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1 Los acontecimientos que en el mundo suceden todos los días, demuestran que
a pesar de las tentativas efectuadas durante milenios, la humanidad no ha
podido hallar una paz y una felicidad duraderas. En las Escrituras se declara que
esto es debido a que rechazando la autoridad de su Creador, los hombres han
buscado a través de cualquier medio, una forma de eficaz y estable
autogobierno, sin conseguirlo, ya que ningún gobierno humano ha podido nunca
satisfacer permanentemente a todos sus súbditos con rectitud, justicia e
imparcialidad.
A pesar de que durante los dos últimos siglos, la humanidad ha desarrollado
habilidades científicas y tecnológicas sin precedentes, no ha podido eliminar
todas las enfermedades que sufre ni la muerte y la infelicidad que esta causa.
Además, las naciones persisten en el diseño y desarrollo de todo tipo de armas,
que por otro lado, tienen un gran mercado, puesto que surgen guerras y
revoluciones en un lugar tras otro.
A pesar de los esfuerzos llevados a cabo, la miseria y la criminalidad aumentan
en el mundo más rápidamente aún que el índice de crecimiento de la población
humana, mientras los desiertos se ensanchan en la tierra y la codicia se une a la
tecnología para contaminar en gran escala el aire y la atmósfera, el agua y el
suelo.
La imposibilidad de satisfacer necesidades básicas empuja a muchos hacia una
búsqueda angustiada, y huyendo de guerras y miseria, millares de personas
abandonan su tierra aún sin saber donde podrán establecerse, con la esperanza
de alcanzar en otro lugar, una estabilidad mayor.
Que apropiadas resultan también en este tiempo las palabras del rey Salomón,
que dice: “Todo esto es lo que he visto aplicando mi corazón a cuanto se hace
bajo el sol, en un tiempo en que el hombre domina sobre el hombre para su
mal.” (Eclesiastés 8:9)
4 Unos 730 años antes de Cristo, el profeta Isaías escribió: “Porque nos ha
nacido un niño, se nos ha dado un hijo, y sobre su hombro estará la
soberanía. Y se le llamará con el nombre de ‘Portentoso Consejero’, ‘Poderoso
Divino’, ‘Precursor de Eternidad’, ‘Príncipe de Paz’. De la grandeza y de la paz
del reinado no habrá final, estará sobre el trono de David y sobre su reino para
establecerlo y para sostenerlo con justicia y rectitud, desde entonces y para
siempre. El celo de Yahúh de las multitudes llevará esto a cabo”. (Isaías 9:6..7)
Siglos antes de que Isaías fuese inspirado a escribir estas palabras, Dios había
hablado figurativamente de este reino, cuando tras la rebelión del hombre que
había rechazado su gobierno, se dirigió al primer y principal enemigo de su
soberanía, diciendo: “...pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu
descendencia y su descendencia. Él aplastará tu cabeza y tu herirás su
talón”. (Génesis 3: 1-5) Esta profecía registrada por Moisés en el libro del
Génesis, encerraba una alegoría secreta que fue poco a poco desvelada a sus
servidores. Una indicación de su sentido la encontramos ya en la promesa que
Dios hizo a Abraham, y que dice: “Bendeciré a los que te bendigan y maldeciré a
los que te maldigan, y por medio de ti serán bendecidas todas las familias de
la tierra”. (Génesis 12:23) Así pues, la bendición de todas las familias de la
tierra se cumpliría mediante la promesa hecha a Abraham, y con respecto a él,
Pablo dice: “Por fe, moró como un extranjero en el país de la promesa,
habitando en tiendas con Isaac y Jacob, herederos con él de la misma promesa,
mientras permanecía a la espera de la ciudad que tiene fundamentos
verdaderos, y cuyo arquitecto y constructor es Dios.” (Hebreos 11:9..10)
Esta ciudad se menciona también en el libro del Apocalipsis, donde se le da el
nombre de ‘La Nueva Jerusalén’, relacionándola con el reino de los cielos o el
reino de Dios.
7 Resulta por tanto evidente que aquellos que son herederos de la promesa
pertenecen al cuerpo de Cristo, es decir al grupo o equipo cuya cabeza es
Cristo. Este es el ‘cuerpo’ que Pablo identifica cómo progenie de Abraham en
Gálatas 3:16, y designa cómo ‘el Cristo’.
