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El Bautismo de niños

El Bautismo como sacramento


Tocaré brevemente el tema de los sacramentos diciendo: 1. Es condición del hombre dirigirse a cosas
espirituales por medio de cosas corporales y sensibles, y como Dios corresponde a cada cosa por su
propia condición, entonces es claro que Él ofrezca la hombre los auxilios de la salvación a través de
signos corporales y sensibles, porque Él nos conoce, a estos signos les llamamos sacramentos. 2. El
hombre al pecar quedó sometido a las cosas corporales, y si sabemos que la medicina debe de ser
aplicada donde está la enfermedad, entonces Dios mediante signos corporales administrará al hombre
mediante signos corpóreos la medicina espiritual; ya que si se le diera las cosas espirituales sin la parte
corpórea, no se interesaría por ellas por estar tan sujeto a las cosas corporales. 3. El las actividades del
hombre predominan las cosas de orden material, de las cuales el hombre se sentiría vacío; por eso Dios
propuso en los sacramentos algunas actividades materiales, para que ejercitándose en ellas
provechosamente, evite la superstición, como es el culto a los demonios, o cualquier otra práctica
nociva y pecaminosa.

Así los sacramentos son signos visibles de la gracia invisible de Dios por lo que tienen una virtud
santificadora. En otras palabras un sacramento es un signo salvífico fundado por Cristo, confiado a la
Iglesia y eficaz en razón de haber sido fundado por Cristo.

Los efectos de los sacramentos

1. El efecto principal es la gracia.

San Agustín dijo: “que el agua bautismal toca el cuerpo y lava el corazón”, pero el corazón sólo se
lava con la gracia, por lo tanto el bautismo causa la gracia y lo mismo los otros sacramentos de la
Iglesia. Por los sacramentos de la nueva ley el hombre queda incorporado a Cristo, así Pablo
hablándonos del bautismo nos dice en Gál 3,27: “Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis
revestido de Cristo.” Pero sabemos el hombre no se hace miembro de Cristo si no es por la gracia, así
es que uno de los efectos del bautismo es la Gracia.

Es Dios quien da la Gracia utilizando un instrumento, así el bautismo es un instrumento mediante el


que Dios actúa; por eso Pablo nos dijo: “Nos salvó por el lavado de la regeneración.” Tit 3,5. Este
instrumento es propio del autor, o sea Dios, y lo aclaramos con el siguiente ejemplo: para fabricar una
mesa se utiliza primeramente un hacha para cortar la madera pero esta mesa no puede ser sin la
intervención o la virtud del fabricante, así el fabricante es Dios, el hacha es el bautismo y la mesa es la
gracia. De modo semejante sucede con los sacramentos corporales, que mediante la propia operación
que ejercen sobre el cuerpo que tocan, realizan por virtud divina una operación instrumental sobre el
alma, así el agua del bautismo, lavando el cuerpo por su propia virtud, purifica el alma como
instrumento de la virtud divina, puesto que el alma y el cuerpo constituyen un solo ser. Por eso decía
San Agustín que toca el cuerpo y lava el corazón.

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2. Nos imprime carácter

Como hemos dicho los sacramentos de la nueva ley se nos dan para dos fines: a limpiar el pecado y a
perfeccionar el alma en lo que pertenece al culto de Dios. Ahora bien, cuando una persona es designada
para un cargo, se acostumbra a ponerle un distintivo: a los soldados en el ejército romano se les
marcaba con unos signos corporales, puesto que estaban destinados a un ejercicio corporal. Así, de
forma semejante, los sacramentos, que destinan a los hombres al servicio espiritual del culto de Dios,
deben marcar a los fieles con un cierto carácter espiritual. Por eso dice San Agustín en el II Contra
Parmenianum: Si un cobarde desertor aborreciese el carácter militar grabado en su cuerpo, y corriese
a la clemencia del emperador, y, dirigida la súplica y obtenido el perdón, ya hubiese comenzado a
pelear, ¿acaso, una vez vuelto y corregido, se le vuelve a grabar aquel carácter, o más bien se le
reconoce el que tenía? ¿O es que acaso los sacramentos cristianos imprimen su carácter con menos
fuerza que el carácter corporal?

El carácter es propiamente hablando un sello por el que una cosa es determinada al cumplimiento de un
fin. Así, por ejemplo, las monedas van selladas con un carácter porque están destinadas al comercio, y
los soldados son sellados con otro, para indicar su destino a la milicia. Por tanto, los fieles están
destinados a dos cosas: La primera y principal es gozar de la gloria de Dios, y para este fin son
marcados con el sello de la gracia, conforme a lo que dice Ez 9,4: Pon el signo de la «tau» en la frente
de los varones que gimen y se duelen; y en el Ap 7,3: No hagáis daño a la tierra ni al mar ni a los
árboles hasta que hayamos sellado a los siervos de nuestro Dios en la frente; la segunda cosa a que un
fiel está destinado es a recibir para él o a comunicar a los demás las cosas concernientes al culto de
Dios, y es para esto para lo que propiamente hablando se imprime el carácter sacramental.

¿Es necesario el Bautismo para la salvación?

Los hombres están obligados a todo aquello sin lo cual no pueden conseguir la salvación. Ahora bien,
está claro que nadie puede conseguir la salvación más que por Cristo, por lo que el Apóstol en Rom
5,18 dice: Como por el delito de uno solo llegó la condenación a todos los hombres, así por la justicia
de uno solo llega a todos los hombres la justificación de la vida. Pero el bautismo se da precisamente
para esto, para que el hombre regenerado por Cristo se incorpore a él y se convierta en un miembro
suyo; por lo que se dice en Gál 3,17: Los que habéis sido bautizados en Cristo, os habéis revestido de
él. Luego es claro que todos están obligados a recibir el bautismo y que sin él no hay salvación para los
hombres.

Ahora, algunos objetan que si el bautismo instituido por Cristo fuera necesario para la salvación, las
personas antes de Cristo no se salvaron, por lo que no es cierto, así que el bautismo no es necesario
para la salvación. Pero a esto hay que aclarar que Nunca pudieron salvarse los hombres, ni siquiera
antes de Cristo, sin convertirse en miembros de Cristo, porque, como se dice en Act 4,12: No se nos ha
dado otro nombre a los hombres por el que podamos salvarnos. Pero antes de la venida de Cristo, los
hombres eran incorporados a Cristo por la fe en su futura venida, de cuya fe era signo la circuncisión,
como dice el Apóstol en Rom 4,11. Y antes de que fuese instituida la circuncisión, los hombres se
incorporaban a Cristo, según dice San Gregorio, por la fe, testimoniada por los antiguos padres en la
oblación de sacrificios. Pero después de la venida de Cristo, también los hombres se incorporan a
Cristo por la fe, según aquello de Ef 3,17: que Cristo habite por la fe en vuestros corazones. No
obstante, para manifestar la fe en una cosa presente se emplea un signo diferente del que se empleaba
para manifestarla como futura, como también son diversas las palabras para significar el presente, el

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pasado y el futuro. Por eso, aunque el sacramento tal del bautismo no fuera siempre necesario para la
salvación, la fe, de la que el bautismo es sacramento, siempre fue necesaria.

Está el bautismo de deseo: En 1 Re 16,7 se lee: Los hombres miran las apariencias, pero Dios penetra
el corazón. Ahora bien, quien desea ser regenerado por el agua y el Espíritu Santo en el bautismo, está
ya regenerado en el corazón, aunque no lo esté en el cuerpo; y en este sentido dice el Apóstol en Rom
2,29 que la verdadera circuncisión, la del corazón, es según el Espíritu, y no según la letra, cuya
alabanza viene no de los hombres, sino de Dios.

¿Se requiere la fe para bautizarse?

El bautismo produce en el alma un doble efecto, o sea, el carácter y la gracia. Luego, de dos modos se
requiere una cosa para el bautismo. Primero, cuando sin ella no se puede recibir la gracia que es el
último efecto del sacramento. Y en este sentido, se requiere para el bautismo indispensablemente la
verdadera fe, ya que se dice en Rom 3,22: La justicia de Dios se obtiene por la fe en Jesucristo.

Segundo, para el bautismo se requiere una cosa indispensablemente cuando sin ella no se puede
imprimir el carácter. Y en este sentido no es requisito indispensable para el bautismo la verdadera fe del
bautizando, como tampoco lo es la verdadera fe del que bautiza, con tal de que se cumplan en la
realización del sacramento todos los demás requisitos. Porque la eficacia del bautismo no depende de la
justicia del hombre que le administra ni de la justicia del hombre que le recibe, sino del poder de Dios.

Entrando en materia
Las verdades de fe se complementan y nunca lo opuesto. Sólo para echar un vistazo a lo que dice la
Biblia que nos salva, nos justifica, nos da un nuevo nacimiento y vida en Jesús citamos:

• Por medio de creer en Cristo (Juan 3,16; Hechos 16,31)


• Por medio del arrepentimiento (Hechos 2,38; 2 Pedro 3,9)
• Por medio del bautismo (Juan 3,5; 1Pedro 3,21; Tito 3,5)
• Por obra del Espíritu Santo (Juan 3,5; 2 Corintios 3,6)
• Por obras (Romanos 2,6-7; Santiago 2,24)
• Por bondad inmerecida o gracia (Hechos 15,11; Efesios 2,8)
• Por la justicia o santidad de Cristo (Romanos 5,17; 2 Pedro 1,1)
• Por el sacrificio en la cruz (Efesios 2,16; Colosenses 2,14)

No se puede eliminar ninguno, y menos a nuestra conveniencia, todos se complementan para nuestra
salvación.

Jesús dijo: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado;
y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” Mt 28:19-20

En el bautismo ocurre un nuevo nacimiento; pasamos a ser hijos de Dios: “pues todos sois hijos de
Dios por la fe en Cristo Jesús; porque todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis
revestidos.” Gál 3:26-27 y “para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos

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la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo,
el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios
por medio de Cristo.” Gál 4:5-7.

Gálatas 3:26-27

La idea fundamental es la de nuestra incorporación a Cristo, revistiéndonos de Él. El v.16 que dice
“Pues bien, las promesas fueron dirigidas a Abraham y a su descendencia. No dice: «y a los
descendientes», como si fueran muchos, sino a uno solo, a tu descendencia, es decir, a Cristo.” nos
recuerda el lazo que nos une con Abraham, herederos de la “promesa” sin ninguna necesidad de
pasar por la Ley mosaica como lo dice el v.29: “Y si sois de Cristo, ya sois descendencia de
Abraham, herederos según la Promesa.”

El “revestido de Cristo” se refiere al efecto de nuestra unión a Cristo por el bautismo. Esto de
revestirse lo entendían muy bien los primeros cristianos y hasta antes como lo vemos en Job 29,14
“Me había puesto la justicia, y ella me revestía, como manto y turbante, mi derecho.” (ver también
Is 52,1).

La expresión “en Cristo” no significa “fe en Cristo Jesús” sino más bien significa el modo de la
unión con Cristo, el Hijo, a raíz del bautismo.

