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CAPITULO 1
Anatomía
La biología es la ciencia que trata de los seres vivos e incluye la anatomía y la fisiología. La
anatomía estudia las estructuras del organismo y la fisiología estudia sus funciones. Dado que la
estructura de los seres vivos es muy compleja, la anatomía abarca desde los componentes más
pequeños de las células hasta los órganos más grandes, así como la relación de éstos con otros
órganos. La anatomía general estudia los órganos tal como aparecen durante una inspección visual
o una disección. Por otra parte, la anatomía celular estudia las células y sus componentes mediante
el uso de instrumental específico como los microscopios; también utiliza otras técnicas especiales
para su observación.
Interior del cuerpo
Células
A pesar de que las células
se consideran como la
unidad más pequeña de los
organismos vivos, están
constituidas por elementos
aun menores, cada uno de
ellos dotado de una
función propia. El tamaño
de las células humanas es
variable aunque es siempre
microscópico; un óvulo
fecundado es la célula más
grande, y sin embargo
resulta tan pequeña que no
es perceptible por el ojo
humano. Las células
humanas están envueltas
por una membrana que las
mantiene unidas; no se
trata de una simple
envoltura ya que esta
membrana tiene unos
receptores que permiten a
las diversas células
identificarse entre sí.
Además, estos receptores
son capaces de reaccionar
ante sustancias producidas
por el organismo así como
ante los fármacos introducidos en él y debido a esta característica pueden seleccionar las
sustancias o los medicamentos que entran en la célula o salen de ella. Las reacciones que tienen
lugar en los receptores a menudo alteran y controlan las funciones celulares. Dentro de la
membrana celular existen dos componentes principales: el citoplasma y el núcleo. El primero
contiene estructuras que consumen y transforman la energía y dirigen las funciones de la célula; el
segundo contiene el material genético de la célula y las estructuras que controlan su división y
reproducción. Son muchas y muy diversas las células que constituyen el organismo y cada una
está dotada de estructura y vida propias. Algunas, como los glóbulos blancos, se mueven
libremente sin adherirse a otras células; en cambio las células musculares están firmemente unidas
entre sí. Las de la piel se dividen y reproducen con rapidez; las nerviosas, por el contrario, no se
reproducen en absoluto. Así mismo determinadas células, sobre todo las glandulares, tienen como
función principal la producción de sustancias complejas como hormonas o enzimas. Por ejemplo,
las células de las mamas producen leche; las del páncreas, insulina; las del revestimiento de los
pulmones, mucosidad y las de la boca, saliva. Por último, existen otras células cuya función
primordial no es la producción de sustancias, como las células que se encargan de la contracción,
tanto de los músculos como del corazón. También es el caso de las células nerviosas que conducen
impulsos eléctricos y permiten la comunicación entre el sistema nervioso central (cerebro y
médula espinal) y el resto del organismo.
Tejidos y órganos
Se denomina tejido a una agrupación de células relacionadas entre sí, aunque no idénticas, que
forman un conjunto para llevar a cabo funciones específicas. Cuando se analiza al microscopio
una muestra de tejido (biopsia), se observan diversos tipos de células, aunque el interés del médico
se centre en un tipo determinado.
El tejido conectivo, resistente y frecuentemente fibroso, tiene la función de mantener la estructura
corporal unida y darle soporte. Se encuentra en casi todos los órganos aunque la mayor parte se
halla en la piel, los tendones y los músculos. Las características del tejido conectivo y de los tipos
de células que contiene varían según su localización.
Los órganos desempeñan las funciones del organismo y cada órgano está provisto de una
estructura diferenciada capaz de desarrollar funciones específicas. Es el caso del corazón, los
pulmones, el hígado, los ojos y el estómago. Distintos tejidos y, por lo tanto diversas células,
intervienen en la constitución de un órgano. El corazón está formado por tejido muscular que al
contraerse produce la circulación de la sangre; también está constituido por tejido fibroso que
forma las válvulas y por células especiales que controlan la frecuencia y el ritmo cardíacos. El
globo ocular está formado por células musculares que abren o contraen la pupila, por células
transparentes que constituyen el cristalino y la córnea, y por otras que producen fluidos que
ocupan el espacio entre la córnea y el cristalino. También está formado por células fotosensibles y
células nerviosas que llevan los impulsos al cerebro. Incluso un órgano tan simple en apariencia
como la vesícula biliar contiene distintas células. Unas son las células de revestimiento interior
resistentes a los efectos irritantes de la bilis, otras son las musculares, que se contraen para
expulsar la bilis, y otras las que forman la pared externa fibrosa que contiene la vésicula.