Preguntémonos ahora ¿Cuál es la herencia que Dios ha preparado para estos
herederos de la promesa y su cabeza Jesús? Pablo escribe en su carta para los
discípulos de Roma: "…la promesa recibida por Abraham y su descendencia, de
ser los herederos del mundo, no fue en virtud de la Ley, si no en virtud de la
justificación que deriva de la fe". (Romanos 4:13)
Pero ¿Quiénes son estos herederos? Y ¿De donde vienen? De nuevo las
palabras de Pablo nos ayudan a comprender; él escribe: "De manera que
cuando él dice: ‘Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos como
escabel a tus pies’, no se dirige a los ángeles, pues todos ellos son espíritus
encargados de un ministerio, y enviados para dar asistencia a los que han sido
comprados por rescate." Hebreos 1:13..14
12 Por otro lado, diversas confesiones cristianas sostienen que el Reino de Dios
es en realidad la Iglesia, pero también esta interpretación carece de sentido a la
luz de las Escrituras, puesto que, porque tal cómo se ha mostrado, el Reino de
Dios o de los Cielos no consiste en un reino terreno, si no en un gobierno divino
que procede de los cielos y que gobernará la tierra entera de acuerdo con el
amor, la rectitud y la justicia de Dios. Del momento en que este reino sea
establecido se dice: “Y en los días de estos reyes, el Dios de los cielos hará
surgir un reino eterno que no será destruido ni pasará a otro pueblo;
triturará a todos estos reinos y los extinguirá, pero él subsistirá para
siempre”. (Daniel 2:44)
15 Esta maravillosa oportunidad había ya sido prometida unos 730 años antes
de la llegada de Jesús, cuando el profeta Isaías escribió: “El Señor Yahúh
destruirá para siempre la muerte, secará las lágrimas de los ojos de todos y
hará desaparecer de sobre la tierra entera la deshonra de su pueblo. Así lo ha
dicho Yahúh”. (Isaías 25:8) Y también: “Ningún habitante dirá: ‘Estoy enfermo’,
pues al pueblo que allí habita, le será perdonada su iniquidad”. (Isaías 33:24)
“Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los
sordos. Entonces saltará el lisiado cómo un ciervo y clamará la lengua de los
mudos. Porque brotarán aguas en el desierto y torrentes en la estepa, y la tierra
abrasada se convertirá en estanque y la aridez en manantiales de agua. En la
guarida reposarán los chacales sobre el verdor de cañas y juncos”. (Isaías 35:5-
7)
El envejecimiento y el deterioro relacionado con la enfermedad y la muerte
dejarán de existir. Este es otro de los beneficios de la redención que Cristo
proporcionó a los hombres, un beneficio predicho en las Escrituras, cuando
Moisés escribe en el Libro de Job: “...si encontrase un ángel favorable, uno
solo entre los miles que haciendo de mediador, apoyase su justificación, uno
que le mostrase compasión y dijese: ‘¡He hallado un rescate para él, redímelo
de bajar a la fosa!’ Su carne se tornaría entonces más lozana que en su
vigor y volvería a los días de juventud. Suplicaría a Dios, y él le escucharía y
le mostraría con alegría su rostro, porque el hombre sería restituido a la
rectitud...” (Job 33: 22-26)
18 Verdaderamente nos es difícil imaginar algo así, si no es con los ojos de la fe,
pero todas las cosas prometidas por Dios a través de sus profetas se han
cumplido puntualmente hasta ahora y el apóstol Juan afirma que Dios mismo
garantiza que “…enjugará toda lágrima de” los ojos de la humanidad y “ya no
habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor, porque las cosas anteriores han
pasado”. Y luego declara “Aquel que se sienta en el trono me dijo: ‘Mira, hago
nuevas todas las cosas’ y continuó: ‘Escribe, porque estas palabras son fieles
y veraces’”. (Apocalipsis 21:4-5)
19 Los discípulos que siguieron a Jesús durante su ministerio, no tenían aún las
ideas muy claras con respecto a lo que el Reino se los Cielos significaba para la
humanidad, y a pesar de que Jesús les había explicado en parábolas que era un
acontecimiento futuro, creían que él lo iba a establecer inmediatamente, por esto
le preguntaron: “’¿Vas a restablecer en este tiempo el Reino de Israel?’” Pero “él
les contestó: ‘A vosotros no os toca conocer el tiempo y el momento que ha
fijado el Padre con su autoridad’”. (Hechos 1:6-7)
Solamente después de haber recibido el espíritu en el día de Pentecostés,
comprendieron que el Reino de los Cielos llegaría en tiempos futuros y entonces
Pedro, tras curar a un hombre tullido de nacimiento, habló de Jesús a los que