Así pues, ya siendo “hijos de Dios” por el bautismo y revestidos de Cristo estamos libres de la Ley.
Es parte fundamental de lo que logramos con el bautismo. Un dato curioso es el echo de que los
niños estaban sometidos al esclavo o persona encargada de instruirlo en la Ley, a esta persona se le
llama pedagogo o ayo, y lo que nos dice Pablo es que ya no necesitan de él, porque están libres de la
Ley. La Ley nos hacía ver como esclavos o sirvientes pero ahora Dios nos ha adoptado y nos ve
como hijos. Por eso el niño al ser bautizado entra a formar parte del nuevo pueblo de Dios, la
Iglesia.

El bautismo nos une estrechamente con Cristo, tanto que podemos decir que estamos en Cristo y
que somos “uno en Cristo Jesús.” (v.28). Ya no hay diferencias, ya no importa si es judío o gentil, si
es mujer o hombre, todos tienen acceso a la salvación y a la herencia prometida.

Analicemos la siguiente cita: “Respondió Jesús y le dijo: De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios. Nicodemo le dijo: ¿Cómo puede un hombre nacer
siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer? Respondió
Jesús: De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el
reino de Dios. Lo que es nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. No te
maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo. El viento sopla de donde quiere, y oyes su
sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que es nacido del Espíritu.” Jn
3:3-8

Explicación de Juan 3:3-8

El uso del doble amén (“de cierto, de cierto”) en este evangelio significa una condición para la
salvación expresada mediante una afirmación como en Jn 5:24-25 “De cierto, de cierto os digo: El

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que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha
pasado de muerte a vida. De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los
muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oyeren vivirán.”; 6:47 “De cierto, de cierto os
digo: El que cree en mí, tiene vida eterna.” y 8:51 “De cierto, de cierto os digo, que el que guarda
mi palabra, nunca verá muerte.” También es usada en condiciones para la salvación expresadas
mediante una negación: “Respondió Jesús y le dijo: —De cierto, de cierto te digo que a menos que
uno nazca de nuevo no puede ver el reino de Dios. …Respondió Jesús: —De cierto, de cierto te
digo que a menos que uno nazca de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.” Jn
3,3.5, “Y Jesús les dijo: —De cierto, de cierto os digo que si no coméis la carne del Hijo del
Hombre y bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros.” Jn 6,53 y “De cierto, de cierto os digo que
a menos que el grano de trigo caiga en la tierra y muera, queda solo; pero si muere, lleva mucho
fruto.” Jn 12,24

En el v.3 se utiliza la palabra griega “anothen” (ἄνωθεν), que puede tener dos sentidos: nacer de
“arriba” y nacer de “nuevo”. Si vemos la definición que nos da el diccionario VOX griego-español:

No veríamos mayor diferencia entre ellos, ya que un nacimiento de “arriba” ha de ser de “nuevo,” y
viceversa. Ahora el “nacer de nuevo” denuncia una regeneración: el Bautismo.

Jesús está hablando en este pasaje del renacimiento del agua-y-Espíritu que se da en el Bautismo,
esto cuando el pecador es transformado de un estado de pecado al estado de gracia. Cabe recordar
que antes de que Jesús le enseñara a Nicodemo el efecto de regeneración del Bautismo, Él mismo
fue bautizado por Juan el Bautista y en ese momento Dios dijo: "Este es mi Hijo amado" (cf. Mt
3:13-17). ¿Por qué Dios tenía que decir esto en este momento? implícitamente Dios estaba dando
uno de los efectos que da el Bautismo, ser adoptados por Dios como hijos.

Así lo entendió Pablo cuando dijo “Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar otra
vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba,
Padre!” Rom 8:15 y esto por medio del Bautismo: “¿O no sabéis que todos los que hemos sido
bautizados en Cristo Jesús, hemos sido bautizados en su muerte?” Rom 6:3; nosotros resurgimos
del agua, simbolizando nuestra resurrección con Cristo en esa vida nueva (Rom 6:4 “Porque somos
sepultados juntamente con él para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los
muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida nueva.”; Cor 12:13; Gal
3:27). Así después Jesús de la enseñanza a Nicodemo iba a ir “...con sus discípulos a la tierra de
Judea, y estuvo allí con ellos, y bautizaba.” (Jn 3:22).

Este versículo (Jn 3:5) es citado por los primeros cristianos (siglos II y III) y hacen referencia de él
como una regeneración bautismal (ver al final de cuadro).

Ahora veámoslo desde otro punto de vista, Jesús da la instrucción y dice que para “entrar” en el
Reino o “verlo” es obligatorio nacer de “nuevo” o de “arriba”, o sea que este nacimiento para el

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ingreso en el Reino ha de ser de “arriba”, ¿qué significa esto?, adjunto el comentario bíblico de la
Biblia Nácar Colunga que nos dice:

…“el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” La razón es que “Lo que es
nacido de la carne, carne es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Y la vida nueva
es vida “espiritual”. Y “la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios” (1 Cor
15:50). La “carne”, o sea, el hombre de abajo, está limitado a sus únicas fuerzas naturales;
pero este “nacimiento” es de un tipo mucho mayor a la “carne y sangre”, es nacimiento del
Espíritu, que transforma a los hombres en “hijos de Dios” (Jn 1:12), por lo que “nacen de
Dios” (Jn 1:13). Por esto la necesidad y la enseñanza absoluta de nacer del Espíritu. En el
lenguaje tradicional de la época la expresión «entrar en el reino de Dios» trataba del
problema de la participación del hombre en la salvación final.
Esta forma de identificar al Espíritu con el agua reaparece en 7:38-39 y alcanza su sentido
cristológico pleno: Cristo es la fuente del “Espíritu/agua viva”. En los profetas, al igual que
en el Qumrán, el agua es un símbolo muy común del Espíritu (Is 44:3 “Porque yo
derramaré aguas sobre el sequedal, y ríos sobre la tierra árida; mi Espíritu derramaré
sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos”; y ver Ez 36:25-27; Za 12:10; 13:1;
14:8.)
Nicodemo se asombra y Jesús lo interrumpe anticipadamente por su incredibilidad y le
dice: “No te maravilles de que te dije: Os es necesario nacer de nuevo” (v.7). ¿Por qué
Nicodemo se maravilla al saber que era necesario “nacer de arriba”?, lo que hace es reforzar
la impresión de lo misterioso y sorprendente que resulta ese nacimiento espiritual del
hombre.
Nicodemo, conociendo las Escrituras, sabía que las almas deberían experimentar una
transformación moral, ya anunciada por los profetas, y que esa transformación del alma era
una “regeneración”: “Y les daré un corazón, y un espíritu nuevo pondré dentro de ellos; y
quitaré el corazón de piedra de en medio de su carne, y les daré un corazón de carne, para
que anden en mis ordenanzas, y guarden mis decretos y los cumplan, y me sean por pueblo,
y yo sea a ellos por Dios.” Ez 11:19-20. Esta regeneración no estaba alejado del
conocimiento de los maestros judíos ya que lo consideraban como llegar a ser “creado de
nuevo” o “nacido de nuevo” y en el N.T. es relacionado con el bautizado para ser una
“nueva criatura”: “Porque en Cristo Jesús ni la circuncisión vale nada, ni la
incircuncisión, sino una nueva creación.” Gal 6:15 y ver 2 Cor 5:17.
Podemos apreciar por lo tanto que Nicodemo no se maravilla por el anuncio de una
“regeneración” moral, sino del modo del mismo, por ser un efecto muy diferente al que él
conocía para con los bautizados y a la vez una necesidad, por eso el escepticismo de
Nicodemo. Esto nos demuestra una enseñanza dogmática: la necesidad del bautismo
cristiano.
El bautismo de Jesús “en agua”, por no poderse interpretar figurativamente a causa de la
contraposición al de Juan el Bautista, que era superficial y no purificaba el alma, y por ser
además un rito usual, el contexto nos lleva a hacer ver que en esta enseñanza se trata de un
verdadero rito “en agua”, pero que, al mismo tiempo, hay una acción inmersiva “en el
Espíritu Santo”.
Pablo nos dice que Jesús nos salvó “por el lavamiento de la regeneración y por la
renovación en el Espíritu Santo” Tit 3:5 ( Ef 5:26; cf. Mt 28:19). Podemos ver que este
relato refleja una enseñanza bautismal ya que se encuentra fuera de lo histórico.
Veamos que Jesús podía haber hablado de la necesidad de la renovación auténtica y
profunda por obra del Espíritu Santo pero no fue así. Ezequiel habla de los tiempos

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mesiánicos purificados por agua y estableciendo una renovación de los corazones
(“Esparciré sobre vosotros agua limpia, y seréis limpiados de todas vuestras inmundicias; y
de todos vuestros ídolos os limpiaré. Os daré corazón nuevo, y pondré espíritu nuevo dentro
de vosotros; y quitaré de vuestra carne el corazón de piedra, y os daré un corazón de carne.
Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis
preceptos, y los pongáis por obra.” Ez 36:25-27).

No podemos dudar que todo esto es un misterio, pero no por ello deja de ser
una realidad. Si es vida de “arriba”, ha de ser misterio. Aunque la misma vida
de abajo está llena de misterios, y, sin embargo, se reconoce siempre su
realidad.

Nicodemo se maravilla (v.7) a lo que Jesús le anticipa una sugerencia de solución y le


pone un ejemplo que era de clásica preocupación en tiempos antiguos (“Como tú no sabes
cuál es el camino del viento, o cómo crecen los huesos en el vientre de la mujer encinta, así
ignoras la obra de Dios, el cual hace todas las cosas.” Ecl 11:5): “El viento sopla de donde
quiere, y oyes su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni a dónde va; así es todo aquel que
es nacido del Espíritu.” (v.8). Para el hombre antiguo el soplo del viento era algo
ciertamente misterioso; al viento no se le puede sujetar, no se le puede encajar en un puño,
no se le puede entender; ni siquiera se puede establecer su dirección. Y esto es exactamente
lo que ocurre con el que ha nacido de arriba (de nuevo) o del Espíritu.
Regeneración no significa meramente algo así como una mejora del hombre,
significa más bien que el hombre recibe un nuevo origen. Leemos en los profetas que Dios
enviaría una efusión del Espíritu Santo que produciría una renovación espiritual en las almas
(Ez 11:19-20; Jer 31:33.34). Y el salmista con su oración nos dice: “Crea en mí, oh Dios, un
corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí. No me eches de delante de ti, Y no
quites de mí tu santo Espíritu.” Sal 51:10-11.

Con esto concluimos el comentario del pasaje y colocamos algunos de los comentarios realizados
por los primeros cristianos.

