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Son coautores de robo con homicidio todos los que cumpliendo el acuerdo previo
concurren al ilícito con el portador del arma de fuego y realizan actos coadyuvantes
y necesarios.
ACUERDO
ANTECEDENTES
No hay prueba contundente que acredite que U. sabía que uno de los consortes tenía
un arma de fuego, no pudiendo cargar con el hecho que cometió otro, correspondiendo al
menos aplicar el beneficio de la duda (artículo 1 del Código Procesal Penal), debiendo
responder por lo que eventualmente se comprometió - esa promesa era a todo evento
participar de un delito contra la propiedad -.
Tampoco se puede aplicar lo que se llama dominio funcional, ya que si bien acompañó
a otras personas para cometer el delito contra la propiedad, tuvo una participación pasiva y
secundaria en el acontecimiento que produjera el fallecimiento de la víctima – U. no entró
al lugar, quedándose esperando en la esquina de la casa donde ni siquiera se consumó el
desapoderamiento -.
Tuvo por acreditado que el hecho en juzgamiento fue cometido por su pupilo en base
a las actas de procedimiento de fs. 51 y vta. que fuera ratificada en el debate; de fs. 54/55
donde se procede al secuestro en casa de C. de un gorro pasamontañas, un guante de lana y
un arma de fuego tipo revólver calibre 22, y la intervención telefónica de fs. 60 y 78 que da
cuenta de una conversación sostenida entre E. y L.
No surge entonces la certeza necesaria para determinar que fue su pupilo el que
disparó a la víctima, que éste ha dicho la verdad, ocultó el revólver, capucha y guante que
le dio U. -quien habla además de presión policial y señala a un numerario fallecido que ya
no podía declarar-.
En el caso se produjo una valoración absurda de las pruebas, más aún si se toma a las
declaraciones de U. como dispares y nada creíbles, con respecto a las de P., E. y L.
Pero hay más, pues la conducta de P. encuadra en la figura del encubrimiento, ya que
lo único realizado por aquél fue ayudar a ocultar los elementos del delito.
El sentenciante violó las reglas de la sana crítica en la valoración de la prueba que llevó
a la condena de sus asistidos, que ya integralmente indican la inconveniencia de adjudicar
culpabilidad a los mismos.
La acusación alude a que tres fueron las personas que entraron en la casa de N.,
cuando otras dos esperaban en el vehículo Renault 9, mientras que en el veredicto se
menciona que cuatro llegaron a la vivienda, quedándose una en la puerta y la restante en el
interior del automóvil, por lo que la resolución acusa vaguedad e imprecisión de los
elementos para atribuir penalidad a un hecho.
El “a quo” en ningún momento dijo cual resultaba la prueba que acreditaba la
existencia de un plan y el rol de cada uno de los participantes.
Utiliza los dichos de L. y E. para fundamentar la condena, siendo que éstos no pueden
servir de basamento, ya que está probado que no ingresaron a la finca, entre los elementos
que lo acreditan se encuentran los dichos de la cónyuge del occiso.
La testigo De T. dice que fueron tres las personas y que otras dos entraron y
dispararon un arma de fuego, contradiciendo los dichos de U., sus defendidos y la testigo
C. que afirma haber visto a dos desplazándose cerca del domicilio de las víctimas.
Encontrándose sus pupilos a una cuadra y media del hecho, no se ha determinado qué
rol cumplían allí, el pronunciamiento dice que los atacantes se alejaron en un auto pero no
refiere si eso obedecía a un plan acordado, por lo que no participaron en el
desapoderamiento ilegítimo y menos en el homicidio.
A lo sumo, sus acciones quedan atrapadas por las previsiones de los artículos 42 y 166
inciso segundo del Código Penal.
Solicitó, se case la sentencia absolviéndose a E. y L. por el hecho que se los condenara
y, subsidiariamente, se mude la calificación, reduciendo las penas impuestas en función de
la ausencia de agravantes específicos y genéricos.
El Tribunal si bien adelantó opinión sosteniendo que tres de los imputados – U., E. y
L. – refirieron que fue L. P. la persona que les marcó el hecho al decirles que en casa de N.
había dinero, las disímiles circunstancias de tiempo y lugar y modo fueron valoradas por el
juzgador como no aptas para arribar a la imputación cargosa de P.
