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TEMA 1.

- RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ESPAÑA


CONTEMPORÁNEA P.A.U. 2009/2010

5.- EL MOVIMIENTO COMUNERO.


El movimiento comunero o la Guerra de las Comunidades de Castilla fue el
levantamiento armado de los denominados comuneros, acaecido en la Corona de Castilla desde
el año 1520 hasta 1522, es decir, a comienzos del reinado de Carlos I. Las ciudades
protagonistas fueron las del interior castellano, situándose a la cabeza de las mismas las de
Toledo y Valladolid, seguidas de Segovia, Ávila y Burgos entre otras.

El levantamiento se produjo en una situación de inestabilidad política en la corona de


Castilla, que se arrastraba desde la muerte de Isabel la Católica (1504) y las conflictivas
regencias de Fernando y el Cardenal Cisneros.

En octubre de 1517, Carlos I llegó a Asturias, proveniente de Flandes, donde se había


autoproclamado rey de sus posesiones hispánicas en 1516. A las Cortes de Valladolid de 1518
llegó sin saber hablar apenas castellano y trayendo consigo un gran número de nobles y clérigos
flamencos como Corte, lo que produjo recelos entre las élites sociales castellanas, que sintieron
que su advenimiento les acarrearía una pérdida de poder y estatus social. Este descontento fue
transmitiéndose a las capas populares. Estos recelos comenzaron a cobrar tintes de realidad
cuando su corte flamenca comenzó a ocupar los puestos de poder castellanos, siendo el
nombramiento más escandaloso el de Guillermo de Croy, un joven de tan sólo 20 años, como
Arzobispo de Toledo sucediendo al Cardenal Cisneros.

Las Cortes le reclamaron más atención a los asuntos del reino, pero el monarca sólo las
convocó para pedir dinero para su coronación como Emperador. Dichas demandas fiscales,
coincidentes con la salida del rey para la elección imperial en Alemania (Cortes de Santiago y La
Coruña de 1520), produjeron una serie de revueltas urbanas que se coordinaron e
institucionalizaron, llegando a constituirse estas ciudades en gobierno del reino.

El reino comenzó a alimentar la idea de sustituir la figura del rey, tomando la iniciativa
Toledo, que defendía metas mayores, como convertir a las ciudades castellanas en ciudades
libres, similar a lo que ya ocurría con Génova y otros territorios italianos. Por el reino ya
circulaba la idea de destronar a Carlos I y acudir a Tordesillas para ofrecer la corona a la reina
propietaria de Castilla: la madre de Carlos, Juana, cuya incapacidad o locura podía ser objeto de
revisión, aunque la propia Juana, de hecho, no colaborara.

Este movimiento, cuyos principales dirigentes eran Juan de Padilla, Juan Bravo y
Francisco Maldonado, agrupaba a un sector de los hidalgos y de las clases medias urbanas
(artesanos, mercaderes, funcionarios).

Un movimiento de tan diversa composición social había de tener necesariamente


reivindicaciones también diversas, que contentasen a todos. Entre las reclamaciones principales
cabe destacar:

a) El regreso de Carlos a España.


b) La exclusión de los extranjeros de los cargos políticos.
c) Un mayor protagonismo político de las Cortes.
d) La reducción de los impuestos y de los gastos de la Corte.
e) La protección de la industria nacional, especialmente la textil muy perjudicada por
la exportación de lana que beneficiaba a la monarquía por los impuestos que
cobraba, pero privaba a la industrial textil castellana de materia prima.

En pocos meses, el conflicto se extendió y se produjeron también revueltas campesinas


de carácter antiseñorial contra los abusos de la nobleza, por lo que ésta, que hasta entonces

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TEMA 1.- RAÍCES HISTÓRICAS DE LA ESPAÑA
CONTEMPORÁNEA P.A.U. 2009/2010

había permanecido al margen del conflicto, unió sus fuerzas a las del rey para acabar con los
comuneros.

Tras prácticamente un año de rebelión, los sublevados se encontraron pronto frente a los
partidarios del emperador (particularmente la alta nobleza y los territorios periféricos
castellanos, como Andalucía) y las tropas imperiales que asestaron un golpe casi definitivo a los
comuneros en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Allí mismo, al día siguiente, se
decapitó a los líderes comuneros (Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado). El
ejército comunero quedaba descompuesto. Solamente Madrid y Toledo mantuvieron viva su
rebeldía, hasta su rendición definitiva en mayo y octubre de 1521 respectivamente. Pese a esta
rendición, Toledo fue escenario de una nueva revuelta en febrero de 1522, dirigida por María
Pacheco, viuda del líder comunero Padilla, que terminó con el exilio de ésta a Portugal y la
derrota de los comuneros

Las consecuencias fundamentales de la Guerra de las Comunidades fueron la pérdida de


la élite política de las ciudades castellanas, en el plano de la represión real; y en las rentas del
Estado. El poder real se veía obligado a indemnizar a aquellos que perdieron bienes o
sufrieron daños en sus posesiones durante la revuelta.

La forma de pago de estas indemnizaciones se solucionó mediante un impuesto


especial para toda la población de cada una de las ciudades comuneras. Estos impuestos
mermaron las economías locales de las ciudades durante un periodo aproximado de veinte años,
debido a la subida de precios. De igual modo, la industria textil del centro de Castilla perdió
todas sus oportunidades de convertirse en una industria dinámica.

La nobleza queda definitivamente neutralizada frente a la triunfante monarquía


autoritaria; su segmento alto o aristocracia, se vio compensada por su apoyo al emperador, con
cuyos intereses quedaba identificada estrechamente, pero quedando clara la subordinación de
súbditos a monarca. Las Cortes de Toledo de 1538, últimas a las que se convocó a la nobleza
como brazo o estamento, sancionaron esa nueva forma de gobernar la Corona de Castilla, pieza
central de lo que ya puede llamarse la Monarquía Católica o Monarquía Hispánica de los
Habsburgo.

Su carácter ha sido objeto de agitado debate historiográfico, con posturas y enfoques


contradictorios. Así, algunos estudiosos califican la Guerra de las Comunidades como una
revuelta antiseñorial; otros, como una de las primeras revoluciones burguesas de la Era
Moderna, y otra postura defiende que se trató más bien de un movimiento antifiscal y
particularista, de índole medievalizante o retrógrada.

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