You are on page 1of 38

FLAVOUR

Capítulo 1

La amargura es un sabor que se adquiere a causa del dolor, un sentimiento


que araña lentamente tu garganta y oprime asfixiando tus pulmones. Elibé
comprendía perfectamente el significado de la palabra ya que un terrible
acontecimiento la obligó a catarla. Antes de que eso sucediera su bienestar
estaba situado en el último escalón de la pirámide de Maslow y su pareja
había sido, a grandes rasgos, la motivación que la impulsó a lograrlo. Aún
podía recordar aquel entonces en el que la felicidad se vislumbraba
rebosante en sus mejillas, sus labios apenas podían evitar la sonrisa, y sus
ojos azules se iluminaban cuando su pareja la besaba. Pero
desgraciadamente, sin saber por qué, Marcos desapareció de la faz de la
tierra y Elibé fue engullida por su pérdida.

“Y bien, ahora pasaremos a la previsión del tiempo con nuestro compañero


Emilio Montero”

Ya habían trascurrido más de cuatro meses y, a pesar del sobreesfuerzo que


habían hecho por encontrarle, los resultados no fueron más que nefastos.
Desde entonces y hasta ahora había permanecido la mayoría de días
encerrada en casa, enganchada al televisor y recordando con dolor el
pasado.

-Me lo prometiste-Dijo sentada frente a la mesa del comedor.

Si bien la programación que emitían era de lo menos interesante un objeto


situado junto al televisor la distraía cuando la nostalgia reaparecía: El
destello de un recuerdo plasmado como imagen en fotografía, enmarcado
por padera de pino y que reflejaba con sonrisas aquel entonces cuando aún
permanecían unidos.

“Buenos días, parece ser que las nubes que durante esta semana han
estado provocando chubascos en el norte Peninsular se alejan lentamente,
lo que nos permitirá disfrutar de un cielo muy despejado a partir de esta
mitad de la jornada.”

Elibé se llevó la mano a la cadena que bañada en oro acariciaba su cuello y


con suavidad deslizó sus dedos por el colgante oscilante. Sin perder de vista
la fotografía enmarcada, observó como en el cuello de ambos un collar con
medio corazón representaba como símbolo su unión y, llevada por la
tristeza, descubrió que el que ahora palpaba tan solo era un vil recuerdo de
su desaparición. Tan incompleta como la mitad de su colgante sus ojos se
humedecieron de nuevo y su cabello de fuego resbaló del hombro y se
deslizó sobre su pecho.
“Recordad que esta noche, 11 de Agosto, debéis estar atentos y mirar al
cielo porque está prevista una lluvia de Perseidas, un espectáculo
maravilloso que nadie se debería perder. Este fenómeno tan conocido es
debido a que un cometa que pasa por el sistema solar…”

El sonido de la puerta de entrada abriéndose confirmó que su compañera de


piso había regresado de la Universidad. Con rapidez secó sus lágrimas.

-¿Hola? ¿Por qué no contestabas?-Dijo su amiga acarreando con una


mochila sobre su espalda.

Claudia era una chica morena de cabello corto, sus ojos eran marrones y
solía resaltarlos con maquillaje. Su modo de vestir resultaba un tanto
atrevido y su color preferido era el negro. Normalmente solía combinar
ambas cosas con una minifalda y una camisa ajustada que marcaba sus
encantos. Pero lo más importante radicaba en su personalidad: Claudia se
desvivía por la gente que quería y cualquier problema de otro lo asumía
como algo personal.

-Lo siento-Respondió Elibé-Con el televisor no te había escuchado llegar.

Claudia se acercó, rodéo la mesa y la observó con detenimiento.

-¿Hasta cuando piensas seguir así?-Preguntó de pronto.


-Seguir... ¿Cómo?
-Por favor Elibé, tienes que salir, no puedes pasarte los días encerrada en
casa. Al menos deberías asistir a clase ¿no crees?
-¿Para qué? no puedo concentrarme-Respondió ocultando el rostro tras su
largo y liso cabello rubio.
-Sabes que eso te ayudaría, al menos así hablarías con los demás y te
distraerías.
-Claudia te repito que no tengo ganas, yo no puedo salir tanto como lo
haces tú.
-En serio, si me he trasladado a vivir contigo es para ayudarte, pero si tú no
te esfuerzas yo no puedo hacer nada.
-¿Crees que es tan fácil olvidar a alguien?-Preguntó girándose hacia ella con
una expresión de angustia.- ¿A caso piensas que yo quiero estar así?
-No lo creo, pero tienes que aceptar de una vez que muy seguramente él…
-¡Maldita sea!-Exclamó incorporándose de la silla-¡No está muerto! ¿¡Por
qué todos habéis perdido la esperanza en encontrarle!? ¡Marcos no está
muerto, joder!
-¡Elibé por dios, tienes que levantar cabeza de una vez!-Respondió con el
mismo tono.
-¿Sabes qué? primero soluciona tus propios problemas y déjame tranquila.
-Añadió con una cierta crueldad en su voz mientras devolvía su mirada al
televisor.- Te he dejado el pescado en la nevera, si quieres ven a comer
conmigo, pero no quiero seguir hablando del tema.
Los ojos de Claudia quedaron clavados en su nuca durante unos segundos
mientras un pequeño tic hacía temblar con nerviosismo su labio superior.

-Da igual, se me han quitado las ganas-

Sin añadir nada más su compañera de piso dio media vuelta y se dirigió
hacia el dormitorio. Mientras Elibé la veía alejarse por el pasillo observó
como los huesos de su amiga se dibujaban repugnantemente bajo su
camisa.

***

En la oscuridad de la noche, cuando las pesadillas resurgen para atemorizar


a los más pequeños, un sonido semejante a un silbido sobrevoló surcando el
cielo. Era una estrella, fugaz y resplandeciente, cuyo destello finalizó con un
gran estruendo.

A la mañana siguiente un incómodo silencio las acompañaba de camino a la


Universidad. A penas se habían dirigido palabra desde la discusión y Elibé se
sentía culpable de la situación. Si bien aquellos consejos la enojaron en su
momento, ahora los encontraba de lo más acertados; gracias a Claudia su
vida no se había desmoronado por completo y gracias a su esfuerzo era
capaz de seguir subsistiendo .
Con mal sabor de boca miró de reojó a su amiga. Tan reservada como de
costumbre permanecía callada, caminando junto a ella, mientras su mirada
reflejaba un cierto disgusto por la disputa que tuvieron el día anterior.
Sin preámbulo alguno detuvo sus pasos y procedió disculparse.

-No soporto estar así contigo-Dijo de pronto.

Claudia se frenó en el camino y sin girarse escuchó sus palabras.

-Me siento fatal por cómo te traté ayer, no estuvo bien y espero que puedas
perdonarme. Sé que no es excusa pero llevo unos días un poco nerviosa y
por eso reaccioné como no debería.
-Yo también lo siento-Respondió al cabo de unos segundos-A veces pienso
que te fuerzo demasiado, pero me desespera ver como sufres y no poder
hacer nada por ayudarte.

Elibé se acercó a ella y con sentimiento la agarró de su mano derecha.

-Cuando Marcos desapareció tú fuiste la persona que ocupó el vacío que él


dejó en mi piso, te molestaste por intentar animarme, incluso te encargaste
de llevar a cabo las labores de la casa. Así que no digas eso, me has
ayudado más de lo crees, pero como tú me dijiste ayer yo soy la que he de
esforzarme por estar bien.

Una vez reconciliadas las prisas les asaltaron cuando al mirar sus relojes se
percataron de que llegaban tarde. Aquella tardanza tan habitual se debía a
que el piso donde vivían se encontraba justo en el otro extremo del pueblo,
y para llegar a la Universidad debían cruzar una colina que dividía en dos a
la población. Aquel no hubiese sido un problema si el sendero por el cual
bordeaban el cerro estuviese urbanizado y no dejado por la mano de dios.

-Elibé, rápido.

A toda prisa descendieron por el camino de tierra, a los pocos metros


cruzaron el puente de madera que se mantenía firme sobre el río y, sin
perder un solo segundo, se dirigieron hacia el enorme edificio que asomaba
sobre las copas de los plataneros. Cuando entraron en el recinto dos
estudiantes se les acercaron con una sugerente historia por explicar.

-Claudia, Claudia ¿Lo escuchaste?-Preguntó un chico repeinado que llevaba


gafas de culo de botella.
-¿Eh? ¿Qué tenía que escuchar?
-¿Lo ves? Ella tampoco se enteró-Respondió la chica con un pirsin en la nariz
y el pelo a mechas rojas.

Aquella pareja tan peculiar eran Paula y Sergio, dos personas que a simple
vista parecían completamente opuestas pero que cuando se les conocía a
fondo resultaban ser dos gotas de agua. A ambos les fascinaba el cine de
género, todo los relacionado con los fenómenos paranormales e incluso
habían llegado a coincidir en algún avistamiento. Cuando uno conocía datos
como este no podía evitar sentir un cierto recelo.

-¿Que tendríamos que haber visto?-Preguntó Elibé asomándose tras su


compañera.
-Ayer por la noche hubo un gran estruendo en la montaña-Explicó Sergio- Mi
abuelo estaba en el jardín observando la lluvia de estrellas que llevaban
tiempo anunciando, cuando de pronto... una bola de fuego atravesó todo el
cielo y se estrelló en el bosque.
-¿Y qué pasa con eso?-Preguntó Claudia.
-¿¡No os parece interesante!? ¡Un meteorito que ha caído del espacio!-
Exclamó con una expresión de euforia- ¡Y nosotros tenemos la oportunidad
de ir a verlo!
-¡Que emocionante! ¡Es un fenómeno extraterrestre!-Dijo ella aún más
exaltada-¿Quien sabe lo que allí encontraremos?
-Y con esto… ¿pretendéis que vayamos con vosotros?
-¡Exacto! ¡Tenéis que acompañarnos! si algo raro sucediese nadie nos haría
caso, pensarían que nos lo inventamos. Pero con vosotras allí todo resultaría
mucho más creíble.

