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FRACASO ESCOLAR EN ZONAS DESFAVORECIDAS

El MOVIMIENTO POR LA CALIDAD DE LA EDUCACIÓN EN EL SUR Y


ESTE DE MADRID surge de manera espontánea a principios de
1995, como necesidad para dar respuesta, en los barrios
periféricos de una gran ciudad como Madrid, al deterioro social
que se vive y que tiene en la escuela su centro neurálgico más
destacado. Desde sus orígenes forman parte del Movimiento
maestras, maestros y profesores, padres y madres de alumnos,
miembros de asociaciones vecinales y culturales, educadores
sociales, profesionales y personas interesadas que viven o
trabajan en dichos barrios populares; esta composición variada es
lo que ha proporcionado mayor riqueza a las alternativas realistas
que hasta ahora hemos planteado.

A partir de un análisis de la situación socio-educativa de los


barrios socialmente desfavorecidos, se ha realizado un
diagnóstico del sistema escolar, y se han elaborado una serie de
propuestas que transcienden el propio marco social del que
parten, para convertirse en alternativas necesarias de todo el
sistema educativo, ya que el fracaso de este sistema escolar lo
padecen, no sólo los jóvenes de familias más humildes, sino de
otros muchos sectores de la población.

Estos barrios periféricos, en los que habitan los trabajadores con


recursos económicos y culturales más limitados, son además en
los que la Administración concentra masivamente los
asentamientos de chabolistas, y realoja a las familias de
inmigrantes o minorías étnicas y culturales que otros barrios
residenciales no quieren tener.

UNO DE LOS FENÓMENOS MÁS DRAMÁTICOS lo constituye el


creciente número de adolescentes, que a edades tempranas (a
partir de los 11 y 12 años), manifiestan conductas marginales y
delictivas, cayendo en muchos casos en los brazos de las
toxicomanías. Prácticamente el 100% de estos adolescentes,
según muchos estudios realizados, presenta una biografía previa
de fracaso escolar profundo; es decir que no sólo han suspendido
asignaturas o repetido cursos, sino que abandonaron
prematuramente los estudios antes de cumplir con la edad de
escolarización obligatoria. A la falta de formación adecuada se le
añade un déficit importante en la segunda etapa socializadora,
que además, en muchos casos, se une a la precaria socialización
familiar.

Los niños y jóvenes procedentes de familias y núcleos


desfavorecidos, económica y culturalmente, tienen mayores
dificultades, en el progreso formativo, que otros de su misma
edad; pero no por deficiencias mentales, sino por la carencia de
los hábitos adecuados que le ayuden a cumplir las exigencias de
un sistema escolar rígido que desprecia sus habilidades y
capacidades. A partir de los diez u once años, estas dificultades se
convierten en rechazos manifiestos, con el posterior abandono
prematuro, al que arrastran a otros compañeros, quizá con más
posibilidades de desarrollo.

Esta somera descripción de este fenómeno pudiera hacernos caer


en la conclusión "bienpensante" de que cuando no haya familias y
núcleos marginales, podremos acabar con este tipo de fracaso
escolar. Pero no podemos olvidar que es la propia inercia del
sistema (incluyendo el educativo) la que reproduce y aumenta
permanentemente las condiciones de marginación.

Sólo una conciencia deshumanizada puede resignarse a este


determinismo biológico-social que hace que unos niños, sin culpa
ninguna, vean la luz en una chabola, y otros, sin mérito alguno, la
vean en una lujosa, o al menos confortable, vivienda y familia. No
aceptar que la sociedad y sus instituciones tienen el deber de
evitar con todos sus medios el que ciertos niños sean marginados
de por vida, por la casualidad biológica del nacimiento, forma
parte de las ideologías xenófobas y genocidas. Además los
trabajadores, por el hecho de tener unos menores ingresos, no
tienen por qué sufrir en su barrio el deterioro de la convivencia
social que se produce por unos elevados índices de delincuencia
juvenil que se podrían evitar.

Estamos hablando del FRACASO, no de unos individuos, sino DE


TODO UN SISTEMA ESCOLAR, incapaz de adaptarse a las
características y necesidades de los que son sus destinatarios, los
estudiantes, y de suplir las graves carencias de origen que
algunos de ellos presentan. Y se trata de un fracaso de
dimensiones colosales si tenemos en cuenta que esos mismos
chavales que abandonan a los 11, 12 o más años, permanecen en
una institución (la escolar) desde los 3 o 6 años, 7 horas diarias y
9 meses durante, al menos, los 6 u 8 años seguramente más
importantes de su vida, en lo que a su educación se refiere.

