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La Fe
5 Leemos en las Escrituras, que Dios consideró amigo suyo a Abraham en base
a la fe que ejercía en su propósito; “...y es que él, delante del Dios de su fe... no
se mostró incrédulo dudando de lo que se le prometía, y fortalecido por su fe,
dio gloria a Dios por estar convencido de que podía cumplir lo que le había
prometido; por esto fue declarado justo. Pero ‘por esto fue declarado justo’ no
se escribió solamente por él, se escribió también por nosotros, ya que se nos
atribuye la justificación mediante la fe en aquel que despertó de entre los
muertos a nuestro Señor Jesús, que fue entregado por nuestras ofensas y
despertado para nuestra justificación”. (Romanos 4:17..25) Ahora, “…Dios
concede la justificación que la Ley y los Profetas declaran… mediante la fe en
Cristo”, y la pone “…al alcance de todos los que tienen fe, sin distinciones...”
porque “la fe en el poder redentor de su sangre, es la base para que Dios,
por su misericordia, atribuya la justificación”. (Romanos 3:21..25) Y si
“Abraham ejerció fe en el SEÑOR y le fue contada cómo justicia, estad
seguros de que aquellos que ejercen fe, son los hijos de Abraham”, (Gálatas
3: 6..7) y constituyen junto a Cristo, su prometida descendencia.
La Esperanza
9 En armonía con esto, el apóstol Pedro nos exhorta diciendo: “Amados, esta es
ya la segunda carta que os escribo, y con ambas apelo a vuestra memoria, para
despertar vuestra mente y recordéis correctamente las palabras de los santos
profetas y las instrucciones que el Señor y Salvador os ha transmitido por medio
de los apóstoles…” Porque “…según su promesa, nosotros estamos
esperando unos nuevos cielos y una nueva tierra que alberguen la justicia; y
por esto amadísimos, mientras estamos esperando estas cosas, esforzaos
para que él os encuentre sin mancha, irreprensibles, y en paz…” (2Pedro
3:1..14) “Pero”, dice Pablo “...deseamos que cada uno de vosotros demuestre el
mismo celo hasta el final, para que pueda hacer segura su esperanza”,
(Hebreos 6:11) y si así lo hacéis, “Nuestro señor Jesús Cristo en persona, y
Dios nuestro Padre, que nos ha concedido por amor el generoso don de una
esperanza eterna y preciosa, confortarán vuestros corazones y os harán
vigorosos en palabras y en obras buenas”. (2Tesalonicenses 2:16)
El Amor
11 Este amor altruista identifica al mismo Dios, puesto que Juan escribe: “…ho
Theos agapê estin”, o sea: “…Dios es amor”, (1Juan 4:8) por esto debe
identificar también a los discípulos de Cristo, porque cómo él dijo: “Todos sabrán
que sois discípulos míos por el amor que os tengáis unos a otros”. (Juan
13:35) Juan escribe: “Amados, el amor proviene de Dios, amémonos pues unos
a otros. Todo aquel que ama, conoce a Dios y ha sido generado por él, pero
el que no ama, tampoco puede conocer a Dios, porque Dios es amor”,
además “…si nosotros le amamos, es porque él nos amó primero”, por esto “…
‘El que ame a Dios, que también ame a su hermano’; este es el mandato que
tenemos de parte suya…”, puesto que “…amándonos unos a otros, Dios
permanece unido a nosotros y su amor nos hace perfectos...”. (1Juan 4:7..21) Y
Pablo dice: “...ahora voy a mostraros un camino que es la vía por excelencia: si
yo hablase las lenguas de los hombres y de los ángeles, pero no tuviese amor,
me asemejaría al sordo repicar de unos trozos de cobre o de unos estridentes
címbalos. Y si tuviese el don de profecía, conociese todos los secretos sagrados
y toda la ciencia, y poseyese una fe tan grande que moviese las montañas, pero
no tuviese amor, no sería nada. Y si distribuyese todas mis posesiones y me
ofreciese además a mí mismo, podría ensalzarme, pero sin amor, no me sería
de ningún beneficio”, (1Corintios 12:31,13:1..3) por esto recomienda: “Haceos
imitadores de Dios cómo unos hijos amados, demostrando el mismo amor que
nos mostró Cristo, cuando se ofreció a sí mismo en favor nuestro, cómo un
sacrificio aprobado ante Dios”. (Efesios 5:1..2)
13 Jesús había dicho: “De la misma manera que el Padre me amó, también yo
os he amado; pero vosotros debéis manteneros en mi amor. Si guardáis mis
mandamientos os mantendréis en mi amor, del mismo modo que yo he
guardado los mandamientos de mi Padre, y me mantengo en su amor”.
(Juan 15:9..10) Guardar los mandamientos de Jesús es indispensable para
permanecer en su amor; debemos por tanto mantenernos en la enseñanza
apostólica por encima de cualquier consideración o conveniencia. La fidelidad a
Cristo exige el amor por la verdad revelada y registrada en las Escrituras; un
amor que nos mantiene en su amor, y que nos impulsa a obedecer este consejo
del apóstol Juan: “No améis al mundo ni las cosas del mundo, puesto que en
aquel que ama al mundo no está el amor del Padre. Todo lo que pertenece al
mundo, lo que buscan los sentidos, lo que codicia la vista, y la ostentación de lo
que se posee, no proviene del Padre si no del mundo; pero mientras el mundo
con sus deseos pasa, el que hace la voluntad de Dios permanece para
siempre”. (1Juan 2:15..17)