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Introducción
M
e gustaría empezar este artículo relatando dos casos que, aunque pa-
rezcan distintos entre sí, presentan una versión de los acontecimientos
que evidencia la posibilidad de contar una historia según diferentes
puntos de vista (Geertz, 1997).
Hacia comienzos del siglo veinte, cuando Malinowski (1991) se encontraba
en las Islas Trobiand haciendo trabajo de campo, sucedió un hecho, que si bien
no salía de la rutina de la vida del lugar, llamó la atención del etnógrafo. Mien-
tras estaba descansando en la aldea, Malinowski percibió una gran conmoción
a su alrededor: se debía a una muerte que había ocurrido en un pueblo cercano.
Al preguntar a los nativos, fue informado de que Kima’i, un joven de dieciséis
años, murió al caer de un cocotero. El antropólogo se trasladó al pueblo del
joven muerto, donde se estaban realizando los rituales mortuorios. Entusias-
mado con las características ceremoniales de ese acto, Malinowski reconoce
que no reparó en las “circunstancias de la tragedia” (1991:94).
Sin embargo, tiempo más tarde, se reveló ante el etnógrafo otra versión del
evento. En sus palabras, “descubrí el verdadero significado de ese aconteci-
miento” (1991:94): el joven se había suicidado porque había quebrado la regla
de exogamia. El suicidio era su única salida ya que el novio de la joven había
acusado públicamente a Kima’i.
La otra historia que quiero relatar nos lleva a otro tiempo y espacio. El 17 de
marzo de 1998 los diarios argentinos publicaron una noticia sobre un procedi-
miento policial que involucró la detención de dos “peligrosos delincuentes” en
la Estación de Trenes de Belgrano, un barrio de clase media alta de la ciudad de
Buenos Aires. Según la versión de los diarios, el exitoso operativo policial evitó
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dero problema es cómo las reglas se adaptan a la vida” (1991:151). Es claro que
ni las reglas son un reflejo de la realidad, ni la realidad es un reflejo de las reglas.
Al contrario, realidad y reglas mantiene una relación de mutua constitución.
Esa afirmación llama la atención sobre el proceso de producción de normas,
así como sobre el proceso de transformación de los acontecimientos en hechos
jurídicos. Procesos ambos que nos llevan a considerar la “cultura jurídica” (Ga-
rapon, 1997:155) dentro de la que se desarrollan, que supone principios y
modos específicos de entender el derecho.
Así, este trabajo tiene como objetivo comprender el modo por el cual ciertos
acontecimientos son introducidos en los procesos judiciales, a través de una
serie de procedimientos legales y de dispositivos informales. Focalizando en la
relación entre hecho y ley, entre lo que ocurrió y lo que es legal (Geertz,
1997:253), me interesa analizar cómo se da el pasaje que transforma los acon-
tecimientos en un hecho jurídico: ¿qué transformaciones sobre los aconteci-
mientos exige ese proceso y cuáles son sus efectos?
Para avanzar en esta dirección, parto del análisis del segundo relato presen-
tado al inicio de este trabajo. Se trata de un caso de un “procedimiento policial
fraguado”1, en el que dos personas fueron detenidas por la policía y procesadas
por el poder judicial por el delito de tenencia de estupefacientes y tenencia de
armas de guerra. El análisis del caso –realizado a partir de la lectura y análisis de
la causa jurídica y de entrevistas con funcionarios de la justicia- permite identi-
ficar un conjunto de operaciones interpretativas sobre las reglas jurídicas y
sobre las normas sociales y culturales, que posibilitan ese pasaje que va desde el
acontecimiento hasta el proceso jurídico, culminando con la producción de una
verdad jurídica.
antes que informar sobre lo que ocurrió, informa sobre lo que ocurrió a los ojos
del derecho (Geertz, 1997:259). Es decir, cuando un acontecimiento entra en el
campo del derecho (en su lenguaje, en sus instituciones, en sus prácticas) es
procesado y editado conforme reglas formales específicas2 de forma tal que
sufre una serie de transformaciones necesarias para presentarse como un
fenómeno jurídico.