También sopesó que De T. negó la existencia de dinero pero por otro lado afirmó que
P. le había manifestado que estaban bien y que la habían pegado con el viejito.
Que lo que no ponderó el Tribunal es que “el viejito” cobraba una jubilación italiana
en dólares circunstancia conocida por el encartado.
Que, habiendo analizado el Tribunal las cuatro declaraciones vertidas por U., sostuvo
incólume la primigenia entrega, pero es evidente que el “a quo” dio crédito a la tres
primeras y sobre ellas se estructuró la sentencia que condenó a éste, P., L. y E
Con respecto a la intervención de M., argumentó que el Tribunal también toma como
verosímil la declaración de U. de fs. 132/133 que incorpora al nombrado como la quinta
persona y que en el lugar de los hechos permaneciera en el vehículo en que se movilizaban,
considerando mentirosas las declaraciones de P., E. y L. en cuanto le adjudican a M. un rol
protagónico.
Concedidos los recursos, radicados en la Sala con trámite común, los defensores
particulares de L., M., P. y P., a fs. 121, 122, 123 y 125 prescindieron de la audiencia de
informes sin presentación de memoriales sustitutivos.
Si sólo puede tenerse por acreditada la existencia de una voluntad previa para robar no
puede perderse de vista en los casos de coautoría, la ampliación del plan original, puesto
que aquellas acciones que en el propósito común se ejecutan a título personal configuran en
realidad supuestos de “exceso del coautor”.
Aunque la figura del artículo 165 del Código Penal tenga carácter complejo no puede
desautorizar los principios de culpabilidad y tipicidad imponiendo una responsabilidad de
tipo objetivo, debiendo existir necesariamente una relación entre el desapoderamiento y la
muerte, y la existencia de cuanto menos culpa con representación.
En cuanto a los recursos presentados por las defensas, señaló con respecto a U., que el
encuadre legal dado por los juzgadores a los hechos ilícitos acaecidos resulta ajustado a
derecho, ya que quien asume la conducta de robar como en el presente supuesto, y con
motivo u ocasión del robo resulta un homicidio, dicha conducta queda inmersa en el
artículo 165 del Código Penal que describe un robo calificado por el resultado, captando
entonces a quien participa del robo con motivo del cual se produce el homicidio, aún
cuando se haya planeado el primero y no el segundo.
En cuanto al rol que le cupo a U., destacó que participar en la comisión del delito, es
por sí, el hecho común de dos o más personas cuyos aportes convergen y se encaminan
hacia la producción de una misma acción delictiva, no puediendo desconocerse que la
coautoría absorbe todas las conductas que confluyen a la perpetración del ilícito ya sea que
se trate de actos ejecutivos principales o secundarios.
Por otro lado señaló que la presentación realizada por la defensa ante esta instancia en
la que cuestiona las atenuantes y agravantes ponderadas es improcedente, ya que no es
posible la introducción de nuevos motivos de casación más allá de la interposición del
respectivo recurso, habida cuenta de su carácter extraordinario.
En cuanto a P., entendió que el recurso interpuesto no puede traer favorable acogida,
ya que las cuestiones relacionadas con la valoración probatoria se encuentra vedada en esta
sede casatoria, salvo caso de absurdo que entiende no se ha demostrado en el presente.
Así fue considerada como prueba de cargo la declaración del coimputado U. en la cual
indicó a P. como uno de los integrantes del grupo que ingresó a la casa de N. y participara
en el acontecimiento, como así también que en la casa de Ca., lindante a la de P., se hallaran
por indicación de éste un gorro pasamontañas, un guante de lana negro y un arma de fuego
calibre 22, sumada como prueba indiciaria la conversación telefónica en la que se hace
expresa referencia al nombrado, por lo que el razonamiento lógico adoptado por el
Tribunal no ofrece fisuras.
También solicitó el rechazo del recurso interpuesto a favor de E. y L., por haberse
acreditado debidamente el cuerpo del delito y la autoría responsable de los nombrados.
