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Una enseñanza y una fe

1 Si analizamos las Escrituras, advertimos que tanto en la Ley y los Profetas


cómo en los escritos canónicos del Pacto Nuevo, se concede un gran valor al
hecho de observar fielmente la enseñanza que Dios transmite, manteniéndola
pura e incontaminada. Los apóstoles exhortaron reiteradamente a los
discípulos, a confiar solamente en “...la enseñanza sana que está en armonía
con la gloriosa buena nueva del Dios feliz...”, (1Timoteo 1:11) apartándose de
disquisiciones místicas y filosóficas, y de interpretaciones que van más allá de lo
escrito. Pablo dice: “…debemos aplicarnos con mucho empeño a las cosas que
hemos escuchado, para no ser arrastrados fuera del camino recto, porque si la
palabra que se transmitió por medio de los ángeles (la Ley y los Profetas) se
demostró fiel, y cada trasgresión y desobediencia recibieron su justo castigo
¿Cómo nos libraríamos nosotros, si no prestamos oído a la noticia de una
oportunidad tan grande de salvación, anunciada primero por el Señor, y
confirmada luego por los que le habían oído?” (Hebreos 2:1..3)

2 En relación con estas palabras, Pedro declara: “Nosotros no os hemos dado a


conocer la presencia y las poderosas obras de nuestro Señor Jesús Cristo,
mediante historias inventadas, ya que personalmente fuimos testigos
oculares de su grandeza, cuando recibió el honor y la gloria de Dios Padre, y
una voz se dirigió a él desde la gloria majestuosa, diciendo: ‘Este es mi hijo
amado, el que yo he elegido’; y nosotros que estábamos con él en el monte
santo, oímos esta voz que venía del cielo. Pero tenemos todavía una
confirmación más segura en la palabra profética, y haréis bien en prestarle
atención, porque es cómo una lámpara que brilla en un lugar oscuro hasta que
despunte el día, y resplandezca la luz en vuestros corazones; aunque primero
debéis comprender que ninguna profecía de la Escritura proviene de una
interpretación personal, porque ninguna de las profecías vino nunca por la
voluntad del hombre, si no que los hombres hablaron de parte de Dios,
impulsados por el espíritu santo”. (2Pedro 1:16..21) Y también Pablo dice: “…
toda la Escritura está inspirada por Dios, y es útil para enseñar, para
convencer, para corregir, y para educar hacia la rectitud; para que el hombre de
Dios sea maduro y esté bien preparado para cualquier obra buena”. (2Timoteo
3:16..17)

3 Por esta razón aconseja a los que velaban sobre la enseñanza impartida en
las distintas comunidades de la Congregación de Dios: “Interpreta
correctamente la palabra de la verdad, y evita la palabrería que viola lo que
es santo, porque de hecho, los que se dedican a cosas cómo estas, avanzan
más y más en la impiedad, y sus charlas se propagan cómo una gangrena
mortífera... Aún así, hay otros que se atienen firmemente y sin vacilar a las
verdades fundamentales de Dios, demostrando la veracidad del dicho: ‘El
SEÑOR conoce a los que son suyos’ y ‘todo aquel que pronuncia el nombre del
SEÑOR, se aleja de la iniquidad’”. (2Timoteo 2:15..19) Por esto “...Tú enseña y
recomienda estas cosas. Y si alguien enseña algo diferente, y no se atiene
con temor respetuoso a las sanas palabras de nuestro señor Jesús Cristo,
significa que es arrogante y que no comprende nada ...” (1Timoteo 6:2..4) “…es
imprescindible que el epíscopo, cómo administrador de la casa de Dios, sea
irreprensible... y fiel a la enseñanza correcta, tal cómo le fue transmitida,
para que pueda exhortar y convencer a los contradictores...” (Tito 1:7..9)

