globalización económica, sello


indiscutible de esta tercera mundialización, tanto la cultura, la
política, el carácter migratorio, la visión territorial y los marcos
jurídicos de las ciudades, responden fielmente a los dictados del
mercado internacional que, a través de la electrónica (Internet),
monitorean sus intereses desde los grandes centros internacionales
usurpadores del poder del Estado, o cómplices de este.

Ante este fenómeno de carácter mundial, surge entre otros, el


fenómeno de la deslocalización de la industria que se intensificará
durante las últimas tres décadas del siglo XX. Mientras la segunda
mundialización se caracterizaba por la capitalización de la
industria, la tercera opta por la industrialización del capital, es
decir, la financierización del capital y la importancia de la
cotización en Bolsa; la ciudad se transforma porque la industria ya
no requiere de localización de lugares, sino simplemente de flujos
no localizados, se busca el no lugar. La calle pierde, aún más, su
carácter estructurador. Surgen así, dos tipos de comunicación, la
que remite a lo “virtual puro” y la que remite a lo “real”
degradado.

Jean Toussaint Desanti, ha señalado que, si bien ese desfase entre


lo real y lo virtual cambia la forma de nuestra realidad en el
mundo, no anula por ello lo real, sino que lo desvaloriza en
comparación con lo que nos ofrece lo puramente virtual 3. Entonces
la calle y la plaza se desvalorizan también al convertirse en flujo
y centralidad degradados, ya sea por el abandono o por adquirir
un carácter monofuncional: lugar de tránsito vehicular, foco de
violencia e inseguridad o borde entre enclaves fragmentados.

En Argentina, durante las dos últimas décadas del siglo XX,


posteriores a la dictadura militar, con un Estado desorganizado y
una economía colapsada, se inicia una época en la que el
capitalismo, a través de esta tercera mundialización, o
globalización económica, estrena una nueva faceta. Según Manuel
Castels, a partir de los 80´ se ha operado un pasaje de lo que él
denomina modo de desarrollo industrial al modo de desarrollo
informacional4. En estas dos décadas la concentración de la

1
MONGUIN Olivier. “La Condición Urbana”. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, p.175.
2
Idem. p.176.
3
MONGUIN Olivier. “La Condición Urbana”. Ed. Paidós, Buenos Aires, 2006, p. 185.
4
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.359.

38
riqueza ha alcanzado en la Argentina un nivel desconocido hasta
entonces1.

Ya desde 1972, Jorge E. Hardoy, señalaba que en la ciudad


latinoamericana se renuevan pautas de vida rurales por parte de
una creciente masa de población marginada de los programas
básicos de la comunidad. Y aseguraba que esa población
constituiría en pocos años el porcentaje numéricamente más
importante de las metrópolis latinoamericanas y ocuparía una
superficie sustancial de los futuros territorios urbanos y
suburbanos, y añadía que: su participación en las decisiones, en la
medida en que un proceso democrático de gobierno lo permita,
será cada vez más fuerte y su contribución al desarrollo
económico de cada país será fundamental2.

En la actualidad, lo que Hardoy señalaba, sigue vigente, con la


aclaración de que: países como Argentina y México, lejos de haber
permitido que los procesos democráticos generen espacios
participativos, simplemente han permanecido ausentes,
incentivando con ello la segregación socio-espacial a través de la
formación de guetificaciones, gentrificaciones y suburbanizaciones,
en las cuales, los umbrales urbano arquitectónicos tienden a
degradarse o a privatizarse.

Las ciudades contemporáneas, en Europa y América, se han


desarrollado, bajo esta condición dual que, independientemente de
que haya permitido el crecimiento macroeconómico de los países,
las provincias y ciudades; sus efectos negativos son más notorios
porque las microeconomías tienen oportunidades desiguales de
desarrollo y amenazan con revertirse, incluso, en contra de
quienes las han producido. Cada día hay más población con
menos y menos población con más. Esta tendencia hace que el
espacio público pierda su carácter integrador de la estructura
urbana y, por un lado, responda fragmentariamente a intereses
particulares, o, por el otro, sea ignorado tanto por el Estado como
por la sociedad.
Como Liernur señala, siguiendo la definición de Derrida, la
frivolidad se hace presente en dos sentidos: por un lado, como
producto de la separación entre el significado y el significante, y
por el otro como una manifestación que se asocia al despilfarro de
recursos, al prestigio de los asuntos banales o al goce hedonista,
indiferente a las miserias propias o circundantes3. Curiosamente,
este estado de frivolidad, estuvo también presente en México
desde el inicio de la década de los 80´, cuando el sueño de la
abundancia petrolífera, durante el gobierno de López Portillo,
produjo gastos y endeudamientos excesivos para un país que
empezaba a experimentar el inicio de la caída de la dictadura
perfecta del PRI, pero que al mismo tiempo aceptaba las reglas de
una nueva economía de mercado.