Sistemas orgánicos
Interior de la célula
Si bien existen distintos tipos de células, la mayoría posee los mismos componentes. Una célula
consta de un núcleo, un citoplasma y la membrana celular; ésta constituye su límite y regula los
intercambios con el exterior. El núcleo controla la producción de proteínas y contiene
cromosomas, el material genético de la célula, y un nucléolo que produce ribosomas. El
citoplasma es un material fluido con organelas, las cuales se consideran los órganos de la célula.
Por su parte, el retículo endoplasmático transporta materiales en el interior de la célula. Los
ribosomas producen proteínas, que son agrupadas por el aparato de Golgi a fin de que abandonen
la célula. Las mitocondrias generan la energía necesaria para las actividades celulares. Los
lisosomas contienen enzimas que pueden descomponer las partículas que entran en la célula. Por
ejemplo, ciertos glóbulos blancos (una variedad de las células de la sangre) ingieren las bacterias
que luego destruyen las enzimas lisosómicas. Por último, los centríolos participan en la división
de la célula.
Aunque un órgano en particular desempeñe funciones específicas, hay órganos que funcionan
Además de separar el exterior del interior, las superficies del cuerpo mantienen en su lugar las
sustancias y estructuras del cuerpo, haciendo que funcionen correctamente. Es evidente que los
órganos internos no flotan en un charco de sangre, sino que ésta circula normalmente dentro de los
vasos sanguíneos. Si la sangre sale de los vasos sanguíneos hacia otras partes del cuerpo
(hemorragia), se pueden producir lesiones graves, y no sólo porque deja de llevar oxígeno y
nutrientes a los tejidos. A modo de ejemplo, una hemorragia muy pequeña en el cerebro destruye
parte del tejido cerebral ya que no puede extenderse más allá de los límites del cráneo; en cambio,
una cantidad similar de sangre en el abdomen no destruye los tejidos.
La saliva es importante en la boca, pero puede causar daños significativos si es aspirada por los
pulmones. El ácido clorhídrico producido por el estómago rara vez produce daños en este órgano
pero puede quemar y lesionar el esófago si fluye en dirección contraria. También puede dañar
otros órganos si se escapa a través de la pared del estómago. Por último, las heces, la parte no
digerida de los alimentos que se expulsa por el ano, pueden causar infecciones peligrosas cuando
pasan a través de la pared del intestino hacia el interior de la cavidad abdominal.
Anatomía y enfermedad
El diseño del cuerpo humano es admirable. La mayoría de sus órganos dispone de una buena
capacidad adicional o de reserva; de hecho funcionan de forma adecuada aunque estén
deteriorados. Por ejemplo, se tendrían que destruir más de dos tercios del hígado antes de que se
produjeran consecuencias graves. Una persona puede sobrevivir a la extirpación quirúrgica de un
pulmón, siempre que el funcionamiento del otro sea normal. Sin embargo, otros órganos no
pueden funcionar adecuadamente si llegan a sufrir leves trastornos. Si un ictus destruye una
pequeña cantidad del tejido nervioso en determinadas regiones del cerebro, la persona puede
quedar incapacitada para hablar, mover una extremidad o mantener el equilibrio. Un infarto de
miocardio destruye el tejido cardíaco y puede causar un leve deterioro en su capacidad para
bombear la sangre; puede también causar la muerte.
Si bien es cierto que las enfermedades afectan a la anatomía del organismo, también los cambios
en la anatomía pueden causar enfermedades. Tumores como el cáncer destruyen directamente el
tejido sano o lo comprimen hasta que acaban destruyéndolo. Si se obstruye o interrumpe el flujo
de sangre hacia un tejido, éste se destruye (infarto), como en un ataque cardíaco (infarto de
miocardio) o un ictus (infarto cerebral).
