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Cada partícula que posee masa constituye la fuente de un campo gr avi tatorio que se
extiende hacia delante en todas direcciones de una for ma indefinida, decreciendo la
intens i dad del campo en proporción al cuadrado de l a dis tanci a des de la fuente.
La intensidad del campo es increíblemente pequeña en lo que se refiere a las partículas
indivi duales , tan pequeñas que, para t odos los intentos y propósitos, el campo puede
ignor ar se cuando se es tudian las interacci ones de las partículas. Sin embargo existe
una clase de masa, y la i nteracci ón gravi tatoria entr e dos partículas parece siempre
cons ti tuir una atracción.
Y l o que es más, donde un si stema consiste de muchas partículas, el campo gravi
tatorio, desde un punto fuer a del sistema, parece s er la s uma de t odos los campos
individuales de todas las partículas. Un obj eto como el Sol o l a T i er ra s e compor ta
como s i tuviese un campo en l a i ntens i dad que cabr í a es per ar , si el mismo cons i
s ti es e de una par tí cul a que contuvi es e toda l a mas a del cuerpo l ocal i z ada en
el centr o de gr avedad del mismo. (Esto es precisamente ci er to s ól o s i el cuerpo es
per fectamente es fér i co y de una dens i dad uni for me, o de una dens i dad var i abl
e donde las variaciones se ex ti enden haci a fuer a des de el centro en una ex acta s i
metr ía esfér i ca; y todo es to es casi verdad en obj etos como el Sol o l a T i er ra.)
El resultado es que el Sol, y en menos extensión l a T i er ra, poseen campos
gr avi tator i os de una enor me i ntens i dad, y ambos pueden i nter actuar , atr
ayéndose mutuamente, y permanecer firmemente uni dos incluso s epar ados por una
di s tanci a de
150 mi llones de ki lómetros. Los sistemas de gal ax i as pueden mantener se uni dos
aunque es t én espar ci dos en unas distancias de mi llones de años - l uz, y si el
Universo ,
empi eza a contr aer s e de nuevo, lo har á as í a caus a de l a fuer z a de l a gr avedad
a
tr avés de una di s tanci a de mi les de mi l l ones de años - l uz.
Cada par tí cul a que pos ee una car ga el éctr i ca es la fuente de un campo
el ectr omagnéti co que s e ex ti ende haci a del ante en todas direcciones
indefinidamente,
decr eci endo l a i ntens i dad del campo en pr opor ción al cuadrado de l a di s tanci a
a/
par ti r de l a fuente. Cada par tí cul a que pos ee tanto mas a como car ga el éctr i ca
( y no ex s te carga eléctrica sin masa) constituye la fuente de ambos campos.
I nter acci ón electr omagnética
El campo el ectr omagnéti co es varios bi llones de bi llones de bi l l ones de veces más
intens o que el campo gravi tatori o en el caso de cual qui er partícula i ndi vi dual
dada. Sin embar go, existen dos clases de car ga el éctr i ca, positiva y negativa, y el
campo el ectr omagnéti co ex hi be a un ti empo atr acci ón y repulsión. Donde l as dos
clases de car ga es tán pr es entes en númer os iguales, las cargas tienden a neutr al i
z arse mutuamente y no es tá presente ningún campo el ectr omagnético fuer a del
sistema.
As í, los átomos intactos normales están consti tui dos a par tes iguales de car gas pos j
ti vas y negativas y, por lo tanto, son el éctr i camente neutr as .
Donde una car ga u otr a es tá pr es ente en exces o, un campo el ectr omagnéti co es
tá pr es ente, pero l a atr acci ón mutua de l as cargas opuestas hace s egur o que cual
qui er exces o pr es ente en una di r ecci ón u otr a es microscópicamente pequeña has
ta el punto que l os campos electromagnéticos donde es tán presentes no pueden
compar ar s e en
i ntens i dad con l os campos gravitatorios de l os cuerpos del tamaño de un gr an
as ter oi de o más allá. De es te modo, I saac Newt on, que tr ató s ól o con la i nter acci
ón
gr avi tator i a, pudo dar una ex pl icación sati sfactor i a de l os movimientos de l os
cuerpos
del Sistema S ol ar , que s e ex tendi ó par a i ncl ui r los movimientos de l as estrel las
y de
l as galaxias.
La i nter acci ón el ectr omagnéti ca no puede, de t odos modos, ignorarse y
desempeña un
papel en l a for maci ón del Sistema S ol ar , en l a tr ans fer enci a del momento angul
ar
des de el Sol a l os planetas y, probablemente, en al gunas de l as intrigantes
mani fes taci ones de l os ani llos de pequeñas partículas que gi r an en tor no de S atur
no,
per o s e t r ata de r efi nami entos comparativamente pequeños .
Cada hadr ón (mes ones y bariones y sus quarks cons ti tuyentes ) es la fuente de un
campo que s e ex ti ende haci a del ante en todas direcci ones de una for ma i ndefi ni
da, y la
i ntens i dad del campo decr ece tan r ápi damente con l a di s tanci a que no puede
por sí
mi s ma s er útilmente notada a di s tanci as mayores que el di ámetr o de un núcl eo
atómi co. Un campo as í , aunque en extr emo i mpor tante dentr o de un núcl eo, o
cual es qui er a otr as dos partículas veloces que s e r oz an mutuamente a di s tanci as
nucl ear es , puede i gnor ar s e a gr andes distancias. Un campo as í no des empeña ni
ngún
papel en l os movimientos generales de l os cuerpos astronómicos, pero es importante,
por ejemplo, en consi der aci ón a l os acontecimientos en l os núcleos de l as estrel
las.
Los leptones son tambi én l a fuente de un campo que s ól o s e s i ente a di s tanci as
nucl ear es . Asimismo, el ámbito de es te campo es aún más corto que el campo del
hadr ón. No ex cl uyen ambos campos nucleares, pero s on muy diferentes no s ól o en
el
ti po de par tí cul a a l a que es tán as oci ados , sino en sus intensidades. El campo del
hadr ón es, partícul a por partícula, 137 veces más fuerte que el campo
el ectr omagnéti co. El campo del leptón es sólo una bi llonésima del campo
el ectr omagnéti co. El campo del hadrón, por lo tanto, es denominado us ual mente
como
de fuer te i nter acci ón, y el campo del leptón como de i nter acci ón débi l. (Recuér
des e
que l a i nter acci ón débi l, aunque débi l en compar aci ón con l o fuer te de l a i nter
acci ón
el ectr omagnéti ca, es aún de 10.000 billones de bi llones de veces más potente que l
a
i nter acci ón gr avi tator i a.)