En este sentido, la cultura arquitectónica a nivel mundial, aceptó e


incluso auspició la intercambiabilidad y el flujo de significantes sin
1
Idem, p.361.
2
HARDOY Jorge Enrique. “Las Ciudades en América Latina”, E. Paidos Buenos
Aires, 1972. p. 68.
3
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.359.

39
significado alguno. Con el uso de los nuevos materiales y técnicas
constructivos, se trata ya no de dar respuesta a nada sino
simplemente de sembrar la emergencia arquitectónica a través de
la manifestación generalizada de la concepción de la ciudad por
partes, cuyo inicio en Argentina se produjo en 1986 con el
concurso “20 ideas para Buenos Aires”1 con las consignas de
recuperar la identidad urbana, mejorar la calidad de los espacios
públicos y evitar la dispersión. Aunque las intenciones eran
incuestionables, surgió el problema de la desvinculación de la
Arquitectura con la problemática urbana, ya que estas ideas
podían prescindir de la participación del arquitecto.

13.- Los diversos umbrales de segregación socio espacial


en Latinoamérica
El término socio espacial, se acuña por la necesidad de establecer
la relación directa y estructural entre la civitas y la urbis; una
relación circular causa-efecto-causa2. La segregación social
conlleva a la segregación espacial y viceversa, son fenómenos
concomitantes caracterizados por la formación de aglomerados
urbanos de diferentes características de acuerdo con su condición
y origen de acuerdo con las codificaciones hechas por Savage,
Warde y Ward: (ghettificación, suburbanización, gentrificación)3. Su
proliferación se debe principalmente a la falta de políticas y
legislación específicas y a su vez,- continuando con la interrelación
circular--, la falta de políticas y legislación depende del
anquilosamiento de la relación entre individuo-grupo social-
Estado a través de los organismos intermedios de la sociedad.

Los asentamientos guettificados, segregados; de formación irregular


espontánea, que tienen la imposibilidad de mejorar su condición
social por la falta de oportunidades de inserción laboral, proliferan
en espacios olvidados por el resto de la ciudad y donde el Estado
Municipal ha permanecido al margen tolerando la formación,
consciente o inconsciente, de umbrales sin vestibulación no aptos
para la vida social. En su gran mayoría, estos asentamientos se
localizan en zonas de riesgo, susceptibles al brote de
enfermedades infecciosas y a los altos grados de inseguridad. Son
espacios que, desde su origen, persuaden a la población más
necesitada para ser ocupados en forma irregular y sin servicios.
Muchos de estos asentamientos son producto de la expoliación
urbana o de un proceso que va desde la expropiación ilegal a la
apropiación legítima o viceversa. Los ejemplos más evidentes de
esta realidad, no están únicamente en las ciudades
latinoamericanas, sino en cualquier ciudad del mundo porque, esta
mundialización retirará la etiqueta de ciudad del primer mundo a
toda ciudad. Y llevará la famosa diferencia entre el primero y el
tercer mundo, a cualquier ciudad.

1
Idem, p.381.
2
MORIN, Edgar, Entrevista Diario Página 12, sábado 3 de abril de 1993, Buenos
Aires.
3
ROITMAN,Sonia. Mike Savage, Alan Warde y Kevin Ward (2003). Urban Sociology,
“Capitalism and Modernity”. Hampshire: Palgrave-Macmillan. EURE (Santiago), dic.
2003, vol 29, p. 178-180.

40
Ejemplos claros de guettificación son: todo el borde oeste de la
ciudad de Santa Fe en Argentina, afectado por los bañados del Río
Salado, los asentamientos irregulares al margen del Río Atoyac en
Puebla México o la villa 31 en Buenos Aires.