Dada la estrecha relación entre la enfermedad y sus repercusiones anatómicas, el diagnóstico y el
tratamiento de las enfermedades se apoyan principalmente en los métodos para observar el interior
del cuerpo. Los rayos X fueron el primer descubrimiento importante que permitió observar el
interior del cuerpo y examinar los órganos sin necesidad de una intervención quirúrgica. La
tomografía computadorizada (TC) es otro importante adelanto que asocia los rayos X con el
computador. Una TC produce imágenes detalladas y bidimensionales de las estructuras internas.
Entre los métodos para observar las estructuras internas a través de la imagen también cabría
destacar la ecografía, basada en la utilización de ondas sonoras (ultrasonidos); la resonancia
magnética (RM), que se basa en el movimiento de los átomos dentro de un campo magnético; la
gammagrafía o las imágenes que proporciona ésta gracias a la utilización de isótopos radiactivos
(para ello se inyectan en el cuerpo elementos químicos radiactivos). Todas estas técnicas permiten
observar el interior del cuerpo y, a diferencia de la cirugía, no son procedimientos invasivos.
La anatomía en este Manual
Dada la importancia de la anatomía en medicina, casi todas las secciones de este Manual
empiezan por describir la anatomía de un sistema determinado. Las ilustraciones se centran en
aquella parte de la anatomía que se esté tratando.
Genética
El núcleo de cada una de las células del organismo contiene el denominado material genético, es
decir las espirales de ADN (ácido desoxirribonucleico) dispuestas de manera compleja para
formar los cromosomas. Las células humanas contienen 23 pares de cromosomas (46 en total),
El envejecimiento
La expectativa de vida en los países desarrollados ha aumentado de forma notable. Por ejemplo,
un niño nacido en 1900 tenía una esperanza de vida de sólo 46 años, mientras que uno nacido hoy
en día probablemente vivirá más de 72 años. Una niña nacida en 1900 tenía una esperanza de vida
de 48 años, mientras que en la actualidad sería de unos 79 años.
Si bien es significativo el aumento en el promedio de la expectativa de vida, es muy poco el
cambio registrado en el límite máximo de edad que se puede alcanzar. A pesar de los avances en
genética y en medicina, nadie parece haber conseguido superar el límite de los 120 años.
Teorías del envejecimiento
Todas las especies envejecen y experimentan notables cambios desde su nacimiento hasta la
muerte. A partir de esta evidencia la ciencia propone diversas teorías sobre las causas del
envejecimiento, aunque ninguna ha sido
comprobada. A fi n de cuentas, de cada teoría se
pueden extraer algunas de las causas por las cuales
la gente envejece y muere.
Según la teoría de la senectud programada, los genes
predeterminan la velocidad del envejecimiento de
una especie porque contienen la información sobre
cuánto tiempo vivirán las células. A medida que
éstas mueren, los órganos
comienzan a funcionar mal y con el tiempo no
pueden mantener las funciones biológicas necesarias
para que el individuo siga viviendo. La senectud
programada contribuye a la conservación de la
especie ya que los miembros más viejos mueren a la
velocidad requerida para dejar paso a los jóvenes.
Aunque la calidad de vida se altera poco con el decaimiento de las funciones de algunos órganos,
el deterioro de ciertos órganos puede afectar seriamente a la salud y al bienestar.
Por ejemplo, en la vejez la cantidad de sangre que el corazón puede bombear cuando el cuerpo
está en reposo no se reduce demasiado; en cambio cuando el esfuerzo es máximo, la disminución
que se produce es significativa. Esto supone que los atletas mayores no serán capaces de competir
con los atletas más jóvenes.
Por otra parte, los cambios en el funcionamiento del riñón pueden afectar gravemente la capacidad
de las personas mayores para eliminar ciertos fármacos del organismo.
