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Los Dones y las Obras Potentes

1 En el Libro de los Hechos de los Apóstoles, dice Lucas que tras la muerte de
Jesús, en el día de la fiesta del Pentecostés, los discípulos fieles recibieron
mientras estaban reunidos, la ayuda que él les había prometido: el espíritu santo
de Dios, (Juan 15: 26) que les dio valor para que sin temer a las autoridades
judías, hablasen ante la muchedumbre de fieles que se encontraba en Jerusalén
para celebrar la fiesta. En aquel día los discípulos recibieron el don de hablar en
lenguas, pero además, cuando se dirigían a las gentes, cada uno de los
presentes les escuchaba hablar en su propio idioma, y dice la Escritura que
fueron muchos los que entonces aceptaron a Jesús, bautizándose en su
nombre. Con esta manifestación del espíritu, Dios testificó la legitimidad de la
nueva Congregación, fundada por Cristo mediante un Pacto Nuevo. (Hechos 2:
1-38)

2 Los dones del espíritu de Dios solo podían transmitirse a otros mediante la
imposición de manos de los apóstoles, y consistían en la sabiduría para
interpretar y comprender correctamente las Escrituras, explicar contenidos
espirituales mediante las palabras adecuadas, cómo profetizando de parte de
Dios; hablar en lenguas, o interpretarlas y traducirlas; (1Corintios 14: 26-30)
recibir visiones y revelaciones divinas, (Hechos 16: 9-10 y 18: 9-10) realizar
obras poderosas cómo las de Jesús, o sea, curaciones, (Hechos 14: 8)
expulsión de espíritus malignos, (Hechos 16: 16-18) y devolución de la vida a los
que morían. (Hechos 9: 36-42) Sin embargo, también los encargos y servicios
que bajo la dirección del espíritu y el cuidado de los apóstoles, los discípulos
desempeñaban en la Congregación, se consideraban dones de parte de Dios, y
estos encargos se otorgaban mediante la imposición de manos de los
presbíteros o ancianos. El apóstol Pablo escribe: “…igual que en un mismo
cuerpo hay muchos miembros y no todos tienen la misma función, nosotros, que
también somos muchos, nos pertenecemos unos a otros formando un solo
cuerpo junto con Cristo, y gracias a su favor, se nos han asignado distintos
dones. Entonces, si son de profecía, profeticemos en relación a la fe, y si son
de servicio, dediquémonos a tales ministerios: el que sea maestro, a la
enseñanza; el que exhorta, a animar; el que hace participar a los demás, que lo
haga con sencillez; el que presida, trabaje con diligencia, y el que distribuya
ayuda, lo haga con alegría. Haced de manera que vuestro amor sea sin
hipocresía, odiad el mal y apegaos a lo que es bueno, mientras tomáis la
iniciativa en mostraros unos a otros honor y tierno afecto”. (Romanos 12: 4-
10) Y explica: “…Dios ha dispuesto en la congregación a los apóstoles en primer
lugar, en segundo lugar a los profetas y en tercer lugar a los maestros; luego, a
los que tienen el don de hacer obras poderosas, y después a los que realizan
curaciones, a los que asisten, a los que tienen capacidades para dirigir y a los
que hablan en diversas lenguas… Pero vosotros debéis aspirar con fervor a los
dones que sean más útiles para la edificación”. (1Corintios 12: 28-31)

3 Mientras vivieron los apóstoles, los dones de profecía y las obras poderosas
permanecieron en la Congregación como una señal del favor de Dios, una señal
necesaria por la gran confusión que los acontecimientos del momento
suscitaban, puesto que Cristo había sido juzgado por blasfemo y ejecutado ante
todo el pueblo, mientras surgían en un lugar tras otro quienes que se
autoproclamaban mesías liberadores, y predicaban una insurrección a Roma.
Pablo, el último de los apóstoles escogido por el mismo Jesús después de su
resurrección, (Gálatas 1: 1) escribe a los discípulos “…debemos aplicarnos con
mucho empeño a las cosas que hemos escuchado, para no ser arrastrados fuera
del camino recto, porque si la palabra que se transmitió por medio de los ángeles
se demostró fiel, y cada trasgresión y desobediencia recibieron su justo castigo
¿Como nos libraríamos nosotros, si no prestamos oído a la nueva de una
oportunidad tan grande de salvación, anunciada primero por el Señor y
confirmada luego por los que le habían oído? Pues Dios mismo se unió a este
testimonio mediante señales, prodigios y toda clase de obras potentes,
distribuyendo los dones del espíritu santo según su voluntad. (Hebreos 2: 1-4) Y
en otra de sus cartas explica que los dones y encargos debían servir para que
todas las personas llegasen a conocer y a comprender en profundidad el
propósito de Dios, pusiesen fe en Cristo, y alcanzasen así una madurez en la fe,
y escribe: “…él (Cristo) ha establecido a algunos cómo apóstoles, a otros cómo
profetas y a otros cómo pastores y maestros, con el fin de preparar a los santos
para la obra de ministerio y para la edificación del cuerpo de Cristo, de modo que
cada uno, al saberse hijo adoptivo de Dios, pueda alcanzar la unidad en la fe y
llegar a una madurez que esté al nivel del Cristo”. (Efesios 4: 11-13) Pero
advierte también de la transitoriedad de algunos de los dones, diciendo: “…El
amor nunca se acabará, mientras que la profecía pasará, las lenguas
cesarán, y las revelaciones terminarán; hasta ahora solo tenemos un
conocimiento parcial y lo que predicamos está incompleto, pero cuando nuestro
conocimiento sea completo, todo esto acabará… Sin embargo, hay tres que
permanecen: la fe, la esperanza y el amor. Y de todos, el más grande es el
amor.” (1Corintios 13: 8-13)