Otra forma de segregación socio-espacial es el desarrollo


predeterminado de suburbanizaciones, a través de operaciones
privadas o públicas (avaladas por el Estado Municipal por medio
del reglamento de urbanización y zonificación), influenciados por la
tradición anti-urbana de la ciudad jardín europea y
norteamericana, que se asientan generalmente, aprovechando la
infraestructura que con inversión del Estado se realiza en la
periferia, se trata de comunidades que por razones de seguridad y
el anhelo de vivir en un status exclusivo; suburbios que tienden
siempre a eliminar el umbral, se vuelven pequeños feudos
privados que carecen de la integración e identidad de una ciudad
en el sentido tradicional, y que a la vez, hacia su exterior,
producen espacios vacíos, senderos, vialidades etc.,de complicada
articulación contextual, ya que generalmente se construyen de
manera aislada antes de cualquier proyecto de ensanche urbano o
en substitución de este. Los countries cuya historia se caracterizó
por un proceso de cambio generacional y social, visible en el
pasaje y/o desplazamiento de los countries de fin de semana, por
los residentes permanentes1 (matrimonios jóvenes). En Argentina
estos procesos se intensificaron durante el gobierno de Menem. En
México, durante el gobierno de Salinas de Gortari (penúltimo
presidente de la dictadura priista), quien promovió, junto a
gobernadores copartidarios, la proliferación de estos asentamientos
al sur de la ciudad de México y norte de Cuernavaca, así como en
las periferias de las ciudades más importantes del país como
Guadalajara, Monterrey, Puebla y Veracrúz.

Las “gentrificaciones”, espacios segregados de formación


espontánea y/o predeterminada a través de operaciones privadas
toleradas o promovidas por el Estado, localizadas céntrica o
periféricamente en sectores revalorizados por iniciativa privada,
imponiendo un determinado estatus socio-económico y
produciendo al mismo tiempo la pérdida de identidad o la
emigración de la población tradicionalmente usuaria y/o asentada,
substituyéndola por otra clase de población excluyente; conjuntos
residenciales, de alto y uniforme valor adquisitivo, y/o complejos
comerciales (contenedores como Puerto Madero o Palermo en
Buenos Aires o como los conjuntos comerciales y residenciales de
Angelópolis en Puebla o Santa Fe en México D.F.).

Además, ya dentro del punto de vista arquitectónico, el nacimiento


del Shopping malls, como parte de estos conjuntos “gentrificados”,
no es simplemente una parte de la ciudad sino su remplazo por
un sistema nuevo, donde se atenúa o desaparece lo que
caracterizó en el pasado, lo urbano2.

El Shopping, que permanece indiferente a la ciudad, en sus


espacios los visitantes se desplazan en una atmósfera artificial
como los peces domésticos en sus recipientes oxigenados,

1
SVAMPA, Maristella. “La brecha urbana”. Ed. Capital Intelectual, 2004, p.48.
2
SARLO, Beatriz. “La ciudad vista”. Ed. Siglo XXI. Buenos Aires, 2009, p.19

41
decorados con plantas marinas1, constituyó un desafío para
arquitectos no dispuestos a abrazar la estrategia del collage
posmodernista. En Latinoamérica, el Shopping revela una
desigualdad mayor entre quienes lo usan como paseo y quienes,
además, compran de modo significativo. Sin embargo, el éxito de
unos y otros está en las posibilidades de ensoñación que ofrece:
siempre es mejor desear que no desear2.

Con una composición irreverente de sus volúmenes, sus colores,


sus terminaciones descuidadas, sus columnas de cartón pintado,
el Buenos Aires Design Center, de Clorindo Testa, fue duramente
criticado por tradicionalistas y modernistas recalcitrantes3.

En consonancia con la tendencia a la “gentrification” de áreas


centrales obsoletas comenzó a utilizarse un nuevo espacio
habitable: el loft, que constituye una respuesta al cuestionamiento
de la familia clásica. Estos lofts, se introdujeron en Argentina como
fórmula elaborada y estilista y no como solución pragmática4

Generalmente, estos espacios, al igual que los suburbios, tienden a


una privatización del espacio público, pero además están dirigidos
a un determinado status en cuya escala de valores el poder de
consumo determina a lo social y a todo lo demás. Aunque en
algunos casos están abiertos al público, resultan excluyentes para
quien no tiene y/o para quien no puede adoptar las modas
impuestas por un determinado status.

