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Desde que irrumpió en el mundo Satanás ha tratado de vender la mentira de que los meros
hombres pueden convertirse en dioses. Su seductivo siseo, "Seréis como dioses" se escuchó por
vez primera en Génesis 3, y desde entonces se ha estado repitiendo a través de todas las edades
con apasionada frecuencia. El empaqueta y vuelve a empaquetar la mentira en cualesquiera que
sea el tamaño o la forma que se necesite para lograr una buena venta.
En su libro, The Road Less Traveled", M. Scott Peck, un sicólogo muy popular tanto en los
círculos cristianos como en los de la Nueva Era, coloca palabras en la boca del creador cuando
escribe:
"Dios quiere que nosotros seamos como El (o como ella, o como
eso). Estamos creciendo hacia la divinidad. Dios es la meta de la
evolución".1
La bien conocida hechicera Margot Adler va un paso más allá. Dice ella en el Whole Earth
Catalog:
Los maestros de la Fe han llegado a ser tan blasfemos y extravagantes que ahora hasta los
sectarios se les están oponiendo. Por ejemplo, el erudito mormón, Stephen E. Robin-son, en uno
de sus libros se refiere a los maestros de la Fe, diciendo:
"Ahora, en efecto, la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (es decir, los mormones), no
podríamos estar de acuerdo con la doctrina de la deificación tal como la entienden muchos de
estos evangelistas. Es nuestra creencia que nosotros recibimos la herencia divina total solamente
por medio del sacrificio de Cristo y solamente después de una gloriosa resurrección".12
Robinson rechaza lo absurdo de la iglesia cristiana cuando ésta critica la doctrina de los
mormones de que los hombres llegarán a ser un día como dioses, cuando evangelistas de gran
ascendencia dentro de la iglesia están proclamando consistentemente que ya nosotros somos
dioses. Es de veras irónico que un erudito de la secta de los mormones tenga que encontrar la
doctrina del movimiento de la Fe sobre "los pequeños dioses" demasiado fuerte para que ellos
puedan asimilarla.
Desde todos los puntos de vista esta doctrina de los "pequeños dioses" del movimiento de la
Fe constituye un ejemplo clásico de cómo el concepto bíblico del hombre es a menudo
completamente distorsionado. Los maestros de la Fe toman el relato bíblico de la creación del
hombre a imagen y semejanza de Dios y lo adulteran, convirtiéndolo en una monstruosidad.
Cuando Kenneth Copeland proclama: "Tú no tienes un dios en ti, tú eres uno. .."13, y Benny
Hinn dice: "Yo soy un 'pequeño mesías' que anda sobre la tierra",14 nosotros podemos concluir
que ellos están enseñando una violenta herejía.
Antes de que examinemos las distorsiones bíblicas que sirven de base a la doctrina de los
"pequeños dioses" que proclaman los maestros de la Fe, sería conveniente que hiciéramos
algunas aclaraciones.
Primero, debemos señalar que la frase "pequeños dioses" puede ser desafortunada, pero no
tiene que ser necesariamente herética, en sí o por sí misma, siempre que no conlleve la intención
de igualar al hombre con Dios o hacerlo una parte de El. La Iglesia Ortodoxa Oriental, por
ejemplo, enseña que los cristianos son deificados en el sentido en que ellos son adoptados como
hijos de Dios, llenos por el Espíritu de Dios, y traídos a la comunión con Dios, lo que finalmente
conduce a la glorificación.15 Ellos no enseñan que los seres humanos son reproducciones o
duplicados exactos de Dios. La doctrina que ellos sostienen sobre la deificación, es consistente
con las Escrituras y se mantienen en armonía con el punto de vista del monoteísmo.
El tema esencial es el significado que se adjudica a las palabras "pequeños dioses". Los
maestros de la Fe hacen claro que lo que ellos entienden por "pequeños dioses" implica una
divergencia total del cristianismo ortodoxo, o como ellos lo llaman, "la iglesia tradicional".