Iglesia Primitiva

En el año 151 d.C. Justino Mártir escribió, "Cuando se convencen y tienen fe de que son verdaderas
estas cosas que nosotros enseñamos... los conducimos a sitio donde hay agua, y por el mismo modo
de regeneración con que nosotros fuimos también regenerados, son regenerados ellos, pues
entonces toman en el agua el baño en el nombre de Dios, Padre y Soberano del universo, y de
nuestro Salvador Jesucristo y del Espíritu Santo. Y es así que Cristo dijo: “Si no volviereis a nacer,
no entraréis en el reino de los cielos” (Jn 3,3-4)". (I Apología, 61,2-4)

Alrededor del año 190 d.C., Ireneo, Obispo de Lyon, escribió: "‘Y (Naaman) se sumergió...siete
veces en el Jordán' (2 Re 5,14). No por nada Naaman, enfermo de lepra, fue purificado al ser
bautizado, sino para enseñarnos que nosotros, leprosos por el pecado, quedamos limpios, por
medio del agua sagrada y de la invocación del Señor, de nuestras antiguas transgresiones, y somos
regenerados espiritualmente como niños recién nacidos, según lo declaró el Señor: ‘El que no

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nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino de Dios' (Jn 3,5)" (Fragmento 34).

En el año 252 d.C., Cipriano, Obispo de Cartago, dijo que cuando los convertidos al Cristianismo
"reciben el Bautismo de la Iglesia...entonces ellos quedan plenamente santificados y son hechos
hijos de Dios...pues está escrito: ‘El que no nazca de agua y de Espíritu no puede entrar en el reino
de Dios' (Jn 3,5)" (Cartas 71[72]:1).

Agustín escribió: "Desde el momento en que Jesús dijo: ‘Excepto que un hombre nazca de agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de los Cielos (Jn 3,5), y en otro lugar: ‘El que pierde su
vida por Mí la encontrara' (Mt 10, 39) nadie se convierte en miembro de Cristo a no ser por el
Bautismo en Cristo o muriendo por El" (Sobre el alma y su origen 1,10 [D.C.419]).

Con este estudio podemos concluir que necesitamos del bautismo para la salvación, no es un simple
símbolo y no podemos negárselo a nuestros hijos.

Pero sigamos con el estudio general del Bautismo. El bautismo nos limpia, Lucas nos dice: “Pedro les
contestó: «Convertíos y que cada uno de vosotros se haga bautizar en el nombre de Jesucristo, para
remisión de vuestros pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo; pues la Promesa es para vosotros
y para vuestros hijos, y para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro.»”
Hechos 2:38-39, para hacernos ver que el bautismo es el medio por el cual “nacemos del agua” y
después del mismo son perdonados nuestros pecados “naciendo del Espíritu”. En el caso de los bebés el
único pecado que se perdona es el “pecado original”. Así con el bautismo pasamos a formar parte de la
Iglesia, y de ahí que el bautismo sea un “sacramento”. Por qué digo que pasamos a formar parte de la
Iglesia, pues mira lo que dijo Pablo: “Porque en un solo Espíritu hemos sido todos bautizados, para no
formar más que un cuerpo, judíos y griegos, esclavos y libres. Y todos hemos bebido de un solo
Espíritu.” 1 Co 12,13. Este principio de unidad en el cuerpo de Cristo (que es la Iglesia) es el Espíritu,
que nos incorpora a Cristo en el momento del bautismo (cf. 10:2; Rom 6:5; 8:9; Col 3:11). Entonces
sabemos que la Iglesia no nace en un proceso posterior, es decir, cuando todos los que han sido
bautizados se reúnen, sino todo lo contrario: los creyentes en Jesús se hacen miembros de su Cuerpo
porque, al recibir al único Espíritu, se hacen un solo cuerpo. Podríamos relacionarlo con la analogía
de que el cuerpo y el alma son una unidad indisoluble, así el Espíritu y el cuerpo de Cristo (la Iglesia).

Recordamos de nuevo a Lucas diciéndonos en Hechos: “Ahora, pues, ¿por qué te detienes? levántate y
bautízate, y lava tus pecados, invocando su nombre.” Hechos 22:16, para ese momento Pablo ya había
creído en el Señor y pasaron días después hasta que se bautizó para limpiar sus pecados, por lo que no
es simplemente hacer una profesión de fe y decir que a partir de ese momento quedamos limpios, no, es
exigido el bautismo.

Acordémonos de lo que dijo Zacarías en 13:1: “En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la
casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.”

El bautismo es necesario, no es simplemente un símbolo, es el medio que Jesús instituyó para que
participáramos de la Nueva Alianza. Pablo dijo: “porque todos los que habéis sido bautizados en
Cristo, de Cristo estáis revestidos.” Gálatas 3:27.

Analicemos el siguiente pasaje y veamos el nivel de importancia que le da Pablo al bautismo: “un
cuerpo, y un Espíritu, como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación;

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un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos, el cual es sobre todos, y por todos, y en
todos.” Efesios 4:4-6.

Explicación de Efesios 4:4-6

Jesucristo es nuestro Señor, la cabeza, cuyos miembros somos todos nosotros por «una sola fe»; «es
don de Dios» (2:8) y por «un solo bautismo», con el cual hemos recibido el sello divino del Espíritu
Santo (1:13)... y hemos sido unidos a la muerte y resurrección de Cristo (2:5-6)..., incorporados
conjuntamente a un solo cuerpo (l Cor 12:13) y hechos «uno» (Gál 3:28) en Cristo Jesús, todos
nosotros. ¿Cómo entonces, un rechazo de esta unidad no iba a ser un pecado contra ella, al mismo
nivel que no creer en «un solo Señor» y en «un solo bautismo»? La unidad entre los cristianos es la
esencia de la Iglesia.

Nos comenta la Biblia Nácar Colunga:

Pablo con frases originarias probablemente de una liturgia bautismal primitiva, define esa
unidad de la Iglesia en siete elementos principales: una en su principio material, puesto que
los cristianos todos formamos un solo “Cuerpo”, cuya cabeza es Cristo (cf. v.12; 2:16; 5:30);
una en su principio formal, pues está animada por un solo “Espíritu”, que es como el alma o
principio vital de ese Cuerpo (cf. 1:13-14; 2:18); una en su finalidad o aspiraciones, pues
una es la “esperanza” de nuestra vocación (cf. 1:14; Rom 8:18-25; 1 Cor 15,19); una en su
principio de autoridad, pues uno es el “Señor”, Jesucristo (cf. 1 Cor 8:6); una en el
contenido vital de creencias, pues una es la “fe” en Cristo, a quien todos reconocemos por
único Señor (cf. 1 Cor 1:13); una en el rito de incorporación, pues uno es el “bautismo” para
entrar en ella (cf. Rom 6:3-11; 1 Cor 1:13; 12:13; Gal 3:27); una, finalmente, por razón de
su origen de un solo “Dios y Padre,” artífice supremo del plan redentor, que está “sobre
todos”, con autoridad trascendente y soberana, pero actúa y habita “en todos” como algo
inmanente a nosotros por su presencia y acción (cf. 1:3-14; 3:15; Gal 4:4-7; Rom 11:36; 1
Cor 12:6).

Juan el Bautista dijo que el bautismo de Jesús es con Espíritu y fuego (Mt 3, 11). ¿Por qué "y fuego"?
Esto es porque el bautismo de Jesús no sólo baña el exterior de la persona, sino que purifica
interiormente, así como el fuego cuece también el interior de las cosas y no sólo lo exterior.

Seguimos reafirmando que el Bautismo es necesario, aunque he oído a muchos decir que Jesús no
mandó a bautizar con la siguiente cita: “Porque no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el
Evangelio. Y no con palabras sabias, para no desvirtuar la cruz de Cristo.” 1 Corintios 1:17; pero este
versículo, sin sacarlo de contexto, indica el por qué ha bautizado a tan poca gente en Corinto, y es que
su misión era la de evangelizar, no la de bautizar, esto no significa, ni mucho menos, que Pablo
menosprecie el bautismo (cf. Rom 6:3-4; Ef 5:26; Col 2:12; Tit 3:5), sino que sencillamente dice cuál
era su misión primordial, lo mismo que la de los otros apóstoles (cf. Mc 3:14; Hech 1:22; 6:4). Para el
bautismo, sencillamente podían servirse de auxiliares; no así para “evangelizar”. Sería tanto como decir
que lo que Pablo nos enseñó no es aconsejable por no tener sabiduría: “no con palabras sabias”,
porque igual sería distorsionar el sentido del mensaje. Pablo utiliza a sus discípulos para que hagan la
función de bautizar mientras que él se dedica a predicar que conlleva por lógica mucho más
responsabilidad.

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Explicación de 1 Corintios 1:17

Todo predicador del Evangelio debe exigidamente considerar el bautismo de todos los que ha
ganado para la fe en Cristo como la coronación de todos sus males, ya que es a través del bautismo
que son llevados a una indisoluble comunión con Cristo. Así lo ve Pablo, el bautismo puede que la
considera una labor sencilla, comparado con el hecho de predicar, ya que no es nada fácil; todos los
discípulos podían bautizar pero no todos podían predicar. De ahí que Pablo indique que Cristo no lo
ha enviado a bautizar, es parte de su apostolado, pero su principal función es la de predicar, así le
dejará la función de bautizar a sus discípulos.

Se comprendería mejor cuando alguien desea ser bautizado ya en edad adulta, talvez desean que no
sea un laico el que los bautice sino su pastor, pero su principal función no es esa, aunque es parte de
sus labores.

Un dato curioso sobre el poder que podía tener el agua y sus efectos en el Antiguo Testamento los
podemos leer en Levíticos 11,25-40 y 15,5-7 como una limpieza ritual.

En conclusión el bautismo nos salva: “El bautismo que corresponde a esto ahora nos salva, no
quitando las inmundicias de la carne (otras Biblias: "mancha física" o "limpiar el cuerpo" o "suciedad
corporal") sino en la aspiración de una buena conciencia hacia Dios...” (1 P 3,

21). En el Bautismo volvemos a nacer y somos renovados por el Espíritu Santo.

DESARROLLO DEL BAUTISMO DE NIÑOS O BEBÉS

Los católicos, ortodoxos, luteranos, presbiterianos, metodistas, anglicanos y los calvinistas bautizan a
los hijos de sus miembros. ¿Por qué concuerdan en este punto? Analicemos las evidencias que han
llevado a la mayoría de las iglesias a bautizar a los niños.

Primeramente para entender el bautismo de los niños hay que tener claro que la Iglesia es la
continuación del pueblo judío; la Iglesia es el nuevo pueblo de Dios en el Nueva Alianza (Rom 11:16-
25; Ef 2:11-22). Dice Pablo “Porque irrevocables son los dones y el llamamiento de Dios.” (Rom
11:29) y la Iglesia es la continuación de la Fe revelada al padre Abraham, de la promesa hecha sobre él
(cf. Rom 15:8-12). Y:

Ef 3:6 “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa
en Cristo Jesús por medio del evangelio”

Gál 3:29 “Y si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa.”

¿Cuál promesa? Pues nos dice Gálatas: “Hermanos, hablo en términos humanos: Un pacto, aunque
sea de hombre, una vez ratificado, nadie lo invalida, ni le añade. Ahora bien, a Abraham fueron
hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino
como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo. Esto, pues, digo: El pacto confirmado antes por Dios
no lo abroga la ley, que vino 430 años después, para invalidar la promesa. Porque si la herencia fuera

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por la ley, ya no sería por la promesa; pero a Abraham Dios ha dado gratuitamente la herencia por
medio de una promesa.” Ga. 3:15-18 (Reina-Valera); ahora, antes de comentar el pasaje cito las otras
traducciones de Gálatas 3,15:

(Biblia de Jerusalén) “Hermanos, voy a explicarme al modo humano: aun entre los hombres, nadie
anula ni añade nada a un testamento hecho en regla.”