En Retiro se llevó a cabo un concurso con el objeto de determinar


una forma general para el área, provocando un substancial
aumento de la densidad y una no suficientemente ponderada
nueva oferta de espacios terciarios. Este proyecto constituyó un
proceso de privatización lisa y llana de una propiedad estatal, sin
otro beneficio para los ciudadanos que el proveniente de la venta
de terrenos, puesto que no mediaba en este caso la creación de
algún mecanismo de reapropiación pública del aumento de la
renta derivado de la propia urbanización5. Los principales
problemas de la gentrification son dos. En primer lugar, el de los
destinos de las poblaciones desplazadas, no siempre considerados
y menos aún cuando el desplazamiento se produce a raíz de
iniciativas de origen privado. En segundo lugar, es el sentido
mismo de la operación, por cuanto el destino de estas zonas
parece ser una paradoja, en la medida que adquieren valor en el
momento en que ese valor –el de las culturas determinadas que
dieron origen al clima singular que se trata de capturar- se pierde
definitivamente con el alejamiento de los usos y los seres que los
originaron, las zonas “gentrificadas” devienen así en escenografías
dulcificadas, cáscaras ilusorias de una densidad humana perdida
para siempre6. Se advierte que 250 hectáreas de las tierras más
valiosas del país (Argentina) han pasado a manos de unos pocos
en sólo una década, sin que los beneficios fueran claramente
1
Ídem, p.19.
2
Ídem. P.20.
3
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.381.
4
Idem, p.381.
5
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.381.
6
Idem, p.374

42
planeados y controlados por sus antiguos propietarios, convertidos,
en casi todos los casos, en meros convidados de piedra o en
consumidores1.

Estos fenómenos se presentan y afectan de forma diferente a


cada estructura urbana dependiendo de las diversas condiciones
históricas y culturales de las ciudades. Por ejemplo, en 1940
Buenos Aires tiene el doble de la población de México DF; en 1960
tiene la mitad2 y, esta tendencia, se mantendrá así en el futuro
debido a que el DF se extendió horizontalmente sin ningún umbral
planificado hacia sus límites jurisdiccionales y alcanzó
prematuramente su conurbación con las localidades del Estado de
México. Mientras que Buenos Aires, contenida dentro de sus
umbrales: la avenida General Paz y el Río de la Plata, se extendió
fuera de su jurisdicción en lo que ahora conocemos como El Gran
Buenos Aires, de esta forma la ciudad capital quedó resguardada y
su crecimiento está fuertemente condicionado a su única
posibilidad: la altura. Sin embargo, en ambas experiencias urbanas,
el fenómeno de la segregación socio-espacial, se intensificó
después de los primeros efectos de la tercera mundialización. En
la Ciudad de México la población marginada crece en diferentes
tipos de enclaves céntricos y periféricos, con procesos alternados
de guetificación y gentrificación, con la formación de umbrales
irreconciliables entre ellos y de casi imposible lectura por la
velocidad de crecimiento poblacional, en una sola mancha urbana
donde tanto el centro como la periferia oprimen a una, cada vez
más estrecha, semi periferia (clase media) en constante
transformación por las migraciones y gentrificaciones, estas
últimas, producto de la globalización económica que tiende a
concentrar la riqueza en estos enclaves, y a generar la exclusión
de enormes y multiformes sectores guettificados.

Habrá que añadir también, los procesos de ocupación popular de


origen propiamente latinoamericano que, por los desfazamientos
históricos de la industrialización con respecto a Europa y
Norteamérica, presentan características propias. Fenómenos que se
producen y afectan de diversas maneras al desarrollo actual de
nuestras ciudades: las villas, el barrio popular, los asentamientos
de interés social, los vacíos urbanos y la degradación del paisaje.
Estos procesos, independientemente de sus particular desarrollo en
nuestro continente, no tienen una caracterización específica, sino
también pueden tener distintos grados de guettificación y/o
gentrificación.

Las villas
Surgidas a partir de la década de 1930, producto de la
industrialización y la migración campo-ciudad, de origen y
crecimiento irregulares y espontáneos que se sitúan cerca de los
principales centros de trabajo, generalmente en la periferia de las
ciudades y que ahora suelen coexistir con conjuntos habitacionales
promovidos por el Estado después de la década de 1970. Un
ejemplo de estos asentamientos se dio en la ciudad de Puebla
cuya periferia densamente poblada se constituye, por una parte,

1
Idem, p.375
2
GORELIK Adrián. “Miradas sobre Buenos Aires”, Siglo XXI Editores Argentina,
Buenos Aires, 2004.

43
de villas que crecieron cuando se asentaron a principios del siglo
XX las industrias textiles y, por otra parte, de conjuntos
construidos por el INFONAVIT.