Este sistema escolar, cuyo desarrollo real dista tanto de las


intenciones y textos legales, está diseñado para seleccionar, para
diferenciar unas clases de otras, y en vez de adaptarse al alumno,
enseñándole a pensar y a desenvolverse en un mundo cada vez
más complejo, pretende impartir y hacer aprender unos
conocimientos que se quedan obsoletos en un período de tiempo
cada vez más corto.

EXISTEN NUMEROSAS MEDIDAS, cuya eficacia se ha demostrado


en tantos experimentos sin continuidad y que no se ponen en
práctica por falta de voluntad. Éstas serían algunas:

-> La formación y educación debe estar adaptada a la realidad y


preocupaciones de los estudiantes, de condiciones sociales y
familiares tan dispares, abriendo los centros escolares al entorno
social del que forman parte, y del que no se deben aislar como
absurdamente pretenden en la actualidad.

-> Es necesario desarrollar una flexibilidad organizativa que


permita la atención a la diversidad y al currículo personal de los
estudiantes, rechazando las experiencias segregadoras que se
están desarrollando al calor de esta "diversidad".

-> Debe actuarse desde edades tempranas, cuando los resultados


son más eficaces y duraderos, y las medidas suelen tener un coste
inferior.

-> El número de alumnos, no sólo por aula, sino también por


profesor, debe reducirse para poder tener el contacto más
personalizado que una educación de calidad requiere.

-> El profesorado que trabaja en estas zonas, y en particular en


algunos centros, debe ser el adecuado, comprometido con un
proyecto educativo global, y con una formación específica.

-> La población escolar más desfavorecida debe estar distribuida


de manera equilibrada entre todos los centros educativos, en
particular los sostenidos con fondos públicos, para garantizar una
igualdad de oportunidades y una educación integradora a todos
los niños y jóvenes. Deben desaparecer todos los centros gueto,
tanto los de elevado número de alumnos en situación de
desventaja, como los elitistas que excluyen a los "malos"
estudiantes, y que fomentan, en la práctica, las actitudes
segregadoras, racistas e insolidarias, contrarias a los principios
en los que se basa nuestra Constitución y el sistema educativo. Es
lamentable, y a la vez grotesco, que sea precisamente la Iglesia,
titular de muchos centros concertados, la que expulse de muchas
de sus escuelas a los alumnos que más ayuda necesitan. Y es una
irresponsabilidad de la Administración que consienta y financie
estas prácticas injustificables.

-> La educación de una persona es una actividad global, en la que


deben colaborar las diferentes instituciones en coordinación con
las entidades sociales que actúan en los barrios. Una educación de
calidad requiere de contextos educativos de calidad, que fomente
los valores y que cree las condiciones para que se pueda llevar a
cabo. Hay que apelar una vez más a la responsabilidad que tienen
los medios de comunicación en la difusión de valores y actitudes
contrarias a la convivencia pacífica y solidaria. Igual que los
centros educativos deben abrirse a la sociedad, el conjunto de
instituciones y responsables que integran ésta deben implicarse y
preocuparse por que la educación de los ciudadanos sea de
calidad. Muchas asociaciones llevan trabajando años en esta
línea, desarrollando tejido social y proyectos educativos en
estrecha colaboración con los centros escolares, a pesar de la
constante amenaza de paralización de sus actividades, por la
precariedad de sus medios, debida a la falta de un apoyo
institucional continuado. Los Ayuntamientos tienen también una
gran responsabilidad al respecto, aportando sus servicios y
medios, y apoyando las iniciativas que contribuyan a la calidad de
la educación de sus ciudadanos, en lugar de ignorar estos temas
como hace el de la capital de España.

A modo de resumen, parece clara la existencia de situaciones


diferenciadas, y que la gravedad de algunas de ellas, social y
geográficamente localizadas, hace necesaria la intervención
específica y planificada. Si desde los despachos se realiza el
diseño general de la educación, con mayor o menor acierto, hay
que descender a los problemas y situaciones concretas para que
tenga efectividad, ya que tampoco vale en la educación lo del
"café para todos". Hay que realizar una intervención en aquellas
zonas socialmente desfavorecidas, no sólo con los recursos
educativos, sino con otras políticas de reequilibrio, y en particular
cambiando la tendencia interesada que se realiza con los realojos
masivos que casi siempre afectan a las mismas zonas, y se
convierten en las causas de no pocos de los problemas de calidad
de vida y convivencia en los barrios populares.