(Biblia Latinoamericana): “Hermanos, tomemos una comparación. Cuando alguien ha hecho su


testamento en debida forma, nadie puede anularlo ni agregarle nada.”

(Nácar Colunga) “Voy a hablaros, hermanos, a lo humano. Un testamento, con ser de hombre, nadie lo
anula, nadie le añade nada.”

(King James Version) “Brethren, I speak after the manner of men; Though it be but a man's covenant,
yet if it be confirmed, no man disannulleth, or addeth thereto.”

(GNT-WH+) “αδελφοι κατα ανθρωπον λεγω ομως ανθρωπου κεκυρωμενην διαθηκην ουδεις αθετει η
επιδιατασσεται”

Así que, en lugar de Pacto utilizaré la palabra Testamento en la mayoría de los casos.

Un Testamento es un tipo de contrato, se realiza entre dos o más entes en una relación indisoluble
dentro de ciertos términos establecidos. El Testamento será autentificado si primeramente se definen
quienes serán los involucrados y se debe de certificar para que las condiciones no cambien. Sin estos
elementos, este Testamento no tendrá sentido lógico ni válido. Veamos el pasaje:

Gálatas 3:15-18

Pablo nos da un ejemplo de la vida humana, específicamente de la vida jurídica. Jesús, cuando
enseñaba por medio de parábolas tomaba sus contenidos de la vida cotidiana del ser humano, y daba
por entendido cierta conexión entre el acontecer terreno y el orden salvífico de Dios; de ahí Pablo
hace su relación entre la promesa y la Ley. Lo que Dios realiza tiene estrecha relación directa con la
forma de obrar de los hombres.

Recordemos que la promesa fue antes de la Ley, así que la Ley no puede anular esta promesa. Los
judíos sostenían que era esencial la Ley, y que cumpliendo ésta se podían mantener o participar de
esa “promesa”.

Gálatas 3:18 nos dice: “Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la
concedió a Abraham mediante la promesa.”. Así Pablo con un ejemplo muy sencillo de entender,
relaciona un testamento que hecho por hombres y estando en regla, una vez ratificado, nadie lo
invalida, ni le añade; sin ser cosas de realidades divinas (v.15), así que sólo el testador puede

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anularlo o alterarlo, pero nadie más. Entonces la promesa de Dios hecha a Abraham y a su
descendencia es como un testamento, el cual sólo Él puede anular, pero hasta el momento no lo ha
hecho, la promesa sigue vigente. La “promesa” del Testamento es la verdadera base de la
relación de los hombres con Dios.

Gálatas 3:17-18.tiene la misma línea que Romanos 4:14-15: “Porque no por la ley fue dada a
Abraham o a su descendencia la promesa de que sería heredero del mundo, sino por la justicia de
la fe. Porque si los que son de la ley son los herederos, vana resulta la fe, y anulada la promesa.”

Ahora, cómo relacionarlo con nosotros; Pablo dice que todos los cristianos somos esa “simiente” de
Abraham: “si vosotros sois de Cristo, ciertamente linaje de Abraham sois, y herederos según la
promesa.” Gál 3:29 y que esa promesa seguirá vigente por siempre sin que se interponga nada en su
camino, como lo dice Rom 4:14-15, por eso la Ley podía llegar a ocasionar una transgresión, y se
convertiría en un obstáculo para que Dios mantuviese esa “promesa”.

Pablo confirma en Hebreos lo dicho anteriormente: “Por lo cual, queriendo Dios mostrar más
abundantemente a los herederos de la promesa la inmutabilidad de su consejo, interpuso juramento”
Heb 6:17. Así que, siempre se ha mandado cumplir con las condiciones del Testamento o Pacto que
realizó Dios con Abraham, y de igual forma se ha mandado a que los hijos de los creyentes siempre
fueran considerados a participar en este Pacto sin tener conciencia propia: “Y de edad de ocho días
será circuncidado todo varón entre vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el
comprado por dinero a cualquier extranjero, que no fuere de tu linaje” Gn 17:12, qué consecuencias
había si no se cumplía esto: “Y el varón incircunciso, el que no hubiere circuncidado la carne de su
prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado mi pacto.” Gn 17:14.

Ahora en el Nuevo Testamento con Cristo sigue rigiendo el mismo principio ya que los
involucrados en el Pacto nunca han cambiado, siguen siendo los creyentes y sus hijos. No existe en
el N.T. el mínimo detalle de que los hijos de los cristianos estén excluidos de la promesa. Si así fuera,
Dios estaría faltando a su parte del contrato, pero sabemos que Dios no haría eso.

La introducción en el Pacto de los hijos de los creyentes es muy real en las Sagradas Escrituras ya que
vemos que Dios dio por orden a los creyentes a circuncidar a sus hijos como símbolo externo de las
grandezas internas, esta señal exterior la cambió Jesús, de circuncisión a bautismo como nos dijo
Pablo: “En él también fuisteis circuncidados con circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros
el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión de Cristo; sepultados con él en el bautismo...” Col
2:11, así que es obligación de todo creyente hacer partícipe a sus hijos del sello del Pacto.

Aunque es muy cierto que no encontramos ejemplos explícitos del bautismo de niños en el Nuevo
Testamento, esto no contradice lo expuesto anteriormente. Más bien el problema lo deberían tener los
que no aceptan el bautismo de los pequeños ya que no pueden demostrar que estos niños no pueden
participar en el Pacto de Dios ni tampoco en qué momento se dio ese cambio.

Pero veamos detalles interesantes propiamente en el Pacto de Dios con Abraham:

El Pacto de Dios con Abraham surgió como los demás, por gracia, y el pueblo de Israel lo selló por
medio de la circuncisión, siendo esta la señal del pacto para todas las generaciones:

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“Este es mi pacto, que guardaréis entre mí y vosotros y tu descendencia después de ti: Será
circuncidado todo varón de entre vosotros. Circuncidaréis, pues, la carne de vuestro prepucio, y será
por señal del pacto entre mí y vosotros. Y de edad de ocho días será circuncidado todo varón entre
vosotros por vuestras generaciones; el nacido en casa, y el comprado por dinero a cualquier
extranjero, que no fuere de tu linaje. Debe ser circuncidado el nacido en tu casa, y el comprado por tu
dinero; y estará mi pacto en vuestra carne por pacto perpetuo. Y el varón incircunciso, el que no
hubiere circuncidado la carne de su prepucio, aquella persona será cortada de su pueblo; ha violado
mi pacto.” Gn 17:10-14

Todo niño de un creyente debía cumplir con la señal del pacto obligatoriamente y así cumplir con lo
ordenado por Dios, aunque sonare muy severo. Entonces vemos que la fe del padre de familia tenía
gran poder para toda su casa y para los demás que, por una u otra razón, estaban bajo su techo y que el
no cumplir con esto tenía consecuencias muy graves: “...será cortada de su pueblo; ha violado mi
pacto”.

Para Abraham y su descendencia la circuncisión fue la señal o el sello de su fe (“El recibió la señal de
la circuncisión como sello de la justicia de la fe que tenía estando aún incircunciso, para que fuese
padre de todos los creyentes no circuncidados—para que también a ellos les fuera conferida la justicia
—;” Ro 4:11) y dicha señal se aplicó, por mandato de Dios, a Isaac y otros como él que nacieron en la
casa de Abraham pero todavía incapaces de tener fe. Se les practicaba la circuncisión sencillamente
porque, dentro del plan y el propósito de la gracia de Dios, habían nacido en un hogar creyente. Así que
no debe de sorprendernos que hasta Pedro el día de Pentecostés les pidiera a los presentes que se
bautizaran porque «Para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos.» Hch 2:39.

Ahora, esa señal incorporaba al bebé o a la persona adulta que se circuncidaba al pueblo de Dios como
se ve en Génesis 17:7-14, pero en el Nuevo Testamento la entrada a la Iglesia, al nuevo pueblo de Dios
es por el bautismo como lo dijo Pablo y repetimos: “En él también fuisteis circuncidados con
circuncisión no hecha a mano, al echar de vosotros el cuerpo pecaminoso carnal, en la circuncisión
de Cristo; sepultados con él en el bautismo, en el cual fuisteis también resucitados con él, mediante la
fe en el poder de Dios que le levantó de los muertos.” Col 2:11-12.

Colosenses 2:11-12

Pablo en el v.11 identifica el bautismo con la circuncisión talvez pensando en los judíos de Colosas
que exigían la circuncisión para estar dentro de la Iglesia, pero Pablo dice que no es necesario ya
que ahora tenemos algo más perfecto, el bautismo. Pablo en el v.12 les explica la nueva circuncisión
con indiscutible alusión al rito del bautismo. Así que es en el bautismo en donde resucitamos a una
nueva vida deshaciéndonos del “cuerpo del pecado” que en el caso de un bebé sería del pecado
original.

Repetimos el Pacto de Dios con Abraham es para la “posteridad” tanto para el antiguo pueblo como
para el nuevo pueblo de Dios: “Por tanto, es por fe, para que sea por gracia, a fin de que la promesa
sea firme para toda su descendencia; no solamente para la que es de la ley, sino también para la que
es de la fe de Abraham, el cual es padre de todos nosotros.” Rom 4:16 y en Hebreos 6,13-19
“...mediante dos cosas inmutables por las cuales es imposible que Dios mienta, nos veamos más
poderosamente animados los que buscamos un refugio asiéndonos a la esperanza propuesta...”.

¿Será que la Iglesia está constituida sólo de adultos? Acordémonos de lo que nos dijo el profeta

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Jeremías: “Pero este es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová:
Daré mi ley en su mente, y la escribiré en su corazón; y yo seré a ellos por Dios, y ellos me serán por
pueblo. Y no enseñará más ninguno a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a
Jehová; porque todos me conocerán, desde el más pequeño de ellos hasta el más grande, dice Jehová;
porque perdonaré la maldad de ellos, y no me acordaré más de su pecado.” Jeremías 31:33-34. Y
también la Biblia nos dice que el Espíritu Santo sería derramado sobre “toda carne” sin excepción: “Y
después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas;
vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones.” Joel 2:28

Hay una cosa de la que podemos estar totalmente seguros y es que un judío que se convirtiera al
cristianismo, habiendo cumplido primeramente con todo lo que le tocaba en el Antiguo Testamento, se
sorprendería de saber que sus hijos no debían recibir la señal del Nuevo Testamento, el bautismo.

La pregunta que se hacen los que están en contra del bautismo de niños es ¿por qué no hay ejemplos de
niños bautizados en el Nuevo Testamento? pero más bien la pregunta sería ¿por qué no lo prohibe el
Nuevo Testamento? Si los Apóstoles hubieran pensado o tenían claro que los hijos de los conversos ya
no tenían que participar en el Nuevo Pacto, habrían buscado la forma efectiva de asegurarse de que
posteriormente no recibieran la señal del Pacto. Así que el silencio del Nuevo Testamento está más a
favor del bautismo de niños que en contra.

