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La transformación de los hechos

en los procesos judiciales: el caso


de los “procedimientos policiales
fraguados”
Lucía Eilbaum

Introducción

M
e gustaría empezar este artículo relatando dos casos que, aunque pa-
rezcan distintos entre sí, presentan una versión de los acontecimientos
que evidencia la posibilidad de contar una historia según diferentes
puntos de vista (Geertz, 1997).
Hacia comienzos del siglo veinte, cuando Malinowski (1991) se encontraba
en las Islas Trobiand haciendo trabajo de campo, sucedió un hecho, que si bien
no salía de la rutina de la vida del lugar, llamó la atención del etnógrafo. Mien-
tras estaba descansando en la aldea, Malinowski percibió una gran conmoción
a su alrededor: se debía a una muerte que había ocurrido en un pueblo cercano.
Al preguntar a los nativos, fue informado de que Kima’i, un joven de dieciséis
años, murió al caer de un cocotero. El antropólogo se trasladó al pueblo del
joven muerto, donde se estaban realizando los rituales mortuorios. Entusias-
mado con las características ceremoniales de ese acto, Malinowski reconoce
que no reparó en las “circunstancias de la tragedia” (1991:94).
Sin embargo, tiempo más tarde, se reveló ante el etnógrafo otra versión del
evento. En sus palabras, “descubrí el verdadero significado de ese aconteci-
miento” (1991:94): el joven se había suicidado porque había quebrado la regla
de exogamia. El suicidio era su única salida ya que el novio de la joven había
acusado públicamente a Kima’i.
La otra historia que quiero relatar nos lleva a otro tiempo y espacio. El 17 de
marzo de 1998 los diarios argentinos publicaron una noticia sobre un procedi-
miento policial que involucró la detención de dos “peligrosos delincuentes” en
la Estación de Trenes de Belgrano, un barrio de clase media alta de la ciudad de
Buenos Aires. Según la versión de los diarios, el exitoso operativo policial evitó
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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

una tragedia, ya que los delincuentes pretendían asaltar la boletería de la esta-


ción, armados con fuertes explosivos. Cuando la prensa llegó al lugar del opera-
tivo, encontró dos personas acostadas en el piso, esposadas y con sus cabezas
cubiertas para ocultar su identidad. Esa fue la imagen registrada en las fotogra-
fías de los diarios y difundidas públicamente.
La versión de la prensa, informada por los policías que participaron de la ac-
ción, era la de que tres sujetos fueron en un auto robado a la Estación de Bel-
grano, con la intención de robar la boletería a las cuatro de la tarde. Sin em-
bargo, sus pretensiones delictivas fueron frustradas por la oportuna llegada de
un grupo de tres policías de la Superintendencia de Seguridad Ferroviaria, que
cumple funciones en las estaciones de tren de la ciudad.
En el momento en que los policías pretendían identificar a los sospechosos,
hubo un enfrentamiento. Rápidamente los agentes consiguieron detener a los
dos delincuentes, mientras que el tercero logró escapar. Al revisar el auto, en-
contraron dos granadas, armas de fuego y sobres con cocaína; también verifi-
caron que el auto era robado. Todos esos elementos fueron anexados a la causa
jurídica, iniciada enseguida después de la detención.
Según informaron los policías a los diarios, los antecedentes penales de uno
de los delincuentes eran “frondosos”. La peligrosidad de los “malvivientes” re-
alzó el éxito de la intervención policial, por haber salvado la vida de los ciuda-
danos presentes en la estación. Así, los sospechosos quedaron detenidos a dis-
posición del juez competente y el proceso comenzó su curso.
Tiempo más tarde, una Comisión de Fiscales investigó los hechos y descu-
brió que se había tratado de una trampa producida por los policías con el obje-
tivo de incriminar a esas dos personas en un proceso judicial, y que ellas no te-
nían nada que ver con el potencial robo a la boletería de la Estación.
Un joven muerto en el piso al caer de un cocotero, por haber sido acusado
públicamente de romper la regla de exogamia; dos jóvenes acostados en la calle,
detenidos públicamente y acusados jurídicamente de intentar robar una bole-
tería de tren. ¿Cómo interpretar esos hechos? ¿Fue un homicidio? ¿Fue un sui-
cidio? ¿Fue un robo? ¿Fue una trampa policial? ¿Qué elementos explican esos
acontecimientos? ¿Qué informan esas “ficciones legales” (Malinowski,
1991:135) sobre los acontecimientos que denominan? ¿Qué relaciones sociales
y de poder y qué acciones humanas se encuentran detrás de esas ficciones? Difí-
cilmente las respuestas a esas preguntas puedan encontrarse en las reglas de
derecho que informan tales hechos.
En Crimen y costumbre en la sociedad salvaje, Malinowski expone una idea,
tal vez obvia para la antropología, pero central para el abordaje antropológico
de los fenómenos jurídicos: “el verdadero problema no es estudiar la manera
por la cual la vida humana se somete a las reglas -pues no se somete-, el verda-
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