Es as cuatro i nter acci ones , por lo que s abemos hasta ahor a, se r efi er en a l a
conducta
de todas las partículas y, a tr avés de l as mismas, de toda l a conducta medi bl e de
cual qui er clase. (Naturalmente, decir que es as interacciones tienen que ver con toda
la
conducta medi bl e no s i gni fi ca, ni con mucho, que podamos ya compr ender toda l a
conducta medi bl e. El hecho de que s e pueda s aber que una compl ej a ecuaci ón
matemáti ca tenga s ol uci ón, no s i gni fi ca que s e pueda encontr ar necesariamente
la
s ol uci ón. )
La i nter acci ón débi l fue pr i mer o abor dada matemáti camente en 1934 por Fermi,
pero
dur ante l as décadas siguientes continuó s i endo l a menos conocida de l as cuatro
i nter acci ones . Por ejemplo, las cuatro i nter acci ones deben i nter cambi ar
partículas por
i nter medi o de l as interacci ones . Existe el fotón par a l as interacci ones
el ectr omagnéti cas , el gravitón par a l a i nter acci ón gr avi tator i a, el pión par a l a
potente
i nter acci ón al nivel protón- neutr ón, y el gluón par a l a fuer t e i nter acci ón al nivel
del
quar k. Algunas de tal es partículas, llamada par tí cul a- W (natur al mente es a W es
por la
voz inglesa weak, es decir, « débil» ), deben exi sti r para l a i nter acci ón débil ; pero,
dur ante medi o s i gl o, esa par tí cul a- W ha s egui do mos tr ándos e el us i va.
Las leyes de cons er vaci ón
Exi s te as i mi s mo l a cues ti ón de l as leyes de cons er vaci ón que fi j an l as reglas
por las
que s e puede j uz gar qué i nter acci ones de par tí cul as son posi bl es y cuáles no y,
por lo
tanto, de una for ma más general, qué puede s uceder en el Universo y qué no puede
ocur r i r . Sin l as leyes de cons er vaci ón, los acontecimientos en el Universo s er í an
anár qui cos y del todo i ncompr ens i bl es .
Los físicos nucleares manipulan hoy doce l eyes de cons er vaci ón más o menos .
Algunas
s on l eyes ya fami l i ar es de l a Fí s i ca deci monóni ca: conservación de l a ener gí a,
cons er vaci ón del momento, conservación del momento angul ar y conservación de l a
car ga el éctr i ca. En cambi o, otras leyes de cons er vaci ón r esul tan menos
familiares:
cons er vaci ón de l a r ar ez a, conservación del número bar i ón, conservación del
espín
i s otópi co, etc.
Las interacci ones fuertes parecen s egui r todas estas leyes de cons er vaci ón. Hacia
pr i nci pi os de l a década de 1950, los físicos dieron por supuesto que tal es leyes
eran
uni ver s al es e i r revocables. Pero no l o s on, como s e vi o des pués . En el caso de
i nter acci ones débil es , se han vi ol ado al gunas leyes de cons er vaci ón.
La l ey de cons er vaci ón que s ufr i ó mayor quebranto fue l a « cons er vaci ón de par
i dad» .
La par i dad es una pr opi edad es tr i ctamente matemáti ca que no podemos describir
en
tér mi nos concretos; bástenos decir que l a mi s ma i mpl i ca una funci ón matemáti
ca
r el aci onada con l as ondas características de una par tí cul a y su posi ci ón en el
espacio.
La par i dad ti ene dos valores posibles: «impares» y « pares» . Tengamos presente es
to:
l a cl ave de todo r adi ca en que s e ha conceptuado l a par i dad como una pr opi edad
bás i ca que, a s emej anz a de l a ener gí a o el momento, sigue l as leyes de cons er
vaci ón,
es decir, que en cual quier reacción o cambi o s e r eti ene l a par i dad. Así, pues,
cuando
l as partículas emprenden i nter acci ones para for mar nuevas partículas, la par i dad
debe
de mantener el equi librio en ambos miembros de l a ecuaci ón — as í se cr eí a— , tal
como
l o hacen l os números de mas a, o l os números atómicos, o el momento angul ar .
I l us tr emos este punto. Si una par tí cul a de par i dad i mpar y otr a de par i dad par
empr enden una i nter acci ón par a for mar dos partículas más, una de es tas
partículas
debe t ener paridad i mpar , y la otr a, par. Si dos partículas de par i dad i mpar forman
dos
nuevas partículas, éstas deben s er , a l a vez , impares o par es . Y, a l a i nver s a, si
una
par tí cul a de par i dad par se des i ntegr a par a for mar dos partículas, ambas deben
tener
par i dad par o i mpar . Si forma tr es partículas, las tres tendrán par i dad par , o bi en
tendr á una par i dad par , y las otras dos, impar. (El lector verá es to con más claridad
si
cons i der a que l os números pares e i mpar es siguen r egl as similares. Por ejemplo,
un
númer o par sólo puede s er la s uma de dos números pares o de dos impares, pero
nunca de un númer o par y otro i mpar . )
Las compl icaciones empezaron cuando s e des cubr i ó que el mesón K se des i ntegr
aba, a
veces , en dos mesones pi (cuyo r es ul tado er a l a par i dad par , puesto que el
mesón pi
ti ene par i dad i mpar ) , mientras que otr as veces daba or i gen a t r es mesones pi
(de l o
cual resultaba una par i dad i mpar ) . Los fís i cos dedujeron que habí a dos tipos de
mes ones K: uno, de par i dad par , y otro, de par i dad i mpar , que fuer on denomi
nados,
r es pecti vamente, « mesón theta» y « mesón tau» .
Ahor a bi en, aparte el resultado de l a par i dad, ambos mesones eran i dénti cos: la mi
s ma
mas a, la mi s ma car ga, la mi s ma es tabi l i dad, todo l o mi s mo. Costaba mucho cr
eer que
hubi es e dos partículas que tuvi er an exactamente l as mismas propiedades. ¿No s er í
an
ambas la mi s ma par tí cul a, y el hecho de cons i der ar l as distintas se deber í a a
que
hubi es e al go er r óneo en la i dea de l a cons er vaci ón de l a par i dad? Pr eci s
amente
hi ci er on esta s uger enci a en 1956, dos jóvenes físicos chinos que tr abaj an en
Estados
Uni dos : Tsung Dao Li y Chen Ni ng Yang, los cuales adujeron que, si bien l a
cons er vaci ón de l a par i dad s e mantení a en l as interacciones fuertes, quizá per di
er a s u vi genci a en l as débiles, tales como l a decadenci a de l os mesones K.
