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AUTOS Y VISTOS:
//la ciudad de Buenos Aires, a los 23 días del mes de julio del año
dos mil ocho, se reúne la Sala IV de la Cámara Nacional de Casación Penal integrada
por el doctor Gustavo M. Hornos como Presidente y los doctores Augusto M. Diez
Ojeda y Mariano González Palazzo como Vocales, asistidos por el Secretario de
Cámara Matías Sebastián Kallis, a los efectos de resolver el recurso de casación
interpuesto a fs. 41/61vta. de la presente causa Nro. 8894 del Registro de esta Sala,
caratulada: “UGOLINI, Adriano s/recurso de casación”; de la que RESULTA:
I. Que el Tribunal Oral en lo Penal Económico Nro. 1 de la Capital Federal, en la
causa Nro. 678 de su Registro, con fecha 5 de diciembre de 2007, resolvió - en lo que
aquí interesa - hacer lugar a la suspensión a prueba del juicio seguido a Adriano
Ugolini, por el término de un año (art. 76 bis y 76 ter del C.P.) - (fs. 35/40 vta.).
II. Que contra dicha decisión interpuso recurso de casación la doctora María Lujan
Rodríguez Oliva, letrada apoderada de la parte querellante, Administración Federal de
Ingresos Públicos - Dirección General Impositiva (fs. 41/61 vta.), el que fue concedido
(fs. 65/66 vta.) y oportunamente mantenido en esta instancia (fs. 75/75 vta.), sin
adhesión por parte del señor Fiscal General ante esta Cámara, doctor Juan M.
ROMERO VICTORICA (fs. 76).
III. Que la impugnante fundó su recurso en los incisos 1º y 2º del art. 456 del
C.P.P.N..
Por último, afirmó que la sentencia criticada resulta arbitraria y que, en el caso de
marras, no es viable la aplicación del instituto de la suspensión del juicio a prueba,
contemplado en el art. 76 bis y ss. del C.P..
Hizo reserva del caso federal.
IV. Que durante el término de oficina previsto por los arts. 465, primer párrafo, y
466 del C.P.P.N., se presentó el señor Defensor Público Oficial, doctor Juan Carlos
SAMBUCETTI (h), asistiendo a Adriano Ugolini, oportunidad en la que solicitó
fundadamente se declare inadmisible el recurso de casación impetrado y, en subsidio, se
lo rechace.
V. Que, renunciada la audiencia para informar prevista en los arts. 465, 466 y 468
del C.P.P.N., quedaron las actuaciones en estado de ser resueltas. Efectuado el sorteo de
ley para que los señores jueces emitan su voto, resultó el siguiente orden sucesivo de
votación: doctores Augusto M. Diez Ojeda, Mariano González Palazzo y Gustavo M.
Hornos.
Y CONSIDERANDO:
El señor juez Augusto M. Diez Ojeda dijo:
I. Liminarmente, es menester recordar que, según surge del decisorio impugnado,
las presentes actuaciones se iniciaron a raíz de la denuncia formulada por el Sr. Jefe del
Departamento de Fiscalización Externa de Aportes sobre la Nómina Salarial de la
D.G.I., en virtud de la sospecha, suscitada a partir de las tareas de inteligencia e
inspección llevadas a cabo por personal a cargo de la fiscalización, de que distintas
sociedades, entre ellas “Conjunto S.A.”, pagarían parte de las remuneraciones ‘en
negro’.
Posteriormente, se decretó el procesamiento del aquí imputado, en su calidad de
responsable de la firma antes aludida, por considerarlo prima facie autor responsable de
los delitos previstos en los arts. 3° y 8° de la ley 23.771, en relación a los períodos
fiscales allí detallados y, asimismo, se le imputó la comisión del mismo delito como
representante de la firma Estin S.A., por un período en particular.
Durante la audiencia celebrada, de acuerdo con lo previsto por el art. 293 del
C.P.P.N., la parte querellante, D.G.I.-A.F.I.P.-, expresó que no analizaría el monto de
reparación del daño ofrecido respecto del monto evadido porque el mismo era en razón
de las reales posibilidades del imputado para afrontarlo. Sin perjuicio de ello, expresó
que no compartía el criterio emergente de la jurisprudencia del Tribunal Oral en cuanto
a que la opinión del fiscal es vinculante, dado que en la causa la querella había
requerido la elevación a juicio, encontrándose, por tanto, habilitada a pedir pena.