dero problema es cómo las reglas se adaptan a la vida” (1991:151). Es claro que
ni las reglas son un reflejo de la realidad, ni la realidad es un reflejo de las reglas.
Al contrario, realidad y reglas mantiene una relación de mutua constitución.
Esa afirmación llama la atención sobre el proceso de producción de normas,
así como sobre el proceso de transformación de los acontecimientos en hechos
jurídicos. Procesos ambos que nos llevan a considerar la “cultura jurídica” (Ga-
rapon, 1997:155) dentro de la que se desarrollan, que supone principios y
modos específicos de entender el derecho.
Así, este trabajo tiene como objetivo comprender el modo por el cual ciertos
acontecimientos son introducidos en los procesos judiciales, a través de una
serie de procedimientos legales y de dispositivos informales. Focalizando en la
relación entre hecho y ley, entre lo que ocurrió y lo que es legal (Geertz,
1997:253), me interesa analizar cómo se da el pasaje que transforma los acon-
tecimientos en un hecho jurídico: ¿qué transformaciones sobre los aconteci-
mientos exige ese proceso y cuáles son sus efectos?
Para avanzar en esta dirección, parto del análisis del segundo relato presen-
tado al inicio de este trabajo. Se trata de un caso de un “procedimiento policial
fraguado”1, en el que dos personas fueron detenidas por la policía y procesadas
por el poder judicial por el delito de tenencia de estupefacientes y tenencia de
armas de guerra. El análisis del caso –realizado a partir de la lectura y análisis de
la causa jurídica y de entrevistas con funcionarios de la justicia- permite identi-
ficar un conjunto de operaciones interpretativas sobre las reglas jurídicas y
sobre las normas sociales y culturales, que posibilitan ese pasaje que va desde el
acontecimiento hasta el proceso jurídico, culminando con la producción de una
verdad jurídica.

Hecho y ley: la producción del derecho


El campo jurídico no es un campo aislado de lo social. A diferencia de las teo-
rías positivistas del derecho, que lo representan como un sistema cerrado y
coherente de normas abstractas, numerosos estudios antropológicos demos-
traron que el derecho forma parte de la realidad local, siendo informado por
valores sociales y culturales propios de ella (Malinowski, 1991; Moore, 1978;
Geertz, 1997; Kant de Lima, 1983).
Por otra parte, el campo jurídico también representa un modo específico de
imaginar la realidad; por eso, una mirada sobre las representaciones jurídicas,
1 El uso de las comillas se debe a que se trata de una categoría nativa usada por la Comisión Investigadora
de Procedimientos Policiales Fraguados de la Procuración General de la Nación para referirse a los pro-
cedimientos policiales en que la policía arma causas jurídicas.
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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

antes que informar sobre lo que ocurrió, informa sobre lo que ocurrió a los ojos
del derecho (Geertz, 1997:259). Es decir, cuando un acontecimiento entra en el
campo del derecho (en su lenguaje, en sus instituciones, en sus prácticas) es
procesado y editado conforme reglas formales específicas2 de forma tal que
sufre una serie de transformaciones necesarias para presentarse como un
fenómeno jurídico.
Esas trasformaciones operan a partir del momento en que ciertos aconteci-
mientos toman contacto con personajes que ocupan posiciones sociales especí-
ficas. En la cultura jurídica argentina, de tradición occidental y propia de un
modelo con énfasis inquisitorial y represivo, es el Estado, a través de los indivi-
duos autorizados por éste, quien tiene la autoridad de interpretar y aplicar las
normas (Kant de Lima, 2001). Dentro de esta tradición, la producción del de-
recho es monopolio del Estado (Garapon, 1997:175), siendo representado
como una imposición de la autoridad, y no como producto de un consenso
sobre las reglas que regulan lo público, en relación a lo que está prohibido y lo
que está permitido. Así, los asuntos de dominio público se representan como
una propiedad del Estado, y no como hechos compartidos por todos (Kant de
Lima, 2001).
En el campo penal, esos hechos son definidos por posiciones sociales especí-
ficas autorizadas para la producción de una verdad jurídica: policías, jueces y
fiscales. En este sentido, la imparcialidad de quien decide forma parte del ima-
ginario jurídico3, pero no necesariamente de las prácticas penales. De esa
forma, el derecho es operado a través de grupos sociales que forman parte de
tramas4 sociales que implican interdependencias específicas entre los actores
(Elias, 1987). A partir de esto, creo importante entender las condiciones en las
cuales operan las normas, qué recursos y qué relaciones se movilizan, por quién
y en qué tipo de conflictos están involucradas (Moore, 1978).
A través de esas tramas de relaciones, individuos y grupos circulan, negocian
y se confrontan en un proceso de producción de la verdad jurídica, que es más
el resultado de esas relaciones sociales, políticas y de poder, que de la aplicación
universal y neutral de las normas. Además, esa verdad jurídica, antes de ser re-
sultado del consenso sobre los hechos producidos durante el proceso, lo es de
2 Denominadas en el lenguaje jurídico, reglas procesales, que en el caso del derecho penal se enumeran
en el Código Procesal Penal.
3 Imaginario explícitamente reconocido en las normas que ocupan las posiciones superiores de la pirá-
mide jurídica (Constitución Nacional y tratados internacionales reconocidos en ésta).
4 Elegí la palabra “trama” para traducir el concepto de “malha” propuesto por Roberto Kant de Lima
(1995). Kant de Lima distingue la noción de “malha” de la de “red” (network) para resaltar la idea de
que las relaciones entre los miembros del poder judicial y entre éstos y la policía no se establecen entre
individuos, sino ente grupos de personas. Esto es, esas relaciones no son transferibles de una persona
para otra, pues siempre se actúa en nombre de alguien.
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

