¿Es algo natural de la especie humana? ¿Es una consecuencia de la expulsión del Paraíso? ¿Es un mecanismo de adaptación al medio? ¿Es necesario para hacerse un hombre y una mujer? ¿Los ricos también sufren... o sufren menos? ¿O sufren menos los pobres porque están acostumbrados? ¿Cuál es la clasificasión general de los sufrimientos? Razone la respuesta. ¿Cuánto, cuánto, cuánto se sufre por lo propio... y cuánto por lo ajeno? ¿A cómo está el cambio del sufrimiento? ¿Se sufre más por un palestino, por un israelita, por un iraquí, por un afgano... o por un europeo? Algunas noticias, por ejemplo, nos dicen: “Entre doscientos y trescientos muertos, se han producido en un combate... en una localidad africana.” ¡Entre doscientos y trescientos!... ¡Hay cien! En cambio –como muchos de Ustedes sabrán-, ayer hubo un accidente aéreo, en Barajas, que costó la vida a más de ciento cincuenta y tres... o ciento cincuenta y ocho personas. Y, prácticamente, hay un... ¡casi un luto nacional! ¡Claro, son españoles!... ¡No son negros de mierda, de ésos de África, de “entre doscientos y trescientos”! ¿Por qué es tan desigual “El comité de sufrimiento” en un sitio y en otro? ¿Será que no se está de preparado del todo para sufrir? ¡Ay! ¡Cuánto duelen los sufrimientos propios! Y... qué noticias son los ajenos. ¿Será –será tambien, en esas posibilidades-, será que por la forma de pensar, por la forma de actuar, por la forma de... ¡por la forma!, se producen una serie de sufrimientos que, a lo mejor, si se actuara de otra forma, no se producirían? ¿Dios sufre? Siempre nos han dicho que Dios sufre mucho por nosotros. Indudablemente, si Dios sufre mucho por nosotros, ¡es que no es Dios! ¡Dios es feliz! Es un buen eslogan: “Dios es feliz. ¡Imítelo!” ¡Oooh!, ¡Dios! ¿Tú nos mandaste todos estos sufrimientos? ¿O todos estos sufimientos nos los hemos montado nosotros, para ser importantes? ¿Será que la competencia del hombre con Dios le hace sufrir? El hombre siente a Dios tan feliz que le da envidia y, entonces, sufre. La envidia produce mucho sufrimiento. ¿Será el origen de los sufrimientos, la envidia que el hombre tiene de Dios, por su grandeza, por su felicidad, por su gozo, por su disfrute... ¡por egoísta!? Lo que sí es indudable – si ése fuera el mecanismo-, es que la competencia la lleva a la relación interhumana, y, en consecuencia, pues cada uno se cree un poquito Dios. Y, claro, la lucha de dioses-hombres es muy dura, y, como consecuencia de ello, aparece el sufrimiento. Y en esa competencia, ¿no trata acaso, el hombre, en su ritmo de vida, de compensar los malos ratos, creando buenos ratos? ¡Oigan, oigan! ¿Esto es la vida: sufrir, competir y compensar, y... en una de ésas, explotar? En consecuencia, ¿podríamos decir que la vida es una exclusión retardada? ¿La vida es un kamikaze? ¿Se sufre mucho cuando, un kamikaze iraquí, se hace explotar en un mercado dónde hay hombres, mujeres, niños, familias, comprando... y mueren “entre trescientos y cuatrocientos”?... Pregunto. A todo esto, ¿la recompensa, es un mes de vacaciones al año?... ¿Once de sufrimiento y uno de felicidad? ¿Ése es el máximo logro de la civilización occidental? Sin duda, la instauración oficial –aunque ya había, ¿verdad?-, pero la instauración official del sufrimiento la trajo el cristianismo. Y se puso de moda:“Cuanto más sufras, mejor”. Porque Cristo sufrió... Pero, ¡vamos a ver! Si sufrió por nosotros... ya no tenemos que sufrir nosotros. Un padre, una madre, sufren para producir recursos para que sus hijos estudien. Y, entonces, sus hijos se convierten en estudiantes y no sufren... ¡Por ejemplo! ¿Y no será?... ¿Y no será que el sello de calidad de sufrimiento que puso el cristianismo, no era precisamente la intención del Cristo, sino que era todo lo contrario? Es decir: “Bueno, pues, puestos a sufrir... yo sé cómo hacerlo. Vosotros no sabéis. Yo os enseño cómo hacerlo... ¡Y ya se acabó! “ Todos los santos y santas cristianas... han sufrido más que nadie. No conocemos ningún santo gozoso, que alcanzó esta santidad por lo bien que se lo pasó. Sin duda, los diferentes acontecimientos sufrientes nos... ¿enseñan? En principio, parece que sí, parece que sí... Pero si se ve la historia genérica de la humanidad, parece que no. Hay en ejemplo muy simple, hace miles de años que el hombre sabe que la guerra produce sufrimientos. Pero... pero la guerra sigue. Si el sufrimiento enseña, en este caso ha enseñado muy poco. ¡Muy poco... o nada! Quizás, en algún momento de la vida –sea evolutiva o no-, la especie humana trató de imponerse a toda circunstancia o situación que le rodeara. Se sintió superior y supremo. Compitió con todas las especies y con todas las circunstancias de su ambiente. Y sigue pensando que es la suprema obra de la creación. No ha conseguido, aún, un reconocimiento oficial, de todas las especies y vidas, como el supremo o la suprema expresión de la vida. Y ante ese fracaso... sufre. Las bacterias han ganado la batalla. Sí, el 84% de la materia viva es bacteriana... ¡Son muchos! En realidad, el hombre, le ha declarado la guerra a la vida. Y como la vida se resiste... sufre. Las perspectivas actuales del sufrimiento para la especie son cada vez mayores. Esto hace suponer que la guerra declarada a la vida, va ser cada vez más fuerte. ¿Y el Dios vivo? ¿Dónde está, dentro del corazón de los hombres, Ése Generador de vida, de una forma constante y permanete, que la cuida, la mantiene, la entretiene?... En definitiva, es una declaración de guerra a lo Divino, a lo Creador. También se dice que el Dios vivo es amor. Y resulta que, el amor, es la principal fuente de la que se surte el sufrimiento humano. Es evidente que la especie, como tal, aún no ha aprendido, ni sabe exactamente qué es eso de amar... ¡Cosas que se inventa Dios! La vida, en su génesis, desde el sentido orante, no es un sufrimiento. Es un disfrute adaptativo de carácter continuo... Con lo cual, no hay tiempo, ni lugar, ni espacio para el aburrimiento. La vida podría definirse como un bullicioso juego continuado. Quizás, la moda del sufrimiento sea la consecuencia de ¡esa soberbia!... en contra de la Creación, con ese sentimiento de... ¡superioridad!, que muestra el ser humano, ante todo lo que le rodea. Compite dentro de su especie de una manera brutal, como no lo hace ninguna otra especie viva. Y trata de compensar sus sufrimientos con algunas pequeñas victorias. “Com-pensar”... ¿Será que hay que “pensar” con otras estrategias, diferentes a las que se ha establecido hasta ahora? ¿SeráÉ será que se puede pensar sin competir? ¿Será que quizás... que para percibir la Fuerza Creadora de lo Divino, “necesssssssssssita”, la especie, perder su importancia personal? ¿Será que Dios se hace evidente cuando el ser deja de ser preponderante? ¿Será que en ese renovado pensar, hay que morir a lo competitivo, a lo sufriente, y resucitar a lo gozoso, a lo armonioso? ¡Ten piedad! Ámen.