La educación, sin ser la causante de las desigualdades sociales, ni


tener, quizá, como función principal su eliminación, ocupa, no
obstante, un lugar privilegiado en la adecuada socialización e
integración de todos los adolescentes en una vida adulta
satisfactoria. Por los centros y por las manos de los profesionales
de la institución escolar pasan los jóvenes de todas clases y
condiciones durante muchas horas, de muchos días, y de muchos
años de su vida, y por ello se convierte en el lugar ideal de
aprendizaje, no sólo de conocimientos instrumentales, sino de
valores de convivencia. El sistema educativo, con la colaboración
del conjunto de la sociedad, formal e informal, está capacitado
para conseguir, entre otras metas, que la totalidad de los jóvenes,
sin excepción, alcance los objetivos que se consideran básicos (de
las etapas obligatorias) para la inserción laboral y social en
condiciones suficientes, y de esta manera adquiere una función
compensadora de las desigualdades, al proporcionar recursos y
conocimientos a unos jóvenes que posiblemente no podrían
obtenerlos por otra vía. Y esta es la responsabilidad de los
poderes públicos.

Las medidas y criterios de actuación que se han ido exponiendo


anteriormente, son sencillas y racionales. Ya en 1972 la UNESCO
las recogía en un informe, y 27 años después parece que nos
encontramos en el mismo punto: Alguien será responsable de ello.
En muchos casos no suponen coste adicional alguno (distribución
equilibrada, coordinación, profesorado adecuado, etc.), y todas
ellas han alcanzado el éxito esperado en experiencias realizadas y
contrastadas en España y otros países, como seguramente
tendremos oportunidad de escuchar hoy mismo. Lo que se
propone es algo tan sencillo como que se pongan en práctica de
una manera decidida, sin cicaterías.

La falta de adopción de este tipo de medidas urgentes está


provocando un deterioro alarmante en la convivencia de los
centros escolares, en particular los de titularidad estatal, lo que la
está convirtiendo en una red asistencial, para marginados, con
unos niveles de calidad cada vez más bajos. No hay que olvidar
que la educación es un servicio público, independientemente de la
titularidad de quien lo imparta. Y este servicio público debe estar
sujeto a criterios y valores compartidos por el conjunto de la
sociedad, y no privativos de un grupo, ideología o religión
concreta.
Sea por voluntad activa, sea por actitud pasiva, lo cierto es que
los poderes públicos aceptan y mantienen en la práctica unos
ciertos niveles "controlados" de fracaso escolar, en particular del
que mayor repercusión tiene en el deterioro social. El sistema se
beneficia de ello por dos vías: En primer lugar, en esta sociedad
competitiva, donde no hay sitio para todos (véase el trabajo), no
está mal que haya un cierto número de personas que queden
fuera de combate, renunciando prematuramente a ocupar un
lugar digno en esta sociedad. Porque si las personas tienen
condiciones y aspiraciones que luego no ven correspondidas, se
producen situaciones de insatisfacción y frustración; y cuantos
más insatisfechos haya, mayores serán las demandas que se
producen hacia el sistema, que a lo mejor no puede o quiere
satisfacer. Los que "a la fuerza" se retiran de la competencia
social no demandan nada; tan sólo se dedican al parasitismo.

Además, el deterioro social que se produce como consecuencia del


fracaso escolar, con el aumento de la delincuencia, etc., se sufre
en los barrios donde viven los trabajadores, que de esta manera
están más preocupados en proteger sus bienes y su familia que en
demandar mejoras en sus condiciones laborales y sociales.
Mientras no afecte mucho a los barrios residenciales, la situación
se puede tolerar por parte de quien tiene competencias para
solucionarlo.

No está claro que en una sola mañana, con tantas intervenciones


y mensajes, podamos solucionar un problema tan candente y
dramático. Nos queda la esperanza de que algún responsable
tome buena nota, y que sea el conjunto de la sociedad, y en
particular los movimientos sociales y educativos, entre los que
modestamente nos encontramos, los que hagan posible, con sus
luchas y alternativas, que este objetivo sea realizable en breve
plazo de tiempo, exigiendo las soluciones que los responsables
institucionales tienen la obligación de poner en marcha. De ellos
depende que podamos vivir en una sociedad moderna, civilizada,
solidaria e integradora, o por el contrario que esto siga siendo la
selva del "sálvese quien pueda".

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