interpretaciones autorizadas y monopolizadas por el Estado que operan sobre


hechos previamente definidos y elegidos para comprobar una verdad consti-
tuida de antemano (Kant de Lima, 1995).
En este trabajo me interesa discutir cómo se produce esa verdad jurídica,
qué operaciones sobre los acontecimientos permiten que éstos entren en el
mundo jurídico y resulten en esa verdad. Considerando al derecho un saber es-
pecializado, la introducción de los acontecimientos en ese campo sólo se con-
sigue a través de un conjunto de técnicas jurídicas que permiten ajustar la rea-
lidad a las formas correctas que exige el derecho (Geertz, 1997:259). Es a partir
de las sucesivas interpretaciones y ediciones de la realidad que se va produ-
ciendo el derecho, en un proceso gradual en el que hecho y ley se van
constituyendo mutuamente.

Operaciones de interpretación y saber policial


Dentro del campo jurídico penal, la policía opera como un campo social se-
miautónomo (Moore, 1978; Kant de Lima, 1995), a partir de un saber policial
construido sobre la base de la experiencia –saber práctico– y a través de la tradi-
ción de la corporación policial. Esto es, la policía opera según una ética policial
(Kant de Lima, 1995), entendida como un conjunto de reglas, prácticas y va-
lores, que forman parte de los códigos de socialización institucional y que son
el resultado de procesos de larga duración (Elias, 1989). Esa ética policial, lejos
de ser arbitraria y aleatoria, opera según una serie de patrones que orientan la
actuación policial en varias dimensiones: las reglas de procedimiento, las carac-
terísticas de los hechos y de las personas involucradas y las tramas de relaciones
policiales y judiciales.

Técnicas de procedimiento: los pasos a seguir


El saber policial sobre la criminalidad y sobre los procedimientos judiciales
tiene técnicas precisas de tratamiento de los hechos para que éstos ingresen en
el campo jurídico. Esas técnicas indican la forma a través de la cual los policías
deben procesar los hechos: los pasos que deben seguir. En el caso de los “proce-
dimientos fraguados” cumplir esas reglas también es un requisito fundamental
para dar inicio al proceso.
El procedimiento policial respeta los patrones legales y las rutinas de inter-
vención policial, según las reglas procesales que regulan formalmente las inter-

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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

venciones de la policía. Durante el cumplimiento de las funciones de preven-


ción, los policías identifican a una persona, por considerarla sospechosa, la
revisan, la esposan, le leen sus derechos y, finalmente, dan aviso de la detención
al juez competente. Todo esto es realizado frente a testigos civiles. El sospe-
choso –ahora, imputado– queda detenido a disposición del juez de turno.
En el caso analizado, la forma en que la intervención policial sigue las reglas
procesales se expresa claramente en las declaraciones de los policías, al ser ci-
tados a declarar en la causa:

“El 16 de marzo de 1998, ingresó junto a dos suboficiales a la Estación


Belgrano R de esta ciudad con fines de prevención general, a bordo de
un automóvil oficial no identificado como perteneciente a la fuerza po-
licíaca. En la playa de estacionamiento del lugar le fue dable notar la pre-
sencia de un Ford Taunus con tres personas en su interior. Ello le pa-
reció extraño puesto que el automóvil se encontraba sucio y lo normal es
que una vez que alguien llega a la estación ferroviaria descienda de los
vehículos automotores y no que permanezca en ellos. Con la finalidad
de identificar a las personas ubicadas en el Taunus, descendieron del au-
tomóvil. En esa ocasión uno de ellos que se encontraba al volante, des-
cendió y comenzó a correr, al tiempo que accionaba un arma de fuego
en contra de los funcionarios. Mientras los dos suboficiales aprehen-
dieron a los dos sujetos que aun se encontraban en el auto, el Oficial
Principal inició una rauda persecución hacia la persona que los atacó.
Una vez finalizados los disparos, se llamó a los testigos reglamentarios,
se revisó el interior del auto, y se secuestraron armas de fuego y sobres
con droga.” (Causa C y G. Extracto de la declaración testimonial en
sede judicial del Oficial que comandó el operativo).

