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LECTURAS Serie Filosofia DIRECTOR Fate OUOVE Reseredot todos tos derechor. No e permite reproducir, almacenar fn sistemas de eeuperscion de [a informaciéa ni transmit alguna pte de eats publiseidn, cualquiera que sea el medio emplendo ‘letrénico, mevinico, fatocopts,grabaciOm, eta, xin at permiso previo de los talares de lov derechos de ls propiedad intelectual. srruvo onsinats Tiki le dc Os © 5, Fisciten Vento GMBH, Frankfurt am Moin, 1996 @ Anava Eprrones, 5... 2008 fe edn or pu ds engl lacs de Jess 5 28014 Madi tel: 91 296 B82 fac: 914.297 507 sew abadaeditores com Aiseno Esruvio Joaquin Gatszeo produccién GuApauue G1s9aRr saan 12. 978-84-96258-71-6 fea 10 84-95268-70-8 deposito legal w-ig020-2006 reimpresion. Lucia Alvares Iimpresion Lave, WOLFGANG SOFSKY Tratado sobre la violencia traduccién JOAQUIN CHAMORRO MIELKE 7 ABAD AEDITORES [LECTURAS 0& FILOSOFIA| 1, ORDEN Y VIOLENCIA Cuando todos los hombres eran libres ¢ iguales, nadie se sentia seguro ante los demés, La vida era breve, y el miedo inmenso. Ninguna ley protegia a nadie de la agresién. Todo el mundo desconfiaba de todo el mundo, y de todo el mundo tenia que protegerse. Pues aun el mas débil era lo bastante fuerte como para herir 0 matar al mas fuerte, a traicién o en confabulacién con un tercero’. Entonces los hombres establecieron una alianza para su comin seguridad. Tras largas deliberaciones suscribieron un contrato que preseribfa a todos lo que debian y Jo que no debian hacer. El alivio fue grande, y por un momento el miedo parecié haberse esfumado. Pero el peligro no quedé desterrado. Cada uno sabia que, mientras estuviera vivo, toda via podia sufrir alguna agresién. Unos habian tardado en mos~ tzar su conformidad, y otros, esperado mejor ocasién. El recelo yel miedo volvieron a propagarse. 1 Of Thomas Hobbes, Eioté, csp. XI 6 “TRaTADo S0ORE LA VIOLENCIA Entonces los hombres resolvieron dar un paso trascendental. Depusieron todas las armas que a lo largo del tiempo habian ido fabricando y las entregaron a algunos portavoces previamente elegidos entre ellos. Estos debian encargarse de mantener la seguridad en nombre de todos y proceder contra aquellos que no se adaptaban. Estos protectores se entregaron celosa y concien~ zudamente a su labor. Promulgaron ley tras ley, consignaron las infracciones y recabaron informacién por todo el pais. Quien se negaba a hablar era condueido a lugares secretos. Quien llamaba Jaatencién o no se adaptaba era expulsado o publicamente casti- gado. Los espectadores se reunfan en gran numero cuando se registraban viviendas, se perseguia a los herejes o se ejecutaba a un delincuente. Se reclutaron innumerables auxiliares para ser nombrados guardianes del orden. Se construyeron casas donde estas fuerzas auxiliares vivian y trabajaban, casas més grandes que los palacios de los dignatarios. En cada localidad se fundaron instituciones desctnadas unas « encerras a lus malhiechores y otras a educar a Jas nuevas generaciones. De vez en cuando aparecian oradores que pregonaban el espiritu de la comunidad y preve- nian contra el retorno al caos. Y para que nadie usara del poder en su propio beneficio, se sustituia periédicamente a los repre- sentantes ya Yeteranos por otros nuevos. Para resguardar a Ja comunidad de la amenaza exterior se rodeé su territorio de sistemas de proteccién fronteriza, con empalizadas, muros y barreras guardados las veinticuatro horas, por centinelas. En ocasiones se enviaban a los paises vecinos tro- pas aguerridas a las que se les permitia todo en su lucha contra el extraiio y enemigo. Al volver se trafan bienes y objetos de valor, y veces consegu‘an colocar més lejos las marcas fronterizas, hasta {que afios més tarde los enemigos volvian y las colocaban de nuevo en su antigua posicién. Entre tanto, la labor de instaurar el orden avanzaba a buen ritmo. Leyes y decretos se sucedian. Esta labor reguladora no tenia fin. Pues cada disposicién daba lugar a 1. OnDEN ¥ VOLENCIA 7 nuevas infracciones, y cada regla a nuevas excepciones, que a su vex acarreaban nuevas reglas y nuevas disposiciones. El orden estrujaba la vida como los tentéculos de un monstruo. Una sensacion de opresi6n y una rabia contenida acompana- ban a las actividades cotidianas. Esta monotonia regulada no ofte- cia ninguna salida. Entonces algunos se acordaron de los tiempos de libertad. Aparecieron octavillas que clandestinamente pasaban de mano en mano, corrieron voces y se encendié la agitacién. Cuando lleg6 el momento, los hombres se concentraron ante la casa de la Jey, asaltaron su arsenal y se Ilevaron las armas. El docu- mento del contrato, que habia estado durante laxgo tiempo guar- dado bajo lave, fue arrojado a una hoguera. Todos estaban alli Los hombres celebraron con ruidoso alborozo el triunfo sobre el poder, sobre la ley. Era una fiesta de Ia libertad, y el fuego era su antorcha. Cuando, avanzada la noche, las brasas se apagaron, los hombres vagaron por las calles. Algunos formaron grupos, pene~ tzaron en las casas y destrozaron todo lo que encontraron. Axro- Jaron a los suelos los libros de la biblioteca, acuchillaron los cua- dros de las paredes y mutilaron las estatuas que durante largo tiempo albergaron los santuarios. A la mafiana siguiente, todos los lugares aparecieron sembrados de cadaveres, a las puertas de las casas, en los patios interiores, en las afueras de la ciudad. Las hor- das exultantes salieron de la ciudad y devastaron los campos. En Jas tierras de labor se amontonaban cadaveres, y los rios bajaban tefiidos de rojo. De pronto, los hombres se encontraron con que podian hacer todo lo que antes les estaba prohibido. Habian regresado a sus origenes. Volvian a ser lo que habian sido. Ningiin mito dice lo que realmente sucedi6. Un mito s6lo cuenta una historia. Ni describe nada ni informa de nada; sélo explica por qué el mundo era antes tan distinto y por qué ha Hegado a ser como es. El mito tiene, como se sabe, una extraia afinidad con las ideologias politicas. Al explicar, justifica el contrato, la ley, el poder.

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