El barrio popular
Surgido entre 1940 y 1970, producto de la subdivisión del suelo
rural a través de inversiones privadas fuera de toda planificación y
legislación y que, con el tiempo, su crecimiento deriva en un
reconocimiento forzado por parte del municipio. Debido a su falta
de inserción planificada dentro de una estructura urbana que
también tiene una incipiente planificación, estos barrios quedan
como islas, cuyos umbrales a manera de bordes, a veces
psicológicos más que físicos, se manifiestan por un abrupto
contraste de tejidos, tramas y tipologías.

Los asentamientos de interés social


Ocupación masiva del territorio con cierta organización previa,
producto de reordenamientos promovidos a partir de la década de
1980 por los programas de vivienda social, a través del FONAVI
(Argentina), INFONAVIT (México), entre otros países
latinoamericanos.

Estos programas, independientemente de su concepción originaria


y sus aspectos indudablemente positivos (generación de empleos,
otorgamiento de créditos accesibles, entre otros), han funcionado
como verdaderas plataformas para la formación de monopolios de
la construcción de vivienda social que, en combinación con
funcionarios públicos y bajo el argumento de ofrecer vivienda
barata (no solo en costo sino en valor), se han enriquecido
lucrando con la ilusión de una vivienda digna; desarrollos
habitacionales que no respondieron a ningún plan urbano,
fraccionando suelo rural o más bien: empobreciendo más el suelo
rural y degradando tanto los umbrales de transición público-
privada, como los de transición entre centro-periferia y,
fundamentalmente los umbrales urbano-arquitectónicos. La
mayoría de estos conjuntos, por ejemplo en México, fueron (y aún
siguen siendo) autorizados oficialmente bajo el régimen de
propiedad en condominio, figura legal muy conveniente y lucrativa
para los desarrolladores que se liberan del área de donación del
20%, dispuesta en la Ley de Fraccionamientos en casi todos los
estados en México, porque claro, el condominio no es un
fraccionamiento por ley y, por lo tanto, no es obligatoria la
donación de terreno para servicios públicos. En algunos casos,
sobretodo cuando se aplica este régimen en planes de vivienda
unifamiliar, se ha generado la confusión en vecinos que reclaman,
fuera de la Ley, el mantenimiento de parques, calles y mobiliario
urbano, creyendo que estos pertenecen a la vía pública,
percatándose tarde de su situación condominál; régimen
incomprensible para el ciudadano común, que firma un contrato
sin entenderlo y adquiere una vivienda unifamiliar pensando que
es propietario único de un predio y lo construido sobre él. Sin
embargo, se encuentra con la sorpresa de que es co propietario
de un enorme conjunto habitacional, normalmente con cientos de
viviendas con déficit de servicios y umbrales que, en lugar de
integrar al conjunto, lo excluyen del resto de la ciudad; un “guetto”
autorizado por el Estado; un guetto que, generalmente deriva en

44
una privatización del espacio urbanizado que, en este caso, se
desurbaniza, porque la experiencia urbana gira en torno a una
intrincación entre lo público y lo privado que se tejió a favor de lo
público, mucho antes de que un movimiento de privatización, el
que marca el paso de lo urbano a lo pos urbano, transformara en
profundidad las funciones tradicionales acordadas a lo público y a
lo privado1. Esta condición, que jerarquiza el valor de lo público
sobre lo privado en la ciudad y que contrasta con la subordinación
de lo público en el espacio rural, es la que imprime el sello que
ha caracterizado a la ciudad antes de esta pos modernidad. Pero,
al privatizarse, el espacio urbanizado no adquiere toda la
potencialidad para convertirse en una expresión cultural objetiva y
real de la colectividad cuyo fin último es enriquecer la cultura
subjetiva de cada uno de los ciudadanos2.