A la espera de una respuesta Claudia se giró hacia su compañera de piso y


le preguntó:

-¿Esta tarde tenemos algún plan?

En aquel instante, mientras su querida amiga le ofrecía la oportunidad de


decidir, Elibé recordó la razón por la que el día anterior discutieron y,
recompensando así su esfuerzo, negó con la cabeza aceptando la
propuesta.

***

No fue una de las tardes más soleadas, ni siquiera el cielo se encontraba


despejado, sin embargo un sentimiento de entusiasmo parecía sosegar la
oscuridad que Elibé había estado incubando. Al parecer, aquel tratamiento
que su compañera le había recomendado resultó ser más efectivo de lo
esperado; El sobreesfuerzo personal por realizar algo que no deseaba disipó
sus asfixiantes demonios y distrajo su cerebro de cualquier recuerdo
durante un tiempo.

-¿Seguro que es por aquí?-Preguntó Claudia, muy inquieta y caminando


entre la maleza.

Después de las clases quedaron y juntos se dirigieron hacia la gran colina


que dividía en dos al pueblo. Con Sergio de guía se introdujeron entre la
arboleda y siguiendo sus pasos llegaron a uno de los lugares más lúgubres
del bosque.

-Creo que ya hemos llegado.

Sobre sus cabezas un cielo formado por árboles de hoja caduca dibujaba un
escudo dorado que impedía que el sol se filtrase con esplendor. Sin
embargo, a pocos metros, una obertura a causa de un gran impacto había
quebrado las ramas de uno de ellos y daba paso a un deslumbrante rayo de
luz. Entusiasmados por tal acontecimiento se acercaron y sorprendidos
miraron el cráter que se había formado justo debajo. En aquel momento
ninguno de ellos pudo añadir palabra, ni siquiera Elibé, cuyo rostro palideció
como un muerto al percatarse de algo completamente desconcertante.

-¿Se puede saber que haces?-Preguntó Claudia frunciendo el ceño.

Sin responderle se introdujo en el chamuscado boquete, cuidadosamente se


agachó junto al meteorito que aun se mantenía caliente y acercando sus
dedos a él agarró algo con sus manos.

-Dios mío eso es…-

Con pulgar e índice lo alzó sobre sus hombros y aproximándolo a su


desencajado rostro mostró aquel colgante con medio corazón que junto a su
novio Marcos desapareció.
Capítulo 2

Se suele decir que la mirada es el reflejo del alma, que mediante ella
podemos entrar en la psique humana y descubrir la verdadera persona que
tenemos delante. Por eso mismo, cuando Claudia se observaba durante
horas en el espejo, no podía evitar sentir un cierto malestar; por más que lo
intentara, y por mucho que lo evitara, sus ojos se conectaban en el espejo
recordándole cada día quien era por dentro. Aquella fijación obsesiva se
desencadenó de un modo superficial con el resto de su cuerpo; por si misma
decidió ponerse a dieta y mostrar en bandeja su sugerente cuerpo. La
exagerada dedicación por su aspecto estaba ligada con la esperanza de
encontrar a alguien especial. Lo sabía con claridad, su autoestima y
seguridad dependería de ello.

-Mierda, voy a llegar tarde-.Maldijo.

Con un último trazo negro perfiló su ojo derecho. Distanciándose del espejo
se echó un último vistazo y, ya conforme, abandonó el baño. Recorrió el
pasillo dónde los dormitorios estaban situados y llegó al comedor. Eran las
diez tocadas y la oscuridad se había apoderado del lugar, tan solo una luz
proveniente de la lámpara trípode iluminaba el sofá donde su amiga
esperaba preocupada.

-Deberíamos llamar a la policía-. Dijo Elibé con el colgante entre sus manos.
-Pero… ¿estás segura de que es el mismo?-Preguntó mientras se abrochaba
la chaqueta de cuero negro.
-¿No lo ves? La cadena también es idéntica ¿no es demasiada coincidencia?

Por un momento Claudia quiso discutir tal argumento, pero por el bien de
ambas desistió y con un ademán de asentimiento secundó su teoría.

-Mañana faltaré a primera hora y te acompañaré a comisaría.

Elibé respondió con el mismo gesto.

-Pero ahora tengo que irme. Lo siento Eli, me quedaría acompañándote toda
la noche pero esta vez tengo que presentarme.
-Tranquila-Respondió con un tono reconfortante para no preocuparla-estaré
bien.

Con una sonrisa de agradecimiento Claudia se dirigió hacia el recibidor y sin


hacer apenas ruido abandonó el piso. Cuando sus pasos se dejaron de
escuchar, cuando la franja de luz del rellano desapareció, Elibé aproximó el
colgante a su corazón y cerrando los ojos deseó que aquel objeto fuese la
esperanza que la llevase de nuevo junto a Marcos. Sola y desamparada dejó
caer su cabeza sobre el posa brazos del sofá y, con ojos llorosos, observó la
imagen de aquel corazón destrozado que resplandecía palpitante en su
mano.

***

Proveniente de la inmensidad del firmamento una estrella sin nombre


sobrevoló el pueblo, pero al igual que todos ellos la salvaje colina no le
permitió el paso al otro extremo y la engulló hacia sus terrenos.

-Te he esperado durante mucho tiempo.

Se sentía desorientada, ni si quiera podía vislumbrar con precisión lo que la


rodeaba, sin embargo la voz de su novio llegó a sus oídos con claridad. Sus
palabras se desplazaron como la brisa en la playa, con el tacto de la seda
acariciaron su cuello, ascendió por su cabello y susurrándole al oído le
dijeron:

-Acércate Elibé. Acércate un poco más.

Envuelta por un aura de paz sus ojos se adaptaron y pronto descubrió que
se encontraba en el lugar del acontecimiento; Sus pies se mantenían
descalzos sobre una capa de nieve, la cual se extendía como una sábana
rodeando el imponente cráter. Los árboles que limitaban el terreno
asomaban de la oscuridad y con sus ramas parecían amenazar a cualquiera
que decidiese marchar. Afortunadamente todo lo que necesitaba se
encontraba en ese mismo lugar, tan solo a unos pocos pasos. Desnuda
avanzó por el camino de hielo y cuando alcanzó su final descubrió algo de lo
más estremecedor; Un rayo de luz hibernal iluminaba el boquete donde
anteriormente se encontraba el meteorito. Pero ahora, los pequeños copos
que provenían del exterior se dejaban caer por una enorme perforación en
la tierra que se extendía en kilómetros de profundidad.

-Te prometí que siempre te protegería.

De pronto, las paredes que componían aquel temible agujero se volvieron


incandescentes, asumieron un color rojizo y desencadenaron un vapor
asfixiante. El sonido que desprendía era irritante, semejante al de una olla a
presión a punto de estallar, idéntico al plástico que grita entre las llamas.

-Y pronto me necesitarás a tu lado.

En aquel último instante, mientras cabizbaja observaba como el terreno se


erosionaba a causa de la temperatura, el rostro de su novio apareció
sonriente en el fondo del pozo.
-¡Marcos!-Gritó incorporándose del sofá.

En un principio sintió como si hubiese sido engullida por aquel socavón, sin
embargo, cuando sus ojos se acostumbraron a la oscuridad pudo vislumbrar
el techo del salón. No hizo falta ser demasiado avispada para descubrir que
su mente le había jugado una mala pasada. Abatida por el sueño buscó el
interruptor de la lámpara situada junto al sofá y, una vez logró alcanzarlo, el
comedor se iluminó. La luz destelló en el reflejo del televisor, las sillas se
dibujaron sobre la oscuridad y antes de poder ver el resto de la sala, un
escalofriante suceso la inquietó: El mueble principal de la sala de estar
había sido asaltado, se encontraba desordenado, cajones y armarios
estaban abiertos con todo su contenido tirado en el suelo. Cuando el
pensamiento de un robo atravesó su mente no pudo reprimir el miedo. Sus
cinco sentidos se vieron afectados por una desconocida sugestión que
mentía con la alargada sombra de la lámpara, con la silueta del perchero
que asomaba desde el recibidor y sobretodo engañaba con las voluminosas
cortinas que no transparentaban a causa de la negrura exterior. No quiso
parpadear, ni siquiera pudo respirar, aún con el sueño dibujado en su cara
se puso en pie y, abalanzándose al teléfono, se dispuso a llamar a la policía.
Para su sorpresa el destino tenía preparado algo distinto para ella y el
inalámbrico sonó antes de que lo cogiera. Desconcertada se preguntó que
estaba sucediendo, ya que tal casualidad no solía ser algo habitual. A pesar
de tanto razonamiento la inercia controló sus movimientos y al tercer tono
descolgó el auricular.

-¿Diga?
-¿Eres Elibé?-Dijo la voz de una mujer.
-Sí ¿Por qué?
-Es sobre tu amiga Claudia, está hospitalizada.

***

A las doce tocadas las luces se apagaban en las carreteras del pueblo
menos habitadas, como un plan de ahorro que el ayuntamiento acordó a
causa de un gasto innecesario. Con tan solo diez minutos de ventaja Claudia
regresaba a casa tambaleándose de lado a lado, con unas prominentes
ojeras marcadas. Abstraída de la realidad su subconsciente escogió el
camino correcto y a paso lento avanzó por la acera paralela al Parque de las
Golondrinas. Ya no podían escucharse los niños jugando en los columpios,
tampoco el incómodo ruido de los coches alteraba la noche, ni siquiera el
canto de los grillos perturbaba aquel sospechoso silencio. A pesar de todo,
lo que mantenía con vida aquel lugar era la llovizna que se vislumbraba a
través de los focos de luz, una iluminación que provenía de las escasas
farolas que parpadeaban solemnes entre la oscuridad. No esperó
demasiado, sabía a ciencia cierta que debía darse prisa si no quería acabar
perdida entre las sombras.
Aceleró sus pasos al divisar el portal del edificio donde vivían, sustrajo el
llavero de su chaqueta de cuero y, con un cierto esfuerzo, intentó
introducirla en la cerradura.