4 Dice Lucas, que Simón Mago, sabiendo que el poder del espíritu se transmitía
únicamente a través de la imposición de las manos de los apóstoles mismos,
(Hechos 8: 14-18 y Hechos 19: 1-7) y queriendo efectuar las mismas poderosas
obras que efectuaban los discípulos de Jesús, ofreció dinero a Pedro para que le
transmitiese estos poderes, cosa que causo la indignación del apóstol. Por esto,
mientras los apóstoles vivieron, hubo muchos discípulos fieles que recibieron
unos dones que les permitían demostrar un gran poder, pero tal cómo Pablo
había anunciado, cuando todos ellos murieron, los dones extraordinarios
cesaron por completo, puesto que aquellos discípulos que aún los disfrutaban,
no tenían el poder de transmitirlos a otros. No obstante, existen desde la
antigüedad algunas personas que dicen realizar curaciones mediante el espíritu,
que hablan en extrañas lenguas, que tienen poder de adivinación, o de exorcizar
a los espíritus malignos; y además, tanto dentro como fuera de la cristiandad,
pueden encontrarse lugares consagrados, que son visitados por enfermos con la
esperanza de recuperar la salud, a pesar de que solamente un numero
realmente insignificante obtiene una curación. En contraste con esto, las
escrituras relatan que tanto Jesús cómo aquellos que mediante el espíritu,
habían obtenido poder para sanar a los enfermos, devolvían la salud a todos los
que venían a ellos, sin importar que mostrasen más o menos fe. Esta gran
diferencia debe hacernos reflexionar en cuanto al origen de estos fenómenos o
milagros, teniendo en mente la advertencia profética de Jesús, que hablando de
su juicio sobre los hombres, dice: “En aquel día muchos me dirán ‘¡Señor, Señor!
¿Acaso no profetizamos en tu nombre, y expulsamos en tu nombre a
demonios, e hicimos en tu nombre muchos milagros?’ Entonces yo les diré
¡Jamás os conocí...!” (Mateo 7: 22-23). Notemos que Cristo habla con los que
dicen hacer estas cosas en su nombre, y sin intentar juzgar la buena fe de las
personas que ahora las realizan, debemos reconocer que si aquellas poderosas
obras del espíritu de Dios hubiesen permanecido vigentes en la cristiandad hasta
nuestros días, Jesús nunca les hubiese dirigido estas palabras.

5 Es importante para comprender bien estas cosas, considerar con cuidado unas
palabras que Pablo dirige a los tesalonicenses, para advertirles una vez más, de
la entonces incipiente apostasía que se desarrollaría tras la muerte de los
apóstoles, y que dominaría en la cristiandad hasta el día del prometido retorno
de Cristo, escribe: “…os ruego hermanos, que en lo referente a la presencia de
nuestro Señor Jesús y a nuestra reunión con él, no os dejéis confundir con
facilidad, ni os desconcertéis por discursos, por declaraciones presuntamente
inspiradas, o por cualquier carta que se haga pasar por nuestra, en la que se
diga que el Día del SEÑOR es ya inminente. No os dejéis engañar por ninguno,
porque no puede llegar antes de que venga la apostasía; antes de que se
manifieste el hombre de pecado, el hijo de la destrucción; el opositor que se
ensalza sobre cualquier cosa considerada divina u objeto de reverencia, y que
tomando asiento en un lugar divino, ostenta divinidad ¿No recordáis que
mientras estaba entre vosotros os explicaba estas cosas? Sabéis bien lo que
ahora lo retiene, para que solo pueda manifestarse cuando llegue el tiempo
establecido, pero este desconocido transgresor ya está obrando, y cuando
aquello que lo retiene sea retirado, el transgresor, que el Señor declarará
espiritualmente muerto y aniquilará durante la manifestación de su presencia, se
dará a conocer. Este se presenta según el poder de Satanás, con señales
poderosas y prodigios engañosos, para seducir mediante la injusticia a los
que van a perecer, que son los que no han amado la verdad que les hubiese
permitido salvarse”. (2Tesalonicenses 2: 1-10)

