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2009
Edited By Sarhuino
COLECCIÓN CUADERNOS DEL SARHUINO 5
SARHUA: TIERRA DE MONTAÑAS Y COLORES
Se llega a Sarhua desde las alturas de la puna. Una montaña que de cerca nos parecerá
enorme, se ve como si fuera pequeña cuando se divisa al pueblo, colgado de una de sus
laderas. Hay que seguir bajando por un camino que desemboca abruptamente en el río
Pampas, al vadearlo llegamos a las faldas del cerro Poqori, dos mil metros más arriba
nos esperan los sarhuinos.
Dos autoridades gobiernan a los sarhuinos, el alcalde elegido bajo las normas impartidas
por el estado peruano, y el presidente de la comunidad, cuyo mando se respeta desde
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tiempos coloniales. Al alcalde le compete el cortísimo espacio urbano de apenas 400
casas, para un distrito que en total debe sobrepasar los 5000 habitantes. El ámbito rural
está regido por el Presidente de la comunidad y sus alguaciles, también conocidos como
varayoqs (personas que tienen el bastón o vara de autoridad).
De día Sarhua parece poblada por niños y adultos mayores, la gente de edad laboral está
en las alturas, vigilando su ganado o cuidando sus sementeras. Cada cierto tiempo
bajarán a sus casas para traer los productos de sus tierras o bien para tomar un descanso
de la dureza del clima y de sus labores, y para ser reemplazado por algún otro miembro
de la familia.
Esta rutina se altera en junio y agosto, fechas que corresponden a los aniversarios
patronales de San Juan y la Virgen de la Asunción. De la puna bajan los fieles
organizados para la festividad, participan agrupados por la pertenencia a los ayllus (hay
dos en Sarhua: Sawqa y Qollana), por la devoción a las imágenes y por la organización
del trabajo en las alturas. En Sarhua se realizan las procesiones, con o sin presencia del
párroco (que no reside en el pueblo), corridas de toros, carreras de caballos, banquetes
con mucha bebida y quema de “castillos”, como se suelen llamar a los fuegos
artificiales.
La vida no se deslizó siempre por los caminos de la paz. Como todo el Perú, de 1980 a
1993 sufrió la guerra interna, que además tuvo como escenario principal el
departamento de Ayacucho, del que Sarhua forma parte. El conflicto estalló en la vecina
comunidad de Chuschi, cuando los seguidores de Sendero Luminoso, quemaron las
ánforas de los electores en enero de 1980, dando inicio a sus acciones armadas. Los
acontecimientos que siguieron a este hecho desencadenaron la huida de los ayacuchanos
a otras partes del país o del extranjero. El lugar de destino más buscado fue la capital,
donde las colonias de migrantes anteriores acogieron a los refugiados o los ayudaron a
ocupar nuevos espacios en asentamientos urbanos recién levantados, y con
construcciones precarias. La fuga de sus lugares queridos y los avatares de los sarhuinos
en la inhóspita capital peruana, fueron también retratados en las nuevas “tablas” que se
pintaron en el taller de los artistas radicados en Lima.
Hoy día hay escasa comunicación entre los migrantes establecidos en el sur de la capital
y su tierra de origen, los trabajos cotidianos tienen poco que hacer con las imágenes de
su pueblo. Sus hijos han asistido a escuelas limeñas y la dulce lengua de los chancas,
sus antepasados, se ha perdido. Pero aun ahora, en el reducido espacio de su taller, la
Virgen de la Asunción tiene un espacio privilegiado. Aquí como en Sarhua sigue siendo
la madre y patrona de sus pintores.
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