Como decía Durkheim, el espacio público debe ser el escenario


donde el hecho social se presenta como una estructura
independiente de las demás ciencias de la naturaleza que explica
el carácter objetivo de cualquier manifestación individual3. Esta
individualización de los hechos sociales, les permite formar parte
activa en el enriquecimiento del espacio público mediante la
continua transformación colectiva del mismo y, por consiguiente,
de la ciudad como un todo social. Pero si los umbrales –en
cualquier escala-, separan en lugar de vincular, el hecho social no
alcanza su unicidad sino se fragmenta y, así, el espacio público
tiende a degradarse hasta desaparecer.

Los vacíos urbanos


Otro de los grandes problemas urbanos de la actualidad son los
umbrales generados por los espacios vacantes. Propiedades
ociosas, públicas o privadas, construidas o no, (terrenos solos,
casas, edificios públicos sub utilizados o abandonados, vías de
FFCC sin uso que funcionan como bordes, etc.), que favorecen la
segregación socio-espacial y la degradación de la calidad y la
productividad de los espacios públicos y privados debido a la
tolerancia gubernamental, por un lado, ante la especulación
privada del suelo urbano y por el otro, ante el conformismo
burocrático del mismo gobierno.

La degradación del paisaje


El grave deterioro del paisaje urbano, para muchos considerado
como un problema secundario porque, en forma equivocada se
dice que la estética urbana es un anhelo superficial o un lujo que
solamente está presente en las clases acomodadas, situando esta
no como necesidad urgente sino como accesoria a la funcionalidad
urbana de los servicios y la infraestructura. Sin embargo, el deseo
de belleza; de proporción y de armonía tipológicas, genera
expectativas válidas y necesarias para mantener una mejora
continua de la calidad de vida urbana. La postura más elitista y

1
MONGIN, Olivier.2006. “La condición urbana”. Ed. PAIDOS. Buenos Aires. 2006. p.36
2
LOUVIER, Juan. 1995 “Cultura mexicana y globalización”. EDAMEX UPAEP, 1995, p.
12, 13, 14 y 15 (cultura subjetiva o personal y cultura objetiva o real).
3
DURKHEIM, Emile.. “Las reglas del método sociológico”. Buenos Aires.(1987) Ed.
La Pléyade. Cap.1.

45
marginadora es aquella que considera que estos valores son
superfluos y exclusivos de las clases acomodadas.

14.- La indefinición del rol del arquitecto


La confusión en cuanto al rol del arquitecto en la ciudad, ha traído
graves consecuencias para nuestras ciudades latinoamericanas,
primero por la invasión de campos disciplinares ante la
desvalorización de la especificidad disciplinar del arquitecto: el
proyecto espacial y, por consiguiente, la falta de contextualización
urbano arquitectónica que contribuye no únicamente al deterioro
del paisaje urbano, sino a la formación de umbrales
deficientemente vestibulados que fragmentan a la ciudad.

Esta confusión no es nueva, ya desde principios del siglo XX,


cuando se empezaba a cuestionar la labor academicista de los
técnicos en el campo de la arquitectura y el urbanismo, el
arquitecto surge como el profesional que debe asumir la total
responsabilidad del diseño de las ciudades.

Con el objetivo de poner orden en una actividad que en los


comienzos de la modernización se presentaba como un confuso
amasijo de prácticas, creencias e ideas, se definieron e
instituyeron formas legales, hábitos, normas éticas, límites físicos,
modelos, formas de reconocimiento, etc., que fueron acotando a la
Arquitectura como disciplina rectora de la construcción del habitar1,
tal como sucedía en Europa. Sin embargo, llama la atención que el
cuerpo profesional no actuó de manera homogénea. Por el
contrario, durante todo el siglo XX y lo que llevamos del XXI, los
intereses particulares y/o de grupo, provocaron que en las
diferentes formas de agrupación de profesionales de la
Arquitectura en Latinoamérica, ante una industria de la
construcción cada vez más lucrativa, los arquitectos no intentaran
establecer la especificidad de la disciplina arquitectónica tanto en
la edificación misma como en el ámbito urbanístico: el proyecto
del espacio habitable. Independientemente de que esta tarea
necesariamente deba articularse con una diversidad de disciplinas
cuya especificidad no es la del arquitecto sino de un ingeniero, un
administrador, un agente inmobiliario, etc.

