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Segunda Parte
En doce fases
Un ser humano, por ser corpóreo, puede ser medido, pesado, asido, situado
en un lugar, sometido a análisis clínico… Presenta, en la misma medida, cierta
afinidad con los objetos porque es un haz de relaciones: está relacionado con sus
progenitores, que le han llamado a la existencia, y se siente instado a responder a
dicha llamada de modo agradecido, adoptando la misma actitud creadora que le
dio el ser; ama a otras personas y es amado por ellas; elabora proyectos para el
futuro e intenta realizarlos; asume buen número de las posibilidades que han
transmitido a su sociedad las generaciones anteriores y procura crear nuevas
posibilidades para legarlas a las generaciones futuras.
Al unirse dos o más ámbitos entre sí, dan lugar a ámbitos de mayor
envergadura, un grupo de amigos, una familia, una orquesta, una institución…
Estos ámbitos complejos, formados por el encuentro de dos o más ámbitos
individuales, no se reducen a la suma de éstos; presentan una condición peculiar.
1. Voy a una tienda y veo una serie de plumas. Cada una presenta las
condiciones de los objetos: es delimitable, pesable, usable… Como necesito una
pluma para escribir una obra, escojo la que me parece más adecuada a este fin y
la inserto inmediatamente en ese proyecto vital mío.
“He descubierto –escribe Saint-Exupéry– una gran verdad, a saber: que los
hombres habitan.., y que el sentido de las cosas cambia para ellos según el
sentido de la casa”
Habitar una casa significa crear en ella una red de vínculos los
interpersonales que la convierten en hogar, nivel 2. Habitar juntos en una casa se
reduce a compartir un espacio, nivel 1; no exige creatividad alguna. Habitar una
casa supone una voluntad creadora de relaciones, de los lazos, a que alude de
Saint-Exupéry en los momentos culminantes de sus obras: “¿Qué significa
“domesticar”?, preguntó el Principito al zorro.
Los seres humanos estamos autorizados a poseer las realidades que son
producto de nuestro esfuerzo y disponer de ellas conforme a nuestros intereses.
En cambio, debemos respetar las realidades que son fruto de la interacción de
diversas realidades.
Somos “únicos” porque nos hemos enriquecido con una cualidad inédita en
el mundo: nuestra relación de amistad. El afecto que tal enriquecimiento suscita
en nosotros no es un sentimiento arbitrario y superficial; es la reacción profunda
de nuestra persona ante ese valor real que hemos adquirido. Hemos de aprender
a considerar como rigurosamente reales los ámbitos que se generan al entrar en
relación dos o más realidades. Ello nos infundirá un inmenso respeto a las
relaciones que establecemos en la vida y nos hará responsables.
1. Cada persona que vive en una ciudad configura en ella, poco a poco, un
mundo propio, en colaboración con la realidad que le rodea. La ciudad es
objetivamente la misma para todos, pero cada uno recorta en ella determinados
lugares, calles y espectáculos; acoge ciertas posibilidades y desecha otras; trata a
unas personas e instituciones y deja de lado a otras. Configura, así, un mundo
personal singular, que constituye un ámbito, no un mero conjunto de objetos,
cosas y hechos.