habían contemplado el milagro y dijo también: “Es necesario que él permanezca
en el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas,
tal cómo Dios lo ha anunciado desde hace siglos por medio de sus santos
profetas.” (Hechos 3:21)
Refiriéndose a este tiempo de restauración de todas las cosas mediante el Reino
de los Cielos, Jesús “…les añadió una parábola: ‘Mirad la higuera y todos los
árboles. Cuando ya echan brotes, al verlos, sabéis que el verano está cerca. Así
también vosotros, cuando veáis que sucede esto, sabed que el Reino de
Dios está cerca’”. (Lucas 21:29-31)
22 “Se levantará nación contra nación y reino contra reino” (Mateo 24:7)
Durante toda la historia de la humanidad, la guerra ha hecho estragos en la
Tierra. Desde el principio de las civilizaciones hasta los días de Jesús, había
habido infinidad de guerras entre las naciones para la conquista de territorios o
simplemente por intrigas y motivos políticos, además de infinidad de guerras
civiles, de revoluciones y de golpes de estado, por esto, al hablar del tiempo que
pasaría hasta su regreso, Jesús había dicho: “…también oiréis de guerras y de
informes de guerras; mirad de no alarmaros porque esto necesariamente
sucederá, pero aún no es el fin”. (Mateo 24:6)
Pero cuando Jesús habló de los conflictos de ‘nación contra nación y reino
contra reino de los últimos días, se refería a una cosa algo diferente; una
profecía paralela que él mismo reveló a Juan, nos muestra el sentido de sus
palabras. En ella se habla de un jinete que tiene una misión específica, leemos:
“… apareció otro caballo de un color rojo fuego. A su jinete se le entregó una
gran espada y el poder de quitar la paz de sobre la tierra, de manera que los
hombres se matasen unos a otros”. (Apocalipsis 6:4)
Y aparte de las guerras, revoluciones y golpes de estado ¿No están acaso las
guerrillas y el terrorismo, minando la paz entre las naciones y llenando de
violencia la tierra? En realidad puede decirse que se “levanta nación contra
nación y reino contra reino” o que “se suprime de sobre la tierra la paz”.
30 Y también son muchos los pastores de las más de mil quinientas sectas
cristianas, que interpretando a su modo la Escritura, hacen en el nombre de
Dios, un gran negocio con la piedad ajena. Y entre ellos, los que profetizando
fechas precisas de un ‘armagedón’ varias veces anunciado, sostienen desde
hace unos cien años, que Cristo reina ya sobre la tierra a través de una
‘presencia invisible’. Seguramente Jesús se refería a algo así, cuando dijo en
relación a las señales del fin: “…si alguno os dice entonces: “Mirad, el Cristo
está aquí o allí, no lo creáis. Porque surgirán falsos cristos (falsos ungidos) y
falsos profetas, que harán grandes señales y prodigios, capaces de engañar, si
fuera posible, a los mismos elegidos ¡Mirad que os lo he predicho! Así que
si os dicen: “Está en el desierto” (una presencia invisible), no salgáis; “Está en
los aposentos” (una presencia invisible), no lo creáis. Porque tal cómo el
relámpago sale por oriente y brilla hasta occidente, así será la llegada del
Hijo del Hombre”. (Mateo 24:23-27)
34 Todos aquellos que desean seguir a Cristo deberían hacer un examen para
determinar cuán real es para ellos el Reino de los Cielos ¿Nos consideramos
futuros súbditos de ese gobierno? ¿Qué esfuerzos hacemos para sostenerlo?
¿Cual es la finalidad de nuestras vidas y cuales son nuestras actividades en su
apoyo?
Es necesario tener un cierto sentido de urgencia y manifestar interés,
recordando esta advertencia de Jesús a los que vivan aquel momento de gran
responsabilidad. Él dijo: “Entendedlo bien: si el dueño de casa supiese a qué
hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no permitiría que
penetrasen en su casa. Por eso, también vosotros estad preparados, porque
en el momento que no penséis, vendrá el Hijo del hombre ¿Quién es pues, el
siervo fiel y prudente, a quien el señor ha puesto al frente de sus servidores para
darles el alimento a su tiempo? Dichoso aquel siervo a quien su señor halla
haciéndolo así al llegar. Yo os aseguro que le pondrá al frente de toda su
hacienda.
Pero si aquel siervo se hace malo y se dice en su corazón: “Mi señor tarda”, y se
pone a golpear a sus compañeros y come y bebe con los borrachos, el señor de
aquel siervo llegará en el día que no espera y en el momento que no sabe, y
le separará señalándole su suerte entre los hipócritas; allí será el llanto y el
rechinar de dientes”. (Mateo 24:43-51)