Además de seguir las reglas procesales, el procedimiento responde a los pa-


trones de la rutina de trabajo. Es común que en las declaraciones en las audien-
cias, los policías respondan a las preguntas de los jueces, defensores o fiscales,
argumentando que no recuerdan las características de los hechos porque cum-
plían funciones de rutina y no dieron una relevancia específica a los hechos. Esa
situación, junto al hecho de que las declaraciones de los agentes se repiten de
forma casi idéntica5, opera, en la versión policial, como una reducción de las
características particulares de los hechos.
Es con esa forma que el hecho ingresa por primera vez en el campo jurídico.
Aunque no tenga la atribución de tipificar jurídicamente el caso, la policía
5 En la etapa de instrucción, que es escrita, es muy común que los abogados de los policías entreguen las
declaraciones ya escritas.
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

opera una primera definición del fenómeno jurídico. Por un lado, porque al
tener que enviar la causa al juez competente, tiene que transformar los aconte-
6
cimientos según una clasificación jurídica . Por otro lado, porque elige las cir-
cunstancias del delito, las personas y las pruebas.

El perfil del delincuente: hechos y personas


Para que los hechos ingresen en el campo jurídico, el Código Procesal Penal
Argentino exige la individualización de los “culpables del delito”7. Así, la actua-
ción de la policía, no sólo debe comprobar la realización del delito, sino tam-
bién identificar a los partícipes. Ese trabajo de individualización no es alea-
torio, pues está informado por el saber policial sobre estereotipos de los
delincuentes. De esa forma, la policía no opera con individuos, sino con per-
sonas morales (Mauss, 1974): categorías de sujetos que, a partir de ciertas ca-
racterísticas, responden a representaciones sociales sobre “los delincuentes”8.
Así, para que un hecho ingrese en el campo jurídico, además del requisito
formal de individualización, debe ser verosímil y, en este sentido, la identifica-
ción personal del individuo pierde importancia frente a su posición social y
moral en la sociedad. Esa verosimilitud es construida a partir de aspectos perso-
nales de los individuos elegidos para el operativo.
En primer lugar, ese perfil de potencial delincuente se construye sobre la
base de la sospecha, en tanto una categoría que funda las intervenciones poli-
ciales, a partir de la mirada y el olfato policial sobre gestos nerviosos, miradas
esquivas, presencias fuera de lugar, autos mal estacionados, vestimentas o acti-
tudes que no responden al patrón esperado para ciertos lugares.
En segundo lugar, se construye sobre las características sociales de los dete-
nidos. Ese perfil es confirmado en la instancia judicial, dando más importancia
a lo que las personas son que a sus actos. En los interrogatorios de los detenidos
en sede judicial (en las causas orales y escritas) son recurrentes las preguntas de
los funcionarios judiciales sobre el perfil socio-económico de los acusados,
como una prueba más para fundar la acusación.

6 La policía argentina no tiene la atribución de tipificar el caso. Sin embargo, al tener que decidir sobre la
jurisdicción de la causa, es necesario definir si se trata de un delito federal, criminal, correccional (para
eso, por ejemplo, tiene que definir si un mismo hecho fue una lesión leve o una lesión grave, porque esos
dos delitos corresponden a jurisdicciones diferentes). Entonces, la policía necesariamente opera una
aproximación a la clasificación del delito, aunque el juez o el fiscal puedan reclasificarlo de acuerdo a su
entendimiento. En ese caso, pueden declararse incompetentes para juzgar el caso.
7 Artículo 183 del Código Procesal Penal Argentino (CPPA).
8 Me interesa destacar aquí la referencia al plano de las representaciones sociales, pues el estudio de las
relaciones sociales entre las víctimas, los policías y otros participantes de estos procedimientos rompe
las fronteras de ese universo.
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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

En el caso analizado, la transformación va desde la figura de trabajador


hasta la de narcotraficante y portador de armas de fuego (y en la versión de la
prensa: “peligrosos delincuentes”). Se trata de la acusación de dos jóvenes de 21
años, adictos a las drogas, trabajadores informales, en esa época desempleados,
uno de ellos con antecedentes penales. El interrogatorio, en el juzgado, va per-
feccionando la construcción del perfil policial elegido:

Juez: ¿Concurre frecuentemente a la Estación Constitución?