4 La ‘palabra de la verdad’ que debe interpretarse correctamente y transmitirse


con fidelidad, es en realidad la misma que los apóstoles de Jesús recibieron, la
que enseñaron en todas las comunidades de la Congregación de Dios; la que
hoy hallamos en las Escrituras, y que nosotros tenemos la responsabilidad de
comprender, aprender y compartir. El apóstol Juan escribe: “Amados, no os
escribo una enseñanza nueva si no una antigua que ya tenéis desde el
principio. Esta enseñanza antigua es la palabra que escuchasteis, y que es
para todos siempre actual; y más ahora, que las tinieblas se disipan con el
brillo de la luz verdadera”. (1Juan 2:7)

5 Durante su ministerio, Pablo alertó en muchas ocasiones del peligro que


prestar oído a enseñanzas que fuesen más allá de la impartida por ellos,
suponía; y escribió: “Yo siento por vosotros la misma solicitud de Dios, por poder
presentaros ante Cristo cómo una virgen casta, puesto que os he prometido a un
solo esposo. Sin embargo, me temo que tal cómo la serpiente sedujo a Eva con
sus artimañas, por algún motivo, también vuestras mentes se alejen de la
sencillez y de la pureza que tienen para con Cristo. Pues cuando llega alguno
predicando a otro Jesús, a uno distinto del que nosotros os hemos predicado,
o cuando se trata de recibir un espíritu distinto del que habéis recibido y de
aceptar una buena nueva diferente de la que habéis aceptado, vosotros
escucháis con gusto...” (2Corintios 11:2..4) Y reprendía a los discípulos
diciendo: “Me maravillo de lo rápidamente que dais la espalda al que os ha
llamado por medio del generoso don del Cristo, y os volvéis hacia una buena
nueva diferente, porque en realidad no existe otra, a pesar de que algunos de
entre vosotros os confundan queriendo cambiar la buena nueva de Cristo…”
(Gálatas 1:6..7)

6 Juan afirmaba “…observando su enseñanza (la de Jesús) demostramos


conocerle, pero... quien afirme estar en unión con él, debe caminar cómo
caminó él” (1Juan 2:3..6) Por esta razón, Pablo escribe: “Cuando yo me llegué
a vosotros, hermanos, no os anuncié las declaraciones divinas con
elocuentes discursos filosóficos, porque determiné no daros a conocer
ninguna cosa que no fuese a Jesús Cristo y su sacrificio… así, mis discursos y
mi predicación... se apoyaron en las manifestaciones de espíritu y de poder, para
que vuestra fe estuviese fundamentada en el poder divino, y no en la
sabiduría humana… porque cuando nosotros hablamos a las personas
maduras de ‘sabiduría’, no nos referimos a la sabiduría de este mundo, ni a la
de sus gobernantes, que serán reducidos a la nada; estamos hablando de la
sabiduría divina, que desde el principio estuvo escondida en un secreto
sagrado, establecido por Dios para nuestra gloria…” (1Corintios 2:1..7) Porque
“…nosotros, que no hemos recibido el espíritu del mundo si no el que viene de
Dios, podemos comprender las cosas que él nos ha dado gratuitamente, y
hablar de ellas, no en palabras inspiradas en el conocimiento humano, si no en
las de la enseñanza que nos llega del espíritu, para expresar las cosas
espirituales en palabras espirituales”. Pero: “…el hombre que no es espiritual,
no toma en consideración lo que proviene del espíritu de Dios, porque cómo
debe ser examinado espiritualmente, lo considera absurdo y no lo acepta. En
cambio el hombre que es espiritual, medita en todas las cosas, así no se
encuentra bajo un juicio adverso. Porque está escrito: ‘¿Quien puede llegar a
conocer los pensamientos del SEÑOR y quien puede comprenderlos?’ Nosotros,
los que adquirimos la manera de pensar de Cristo”. (1Corintios 2: 12..16)