Dijo sobre el particular, que el Tribunal tuvo por comprobada la intervención de los
mismos a partir de sus propias declaraciones: ambos reconocen haber planeado ir a robar
dinero a la casa de los N., reunido previamente en un bar y dirigido a la noche en el
automóvil de L. hacia las inmediaciones de la vivienda donde aconteciera el ilícito, como así
también la declaración del coimputado U., la que según afirma el “a quo” se encuentra
corroborada por distintos elementos de juicio. El acta de procedimiento que resulta
coincidente con sus dichos en torno a que utilizó un arma de juguete, y congruente con lo
narrado por los dos primeros respecto de la reunión previa en el bar y las tres personas que
menciona coinciden con el triángulo protagónico de la conversación telefónica grabada el
día del hecho.
También se condice con dos tramos aportados por la víctima, en cuanto a que la
misma se encontraba en la vereda momentos antes a los sucesos y también con que el
sujeto que se trabó en lucha medía alrededor de un metro ochenta habiendo indicado U.
que L. era el más alto de los tres, y con lo declarado por la testigo S. vecina de la familia
víctima.
No habiéndose acreditado los vicios alegados concluyó que el agravio debe ser
desestimado.
Con respecto a la inobservancia de los artículos 42, 47 y 166 inciso segundo del
Código Penal, se remitió a lo ya expuesto anteriormente al dar tratamiento al reclamo de la
defensa de U.
CUESTIONES
VOTACIÓN
Por ende la solución de cada uno de los motivos que han traído las defensas y el
Ministerio Público Fiscal, influye por su enlace con la descripción de la materialidad ilícita
en cuanto a la cantidad de sujetos que intervinieron, su continuación en el análisis a nivel de
autoría -responsabilidad e intervención- que les cupo a cada uno de los imputados, para
luego arribar al exámen de la calificación.
De la responsabilidad de U.
Reconocida por parte del imputado su intervención en el hecho, tal como lo refiere el
sentenciante al señalar el contenido de las declaraciones del nombrado, las mismas se
levantan como piezas medulares indicadoras de autoría, por lo pronto en el delito contra la
propiedad.
También, con justeza, el Tribunal ha tenido por cierto, que U. participó del intento de
apoderamiento con por lo menos dos de sus compañeros, más allá del análisis valorativo
que realiza de lo expuesto en la audiencia en cuanto a quienes fueron los que efectivamente
entraron a la casa, él reconoce haberlo hecho.
Es clara la indicación que hace M. B. De T. respecto a que sus atacantes eran tres,
cuestión que echa por tierra la pretensión de U. de exculpar a algunos de los coimputados,
ya que aduce que sólo fueron dos, (él y P.), pero se mantiene inalterable el reconocimiento
efectuado por éste que entró al hogar de los N.
Tal versión también arrasa con lo expuesto en la declaración del 2001 en cuanto a que
sólo se había quedado en la vereda y desde allí escuchó el tiro.
Que el que portaba el arma de juguete era el más alto – según la testigo De T. – y
haber señalado a L. como el más alto, en nada controvierte que pudiera ser uno de los
otros dos.
Que P. fue quién disparó el arma de fuego tampoco se contrapone con los elementos
de la causa, con sólo ver las probanzas que sostiene el juzgador cuando indica a éste como
uno de los autores.
De los relatos, surge que había más de un arma de juguete, en un momento se refiere a
la que él tenía y otra que supuestamente le dan a M. P.
La argumentación más fuerte que plantea la defensa es que él no sabía que alguno de
sus acompañantes portaba un arma de fuego y que nunca tuvo dominio del hecho.
Es verdad que según los dichos de la víctima M. B. De T. uno de ellos poseía un arma
de juguete, por haberlo enfrentado y trabarse en lucha para quitársela, pero también es
cierto que, habiendo planeado el robo, rondando la casa para fijar el mejor momento de
ataque, y hacerlo a sabiendas que no estaba deshabitada – ya habían visto a De T. en la
vereda momentos antes -, no es posible hipotizar que en su ingenuidad U. descartara
totalmente que alguno de sus compañeros tuviera un arma de fuego apta para disparar, que
de hecho por lo menos uno tuvo, y estimo en este punto que no hay lugar para la duda
beneficiante.
Por las razones expuestas, el motivo que embate contra la afirmada autoría de U. no
prospera (artículos 1 “a contrario” 210, 448, 451, 456 y 459 del Código Procesal Penal).
De la responsabilidad de P.