La otra pregunta que surgiría sería: ¿sólo nos podemos bautizar en la edad de razonar?

Marcos nos dice: “Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. El que
creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” Mc 16:15-16. En qué
momento escribió esto el apóstol Marcos, en los inicios del cristianismo, en los momentos en que
iniciaban las primeras conversiones, en el momento en que había que predicar primero a los adultos
para que entraran en la Iglesia y así formar junto con su familia parte de la familia de Dios, así que es
lógico que primero se debía predicar y luego bautizar. No se tenía el problema de ahora con los
cristianos, ya que no habían cristianos, estaban iniciando.

Veamos el razonamiento que utilizan algunos para no bautizar a sus niños:

Uno tiene que creer para ser bautizado.


Los niños pequeños no pueden creer.
Por lo tanto, los niños pequeños no deben ser bautizados.

Pero este razonamiento tiene el problema de que puede ser aplicado a la salvación como ellos lo ven,
porque se tendría que:

Uno tiene que creer para obtener la salvación.


Los niños pequeños no pueden creer.
Por lo tanto, los niños pequeños no pueden salvarse.

Talvez debí empezar con el tema propiamente de la fe pero me pareció mejor desarrollarlo después de
haber demostrado que los niños deben seguir participando de la promesa que sigue vigente. Así pues,
para entender mejor lo que sucede con el bebé, desarrollaremos el concepto de la fe:

La fe, no es únicamente un acto personal, sino también una virtud sobrenatural; así es la fe de los

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niños. Para entender mejor esta afirmación el teólogo Juan Alfaro nos dice:

“Como consecuencia de la universal voluntad salvífica de Dios y de la oferta de la gracia


sobrenatural de la fe como un existencial permanente del hombre, todo hombre es ya siempre,
con anterioridad a la predicación explícita del mensaje cristiano, potencialmente un creyente,
que en la gracia dada previamente a su libertad posee ya lo que ha de creer (es decir, aceptar
libremente), la inmediata comunicación de Dios en Cristo. Además, es de todo punto posible
que el hombre, antes de encontrarse con el mensajero de la fe, esté justificado (por haber
obedecido al mandato de su conciencia, en la medida en que ésta ya lo ha llamado) y, por ende,
crea ya en sentido teológico, aunque sea muy poco lo que crea explícitamente. Bajo ambos
aspectos puede presuponerse que en el hombre se da ya la fe, y la conversión a ella sería por
tanto el esfuerzo por desarrollar la fe existente hasta que logre su plena forma cristológica y
eclesiológíca, explícita y social (con reflexión confesional). Este esfuerzo puede y debe
enlazarse con todo lo que ya hay de fe, y por tanto ha de mostrar que la fe cristiana de la Iglesia
es, histórica y socialmente, la forma plena de lo que el converso «cree» de antemano. Así, pues,
el punto de partida siempre existente (el presupuesto que puede suponerse) no consiste sólo en
la «racionalidad natural» del hombre. Ésta está, de un lado, históricamente determinada y
marcada por la concreta situación espiritual del hombre y por su propia experiencia de la vida
y, de otro, sobrenaturalmente «elevada» y ordenada a la confesión reflexiva de la fe.”

Y Santo Tomás de Aquino nos dice:

“La razón permite discernir los signos divinos; pero es la gracia la que hace ver en ellos la
vocación personal a la fe.”

Es igual al amor, sembrado desde que nacemos y desarrollado en el transcurso de nuestra vida. Esta
iluminación interior convierte el conocimiento racional de los signos en la conciencia de que Dios
me llama a creerle; o sea esta fe implica un elemento personal que es la repercusión de la llamada
divina en la conciencia.

La fe es un don de Dios gratuito desde que nacemos (ver Efesios 2,8; Juan 6,65). Es Dios mismo
quien crea en el hombre las disposiciones del espíritu necesarias para poder entrar en contacto con
Él por la fe.

Los niños no tienen la capacidad de realizar un acto personal de fe, pero sí pueden tener la fe como
virtud sobrenatural. De la misma forma que “el amor nos ha sido dado en nuestros corazones por el
derramamiento del Espíritu Santo”, es decir, por gracia y no por nuestro propio mérito así también el
Espíritu Santo otorga la fe a los que reciben el Bautismo: “Y después de esto derramaré mi Espíritu
sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y
vuestros jóvenes verán visiones.” Joel 2:28

Un ejemplo para entenderlo mejor lo vemos en la siguiente cita: “Porque tan pronto como llegó la voz
de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.” Lucas 1,44

Vamos a ver... el hijo de Isabel, Juan el Bautista, aún en el vientre, sin saber leer ni escribir, ni mucho
menos llegar a la "edad de la razón", reconoció a Jesús, y saltó de alegría. Y más tarde, leemos que "el
niño crecía, y se fortalecía en el Espíritu" (Lucas 1:80). ¿Cumplió Dios lo que dijo?

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Por otro lado: “Pero los principales sacerdotes y los escribas, viendo las maravillas que hacía, y a los
muchachos aclamando en el templo y diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David! se indignaron, y le
dijeron: ¿Oyes lo que éstos dicen? Y Jesús les dijo: Sí; ¿nunca leísteis: De la boca de los niños y de los
que maman perfeccionaste la alabanza” Mateo 21:15-16, referido al Salmo 8.3; así el sentido del
salmo es que el poder de Dios en la obra de Dios es tan evidente, que hasta los “niños” y los que
“maman” se dan cuenta de ello También vemos que Pablo dice: “Por tanto, os hago saber que nadie
que hable por el Espíritu de Dios llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a Jesús Señor, sino por
el Espíritu Santo.” 1 Cor 12:3. Así que "¡Hosanna al Hijo de David!" me parece muy extraño que
salga de un niño (o bebé), ¿no? Definitivamente era obra del Espíritu Santo. Si el Espíritu Santo pudo
hacer saltar de gozo a Juan el Bautista aún en el vientre de su madre, y también pudo hacer que los
niños de pecho alabaran al Señor con "¡Hosanna al Hijo de David!", ¿quién pudiera decir entonces que
los niños no pueden recibir al Espíritu Santo?

¿No se preocupan los padres de que sus hijos tengan comida, medicina y todo tipo de cuidado? ¿Se le
pregunta de antemano al niño si quiere vestirse antes de ponerle la ropa?, por su puesto que no, y
recuerda que al bautizarnos nos revestimos de Cristo.

El bautizar a los niños demuestra que la unión con Dios es iniciativa de Él antes que del hombre,
porque un niño no sabe nada. La historia de la salvación nos muestra que Dios siempre toma la
iniciativa al relacionarse con nosotros: cuando éramos débiles... siendo enemigos, fuimos
reconciliados con Dios, por la muerte de su Hijo (Ro 5, 6 y 10). La gente le llevaba sus hijos a Jesús
sin saber quién era en realidad: “Los papás traían a él los niños para que los tocase” (Lc 18, 15).
(Según dice el griego, eran bebés).

Como dice el Catecismo de la Iglesia Católica “la fe que se requiere para el bautismo no es una fe
perfecta y madura, sino es un comienzo que está llamado a desarrollarse”. Los padres y padrinos
prometen acompañar al niño en su crecimiento en la fe y maduración en su relación con Jesucristo. Si
unos no cumplen su promesa, es otro problema.

En la Iglesia Católica; luego que el adulto se bautiza, sus hijos pueden ser bautizados en virtud de la fe
del padre; así lo dicen las Escrituras:

“Pedro les dijo: Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón
de los pecados; y recibiréis el don del Espíritu Santo. Porque para vosotros es la promesa, y para
vuestros hijos, y para todos los que están lejos; para cuantos el Señor nuestro Dios llamare.” Hechos
2:38-39; el pasaje dice “para vuestros hijos” no para “vuestros descendientes” o “vuestra siguientes
generaciones” no es para un futuro, es para un ya, en el momento, no hay que esperar a que crezcan.

Lo podemos ver en otro pasaje: “Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.
Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. Y él, tomándolos en
aquella misma hora de la noche, les lavó las heridas; y en seguida se bautizó él con todos los suyos.”
Hechos 16:31-33; dice “él con todos los suyos” o sea toda su familia, no dice “él y su esposa” o “él y
todos los demás adultos”, en esa época los hijos eran numerosos, no se hizo excepción; por otra parte
los sirvientes eran considerados como parte de la familia y ellos también tenían sus niños.

De igual manera sucedió con Crispo: “Y Crispo, el principal de la sinagoga, creyó en el Señor con toda
su casa; y muchos de los corintios, oyendo, creían y eran bautizados.” Hechos 18:8; y con Estéfanas:
“También bauticé a la familia de Estéfanas; de los demás, no sé si he bautizado a algún otro.” 1
Corintios 1:16
16
Y con Lidia: “Entonces una mujer llamada Lidia, vendedora de púrpura, de la ciudad de Tiatira, que
adoraba a Dios, estaba oyendo; y el Señor abrió el corazón de ella para que estuviese atenta a lo que
Pablo decía. Y cuando fue bautizada, y su familia, nos rogó diciendo: Si habéis juzgado que yo sea fiel
al Señor, entrad en mi casa, y posad. Y nos obligó a quedarnos.” Hechos 16:14-15

¿Se podría llegar a pensar que en todas las familias antes citadas no existieran niños?

La Iglesia Católica está de acuerdo en que: “El Bautismo es el sacramento de la fe (cf Mc 16,16). Pero
la fe tiene necesidad de la comunidad de creyentes. Sólo en la fe de la Iglesia puede creer cada uno de
los fieles. La fe que se requiere para el Bautismo no es una fe perfecta y madura, sino un comienzo que
está llamado a desarrollarse. Al catecúmeno o a su padrino se le pregunta: "¿Qué pides a la Iglesia de
Dios?" y él responde: "¡La fe!".”. (CIC 1253). Por eso el Bautismo jamás se ha administrado sin fe:
para los niños se trata de la fe de la Iglesia.

Me explico con una analogía: entrar al cine sin boleto es un fraude, pero si otro paga mi boleto, tengo
tanto derecho a entrar como si yo lo hubiera pagado. Cristo siempre exigió la fe para sanar a los
enfermos, pero en el caso de los niños bastaba la fe de su padre o su madre, como es el caso de la hija
de Jairo, “Mientras él aún hablaba, vinieron de casa del principal de la sinagoga, diciendo: Tu hija ha
muerto; ¿para qué molestas más al Maestro? Pero Jesús, luego que oyó lo que se decía, dijo al
principal de la sinagoga: No temas, cree solamente.” Marcos 5:35-36 y de la hija de la sirofenicia,
“Entonces respondiendo Jesús, dijo: Oh mujer, grande es tu fe; hágase contigo como quieres. Y su
hija fue sanada desde aquella hora.” Mateo 15: 28.

El Bautismo de los niños pone de manifiesto la gratuidad de la salvación; recibir el Espíritu Santo es
una soberana voluntad de Dios, en donde no necesariamente participa nuestro entendimiento.