Esas trasformaciones operan a partir del momento en que ciertos aconteci-
mientos toman contacto con personajes que ocupan posiciones sociales especí-
ficas. En la cultura jurídica argentina, de tradición occidental y propia de un
modelo con énfasis inquisitorial y represivo, es el Estado, a través de los indivi-
duos autorizados por éste, quien tiene la autoridad de interpretar y aplicar las
normas (Kant de Lima, 2001). Dentro de esta tradición, la producción del de-
recho es monopolio del Estado (Garapon, 1997:175), siendo representado
como una imposición de la autoridad, y no como producto de un consenso
sobre las reglas que regulan lo público, en relación a lo que está prohibido y lo
que está permitido. Así, los asuntos de dominio público se representan como
una propiedad del Estado, y no como hechos compartidos por todos (Kant de
Lima, 2001).
En el campo penal, esos hechos son definidos por posiciones sociales especí-
ficas autorizadas para la producción de una verdad jurídica: policías, jueces y
fiscales. En este sentido, la imparcialidad de quien decide forma parte del ima-
ginario jurídico3, pero no necesariamente de las prácticas penales. De esa
forma, el derecho es operado a través de grupos sociales que forman parte de
tramas4 sociales que implican interdependencias específicas entre los actores
(Elias, 1987). A partir de esto, creo importante entender las condiciones en las
cuales operan las normas, qué recursos y qué relaciones se movilizan, por quién
y en qué tipo de conflictos están involucradas (Moore, 1978).
A través de esas tramas de relaciones, individuos y grupos circulan, negocian
y se confrontan en un proceso de producción de la verdad jurídica, que es más
el resultado de esas relaciones sociales, políticas y de poder, que de la aplicación
universal y neutral de las normas. Además, esa verdad jurídica, antes de ser re-
sultado del consenso sobre los hechos producidos durante el proceso, lo es de
2 Denominadas en el lenguaje jurídico, reglas procesales, que en el caso del derecho penal se enumeran
en el Código Procesal Penal.
3 Imaginario explícitamente reconocido en las normas que ocupan las posiciones superiores de la pirá-
mide jurídica (Constitución Nacional y tratados internacionales reconocidos en ésta).
4 Elegí la palabra “trama” para traducir el concepto de “malha” propuesto por Roberto Kant de Lima
(1995). Kant de Lima distingue la noción de “malha” de la de “red” (network) para resaltar la idea de
que las relaciones entre los miembros del poder judicial y entre éstos y la policía no se establecen entre
individuos, sino ente grupos de personas. Esto es, esas relaciones no son transferibles de una persona
para otra, pues siempre se actúa en nombre de alguien.
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opera una primera definición del fenómeno jurídico. Por un lado, porque al
tener que enviar la causa al juez competente, tiene que transformar los aconte-
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cimientos según una clasificación jurídica . Por otro lado, porque elige las cir-
cunstancias del delito, las personas y las pruebas.
6 La policía argentina no tiene la atribución de tipificar el caso. Sin embargo, al tener que decidir sobre la
jurisdicción de la causa, es necesario definir si se trata de un delito federal, criminal, correccional (para
eso, por ejemplo, tiene que definir si un mismo hecho fue una lesión leve o una lesión grave, porque esos
dos delitos corresponden a jurisdicciones diferentes). Entonces, la policía necesariamente opera una
aproximación a la clasificación del delito, aunque el juez o el fiscal puedan reclasificarlo de acuerdo a su
entendimiento. En ese caso, pueden declararse incompetentes para juzgar el caso.
7 Artículo 183 del Código Procesal Penal Argentino (CPPA).
8 Me interesa destacar aquí la referencia al plano de las representaciones sociales, pues el estudio de las
relaciones sociales entre las víctimas, los policías y otros participantes de estos procedimientos rompe
las fronteras de ese universo.