Sostuvo, además, que la ley 23.771 tiene su régimen de extinción propio y que la ley
24.316 debía ser interpretada en virtud de lo dispuesto en el art. 4 del C.P., toda vez que
un régimen especial desplaza a uno general. Acotó que, en tanto esta Cámara Nacional
de Casación Penal rechazaba todos los casos de suspensión de juicio a prueba en
función del máximo de pena previsto por la ley en abstracto, la concesión del beneficio
solicitado en el sub examine sería un dispendio jurisdiccional, puesto que el recurso
casatorio que se interpondría resultaría concedido. Expresó que no compartía que la
hacienda pública no se viera afectada en el caso ya que ese interés se veía afectado por
la mera circunstancia de no pagarse en tiempo y forma una obligación tributaria
impuesta por la ley y que cualquier otro ofrecimiento de reparación del daño sería
extraordinario y que si fuera aceptado se entendería como un consentimiento en los
términos del art. 1097 del Código Civil. Finalmente, concluyó que, en virtud de los
argumentos expuestos, se oponía a la concesión del beneficio solicitado.
En la misma audiencia, el Sr. Fiscal, doctor Mariano BORINSKY, manifestó que,
en virtud de los hechos del proceso, debía tenerse en cuenta lo prescripto por el art. 55
del C.P. y que adoptaba la tesis amplia para la aplicación del instituto, según la cual
debe ponderarse la pena en concreto, dado lo dispuesto en los dictámenes 24/00 y 86/04
de la P.G.N., sin perjuicio de lo dispuesto en el plenario “KOSUTA”. Por tal motivo,
señaló que debían ponderarse los antecedentes penales que registraba UGOLINI, toda
vez que poseía una pena de tres años de prisión por el delito de estafa y falsa denuncia,
unificada con la pena prevista por la conducta prevista en el art. 302 del C.P. (cfr.
sentencia de fecha 31/10/94). Refirió que el art. 27 del C.P. establecía un plazo que
debía transcurrir entre la sentencia firme y los nuevos hechos, el cual no se había
cumplido en estas actuaciones, pero que los hechos de esta causa eran anteriores a la
fecha de la sentencia. Postuló que, a partir de lo resuelto por la Corte in re “GASOL”,
no era posible que quien cometiera un delito luego de la sentencia firme se encuentre
mejor posicionado que quien cometiera un delito antes de la misma. Señaló que debía
considerarse que, sin perjuicio de que hubiera un concurso real, la pena podría ser de
ejecución condicional. Asimismo, expresó que en la ley existía un instituto de extinción
por pago en la ley penal tributaria y toda vez que, en este
caso, el perjuicio fiscal serían montos astronómicos, cualquier ofrecimiento realizado
por un monto menor sería rechazado por la A.F.I.P., en tanto se encuentra
imposibilitada de aceptar pagos parciales. Adunó que el ofrecimiento debía ser en la
medida de lo posible para el imputado, motivo por el cual, si bien el ofrecimiento era
exiguo, era también razonable. Y que, además, éste debía hacerse por un mecanismo
alternativo, acudiendo a los arts. 23, 26 y 32 de la ley 11.683 y, en función de ello, el
imputado debía realizar un pago voluntario como pauta del art. 27 del C.P.. Agregó que,
eventualmente, el pago puede hacerse a un organismo de bien público y que las tareas
comunitarias en ambas causas (nros. 678 y 1099) pueden unificarse. Por todo lo
expuesto, prestó su conformidad para la concesión de la suspensión del juicio a prueba,
condicionada a que se aceptara el pago voluntario por parte del enjuiciado como regla
de conducta.
A su turno, la Defensa ratificó la presentación oportunamente efectuada y agregó
que UGOLINI prestaba su conformidad para realizar el pago voluntario y ofrecimiento
de pago a un organismo de bien público. Por otra parte, manifestó que debía tenerse en
cuenta lo dispuesto en los arts. 2 y 4 del C.P. y 2 del C.P.P.N. y, por ende, hacerse la
interpretación menos severa para su pupilo. Pues, si se exigía un pago total se le daba
prioridad a las personas que pudieran afrontarlo, en violación a lo dispuesto por el art.