Tal como refiere el Tribunal, no es lógico pensar que luego de haber participado de las
tareas de inteligencia quedaran fuera del escenario, siendo que la señora de N. refirió que
fueron tres los atacantes, por lo que indiscutiblemente alguno de los acusados integró el
trío o esperaba afuera, ya sea en el auto o en la vereda.
La testigo relató que el que se trenzó en lucha, era el más alto –un metro ochenta –
quién poseía el arma de juguete, U. señala a L. como el de mayor estatura, circunstancia
que afirma el sentenciante.
U. dijo que L. conducía el rodado que los transportaba, que el Renault 9 era de su
propiedad, que a eso de las 22 horas se subió al auto en el que iban E. y el nombrado,
pasaron a buscar a P., y los primeros le dijeron que todavía no se podía entrar a la casa, que
había que esperar, dan una vuelta y ven a De T. en la puerta, tal como ella misma cuenta,
que L. le da un arma entregándole una réplica propiedad de U. ya que a la tarde el primero
se la había pedido.
De la responsabilidad de Á. M.
Recepta la declaración primera del último en la que M. se incorpora como una quinta
persona a la que invitaron a comer pizzas a la casa de P., que ignorando el propósito de
robo permanece en el lugar del hecho a bordo del vehículo que los movilizaba.
U. en una de sus declaraciones afirma que en el auto también estaba M., que éste no
bajó, que se bajó con P., no olvidemos que la creíble víctima De T. fue clara en cuanto dijo
que eran tres los agresores, si E. y L. estaban en el rodado, resulta razonable concluir que
los que descendieron fueron U., P. y M.
Tampoco encuentro razón valedera para que E. mintiera con respecto a la presencia
de M., más aún siendo que éstos no se conocían con anterioridad, según U.
Si bien éste lo menciona en su última declaración diciendo que sólo iban a comer
pizzas a lo de P., que nada sabía del robo y que sólo se quedó en el auto, tal circunstancia
no resulta creíble, ya que al haber ido cuanto menos de acompañante, supo y participó del
ilícito, ¿o acaso se pretende que no advirtió que tres sujetos portando armas de fuego -
por lo menos una de juguete - y encapuchados se bajaran del coche hacia una casa ajena?.
Otro tramo inverosímil es que luego de ocurrido el hecho, fuera dejado a una cuadra y
media de su domicilio sin haberle dado explicación de lo ocurrido.
De la responsabilidad de A. P.
Frente a las diversas probanzas colectadas, de las que el juzgador recepta cargosamente
para otros imputados, resulta endeble la absolución a la que arriba, basada en la valoración
parcial de las declaraciones de U., E. y L., y las contradicciones existentes con respecto a las
circunstancias de tiempo y lugar en las que P. les marcara a la víctima, suministrándoles los
datos para cometer el ilícito, siendo rebatibles cada una de ellas. Voy a las razones.
Puede ser que en las declaraciones enunciadas existiera algún tipo de contradicción que
no hace a la esencia del asunto porque los tres fueron contestes y concordantes al sindicar
a P. como la persona que les aportara los datos.
L. refiere que esa noche se juntaron en el bar “El Escritorio”, llegaron U. y P. quienes
habían ido a chequear el domicilio de N. en el auto del último, E. referencia idéntica
circunstancia.
El juzgador dice que U. circunscribe esa reunión una semana antes del hecho, diciendo
que ese día se encontraban L. y E. y es allí donde conoce a P., comentándole que había
visto a la mujer de N. sacar plata de un sillón, invitándolos a cometer el hecho esa noche y
no lo hicieron.
Luego U. en otra declaración desconoce quien le habría dado el dato, cuestión que
bien pudo ser negada posteriormente pero no rebate lo dicho con anterioridad que fuera
expresado con más detalle, no existiendo razón suficiente para que U. mintiera o efectuara
una versión falsa en cuanto al rol de P., ya que en nada influye para su propio descargo de
autoría.
Lo cierto es, que los elementos analizados resultan suficientes para afirmar que P. fue
quien aportó los datos para determinar la vivienda e indicar a una familia que podía poseer
un jugoso botín para el robo, y es por ello que su participación resultó necesaria para la
comisión del ilícito, que en este caso terminara con el homicidio de cita.
