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LINEAMIENTOS ESTRATÉGICOS PARA LA REGIÓN METROPOLITANA DE BUENOS AIRES

1. Introducción

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INTRODUCCION
AREA METROPOLITANA DE BUENOS AIRES
Nuevas condiciones, nuevos horizontes.

Hasta comienzos de la década del '90 la región metropolitana de Buenos Aires evolucionaba
siguiendo patrones reconocibles. En ese marco los trabajos prospectivos respecto del futuro de la
ciudad podían apoyarse en tendencias claras. Actualmente, la alteración de estos patrones de
comportamiento plantea dudas respecto de las características de su evolución, proponiendo un
conjunto de dilemas en base a los que es posible componer escenarios alternativos.

El objetivo de este trabajo es proponer un análisis integrador de la problemática del AMBA


aportando algunos elementos a la discusión de los diferentes actores sociales (públicos o privados)
que intervienen en los procesos de toma de decisión respecto del futuro de la aglomeración.

A mediados de la década del '80 cuando el país se encontraba sumido en una profunda recesión, el
Plan Trienal de Gobierno de la Provincia de Buenos Aires caracterizaba la problemática de la región
entorno a 5 ejes de diagnóstico:

1- Decadencia económica y desempleo.


2- Deterioro de las condiciones de vida de la población.
3- Precario mantenimiento y escasa expansión de las infraestructuras.
4- Vulnerabilidad ambiental.
5- La ineficacia del Estado y pérdida de legitimidad

A mediados de la década del ‘90 un documento de la CONAMBA daba cuenta de un nuevo


contexto: en los diez años transcurridos desde el diagnóstico anterior, las políticas implementadas
para hacer frente a la crisis habían sido de neto corte liberal, e inscribían la problemática de la
aglomeración en el marco de una nueva distribución internacional del trabajo. Apertura de
fronteras, desregulación, ajuste estructural, convertibilidad, crédito internacional, privatización,
descentralización y políticas sociales compensatorias, buscaban inscribir al área metropolitana en el
contexto de la globalización.

Frente a la decadencia económica de los '80 el nuevo diagnóstico da cuenta de una economía en
crecimiento que tiende a consolidar un nuevo perfil económico-productivo, que estimula la
exportación de commodities y el desarrollo de nuevas empresas de servicios.
Apertura de fronteras, desregulación, libre mercado, convertibilidad de la moneda, y reapertura del
crédito privado, se presentaron como condiciones para acceder al nuevo orden internacional,
implementando una política de achicamiento del estado, que tuvo como base un ajuste estructural,
la privatización de las empresas públicas, descentralización y fuerte endeudamiento del sector
externo.
La importación tanto de bienes de capital como de productos manufacturados, concentración de
los procesos de comercialización y desarrollo de la actividad logística son algunos de los rasgos
destacados del nuevo contexto, que tiene como efectos negativos dificultades en la producción
rural, y la quiebra de industrias orientadas al mercado local y del pequeño comercio.
El nuevo crecimiento tampoco tenía impacto sobre el desempleo, que en el marco de los nuevos
procesos pasó del 14 al 40%.

La inserción en un nuevo marco internacional tuvo como condición la refuncionalización de las


infraestructuras portuarias, viales, y de comunicación, orientando una nueva corriente de inversión
privada sobre obras que hasta el momento habían sido solventadas (con mucha dificultad y
sobreprecios) por el Estado. La apertura de nuevas vialidades y las mayores facilidades el acceso al
crédito para los sectores medios (automóvil, vivienda) alentaron el desarrollo de nuevas lógicas de
las localizaciones, alterando la distribución de las actividades y de los diferentes sectores sociales
sobre el territorio.

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Se verifican cambios en los procesos de producción. La noción de fábrica como núcleo del proceso
productivo tiende a desaparecer o a cambiar sus criterios de localización. En algunos casos la
producción se desmembra en una multitud de pequeños talleres que integran una cadena
productiva; en otros cambian sus localizaciones tradicionales (insertas en el tejido suburbano) para
instalarse en nuevos parques industriales, localizados en general cercanos a la ruta del MERCOSUR
(puente Zárate - Brazo Largo).

También se observan cambios en los procesos de comercialización, verificándose un proceso de


concentración de la facturación comercial en un número acotado de cadenas de supermercados. El
Hipermercado y el paseo de compras definen nuevos puntos de convergencia del mercado
consumidor, debilitando la convocatoria de los centros tradicionales. Relocalización de los cines y
apertura de nuevos centros de entretenimiento, relocalización de oficinas, universidades y de
centros de investigación, ponen seriamente en crisis la potencia de los centros tradicionales y del
sistema de transporte montado para abastecerlos.

Desde el punto de vista inmobiliario la etapa se caracterizó por la aparición de nuevos productos.
Había cambiado la escala de las intervenciones y los criterios de localización, en un contexto donde
la presencia de los medios había incidido fuertemente sobre el imaginario de la población, que
ponía en crisis las condiciones de vida en la ciudad tradicional (densidad, congestión, ruido) y
aspiraba a acceder a nuevas formas de vida suburbana.

La privatización de las empresas públicas contemplaba la expansión de las redes de agua y cloaca,
y la implementación de nuevas líneas de crédito internacional anunciaban nuevos criterios para el
manejo de cuencas y el mejoramiento de los principales problemas de contaminación ambiental.

En los hechos la precarización del empleo indujo un paulatino deterioro de la situación


habitacional, tendencia que se extendió a los sectores medios que pasaron a integrar un nutrido
contingente de “nuevos pobres”, verificando que la paulatina ruptura de lazos solidarios diluía la
noción de pueblo, en la medida que incrementaba la importancia de la seguridad.