Imputado: Sí, a veces voy a la Estación Constitución, sólo a esta esta-
ción, porque ahí siempre consigo plata porque me dan algunas personas
que conozco de ahí, algunos “maricas”, yo les doy lo que ellos quieren y
ellos me pagan (...).
J: ¿A qué se dedica?
I: A veces trabajo de albañil, cuando hay trabajo, ahora no estaba traba-
jando.
J: Cuando subió al auto, ¿observó si había un arma o droga?
I: No, en ningún momento yo supe que allí había un arma, ni la gra-
nada. Tampoco vi que hubiera droga, si no me la tomaba porque yo
también consumo (...).
J: ¿Usted es adicto o consume estupefacientes?
I: Consumo marihuana y cocaína, pero cuando me dan porque yo no
compro, los sábados o domingos, eso depende de cuando me den. Por
eso yo me iba a internar en un centro de rehabilitación, en donde me di-
jeron que hacen y venden pan, por lo menos para hacer algo (...).
J: ¿Tuvo anteriormente a estos hechos alguna causa en la que fue dete-
nido?
I: Tengo una causa por tentativa de robo, me detuvieron hace un mes
más o menos.
J: De las actuaciones surge otra causa en trámite por ante el Juzgado Fe-
deral 6.
I: Ah, sí, tengo otra causa en la que me secuestraron marihuana. Yo es-
taba fumando en la plaza de Constitución (...).
J (última pregunta antes de cerrar la indagatoria): ¿Prestaría su confor-
midad para realizar un tratamiento de rehabilitación de su adicción a los
estupefacientes?
I: Sí, estaría de acuerdo en hacer un tratamiento en un centro para recu-
perarme, porque por culpa de la droga y el alcohol perdí a mi familia.

Ese mismo perfil, que garantiza la transformación de un acontecimiento y


de una persona en un proceso jurídico, es el mismo que permite cooptar las víc-
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

timas de los “procedimientos fraguados”. Por un lado, porque todas ellas


forman parte de un universo específico de relaciones común y, por otro,
porque, como una especie de profecía, las personas son elegidas precisamente a
partir de esas características.

“Yo fui a dar una vuelta a la plaza y encontré a este otro hombre y él me
preguntó dónde podía encontrar changarines, y yo le dije que andaba
buscando trabajo y que podía hacer la changa. Yo había ido a la mañana
temprano a buscar trabajo a una empresa de carga y descarga. Me
atendió una persona en la puerta y me dijo que no había nada y por eso
me fui y me fui caminando a la Estación Constitución. Por eso me
quedé en la plaza un rato para ver si salía alguna changa. Yo trabajé un
mes con un pintor pero todo lo que ganaba me lo gastaba en droga. Me
quedé en la plaza y ahí lo conocí a este otro chico (el otro imputado),
que me pidió un cigarrillo. Cuando me iba me encontré al otro hombre
a quien tampoco había visto antes. Me dice de la changa y le digo que
podía conseguir un pibe más y lo llamo al otro muchacho para hacer la
changa juntos. (…) Yo creo que nos hicieron una cama y que caímos
nosotros porque andaban buscando changarines y justo ahí estábamos
nosotros. Y bueno fue por eso. Si yo nunca tuve problemas policiales,
nunca vine a un Juzgado”. (Extracto de la declaración indagatoria del
otro imputado).

Así, el procedimiento policial, además de cumplir los pasos procesales for-


males, se vuelve verosímil a partir de la incorporación, en el proceso, de per-
sonas que se adaptan al perfil esperado por el imaginario judicial y por el imagi-
nario de la sociedad en general.

Las pruebas: dando entidad al proceso


Una vez que la policía comprueba la “existencia del hecho delictivo” e indivi-
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dualiza “a los culpables”, resta “reunir las pruebas que sustenten la acusación” .
En esa instancia, el trabajo de interpretación del hecho como delito y de la per-
sona como acusado opera, a través de reglas de procedimiento, transformando
los indicios en pruebas precisas de la existencia del delito.
Como afirma Geertz (1997:257), “no es posible dar proseguimiento a un
juicio sin alguna evidencia, o por lo menos sin algún simulacro de evidencia, y

9 Artículo 183 del CPPA.

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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

algún tipo de información real o simulada –que venga desde ese mundo donde
se hacen promesas, se sufren daños y se cometen infamias– se infiltrará, aunque
de forma atenuada, hasta en los tribunales de recursos”. Para Geertz, el derecho
tiene tal “temor a los hechos” que su incorporación al campo jurídico opera a
través de su simplificación y de “su reducción a las capacidades genéricas de los
guardianes de la ley” (1997:257).
En el caso de las transformaciones de los hechos a partir de las interven-
ciones de la policía, la reducción a la que se refiere Geertz opera en el sentido de
que las relaciones sociales subyacentes a esos hechos quedan ocultas tras las ca-
tegorías jurídicas. Sin embargo, también es cierto que, en el caso de los “proce-
dimientos fraguados”, el derecho antes que “mantener los hechos a distancia”
(1997:257), los crea a través de la producción de pruebas hechas a la medida
del proceso jurídico.
Así, en el caso de los “procedimientos fraguados”, las pruebas, antes que
comprobar los hechos, son producidas con la finalidad de generar una versión
oficial del delito que sea verosímil para el mundo jurídico. En este sentido, esos
procedimientos presentan la especificidad de que los hechos, no sólo son inter-
pretados, sino que también son producidos materialmente. Más que diferen-
ciar lo real de lo irreal (Geertz, 1997:260), las pruebas otorgan entidad real a la
ficción del delito producida por la policía.
Uno de los requisitos del acto de interrogar al acusado es la lectura de los he-
chos que le son imputados y la enumeración del material probatorio que sus-
tenta la acusación y que fue incluido en la causa (la lectura incluye los números
de fojas de la causa)10. Esas pruebas, informadas al acusado, son las pruebas
ofrecidas por la policía, a partir de su intervención en la calle, y eventualmente
otras pruebas producidas por iniciativa del juez o del fiscal, con autorización
del juez.
En el caso analizado, las pruebas del proceso fueron las declaraciones de los
policías que intervinieron, el acta de detención policial, las declaraciones de los
testigos civiles elegidos por la policía en el momento del operativo, las fotogra-
fías del auto y de los elementos aprehendidos por la policía, los sobres lacrados
con la droga y una pericia sobre las armas, realizada por Gendarmería Na-
cional.