Por las consideraciones expuestas corresponde hacer lugar al motivo traído por la
agente fiscal del juicio (artículos 45 del Código Penal; 210, 448, 451, 456, 459 y 460 del
Código Procesal Penal).
De la calificación y su adecuación.
1.- Ha sido motivo de agravio para las defensas de todos los imputados la calificación
sustentada por el juzgador, en cuanto sostienen que sus pupilos no tuvieron el dominio
funcional del hecho, pues solo se comprometieron con ejecutar un delito contra la
propiedad, no hubo dolo de matar, y participando solamente de un robo frustrado.
No hay espacio para el ingreso de hipótesis remotas, probado está que los imputados
se pusieron de acuerdo para robar a la familia N., que cuanto menos uno de ellos disparó
ultimando al hombre, con los límites que impone el recurso, la calificación es inmodificable
para el hecho atribuible a los que convergieron con armas de fuego para llevar a cabo sus
designios furtivos, y emplearlas de ser necesario, como ocurrió.
En el sistema de ampliación del concepto de autor, que trae el Código Penal, como
opuesta a la cooperación, auxilio o ayuda constitutiva de la complicidad primaria en la que
desemboca el Tribunal, se encuentra la coautoría por la puesta en obra del delito en sí,
mediante el aporte objetivo realizado por los intervinientes, a fin de ejecutarlo, como
explica Ricardo C. Núñez (ver “Derecho Penal Argentino”, editorial Bibliográfica Omeba,
Buenos Aires, Tomo II páginas 284 y siguientes) y recepta la Suprema Corte de Justicia de
la Provincia al concluir (idem ant. Argañarás-Casas Peralta, Tomo IV, p. 252, número 150)
que, tan autor es el que infiere la lesión como el que lo ayuda con su acción, dándole
oportunidad para que ella produzca su efecto, imponiendo a la víctima mayor terror, mayor
peligro ante un doble ataque y debilitada su resistencia defensiva.
Por tanto, son coautores de robo con homicidio, todos los que cumpliendo el acuerdo
previo, concurren al asalto portando armas de fuego y realizan actos coadyuvantes y
necesarios para la consumación del hecho planeado.
Por tanto, si de la base fáctica se desprende que en plena ejecución del robo, uno de
los autores dispara el arma de fuego que portaba, es claro que pusieron en práctica la razón
por la que fueron a robar provistos de ese instrumento, y hablo en plural pues se trata de
una contribución al obrar en común que es atribuible a los integrantes del grupo.
Por ello, el reclamo relacionado con el obrar en común endilgado no puede prosperar,
ya que el argumento de que la acción homicida no formó parte del acuerdo previo se
desentiende, por lo dicho en el párrafo anterior, de las circunstancias comprobadas de la
causa.
Por otras palabras, si fueron a robar con un arma de fuego, es improcedente el planteo
de ajenidad en el homicidio, ya que el medio empleado importa que, al menos se
representaron que con él podían herir o matar a la víctima, o a quien se interpusiera en sus
designios.
El tipo penal previsto en el artículo 165 de la ley sustantiva, al igual que su par del 166
inciso 1, es de naturaleza compleja. De modo que si su esencia esta dada a partir de la
conjunción de dos figuras penales, como lo son el robo y el homicidio, ello torna necesario
que el análisis que se lleve a cabo sobre ese tipo complejo formado por dos elementos que
lo componen, debe ser realizado en un sentido que comprenda todo su continente y no por
parte individuales.
A los fines del perfeccionamiento de la figura penal en trato deba llevarse a cabo todo
el proceso ejecutivo del robo, pues de ser así no sólo se limitaría el carácter complejo de
este tipo penal, sino lo que es más se estaría restando preponderancia al otro bien jurídico
que integra el mencionado artículo 165, cual es la vida.
De esta manera, es dable observar que de los bienes en juego este último es de mayor
relevancia, si tenemos en cuenta el catálogo de bienes jurídicos previstos y contemplados en
el cuerpo normativo de fondo, y de ahí su ubicación en él.
Es decir, la acción penal que acomete contra el bien jurídico propiedad puede quedar
en grado de tentativa o consumarse, y esta circunstancia de haberse producido "el
homicidio en ocasión" de ese robo, torna indiferente el grado alcanzado por el ataque al
aludido bien propiedad, pues lo decisivo para encuadrar la conducta en los términos del
artículo 165 del cuerpo normativo bajo análisis, es precisamente el óbito.