Al analizar matemáticamente di cha pos i bi lidad, les pareció que s i quedaba anul ada
la
cons er vaci ón de l a par i dad, las partículas afectadas en i nter acci ones débiles
deberían
mos tr ar «identificación manual» , lo cual sugirió por primera vez el físico húngar o
Eugene Wi gner (fig. 7.9.). Permítaseme ex pl icar esto.
Nues tr as manos están opuestas. Se puede cons i der ar la una como i magen vi r tual
de l a
otr a: en un espej o, la der echa par ece l a i z qui er da. Si todas las manos fueran
abs ol utamente s i métr i cas , la i magen vi r tual no di fer i r í a de l a r eal y no habr í
a que
hacer la di s ti nci ón de mano « der echa» y mano « i z qui er da» . Pues bien,
apliquemos
es to a un gr upo de par tí cul as que emi tan el ectr ones . Si los electrones se di s per
s an
uni for memente en todas direcciones, la par tí cul a de r efer enci a no mos tr ar á
« i denti fi caci ón manual» . Pero s i casi todos el los tienden a s egui r una di r ecci ón
deter mi nada — di gamos haci a ar riba y no haci a abaj o— , la par tí cul a s er á as i
métr i ca,
mos tr ar á « i denti fi caci ón manual » . Si viéramos las emisiones en un espej o, la di r
ecci ón
pr edomi nante apar ecer í a i nver ti da.
Por tanto, fue pr eci s o obs er var una s er i e de par tí cul as que emi ti er an el ectr
ones en una
i nter acci ón débil (por ejemplo, unas partículas que s e debi litan por la emi s i ón
beta),
par a compr obar si los electrones escapaban en una deter mi nada di r ecci ón. Para
r eal izar este ex per i mento, Li y Yang s ol i ci tar on la ayuda de una doct or a en Fí s i
ca
exper i mental , de l a Uni ver s i dad de Col umbi a: Chien- S hi ung Wu.
La doctor a hi z o l os preparativos para es tabl ecer las condiciones requeridas. Todos
los
átomos emisores de el ectr ones deberían estar al ineados en l a mi s ma di r ecci ón, si
se
quer í a detectar un senti do uni for me de emi s i ón. Se hi z o as í por medio de un
campo
magnéti co, y se mantuvo el material a una temper atur a cer cana al cero abs ol uto.
Al cabo de cuar enta y ocho hor as , el experimento di o s u r espuesta. Sin duda al
guna,
l os electrones habían sido emi ti dos de for ma as i métr i ca. La cons er vaci ón de l a
par i dad
no s e cumpl ía en l as interacci ones débi les. El « mesón theta» y el « mesón tau»
eran
una mi s ma par tí cul a y se des i ntegr aban a veces con l a par i dad par y, en ocasi
ones,
con l a i mpar . Nuevos experimentador es confirmaron el fracaso de l a par i dad en
este
s enti do. Los citados físicos, Li y Yang, recibieron el premio Nobel de Fí s i ca en 1957.
S i la s i metr í a fal l a en l as interacci ones débi les, quizá l o haga tambi én en otr as
ci r cuns tanci as . Al fin y al cabo, el Universo, como un todo, puede s er diestro o z ur
do.
Como al ter nati va, puede haber dos universos: uno, zurdo, y otro, diestro; uno,
compues to de mat er i a, y otro, de anti mater i a.
Los físicos miran hoy con nuevo es cepti ci s mo l as leyes de cons er vaci ón en gener
al . A
s emej anza de l a par i dad, cualquiera de el las podría s er apl icada en ci er tas
condiciones
y no en otr as .
La par i dad, después de s u caí da, fue combi nada con l a conj ugaci ón de car ga, otr
a
pr opi edad matemáti ca as i gnada a l as partículas subatómi cas , que gobi er nan su
s tatus
como par tí cul a o anti par tí cul a, y se habl ó de l as dos como cons er vaci ón CP, una
l ey de
cons er vaci ón más profunda y más general que l a de cons er vaci ón de par i dad (P),
o de
s ól o l a cons er vaci ón de l a car ga de conj ugaci ón (C). (Es ta cl as e de cos as no
car ece de
pr ecedentes . Como ver emos en el capítulo s i gui ente, la l ey de cons er vaci ón de
mas as
conduce a l a más profunda y general ley de l a cons er vaci ón de mas a- ener gí a. )
S i n embar go, la cons er vaci ón CP demos tr ó s er también i nadecuada. En 1964,
dos
fí s i cos estadounidenses, Val Logsden Fi tch y James Watson Cr oni n, mostraron que l
a
cons er vaci ón CP er a, en rar as ocasiones, también vi ol ada en i nter acci ones
débiles. El
as unto de l a di r ecci ón del tiempo (T ) s e añadi ó por lo tanto, y la gente habl a ahor
a de
s i metr í a CPT . Por su tr abaj o, Fitch y Cronin compar ti er on el premio Nobel de Fí s i
ca de
1980.
Una teor í a de campo uni fi cado
¿Por qué deber í a haber cuatro campos diferentes, cuatro for mas diferentes en l as
que
i nter actuar í an l as partículas? Natur al mente, podría ex i s ti r cualquier número,
pero l a
ur genci a de l a s i mpl i ci dad s e hal l a pr ofundamente engr anada en el punto de vi
s ta
ci entí fi co. Si deben s er cuatro ( o cual qui er otro númer o) , ¿no podr í a s er que
todos
cons ti tuyes en aspectos diferentes de un úni co campo, de una úni ca i nter acci ón? Y
s i es
as í , la for ma mej or de demos tr ar l o s er í a hal l ar alguna cl as e de r el aci ón
matemáti ca
que l as expresase t odas , y que i l umi nas e de es t e modo al gunos aspectos de s us
pr opi edades que, de otr o modo, permanecerían os cur as . Por ejemplo, hace un
centenar de años , Maxwell elaboró una s er i e de ecuaci ones matemáticas que s e
adecuaban a l as labores tanto de l a el ectr i ci dad como del magnetismo, y mostraron
que cons ti tuí an dos aspectos de un úni co fenómeno, al que ahor a l l amamos
campo el ectr omagnéti co. ¿No podr í amos ahora l l egar más lejos?
Ei ns tei n comenzó a tr abaj ar en una teor í a uni fi cada de campo, en una época en
que
s ól o er an conoci dos los campos electromagnético y gravitatorio. Pasó décadas en
esta
tar ea y fracasó; y mi entr as trabajaba, se des cubr i er on dos campos de cor to al
cance, y
l a tar ea aún s e convi r ti ó en más ardua.