16 de la Constitución Nacional. Y, además, que debía considerarse que la razonabilidad
de lo ofrecido no era vinculante para el Tribunal sino una facultad exclusiva de éste.
Con ese marco, para resolver, el “a quo”, consideró que lo dispuesto por el art. 10
de la ley 24.316 no impedía la concesión del beneficio respecto de los delitos tipificados
en la ley 23.771, por cuanto “cuando la ley ha querido establecer los casos de
improcedencia del instituto, los ha regulado estableciendo que el beneficio ‘no
procederá’ como sucede en los párrafos anteúltimo y último, en vez de ‘no alterará’ con
en el art. 10 citado" (cons. I).
Advertido que el criterio sustentado para la procedencia del beneficio era contrario
a la doctrina del Plenario Nro. 5 de esta Cámara “KOSUTA”, señaló que “si el pedido
de absolución del representante del Ministerio Público Fiscal obliga al Tribunal a dictar
un pronunciamiento absolutorio, con más razón resulta vinculante para el Tribunal la
renuncia condicionada del Agente Fiscal a la prosecución de la acción pública; (conf.
criterio de la C.S.J.N. in re “Quiroga” rta. el 23/12/04).
Así, la solución propuesta, no recurre a la declaración de inconstitucionalidad del
art. 10 de la ley 24.050 ni ingresa a la cuestión atinente a lo resuelto en ‘Kosuta’ en
relación a la interpretación del artículo 76 bis del C.P. que cabe adoptar para la
concesión del beneficio” (cons. VI).
En cuanto al ofrecimiento de reparación del daño como requisito de procedencia
del instituto, consideró que “[l]a conformidad o no del damnificado con la reparación
ofrecida, sólo está enderezada a brindar a la administración una oportunidad de
reparación extraordinaria, fuera de la vía administrativa, la cual siempre le queda
expedita y a la cual podrá recurrir con sólo negarse a aceptar la reparación ofrecida. Es
de hacer notar que la aplicación del presente instituto no afecta la hacienda pública, ya
que al margen de la imposición de las reglas de conducta educativas, la percepción de
tributos queda salvaguardada por las vías administrativas no penales, ya que la causal
extintiva de la acción penal que pudiera haber en el futuro al cumplirse las reglas
impuestas, al no sustentarse en el análisis de la materialidad de los hechos, mantiene
incólume la deuda que deberá ser valorada por la autoridad administrativa para la
oportuna determinación y cobreo del tributo.
Consecuentemente la oposición de la parte Querellante, no obsta a la concesión del
instituto, ya que la objeción en cuanto a la no reparación total del daño no conmueve al
otorgamiento del beneficio por los argumentos expresados precedentemente.
El resarcimiento ofrecido, analizado a la luz del 3er. párrafo del art. 76 bis del C.P.,
reúne la característica de razonabilidad, teniendo en cuenta la situación económica del
imputado expresada durante la audiencia celebrada -que se encuentra constatada en el
informe socio ambiental obrante en autos- y que el ofrecimiento en concepto de
reparación del daño fue realizado a título personal y no en forma conjunta con la
contribuyente Conjunto S.A. o Estin S.A.. En consecuencia, dentro de este marco, cabe
decir que este Tribunal encuentra razonable lo ofrecido por Ugolini.” (cons. VII).
Con relación a las reglas de conducta, consideró “adecuado la realización por parte
del imputado de tareas no remuneradas en el Hogar de Ancianos [...], durante el término
de un año, por seis horas semanales y en horario a combinar con el instituto
mencionado.
Cabe destacar que el Sr. Fiscal ha dado su conformidad para la aplicación de las
reglas de conducta oportunamente ofrecidas por el interesado cuando solicitó el
beneficio en cuestión.
Sucede en el caso, que el Sr. Fiscal solicitó que se imponga una nueva regla de
conducta consistente en el pago a la A.F.I.P. de la suma de dinero ofrecida como
reparación del daño, que se podría imputar al juicio de ejecución fiscal, de acuerdo con
lo establecido por el art. 26 de la ley 11.683.”