Por otra parte, de admitirse la tentativa sería difícil sortear la inequidad que provocaría
frente a los eventuales marcos punitivos. Dicho de otro modo, tendríamos que aquél que
toma parte de un proceso ejecutivo de un robo -que por circunstancias ajenas a la voluntad
del autor no llegó a consumarse- en el cual con motivo u ocasión se produce un homicidio,
tendría una pena más leve, que aquél que afectara de manera exclusiva el mismo bien
jurídico vida.
Esta cohesión es la que permite, por una parte, rechazar el significado que se daría a las
eventuales penas a imponer en los supuestos del artículo 165 en caso de admitir su
tentativa, lo cual lo haría incompatible -o si se quiere falto de equidad- con la que
correspondería imponer en circunstancias del artículo 79; por la otra, atribuir al mentado
artículo 165 y su consecuente pena un significado que lo dote de la mayor congruencia
posible con el resto del ordenamiento.
Resulta dogmáticamente atacable la solución del concurso ideal entre el robo con
homicidio en grado de tentativa y el homicidio simple, "puesto que si la ocasión y también
el motivo para castigar el resultado ya se dan en el proceso ejecutivo del robo, sin que se
requiera su consumación, es evidente que la ley no quiere punir en los términos de la
tentativa dicha ocasión o motivo, con lo que no hay razón alguna para llegar a plantearse
una hipótesis de concurso ideal (Doctrina de la Suprema Corte de Buenos Aires sobre el
homicidio como agravante del robo. Art. 165 del Código Penal. Creus, Carlos. L.L. 1993-F-
153)".
Otro argumento a favor de considerar que no cabe la tentativa en el caso del artículo
165 del Código Penal surge de reparar en que la sanción penal de la tentativa de un delito
de lesión "sólo es posible en razón de la proximidad de la conducta con el resultado
(peligro de lesión)" (Derecho Penal Parte General. Zaffaroni, Alagia y Slokar. Ediar, pág.
783).
Mientras que cuando el delito está consumado la sanción penal recae en el resultado
que ella ha ocasionado. Es decir, ya no hay peligro de lesión sino que ella se produjo, de ahí
la punición del resultado ocurrido.
Por tanto, si comenzó la ejecución del robo y en ese contexto se acreditó -por haberse
producido- debidamente el homicidio, lo que en rigor, revela la intención del sujeto de
llevar a cabo el desapoderamiento en los términos del tantas veces aludido artículo 165, no
se requiere la culminación del mismo para perfeccionarlo, de modo tal, que no tiene cabida
su tentativa conforme lo normado por el artículo 42 del Código Penal ( voto del doctor
Pettigiani ).
Los antecedentes del tipo indican, entonces, que el art. 165 es una reproducción literal
del art. 425 inc. 1° del Código español, norma que pasó al Código de 1870 (art. 516 inc. 1°)
y, posteriormente, al digesto de 1932 (art. 494 inc. 1°), aunque en la actualidad -desde la
reforma de 1995- ninguna de las dos figuras complejas están expresamente previstas, lo que
permite inferir que las situaciones conflictivas son resueltas por las reglas generales del
concurso de delitos (Buompadre, Delitos contra la propiedad, pág. 89)...".
Tal como está estructurado el tipo de robo con homicidio, éste no admite la tentativa.
La norma sólo requiere que el homicidio ocurra con motivo u ocasión de robo, de modo
que, producido aquél, ya está completada la norma prohibitiva, al margen de que se haya o
no consumado el robo. Si esto es así, la consumación exige la concurrencia de los dos
hechos: el apoderamiento, o su tentativa, y la muerte (cfe. e/o, Donna; "Derecho Penal;
Parte Especial", Tomo II-B, Rubinzal-Cilzoni Editores, pág. 157; Tozzini, "Los Delitos de
Hurto y Robo"; Segunda Edición Actualizada, Lexis Nexis, Bs. As., pág. 288 y sgtes.).
Ese fue el criterio seguido en similar temática respecto del tipo contemplado en el art.
166 inc. 1º del Código Penal en P. 70.963, sent. del 1-XII-2004) –voto del doctor De
Lazzari -.