-¡Claudia!-

Ni siquiera había logrado abrir la puerta cuando una voz familiar gritó su
nombre e irrumpió lo que estaba haciendo. Buscando su procedencia se giró
hacia la carretera y entrecerrando los ojos intentó fijar la vista. Al otro lado
de la calle, entre los matorrales del parque, una tétrica silueta parecía
observarla. Por un momento pensó en preguntar quién era, pero no necesitó
hacerlo para descubrirlo. Como una reacción en cadena las farolas se
apagaron una tras otra, el extraño individuo dio un paso al frente y Claudia
retrocedió aterrorizada.

“Te lo prometo Elibé, siempre te protegeré”

La confianza por lograr lo inalcanzable prevaleció en el interior de Elibé


durante todo aquel tiempo, la inexorable duda del paradero de su novio
evitó que la esperanza se consumiera por el tiempo. Pero lo que ella
desconocía era que sus deseos más profundos fueron escuchados aquella
noche, una madrugada en la que un meteorito sobrevoló el cielo, una
estrella fugaz que disipó la oscuridad concediéndole su único deseo.

-Dios mío, no es posible.

A unos pocos pasos, envuelto por el sirimiri de las primeras lluvias, Marcos
yacía sobre la acera con el mismo atuendo que el día de su desaparición.
Capítulo 3

Veinticuatro horas atrás había decidido olvidar, hacer un esfuerzo por seguir
adelante y volver a respirar. Pero el caso de su novio resurgió como un alma
que aún no ha alcanzado la paz y la devolvió a la oscuridad.

“Te prometí que siempre te protegería y pronto me necesitarás a tu lado”

Sosteniendo su bolso para que no resbalara de su hombro corrió por la


acera y se detuvo ante el semáforo en rojo. Resguardada bajo su paraguas
esperó impaciente a que la silueta verde le permitiera el paso. Se sentía
angustiada y muy preocupada, acababa de recibir una llamada del hospital
informándole que su mejor amiga se encontraba ingresada. Aquella misma
noche Claudia le había comentado que saldría con unos amigos, que juntos
irían a visitar a un conocido que llevaba años sin ver, y que no la esperase
despierta. Sin embargo el sueño de Elibé fue interrumpido cuando un ladrón
entró en su piso y desbarajustó todo a su alrededor. A pesar de sus ansias
por querer denunciarlo, la salud de su amiga era lo primero y decidida se
dirigió hacia el hospital del pueblo.

Cerrando el paraguas entró en el edificio y con una expresión de


preocupación se acercó a información.

-Buenas noches ¿Podría decirme en que habitación se encuentra Claudia


Morales?-Preguntó a la administrativa sentada tras una cristalería.
-Sí, un momento por favor.-Respondió llevando las manos al teclado del
ordenador.-¿Claudia Morales Rivera?
-Sí, esa misma.
-Ha ingresado hace unas horas ¿verdad?
-Sí.
-Pues… parece ser que ya le han dado el alta.
-¿Cómo dice?-Preguntó extrañada.- No puede ser, acaban de llamarme
diciendo que…

Antes de que pudiese acabar la frase una mano se dejó caer sobre su
hombro y una voz familiar dijo su nombre en alto. Elibé se giró al instante.

-¡Claudia!-Exclamó- ¿Se puede saber que te ha pasado?


-Siento haberte hecho venir, pero no me dejaban volver a casa por mí
misma.
-Pero... pero ¿Qué ha ocurrido?
-Bueno, nada-Negó con la cabeza.-estaba volviendo a casa cuando me he
desmayado. En serio, estaba justo en la entrada cuando perdí el
conocimiento.
-¿Qué te has desmayado? ¿Y los médicos? ¿No te han dicho por qué ha sido?
-Falta de potasio, dicen. Pero ya les he dicho que venía de fiesta y que había
bebido demasiado.
-Ah, ¿Y eso es todo?
-Sí , bueno… tendré que tomarme unas pastillas durante un tiempo.
-No Claudia, no digo eso-Insistió Elibé- ya sabes porque te ha ocurrido, pero
no quieres escucharme.
-¿Qué? ¿Me vas a venir otra vez con eso? En serio, si te he llamado a ti y no
a mis padres es porque quería ahorrarme el sermón de turno.
-Joder, ya sé que no te digo nada nuevo, pero me preocupas, estás
demasiado delgada y a penas pruebas bocado.
-Elibé por favor, me conoces desde hace mucho tiempo y ya sabes que soy
de constitución delgada. Además no soy una niña, sé cuidarme yo misma.
-Bueno, di lo que quieras pero no quiero volverte a ver aquí.

Mientras mantenían la conversación decidieron apresurarse y abandonar el


hospital.

-A partir de mañana las cosas van a cambiar-Siguió.-Tanto para ti como para


mí.

Claudia no respondió, simplemente asintió con la cabeza mientras intentaba


situarse bajo el paraguas.

-Espero que lo entiendas, no quiero echarte la bronca, tal sólo quiero que
estemos bien.

Sin decir nada más Elibé se detuvo en el paso peatonal y alzó la mano con
la atención de llamar a un coche patrulla que esperaba en acera paralela.

-¿Eh? ¿Qué haces?-Preguntó su compañera desconcertada.


-Tenemos un problema, alguien ha entrado a robar en nuestro piso.

Subidas en el coche de policía fueron escasos minutos de trayecto, pero los


suficientes para que Elibé explicase lo sucedido con todo lujo de detalles.
Sus palabras salían disparadas de su boca con nerviosismo, necesitaba que
su credibilidad fuese absoluta para que la justicia le tendiese una mano de
ayuda. Lamentablemente la falta de evidencias tan sólo les brindó la
posibilidad de denunciar lo sucedido. Los agentes no encontraron pista
alguna del sospechoso y el hecho de que la cerradura no se encontrase
forzada acabó disipando la posibilidad de un robo.

-El modus operandi del ladrón es muy confuso y no parecen haber objetos
robados.-Concluyó uno de ellos.

Claudia supo al instante que aquellas palabras no fueron del todo sinceras,
lo cierto era que la falta de interés en el caso había sido a causa del
comportamiento de su compañera de piso. Los nervios de Elibé se
desbordaron cuando horrorizada descubrió que el colgante encontrado en el
bosque había sido robado. Aquella cadena dorada con medio corazón era la
única pista que podría llevarle de nuevo junto a Marcos, pero al igual que
hacía cuatro meses, desapareció sin dejar rastro. Desesperada intentó
hacerles entender que el ladrón tan solo entró para hacerse con aquel
objeto y quizás, si lograban dar con él, también podrían encontrar a su
pareja.

-Tranquila, como aún no me encuentro del todo bien mañana no iré a clase-
dijo Claudia cuando los agentes marcharon.-aprovecharé para acercarme a
comisaría y denunciarlo.

A pesar de sus palabras, mientras su amiga le acariciaba el hombro de un


modo comprensivo, un ligero ardor de rabia abrasó sus entrañas.

-Elibé, confía en mí, todo se va a solucionar.

Se maldijo a si misma por haber perdido la única pista que podría conducirle
hacia su pareja, por sentirse perdida y aturdida como una estúpida niña y
sobretodo su cólera se desató al percatarse de que se encontraba en el
mismo estado que cuando su pareja desapareció. Si lo que deseaba era una
respuesta clara debía reaccionar, despertar de aquel sueño que la mantenía
anestesiada en la cama y valerse por si misma para encontrar una nueva
pista. Porque a pesar de las promesas de su amiga y por mucha seguridad
que transmitiese la policía se encontraba sola en aquella pesadilla.

***

Con un sutil clic presionó el botón “Play” del radiocasete y la canción “I´ve
told every little star” de Linda Scott iluminó el comedor. Acompañada por la
música corrió las cortinas del balcón permitiendo la vista del hermoso
paisaje exterior. Con el mismo entusiasmo se situó frente el espejo y, con
un pintalabios carmín en mano, resaltó la optimista sonrisa con la que
despertó a la mañana siguiente.

-Te he dejado un plato de arroz y un poco de carne en la cocina-Dijo Elibé


girándose hacia el pasillo.-Me voy a clase que voy a llegar tarde, espero que
cuando vuelva hayas comido algo.

Sin nada más que decir cruzó el recibidor y cerrando la puerta tras de sí
abandonó el piso. En el silencio que dejó, tan solo perturbable por tic tac del
reloj, una desgastada mano apareció y arrastró el cuerpo que mantenía a su
compañera esclava en la cama. Ella misma y su expresión de crudeza, como
un punzante alfiler atravesando su mejilla izquierda, se tambaleó hacia el
baño y, dejando caer sus párpados con tristeza, se encerró silenciosamente
en él.

Los profetas del siglo XXI predijeron que aquel 13 de Agosto sería un día
soleado y en parte acertaron; Pero ningún meteorólogo sabía que el pueblo
en el que vivían era de lo más contradictorio, fuese cual fuese el pronóstico
siempre acababan recibiendo lo totalmente opuesto. Por eso mismo y, a
diferencia del resto del mundo, los días en aquella villa siempre eran grises,
apagados, y con la persistencia de la lluvia sobre sus aceras. En ocasiones
muchos de los habitantes se habían preguntado si tal comportamiento del
tiempo era natural, algunos de ellos, sobre todo los más viejos,
respondieron con antiguas leyendas que escucharon cuando eran pequeños,
sobre una maldición que se desató en el lugar cuando aún ni siquiera había
sido edificado. “Yo he visto el fuego arder bajo estas tierras, llamas de color
violeta que despiertan a nuestros antepasados en sus sepulcros” Solía decir
Fermín, un anciano con los primeros problemas mentales de la vejez.
Después de escuchar algo así uno se preguntaría.-¿Qué idiota iba a creer
semejante bobada?- y como respuesta allí estarían Paula y Sergio. Su afición
por los fenómenos paranormales, extraterrestres y demás rarezas les había
hecho populares en la región. ¿Quién habría imaginado que aquellos niños
que se conocieron en la guardería acabarían juntos para el resto de sus
vidas? Para ser sinceros ninguno destacaba ni por su físico ni por su
intelecto, sin embargo el aura esotérica que desprendían lograba captar la
atención de todos los demás. Claudia fue una de esas personas; se sintió
atraída por la extraña pareja, incluso de algún modo parecía admirar su
modo de vida, y se trabajó su amistad durante un tiempo hasta que
finalmente logró intimar con ellos. A pesar del roce Elibé jamás llego a sentir
lo mismo; sin lugar a dudas reconocía que eran buena gente pero sus
aficiones le resultaban demasiado escabrosas como para compartirlo.