10 Aunque la indagatoria del imputado sea ofrecida como una instancia para que exprese “todo lo que crea
conveniente para aclarar los hechos y las pruebas de forma de que sirva para su defensa” (artículo 298
CPPA), los imputados muchas veces sólo se reúnen con su defensor cinco minutos antes, y las pruebas
les son informadas a través de su enumeración. Así, más que presentar su versión de los hechos, el im-
putado debe concentrarse en demostrar que no es culpable.
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

Esas pruebas son las que fundamentan la decisión del juez sobre la culpa o
no del acusado. Como esa decisión se basa en la “sana crítica del juez”11, es él
quien evalúa, por medio de un juicio razonable, si las declaraciones son o no
contradictorias entre sí y decide cómo interpretar el resultado de la pericia, las
fotos y la reconstrucción del delito. En función de su “convicción”, se pro-
nuncia a favor de la versión del acusado o a favor de la versión policial. En la
causa de los dos jóvenes, la sentencia del juez concluye:

“(...) Todo esto refuerza aun más mi convicción sobre lo ilógico de la


versión policial. (...) Creo necesario agregar que, después de haber oído
de forma pausada y detallada a los imputados, me resultan creíbles y ló-
gicos sus argumentos –muchos de ellos verificados– cuando niegan de
forma terminante cualquier tipo de participación en los acontecimien-
tos, objetos de investigación (...).”

A partir de ese espacio abierto a la decisión individual del juez, los hechos y
las pruebas pueden ser interpretados en direcciones opuestas en relación a la
culpa del acusado. Ahora, como veremos en el punto siguiente, esa evaluación
de las pruebas y de los hechos no es una interpretación individual del juez, sino
que depende de su inserción en tramas de relaciones.

Las tramas de relaciones: el curso del proceso


Cumplidos los requisitos formales, la versión policial de los hechos está prepa-
rada para ingresar en el campo jurídico. En virtud de la clasificación policial
sobre la naturaleza del delito, el lugar donde ocurrió y el esquema de turnos de
los juzgados y fiscalías, la causa es encaminada a un determinado juzgado12. Ese
pasaje del proceso al mundo jurídico implica la activación de tramas de rela-
ciones establecidas entre policías y funcionarios de la justicia (jueces, secreta-
rios, fiscales y defensores públicos).
Esa vinculación de la causa con un sistema de reciprocidades y obligaciones
mutuas resulta en una cierta interpretación de las normas, que se declarará por
la inocencia o la culpa del acusado. En este contexto, ni las normas son apli-
cadas de forma neutra, ni las pruebas son interpretadas según criterios obje-

11 De esa forma lo establece el artículo 398 del CCPA. Eso significa que es el juez quien detenta el mono-
polio para evaluar, según su conciencia, si los hechos de la causa son verídicos o no.
12 Los juzgados y las fiscalías trabajan según turnos. Es decir que se fija un período de tiempo para que cada
juzgado y fiscalía reciban las denuncias.
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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