Con ese cometido, comenzaré por precisar las características del instituto de la
suspensión del juicio a prueba, de conformidad con su específica regulación en el art. 76
bis y ss. del C.P.. En función de ello, habré de determinar el alcance de las facultades
con que cuenta cada una de las partes en el marco del procedimiento que hace a su
procedencia. Seguidamente, me ocuparé de explicar porqué la parte querellante carece
de facultades para recurrir el decisorio que concede el beneficio bajo análisis. En ese
contexto, daré las razones que me llevan a considerar que la doctrina del precedente de
Corte “SANTILLÁN”, no puede ser extrapolada al caso de autos, para reconocerle la
legitimación para recurrir que, con su invocación, reclama. Y, finalmente, brindaré los
motivos que me conducen a considerar no vinculante lo resuelto, oportunamente, por
esta Cámara en el Plenario “KOSUTA”, en relación al tema que nos convoca.
a. Las características del instituto de la suspensión del juicio a prueba.
Liminarmente, corresponde aclarar que el instituto en cuestión nada tiene que ver
con el de la probation del derecho anglosajón y, aún cuando guarde mayor semejanza
con el de la diversion estadounidense, lo cierto es que tampoco presenta tantas
similitudes con este último (cfr. Bovino, Alberto, “La suspensión del juicio a prueba en
el Código Penal argentino y la ‘diversion’ estadounidense. (Un análisis
comparativo)”,La Ley, T 1997-A, pág. 1081 y ss.).
En su valioso estudio, el citado autor señala que nuestra legislación adoptó un
modelo de solución reparatoria, no punitivo, opuesto a la lógica que informa a la
sanción punitiva, que es aplicado en el interior de la justicia penal. Circunstancia que,
comporta una paradoja, en sentido inverso, precisamente, a la que presenta el sistema de
la diversion. Pues, ésta conlleva un modelo de intervención que, al mismo tiempo que
expresa una profunda preocupación por retirar al individuo de la justicia penal y de la
lógica que informa su intervención, ofrece, ya fuera del ámbito penal, una respuesta
‘rehabilitadora’ sustentada en la misma lógica que pretende evitar.
Con acierto, destaca, además, que el instituto de la suspensión del juicio a prueba
está regulado como un derecho del imputado, en los dos supuestos contemplados por el
art. 76 bis., en sus párrafos primero y cuarto (criterio que resulta compatible con el
sustentado por la Corte in re “ACOSTA, Alejandro Esteban s/infracción art. 14, 1°
párrafo ley 23.737 -causa n° 28/05-", Recurso de hecho A. 2186. XLI, rta. el 23/04/08),
aún cuando, se encuentre condicionado, en cierta medida por la opinión del fiscal (sobre
esta cuestión volveré infra, al abordar el alcance de las facultades de las partes en el
trámite previo a la concesión o rechazo de la solicitud del beneficio).
Se trata, por otra parte, de un mecanismo orientado al individuo infractor. La
posibilidad de suspender la persecución penal está dirigida, principalmente, a beneficiar
al imputado, pues le ofrece una solución no punitiva al conflicto que atiende a los
intereses de la víctima, aunque también los limita en favor del imputado. En efecto, si
bien es cierto que prevé como requisito ineludible que el imputado ofrezca una
reparación (art. 76 bis., párr. 3°), éste está obligado a reparar sólo en la medida de sus
posibilidades, aún cuando el procedimiento se reanude si no cumple con la reparación
ofrecida (art. 76 ter, párr. 3°). Asimismo, considera sólo residualmente las necesidades
estatales de control, a través de la posibilidad de aplicar las condiciones adicionales
contempladas en el art. 27 bis. (art. 76 ter, párr. 1°).
b. La procedencia del instituto y las facultades de las partes.
En los dos supuestos abarcados por la norma, en tanto se trata de un derecho del
imputado, es necesario que éste formule la solicitud para que se suspenda el
procedimiento (art. 76 bis, párr. 1°, in fine).
En el primer supuesto (art. 76 bis, párr. 1° y 2°), la tarea del juez consiste en
verificar el cumplimiento de los requisitos objetivos (imputación de un delito o
concurso de delitos cuyo máximo en abstracto no exceda de tres años de prisión y que la
solicitud contenga la oferta de reparación del daño) e informar a la parte damnificada
sobre la oferta de reparación. Cumplidos estos requisitos, el juez tiene competencia
exclusiva para analizar la razonabilidad de la oferta y decidir, fundadamente, si
suspende el procedimiento. Respecto del universo de casos de escasa gravedad
abarcados en este supuesto, no se requiere el consentimiento del fiscal, ya que, el juicio
de oportunidad sobre la conveniencia político-criminal de suspender la persecución
penal fue formulado por el legislador. Recortando, de este modo, el ámbito de
aplicación del principio de legalidad procesal (art. 71).