S i n embar go, a fi nal es de l os años 1960, el físico nor teamer i cano S teven Wei
nber g y el
fí s i co br i táni co- paqui s taní , Abdus Salam, trabajando i ndependi entemente,
imaginaron
un tr atami ento matemáti co que cubr í a tanto el campo el ectr omagnéti co como el
campo débi l, y los dos juntos fueron denomi nados campo el ectr odébi l. Es te
tr atami ento fue l uego el abor ado por el físico nor teamer i cano S hel don Lee Gl as
how,
que habí a s i do compañer o de cl as e de Wei nber g en l a es cuel a s uper i or . La
teor í a hi z o
neces ar i a que tanto l as interacciones electromagnéticas como l as interacci ones de
par tí cul as en que l a car ga el éctr i ca no s e i nter cambi as e. Algunas de l as
mismas, no
conoci das previamente, se demos tr ó que ex i s tí an exactamente como s e habí a pr
edi cho
cuando s e bus caban: una poder os a pi ez a de convi cci ón en favor de l a nueva t eor
í a.
Wei nber g, Salam y Glashow compar ti er on todos el premio Nobel de Fí s i ca de
1979.
La teor í a el ect r odébi l proporcionó detal l es de cómo deber í an ser las perdidas
partículas
de i nter cambi o de l a i nter acci ón débi l (partículas que habí an si do bus cadas en
vano
dur ante medi o s i gl o) . No deber í a haber exactamente una par tí cul a- W, sino tr es
par tí cul as : una W + una W - , algo eti quetado como Z 0 o, en otr as palabras, una
par tí cul a pos i ti va, otra negati va y una ter cer a neutr a. Y lo que es más aún,
algunas de
l as propiedades podrían especi fi car se s i la teor í a el ectr odébi l era cor r ecta.
Deberían ser
80 veces más masivas que l os protones, por ejemplo, una pr opi edad r el aci onada
con
que hubi es e s i do tan elusi va. Cuesta una enor me ener gí a el llevarlas a l a ex i s
tenci a y
hacer l as detectables. Además, esas grandes masas conl levan el que l a i nter acci ón
débi l
s ea de poco r adi o de acci ón, lo cual hace i mpr obabl e que es as partículas se
apr oxi mas en mutuamente l o s ufi ci ente como par a que l a i nter acci ón tuvi ese l
ugar , lo
cual se hal l ar í a r el aci onado con el hecho de que l a i nter acci ón débi l fuese
mucho más
débi l que l a fuer te.
S i n embar go, en 1983 los físicos tenían a s u di sposi ci ón ener gí as suficientemente
el evadas para l a tar ea, y las tres partículas fueron al fin detectadas, y asimismo con l
a
mas a pr evi s ta. Esto l ogr ó que l a teor í a el ect r odébi l acabase de encaj ar .
Mi entr as tanto, el mis mo es quema matemáti co que par ecí a cubr i r tanto el campo
el ectr omagnéti co como el campo débi l , fue cons i der ado por muchos físicos
suficiente
as i mi s mo par a el campo fuer te ( con al gunas complicaciones añadidas). Se han
avanzado al gunas formas de r eal i z ar l o as í . Si la teor í a el ectr odébi l es una teor
ía
uni fi cada, cabría i ncl ui r el campo fuer te as í como una gr an teor ía uni fi cada, abr
evi ada
por lo gener al GUT s (por que hay más de una) .
S i el campo fuer te ha de quedar bajo l a s ombr i l l a del GUT, se ver í a que deben
exi s ti r el
i nter cambi o de par tí cul as ultramasivas requerido más al lá de l os gluones, y no
menos
de doce de el los. Dado que ti enen mayor masa que l os W y los Z, serían más difíciles
de det ectar , y no ex i s ten esper anzas de que s e cons i ga en un pl azo br eve.
Deben s er
de un ámbi to más corto que cual qui er cosa que s e haya cons i der ado has ta ahor a.
El
r adi o de acci ón de es as partículas de i nter cambi o ul tr amas i vas del campo fuer
te es
i nfer i or a una tr i l l onés i ma del diámetro del núcleo atómi co.
Ahor a bi en, si esas par tí cul as ultramasivas de i nter cambi o ex i s ten, es posible
que una
de el l as pasase de un quar k a otr o dentr o de un pr otón. Tal paso puede des tr ui r a
uno
de l os quarks, convirtiéndole en un l eptón. Con uno de l os quarks desaparecido, el
pr otón se conver ti r í a en un mes ón, que l l egado el momento podr í a des
componer s e en
un posi tr ón.
S i n embar go, a fi n de que el intercambio tuvi es e l ugar , los quarks (que s on par tí
cul as
puntual es ) deberían pasar lo s ufi ci entemente cer ca una de otr a par a encontr ar s
e
dentr o del radio de acci ón de es as partículas de i nter cambi o ul tr amas i vas . Por
i ncr eí bl emente pequeño que s ea es e ámbi to, incluso dentr o de l os próximos
confines
del protón, resulta i mpr obabl e s emej ante apr ox i maci ón.
En r eal idad, se ha cal cul ado que l a neces ar i a apr ox i maci ón tendr í a l ugar tan r
ar amente
que un pr otón quedar í a des tr ui do s ól o des pués de 10 11 años de ex i s tenci a, de
pr omedi o. Esos numerosos años representan 600 mi llones de bi l l ones de veces la
exi s tenci a total del Universo has ta es te momento.
Como es natural, se tr at a de una vi da medi a. Al gunos protones podrían vi vi r
mucho
más que es o y hacerse aún más breves. I ncluso s i pudiesen estudi ar se l os
suficientes
pr otones , cierto númer o de tal desintegración de pr otón tendr í a l ugar cada s
egundo.
Por ejemplo, puede haber una des i ntegr aci ón de 3 mi l mi llones de pr otones en l os
océanos de l a T i er ra cada s egundo. (Esto par ece muchí s i mo, pero es una canti
dad del
todo i ns i gni fi cante, naturalmente, en compar aci ón con el número total de pr
otones en
el océano.)
Los físicos están ans i os os de detectar tales desintegraciones y de di fer enci ar l as
con
cl ar i dad de otr os acontecimientos similares que puedan tener lugar en unos
números
muy superiores. Si puede detectar s e l a des i ntegr aci ón, constituiría una pi ez a
poder os a
de convi cci ón en favor de l os GUTs, pero, en el caso de l as ondas gravitatorias, la
detecci ón r equer i da s e hal l a en el mismo l í mi te de l o pos i bl e, y puede l l evar
cons i der abl e ti empo es tabl ecer este as unto de un modo u otr o.