-Parece ser que teníamos razón.-Dijo Sergio asintiendo con la cabeza.-


Después me lo contó por Messenger.
-No me lo puedo creer. -Respondió Paula dejando escapar una carcajada.-
Pero si el tío era súper gay.
-Pues mira, habrá cambiado de parecer.

Eran las dos del medio día, las lluvias para entonces ya habían cesado pero
un intenso frío provocaba el crujir de las ramas. Durante las clases Elibé se
dejó llevar por el melancólico paisaje, utilizó los colores más apagados para
recordar los sucesos que la acompañaron y, después de pensarlo mucho,
finalmente llegó a una conclusión. Cuando Claudia sufrió el desmayo
regresaba de salir de fiesta con Paula y Sergio, concretamente celebraron la
visita de un amigo lejano que durante años residió en el mismo pueblo. Por
eso mismo pensó que tenían todo el derecho a saberlo. Si tal amistad les
unía debían ser informados sobre el estado en que se encontraba Claudia y
si realmente se preocupaban por ella, entre los tres podrían buscar un modo
de ayudarla.

-¡Esperad, esperad!-Gritó Elibé corriendo hacia ellos

Al instante la pareja se detuvo sobre el puente de madera y girándose


respondieron con una mirada de sorpresa. La expresión de sus ojos se veía
justificada por la falta de comunicación con ella; durante todos aquellos
años pocas fueron las ocasiones que se acercó para hablar de forma
desinteresada, siempre existió algún tipo de aliciente que la forzaba a
comunicarse con ellos y, como imaginaron, aquella vez no sería diferente al
resto.

-¿Qué tal Eli?-Preguntó Sergio.


-He salido un poco tarde, pensaba que no podría alcanzaros.
-¿Pasa algo?-Siguió Paula.
-¿Tenéis un momento para hablar?

Ambos se miraron y después asintieron con la cabeza.

-Es sobre Claudia, ayer estuvo ingresada en el hospital.


-Ah vaya… ¿Y eso por qué?-Preguntó Paula un poco cortada.
-Mira, vosotros sois sus amigos y creo que es mejor que os lo cuente. Quizás
os haga más caso que a mí.

Elibé se detuvo unos segundos para coger aire y prosiguió con su


explicación.

-A ver, ya sabéis que Claudia siempre ha sido delgada, pero hace meses,
bueno… últimamente no come como debería. Muchos días se salta las
comidas, pero… en fin, que casi no prueba bocado. El caso es que ayer,
justo cuando volvía de quedar con vosotros, se desmayó en medio de la
calle y tuvieron que llevarla de urgencias.
-¿Lo dices en serio?-Preguntó Sergio.
-Sí. Yo la verdad es que no sé qué hacer; si ir a un especialista, hablar con
sus padres o no sé. Pero no puedo soportarlo, esto no puede alargarse más.
-¿Y que quieres que hagamos?-Preguntó Paula.
-Mira, podríamos ir a hablar los tres con ella, de buenas ¿sabes? Y quizás así
abra los ojos.

Sergio negó con la cabeza.

-No creo que eso sirva de mucho.


-¿Qué? Pero podríamos intentarlo al menos.
-Mira Elibé-Siguió Paula- Claudia y yo siempre hemos tenido muy buen rollo
y no quiero estropearlo. Ella es adulta, es responsable de lo que haga y por
mucho que nosotros le digamos tampoco va a cambiar de parecer.
- Pero a ver…
-No sé, es que además yo no la veo tan delgada como dices.
-Joder Paula, no hay que fijarse mucho para ver que está esquelética-
Respondió molesta.
-Además Eli, yo no creo que se desmayara por eso, cuando quedamos no
estuvo a penas con nosotros, enseguida se fue porque no se encontraba
bien, quizás estaba incubando algo.
-Sí claro ¿Y por qué te crees que la subió tantísimo? Eso justamente pasa
cuando tienes el estómago vacío.
-No, no estaba borracha-Respondió Sergio.-A penas bebió nada.
-¿Qué? Pero si ella…
-Se marchó tan pronto que no probó el alcohol.
-Pero… ¿tan pronto se fue?
-Sí, serían sobre las doce ¿verdad?-Preguntó girándose hacia su novia.
-Las doce y media como mucho-Confirmó ella.

Completamente desconcertada Elibé recordó la noche en que Claudia fue


hospitalizada; la llamada se produjo a las cuatro de la mañana, pero al
parecer se despidió de sus amigos casi tres horas antes. Si lo que decían era
cierto, Claudia podría haber estado inconsciente durante todo aquel tiempo,
pero era muy extraño que nadie la hubiese encontrado antes.

-Eli ¿te pasa algo?-Preguntó Sergio buscando su mirada.


-No-Respondió al instante-Aunque…visto lo visto tampoco creo que os
interese saberlo.

Sin nada más que decir adelantó sus pasos, corrió sobre los tablones del
puente cruzando el río y con la misma prisa se encaminó por el sendero que
bordeaba la colina.
A medida que la silueta de Elibé se alejaba en la montaña la extraña pareja
se echó una mirada y, con una media sonrisa, restaron importancia a sus
palabras.

Una vez llegó a su hogar, justo antes de entrar, intentó disimular la prisa
que se había dado y con calma esperó unos segundos a que su respiración
se normalizara. Cuando sus pasos alcanzaron el comedor pudo ver a su
amiga arrodillada frente al televisor mientras recogía algo del suelo. Claudia
se incorporó y se giró hacia su compañera con ambas manos ocupadas; en
su izquierda sostenía lo que parecían ser unos cuantos cristales rotos y en
su derecha agarraba el preciado cuadro con la fotografía de Elibé y Marcos.

-Lo siento, se me ha caído mientras limpiaba.-Se disculpó.

Intranquila se acercó a Claudia y con cuidado le arrebató el cuadro. Observó


la fotografía de arriba abajo y con un suspiro se tranquilizó al percatarse de
que no había sufrido daños.
-No pasa nada, ya compraremos uno nuevo.-Dijo sin apartar la mirada del
marco.-¿Y tú? ¿Cómo te encuentras?
-Ah, pues bastante mejor. Por cierto, me he pasado por comisaría y hecho la
denuncia. La verdad es que me ha ido bien para despejarme un poco.
-Me alegro. Aunque deberías volver al médico.
-No, no creo que haga falta, en serio.

Elibé se detuvo unos segundos con el objeto en sus manos, su silenció


extrañó a Claudia, la cual estaba acostumbrada a que siempre insistiera con
su falta de peso.

-Puede que tengas razón.-Dijo finalmente.-supongo que tanto alcohol y


fiesta con Paula y Sergio te acabó destrozando.
-Ah, bueno…la verdad es que sí-Afirmó Claudia un tanto sorprendida por su
respuesta.-ya te dije que seguramente me desmayé por eso.

<<Tres minutos antes>>

Claudia permanecía sentada en la butaca del balcón mientras cruzada de


brazos observaba el lúgubre paisaje que la rodeaba. Sus ojos estaban
abiertos de un modo antinatural mientras su respiración se descontrolaba
con violentas compulsiones en su pecho.

-No, por favor.

El color de su iris jamás había resaltado entre los demás, pero ahora, con las
pupilas totalmente contraídas su mirada se manifestaba de un modo
escalofriante. A pesar de los espasmos no podía apartar la vista de la
montaña; permanecía paralizada, observando con terror como la niebla
suspiraba entre la arboleda, como susurraba su nombre mientras se
desplazaba colina abajo.

-¡Déjame tranquila!-Gritó incorporándose de la silla, introduciéndose


inmediatamente en el comedor y situándose frente al mueble del televisor.-
¡Déjame en paz de una vez!

Acompañada por un grito desgarrador agarró el cuadro con sus manos y,


alzándolo sobre su cabeza, lo arrojó violentamente contra el suelo.

<Tres minutos después>>

Sosteniendo el marco se incorporó, con calma se giró hacia Claudia, y


mirándola a los ojos le sonrió.
“Elibé, confía en mí, todo se va a solucionar”

Desafortunadamente para ella, aquella expresión de simpatía tan solo fue


una máscara de sospecha como respuesta a su mentira.
Capítulo 4

Quien podría haber imaginado que una simple sospecha podría


desencadenar tan terribles consecuencias. Todo comenzó con una mentira,
un secreto oculto en el fondo de sus retinas, enmascarado por la
inexpresiva mirada que tanto la caracterizaba.

-Hasta luego.-Se despidió aquella mañana.

Al amanecer los papeles de ambas parecían haber sido intercambiados.


Durante la mañana Claudia asistiría a clase y su compañera de piso, con la
excusa de un compromiso, faltaría todo el día.

Con total tranquilidad Elibé se dirigió a la cocina, se sirvió una taza de leche
caliente y solitaria apoyó su hombro junto a la ventana. Inconsciente de que
estaba siendo observada Claudia cruzó la carretera y, ajustándose la
chaqueta, desapareció tras un edificio. Una vez acabó el desayuno dejó caer
su tazón azul oscuro en el fregadero e inmediatamente se encaminó hacia
el dormitorio de su amiga. Desconocía las razones de su mentira, tampoco
comprendía el por qué de su tortura física, pero si de algo estaba
completamente segura es que debía ayudarla. Ella fue como un soplo de
aire fresco en la peor época de su vida, una dulce voz que la consolaba con
palabras de esperanza, una verdadera amiga que estuvo presente en cada
una de sus recaídas. De algún modo le estaba agradecida pero también se
sentía mal consigo misma por haber sido tan egoísta; sus propios problemas
la habían vuelto una persona egocentrista, ignorando que una de las
personas que más la quería también necesitaba la mano de una amiga.
Lamentablemente, y por mucho que lo intentara, la introversión de Claudia
no le permitía ver más allá de su apariencia física. Fue entonces cuando
decidió acudir a sus amigos, con la esperanza de que juntos pudiesen
hacerle entrar en razón, pero la enorme decepción que se llevó tan solo
sirvió para acrecentar sus ansias por ayudarla.

El dormitorio de Claudia no resultaba nada inusual, al fin y al cabo no


llevaba ni un año viviendo en el piso y no había tenido el suficiente tiempo
para decorarlo como hubiese querido. Elibé conocía perfectamente los
gustos de su amiga y agradeció que no lo hubiese hecho. Mientras pensaba
en todo ello se abalanzó al escritorio de madera situado junto a la cama.
Sobre la mesa yacían libretas de apuntes, material escolar y algún que otro
esbozo a causa del aburrimiento. Decidida abrió los cajones del mismo
mueble y revolvió con su mano dentro de ellos. El resultado fue el mismo.

-Mierda.-Dijo en voz baja.

Llevándose la mano a la cabeza echó un vistazo a su alrededor. Su intención


desde el principio era encontrar la raíz de su dolencia, el suceso que la
estaba destruyendo por dentro y, con un cierto conocimiento de la
situación, utilizarlo para solucionar el problema. Lamentablemente aún no
había pasado el tiempo suficiente como para que Claudia se acomodara a la
casa, hiciese el dormitorio suyo y ocultase parte de su vida privada en él. A
pesar de que sus esperanzas se debilitaban a medida que buscaba se juró a
sí misma no detenerse hasta haber inspeccionado el último rincón de la
habitación. Afortunadamente sus esfuerzos se verían recompensados al
cabo de un cuarto de hora.

-¿Qué es esto?

Ya desesperada decidió acercarse a la estantería y ojear cada uno de los


libros. Mientras buscaba algo entre las páginas descubrió que un pequeño
diario personal se encontraba oculto tras los ejemplares. Estaba situado en
el minúsculo espacio que algunos libros, de estrechas páginas, dejaban
cuando eran colocados de forma vertical. La escasa profundidad formaba un
pequeño recoveco que sirvió para ocultar el escrito de cara a la pared.
Elibé acarició el dorso con la palma de su mano mientras que con los dedos
hacía palanca y lograba separarlo. Ya con el manuscrito en su poder, se dejó
caer en la cama y se dispuso a leer.

“17 de Abril

Llevo dos días instalada en el piso de Elibé. Ayer estuvimos enganchando


carteles por la calle, algunos de clase nos acompañaron, Jaime nos dio
permiso para salir antes. Me han dicho que mañana tendré que ir a
declarar, estoy un poco nerviosa.

Mis padres están preocupados por Elibé, dicen que intente cuidarla lo mejor
que pueda.”

“18 de Abril

Al final no fue tan duro como pensaba, los agentes fueron muy amables
conmigo, incluso me ofrecieron algo de beber. Me han preguntado lo típico:
cuando fue la última vez que vi a Marcos, si sufría algún tipo de problema,
si tenía enemigos, etc. También me preguntaron sobre la relación que
mantenía con Elibé.

Mis padres me han acompañado a comisaria, después me fui con ellos e


invitaron a Elibé a cenar pero no ha venido porque ya había quedado con su
propia familia. Supongo que querrán acompañarla en su dolor.”

“26 de Abril

He estado muy liada últimamente, jodidos trabajos… ¡¡es imposible estudiar


con tantos deberes!! No entiendo como Sergio y Paula pueden evadirse tan
fácilmente, me gustaría ser como ellos.

Los profesores no paran de hablar de la desaparición de Marcos, todos


muestran preocupación pero seguro que la mayoría duermen la noche de
una sentada. Llevan semanas con el mismo tema, estoy harta de que me
usen como fuente de información. Si realmente estuviesen preocupados
deberían ir a visitarla.

P.D: Me duele la cabeza.”

Anécdotas como estas se repetían durante meses en un sinfín de páginas.


Elibé ojeó unas pocas primeras, después pasó directamente a la mitad de la
libreta y finalmente leyó las más recientes. Nada fuera de lugar en los
escritos, cualquier persona que revisase el diario pensaría que Claudia era
una estudiante normal y corriente que se desvivía por el bienestar de su
mejor amiga.

Elibé apartó los ojos del libro, inclinó su cabeza hacia atrás y cerrándolos
dejó escapar un suspiro de frustración. Durante aquellos segundos se
cuestionó a sí misma si quizás estaba yendo demasiado lejos, si quizás
estaba exagerando el problema. Decepcionada con los resultados se puso
en pie y, con el escrito en la mano, decidió devolverlo a su escondite.

"Lo siento, se me ha caído mientras limpiaba"

Del mismo modo que un deja vú nos desorienta sin previo aviso la imagen
del cuadro roto se cruzó como una ráfaga en su mente. Mientras recordaba
aquellas palabras de disculpa los recientes acontecimientos parecían
adquirir un significado oculto, que ni siquiera ella misma era capaz de
esclarecer; filamentos invisibles relacionaban los inexplicables sucesos con
antiguos cabos sueltos. Concretamente la conjetura de Elibé se manifestó
en su subconsciente tras concluir la lectura del diario. Algo no estaba bien,
lo había pasado por alto y aún no era consciente de que se trataba.

Retomándolo entre sus manos frunció el entrecejo y desplazándose hacia la


primera entrada descubrió la causa.

“17 de Abril: Llevo dos días instalada en casa de Elibé”

Su rostro se volvió pétreo e inexpresivo al percatarse de algo evidente;


aquel escrito privado se empezó justo después de la desaparición de
Marcos.

***
De camino a la Universidad un pequeño puente de madera permitía cruzar
el río que descendía de la montaña, su presencia se prolongaba desde
décadas atrás y cada uno de los habitantes conservaba su recuerdo desde
la infancia.

Situada junto al puente se deslizó por la pendiente de maleza que crecía


junto al agua. Una vez abajo apoyó su mano en el empinado suelo por el
que había descendido y, evitando caer al río, se encaminó por el canal. Al
cabo de unos minutos la corriente la condujo bajo un techo de vegetación
silvestre, donde una gruta se abría paso en la pared de la montaña. La
entrada a la cueva se dibujaba circular en el terreno, sus paredes eran de
piedra mientras que el suelo estaba formado de tierra. Cuando logró
acercarse descubrió que unas sospechosas pisadas se dibujaban en el
fango. Inmediatamente entró.

-¡Dios mío, Claudia!-Exclamó Sergio con un sobresalto.

-¡Joder, que susto me has pegado!-.Siguió Paula.

Claudia se disculpó gesticulando con la mano y se sentó junto a ellos. Con


nostalgia observó la rocosa guarida que les cubría, una madriguera repleta
de recuerdos, un lugar mágico para soñar. Durante años compartieron el
lugar en secreto, más intensamente los días verano, cuyas tardes se
pasaban allí dentro. Pero todo no fueron escalofriantes historias de
fantasmas ni de peligrosas criaturas que vagaban por la montaña, aquel
escondite también se utilizaba para descansar, para evadirse de cualquier
responsabilidad; cerrar los ojos y relajarse con el refrescante sonido del
riachuelo de fondo.

-Tengo un problema.-Dijo totalmente seria.

-¿Un problema? ¿Qué te pasa?-Preguntó Paula.

Hubo un breve silencio antes de que le fuese posible responder, la pareja


esperó su explicación con impaciencia pero las palabras parecían haberse
trabado en su garganta. Inmediatamente sus ojos empezaron a
humedecerse, el tic de su labio superior se agudizó y, acompañada por una
expresión angustia, dejó escapar un gemido agonizante. Mientras
avergonzada intentaba contener sus lagrimas Paula se acercó a ella y
rodeándola con el brazo buscó su mirada.

-Eh Claudia, Claudia, escúchame ¿Qué te ha pasado?


-No, no puedo más.-Respondió.

Sergio se mantuvo a un lado atento a la conversación.


-Venga va, cálmate.-Dijo acariciándole el hombro.- dime por qué lloras.
-Es que sois los únicos con los que puedo hablar de esto, la gente…
pensarán que estoy loca.
-Tranquilízate y cuéntanos de que se trata.
-Vosotros… creéis en fantasmas ¿verdad?
-Sí, ya lo sabes-Miró de reojo a su novio.- ¿por qué lo preguntas?
-Porque creo que he visto uno.

De nuevo el silencio se apoderó del lugar, Paula apartó su mano del hombro
de Claudia y frunció el entrecejo desconcertada.

-He visto a Marcos.

***

No lo había meditado demasiado cuando se puso en camino, simplemente


decidió hacerlo. Cuando descubrió que el diario personal de su amiga fue
escrito justo después de que su pareja desapareciera pensó que no debía
dejar pasar una coincidencia como esa. A medida que avanzaba el día se
sentía más confusa y ninguna de sus teorías tenía una base coherente que
respondiese a sus preguntas. Por eso mismo decidió llamar a los padres de
Claudia y, con la excusa de hacerles una visita, buscar algún indicio de lo
que estaba sucediendo.

Después de un cuarto de hora de trayecto sus pasos se detuvieron en una


urbanización situada a las afueras del pueblo. Se encontraba en la parte
frontal del recinto de una casa de ladrillo, donde la robusta puerta de metal
delimitaba su acceso al jardín.

-Soy Elibé.-Dijo en voz alta, tras presionar el timbre, situado en el muro de


hormigón que rodeaba la residencia.

Inmediatamente una mujer salió de la vivienda, con apuradas prisas siguió


el camino de adoquines que se dibujaba sobre el césped y llave en mano le
permitió el paso.

-Hola cariño ¿Cómo estás?-Dijo la madre de Claudia con una sonrisa


dibujada en su cara.
-Bien.-Respondió ella besando sus mejillas.
-Perdona que te haya hecho esperar, pero no había escuchado el timbre
sonar.
-No, no, tranquila, si acabo de llegar.
La conversación continuó de camino a la entrada, ambas relataron sus
vivencias desde la última vez que se vieron. Minutos después ya se
encontraban sentadas en la mesa del comedor, acompañadas también por
la figura paterna de Claudia, mientras picoteaban unas galletas de un tarro.

-Espero que te esté ayudando y no causándote más problemas.-Dijo la


mujer refiriéndose a su hija.
-No, que va, la verdad es que le estoy muy agradecida, sin ella no hubiese
aguantado todo esto.
-Vamos, con lo fuerte que tú eres seguro que sí.
-No sé la verdad, creo que si no hubiese venido a vivir conmigo habría
acabado dejando el piso. Marcos estuvo viviendo durante mucho tiempo allí
también y quieras o no está lleno de recuerdos.
-Mira cariño, lo importante es que ahora estés bien. No pienses en el
pasado, tienes que seguir adelante porque la vida tiene sus baches pero
también tendrás muchas alegrías.

Elibé asintió con la cabeza y esbozó una sonrisa como respuesta.

-Bueno ¿y los estudios que tal? Porque hay que estudiar eh-Preguntó su
marido con cierta picardía.
-Vaya ¿cómo le preguntas eso a la chiquilla?-Dijo su mujer girándose hacia
él.-¿no se te ocurre otra cosa que decirle ahora? venga hombre.
-Leches, a ver por qué no puedo preguntarle.
-La niña tiene que divertirse, narices, deja de agobiarla con temas de esos.

Elibé sonrió de nuevo, pero esta vez con cierta incomodidad.

-No pasa nada. La verdad es que no me va muy bien, no he asistido a todas


las clases y he perdido un poco el hilo del temario. Pero intentaré
remontarlo.
-Ni caso, tú pásalo bien con los amigos, ya tendrás tiempo para eso. Y si
necesitas hablar ya sabes que nos tienes aquí para lo que quieras.
-Gracias por todo, pero ya habéis hecho bastante por mi.-Respondió.

Con disimulo dirigió su mirada hacia el enorme reloj de pared que tenían
situado junto al televisor; era la una del mediodía, las clases acabarían a la
media y si no se daba prisa no tendría tiempo para llevar a cabo su plan.

-Perdona ¿el lavabo donde estaba?-Preguntó de pronto.

-En el pasillo, la segunda puerta.-Dijeron ambos, ella señalando con la


mano.

Inmediatamente se puso en pie, cruzó el comedor, giró hacia el corredor y,


encerrándose en el baño, se apoyo en el borde del lavamanos. La realidad
era que Elibé recordaba completamente donde estaba situado, al igual que
recordaba donde se encontraba el antiguo dormitorio de Claudia. Con
seguridad apartó su mirada del espejo y, entreabriendo la puerta del baño
con la mano izquierda, escuchó sus voces murmurar en la sala de estar.
Evitando hacer ruido salió de nuevo al pasillo, donde sus silenciosos pasos,
casi inaudibles para el ser humano, se situaron frente a la última puerta
accesible. Con un pequeño empujón la abrió y, observando a su alrededor,
entró en la habitación. No disponía del suficiente tiempo para deleitarse con
la decoración, pero con un simple vistazo descubrió que nada había
cambiado desde la última vez que la visitó: posters de grupos metaleros
forraban paredes y techo mientras que, figuras de brujas y hadas,
completaban la enorme estantería de revistas. Sin perder un solo segundo
se acercó a un escritorio desmejorado por los años, cuya madera había sido
afectada por la humedad que residía en el lugar. Sobre la mesa un par de
apoya libros, con forma de elefante indio, agrupaban los escritos
imprescindibles para Claudia; la novela que en aquel entonces estaba
siguiendo, el diccionario de inglés que consultaba constantemente y
finalmente pudo ver el diario privado que había ido a buscar.

Asombrada por la facilidad en encontrarlo lo abrió de par en par y de nuevo


fisgoneó algunas de sus entradas. Tras una breve lectura se sorprendió al
descubrir que el contenido de este era muy distinto al que leyó en su piso,
las palabras se retorcían en un contexto oscuro y delirante, sus
perturbadores pensamientos oscilaban entre lo paranoico y lo enfermizo,
pero lo más escalofriante residía en la última fecha del diario.

-Elibé ¿Se puede saber qué haces aquí?

Aquella repentina voz golpeó violentamente su corazón, a causa del


sobresaltó el diario salió disparado de sus manos y girándose hacia la
puerta su rostro quedó completamente desencajado. El riesgo de ser pillada
la había preocupado hasta cierto punto, pero Elibé traía consigo una escusa
lo suficientemente convincente para embaucar a la pareja de casados, sin
embargo, lo que jamás hubiese imaginado, es que la persona que la cazaría
sería la mismísima Claudia.

“7 de Abril

No puedo soportarlo más, es como una espina clavada en mi interior,


profundiza con el dolor, se desplaza directa hacia el corazón. Tus ojos me
miran de un modo distinto, me aman en silencio, lo sé, lo presiento. Con un
saludo ya me basta, tú eres todo el alimento que necesito, eres mi oxígeno,
mi razón para seguir viviendo. Pero no puedo hacer más que esperar,
desearte en secreto y acariciarme imaginando que eres tú quien lo haces.
Necesito que lo sepas cuanto antes, deseo calmar el sufrimiento y
confesarte de una vez que te quiero. Pronto juntos Claudia y Marcos.”
Capítulo final

A pesar de las circunstancias era un día soleado, las lluvias para entonces
ya habían cesado e incluso era posible escuchar el canto de los pájaros. Las
siluetas de los cipreses asomaban con respeto en los límites del cementerio,
ninguna de ellas más alta que el resto, señalando con sus copas sutilmente
hacia el cielo. Elibé vestía un traje negro, ocultaba sus rodillas tras una
estrecha falda y resaltaba su rigidez corporal mediante una chaqueta con
hombreras americana. Con una mirada afligida, llorosa e inconsolable se
detuvo frente a una de las lápidas; la losa de mármol blanco resaltaba entre
las demás; por su belleza, por su pulcritud, por su novedad.

-Desearía que nada de esto hubiese sucedido.

<<Cinco días antes>>

-¿Qué estás haciendo en mi habitación?

Con los nervios a flor de piel evitó su mirada y se agachó para recoger el
escrito del suelo. Mientras lo hacía el rostro de Claudia palideció, sus ojos
marrones se abrieron como dos circunferencias perfectas y exaltada
preguntó:

-¿Ese es mi diario?

Elibé volvió a mirarla de nuevo, esta vez con mayor seguridad, y asintió con
la cabeza.

-¿Lo estabas leyendo?


-No.-Dijo finalmente.
-¿Ah, no?¿Entonces qué hacías?-Insistió.
-Estaba… buscando el libro que te dejé. Tenía ganas de volver a leerlo, por
eso he entrado en la habitación.

Como aquel argumento no parecía convencerla del todo Elibé se giró hacia
el escritorio y recogió la novela apoyada en el elefante indio.

-Aquí está.

El regreso a casa fue de lo más tenso, aquel secreto que acababa de


descubrir la había traspuesto de tal manera que le era imposible dejar de
pensar en ello. Por mucho que lo disimulara sus nervios la delataban, tenía
la sensación de que sus pensamientos se le dibujaban en la cara y que
Claudia lo descubriría con tan solo mirarla.

-Creía que me habías dicho que hoy tenías un compromiso.-Dijo su


compañera con un tono autoritario.
-Sí y he ido a visitar a tus padres ¿verdad?
-¿Y por qué no me lo has dicho?

Elibé forzó una sonrisa como evasiva.

-Porque sabía que te molestaría.


-Sí, justo lo que ha pasado.
-¿Qué quieres que haga? Por mucho que te enfades tenía ganas de verlos y
yo no sabía que te pasarías a buscar cosas tuyas para el piso. Ellos han
hecho mucho por mí, no es de más que los visite de vez en cuando.

Claudia dirigió su mirada a la caja precintada que sostenía en sus brazos y


no dijo nada. Por un momento la sobreactuación de Elibé parecía haber
funcionado, la seguridad que transmitía en sus últimas palabras simuló que
decía la verdad.
Ya próximas al Parque de las Golondrinas la lluvia se dejó caer sin previo
aviso, en cuestión de segundos el agua golpeó violentamente las ramas de
los árboles, y provocó un descenso de la temperatura muy considerable.
Con prisas se refugiaron en el portal del edificio y sacudiéndose el pelo
mojado subieron al tercer piso. Una vez entraron en el comedor Claudia dejó
caer la caja al suelo y salió disparada hacia el baño. De mientras, los pasos
de Elibé se dirigieron hacia la puerta del balcón, a través de la cual era
posible vislumbrar la montaña.

“Pronto juntos Claudia y Marcos”

Mientras observaba la lluvia caer y deslizarse en los tejados vecinos la mano


que apoyaba acariciando el cristal se cerró en un puño. Las facciones de su
rostro se acentuaron en una expresión de odio, y su mirada, semejante a la
de un depredador atento a su presa, se perdía entre sus pensamientos;
Claudia le había ocultado durante todo aquel tiempo sus sentimientos por
Marcos y este simple hecho la transformaba en una persona despreciable y
mentirosa. Las palabras de consuelo de entonces ahora le resultaban
habladuría barata y aquellos gestos de amistad que una vez la animaron
ahora tan solo le hacían sentir nauseas. Todo parecía indicar que Claudia
sabía más sobre la desaparición de Marcos y como principal sospechosa la
vigilaría bien de cerca. Era consciente del tiempo que podía conllevar algo
así, pero no le preocupaba, en una mañana había logrado dar con una pista
evidente, no tardaría en encontrar la definitiva.