El segundo supuesto (art. 76 bis, párr. 4°) comprende aquellos casos en los cuales
la pena del delito imputado excede en abstracto los tres años pero que, por las
circunstancias del caso, podría, ante el eventual dictado de una condena, de todos
modos, ser dejado en suspenso el cumplimiento de la pena. Por tanto, además de
cumplir con las exigencias del primero, requiere consentimiento fiscal, ya que abarca
un universo de casos heterogéneos que reclama un concreto y casuístico juicio de
oportunidad político criminal acerca de la conveniencia de continuar o interrumpir la
persecución penal, que el legislador confió al representante del Ministerio Público
Fiscal. Opinión que, sin embargo, debe ser fundada.
El esquema adoptado por nuestro código coloca en un lugar central a la víctima, ya
que, como se dijo, no sólo no se puede suspender el juicio si el imputado no formula
oferta de reparación sino que, además, el procedimiento se reanuda si él no cumple con
la ofrecida, aunque sólo esté obligado en la medida de sus posibilidades. Ahora bien, si
la víctima considera insuficiente la reparación ofrecida, cuenta con la acción civil para
demandar la reparación íntegra del daño que ha sufrido, careciendo de facultades para
impedir que el imputado evite la persecución penal. En este sentido, el art. 76 bis,
segundo párrafo, in fine, textualmente prescribe: “La parte damnificada podrá aceptar o
no la reparación ofrecida, y en este último caso, si la realización del juicio se
suspendiere, tendrá habilitada la acción civil correspondiente”.
Por ello es que, frente a un conflicto atrapado por el sistema penal, sólo cuando el
Estado decide llevar adelante su pretensión punitiva, o cuando abdica de tal facultad -
pero sin adoptar otra solución formal no punitiva- (cfr. C.S.J.N., in re “SANTILLÁN,
Francisco Agustín s/recurso de casación”, rta. el 13/08/98, Fallos: 321:2021), la
regulación legal le atribuye facultades a la parte querellante para promover una
respuesta punitiva estatal.
3°) La suspensión del juicio a prueba brinda una solución reparadora (no punitiva)
al conflicto, motivo por el cual su reglamentación sólo se refiere a la víctima o parte
damnificada, y no al rol procesal de querellante, con sus consecuentes derechos, que
aquélla puede asumir cuando el Estado, decide que la única y eventual solución formal
para el caso es la punitiva.
4°) Dado el lugar específico en el que la regulación legal expresamente coloca a la
víctima, un reconocimiento de facultades al querellante, por fuera de la letra de la ley,
resultaría contrario a los principios sentados por la Corte, en materia de interpretación
de la ley penal, en el precedente “ACOSTA”, ya citado. En efecto, tras recordar que
“para determinar la validez de una interpretación, debe tenerse en cuenta que la primera
fuente de exégesis de la ley es su letra (Fallos: 304:1820; 314:1849), a la que no se le
debe dar un sentido que ponga en pugna sus disposiciones, sino el que las concilie y
conduzca a una integral armonización de sus preceptos (Fallos: 313: 1149; 327:769).
Este propósito no puede ser obviado por los jueces con motivo de las posibles
imperfecciones técnicas en la redacción del texto legal, las que se le asigne no pueda
llevar a la pérdida de un derecho (Fallos: 310:937; 312:1484)”, destacó que: “Pero la
observancia de estas reglas generales no agota la tarea de interpretación de las normas
penales, puesto que el principio de legalidad (art. 18 de la Constitución Nacional) exige
priorizar una exégesis restrictiva dentro del límite semántico del texto legal, en
consonancia con el principio político crimin
al que caracteriza al derecho penal como la ultima ratio del ordenamiento jurídico, y con
el principio pro homine que impone privilegiar la interpretación legal que más derechos
acuerde al ser humano frente al poder estatal.” (consid. 6°, el subrayado me pertenece).
c. Resolución que concede el beneficio. Falta de legitimación del querellante para
recurrirla.