Como dice Liernur, los arquitectos que operaban en el país


(Argentina) tuvieron que afrontar los mismos interrogantes que se
les planteaban a sus colegas en Occidente y, poco a poco, a los
de todos los territorios que la expansión del capitalismo
incorporaba a la modernización. Estos se expresaban en los cuatro
niveles de la creación proyectual: el técnico, el tipológico, el
compositivo y el de carácter2. Sin embargo, estos niveles
corresponden a una multiplicidad de disciplinas que no
necesariamente tienen que entrar en competencia unas con otras.
Si existiera el profesional capaz de realizar y responsabilizarse de
un proyecto espacial (arquitectónico y urbano), un proyecto
estructural, proyectos de instalaciones eléctricas, sanitarias etc.,
conducción técnica y administrativa de obras, administración de
1
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.39.
2
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.40.

46
bienes raíces, entre muchas otras disciplinas que intervienen en
cualquier proyecto y construcción edilicia o urbana, este
profesional sería un “todólogo” y no tendría sentido ninguna otra
profesión relacionada con la industria de la construcción.

La fuerte tendencia a considerar al urbanismo y la arquitectura


como disciplinas separadas ha producido, entre muchas otras
razones, la confusión en el rol del arquitecto, tendiendo por un
lado a la invasión naturalizada de campos disciplinares tanto
dentro de la industria de la construcción, como en los ámbitos
culturales y políticos y, por el otro, llegando a la misma negación
de su especificidad disciplinar. En la década de 1970, era común
afirmar que: el arquitecto como artista, reclama el aplauso del
público para su obra, sigue buscando el “personificarse” en ella y
en singularizarla, que sea única, para ello no omita esfuerzo y así
debe ser. Esto es antitético al trabajo en equipo del urbanismo1.
Una de las consignas del Movimiento Moderno era que el
arquitecto asumiera un papel no solo protagónico, sino rector del
desarrollo urbano a través de la elaboración planes directores,
programas y proyectos de ciudad en donde se establecían los
principios de organización espacial, a los cuales, tenían que
ajustarse los planes de urbanismo para que la realidad futura se
acoplara a lo predefinido espacialmente. La historia de la
arquitectura urbana de los últimos cincuenta años es la historia de
un deseo: hacer la ciudad desde la arquitectura2.

Ahora, el neourbanismo que propone Francois Ascher, se apoya en


una gestión más reflexiva, adaptada a una realidad compleja y a
un futuro incierto3. La gestión estratégica considera, sin abandonar
la necesidad de reducir incertidumbres, como propia la posibilidad
de fallos y enmiendas, aunque sí, impone como premisa la
participación social y la interdisciplinaridad; y, en esta última, el
arquitecto debe descubrir su propio rol.

En este sentido, es necesario reconocer que el arquitecto,


genéricamente hablando; el que se vislumbra desde un programa
académico de grado, tiene un rol fundamental que está dejando
de ejercer. Un rol que le es específico, independientemente de que
después busque otras especialidades a través de los pos grados
que, en todo caso, deben enriquecer la especificidad original y no
desplazarla. De lo contrario, sucede lo que ha estado sucediendo.
Al arquitecto se le confunde a veces con cualquier técnico, lo peor
de todo, no con un buen técnico sino con uno barato y sobre todo
mediocre, porque su preparación no es que sea insuficiente, sino
simplemente otra.

Desafortunadamente la sociedad, en la mayoría de las veces, no


reconoce la función principal de un arquitecto. Actualmente en
Latinoamérica, no es común que alguien busque a un arquitecto
para elaborar un proyecto espacial arquitectónico o urbano, salvo
1
GARCÍA RAMOS, Domingo. “Iniciación al Urbanismo”. Ed. UNAM. México, 1978,
p.23.
2
SOLA MORALES, Ignasi, “Hacer la ciudad, hacer la arquitectura”, en Visiones
urbanas. Europa 1870-1993. La ciudad del artista. La ciudad del arquitecto.
Barcelona 1994.
3
ASCHER, Francois. “Los nuevos principios del urbanismo”. Ed Alianza Editorial.
Madrid. 2004, p.72.

47
que se trate de un arquitecto de mucho renombre y el cliente
tenga gran solvencia económica para destacar y valorar la
importancia de un proyecto arquitectónico por sí mismo. Es más
común buscarlo para que construya una obra, o para resolver
problemas técnicos que, como no tiene la preparación suficiente
para resolverlos como un técnico, o los resuelve mal, o se
convierte en un intermediario con responsabilidad indefinida.