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“Yo fui a dar una vuelta a la plaza y encontré a este otro hombre y él me
preguntó dónde podía encontrar changarines, y yo le dije que andaba
buscando trabajo y que podía hacer la changa. Yo había ido a la mañana
temprano a buscar trabajo a una empresa de carga y descarga. Me
atendió una persona en la puerta y me dijo que no había nada y por eso
me fui y me fui caminando a la Estación Constitución. Por eso me
quedé en la plaza un rato para ver si salía alguna changa. Yo trabajé un
mes con un pintor pero todo lo que ganaba me lo gastaba en droga. Me
quedé en la plaza y ahí lo conocí a este otro chico (el otro imputado),
que me pidió un cigarrillo. Cuando me iba me encontré al otro hombre
a quien tampoco había visto antes. Me dice de la changa y le digo que
podía conseguir un pibe más y lo llamo al otro muchacho para hacer la
changa juntos. (…) Yo creo que nos hicieron una cama y que caímos
nosotros porque andaban buscando changarines y justo ahí estábamos
nosotros. Y bueno fue por eso. Si yo nunca tuve problemas policiales,
nunca vine a un Juzgado”. (Extracto de la declaración indagatoria del
otro imputado).
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algún tipo de información real o simulada –que venga desde ese mundo donde
se hacen promesas, se sufren daños y se cometen infamias– se infiltrará, aunque
de forma atenuada, hasta en los tribunales de recursos”. Para Geertz, el derecho
tiene tal “temor a los hechos” que su incorporación al campo jurídico opera a
través de su simplificación y de “su reducción a las capacidades genéricas de los
guardianes de la ley” (1997:257).
En el caso de las transformaciones de los hechos a partir de las interven-
ciones de la policía, la reducción a la que se refiere Geertz opera en el sentido de
que las relaciones sociales subyacentes a esos hechos quedan ocultas tras las ca-
tegorías jurídicas. Sin embargo, también es cierto que, en el caso de los “proce-
dimientos fraguados”, el derecho antes que “mantener los hechos a distancia”
(1997:257), los crea a través de la producción de pruebas hechas a la medida
del proceso jurídico.
Así, en el caso de los “procedimientos fraguados”, las pruebas, antes que
comprobar los hechos, son producidas con la finalidad de generar una versión
oficial del delito que sea verosímil para el mundo jurídico. En este sentido, esos
procedimientos presentan la especificidad de que los hechos, no sólo son inter-
pretados, sino que también son producidos materialmente. Más que diferen-
ciar lo real de lo irreal (Geertz, 1997:260), las pruebas otorgan entidad real a la
ficción del delito producida por la policía.
Uno de los requisitos del acto de interrogar al acusado es la lectura de los he-
chos que le son imputados y la enumeración del material probatorio que sus-
tenta la acusación y que fue incluido en la causa (la lectura incluye los números
de fojas de la causa)10. Esas pruebas, informadas al acusado, son las pruebas
ofrecidas por la policía, a partir de su intervención en la calle, y eventualmente
otras pruebas producidas por iniciativa del juez o del fiscal, con autorización
del juez.
En el caso analizado, las pruebas del proceso fueron las declaraciones de los
policías que intervinieron, el acta de detención policial, las declaraciones de los
testigos civiles elegidos por la policía en el momento del operativo, las fotogra-
fías del auto y de los elementos aprehendidos por la policía, los sobres lacrados
con la droga y una pericia sobre las armas, realizada por Gendarmería Na-
cional.
10 Aunque la indagatoria del imputado sea ofrecida como una instancia para que exprese “todo lo que crea
conveniente para aclarar los hechos y las pruebas de forma de que sirva para su defensa” (artículo 298
CPPA), los imputados muchas veces sólo se reúnen con su defensor cinco minutos antes, y las pruebas
les son informadas a través de su enumeración. Así, más que presentar su versión de los hechos, el im-
putado debe concentrarse en demostrar que no es culpable.
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Esas pruebas son las que fundamentan la decisión del juez sobre la culpa o
no del acusado. Como esa decisión se basa en la “sana crítica del juez”11, es él
quien evalúa, por medio de un juicio razonable, si las declaraciones son o no
contradictorias entre sí y decide cómo interpretar el resultado de la pericia, las
fotos y la reconstrucción del delito. En función de su “convicción”, se pro-
nuncia a favor de la versión del acusado o a favor de la versión policial. En la
causa de los dos jóvenes, la sentencia del juez concluye:
A partir de ese espacio abierto a la decisión individual del juez, los hechos y
las pruebas pueden ser interpretados en direcciones opuestas en relación a la
culpa del acusado. Ahora, como veremos en el punto siguiente, esa evaluación
de las pruebas y de los hechos no es una interpretación individual del juez, sino
que depende de su inserción en tramas de relaciones.