Dijo la Suprema Corte en P. 68.998, sent. del 28-IX-2005, "el art. 165 proviene del
Código Penal español de 1848, calco del art. 425 inc. 1º de dicho digesto, norma que
tiempo después pasa al Código de 1870 (art. 516 inc. 1º), posteriormente al Código de 1932
(art. 494 inc. 1º) y luego al art. 501 inc. 1º".
De modo que una visión de la doctrina española es de real valía para encontrar
solución a la temática en análisis. Rodríguez Devesa analiza la relación entre el robo y el
homicidio partiendo del significado de esta última palabra.
Para el citado autor el término "homicidio" es elemento normativo del tipo. Basa su
postulado en que si fuera un elemento descriptivo bastaría que en el Código se hubiese
consignado la palabra "muerte", con lo que convertiría el delito en los denominados
calificados por el resultado. Desde otro andarivel sostiene llevaría a un problema de
concursos, lo que devendría inadmisible en el caso.
Mediante interpretación histórica llega a la conclusión de que el tipo penal exige dolo.
Concluye afirmando que el delito en trato es complejo (Rodríguez Devesa, José María,
"Derecho penal español", parte especial, 7ª ed., Madrid, 1977). Similar posición sustentan
Muñoz Conde ("Derecho Penal. Parte especial", 9ª ed., Tirant lo Blanch, Valencia, 1993) y
Bustos Ramírez ("Manual de Derecho Penal. Parte especial", 1ª ed., Ariel, Barcelona, 1986).
Antón Oneca y Rodríguez Muñoz ("Derecho penal. Parte especial", t. II, Gráfica
Administrativa, Madrid, 1949) argumentan que estamos en presencia de un delito complejo
donde el legislador ha aunado dos delitos independientes, que conservan sus características
propias, conformando una figura más grave a los efectos punitivos.
Son cuestiones esenciales aquellas que resultan necesarias según las modalidades del
caso para la correcta solución del juicio, o las constituidas por puntos de cuya decisión
depende directa y necesariamente el sentido y alcance del pronunciamiento.
Conforman ejes de los cuales no puede prescindirse por la gravitación que tienen o
pueden tener en el resultado final (cfr.SCBA, Ac 64422 S 28-9-1999, Juez DE LAZZARI
(SD) “Festa, Osvaldo Américo s/ Determinación de honorarios”).
La defensa señala que el Tribunal omitió tratar una cuestión esencial, al no decir nada,
absolutamente nada acerca de dicha circunstancia atenuante propiciada en el juicio, lo que
importaría el incumplimiento de la manda establecida en el artículo 168 de la Constitución
de la Provincia.
La solución
Las penas.
En consecuencia, propongo hacer lugar al recurso fiscal, casando el veredicto
absolutorio dictado a favor de A. O. P. y Á. E. M., reenviando los autos a jueces hábiles a
fin que renueven los actos necesarios para el dictado de un nuevo pronunciamiento
conforme a derecho; hacer lugar parcialmente al recurso deducido por C. A. U. y
condenarlo a once años y nueve meses de prisión, accesorias legales y costas de primera
instancia, como coautor responsable del delito de robo con homicidio; rechazar el resto de
los recursos interpuestos con costas; y regular los honorarios por la labor desarrollada luego
del juicio de los doctores Carlos Esteban Torrens y Dora Emilia Piñeyro en un 25% de la
suma fijada en origen (artículos 18 de la Constitución Nacional; 8.2.h de la Convención
Americana Sobre Derechos Humanos; 14.5 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y
Políticos; 12, 19, 29 inciso 3ro., 40, 41, 45, 165 del Código Penal; 448, 450, 451, 452, 454,
456, 459, 460, 461, 530 y 531 del Código Procesal Penal; 28 “in fine” del Decreto
8904/77). ASI LO VOTO.
Adhiero, por sus fundamentos, al voto del doctor Borinsky y, a esta cuestión, también
ME PRONUNCIO POR LA AFIRMATIVA.
SENTENCIA
IV- REGULAR los honorarios de los doctores Carlos Esteban Torrens y Dora Emilia
Piñeyro, por la labor desarrollada luego del juicio, en un 25% de la suma fijada en origen.