Las teorías relacionadas con esas nuevas unificaci ones pueden empl ear s e par a
el abor ar los detal les de l a gr an expl osi ón con l a que comenz ó el Universo. Al
parecer,
en el mismo comi enz o, cuando el Universo habí a ex i s ti do dur ante menos de una
mi llonésima de bi llonésima de s egundo, y era más tenue que un pr otón y tenía una
temper atur a de bi l l ones de bi l l ones de bi l l ones de gr ados , existía s ól o un
campo y sólo
una cl as e de i nter acci ón de par tí cul as . A medi da que el Universo s e ex pandi ó,
y la
temper atur a di s mi nuyó, los diferentes campos se « congel ar on» .
As í nos podemos imaginar la T i er ra tan en extr emo cal iente, que no s er í a nada
más
que una es fer a gas eos a con toda cl as es de át omos diferentes mezclándose
des i gual mente, por lo que cada por ci ón del gas tendría l as mismas propiedades
que
otr a cual qui er a. Sin embar go, a medi da que el gas se enfr i ó, las diferentes
sustancias
s e s epar ar í an, al principio como l í qui dos y, l legado el momento, constituirían una
es fer a de s us tanci as muy diferentes y que ex i s ti r í an por separado.
S i n embar go, hasta ahor a l a i nter acci ón gr avi tator i a ha demos tr ado s er
intransigente.
No par ecí a ex i s ti r forma de i ncl ui r l a baj o l a s ombr i lla de l a cl as e de mat
emáti cas
el abor ada por Weinberg y los demás. La uni fi caci ón que der r otó a Ei ns tei n hasta
ahor a
ha der r otado as i mi s mo a todos sus sucesores.
I ncl us o de antemano, los GUTs han pr oduci do al go en extr emo i nter es ante. Los
físicos
s e han pr eguntado cómo el bi g bang dar í a or i gen a un Uni ver s o tan apel mazado
como
par a tener galaxias y estrel las. ¿Por qué una cos a más simple que no s e ex tender í a
en
una vas ta nebl ina de gas es y polvo en todas direcci ones ? Y en ese mi s mo s enti
do, ¿por
qué el Universo ha de pos eer semejante dens i dad que no pueda es tar s e s egur o
de s i
es abierto o cer rado? Puede s er claramente abi er to ( cur vado negati vamente) o cer
rado
(cur vado pos i ti vamente) . Y en vez de es o es casi plano.
Un fí si co nor teamer i cano, Alan Guth, en l os años 1970, empleó l os GUTs para r az
onar
que, cuando l a gr an expl osi ón tuvo lugar , se pr oduj o un per í odo i ni ci al de una
expans i ón en extremo r ápida o inflación. En tal uni ver s o i nfl aci onar i o, l a
temper atur a
des cendi ó con tal rapidez que no hubo ti empo par a que l os diferentes campos se
s epar as en o par a que s e for mas en l as diferentes partículas. Ha s i do s ól o mucho
más
tar de en el juego, cuando el Universo s e hi z o mucho más grande, cuando tuvo l ugar
la
di fer enci aci ón. De ahí lo pl ano del Universo y también su apel mazami ento. El
hecho de
que l os GUTs, una teor í a des ar r ol lada s ól o a par ti r de l as partículas, pueda l
legar a
expl icar los dos enigmas que r odean el nacimiento del Universo, es una gr an pr ueba
a
favor de que l os GUTs estén en l o ci er to.
En r eal idad, el Universo i nfl aci onar i o no el imina todos los problemas, y los
diferentes
fí s i cos han i ntentado r emendar l o en di fer entes formas para hacer que coi nci dan
mej or
l as previ s i ones y la r eal i dad. Pero es tamos aún en l os primeros días y existe l a
confi anza cons i der abl e de que al guna ver s i ón de l os GUTs y de l a i nfl aci ón ll
egue a
funci onar .
T al vez esto ocur rirá as í cuando, finalmente, alguien el abor e una for ma de i ncl ui r
la
i nter acci ón gr avi tator i a en l a teor í a, y de es e modo l a uni fi caci ón l ogr e al fin
completarse.
LA LUZ
Has ta ahor a, he es tado tr atando cas i enteramente de obj et os materiales, desde l
os
muy grandes, como l as galaxias, a l os muy pequeños, como l os electrones. Sin
embar go, existen i mpor tantes objetos inmateriales, y de l os mismos el más
l ar gamente conoci do y el más ricamente apr eci ado es la l uz . Según l a Bi bl i a, las
pr i mer as palabras de Di os fueron « Haya l uz » , y el Sol y la Luna fuer on cr eados pr
i mar i amente par a s er vi r como tal es fuentes de l uz . « Y l uzcan en el firmamento
de
l os cielos, para al umbr ar la ti er ra.»
Los estudiosos de l a época anti gua y medieval estaban por completo a os cur as
acerca
de l a natur al ez a de l a l uz . Especulaban acer ca de que cons i s tí a de par tí cul as
emitidas
por un obj eto r el uci ente o tal vez por el mismo oj o. Los únicos hechos al respecto
que
fuer on capaces de es tabl ecer consistieron en que l a l uz viaja en l ínea r ecta, que s
e
r efl ej a en un espej o con un ángul o i gual a aquel con que el rayo choca con el
espejo, y
que un r ayo de l uz se i ncl i na ( se r efracta) cuando pas del aire al cristal, al agua o
a
cual qui er a otr a sus tanci a tr anspar ente.
Natu al eza de l a l uz
Cuando l a l uz entra en un cr i stal , o en al guna otr a s us tanci a tr ans par ente, de
una
for ma obl icua — es decir, en un ángul o r es pecto de l a ver ti cal — , siempre s e r efr
acta en
una di r ecci ón que for ma un ángul o menor respecto de l a ver ti cal . La ex acta r el
aci ón
entr e el ángulo or i gi nal y el ángulo r efl ej ado fue el abor ada por pr i mer a vez en
1621
por el físico neer l andés Wi llebrord S nel l. No publ i có s us hallazgos y el fi lósofo fr
ancés
Rene Des car tes descubrió l a l ey, independientemente, en 1637.
Los primeros experimentos importantes acerca de l a natur al ez a de l a l uz fueron
l l evados a cabo por Isaac Newt on en 1666, como ya he menci onado en el capítulo 2.
Per mi ti ó que un r ayo de l uz entrase en una habi taci ón oscur a a t r avés de una gr i
eta de
l as persi anas , cayendo obl i cuamente s obr e una car a de un pr i sma de cr i s tal
triangular.