tivos, sino conforme al fortalecimiento de las tramas de alianzas, favores y


lealtades.
El caso analizado muestra que el curso del proceso puede diferir según las
tramas establecidas. Para analizar ello, es útil tener en cuenta el desdobla-
miento del caso en dos causas sucesivas: la causa que investigó el delito tipifi-
cado por la policía a partir del operativo (la “causa fraguada”) y la causa que in-
vestigó a los policías que “fraguaron” el proceso anterior. Las interpretaciones
realizadas sobre los mismos hechos, las mismas pruebas y las mismas declara-
ciones, y las decisiones diferentes –y hasta opuestas– que fueron tomadas, evi-
dencian que, tras los hechos y la causa, existen relaciones sociales que orientan
el “uso del derecho” (Malinowski, 1991).
En la primera causa, tanto el juez como el fiscal, interpretaron las pruebas
en el sentido de la absolución de los acusados, descalificando la versión policial
de los hechos. En la segunda, la interpretación del juez y de la fiscal culminó
con el archivo de la causa contra los policías, considerando las mismas pruebas
insuficientes para comprobar la versión de las víctimas y, por lo tanto, para
negar la versión policial. Ahora, ¿quiénes son esos funcionarios, en qué tramas
de relaciones están insertos?
En el primer caso, el fiscal es integrante de la Comisión de Fiscales Investi-
gadora de Procedimientos Fraguados13. En este sentido, posee un saber sobre
esos procedimientos, que lo habilita a una interpretación de las pruebas que re-
vele la ficcionalidad del operativo. En este contexto, ese fiscal no presentó el pe-
dido de elevación a juicio de los acusados, y el juez se pronunció por el “sobre-
seimiento”14, ordenando el inicio de acciones para investigar a los policías.
Esa segunda causa entró en otra trama de relaciones, determinando una
nueva interpretación de los hechos. Según el relato de un fiscal, la causa fue en-
caminada para un juzgado conocido, en el mundo jurídico, como un “tribunal
canero”: el juez y el secretario tienen reputación de ser afines a la corporación
policial, mientras que la fiscal de la causa es conocida como “una fiscal de de-
recha, conservadora, que le gusta más el shopping que ejercer el papel investiga-
tivo” (palabras de un fiscal). Así, la causa fue archivada por el juez, a pedido de
la fiscal que consideró que las pruebas eran insuficientes.
13 La “Comisión Investigadora de Procedimientos Fraguados” se creó en junio del 2000, por la Procura-
ción Nacional, que es el organismo que reúne a todos los fiscales de la nación. El trabajo de la Comisión
se limita a investigar los “procedimientos fraguados” realizados por la Policía Federal Argentina en la
Ciudad de Buenos Aires.
14 En la etapa de instrucción el juez decide por el “procesamiento”, el “sobreseimiento” o la “falta de mé-
rito”. En el primero caso, la causa se eleva a la etapa de juicio oral donde el imputado será condenado o
absuelto. En los otros casos, el juez considera que las pruebas no son suficientes para el procesamiento.
En el “sobreseimiento” se trata de una absolución anticipada, cerrando la investigación de las actua-
ciones. En el último caso, la investigación puede continuar por un tiempo, presentándose otras pruebas.
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

Después de dos años de archivo, la Comisión de Fiscales consiguió que la


causa pase a otro tribunal, donde se investigan causas similares. En éste, ni el
juez ni el secretario se dedicaron a la investigación de la causa, siendo que
ambos mantienen estrechos vínculos con la policía; el juez, incluso, estaba
siendo investigado bajo la sospecha de proteger funcionarios policiales acu-
sados de tortura.
Sin embargo, una funcionaria con un cargo de menor jerarquía en el juz-
gado quedó encargada de la causa. Citó a los policías para que presten declara-
ción indagatoria y, en virtud de ese acto, el mismo juez decidió procesar a los
policías. Ahora bien, como los abogados defensores de los policías15 presen-
taron un recurso de queja, la causa pasó a la instancia judicial superior: la Cá-
mara16.
El proceso ingresaba así en la tercera trama de relaciones, conforme la cual
se esperaba que los policías fuesen condenados, porque además de pertenecer
por reputación profesional y académica al ramo progresista del mundo jurí-
dico, los jueces de esa Sala de la Cámara en casos similares habían denunciado
el carácter “fraguado” del procedimiento policial y confirmado la decisión de
procesar a los policías. Sin embargo, las expectativas se vieron frustradas.
La sala de la Cámara que trató el caso, decidió anular el acto de declaración
indagatoria del imputado, con el argumento de que el juez no se encontraba
presente. Es sabido en el mundo judicial que la presencia de los jueces en las de-
claraciones indagatorias es una raridad. Son los secretarios, y más comúnmente
los empelados de los juzgados, quienes escuchan a los imputados. La sorpresa
para con la decisión de la Sala tuvo que ver precisamente con el cuestiona-
miento de esta rutina de trabajo que, en la práctica, es aceptada por todos. El
resultado de la decisión de nulidad de la sala de la Cámara hizo que la causa
vuelva para atrás, obligando a citar nuevamente a los policías imputados, esta
vez, con el juez presente.
La sorpresa del fiscal frente a la decisión de ese juez confirma las expectativas
de aquellos que conocen las tramas de la justicia, aunque éstas puedan ser resig-
nificadas a través del uso del derecho en un sentido más o menos formalista o
dogmático. Me interesa destacar aquí que el curso de un proceso jurídico está
informado por diversas variables, y no por una aplicación universalista e
imparcial de las reglas jurídicas.