7 Pablo reconoce que el poner fe en el sacrificio de Cristo, es: “…un absurdo


para los que van a perecer, pero para nosotros, que somos salvados, es la
demostración del poder de Dios. Porque está escrito: ‘Haré confuso el saber
de los filósofos y vacío el pensamiento de los intelectuales... Y puesto que por
medio de su propia sabiduría, el mundo no ha llegado a conocer a Dios, él, en su
sabiduría, ha juzgado apropiado salvar a los que creen mediante algo que se
considera absurdo: las cosas que nosotros anunciamos. Así, mientras los
judíos piden pruebas y los griegos persiguen la sabiduría, nosotros proclamamos
el sacrificio de Cristo, que es para los judíos un motivo de tropiezo, y para las
naciones, un absurdo”. (1Corintios 1:18..23) Por esto: “Si consideráis vuestra
llamada hermanos, veréis que no hay entre vosotros muchos sabios según el
mundo, ni muchos poderosos, ni muchos de nacimiento noble, puesto que Dios
ha escogido lo que en el mundo se considera absurdo para confundir a los
sabios, y ha elegido lo que en el mundo se considera débil para confundir a los
poderosos. Dios ha elegido las cosas que para el mundo no cuentan ni
tienen valor, para reducir a la nada las consideradas valiosas. De esta
manera ninguno puede jactarse ante él, porque ha sido él quien os ha unido a
Cristo, que por obra de Dios, es para nosotros sabiduría, justificación,
santificación y redención. Por tanto, ‘el que quiera gloriarse, que se gloríe en el
SEÑOR’ cómo está escrito”. (1Corintios 1:26..31)

8 A pesar de esto, había en las comunidades quienes interpretando las


Escrituras, pretendían transformar la enseñanza de Cristo y hacerla más
aceptable al pensamiento humano. De estos, dice Pedro: “... con su locuacidad
vacía y altisonante, seducen a los que apenas se han apartado de los que
viven en el error, (a los recién convertidos a Cristo) y les prometen libertad,
cuando ellos mismos son esclavos de la corrupción, puesto que uno es esclavo
de aquello que le domina… Para ellos hubiese sido mejor no conocer el
modo de alcanzar la justificación, que conocerlo y volver la espalda al
santo mandato que les fue transmitido…” (2Pedro 2:18..21) Y escribe:
“...esforzaos para que él (Jesús) os encuentre sin mancha, irreprensibles, y en
paz, y considerad que la paciencia de nuestro Señor es para la salvación, cómo
también os lo escribe nuestro querido hermano Pablo, exponiendo estas cosas
en todas sus cartas según la sabiduría que le ha sido concedida. Sin embargo,
hay en ellas algunas cosas difíciles de entender, y los ignorantes e inmaduros
tuercen su sentido, cómo hacen también con las demás Escrituras para su
propia destrucción. Pero vosotros, amadísimos, que sabéis estas cosas
anticipadamente, permaneced vigilantes para que no seáis arrastrados al
error de los impíos y vayáis a menos en vuestra firmeza. Continuad creciendo
en el favor y en el conocimiento de Jesús Cristo, señor y salvador nuestro”.
(2Pedro 3:14..18)

9 Y desde la prisión, escribía a Timoteo: “No te avergüences del testimonio que


de nuestro Señor debes dar, ni de mí, que estoy en prisión por él… porque él ha
anulado la muerte, y mediante la buena nueva, ha expuesto a la luz la vida y
la incorrupción. Esta es la buena nueva de la que se me ha constituido
mensajero, apóstol y maestro, y por la que me hallo en esta penosa situación.
Pero no me avergüenzo, sé en quien he puesto mi fe, y estoy convencido de
que tiene el poder de ayudarme a custodiar aquello que me ha sido confiado
hasta el día de su manifestación. Toma pues cómo pauta las sanas palabras
que has escuchado de mí, y con la fe y el amor que Jesús Cristo inspira,
custodia aquello que te ha sido confiado por el espíritu santo que habita en
nosotros”. (2Timoteo 1:8..14)