Reforcemos la idea de que los niños pueden ser bautizados en virtud de la fe del padre con el siguiente
pasaje: “Porque el marido incrédulo es santificado en la mujer, y la mujer incrédula en el marido; pues
de otra manera vuestros hijos serían inmundos, mientras que ahora son santos.” 1 Corintios 7:14;
Pablo dice “mientras que ahora son santos” en presente, no dice que cuando sean adultos, hijos son
desde recién nacidos.

También consideramos la relación paralela entre una criatura y su mamá. Esta es una relación personal
que el bebé tiene con ella aunque no puede conceptualizar quiénes son sus parientes. Sus padres le
cuidan, le aman, le sostienen aún antes de que el bebé pueda expresar ese amor que tiene. El bebé
definitivamente tiene una relación con ellos: ¡Son sus papás!. Pasa lo mismo en su relación con Dios.
Es Su hijo.

Nos dice Santo Tomás de Aquino:

“Como dice el Apóstol en Rom 5,17: “Si por la transgresión de uno solo, o sea, por Adán, reinó
la muerte, mucho más los que reciben la abundancia de la gracia y el don de la justicia reinarán
en la vida por obra de uno solo, Jesucristo”. Ahora bien, los niños contraen el pecado original
del pecado de Adán. Y esto se prueba por el hecho de que están sujetos a la muerte, que se
transmitió a todos, por el pecado del primer hombre, como el Apóstol dice allí mismo (v.12).
Luego con mayor razón pueden recibir los niños la gracia de Cristo para reinar en la vida eterna.
El mismo Señor dice en Jn 3,5: “el que no renazca del agua y del Espíritu no puede entrar en el
reino de Dios”. Por tanto, se hizo necesario bautizar a los niños para que, como naciendo incurren
en la condena por vía de Adán, así renaciendo consigan la salvación a través de Cristo. Se hizo
17
conveniente también bautizar a los niños para que, alimentados desde la infancia con las cosas de
la vida cristiana, perseveren en ella con más entereza, conforme a las palabras de Prov 22,6:
“Instruye al niño al empezar su camino, que luego, de viejo, no se apartará de él.”

“La regeneración espiritual, que tiene lugar en el bautismo, es en cierto modo semejante al
nacimiento carnal en el sentido siguiente: como los niños cuando están en el útero materno no se
alimentan por sí mismos, sino que se nutren del sustento de la madre, así también los niños, que
no tienen uso de razón y que están como en el útero de la madre Iglesia, no reciben la salvación
de ellos mismos, sino de la Iglesia. Por lo que San Agustín dice en I De peccatorum meritis et
remissione: La madre Iglesia ofrece a los niños su boca maternal para que sean instruidos en los
santos misterios, ya que no pueden todavía por su propia voluntad creer para la justicia, ni
proclamar la fe con su boca para la salvación. Ahora bien, si por este motivo se les llama
correctamente fieles, porque en cierto modo proclaman su fe por boca de sus padrinos, ¿por qué
no se les ha de considerar también como penitentes cuando por boca de los mismos padrinos
renuncian al demonio y a este mundo? Y por la misma razón, puede decirse de ellos que tienen
intención, no por un acto propio, puesto que ellos a veces se resisten y lloran, sino por la acción
de quienes les presentan.”

Y San Agustín:

“El niño es engendrado una sola vez por la voluntad de otros. Después no puede ser atado con el
vínculo de la iniquidad ajena si no consiente en ello por su propia voluntad, conforme a las
palabras de Ez 18,4: «La vida del padre es mía, lo mismo que la del hijo. El que peque es quien
morirá». Pero por eso contrajo de Adán lo que es borrado con la gracia de este sacramento,
porque su alma no era todavía un ser vivo independiente.”

Otras referencias sobre el bautismo de niños:

Un obispo ortodoxo comenta acerca del bautismo de niños:

“Normalmente sospecho de los argumentos basados en el silencio; pero cuando Jesús −el
cumplidor del judaísmo− vino a un pueblo que durante miles de años había admitido a los niños
judíos al pacto por el mandamiento expreso de Dios a Abraham −su fundador−, y cuando durante
mucho tiempo habían admitido a los hijos de los gentiles conversos, bautizándolos junto a toda la
familia, entonces el argumento basado en el silencio se hace formidable. ¿Resulta coherente que
si Jesús hubiera querido cambiar este procedimiento milenario, nos hubiese dado algún indicio de
que en el futuro a los niños debía tratárseles de forma diferente? ¿No habría dicho en la Gran
Comisión: «Id y haced discípulos de todas las naciones, pero aseguraos de bautizar sólo a los
creyentes adultos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo»?”

Cerca del año 215 d.C., en un documento que lleva el título de La tradición apostólica, el teólogo
Hipólito hace una referencia muy natural al bautismo infantil. De hecho lo menciona como una «regla
incuestionada». «Primero −dice− se debe bautizar a los pequeños. Todos los que pueden hablar por sí
mismos deben hablar. Pero por los que no pueden hablar, sus padres o algún otro miembro de su
familia debe hacerlo.» Luego se bautizaba a los varones adultos y después a las mujeres (La tradición
apostólica, 21). Este documento dado por Hipólito para el bautismo tuvo una amplia circulación, fue
traducida a varios idiomas, y marcó la pauta durante más de mil años.

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Antes de Hipólito encontramos a Policarpo, discípulo de Juan, y que se sabe que nació en el año 69
d.C. y murió en el 155 d.C. (vivió 86 años), él dejó escrito lo siguiente: «He servido al Señor durante
ochenta y seis años, y Él nunca me hizo ningún mal...» Esto nos llevaría al año 70 d.C., y es el
momento de apogeo de la joven iglesia todavía en vida de los apóstoles. Parece casi imposible creer
que Policarpo quería dar a entender que había sido bautizado como creyente a los doce años, edad que
se consideraba suficiente para tomar una decisión adulta. De haber sido así, habría muerto de cien años.
En aquella época las personas no duraban tanto, eso era muy extraño, así que con toda certeza
Policarpo fue bautizado de pequeño: ochenta y seis años antes de su martirio.

También encontramos a Orígenes que por tres ocasiones menciona el bautismo de niños como una
costumbre de la iglesia, y en su Comentario sobre Romanos 6.5-7 dice: «Por esta razón la iglesia
recibió de los apóstoles la tradición de bautizar también a los niños». Orígenes nació en el año 185
d.C., en el seno de una familia cristiana, y si opina que el bautismo de niños era una práctica apostólica,
seguramente él también habría sido bautizado de pequeño.

Se trata de un cuadro claro y uniforme: los creyentes primitivos bautizaban a los niños, y consideraban
esto una práctica apostólica. Creo que una sola voz se levanta contra esta práctica en los primeros 1.500
años de la historia de la iglesia: la de Tertuliano (160-200 d.C.). Por supuesto que ello no quiere decir
que no existieran movimientos reformadores en la iglesia durante ese tiempo. Desde luego que sí. El
montanismo en el siglo II, el donatismo en el IV, husitas y seguidores de Wycliffe al final de la Edad
Media, todos prepararon el camino de la Reforma. Y todos, de una u otra manera, atacaban los errores
de la iglesia institucional; pero no cuestionaron la validez de bautizar a los hijos de los creyentes.

Pero dejemos a un lado la historia y reflexionemos en lo siguiente: supongamos que la iglesia del siglo
II hubiera cambiado las reglas, limitando el bautismo a los que están plenamente conscientes de sus
actos; ¿no habríamos oído algo sobre ello? Cuando a mediados del siglo I la iglesia gentil no vio la
necesidad de insistir en la circuncisión y guardar la Ley como condiciones de entrada en la familia de
Dios, hubo un debate tremendo que ha dejado huella no solamente en Hechos 15 sino en muchos otros
lugares del Nuevo Testamento. El eco de dicho debate fue enorme. ¿Debemos suponer que un cambio
de iguales −si no mayores− proporciones ocurrió al principio del siglo II sin que se haga referencia
alguna a ello en la literatura que nos ha llegado? Esto sería forzar demasiado la credulidad. Las
evidencias sugieren que la iglesia apostólica bautizaba a los hijos de sus miembros en su más tierna
infancia, y que esta práctica continuó en todo el período de la iglesia unida hasta la protesta de los
anabaptistas durante la Reforma.

El bautismo es el sacramento de nuestra adopción, absolución y justificación. No sacamos ningún


provecho del mismo si no hacemos lo que éste presupone: esto es, arrepentirnos y creer. Pero
constituye la demostración permanente de que la salvación no depende de nuestra fe personal tan
falible, sino de lo que Dios ha hecho por nosotros. El bautismo infantil nos recuerda que no nos
salvamos por nuestra fe, sino por el acto misericordioso de Dios a nuestro favor, el cual resiste venga lo
que venga.

El bautismo infantil destaca la iniciativa de Dios en la salvación.

Todos concuerdan en que el bautismo es el sello del pacto entre la gracia de Dios y nuestra respuesta,
pero hay que administrar este sacramento en algún momento. ¿Debe acoplarse principalmente a la
respuesta humana, o a la iniciativa divina? He aquí el meollo de la cuestión. Aquí es donde los

19
paedobautistas (los que bautizan a los niños) y los bautistas se separan. La denominación bautista cree
que uno no debe ser bautizado hasta que crea, porque asocian el sello del pacto principalmente a la
respuesta humana. La postura de los paedobautistas, que ha sido la principal del pensamiento cristiano,
es distinta. Sí, la respuesta es de vital importancia, y hay que dejar sitio para ella en algún acto
sacramental como la confirmación. Pero el bautismo es la señal suprema del amor de Dios para con
nosotros, anterior a nuestra respuesta y lo que la provoca. Para el bautista, el bautismo testifica
principalmente de lo que hacemos en respuesta a la gracia de Dios. Para el paedobaptista, habla
principalmente de lo que Dios ha hecho para que todo sea posible.

A continuación dos cartas que escribieron dos fieles a un pastor que practicaba el bautismo de bebés, la
primera carta presenta un argumento a favor del bautismo infantil, la segunda una experiencia personal.

Una carta sobre el bautismo infantil: la teología

He llegado a comprender que el bautismo es la señal de lo que Dios ha hecho y hará, en


lugar de lo que nosotros hacemos. Es principalmente un testimonio de las promesas de Dios en
el evangelio, en vez de un testimonio de nuestra fe. Esto me ha ayudado a ver la unidad del
bautismo cristiano sin importar la edad del candidato.
Tengo la impresión de que los creyentes que aceptan el bautismo infantil sin comprender
esto realmente lo consideran como algo distinto del bautismo de adultos, con el cual comparte
sólo el nombre. Al aceptar la perspectiva bautista del bautismo de adultos como principalmente
una profesión pública de fe y un acto de obediencia, les cuesta justificar el bautismo infantil (en
lugar de la dedicación de los pequeños) excepto como simplemente parte de la tradición o un
sacramentalismo extremo.
Esta clase de paedobautista realmente está de acuerdo con sus hermanos bautistas en que
lo que ocurre en los dos casos es esencialmente distinto por las obvias diferencias en los
candidatos. Si uno nunca ha aprendido a considerar el bautismo en términos de lo que Dios hace
en el rito, no resulta extraño que piense en la «declaración» únicamente en términos del
creyente, o de los padres, o de la fe de la iglesia, en lugar de en la declaración que Dios hace de
Su aceptación y justificación de los pecadores.
Espero que su libro ayude a todos los creyentes a comprender mejor su propio bautismo.
Espero que ayude tanto a los que aceptan el «bautismo de conversos» como el «bautismo de los
hijos del pacto» (terminología propia) a entender que ambos declaran igualmente las promesas y
la gracia de Dios en el evangelio (librándose así tanto de un enfoque esencialmente bautista del
bautismo de adultos como de una idea sentimental o bien mágica del bautismo infantil). Espero
que ayude a los creyentes bautistas a tener una idea más teocéntrica del bautismo (librándose así
de una exposición del bautismo de creyentes centrada en el hombre y de su actitud crítica hacia
el bautismo de los hijos de creyentes). Que el Señor le dé palabras claras y un espíritu
conciliador.