15 A diferencia de las víctimas de los “procedimientos fraguados” que tienen defensores oficiales del Minis-
terio Público, los policías acusados por esos procedimientos son defendidos por abogados particulares.
Si se trata de policías de bajo rango, en general por abogados del cuerpo jurídico de la PFA. Si se trata de
policías de alto rango, por abogados de estudios jurídicos contratados a partir de convenios con la PFA.
16 Las decisiones de los tribunales pueden ser reconsideradas por los niveles jerárquicos superiores de la
Justicia: en este caso, la Cámara y, posteriormente, la Corte Suprema de Justicia.
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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

Conclusiones
La información producida por la policía, en la etapa preliminar del proceso, es
el primer paso de clasificación e interpretación de los hechos para su produc-
ción como fenómeno jurídico. Ésta presenta su versión de lo ocurrido, a través
de la descripción de los hechos, de los actores y de las pruebas que sustentan
esos hechos. Esa primera selección de los hechos es fundamental para la orien-
tación que seguirá el proceso en el campo judicial, siendo que la etapa de inves-
tigación del delito se debe limitar a los elementos presentes en el acta policial17.
Una vez que ingresa en el ámbito de la justicia, operan sobre ella otra serie de
clasificaciones e interpretaciones basadas en dispositivos jurídicos, pero tam-
bién en tramas de relaciones sociales entre policías, jueces, secretarios y fiscales.
Al final del proceso judicial, se opera la última transformación sobre la persona,
clasificándola como inocente o culpable.
Una de las condiciones de posibilidad para que eso suceda de esa manera es
que la policía tenga la atribución de intervenir antes de que ocurran los hechos.
A diferencia del saber jurídico, que actúa sobre lo que sucedió, a partir de la in-
terpretación de las pruebas incorporadas a la causa, el saber policial es un saber
prospectivo: actúa sobre lo que va a suceder. Esto es, se trata de un saber que
construye hipótesis sobre los hechos futuros y, en virtud del poder que le es
atribuido por el Estado, opera sobre las posibles condiciones para que esos
hechos sucedan.
Sin embargo, no se trata de que ese saber-poder prevenga un delito. Antes
bien, éste opera confirmando hipótesis de culpabilidad previamente cons-
truidas a partir de ciertos indicios. Esos indicios se basan en la categoría “sos-
pecha”18 y presentan regularidades que son informadas por el saber práctico y
que se vinculan con las características de los hechos (circunstancias de espacio,
tiempo y contexto) y de las personas involucradas. Así, “la técnica policial de
investigación, en lugar de primero descubrir los hechos y después acusar al sos-
pechoso, primero descubre al sospechoso y a partir de éste extrae los hechos”
(Kant de Lima, 1995:77). En el caso de los “procedimientos fraguados”,
además de eso, en un paso previo, la policía selecciona al sospechoso, y a través
de su saber para convertir los acontecimientos en categorías jurídicas, lo
transforma en culpable.

17 O en el caso del requerimiento del fiscal. Según el artículo 195 del CPPA, la instrucción se inicia por un
requerimiento del fiscal o por una información policial y debe limitarse a los hechos referidos en tales
actas.
18 En otro trabajo, analicé cómo la categoría sospecha, más que fundar o generar la intervención po-
licial, la legitima a posteriori, legitimándose a través de tipos legales difusos (Eilbaum, 2005).
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Derechos humanos, tribunales y policías en Argentina y Brasil

Para ello, es necesario crear las condiciones de verosimilitud de su produc-


ción. El hecho de que el procedimiento penal sea informado por una cultura
inquisitorial favorece la confirmación de una verdad previamente construida, y
no la elaboración de versiones verosímiles sobre lo acontecido (Garapon,
1997:164). Ahora bien, eso no necesariamente excluye la verosimilitud como
condición para la construcción de una verdad previa y, posteriormente, confir-
mada y legitimada.
Esa verosimilitud no actúa sólo en el campo policial y judicial. Es preciso
que ésta encuentre un público más amplio que crea en la versión oficial de los
hechos. Así, la pregunta sobre los “procedimientos fraguados” no sería por qué
la policía simula esos procedimientos, sino por qué los simula de una cierta manera.
En Esbozo de una teoría general de la magia, Marcel Mauss afirma que “el
mago simula porque le piden que simule, porque van a buscarlo y le exigen que
actúe: no es libre, es forzado a representar, sea un papel tradicional, sea un
papel que satisfaga la expectativa de su público (…). El mago no puede ser con-
cebido como un individuo que actúa por interés, a su favor y por sus propios
medios, sino como una especie de funcionario investido, por la sociedad, de
una autoridad en la cual él mismo es obligado a creer (…). Él tiene el espíritu
de su función, la gravedad de un magistrado; es serio porque es llevado a serio,
y es llevado a serio porque se tienen la necesidad de él. Así, la creencia en el
mago y la del público no son dos cosas diferentes; la primera es reflejo de la se-
gunda, ya que la simulación del mago sólo es posible en razón de la credibilidad
pública” (2003:130-131).
De algún modo, es posible pensar que si la policía actúa simulando procedi-
mientos, creando delitos y culpables, es porque encuentra credibilidad en esa
forma de actuar, sea del poder judicial, sea de la prensa, sea de la sociedad en
general. Ahora, eso sólo es posible porque la policía está investida, por el
Estado, de funciones tales que le permiten intervenir sobre acontecimientos fu-
turos y operar en ellos una serie de transformaciones que los legitimen y consa-
gren como fenómenos jurídicos.

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La transformación de los hechos en los procesos judiciales

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