11 De esa forma lo establece el artículo 398 del CCPA. Eso significa que es el juez quien detenta el mono-
polio para evaluar, según su conciencia, si los hechos de la causa son verídicos o no.
12 Los juzgados y las fiscalías trabajan según turnos. Es decir que se fija un período de tiempo para que cada
juzgado y fiscalía reciban las denuncias.
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15 A diferencia de las víctimas de los “procedimientos fraguados” que tienen defensores oficiales del Minis-
terio Público, los policías acusados por esos procedimientos son defendidos por abogados particulares.
Si se trata de policías de bajo rango, en general por abogados del cuerpo jurídico de la PFA. Si se trata de
policías de alto rango, por abogados de estudios jurídicos contratados a partir de convenios con la PFA.
16 Las decisiones de los tribunales pueden ser reconsideradas por los niveles jerárquicos superiores de la
Justicia: en este caso, la Cámara y, posteriormente, la Corte Suprema de Justicia.
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Conclusiones
La información producida por la policía, en la etapa preliminar del proceso, es
el primer paso de clasificación e interpretación de los hechos para su produc-
ción como fenómeno jurídico. Ésta presenta su versión de lo ocurrido, a través
de la descripción de los hechos, de los actores y de las pruebas que sustentan
esos hechos. Esa primera selección de los hechos es fundamental para la orien-
tación que seguirá el proceso en el campo judicial, siendo que la etapa de inves-
tigación del delito se debe limitar a los elementos presentes en el acta policial17.
Una vez que ingresa en el ámbito de la justicia, operan sobre ella otra serie de
clasificaciones e interpretaciones basadas en dispositivos jurídicos, pero tam-
bién en tramas de relaciones sociales entre policías, jueces, secretarios y fiscales.
Al final del proceso judicial, se opera la última transformación sobre la persona,
clasificándola como inocente o culpable.
Una de las condiciones de posibilidad para que eso suceda de esa manera es
que la policía tenga la atribución de intervenir antes de que ocurran los hechos.
A diferencia del saber jurídico, que actúa sobre lo que sucedió, a partir de la in-
terpretación de las pruebas incorporadas a la causa, el saber policial es un saber
prospectivo: actúa sobre lo que va a suceder. Esto es, se trata de un saber que
construye hipótesis sobre los hechos futuros y, en virtud del poder que le es
atribuido por el Estado, opera sobre las posibles condiciones para que esos
hechos sucedan.
Sin embargo, no se trata de que ese saber-poder prevenga un delito. Antes
bien, éste opera confirmando hipótesis de culpabilidad previamente cons-
truidas a partir de ciertos indicios. Esos indicios se basan en la categoría “sos-
pecha”18 y presentan regularidades que son informadas por el saber práctico y
que se vinculan con las características de los hechos (circunstancias de espacio,
tiempo y contexto) y de las personas involucradas. Así, “la técnica policial de
investigación, en lugar de primero descubrir los hechos y después acusar al sos-
pechoso, primero descubre al sospechoso y a partir de éste extrae los hechos”
(Kant de Lima, 1995:77). En el caso de los “procedimientos fraguados”,
además de eso, en un paso previo, la policía selecciona al sospechoso, y a través
de su saber para convertir los acontecimientos en categorías jurídicas, lo
transforma en culpable.
17 O en el caso del requerimiento del fiscal. Según el artículo 195 del CPPA, la instrucción se inicia por un
requerimiento del fiscal o por una información policial y debe limitarse a los hechos referidos en tales
actas.
18 En otro trabajo, analicé cómo la categoría sospecha, más que fundar o generar la intervención po-
licial, la legitima a posteriori, legitimándose a través de tipos legales difusos (Eilbaum, 2005).
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