6 Anticipando todas estas cosas, Jesús había dicho esta parábola: “El reino de
los cielos llega a ser cómo un hombre que ha plantado semilla buena en su
campo, pero cuando sus hombres se duermen, llega un enemigo, siembra
cizaña en el campo, y se va. Mientras el trigo brota y madura, crece también la
cizaña…” cuando los labradores la ven, preguntan al amo si deben arrancarla,
pero el dueño les contesta: “No, porque arrancando la cizaña podríais también
arrancar el trigo; dejadlos crecer juntos hasta la siega…” (Mateo 13: 24-30)
Luego, Jesús dijo a sus discípulos: “…El que siembra la buena semilla es el Hijo
del hombre, el campo es el mundo, y la buena semilla son los hijos del reino; la
cizaña son los hijos del inicuo, y el enemigo que la siembra es el diablo. La
siega es el final del mundo, y los segadores son los ángeles…” (Mateo 13:
37-39) Así pues, el trigo y la cizaña permanecen mezclados en el campo del
mundo hasta el final, cuando Cristo mismo, por medio de sus ángeles, recoja a
los suyos. En armonía con esto, Pablo escribió: “…en tiempos posteriores
vendrán días llenos de violencia, porque los hombres serán egoístas… amantes
de los placeres en lugar de amar a Dios, y haciendo ostentación de una
religiosidad aparente, con sus hechos la demostrarán falsa…” (2Timoteo 3: 1-
5) y: “…todos los que quieran vivir siendo fieles a Jesús Cristo, serán
perseguidos, mientras que los malvados y los impostores progresarán,
engañando a los demás y siendo engañados...” (2Timoteo 3: 12-13)

7 Pablo había reprendido a los discípulos de Corinto, diciendo: “…me temo que
tal cómo la serpiente sedujo a Eva con sus artimañas, por algún motivo, también
vuestras mentes se alejen de la sencillez y de la pureza que tienen para con
Cristo. Pues cuando llega alguno predicando a otro Jesús, uno distinto del que
nosotros os hemos predicado, o cuando se trata de recibir un espíritu distinto
del que habéis recibido y de aceptar una buena nueva diferente a la que
habéis aceptado, vosotros escucháis con gusto…” (2Corintios 11: 3-4) Y se
despide de Timoteo, presbítero y amigo fiel, recomendándole: “…Organiza,
reprende y exhorta con paciencia y destreza en la enseñanza, porque está al
llegar un tiempo en que ya no soportarán la doctrina sana, y rodeándose de
maestros para escuchar lo que les complace, irán tras sus propios deseos, se
volverán a historias falsas y se retraerán de oír la verdad. Pero tú sé vigilante
en todas las cosas, soporta los sufrimientos, y cumple con el deber de divulgar la
buena nueva, mientras llevas a cabo tu ministerio con fidelidad. En lo que a mi
se refiere, ya estoy a punto de terminar mi recorrido, el momento de mi partida
se ha acercado. He luchado en la pugna de la justicia y he acabado la carrera
manteniendo la fe. Ahora se me ha reservado el premio de la justificación que el
justo juez, el Señor, me asignará en el día de su manifestación, aunque no
solamente a mi, también a todos los que esperen ansiosamente su
manifestación”. (2Timoteo 4: 2-8)

8 Y es que de acuerdo con las escrituras, “…Cristo, tras ofrecerse una única vez
para abolir por siempre los pecados de muchos, volverá a manifestarse de
nuevo en una segunda ocasión, pero ya no en relación al pecado, si no a los
que le esperan para ser salvados”. (Hebreos 9: 28) Sin embargo Pedro
advierte de que a pesar de “…que en tiempos posteriores surgirán… detractores
que mofándose dirán: '¿Donde está su prometida presencia?’… EL SEÑOR no
se retrasa en el cumplimiento de su promesa, cómo piensan algunos, más bien
nos muestra su paciencia, porque quiere que todos tengan la oportunidad de
llegar a la conversión y que ninguno sea destruido. No obstante’” dice Pedro, “‘el
Día del SEÑOR se presentará cómo un ladrón, y entonces, los cielos pasarán
con un estruendo, y los elementos, intensamente calientes, se disolverán,
mientras que la tierra y todas sus obras se consumirán. Y puesto que todas
estas cosas han de ser disueltas, vivid en fidelidad y pureza… Porque nosotros
estamos esperando unos nuevos cielos y una nueva tierra según su promesa,
que alberguen la justicia”. (2Pedro 3: 3-13) Cuando llegue el momento de la
siega y de la manifestación de Cristo, él enviará “…a sus ángeles, y con el
sonido de la trompeta reunirán a los elegidos desde los cuatro vientos, desde un
extremo de los cielos hasta el otro”, (Mateo 24: 31) entonces la Congregación de
Dios se mostrará de nuevo en toda su pureza, pero mientras tanto, y siempre de
acuerdo con las Escrituras, los dones y los prodigios milagrosos que hoy existen,
no son una señal de la acción del espíritu de Dios, ni denotan tampoco su
aprobación.

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