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1.- A la luz de nuestra doctrina se aviva y enaltece el fuego de la Caridad, para elevarle a
una verdadera virtud. Sabemos desde nuestros primeros pasos en la vida masnica, que no
hay virtud donde no hay lucha, o dicho en otros trminos, donde no existe o no se realiza
una enrgica funcin volitiva para dominar nuestros instintos y dirigir nuestro destino, con el
fin de crear en nuestro propio ser belleza y armona, que debe ligarnos a la suprema
Armona.
2.- En efecto, en el concepto vulgar de la caridad, esta es solo un sentimiento afectivo y no
una verdadera virtud; presupone siempre un superior frente a un inferior, y la idea de
superioridad engendra un sentimiento de soberbia, incompatible con el amor en plenitud de
accin constructiva. La soberbia debe ser ajena a un Cab. : Rosa Cruz, no debe existir entre
nosotros.
3.- La Caridad verdadera exige de nosotros amar a todos nuestros semejantes como a nosotros
mismos. Esta preclara regla no tiene sentido, si, antes de ocuparnos de nuestros semejantes,
no determinamos primero el amor que nos debemos a nosotros mismos. Este amor tiene que
ser sano, virtuoso, bien ponderado; a l tenemos que dedicar nuestros mejores esfuerzos para
que en nuestra personalidad se desarrollen armnicamente todas nuestras facultades bajo la
direccin de nuestra razn.
4.- El hombre que se ama a s mismo, es el mejor preparado para amar a los dems, y,
hacindolo, se convertir en un centro activo de donde irradien sobre sus semejantes, salud
alegra y prosperidad.
5.- Para realizar la redencin humana, hay que sentir los dolores de todos los hombres,
compenetrarnos del sufrimiento de todos los esclavizados, sufrir el hambre de los que todo
carecen, como si fuera nuestro propio dolor, nuestro propio sufrimiento y nuestra propia
hambre.
6.- Vencer la desarmona creada por los perversos a expensas de los ignorantes y de los
dbiles, tal es la meta de la cooperacin consciente del Cab. : Rosa Cruz.
ES CUANTO
EN EL VALLE DE MONTERREY N.L.
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