Con abono en lo hasta aquí manifestado, y sin ignorar que la Corte reconoció el
“derecho a recurrir de la víctima del delito o de su representante a partir de las normas
internacionales sobre garantías y protección judicial previstas en los arts. 8, ap. 1° y 25
de la Convención Americana sobre Derechos Humanos” (cfr. “JURI, Carlos Alberto
s/homicidio culposo -causa N° 1140-“, J. 26. XLI), adelanto que, a mi juicio, como
consecuencia de que la parte querellante carece de facultades ya para oponerse a la
suspensión del juicio a prueba, tampoco tiene legitimación para recurrir por esta vía
casatoria la decisión por la que, como en el sub examine, se hace lugar a la solicitud del
imputado.
Por los mismos fundamentos, la legitimación reconocida por la Corte al Ministerio
Público Fiscal para impugnar la decisión que hace lugar a la suspensión del juicio a
prueba, por considerarla a su respecto una resolución equiparable a definitiva (cfr.
MENNA, Luis s/recurso de queja”, M. 305. XXXII, rta. el 25/09/97), tampoco puede
ser extrapolada para extenderle tal legitimación a la parte querellante, en función de lo
normado por el art. 460 del C.P.P.N..
Pues, conforme lo puntualizado en tal caso por el Procurador General, el perjuicio
de insusceptible reparación ulterior para el Ministerio Público Fiscal se encontraba
vinculado a las particulares características de su función y a la concreta intervención
que en el trámite previo al otorgamiento del beneficio le reconoce la ley. Ninguna de las
cuales, acoto, posee la parte querellante.
15) Que ello es así aun cuando el a quo estimase, en el marco de atribuciones que
le competen en materia no federal, que la norma procesal ofrece distintas
interpretaciones posibles, en el cual no debió optar por aquélla que -como en el sub lite-
ha ido en desmedro de una adecuada hermenéutica de las normas en juego, con serio
menoscabo de los derechos asegurados por la Constitución Nacional al privar al
particular querellante, a quien la ley le reconoce el derecho a formular acusación en
juicio penal, de un pronunciamiento útil relativo a sus derechos, pues esta interpretación
dejaría a aquél vacuo de contenido.”
El caso resuelto por la Corte en el precedente invocado por la quejosa, por un lado,
se diferencia del presente por el hecho de que en éste el Ministerio Público Fiscal no ha
abdicado de promover una solución formal al conflicto ingresado al sistema penal, sino
que, tan sólo ha avalado la procedencia de una solución no punitiva, conforme lo prevé
el art. 76 bis y ss. del código ritual.
Por otro lado, la norma sujeta a interpretación -el art. 393 del C.P.P.N.- en aquél,
expresamente reconoce tanto a “la parte querellante” como “al ministerio fiscal” la
facultad para que “formulen sus acusaciones”. De ahí que, con la mera concurrencia de
la acusación del particular damnificado, la Corte haya entendido que es posible dictar
sentencia condenatoria, como “pronunciamiento útil relativo a sus derechos”.
En tal sentido, advierto que las disposiciones de los incisos ‘b’ y ‘c’, del citado art.
10, admiten una interpretación compatible con la perspectiva supra esbozada, de
conformidad con el criterio rector en la materia, en cuanto a que es “regla de
interpretación de las leyes dar pleno efecto a la intención del legislador, computando la
totalidad de sus preceptos de manera que armonicen con todas las normas del
ordenamiento jurídico vigente y del modo que mejor concuerden con los principios y
garantías de la Constitución Nacional (Fallos: 314:1445), sin que pueda suponerse la
inconsecuencia o falta de previsión del legislador” (del dictamen de la Procuración
General al que se remitió la C.S.J.N. in re “CEBALLOS, Graciela Mabel c/E.N. -
E.M.G.A. s/daños y perjuicios”, C. 3422. XLI, rta. El 06/11/07).
En el caso del inc. ‘b’, la norma prevé la reunión en pleno del Tribunal “[p]ara
unificar la jurisprudencia de sus salas o evitar sentencias contradictorias”. A mi
entender, una recta hermenéutica impone entender que la autoconvocatoria puede ser
hecha con el fin de resolver un caso concreto, cuando para de su posible solución
preexisten sentencias de distintas salas con criterios discordantes.