El rayo s e r efr acta cuando entr a en el cristal y se r efr acta aún más en l a mi s ma
di r ecci ón cuando s al e por una s egunda car a del prisma. (Las dos refracciones en l
a
mi s ma di r ecci ón se or i gi nan por que l os dos lados del prisma s e encuent r an en
ángul o
en vez de en for ma par al el a, como s er í a el caso en una l ámi na or di nar i a de cr i
s tal . )
Newton atr apó el rayo emer gente s obr e una pantal la bl anca par a ver el efecto de l
a
r efr acci ón r efor zada. Descubrió que, en vez de for mar una mancha de l uz blanca,
el
r ayo s e ex t endí a en una gama de col or es : rojo, anaranjado, amarillo, verde, azul y
vi ol eta, en este or den.
Newton deduj o de el lo que l a l uz blanca cor riente er a una mez cl a de var i as luces
que
exci taban por separado nues tr os ojos para pr oduci r las diversas sensaciones de
col or es . La ampl i a banda de s us componentes se denomi nó s pectr um ( pal abr a l
ati na
que s i gni fi ca « es pect r o» «fantasma».)
Newton ll egó a l a concl us i ón de que l a l uz se componí a de di mi nutas partículas
(« cor pús cul os » ), que vi aj aban a enor mes velocidades. Así se ex pl icaba que l a l
uz se
movi er a en l ínea r ecta y proyectara s ombr as recortadas. Asimismo, se r efl ej aba
en un
es pej o por que l as partículas rebotaban contr a l a s uper fi ci e, y se dobl aba al
penetrar en
un medi o r efr actante ( t al como el agua o el cristal), porque l as partículas se moví
an
más aprisa en ese medi o que en el aire.
S i n embar go, se pl antear on al gunas inquietantes cuestiones. ¿Por qué s e r efr
actaban
l as partículas de l uz ver de más que l as de l uz amari lla? ¿Cómo s e ex pl icaba que
dos
r ayos se cr uz ar an si n per tur bar s e mutuament e, es decir, sin que s e pr oduj er
an
col isiones entre s us partículas?
En 1678, el físico neer l andés Christian Huyghens (un ci entí fi co pol i facéti co que
habí a
cons tr ui do el primer reloj de péndul o y real izado i mpor tantes trabajos
astronómicos)
pr opus o una teor í a opues ta: la de que l a l uz se componí a de mi nús cul as ondas.
Y si
s us componentes fueran ondas, no s er í a di fí ci l expl icar las diversas refracci ones
de l os
di fer entes tipos de l uz a tr avés de un medi o r efr actante, siempre y cuando s e
aceptar a
que l a l uz se moví a más despacio en es e medi o r efr actante que en el aire. La canti
dad
de r efr acci ón var i ar í a con l a l ongi tud de l as ondas: cuanto más corta fues e tal
longitud,
tanto mayor sería l a r efr acci ón. El lo s i gni fi caba que l a l uz violeta ( l a más
sensible a
es te fenómeno) debía de tener una l ongi tud de onda más corta que l a l uz azul, ésta,
más corta que l a ver de, y así sucesivamente. Lo que per mi tí a al ojo di s ti ngui r los
col or es eran esas diferencias entre l ongi tudes de onda. Y, como es natural, si la l uz
es taba i ntegr ada por ondas, dos rayos podrían cr uzar se s i n di fi cul tad al guna.
(En
defi ni ti va, las ondas sonoras y las del agua s e cr uz aban conti nuamente s i n per
der sus
r es pecti vas identidades.)
Per o l a teor í a de Huyghens sobre l as ondas tampoco fue muy satisfactoria. No
expl icaba por qué s e moví an en lí nea r ecta l os rayos luminosos; ni por qué
pr oyectaban sombr as recortadas; ni aclaraba por qué l as ondas luminos as no podí
an
r odear los obstáculos, del mismo modo que pueden hacer l o l as ondas sonoras y de
agua. Por añadidura, se obj etaba que s i la l uz consistía en ondas, ¿cómo podí a vi aj
ar
por el vacío, ya que cr uz aba el espacio des de el Sol y las estrel las? ¿Cuál er a es a
mecáni ca ondul ator i a? Apr oxi madamente dur ante un si gl o, contendieron entr e s
í estas dos teorías. La « teor í a corpuscul ar » , de Newton fue, con mucho, la más
popular, en par te, porque l a r es pal dó el famoso nombre de su autor. Pero haci a
1801, un fí si co y médico i ngl és , Thomas
Young, l levó a cabo un exper i mento que ar r as tr ó l a opi ni ón públi ca al campo
opues to.
Pr oyectó un fi no r ayo l umi nos o s obr e una pantal l a, naciéndolo pas ar antes por
dos
or i fi ci os casi juntos. Si la l uz estuviera compues ta por partícul as , cuando l os dos
rayos
emer gi er an de ambos oficios, formarían pr esuntamente en l a pantal la una r egi ón
más
l umi nos a donde s e s uper pus i er an, y regiones menos brillantes, donde no s e di er
a tal
s uper pos i ci ón. Pero no fue es to l o que des cubr i ó Young. La pantal la mos tr ó una
s er i e
de bandas luminosas, separadas entre s í por bandas oscuras. Pareció i ncl us o que, en
es os intervalos de s ombr a, la l uz de ambos rayos contribuía a i ntens i fi car la os cur
i dad.
S er í a fáci l explicarlo medi ante l a teor í a ondul ator i a. La banda l umi nos a r epr
es entaba el
r efuer z o pr es tado por las ondas de un r ayo a l as ondas del otro. Dicho de ot r a for
ma:
Entr aban « en fas e» dos trenes de ondas , es decir, ambos nodos, al unirse, se
for tal ecí an el uno al otro. Por otra par te, las bandas oscuras repr es entaban puntos
en
que l as ondas estaban « desfasadas» porque el vientre de una neutr al i z aba el nodo
de
l a otr a. En vez de aunar sus fuerzas, las ondas se i nter fer í an mutuamente,
reduciendo
l a ener gí a l umi nos a net a a l as proximidades del punto cer o.
Cons i der ando l a anchur a de l as bandas y la di s tanci a entr e l os dos orificios por
los que
s ur gen ambos rayos, se pudo cal cul ar la l ongi tud de l as ondas luminosas, por
ejemplo,
de l a l uz roja o l a vi ol eta o l os colores intermedios. Las longitudes de onda r es ul
tar on
s er muy pequeñas. Así, la de l a l uz roja er a de unos 0,000075 cm. (Hoy se ex pr es
an
l as longitudes de l as ondas luminosas mediante una uni dad muy práctica i deada por
Angs tr óm. Esta uni dad, denominada, en honor a s u autor , angstróm — abr evi atur
a, Á—
, es l a ci enmi llonésima par te de 1 cm. Así, pues, la l ongi tud de onda de l a l uz roja
equi val e más o menos a 7. 500 Á, y la de l a l uz violenta, a 3. 900 Á, mientras que l
as
de col or es visibles en el espectro os ci lan entr e ambas cifras.)