Indicadores derivados de importantes estudios, son evidentes al


señalar que la superficie construida por arquitecto había bajado de
su promedio de 1.000 m2 anuales para el período 1910/1968 a 164
m2 anuales en el quinquenio 1979/1983; y esta situación parecía
estar empeorando aún más1.

Existe una relación inversamente proporcional entre el paulatino


decrecimiento de la demanda de servicios del arquitecto con
respecto al creciente número de egresados de las facultades de
Arquitectura. Por ejemplo, en Argentina (1994) hay un alumno de
arquitectura cada 1.235 habitantes, en Dinamarca 1 / 2.577, en
Brasil 1 / 6.992, en Bélgica 1 / 25.885, en China 1 / 92.086.
Considerada en el área metropolitana, la relación es aún más
alarmante: 1 / 426 y, peor aún, en la Capital Federal –donde se
concentran 17.401 de los arquitectos matriculados- la proporción
alcanza un valor de gravedad extrema: hay allí un arquitecto por
cada 170 habitantes2.

Según los estudios de Bekinstein y de San Sebastián, el resultado


de estas condiciones es que, sin tener en cuenta qué tipo de
tareas realizan ni en qué nivel de responsabilidad, menos del 60%
de los matriculados se encuentra trabajando como arquitecto. Del
total, y no considerando el volumen de los emprendimientos,
apenas un minoritario 23,5% de la totalidad de egresados realiza las
tareas de proyecto y dirección de obras3. Más aún, falta por
identificar en este estudio un dato fundamental: cuántos de ellos
jerarquizan el proyecto espacial y la dirección arquitectónica de las
obras por sobre el proyecto estructural, el de instalaciones, y la
conducción técnica; ya que estas últimas tareas no son ni
exclusivas del arquitecto, ni de su absoluta responsabilidad.

Ciertamente, en ocasiones se valora la actividad proyectual del


arquitecto; de hecho, esta actividad ocupó el lugar central de los
programas de enseñanza. Pero al carecer de un desarrollo
igualmente importante e integrado de los estudios tecnológicos, de
las formas de gerenciamiento, de las teorías y de las
humanidades, sin interconexiones activas con las artes, el proyecto
quedó confinado a su condición de técnica operativa. Técnica que,
no debería confundirse con la Arquitectura misma4.

Por un lado, hay sectores de la sociedad que ven la disciplina


desde un punto de vista técnico pero revestido accesoriamente de
carácter estético. En otros casos, resulta lo mismo buscar a un
arquitecto o a un ingeniero o incluso a un maestro mayor de
1
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.383.
2
Idem, p.383.
3
Idem, p.384.
4
LIERNUR, Jorge Francisco. “Arquitectura de la Argentina del siglo XX”. Ed. Fondo
Nacional de las Artes, Buenos Aires, p.385.

48
obras; de cualquier forma el objetivo es construir; y el proyecto
(dibujito) es accesorio. En otros casos; desafortunadamente en
muchos, hay un descrédito en la actividad arquitectónica; la
sospecha de la charlatanería.

Hay quienes opinan, desde las mismas facultades de arquitectura,


que se debe fortalecer la formación técnica del alumno de
arquitectura para estar en condiciones de competir con la
preparación de un ingeniero en construcciones; como si se tratara
de competir con otra profesión, opinión realmente preocupante.

Pero hay algo que agrava más el problema de la indefinición del


rol del arquitecto, es la actitud del Estado que, a través de la
legislación vigente, promueve aún más esta confusión. Para el
gobierno, se puede prescindir del arquitecto en proyectos de hasta
4 pisos. El 85% del parque construido en Argentina, es levantado
por ingenieros y, sobre todo, por maestros mayores de obras1. Pero
habría que agregar que no solo es levantado por estos
profesionales, sino además, proyectado espacialmente por ellos, en
una clara muestra de la incomprensión de la tarea arquitectónica
por parte del mismo Gobierno. Tan impensable y absurdo como
que: a un médico cirujano, por ley, se le permitiera practicar una
endodoncia, o que a un odontólogo se le habilitara para atender
una peritonitis, o que a un arquitecto se le permitiera edificar sin
el apoyo de la preparación y responsabilidad de un ingeniero
calculista o de otros profesionales que necesariamente deben
participar en la industria de la construcción.

1
Idem, p.384.

49
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