En el caso del inc. ‘c’, la norma delimita la facultad que regula, con la expresa
alusión a un caso, cuando puntualmente prescribe que la autoconvocatoria es “[p]ara
fijar la interpretación de la ley aplicable al caso cuando la Cámara a iniciativa de
cualquiera de sus salas, entendiera que es conveniente” (el subrayado me pertenece). A
diferencia del supuesto del inc. ‘b’, éste contempla la hipótesis en que, si bien no hay
precedentes sobre el thema decidendum, sí existen diferencias a nivel doctrinario que
justifican la unificación de criterio, claro está, siempre teniendo en cuenta las
particularidades del caso en el que se fija.
Por otra parte, no puedo dejar de advertir que los dos supuestos que según la Corte
justificarían la unificación de jurisprudencia conllevan, a su vez, una cuestión federal y,
por tanto, resultan objeto de análisis por parte de esta Cámara Nacional de Casación
Penal, en el esquema de control de constitucionalidad difuso establecido por la
Constitución Nacional (art. 116), en su particular calidad de tribunal intermedio (cfr.
“DI NUNZIO, Beatriz Hermida s/ excarcelación” D.199.XXXIX, causa nº 107.572,
resuelta el 3 de mayo de 2005). Al respecto, es preciso destacar que, como ya se dijo, la
norma en cuestión alude “al conocimiento y decisión de todas las causas” y “asuntos”,
lo que presupone la existencia de un caso para el ejercicio de la competencia allí
asignada a los tribunales federales. En concordancia con ello, cuando la Corte Suprema,
en su carácter de último intérprete de la Constitución, declara la inconstitucionalidad de
una norma, los efectos de su decisión quedan limitados al litigio en el que ha sido
pronunciada (Fallos: 183:76; 247:700; 253:253; entre muchos otros).
Por tal motivo, la doctrina del acatamiento establecida por la Corte no impone una
pura y simple adhesión a su jurisprudencia, sino que su imperio se halla supeditado a la
existencia de un caso cuyos hechos relevantes sean sustancialmente análogos a los del
caso pendiente de decisión. En efecto, conforme la mentada doctrina, los jueces
inferiores deben conformar sus decisiones a las conclusiones arribadas en las sentencias
del Alto Tribunal, a menos que sustenten sus discrepancias en razones no examinadas o
resueltas en ellas (Fallos: 307:1094; 312:2007; 316:221; 318:2060M 319:699;
321:2294, entre muchos otros) . Y, para distinguir tales razones, es imprescindible
analizar los precedentes de la Corte en función de la “singularidad del caso” (Fallos:
212:251), que llega conformado a la jurisdicción extraordinaria por un determinado
supuesto de hecho, condicionado por “la ineludible variedad de las circunstancias de
tiempo y lugar” (Fallos: 304:1459), y por las teorías o argumentos que fundamentan las
decisiones tomadas en las instancias que la preceden y las posiciones asumidas por las
partes en el proceso. Pues, sólo a partir del examen conjunto de esa multiplicidad de
factores es posible determinar si existe “sustancial similitud” (Fallos: 307:240) con las
cuestiones planteadas y resueltas por la Corte con anterioridad, para poder corroborar si
existen “hechos diferentes a los examinados entonces” o “cuestiones legales nuevas que
autoricen la revisión de aquella jurisprudencia” (Fallos:
231:447).
En esa inteligencia, hace más de cien años, in re “Municipalidad de la Capital
c/Elortondo”, al distinguir los hechos de ese caso de los otros anteriores, para poder así
sortear los principios establecidos en esos precedentes, la Corte sostuvo que
“[c]ualquiera sea la generalidad de los conceptos empleados por el Tribunal en esos
fallos, ellos no pueden entenderse sino con relación a las circunstancias del caso que los
motivó, siendo, como es, una máxima de derecho que las expresiones generales
empleadas en las decisiones judiciales deben tomarse siempre en conexión con el caso
en el cual se usan, y que en cuanto vayan más allá, pueden ser respetadas pero de
ninguna manera obligan el juicio del Tribunal para los casos subsiguientes” (1988,
Fallos: 33:162, consid. 22).
GUSTAVO M. HORNOS
Ante mí: