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Maradona el semidiós.

Cuando en occidente se habla de mitología, se la suele asociar con una serie de


leyendas, cuyo centro principal se nutre de la cultura greco-romana. Las intrincadas
historias de dioses, héroes y monstruos que se escribieron hace milenios, aún siguen
influyendo en nuestro pensamiento. Las maldiciones que padecen, los viajes o las
guerras que emprenden, aún nos siguen fascinando. Sus ataques de ira, sus trágicos
destinos y sus actitudes heroicas nos resultan familiares.
Los dioses griegos, se parecen a seres humanos que muestran su costado más brutal.
Ellos no sólo son vigorosos, sino que también revelan sus sentimientos más
despreciables. Pueden descender al infierno en un instante de angustia y al poco tiempo
cubrirse de gloria en el Olimpo. Las penas, las envidias y el deseo de venganza no le
son ajenos. La esperanza y la tragedia, la fortuna y la maldición, los acercan tanto a la
gloria divina, como a la desgracia infernal. A diferencia de otras religiones antiguas, la
mitología griega, nos revela sus misterios a través de sus héroes. En ella no hay
revelaciones, profetas ni mandamientos. Todas sus enseñanzas se revelan a través de sus
héroes, cuya fama incluye también sus miserias. En ellos, nos hay revelaciones ni
enseñanzas espirituales, sino caminos repletos de dificultades, que nos enseñan a
soportar las adversidades. Ellos no nos dejan prácticas o creencias que debamos seguir;
sino su vida, que puede ser digna de imitarse. No dejan instituciones religiosas, códigos
de ética ni discípulos. No elaboran instituciones religiosas, estructuras visibles ni libros
sagrados. Sólo nos brindan el ejemplo de una gloria perpetua; que puede alcanzarse a
pesar de sus miserias.
Entre nosotros la “iglesia maradoniana” intenta ser una parodia de esa mitología.
Este ilustre futbolista ocupa la cima de nuestro pequeño Olimpo; en donde reina como
el único dios. Al igual que los dioses clásicos, Diego es temperamental, irascible y
caprichoso. Este dios parece lejano para muchos y dueño de goles imposibles. Pero se
transforma y muestra lo peor de sí; cuando busca vengarse de quienes lo critican.
Al igual que los dioses griegos, Diego no quiere ser un ejemplo de ética y virtud.
Ellos no eran ni buenos ni malos. Se mostraban más bien como seres enérgicos, que
influían a los humanos con sus poderes. No se sometían a las leyes ni seguían orden
racional alguno. Se guiaban por las pasiones, más que por la razón o las normas. No se
basaban en ningún sistema moral y sus debilidades eran evidentes. Los mortales
aspiraban a imitar su honor y su fama, más que sus virtudes. No castigaban a nadie por
sus errores o sus debilidades. Pero no soportaban la insolencia y las criticas, tal como le
acontece a Diego. Ellos eran muy humanos, pero destruían a todos aquellos que querían
opacar su poder. Nuestro deportista; también se caracteriza por ser opositor, rebelde y
poco respetuoso de la normas. Sin duda, que conserva algunos códigos como la amistad
y el compromiso con su familia. Pero su soberbia lo conduce por el camino de la
vulgaridad y la paranoia. El pueblo lo considera un dios y le tiene piedad como si fuera
un héroe. Muchos festejan sus caprichos, sus adicciones y sus ataques. Prefieren tratarlo
como a un niño caprichoso al que nada le alcanza. Pero sus transgresiones, sus
exabruptos y su sed de venganza, ya casi nos parecen normales
Nuestro héroe criollo, es el sueño de muchos. Nace en un barrio humilde y a fuerza
de goles, llega hasta alturas insospechadas. Al igual que el ave fénix, suele caer en
oscuros abismos y renacer cuando parece casi aniquilado. Su talento con la pelota, su
magia y su zurda, son una inspiración para muchos. Sus problemas con la droga, sus
excesos con la comida o el alcohol y el descuido de su salud, le dan un toque de
humanidad.

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Al igual que a los enloquecidos dioses clásicos, Maradona decidió salir con los
botines de punta contra quienes lo criticaron. Su grosería y sus insultos, lo muestran
como un dios desbocado contra quienes lo enfrentan. Desde hace tiempo, en cada una
de sus palabras, nos ha dicho que no intenta ser un ejemplo de vida. Sabe que su
pasionalidad lo ciega y oscurece su trayectoria. Reconoce que no se caracteriza por ser
una persona equilibrada y ecuánime. Por ello, sería bueno que sus groserías y su vida
disipada, tampoco sean un ejemplo de la argentina que esperamos para nuestros
jóvenes. Tal vez, esta deidad criolla deba reflexionar un poco y considerar sus dichos.
Esperemos ser noticia en el mundo, más por nuestras virtudes, que por nuestros
caprichos de divinidades olímpicas. Tal vez, este sea el momento de abandonar nuestras
desequilibradas mitologías vengativas y emprender el camino de la racionalidad.

Horacio Hernández.

http://horaciohernandez.blogspot.com/

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