Una carta sobre el bautismo infantil: la experiencia

Mi estado mental es infinitamente mejor al que he tenido desde hace años, en gran parte
por la culminación de un largo proceso de curación. En septiembre había orado por mi sanidad
interior y una barrera importante pareció levantarse. En agosto, mi madre me contó que a los
tres meses de edad me hospitalizaron a causa de un cólico. Eso no sólo sucedió en una época en
la que los padres no podían visitar a sus hijos ingresados, sino que también mi madre había
tenido que salir entonces de la ciudad para atender a mi abuelo, el cual se estaba muriendo de
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una dolencia cardiaca. Esto fue claramente una de las raíces de mi temor al rechazo.
Lo interesante es que al llegar al momento de imaginarme a Jesús entrando en escena, no
fue aquello en absoluto lo que el Señor me hizo ver: en su lugar tuve una imagen vívida de mi
bautismo −que sucedió poco después de mi enfermedad−. Vi al pastor sosteniéndome en sus
brazos fuertes y seguros, y una luz rodeándome. Tuve la sensación de estar sumergida en una
luz líquida que fluía en y a través de mí, llenando todos los huecos y sanando las heridas. Mi yo
infantil sabía que Jesús me reclamaba como Suya, y que nunca me dejaría ni me abandonaría.
Fue algo increíble. ¡Ese bautismo fue muy real!

Otras consideraciones para bautizar a los bebés

Otra cosa que suelen decir para no bautizar a los niños es que de ellos es el Reino de los Cielos, citando
unos pasajes de la Biblia que no dan el verdadero significado con respecto a los textos originales, los
cuales deberían de decir lo siguiente: “Mas Jesús llamó a los niños, diciendo: «Dejad que los niños
vengan a mí y no se lo impidáis; porque de los que son como éstos es el Reino de Dios.” Lucas 18,16 y
“Mas Jesús les dijo: «Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis porque de los que son
como éstos es el Reino de los Cielos.»” Mateo 19,14. Es muy diferente “de los que son como éstos” a
“de los tales es”. Esto lo vemos en el contexto del capítulo donde el niño en el pensamiento judío no
significaba nada, no contaba para nada, recibía sin mayores cosas todo lo que le daban; por eso, como
los niños hay que recibir el reino sin exigencias, sin presunción, contraria a la actitud de los fariseos.
Recibir el Reino de Dios como los niños, con humildad y gratitud. Así como los niños tienen plena
confianza en sus padres nosotros tenemos que poner toda la confianza en nuestro Padre celestial.

De hecho Jesús lo refuerza en el siguiente pasaje: “Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios
como niño, no entrará en él.»” Marcos 10,15; en donde en la traducción de la Reina Valera dice “De
cierto os digo, que el que no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él”.

Para la cita de Mateo 19,14 ya Jesús había dicho “«Yo os aseguro: si no cambiáis y os hacéis como los
niños, no entraréis en el Reino de los Cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el
mayor en el Reino de los Cielos.” Mateo 18,3-4. Así que el verdadero sentido de esto es ser como un
niño.

No quiere decir que los niños que no se bautizan vayan al infierno, Dios en su infinita misericordia
puede tener caminos no conocidos para la salvación de estos niños, pero lo que no debemos hacer es
negarles el bautismo que es necesario.

Otro de los motivos que arguyen para no bautizar niños es que Jesús se bautizó de adulto y debemos de
seguir su ejemplo. Pero debemos recordar que el bautismo de Juan el Bautista no es el bautismo de los
cristianos: “Yo os bautizo en agua para conversión; pero aquel que viene detrás de mí es más fuerte
que yo, y no soy digno de llevarle las sandalias. El os bautizará en Espíritu Santo y fuego.” Mateo
3,11; a diferencia del de Jesús: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el
nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo,” Mateo 28,19. Lucas lo aclara muy bien: “...El
replicó: «¿Pues qué bautismo habéis recibido?» - «El bautismo de Juan», respondieron. Pablo añadió:
«Juan bautizó con un bautismo de conversión,....Cuando oyeron esto, fueron bautizados en el nombre
del Señor Jesús. Y, habiéndoles Pablo impuesto las manos, vino sobre ellos el Espíritu Santo y se
pusieron a hablar en lenguas y a profetizar.” Hechos 19,1-6

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El bautismo que recibió Jesús no fue porque Él se arrepintió. Tampoco fue para recibir el Espíritu
Santo, lo tuvo desde siempre. Juan el Bautista nos enseña la diferencia entre los dos bautismos: Yo a la
verdad os he bautizado con agua; pero él os bautizará con Espíritu Santo (Mr 1,8. Ver también Hch
11, 16 y 19, 3-5). Juan no bautizó en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Jesús se bautizó
para manifestar su autoridad: “Y luego, cuando subía del agua, vio abrirse los cielos, y al Espíritu
como paloma que descendía sobre él. Y vino una voz de los cielos que decía: Tú eres mi Hijo amado;
en ti tengo complacencia” (Mc 1, 10-11). El bautismo de Juan era el bautismo judío que era solamente
un rito exterior que no purifica interiormente. Todo buen judío, como Jesús, lo hacía.

También debemos recordar que Jesús se bautizó a los 30 años ya que esa sería la señal de que Él era el
Mesías. Y no es que se debe ser adulto para bautizarse, porque de lo contrario se hubiera bautizado a
los 12 años de edad que era cuando un judío cumplía su mayoría de edad.

Y por último objetan bautizar niños porque dicen que debemos hacer todo lo que Jesús hizo, pero se
olvidan de lo que Él mando a hacer. Porque de ser así tendríamos que ir al desierto y ayunar 40 días y
40 noches, ser circuncidado como Jesús, etc.

En resumen: el pecado es una enfermedad del alma, es quebrantar mi relación con Dios y también una
esclavitud: “Jesús les respondió: «En verdad, en verdad os digo: todo el que comete pecado es un
esclavo.” (Jn 8,34). Y Jesús vino a sanar a los enfermos en el pecado: “Al oír esto Jesús, les dice: «No
necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal; no he venido a llamar a justos, sino a
pecadores.»” (Mc 2,17). Los niños nacen en pecado, con el pecado original. Por la desobediencia de
Adán, el niño nace con una naturaleza "enferma" y necesita la sanación de Jesús a través del bautismo
(“a ésta corresponde ahora el bautismo que os salva y que no consiste en quitar la suciedad del
cuerpo, sino en pedir a Dios una buena conciencia por medio de la Resurrección de Jesucristo” 1 P
3,21). Podría un padre que ama a su hijo decirle: tú eres solamente un niño y no puedes decidir por ti
mismo, así que no te voy a llevar al hospital hasta que tomes tú la decisión si quieres ir o no. Acuérdate
de lo que dice Lucas: “Le presentaban también los niños pequeños para que los tocara” Lc 18,15.

El bautismo es necesario: “Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a guardar todo lo que yo os he mandado. Y
he aquí que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.»” Mt 28,19-20

Como niños alcanzamos la gracia salvífica del Bautismo, ganada por la obediencia de Jesús, sin
necesidad de tomarla concientemente. Los no católicos oran por sus familiares y amigos no cristianos.
Ellos “se paran en la brecha” por sus seres queridos y creen que con sus oraciones conseguirán un flujo
de gracia sobre la persona, incluso cuando esta no lo hubiera elegido.

Doy a continuación una carta que le podrías escribir a tu hijo y guardársela para cuando pueda leer:

"Querido hijo:

Hoy hemos querido bautizarte en Cristo Jesús, sumergirte en la muerte y resurrección del Dios
en el que nosotros creemos.

En esta carta, que tú podrás leer más tarde, queremos explicarte el porqué.

No es por imponerte una opción por lo que hemos querido bautizarte, sino para abrir delante de ti
un camino de libertad que, el día de mañana, podrás libremente elegir de nuevo y tomarlo.
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Nosotros hemos querido darte lo mejor que teníamos. Creemos que esta pequeña semilla de la fe,
sembrada, hoy en el jardín de tu corazón, germinará, a la luz del día y en las tinieblas de la noche, en
lo más secreto de tu vida.

Te sumergimos hoy en el océano de amor de Jesucristo para darte una fuerza nueva, mayor que
nosotros y mayor que tú. Ella será el valor de tus combates, la lucidez de tus opciones, la luz de tus
pasos. Será tu esperanza y tu alegría, para vencer las fuerzas del mal.

Hemos querido bautizarte en Cristo, para que llegues a ser un hombre libre y que se mantiene en
pie, en medio de este mundo un tanto loco a veces. Y sobre todo, para que llegues a ser un hermano
que construye, con Dios, el futuro de nuestra tierra....

Lo mismo que María cuando ofreció a su Hijo Jesús en el Templo, también nosotros hemos
querido conducirte al umbral de la Casa de Dios....

Pues es Jesús, y sólo él, tu Salvador y tu Señor, quien trazará mañana un camino de paz y de
libertad para ti. Por encima de tus angustias y de tus miserias, él te abrirá la Casa de su Padre y, en tu
muerte, hará brotar su eternidad".

La historia sobre el bautismo de niños

Encontramos tumbas con inscripciones muy explícitas acerca del bautismo de niños como por ejemplo:

"Aquí descansa Arquilla, recién bautizada; tenía un año y cinco meses cuando falleció el día 23 de
febrero".

"149 d.C. Nacido con el nombre de Pascasio Severo el jueves de Pascua, día anterior a las nonas de
abril... quien vivió seis años, recibió la gracia el 11 de las calendas de mayo y depuso sus albas
bautismales en el sepulcro la octava de Pascua."

"151 d.C. Aquí está puesta Veneriosa, recién bautizada, que vivió seis años, finó el 8 de las idus de
agosto."

"152 d.C. A Domisio inocente, recién bautizado, que vivió tres años, treinta días".

San Agustín defendió el bautismo de los niños: “¿Quien es tan inmoral para querer excluir a los
infantes del reino de los cielos, prohibiendo que sean bautizados y nacer de nuevo en Cristo?” San
Agustín (354-430).

Y no pasó a más, pero fue hasta la reforma protestante cuando se volvió a infiltrar la idea de no bautizar
niños; así los que iniciaron con estos se llamaron Anabaptistas y luego la idea fue acogida por algunas
iglesias como los bautistas y los pentecostales.

Las iglesias luteranas y reformadas afortunadamente siguen con el bautismo bíblico de los niños como
lo podemos ver en los siguientes ejemplos:

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Confesión de Augsburgo 1530 Artículo 9 (Iglesias Luteranas) El bautismo: “Enseñamos que el
Bautismo es necesario para la salvación y que por el Bautismo se nos da la gracia divina. Enseñamos
también que se deben Bautizar los niños y que por este Bautismo son ofrecidos a Dios y reciben la
gracia de Dios. Es por esto que condenamos a los Anabaptistas que rechazan el Bautismo de los niños.”

Confesión de Westminster 28.IV (Iglesias reformadas): “No sólo han de ser bautizados los que de
hecho profesan fe en Cristo y obediencia a Él, sino también los niños hijos de uno o de ambos padres
creyentes.”

Catecismo de Heidelberg pregunta 74. (Iglesias reformadas): “Pregunta: ¿Se ha de bautizar también a
los niños? Respuesta: Naturalmente, porque están comprendidos, como los adultos, en el pacto, y
pertenecen a la iglesia de Dios (a). Tanto a éstos como a los adultos se les promete por la sangre de
Cristo, la remisión de los pecados (b) y el Espíritu Santo, obrador de la fe (c); por esto, y como señal de
este pacto, deben ser incorporados a la Iglesia de Dios y diferenciados de los hijos de los infieles (d),
así como se hacía en el pacto del Atiguo Testamento por la circuncisión (e), cuyo sustito es el Bautismo
en el Nuevo Pacto (f).a. Gén. 17:7.-b. Mateo 19:14.-c. Luc. 1:15; Salmo 22:10; Isaías 44:1-3; Hechos
2:39.-d. Hechos 10:47.-e Gén.17:14.-f. Col. 2:11-13.

Confesión Helvética (Antigua confesión protestante de 1566) “Nos oponemos a los anabaptistas, los
cuales no aceptan el bautismo infantil de los hijos de los creyentes. Pero según el Evangelio, «el reino
de Dios es de los niños», y estos están incluidos en el pacto de Dios. ¿Por qué, pues, no deben recibir
la señal del pacto de Dios? ¿Por qué no deben ser consagrados por el santo bautismo, teniendo en
cuenta que ya pertenecen a la Iglesia y son propiedad de Dios y la Iglesia? Igualmente desechamos las
demás doctrinas de los anabaptistas que contienen pequeños hallazgos propios y contrarios a la Palabra
de Dios. Resumiendo: No somos anabaptistas y con ellos no tenemos nada en común. “

Los 39 Artículos de la religión, (Confesión doctrinal histórica de la Iglesia Anglicana) Capítulo 27.
“Del Bautismo. El Bautismo no es solamente un signo de la profesión y una nota de distinción, por la
que se identifican los Cristianos de los no bautizados; sino también es un signo de la Regeneración o
Renacimiento, por el cual, como por instrumento, los que reciben rectamente el Bautismo son injertos
en la Iglesia; las promesas de la remisión de los pecados, y la de nuestra Adopción como Hijos de Dios
por medio del Espíritu Santo, son visiblemente señaladas y selladas; la Fe es confirmada, y la Gracia,
por virtud de la oración a Dios, aumentada. El Bautismo de los niños, como más conforme con la
institución de Cristo, debe conservarse enteramente en la Iglesia.”

Los padres de la Iglesia:

• Ireneo (180): Contra las herejías, 2:22:4.


• Hipolito (215): La Tradición Apostólica, 21:16.
• Orígenes (244): Homilías sobre Levítico, 8:3 y Comentarios sobre romanos , 5:9.
• Cipriano (251): Carta a Fido, 64:2 y 64:5.
• Concilio de Cártago: Condena posponer el bautismo.
• Orígenes: Comentarios sobre Romanos, 5:9, La Iglesia recibió de los Apóstoles la tradición de
bautizar a los niños.

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El bautismo ¿Sólo por inmersión?

Algunas denominaciones no-católicas dicen que el bautismo para que sea válido debe ser por inmersión
y que no es bíblico la infusión de agua, pero ambas son válidas. La palabra “bautismo” significa
“sumergir” pero también es “un derrame”, el agua derramada es símbolo del Espíritu: “Derramaré
agua sobre el sediento suelo, raudales sobre la tierra seca. Derramaré mi espíritu sobre tu linaje, mi
bendición sobre cuanto de ti nazca.” Isaías 44,3; “Os rociaré con agua pura y quedaréis purificados;
de todas vuestras impurezas y de todas vuestras basuras os purificaré. Y os daré un corazón nuevo,
infundiré en vosotros un espíritu nuevo, quitaré de vuestra carne el corazón de piedra y os daré un
corazón de carne.” Ezequiel 36,25-26

En las primeras comunidades vemos que la inmersión en el agua no pudo haber sido en algunas
ocasiones, ¿qué método utilizaron?

“Y ahora, ¿qué esperas? Levántate, recibe el bautismo y lava tus pecados invocando su nombre.”
Hechos 22,16; Pablo estaba en una casa y le pidieron que se levantara y en ese momento se bautizara,
no fue que le pidieron que salieran a buscar un río para bautizarlo sumergiéndole.

Otro ejemplo: “Los que acogieron su Palabra fueron bautizados. Aquel día se les unieron unas 3.000
almas.” Hechos 2,41; en Jerusalén no hay río ni algo parecido para poder sumergir a una persona,
únicamente existían lo pozos, pero es ilógico pensar que lo usaran para tal fin y menos para 3000
personas en un mismo día.

El carcelero fue bautizado de noche: “En aquella misma hora de la noche el carcelero los tomó
consigo y les lavó las heridas; inmediatamente recibió el bautismo él y todos los suyos.” Hechos 16,33;
de nuevo no es lógico pensar que salieran de noche a buscar un río o algo parecido para sumergirlo, y
menos porque no había suficiente luz y era muy peligroso.

Sin excepción, los ritos de purificación se hicieron por aspersión o derramamiento, nunca por
inmersión. Comparemos estos ritos de “rociar” descritos en Hebreos capitulo 9 con las prácticas
originales en el Antiguo Testamento:

“Pues si la sangre de machos cabríos y de toros y “Se tomará para el impuro ceniza de la
la ceniza de vaca santifica con su aspersión a los víctima inmolada en sacrificio por el pecado,
contaminados, en orden a la purificación de la y se verterá encima agua viva de una vasija.
carne,” Heb 9,13 Un hombre puro tomará el hisopo, lo mojará
en agua y rociará la tienda y todos los objetos
y personas que había en ella, e igualmente al
que tocó los huesos o al asesinado, o al
muerto, o la sepultura.” Nu 19,17-18
“Pues Moisés, después de haber leído a todo el “Tomó Moisés la mitad de la sangre y la echó
pueblo todos los preceptos según la Ley, tomó la en vasijas; la otra mitad la derramó sobre el
sangre de los novillos y machos cabríos con agua, altar. Tomó después el libro de la Alianza y lo
lana escarlata e hisopo, y roció el libro mismo y a leyó ante el pueblo, que respondió:
todo el pueblo” Heb 9,19 «Obedeceremos y haremos todo cuanto ha
dicho Yahveh.» Entonces tomó Moisés la

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sangre, roció con ella al pueblo y dijo: «Esta
es la sangre de la Alianza que Yahveh ha
hecho con vosotros, según todas estas
palabras.»” Ex 24,6, 8
“Igualmente roció con sangre la Tienda y todos “Moisés lo inmoló y roció con la sangre todos
los objetos del culto;” Heb 9,21 los lados del altar.” Lev 8,19
“Tomando luego la sangre del novillo, rociará
con su dedo el lado oriental del propiciatorio,
y con su dedo hará siete aspersiones de
sangre delante del propiciatorio.” Lev 16,14

Como lo citamos antes en Ez 36,25 fue profetizada y tipificada la limpieza espiritual de que gozamos
hoy como semejante a las aspersión de agua. Cabe recalcar que en la Iglesia Católica el bautismo por
inmersión sí es una manera válida de bautizar (Catecismo de la Iglesia Católica # 628 y 1214).

Un poco de historia sobre la forma de bautizar

La Didaché o enseñanza de los apóstoles, escrita alrededor del año 60 d.C. nos dice:

Didaché 60 d.C.: "Bautizad de la siguiente manera: Después de explicar todos estos puntos, en el
nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en una corriente de agua. Pero si no hay una corriente
de agua cercana, en otro cuerpo de agua, si no la hubiera fría que sea agua caliente pero si no tienes ni
una ni otra, vuelca agua sobre la cabeza tres veces en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu
Santo. Y que nadie coma o beba de la Eucaristía sino aquellos bautizados en el nombre del Señor.
Porque concerniente a esto el Señor ha dicho: ‘No déis a los perros lo que es santo’"

La Iglesia primitiva admitía tres maneras de bautizarse: inmersión, rociar y vertir el agua

• Didajé (7): "Bautizar de esta manera: En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo en
agua corriente. Si no tienes agua corriente, derrama tres veces agua sobre la cabeza".
• Hipólito (215): La Tradición Apostólica, 21.
• Orígenes (250): Comentario sobre Romanos, 5:8-9.
• Cornelio I (251): Carta a Fabio de Antioquía, 6:43.
• Cipriano (254): Carta a un cierto Magno 69 (76):12 y Carta a Jubiano 73:18.

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Conclusión

Jesucristo dijo en Mateo 19,14 "Dejad que los niños vengan a mí, y no se lo impidáis..." También
dijo en Juan 3,5 "... el que no nazca de agua y de Espíritu NO PUEDE ENTRAR EN EL REINO
DE DIOS." ¿Cómo pueden venir a Él al menos que sean Bautizados?

Recuérdenlo bien: Con el Espíritu Santo, las personas reciben la sabiduría de Dios, y son más fuertes
para resistir las tentaciones. No dejarlos que resistan estas tentaciones con el Espíritu Santo, sería dejar
que progresaran en la maldad, pues Dios nos dice: "las trazas del corazón humano son malas desde
su niñez". (Génesis 8:21). Y todos sabemos que Jesús no quiere que sus Hijos se inclinen hacia la
maldad. Por lo tanto, si permiten que sus hijos lleven el pecado original, CON SEGURIDAD les están
impidiendo llegar a Jesús.

¿Y qué tiene que ver esto con el bautismo? Es fácil de explicar: Cuando un joven que no ha sido
bautizado es seducido por la maldad, puede gustarle y convertirse en un esclavo del pecado, como pasa
con niños de 9 o 10 años que ya son adictos a la pornografía, incluso drogas. Estos son casos REALES.
Ahora, la gracia infinita de Dios, les dará una conciencia que les diga que están obrando mal, y se
arrepentirán con una mayor facilidad que si no hubieran sido bautizados. Pues si no tienen el Espíritu
Santo, ¿quién les ayudará a saber en sus corazones si algo es bueno o malo? Pues de tenerlo, tendrían
escritos sus mandamientos en sus corazones.

El pecado es una enfermedad del alma, es un malestar en mi relación con Dios y también una
esclavitud: Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo
es del pecado (Jn 8,34).

AMÉN

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