En un contexto de mayor estabilidad política, se observaba la paulatina deserción del estado, que
implementando políticas de descentralización transfería responsabilidades al mercado, a la
sociedad o a niveles inferiores de gobierno, sin hacerse cargo de los efectos de estas
transformaciones.

Políticas sociales compensatorias contribuyeron a contener el descontento generalizándose la


implementación de políticas clientelares como método para la reproducción del poder.
En los hechos el resultado de la implementación de estas políticas dejó profundas frustraciones: las
empresas de agua y cloaca orientaron al inversión a mejorar a eficiencia de las redes existentes,
demorando las obras de expansión y de saneamiento ambiental comprometidas en su contrato.
Las empresas ferroviarias incrementaron la cobrabilidad sin por ello producir una mejora
tecnológica ni en los estándares de confort en la prestación del servicio. Los gasoductos priorizaron
las exportaciones sobre el abastecimiento de los centros de consumo local, dado que el
debilitamiento de la industria había restado prioridad a la producción de energía.

Los informes sectoriales coinciden en señalar la coexistencia de dos sociedades que evolucionan a
diferente velocidad. Una que habita en los nuevos suburbios, se desplaza en vehículos particulares,
y concurre a los espacios de nueva centralidad, otra que se asienta sobre antiguas urbanizaciones,
con carencia de infraestructuras y en viviendas precarias, que tiene al ferrocarril como eje de sus
desplazamientos y sigue consumiendo en los circuitos comerciales cercanos a su barrio o a las
estaciones. El discurso de la globalización había incorporado sólo a unos pocos. Las grandes
mayorías lejos de acceder a los beneficios de un nuevo orden internacional constataban un notable
retroceso en la calidad de su vida cotidiana, y su perspectiva en el futuro amenazaba con
empeorar.

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Después de diez años de implementación de estas políticas la situación del Conurbano era
desesperante. La llegada del nuevo milenio terminaba con las expectativas de un nuevo cambio
institucional, estallando a fines del 2001 una de las crisis más profundas por las que haya pasado
la sociedad argentina. Pese a haber crecido a un ritmo del 5% anual, la mayor parte de la
población estaba más pobre que en la década del 80. La deuda externa había alcanzado los 160
mil millones de dólares, el desempleo superaba el 40%. Día a día crecía el número de personas
dedicadas a la clasificación de basura. En los barrios se organizaban centros de trueque y los
desocupados cortaban las rutas como medio de presión. La movilización se extendió por todo el
suburbio donde muchos vecinos se organizaban para tomar los supermercados. La caída del
sistema financiero indujo la movilización de ahorristas y de los deudores hipotecarios ambos
perjudicados por los avatares del sistema bancario. El descontento también se extendió entre los
sectores medios que se movilizaron por las calles de la capital y se organizaron entorno a
asambleas barriales.
Finalmente la movilización impactó sobre el sistema institucional y en una semana se sucedieron 5
presidentes.

La superposición de crisis económica y crisis política tuvo sin embargo un efecto constructivo sobre
la sociedad. Confluyeron en la calle sectores que durante la década del 90 habían roto los lazos
que los vinculaban, y frente al drama, coincidían en que una nueva agenda de prioridades seria
condición de la gobernabilidad.

La interrupción del pago de la deuda señaló la necesidad de establecer nuevamente los términos
de una renegociación global. La devaluación de la moneda (derogación de la ley de convertibilidad)
re-equilibró el tipo de cambio respecto de la moneda brasileña, que en el marco del MERCOSUR
representaba la mayor parte de los intercambios comerciales. Después de ser caracterizado como
un factor ausente o desertor, el Estado es reivindicado por la mayoría de la población como un
actor fundamental del desarrollo, responsable de su programación y garante de la vigencia de
derechos humanos inalienables (como la salud, la educación, la vivienda) y promotor de la
redistribución social de la riqueza.

Los cambios políticos surgidos de un nuevo proceso electoral señalaron que la problemática social
había pasado a ser prioritaria en la confección de una nueva agenda, en tanto su tratamiento
resultaba condición para la estabilidad de cualquier equipo de gobierno.

Cinco años después la realidad ofrece nuevas condiciones. Una nueva realidad productiva tiende a
consolidarse. El país se inserta muy solidamente en un nuevo mercado internacional de producción
de alimentos. La devaluación de la moneda ha vuelto muy competitivos a los productos agrícolas, y
promueve el desarrollo de una nueva estructura industrial que abastece al mercado local, es
competitiva en el MERCOSUR y en algunos rubros tiende a dirigirse al mercado internacional. La
economía crece al 9% anual en forma sostenida. La deuda externa ha sido renegociada y una
parte ha sido saldada afectando el exceso de reservas exigido por la ley de convertibilidad. El
Estado se ha posicionado con un factor central de la reactivación productiva incrementando los
fondos afectados a financiar obras públicas. Los índices de desocupación han retrocedido hasta
alcanzar sólo un dígito y los niveles salariales tienden a mejorar.

En el nuevo contexto se presentan algunos dilemas. Es necesario saber si la crisis ha sido una
interrupción temporaria en la inscripción del país en un nuevo orden económico global, lo que
implica que las tendencias que se imponen en el desarrollo de la aglomeración en la década del '90
vuelvan a predominar; o si por el contrario la crisis ha señalado la inviabilidad social de ese modelo
de modo que la salida de la crisis se produzca en el marco de otras tendencias. En los hechos el
nuevo papel del Estado tiende a definir una nueva agenda de prioridades y por lo tanto a dirigir la
inversión sobre otras cuestiones.

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