***
En la oscuridad de la noche los relámpagos caían en picado, bifurcaban sus
puntas en el cielo y perforaban el terreno a las afueras del pueblo. Elibé
permanecía resguardada en su cama con la mirada fija en la ventana,
mientras esta misma retumbaba a causa del viento. Pero su falta de sueño
no era a causa del temporal, ni por miedo a que el cristal estallara de un
momento a otro, el insomnio que sufría estaba relacionado con su
compañera de piso.
Un repentino rayo iluminó el dormitorio y, de un modo escalofriante, alargó
la sombra del escritorio. Sucedió en ese mismo instante, cuando el
estruendo sacudió todo el cielo; cuando Elibé escuchó la puerta de entrada
al piso cerrarse. Inmediatamente se incorporó de la cama y a ciegas se
colocó las zapatillas. Su imaginación se desbordó de nuevo y el recuerdo del
robo resurgió en su mente. -¿Y si el ladrón había vuelto?-Se preguntó
saliendo al pasillo. Asustada corrió hacia el dormitorio de Claudia, con sus
manos palpó las sabanas de su cama y para su sorpresa descubrió que ella
ya no estaba,

-¿Qué narices…?-Susurró desconcertada.

Necesitó unos segundos para interpretar lo que estaba ocurriendo, analizar


la situación y dar con el atisbo correcto. Cuando lo presintió Elibé se dirigió
a la cocina, se asomó a la ventana junto a la que desayuno aquella mañana
y finalmente pudo confirmarlo; En el exterior, los continuos destellos
revelaron a su compañera cruzando la carretera mientras resguardaba su
cabello bajo una capucha impermeable. Cuando su silueta atravesó la
oscuridad y finalmente desapareció Elibé regresó corriendo a su habitación.
Abrió el armario de par en par, rebuscó entre sus ropas y sustrajo un abrigo
de plumas negro. Sin ni tan siquiera quitarse el pijama se cubrió con él, con
llaves en mano abandonó el piso y, manteniendo las distancias, se dispuso a
seguirla.
En el exterior una cortina de agua caía con violencia, sus golpes podían
escucharse en el replicar de las uralitas, mientras el viento, acompañado
por un silbido sobrecogedor, guiaba la lluvia y la condensaba en la dirección
hacia la que soplaba. Imprevistamente los pasos de Claudia abandonaron la
carretera, siguió por un camino de tierra y subió colina arriba. No esperó a
que se fuera, pero tampoco se precipitó en seguirla, simplemente
permaneció oculta tras la fachada de la última casa hasta que su figura se
entró en el bosque. Completamente mojada subió por la pendiente, se
ayudó de la vegetación para trepar, y una vez arriba se escondió tras uno
de los árboles. Su cabello rubio ahora se encontraba apelmazado por
mechones, de un tono mucho más oscuro y pegado incómodamente a su
cara. Con ambas manos hizo un amago por secarlo pero la lluvia lo había
empapado completamente. Con el cuerpo pegado al tronco inclinó
levemente su cabeza y, de reojo, pudo observarla desde la lejanía. No pudo
sorprenderse más al percatarse de que Claudia se había dirigido al lugar
dónde días atrás cayó el meteorito.
Un destello metálico parpadeó en la oscuridad, Claudia movió con
brusquedad sus brazos y, dejándose sus fuerzas en ello, clavó la pala en el
terreno. A la escucha de los truenos cavó de nuevo, se deshizo de la tierra
recogida arrojándola a un lado y, del mismo modo, repitió el proceso. La
perturbadora imagen hizo salir a Elibe de su escondite, totalmente
conmocionada y preguntándose qué estaba haciendo. Mientras se
aproximaba pudo escucharla murmurar en la oscuridad, repitiendo una y
otra vez la misma frase.

-Es imposible, no es real, no es real.

El resplandor de un relámpago se filtró por la perforación circular que el


meteorito formó en las copas de los árboles, la sombra de Claudia se dibujó
sobre el cráter profanado y el rostro de su amiga se mostró provocando su
sobresalto.

-¿Se puede saber que estás haciendo aquí?-Preguntó Elibé.


-Dios mío, pero… ¿Cuándo?
-Dime-Insistió.-¿Que estás haciendo aquí? ¿Qué haces con esa pala?
-Tranquila, yo solo estaba, estaba…
-¡No me mientas! ¡Estoy harta de tus mentiras! ¡Tú sabes dónde está!
¿¡verdad!?

Claudia dejó caer la herramienta al suelo y se incorporó con las manos al


descubierto.

-¿Eh? ¿Dónde está quien?


-¡Tú sabes dónde está Marcos!-Gritó con una expresión de dolor.
-Pero Eli ¿Cómo me preguntas algo así?
-¡No te hagas la tonta! ¡Lo leí en tu diario! ¡Leí que ibas detrás de él! ¿Es
que a caso ha escapado contigo?
-Pero que tonterías estás diciendo, escúchame. A ver cómo te lo explico-Se
detuvo unos segundos para pensar.- es verdad que me encapriché con él
pero no llegué a nada por ti, porque eres mi amiga y no quería hacerte
daño.

***

8 de Abril, un día cualquiera para al resto del mundo pero una fecha muy
significativa para Claudia. Aquella mañana, después de las clases lo había
citado en la colina, tras un breve paseo le confesaría sus sentimientos y
Marcos, en un afán por amarla, la correspondería con un apasionado beso.
Así lo había imaginado durante todo aquel tiempo y así lo había deseado
desde el comienzo.

-¿Qué? ¿Me lo estás diciendo en serio?-Preguntó él aún sin creerlo.

En el corazón del lúgubre bosque, cubiertos bajo un manto de hojas verde,


tuvo el valor suficiente para declararse. Con las manos agarraba nerviosa el
dobladillo de su camiseta, mientras bajo la falda brisada sus piernas se
cruzaban con vergüenza. Cuando finalmente creyó sus palabras Marcos dio
un paso atrás y la miró con recelo.

-Y bien… ¿Cuál es tu respuesta?


-No, por supuesto.-Respondió de un modo rotundo.

Los ojos marrones de Claudia se abrieron y estupefacta clavó su mirada en


él.

-No, no puede ser ¿Por qué?


-Estoy con Elibé ¿a caso lo has olvidado?
-No puedes hacerme esto, yo pensaba que tú sentías lo mismo.
-Pues no, estás equivocada.
-Entonces… ¿Por qué me mirabas así?
-¿Qué dices?-Sacudió con la cabeza- No te he mirado de ninguna manera.
-Eso no es verdad, estoy segura de que hay algo más. Tienes miedo y no te
atreves a dar el paso ¿verdad?
-¿Qué? ¿de dónde sacas todo eso?
-Escúchame-Insistió agarrándole del brazo.-podemos llevarlo en secreto, al
menos hasta que te veas con fuerzas para decírselo.

Marcos se deshizo de sus manos.

-No me esperaba esto de ti-Dijo decepcionado.-Se supone que eres su mejor


amiga y mira lo que haces a su espalda.

Claudia no respondió simplemente esperó a que siguiese hablando.

-Preferiría no tener que contárselo, pero no voy a dejar que la sigas


engañando.

Una vez acabó la frase no dijo nada más, dio media vuelta y se dispuso a
regresar al pueblo. Cuando ni siquiera llevaba cuatro pasos Claudia saltó
inesperadamente sobre su espalda.

-¡No me dejes así! ¡Te quiero, eres todo para mí!

Sus manos agarraron con fuerza la camisa blanca que cubría su torso, dejó
caer el peso de su cuerpo contra él hasta que finalmente le hizo perder el
equilibrio. Ambos cayeron, el colgante con forma de medio corazón fue
arrancado de su grueso cuello y la cabeza de Marcos golpeó el suelo,
afortunadamente a dos palmos de distancia de una enorme piedra de
granito.
-¡No puedo soportarlo, necesito que me quieras. Abrázame por favor,
abrázame un poco más!

Subida encima de él se abrió de piernas, la minifalda se redujo al plegarse


en sus muslos, situando su ingle sobre la rodilla de Marcos. Con la cadera
inició una serie de movimientos, restregándose contra él de un modo
obsceno y aprovechando su aturdimiento para violarle con un beso.

-¡Que haces, asquerosa!-Gritó.

Con la misma violencia la apartó de un empujón, haciéndola caer a un lado.


Inmediatamente quiso incorporarse pero sus rodillas se detuvieron a medio
trayecto. Fue una sensación que no había experimentado hasta entonces.
Todo el oxígeno de sus pulmones se manifestó con un intenso frío,
semejante a la brisa helada en una mañana de invierno. Sus oídos se
taparon y su visión hizo un fundido en negro.

-Te quiero tanto-Dijo Claudia sosteniendo el pedrusco en su mano.

Mientras un hilillo de sangre rodeaba su ceja izquierda sus recuerdos se


cruzaron como flashes en su cerebro, el rostro de Elibé persistía en la
mayoría de ellos, sonriéndole y susurrándole cuanto le quería, hasta que
finalmente, se conciencia se esfumó y cayó muerto contra el suelo.

***

Cuatro meses después se encontraban situadas en el mismo lugar del


incidente y, a pesar del tiempo, nada parecía haber cambiado. Aunque tan
solo a simple vista. Ahora un enorme cráter se dibujaba en el suelo, con un
meteorito situado justo en el centro, mientras la tormenta, tan insistente
como las chicharras en verano, inundaba el boquete con su lluvia helada.

-Aún no has respondido a mi pregunta.-Repitió Elibé sin dejarse embaucar.-


¿Qué estás haciendo aquí?