La cor t edad de es tas ondas es muy importante. La r az ón de que l as ondas
luminosas
s e des pl acen en l ínea r ecta y proyecten sombr as recortadas se debe a que todas
son
i ncompar abl emente más pequeñas que cual qui er objeto; pueden contor near un
obs tácul o s ól o s i éste no es mucho mayor que l a l ongi tud de onda. Hasta l as
bacterias,
por ejemplo, tienen un vol umen muy superior al de una onda l umi nos a y, por tanto,
la
l uz puede defi ni r claramente s us contornos bajo el microscopio. Sólo l os objetos
cuyas
di mens i ones se as emej an a l a l ongi tud de l a onda l umi nos a ( por ejemplo, los
virus y
otr as partículas submicroscópicas) son l o s ufi ci entemente pequeños como par a que
puedan ser contorneados por las ondas luminosas.
Un fí si co fr ancés , Augustin- Jean Fr esnel , fue qui en demostr ó por vez primera, en
1818
que s i un obj eto es lo s ufi ci entemente pequeño, la onda l umi nos a l o contor near á
sin
di fi cul tad. En tal caso, la l uz determina el llamado fenómeno de « di fr acci ón» . Por
ej empl o, las finísimas l íneas paralelas de una « r ej a de di fr acci ón» actúan como
una
s er i e de mi nús cul os obstáculos, que s e r efuer z an entr e s í . Puesto que l a magni
tud de
l a di fr acci ón va as oci ada a l a l ongi tud de onda, se pr oduce el espectro. A l a i
nver s a, se
puede cal cul ar la l ongi tud de onda mi di endo l a di fr acci ón de cual qui er color o
por ci ón
del espectro, así como l a s epar aci ón de l as marcas sobre el cristal.
Fr aunhofer exploró di cha r ej a de di fr acci ón con obj eto de aver i guar sus
finalidades
pr ácti cas , progreso que s uel e ol vi dar s e, pues queda ecl ipsado por su descubr i
mi ento
más famoso: las r ayas espectrales. El físico amer i cano Henr y Augustus Rowland i
deó l a
r ej a cóncava y desar rol ló técni cas para r egul ar l as de acuer do con 20.000 líneas
por
pul gada. El lo hi z o pos i bl e l a s us ti tuci ón del prisma por el espectroscopio.
Ante tal es hallazgos exper i mental es , más el desarrol lo metódi co y matemático del
movi mi ento ondul ator i o, debido a F r es nel , pareció que l a teor í a ondul ator i a
de l a l uz
habí a ar raigado defi ni ti vamente, desplazando y relegando par a s i empr e a l a teor
ía
cor pus cul ar .
No s ól o s e aceptó l a ex i s tenci a de ondas luminosas, sino que tambi én s e mi di ó
su
l ongi tud con una pr eci s i ón cada vez mayor. Hacia 1827, el físico fr ancés Jacques
Babi net sugirió que s e empl ear a l a l ongi tud de onda l umi nos a — una canti dad fí
s i ca
i nal ter abl e— como uni dad par a medi r tales longitudes, en vez de l as muy diversas
uni dades ideadas y empleadas por el hombre. Sin embar go, tal sugerencia no s e l l
evó
a l a pr ácti ca has ta 1880 cuando el físico ger mano- amer i cano Al ber t Abraham
Mi chel s on inventó un i nstr umento, denominado « i nter fer ómetr o» , que podí a
medi r las
l ongi tudes de ondas luminosas con una ex acti tud s i n pr ecedentes. En 1893,
Michelson
mi di ó l a onda de l a r aya r oj a en el espectro del cadmio y determinó que s u l ongi
tud
er a de 1/1. 553.164 m.
Per o l a i ncer ti dumbr e r eapar eci ó al descubrirse que l os elementos estaban
compuestos por isótopos diferentes, cada uno de l os cuales aportaba una r aya cuya l
ongi tud de
onda di fer í a l i ger amente de l as restantes. En l a década de 1930 se mi di er on l as
rayas
del criptón 86. Como qui er a que es te i s ótopo er a gas eos o, se podí a abor dar con
baj as
temper atur as , para fr enar el movimiento atómi co y reducir el consecutivo
engr os ami ento de l a r aya.
En 1960, el Comité I nter naci onal de Pes os y Medidas adoptó l a r aya del criptón 86
como uni dad fundamental de l ongi tud. Entonces se r es tabl eci ó l a l ongi tud del
metro
como 1. 650.763,73 veces la l ongi tud de onda de di cha r aya es pectr al . Ello
aumentó
mi l veces la pr eci s i ón de l as medidas de l ongi tud. Hasta ent onces se habí a medi
do el
anti guo metr o patr ón con un mar gen de er r or equivalente a una mi llonésima,
mientras
que en l o s uces i vo s e pudo medi r la l ongi tud de onda con un mar gen de er r or
equi val ente a una mi lmi llonésima.
La vel oci dad de l a l uz
Evi dentemente, la l uz se des pl az a a enor mes velocidades. Si apagamos una l uz ,
todo
queda a os cur as instantáneamente. No s e puede deci r lo mi s mo del sonido, por
ej empl o. Si contemplamos a un hombr e que es t á par ti endo l eña en un l ugar
distante,
s ól o oi r emos los golpes momentos después de que cai ga el hacha. Así, pues, el soni
do
tar da ci er t o ti empo en l legar a nues t r os oídos. En r eal idad es fáci l medir la vel
oci dad
de s u despl azami ento: unos 1.206 km/h en el aire y a ni vel del mar.
Gal ileo fue el primero en i ntentar medir la vel oci dad de l a l uz . Se col ocó en
deter mi nado l ugar de una col ina, mientras su ayudante s e s i tuaba en otr o; luego s
acó
una l interna encendi da: tan pr onto como s u ayudante vi o l a l uz , hizo una s eñal
con
otr a l interna. Galileo r epi ti ó el experimento a di s tanci as cada vez mayores,
suponiendo
que el tiempo r equer i do por su ayudante par a r es ponder mantendría una uni for mi
dad
cons tante, por lo cual , el intervalo entr e l a s eñal de s u pr opi a l interna y la de s u
ayudante r epr es entar í a el tiempo empl eado por la l uz para r ecor r er cada di s
tanci a.
Aunque l a i dea er a l ógi ca, la l uz viajaba demas i ado apr i s a como par a que Gal i l
eo
pudi er a per ci bi r las sutiles diferencias con un método tan r udi mentar i o.
En 1676, el astrónomo danés Olaus Roemer logró cr onometr ar la vel oci dad de l a l uz
a
es cal a de di s tanci as astronómicas. Estudiando l os ecl ipses de Júpi ter en sus cuatro
gr andes satélites, Roemer observó que el intervalo entr e ecl i ps es consecutivos era
más
l ar go cuando l a T i er ra s e al ej aba de Júpi ter , y más corto cuando s e moví a en su
ór bi ta
haci a di cho as tr o. Al parecer, la di fer enci a entr e l as duraciones del ecl ipse r efl ej
aba l a
di fer enci a de di s tanci as entre l a T i er ra y Júpiter. Y tr ataba, pues, de medi r la di
s tanci a
par ti endo del tiempo empl eado por la l uz para tr as l adar s e des de Júpi ter hasta l
a
T i er ra. Calculando apr ox i madamente el tamaño de l a ór bi ta ter r es t r e y
observando l a
máxi ma di s cr epanci a en l as duraciones del ecl ipse que, según Roemer ,
representaba el
ti empo que neces i taba l a l uz para atr aves ar el eje de l a ór bi ta ter r es tr e, dicho
as tr ónomo computó l a vel oci dad de l a l uz. Su r esul tado, de 225.000 km/seg,
parece
excel ente s i se cons i der a que fue el primer intento, y resultó l o bas tante as ombr
os o
como par a pr ovocar la i ncr edul idad de s us coetáneos.
S i n embar go, medio s i gl o des pués se confi r mar on l os cálculos de Roemer en un
campo
total mente di s ti nto. Allá por 1728, el astrónomo br i táni co James Bradley descubrió
que
l as estrellas parecían cambi ar de pos i ci ón con l os movimientos terrestres; y no por
el
par al aj e, sino por que l a tr as l aci ón ter r estr e al r ededor del Sol era una fr acci ón
mens ur abl e ( aunque pequeña) de l a vel oci dad de l a l uz . La anal ogí a empl eada
us ual mente es la de un hombr e que cami na con el paraguas abierto baj o un tempor
al .
Aun cuando l as gotas caigan ver ti cal mente, el hombre debe i ncl i nar hacia del ante
el
par aguas , porque ha de abr i r s e pas o entr e l as gotas. Cuanto más acelere s u
paso,
tanto más deberá i ncl i nar el paraguas. De maner a s emej ante, la T i er ra avanz a
entr e
l os ligeros rayos que caen desde l as estrel las, y el astrónomo debe i ncl inar un poco
su
tel es copi o y hacerlo en var i as direcci ones , de acuer do con l os cambios de l a tr
ayector i a
ter r es tr e. Mediante es e des ví o apar ente de l os astros («aberración de l a l uz » ) ,
Bradley
pudo eval uar la vel oci dad de l a l uz y calcularla con más precisión. Sus cálculos
fueron
de 285.000 km/s, bastante más exactos que l os de Roemer , pero aún un 5,5 % más
baj os .
A s u debi do ti empo, los científicos fueron obteni endo medi das más exactas aún,
confor me s e fue per fecci onando l a i dea or i gi nal de Gal ileo. En 1849, el físico fr
ancés
Ar mand- Hi ppol yte- Loui s Fizeau i deó un ar ti fi ci o medi ante el cual se pr oyectaba
l a l uz
s obr e un espej o s i tuado a 8 km de di s tanci a, que devol ví a el reflejo al
observador. El
ti empo empl eado por la l uz en su vi aj e de i da y vuelta no r ebas ó apenas la
1/20.000
de s egundo, pero Fi z eau l ogr ó medi r l o col ocando una r ueda dentada gi r ator i a
en l a
tr ayector i a del rayo l umi nos o. Cuando di cha r ueda gi r aba a ci er ta vel oci dad,
regulada,
l a l uz pasaba entr e l os dientes y se pr oyectaba contr a el siguiente, al ser devuelta
por el espejo; así, Fizeau, colocado tr as la r ueda, no pudo ver l a ( fi g. 8.1.). Entonces
se di o
más velocidad a l a r ueda, y el reflejo pas ó por la s i gui ente mues ca entr e l os
dientes,
s i n i nter cepci ón al guna. De es ta for ma, regulando y midiendo l a vel oci dad de l a
r ueda
gi r ator i a, Fizeau pudo cal cul ar el tiempo tr ans cur rido y, por consiguiente, la vel
oci dad
a que s e moví a el rayo de l uz .
Un año más tarde, Jean Foucault — qui en r eali zar í a poco des pués su exper i mento
con
l os péndulos (véase capí tul o 4) — pr eci s ó más estas medidas empleando un espej o
gi r ator i o en vez de una r ueda dentada. Entonces se mi di ó el tiempo tr ans cur rido
des vi ando l i ger amente el ángulo de r efl ex i ón medi ante el veloz espejo gi r ator i
o ( fi g.
8. 2). Foucault obtuvo un val or de 300.883 km/seg par a l a vel oci dad de l a l uz en el
aire
(s ol o un 0,7% mas bajo). Por añadidura, el fisico fr ancés util izó s u método par a
deter mi nar la vel oci dad de l a l uz a tr aves de var i os liquidos. Averiguó que er a
notabl emente i nfer i or a l a al canz ada en el aire. Esto concor daba tambi én con l a
teor i a
ondul ator i a de Huygens .
Mi chel s on fue más preciso aún en sus medidas. Este autor , durante cuar enta años
l ar gos , a par ti r de 1879, fue apl i cando el sistema Fi z eau- Foucaul t cada vez con
mayor
r efi nami ento, para medi r la vel oci dad de l a l uz. Cuando s e cr eyó l o s ufi ci
entemente
i nfor mado, proyectó l a l uz a tr avés del vacío, en vez de hacer l o a t r avés del aire,
pues
és te l a fr ena l i ger ament e, empleando par a el l o tuber í as de acer o cuya l ongi
tud er a
s uper i or a 1, 5 km. Según sus medidas, la vel oci dad de l a l uz en el vacío er a de
299.730 km/seg ( s ól o un 0,006 % más bajo). Demostraría tambi én que todas las
l ongi tudes de ondas luminosas viajan a l a mi s ma vel oci dad en el vacío.
En 1972, un equi po de i nves ti gador es bajo l a di r ecci ón de Kenneth M. Evens on
efectuó
unas mediciones aún más exactas y vio que l a vel oci dad de l a l uz era de 299.727,74
ki l ómetr os por segundo. Una vez se conoci ó l a vel oci dad de l a l uz con semej ante
pr eci s i ón, se hi z o pos i bl e us ar la l uz , o por lo menos formas de el la, para medi r
las
di s tanci as . (Una cos a que fue pr ácti ca de l levar a cabo i ncl us o cuando s e conocí
ala
vel oci dad de l a l uz con menor precisión.)