10 También nosotros tenemos la responsabilidad de conocer, y de custodiar con


fidelidad la buena nueva que le fue confiada a Pablo y a los demás apóstoles, la
que ellos pusieron por escrito para nuestro conocimiento e instrucción. Nuestro
objetivo debe ser pues adquirir un conocimiento que nos permita alimentar
nuestra fe y comprender en profundidad todo lo que el ‘secreto sagrado de Dios’
desvelado en la buena nueva, implica, mientras vamos caminando en la vida
“...de un modo digno del Señor para serle gratos en todo momento...”
(Colosenses 1:10..12) evitando “...las discusiones que no sean útiles e
instructivas…” (2Timoteo 2:23) Por amor a la verdad y a la justicia, debemos
esperar con anhelo, el día en que verdaderamente pueda decirse: “…el reino del
mundo ha llegado a ser el reino de nuestro Soberano y de su Cristo y él reinará
por los siglos de los siglos…” (Apocalipsis 11:15) En aquel día “…Dios juzgará
por medio de Jesús Cristo, las acciones secretas de la humanidad…” (Romanos
2:16) y llegará “…el momento de juzgar a los muertos, y de recompensar a…
los profetas, a los santos y a los humildes o poderosos que muestran respeto
por…” el nombre de Dios, pero también el momento “…de destruir a todos
aquellos que destruyen la tierra”. (Apocalipsis 11:18)

11 En una ocasión, Jesús pidió a una mujer samaritana que sacaba agua de un
pozo, que le diese de beber, y luego le dijo: “Todos los que beban de esta agua
volverán a tener sed, pero el que beba del agua que yo le daré, no volverá a
tener sed nunca, porque el agua que le daré se tornará dentro de él una fuente
de agua que brotará para impartir vida eterna”. (Juan 4:13..14) En otra,
dirigiéndose a la muchedumbre que se hallaba en Jerusalén para la fiesta, dijo:
“Si alguien tiene sed, venga a mí y beba; pues en el que ponga fe en mí,
brotarán corrientes de agua viva… cómo dice la Escritura”. (Juan 7:37..38) Y
durante su visión del Día del SEÑOR, también Juan le escuchó decir: “Yo, Jesús,
envié a mi ángel para dar a conocer estas cosas a la Congregación, yo, la raíz
de David y la fulgurante estrella de la mañana. El espíritu y la esposa dicen:
‘¡Ven!’ y cualquiera que lo oiga, repita: ‘¡Ven!’ y quien tenga sed ¡Venga! y
quien lo desee, beba gratuitamente el agua de la vida”. (Apocalipsis 22:16..17)

12 Este llamamiento a la vida perdurable es en realidad el objetivo del mensaje


de la Escritura. Un mensaje que desvela el sagrado secreto de Dios, y
proporciona a la humanidad una esperanza basada en la fidelidad de sus
designios, la esperanza de una vida perdurable en un contexto de justicia y
amor. Un mensaje que nos revela que la injusticia y la muerte son tan solo
consecuencia de la trasgresión, y son por tanto transitorios, cómo también lo es
este mundo que “yace bajo el poder del maligno”. (1Juan 5:19) Jesús declaró y
confirmó todas estas cosas mediante la buena nueva que trajo, y que está en
armonía con los demás escritos canónicos, garantizándonos que el propósito
inicial de Dios para el hombre se cumplirá. Así pues, cuando quede demostrada
de una vez y sin lugar a duda, la falsedad de la pretensión de los hijos del
Creador que desafiaron su derecho a la soberanía, es decir, cuando el tiempo
que les ha concedido para desarrollar y exponer el resultado de su confabulación
se consuma, el ETERNO dueño del universo, escuchando la petición de los
discípulos de Jesús, santificará su nombre, y traerá su reino para que se haga su
voluntad en los cielos y en la tierra; de esta manera la tierra será bendecida
desde los cielos, mediante el poder otorgado a su Primogénito, nuestro rey y
señor Jesús Cristo. Y hasta entonces, nosotros debemos trabajar para aumentar
nuestro discernimiento espiritual, “de manera que” cómo dice Pablo, sepamos
“siempre reconocer lo que es excelente”, y seamos “hallados puros e
irreprensibles en el día del Señor. Entonces, para gloria y alabanza de Dios”,
obtendremos “el máximo beneficio de la justificación que se alcanza por
medio de Jesús Cristo”. (Filipenses 1:10..11)

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