Como un extranjero que no encuentra las palabra para expresarse Claudia


se mantuvo en silencio, mientras se daba tiempo para inventar una excusa
convincente. Desafortunadamente para ella la atención de Elibé se desvió
hacia a otro lado, un poco más abajo, junto a sus pies; En el profundo
agujero que Claudia había escavado dentro del cráter, la persistente lluvia
erosionaba la tierra y las paredes que lo formaban comenzaron a
desprenderse. En ese mismo instante se percató de algo completamente
aterrador; un brazo humano asomaba a través del barró.
“Acércate Elibé, acércate un poco más”

Con inseguros pasos se asomó al agujero, la tempestad le proporcionó la luz


que necesitaba y, completamente conmocionada, cayó de rodillas en el
suelo.
Dejándose la fuerza en ello apartó el barro que cubría su cuerpo, se deshizo
de la tierra que lo mantenía preso, embarrándose completamente hasta
finalmente descubrir que su novio desaparecido era el que se encontraba
enterrado. Tan solo observar su putrefacto rostro, tan irreconocible como
desencajado, dejó escapar un gritó de horror. Sus labios se deformaron con
agonía, mientras sus lágrimas, rebosantes en sus mejillas, se unían al
descenso de la lluvia.

-Ahora lo entiendo, tu… ¡Tú robaste la pista del colgante!-Gritó de nuevo sin
apartar la mirada del cuerpo-¡simulaste el robo para que perdiese los
nervios y la policía me tomase por loca! ¡No querías que le encontraran
porque tú le mataste!

Cuando se dispuso a girarse el destello metálico reapareció frente a sus


ojos. La pala golpeó brutalmente su hombro, haciéndolo crujir y provocando
su caída contra el suelo. Desplomada junto a su novio y aturdida por el
impacto observó la difusa imagen de Claudia sosteniendo la herramienta
con sus manos.

-¡No sabes lo que he pasado, ni siquiera eres capaz de imaginarlo!-Dijo


exaltada.- Cuando vinimos a ver el meteorito me horroricé, no me
imaginaba que caería precisamente en este mismo lugar. Por un momento
pensé que el cuerpo se había desenterrado, pero al ver que no, dejé de
preocuparme.

Elibé se llevó la mano al brazo mientras se retorcía de dolor.

-No sé por qué fue, pero me sugestioné, empecé a delirar. Creía verle en
algunos sitios, incluso me parecía escuchar su voz llamarme, todo parecía
tan real. Por eso… por eso pensé algo completamente absurdo, creí que de
algún modo había vuelto a la vida, que quizás el meteorito lo había
provocado, que por eso no vi su cuerpo. Que estúpida he sido-Claudia
esperó unos segundos y con una mirada mucho más afligida prosiguió.-Y
esta tarde, cuando te descubrí leyendo mi diario me di cuenta de que
empezabas a sospechar. Por eso he vuelto, tenía que asegurarme, pero lo
único que he conseguido es delatarme a mí misma. Cuando el realidad su
cadáver se encontraba enterrado justo al lado.

De repente, mientras sus labios aún vocalizaban las últimas palabras, Elibé
se irguió y corriendo intentó huir. Inmediatamente Claudia reaccionó, siguió
sus pasos y, tal cual ocurrió con Marcos, saltó sobre ella. Ambas rodaron por
el suelo. Desesperada reptó por la hierba mojada mientras sentía el peso de
su compañera sobre la espalda. Lamentablemente las manos de Claudia
alcanzaron su cabeza y, agarrándola del pelo, la arrastraron hacia ella.

-¡No por favor!-Gritó de nuevo.

Subida encima de su torso se dispuso a estrangularla. Elibé hizo lo posible


por esquivar sus ataques, incluso intentó arrojarla a un lado, pero Claudia se
adhería a su cuerpo como una garrapata. Doblando la pierna impactó la
rodilla derecha contra su espalda, en ese preciso instante aprovechó su
debilidad para deshacerse de sus garras, correr en campo abierto y buscar
ayuda.

-¡No vas a ir a ningún sitio!

Su corazón palpitó al máximo rendimiento, los truenos gritaron en el cielo y


finalmente, el metal silbó perforando el viento. La pala chocó en su cabeza,
golpeándola y haciéndola caer. Abatida sobre el terreno un mareo intenso la
absorbió y sus cinco sentidos también se vieron afectados. Mientras las
manos de Claudia apretaban su cuello con la intención de ahorcarla en el
suelo, una cálida voz, ya casi olvidada por el tiempo, resurgió susurrándole
de nuevo.

“-Aunque cuando grites mi nombre solo escuches el eco, aunque cuando


me busques en la niebla solo encuentres tu cuerpo, quiero que sepas que
jamás romperé mi promesa-”

-Marcos…

“-Siempre te protegeré.”

A pesar de que Elibé había perdido el conocimiento Claudia continuó


estrangulándola. Lo haría hasta que sus pulmones dejasen de funcionar,
hasta que su corazón dejase de palpitar, hasta haberle arrebatado la vida
con sus propias manos. Pero de pronto, un suceso externo captó su
atención interrumpiendo lo que estaba haciendo.

<< He visto el fuego arder bajo estas tierras, llamas de color violeta >>

Por un momento creyó que aquel repentino silencio era a causa de que la
tormenta había cesado, sin embargo, aún podía ver las gotas de lluvia
filtrarse por las hojas, aún podía sentir el temblor que provocaban los
truenos, podía notarlo todo excepto el sonido. Angustiada se asustó al
pensar que había perdido el oído, que por alguna razón su mente le privaba
de cualquier ruido, y que quizás no podría volver a escuchar nunca más. No
tardaría en dejar de preocuparse por tal problema.
-¡Claudia!

Una mano huesuda, casi esquelética, asomó tras su espalda y acarició su


nuca. Primero ascendió por su cuello, deslizando el índice por su piel y
dibujando su mandíbula con los dedos. Más aterrada se sintió cuando el
putrefacto rostro de Marcos asomó sobre su hombro, acercó sus labios
púrpura a los de ella, y con los ojos completamente abiertos…

<< llamas de color violeta que despiertan a nuestros antepasados de sus


sepulcros >>

El día quince de Agosto a las dos de la madrugada una chica gritó en el


bosque. Aquel brutal alarido habría sido escuchado por un joven
trasnochador que, mediante el sendero que bordeaba la colina, se dirigía al
otro lado del pueblo. Lamentablemente la tormenta de aquella noche
acaparó cualquier sonido que se pudiese apreciar y eclipsó el auxilio de
Claudia.

<<5 días después>>

Elibé dejó caer las flores sobre la tumba de Marcos y tras observar su
nombre inscrito en la cruz dio media vuelta y se fue. Abandonando el
cementerio bajó las interminables escaleras que conducían al sector nuevo
del pueblo y decidida se dirigió a la avenida principal. Su caminar parecía
haber cambiado, los tacones de sus zapatos negros se clavaban con
tenacidad en el asfalto, moviendo su cuerpo con una total seguridad. Pero
cualquiera que la conociese lo suficiente podía percibir su pesar, como el
dolor aún rodeaba su cuello, como su cuerpo se curvaba mientras sus
temblorosas manos agarraban la correa del bolso. También lo había hecho
su rostro, totalmente desmejorado y con una expresión que oscilaba entre
la rabia y el desconsuelo. La mirada de Elibé había perdido todo su brillo, se
mantenía inmóvil, mientras mecía la fallecida efigie de su novio en sus
recuerdos.

“Hospital Ramnusia”

Con el ascensor subió a la tercera plana, decidida avanzó por el pasillo y


una vez llegó a la habitación se detuvo y picó. Segundos después la puerta
se abrió y la madre de Claudia asomó tras ella. Tan solo reconocerla se
lanzó a sus brazos y besó con ansía sus mejillas. Con ojos llorosos agradeció
su visita, mientras el resto de la familia se limitó a saludar con un gesto.

-Por favor, me gustaría estar un momento a solas con ella.

Cada uno de los presentes abandonó la habitación hasta que finalmente tan
solo quedaron ellas dos. Elibé cruzó la habitación, con serenidad se dirigió al
ventanal que se encontraba cerrado por el frío y asomándose pudo ver las
ramas del platanero, desnudas, y agrietadas por el tiempo. Inmediatamente
se sentó junto a ella en la cama. Con una mirada inexpresiva la observó; dos
sondas se introducían en sus ubicuidades nasales, mientras el monitor
situado al otro lado de la cama indicaba con un electrocardiograma el ritmo
de su corazón. Claudia se encontraba estirada bajo las sábanas, con una
mirada perdida y vulnerable a cualquiera que quisiera dañarle.

-Te he traído una cosa.-Dijo mientras introducía su mano en el bolso.

Inmediatamente sustrajo lo que parecía ser un marco, con la fotografía de


Elibé y Marcos.

-He comprado uno nuevo y he tirado el que rompiste a propósito.

Claudia no respondió.

-¿Ves esto?-Le preguntó mientras se lo aproximaba a la cara.-Soy yo


sonriendo. Puede que ahora no pueda hacerlo, pero algún día volveré a
estar así, de eso no te preocupes.

Elibé se puso en pie, se dirigió a un pequeño mueble situado frente a la


cama y colocó el cuadro mirando hacia ella.

-Quiero que cada día que te despiertes veas esta fotografía y te des cuenta
de que te has quedado anclada en el pasado. Quiero que sepas que yo rearé
mi vida, volveré a encontrar a alguien y seré feliz. Pero tú...

Elibé con una expresión totalmente seria la miró durante unos segundos. Ni
siquiera pestañeó.

-Tú permanecerás encerrada aquí durante años, sin poder moverte, ni


siquiera hablar, puede que incluso veas morir a tus padres. Lo peor es que
jamás podrás saber lo que es compartir tu vida con alguien al que amas.

Con total serenidad volvió a colocarse la correa del bolso sobre su hombro y
aproximándose a la puerta se giró por última vez.

-Dime Claudia ¿Qué se siente al estar muerta en vida?-

Tan solo girar el pomo sus familiares entraron y automáticamente rodearon


la cama. En aquella deprimente habitación no estaban permitidas las
lágrimas, se evitaba cualquier tema relacionado con su enfermedad, sobre
la anorexia que la había convertido en un vegetal. Sin embargo, cuando la
madre de Claudia remarcó con agradecimiento el regalo que le había hecho
su amiga una de esas normas se incumplió.
-Oh cariño ¿por qué lloras?-Dijo la mujer acariciando el rostro de su hija.
-Pobre, se ha emocionado-Respondió Elibé.

FIN

You might also like