Lo siguiente es que tenemos que trazar una clara distinción entre el concepto de la divinidad
enseñado por las sectas metafísicas —tales como el Nuevo Pensamiento, la Ciencia Cristiana, la
Escuela Unitaria de Cristianismo y la Ciencia Religiosa— y la doctrina de la deificación
enseñada por el movimiento de la Fe. La metafísica no enseña que nosotros somos "pequeños
dioses que andamos sobre la tierra", tal como hacen maestros de la Fe como Benny Hinn. Ellos,
más bien, creen en un principio impersonal o sustancia llamada "la conciencia de Cristo" o "la
mente divina", la que permea la realidad, haciendo de esa manera que todas las cosas sean
divinas.16 En esencia, la metafísica es una mezcla irregular de panteísmo (todo es Dios) y de
panteísmo (todo es parte de Dios). El movimiento de la Fe y las sectas metafísicas son similares
en el sentido de que ambos proclaman la divinidad del hombre. Son diferentes por cuanto los
maestros de la Fe rechazan el concepto de un Dios impersonal penetrando la creación.
Finalmente, quisiera dejar entendido que la mayoría de los maestros de la Fe, como los
mormones, se atienen a una diferente forma de politeísmo. Al tiempo en que enseñan el
concepto no bíblico de la existencia de muchos dioses, ellos, como veremos más tarde, reservan
la adoración solamente para tres (Dios el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo). Es así que resulta
de más exactitud clasificar a los maestros de la Fe como henoteistas* en lugar de politeístas.17
Traigamos ahora nuestra atención a las distorsiones de las Escrituras de las que dependen
los maestros de la Fe para hacer sus doctrinas aceptables a decenas de millares de gente incauta.
Los maestros de la Fe usualmente citan Juan 10:31-39 como una prueba de que los seres
humanos son, en efecto, pequeños dioses. Este pasaje presenta a Jesús a punto de ser lapidado
por su declaración de que El es Dios. El responde a sus oponentes citando el Salmo 82:6. De
forma irónica. Jesús pregunta: "¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?" (v. 34). A
esto, exclaman los maestros de la Fe, "Jesús lo dijo, yo lo creo, y esto cierra la discusión,
nosotros somos pequeños dioses". Tal como lo dijo Paúl Crouch, presidente de TBN: "¡Yo soy
un pequeño dios! ¡Críticos, largúense!"18
Pero antes de que capitulemos a la doctrina de los "pequeños dioses" del movimiento de la
Fe, echémosle una inquisitiva mirada al pasaje del Antiguo Testamento al cual Jesús se estaba
refiriendo. Si resultara que los maestros de la Fe están en lo cierto en su interpretación de este
pasaje, entonces el cristianismo les debería una satisfacción a los maestros del reino de las
sectas. Pero, desde luego, no será necesaria esa satisfacción.
Todos debiéramos entender que aceptar la idea de que Jesús enseña la doctrina de
"pequeños dioses" acarrearía devastadoras implicaciones. Para los principiantes, eso significaría
que el mismo Cristo está confundido, ya que El previamente enseñó que hay un solo Dios
(Marcos 12:29; cf. Deuteronomio 6:4). Eso también significaría que la Biblia se contradice a sí
misma, porque en la misma se enseña que hay un solo Dios (Isaías 43:10; 44:6). Finalmente, eso
demostraría que, después de todo, la serpiente tenía razón cuando le dijo a Eva, "seréis como
dioses" (Génesis 3:5). Una enseñanza como ésta, en fin, es una "doctrina de demomos".
Entonces, ¿porqué, frente a quienes le lanzaban piedras (Juan 10:31), Jesús, serenamente,
les cita a los Judíos el Salmo 82? Echemos una mirada.
A pesar de todos los esfuerzos hechos para esclarecer lo que debía ser evidente para aquellos
que a sí mismos se titulan "ungidos de Dios", los maestros de la Fe persisten en propagar sus
dañinasel Altísimo, no somos hijos por naturaleza, sino por adopción (Gálatas 4:5-8).