En general, es muy difícil determinar cuáles son los cambios que se relacionan con el
envejecimiento y cuáles dependen del estilo de vida que haya llevado cada individuo. Varios
órganos pueden sufrir daños en un grado mucho mayor que el causado por el envejecimiento,
como en el caso de las personas que llevan un estilo de vida sedentario, una dieta inadecuada, que
fuman y abusan del alcohol y de las drogas. Los individuos expuestos a sustancias tóxicas pueden
experimentar un decaimiento más marcado o más rápido en algunos órganos, especialmente los
riñones, los pulmones y el hígado. Los individuos que han trabajado en ambientes ruidosos
tendrán más probabilidades de perder la capacidad auditiva. Algunos cambios se pueden prevenir
si se adopta un estilo de vida más saludable. Por ejemplo, dejar de fumar a cualquier edad, incluso
a los 80 años, mejora el funcionamiento de los pulmones y disminuye las probabilidades de un
cáncer del pulmón. Y, a cualquier edad, la actividad física ayuda a mantener en forma los
músculos y los huesos.
Consecuencias de las enfermedades
La geriatría es la especialidad médica que se ocupa de las personas de edad avanzada y de las
enfermedades que padecen, y la gerontología es el estudio del envejecimiento. No existe una edad
específica que convierta al individuo en "anciano", aunque ésta se establezca frecuentemente en
65 años, debido a que es la edad habitual de la jubilación.
Ciertas enfermedades, denominadas algunas veces síndromes geriátricos o enfermedades
geriátricas, se presentan casi exclusivamente en adultos de edad avanzada. En cambio, otros
trastornos afectan a los individuos de cualquier edad, aunque en la vejez sean más frecuentes o
más graves, o puedan causar diferentes síntomas o complicaciones.
Las personas mayores padecen la enfermedad de una manera diferente de los adultos más jóvenes,
e incluso pueden tener síntomas distintos. Por ejemplo, la disminución de la función tiroidea causa
en general un aumento de peso y una sensación de pereza en las personas más jóvenes. En los
mayores el hipotiroidismo puede además provocar confusión, que por error se puede considerar
como demencia. Por el contrario, una glándula tiroides hiperactiva a menudo provoca inquietud y
pérdida de peso en los jóvenes; pero en los mayores es causa de somnolencia, introversión,
depresión y confusión. En el adulto joven, la depresión aumenta la propensión al llanto, la
introversión y la tristeza. Sin embargo, en las personas de edad avanzada la depresión puede
causar confusión, pérdida de la memoria y apatía, síntomas que pueden interpretarse por error
como los de la demencia. El fallecimiento de la gente mayor ya no se produce por afecciones
agudas como un infarto cardíaco, una fractura de cadera o una neumonía. Hoy en día se pueden
tratar y controlar estas enfermedades aunque sean incurables.
Una afección crónica no implica necesariamente la invalidez; de hecho, muchos pacientes pueden
seguir con sus actividades y no depender de los demás a pesar de tener diabetes, alteraciones
renales, enfermedades del corazón y otras enfermedades crónicas.
Los factores socioeconómicos modifican con frecuencia la forma en que las personas mayores
buscan y reciben cuidados; a menudo tienden a ocultar los problemas cuando son poco
importantes; tampoco solicitan atención médica hasta que los trastornos se vuelven más graves.
En la edad avanzada, se tiende además a padecer más de una enfermedad a la vez, y cada
enfermedad puede influir en las otras. Por ejemplo, la depresión puede empeorar la demencia y la
diabetes puede agravar una infección.
También es frecuente que, debido a los factores sociológicos, las enfermedades se compliquen en
las personas de edad avanzada. Este grupo de personas puede deprimirse si la afección implica
una pérdida de independencia temporal o permanente y, en consecuencia, necesitan atención por
parte de los servicios sociales, al igual que ayuda psicológica. De ahí que los geriatras
recomienden con frecuencia los tratamientos multidisciplinares bajo la dirección de un médico
principal, quien a su vez cuenta con la colaboración de un equipo de personal sanitario compuesto
de médicos, enfermeras, asistentes sociales, terapeutas, farmacéuticos y psicólogos, los cuales
planifican y aplican el tratamiento correspondiente.