Únicamente Cristo puede ser identificado como alguien que tiene la naturaleza de Dios. Cristo
es el unigénito, el único, singular en su clase, (En el griego, monogenes, una sola generación o
naturaleza). El fantasías. En una conversación con Benny Hinn sobre el significado del Salmo
82, Paul Crouch habla de quienes discrepan de él en su asociación con el diablo, en los
siguientes términos: "Así que aquellos que quieren hacer desaparecer esta enseñanza, pretenden
que nosotros tengamos un comienzo y un final. ¿Eso es lo que busca el diablo, no es así?".
Responde Hinn: "Aquellos que nos combaten son un manojo de estúpidos" a lo cual Crouch
exclama: "¡Gloria a Dios! ¡Gloria a Dios!"21
Pero si los proponentes de la Fe quieren tomar literalmente a Jesús cuando El hace su irónica
expresión acerca de los hombres siendo dioses, ¿por qué no toman literalmente cuando El llama
víboras a los fariseos? (Mateo 23:33). Evidentemente, si aun los hombres más malvados no
pueden ser literalmente víboras —es así que tampoco ellos pueden ser pequeños dioses.
Aunque nosotros somos "hijos" del Altísimo, no somos hijos por naturaleza, sino por adopción
(Gálatas 4:5-8). Únicamente Cristo puede ser identificado como alguien que tiene la naturaleza
de Dios. Cristo es el unigénito, el único, singular en su clase, (En el griego, monogenes, una sola
generación o naturaleza). El es el único Hijo de Dios. (Jua es el único Hijo de Dios. (Juan 1:14).
Solamente El es Dios por naturaleza. (Filipenses 2:6 cf. Juan 1:1; Gálatas 4:8).
En búsqueda de pequeños dioses
Tal vez pueda ser de utilidad señalar que Juan 10 y Salmos 82 no son los únicos lugares en
las Escrituras en los que se hace referencia a los hombres como dioses. Moisés, por ejemplo, se
desempeñó como un juez, parecido a Dios, según Éxodo 4:16. En adición, los jueces israelitas
fueron llamados elohim o dioses, en Éxodo 21 y 22, porque ellos ejercían sobre los hombres el
poder de la vida y de la muerte. Pero ni los contextos inmediatos, ni los más distantes, nos
permiten aceptar la idea de que Moisés o los jueces de Israel hayan sido dioses por naturaleza.
A tal efecto, ellos regularmente distorsionan otros textos de las Escrituras con tal de
justificar sus confusas ideas acerca de la deificación de los seres humanos.
Tergiversando a Pedro
Pidiéndoles a los principiantes que vayan a II de Pedro 1:4, los maestros de la Fe dicen que el
apóstol, bajo la inspiración del Espíritu Santo, en este texto expone la doctrina de los "pequeños
dioses".
Como lo explica Copeland: "Ahora Pedro ha dicho que por preciosas y grandísimas promesas
usted puede ser participante de la naturaleza divina. Eso es correcto, ¿somos dioses nosotros, o
no? Nosotros somos de la misma clase que Dios!"22
Los siguientes versículos (5-11), demuestran, no obstante, que Pedro no está hablando de que
los cristianos se hagan Dios o dioses, sino acerca de que podemos experimentar una
transformación moral en nuestra naturaleza, una que nos distinga de la corrupción del mundo (v.
4) y nos permita reflejar en nosotros el carácter de Dios (5-11). De ninguna manera este texto
puede ser tergiversado para que signifique que de veras los creyentes puedan adquirir la esencia
o la naturaleza de Dios. Cuando es redimido, el hombre puede reflejar los atributos morales de
Dios, pero de ninguna manera la redención lo habilita para que llegue a ser un duplicado exacto
de Dios.
Los maestros de la Fe de seguro que saben que el primer libro de la Biblia destruye el mito de
que los hombres son duplicados exactos de su Creador. A pesar de todo, sin embargo, ellos
continúan diseminando sus blasfemas teorías en la televisión, en cáseles y en promociones de
todo tipo.
Si esta doctrina de la Fe fuera verdadera, ¿puede usted imaginarse lo que hubiera sucedido
cuando Satanás trató de seducir a Eva? Simplemente imagine la escena cuando Satanás se
deslizó cerca de la compañera de Adán:
Como si no fuera suficiente forzar el Salmo 82 y tergiversar a II de Pedro 1:4, los maestros de la
Fe pretenden también abusar de Génesis 1:26-27 en un patético intento de elevar la humanidad a
un nivel de igualdad con Dios.
En Génesis 1:26, Dios dice: "Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra
semejanza". Charles Capps y Jerry Savelle sugieren que la palabra hebrea para "semejanza"
(demuth) literalmente significa "un exacto duplicado en su clase".23
Pero esto es simplemente erróneo. Irónicamente, la misma palabra de la que abusan los maestros
de la Fe para justificar su doctrina de los "pequeños dioses", refuta esta equivocada enseñanza.
Los eruditos hebreos explican que la palabra demuth, semejanza, "define y limita" la otra
palabra traducida como "imagen" (en el hebreo, "tselem"), en Génesis 1:26-27, "para evitar la
implicación de que el hombre pueda entenderse como una copia de Dios en miniatura".24
Es también muy claro en el amplio contexto de las Escrituras que los humanos no poseemos la
naturaleza divina de Dios.
Primero, si nosotros fuéramos exactos duplicados de Dios —y somos, desde luego, hombres—,
entonces también Dios debería ser hombre. Pero la Biblia enfáticamente enseña que Dios no es
un hombre (Números 23:19; I Samuel 15:29; Oseas 11:9).
Segundo, Dios mismo a menudo hace declaraciones de incomparabilidad. ¿Cómo puede existir
duplicado alguno de Dios si El mismo señala en Éxodo 9:14, que "no hay otro como yo en toda
la tierra"?
Tercero, aunque nosotros fuimos creados a la imagen de Dios, no poseemos ninguno de Sus
intransferibles o incomunicables atributos, tales como la autoexistencia, la inmutabilidad, la
omniciencia, la omnipresencia y la soberanía absoluta. Dios es eterno (Salmo 90:2); pero el
hombre fue creado en un punto del tiempo (Génesis 1:26-31 cf; Job 3:38:4,21)25 y no tiene más
que una breve existencia en la tierra (Job 7). 26 Dios tiene vida en Sí Mismo (Juan 5:26), pero el
hombre tiene que depender de Dios para su sustento (Hechos 17-28). Dios es todopoderoso (Job
42:2);27 pero el hombre es débil (I Corintios 1:25).28 Dios lo sabe todo (Isaías 40:13-14; Salmo
147:5); pero el hombre es limitado en su conocimiento (Isaías 55:8-9).29 Dios está presente en
todas partes (Jeremías 23:23-24),30 pero los humanos están limitados a un solo espacio en un
tiempo dado (Salmo 139:1-12).31
Lejos de ser una reproducción de Dios, la humanidad puede ser más correctamente descrita
como un reflejo de Dios. Que los humanos sean creados a la imagen de Dios simplemente
significa que ellos comparten, de manera imperfecta y finita, los atributos comunicables de
Dios. Entre estos atributos están la personalidad, la espiritualidad (Juan 4:24), el raciocinio,
incluyendo el conocimiento y la sabiduría (Co-losenses 3:10) y la moralidad, incluyendo la
bondad, la santidad, la rectitud, el amor, la justicia y la misericordia (Efesios 4:24cf).
Estos atributos nos conceden la capacidad de disfrutar la comunión con Dios y la habilidad para
desarrollar relaciones personales los unos con los otros. Ellos nos proveen el que podamos
"realizar la voluntad de Dios... que el hombre posea y rija la creación de tal forma que pueda
también utilizar su máximo potencial".32 El teólogo Millard Erickson lo resumió muy
apropiadamente cuando escribió que, "la imagen de Dios en la humanidad contiene aquellas
cualidades de Dios, las que reflejadas en el hombre, le capacitan para adorar y para participar del
servicio y de la interacción personal".33
* N.T.: "henoteista", término acuñado en 1860 por Max Muller. Significa "adorar a un
solo Dios sin negar la existencia de otros.