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Sinfonías de la naturaleza: Cuando los elementos se convierten en músicos

Por: Patricia Díaz Terés


“Toda la naturaleza es como un arte desconocido del hombre”.
Alexander Pope
Tan vasta como es la imaginación del ser humano, es capaz de evocar, crear y descubrir
en la naturaleza una cantidad prácticamente infinita de formas de expresión, mismas que
encuentran en el arte su reflejo.
Pero no sólo las disciplinas artísticas requieren imaginación; el desarrollo científico ha
sido posible gracias a que hombres y mujeres de gran inteligencia han abierto su mente y
ejercitado precisamente su habilidad para imaginar gran cantidad de artefactos e hipótesis, así
como bien lo decía Albert Einstein, en ciertas ocasiones es más importante la imaginación que el
conocimiento mismo.
Interesante combinación surge cuando Arte y Ciencia cruzan sus caminos. Así en el
mundo de la música, por ejemplo, esta simbiosis ha estado presente desde el surgimiento de los
primeros instrumentos musicales; éstos si bien tienen una finalidad expresiva, poseen una
estructura puramente técnica cuya construcción está basada en la ciencia misma.
De este modo, para que un violinista pueda interpretar las obras de Paganini requiere de
un violín elaborado con características específicas en su forma, tamaño, resistencia, etc.,
mismas que le confieren cualidad de emitir sonidos especiales, que serán a su vez aprovechados
por el talentoso músico, regalando a su público ejecuciones memorables.
En el amplio y diverso mundo musical existen gran variedad de instrumentos, algunos
como los empleados en las orquestas, son de presencia común y por lo tanto su sonido nos
resulta familiar y conocido, tal es el caso de los metales, las cuerdas, las percusiones etc.;sin
embargo, gracias a la curiosidad que han tenido algunos hombres de ciencia, pueden llegar a
nuestros oídos sonidos extraños pero musicales al fin y al cabo, generados por artefactos poco
ortodoxos, basados en algunas ocasiones en los elementos de la naturaleza: agua, fuego y
viento, principalmente.
Y quizá el elemento más extraordinario en lo que a la generación de sonidos musicales se
refiere, es el fuego; por tanto uno de los que tal vez sean los instrumentos más extraños jamás
inventados, se conoce como pirófono.
Corría el año de 1777 cuando el físico irlandés Bryan Higgins descubrió las “llamas
cantoras”; en este experimento el científico encontró que al salir una llama de un mechero de
hidrógeno, rodeado por un tubo de cristal, se producía un sonido musical generado por pequeñas
explosiones de la flama en cuestión.
Tiempo después el conde Schaffgotsch y M. Tyndall, en 1855 continuaron con el trabajo
de Higgins observando que al colocar los mecheros y los tubos en una manera específica, y
ejecutando una melodía en un instrumento como un órgano o un violín a unos 20 metros de
distancia, las flamas producían el eco de la música.
Este principio fue utilizado por M. Federico Kastner, quien logró acoplar tres teclados –
de forma similar a un órgano-, comunicando cada una de las teclas con un conducto que permite
controlar las llamas dentro de los tubos de cristal; al pulsar las teclas las llamas se separan y se
produce la música –aunque es cierto que con el pirófono resulta complicado armar melodías-.
Por otro lado, con el viento como protagonista existe el arpa eólica. Habiendo tomado su
nombre del dios griego del viento Aeolus, estos aparatos tienen su primera referencia en las
historias que relatan cómo el poeta Orfeo solía acompañar sus lecturas con “arpas de viento”;
cientos de años después, durante el Renacimiento, estos instrumentos fueron rescatados.
Su peculiar sonido ha sido la inspiración de grandes poetas como Coleridge,
Wordsworth o Emerson; incluso el poeta naturalista David Thoreau construyó su propia versión
del arpa de viento, cuya idea surgió del movimiento de los cables del telégrafo.
La música producida por estos artefactos está compuesta totalmente por tonos
armónicos, teniendo una resonancia vibratoria característica.
Actualmente estos sonidos son comúnmente empleados en las sesiones de meditación,
habiendo adquirido las arpas eólicas tal popularidad, que existen diseños como el “Santuario
Armónico”, el cual permite al espectador introducirse en sus cajas de sonido en donde el
individuo podrá apreciar perfectamente cada una de las vibraciones de las cuerdas, disfrutando
así de un amplio espectro de frecuencias armónicas.
De esta manera, con las arpas eólicas nos hemos introducido en un mundo musical
diferente, en el cual el hombre se limita únicamente a elaborar una estructura para que sea la
propia naturaleza quien ejecute las melodías; pero existe un instrumento aún más singular que las
arpas, conocido como el “Órgano del Mar”.
El “Morske Orgulje” –en croata- se ubica en las costas de Zadar, Croacia, y es el primer
órgano ejecutado por las olas del mar en lugar de las manos del hombre. Esta obra maestra de
arquitectura y acústica fue diseñada y construida por un conjunto de expertos escultores
dálmatas, junto con el arquitecto Nikola Basic.
Basic logró tallar en la piedra blanca del muelle una serie de escalones en los cuales
introdujo una serie de 35 tubos de polietileno, colocados a una distancia de 1.5 metros uno del
otro, los cuales tienen una boquilla dirigida hacia el mar. De esta manera el movimiento de las
olas empuja el aire hacia el interior de la intrincada tubería, misma que tiene a su vez algunos
agujeros realizados con la intención de que el acuático movimiento genere sonidos armónicos.
De esta forma, dependiendo del tamaño y velocidad de la ola en cuestión, se pueden
escuchar diversos acordes musicales que acompañan un paisaje al cual el legendario director
cinematográfico Alfred Hitchcock, adjudicó los más hermosos atardeceres del mundo.
Este maravilloso aerófono que mide setenta metros de largo tiene como finalidad
mostrar cómo arquitectura y naturaleza pueden combinarse en equilibrio, proporcionando al ser
humano la oportunidad de emplear los recursos naturales sin ser invasivo o destructivo.
Muchos son los instrumentos sorprendentes que la imaginación del ser humano ha
creado a lo largo de la historia, valiéndose tanto de su creatividad como de su ciencia; y aún
cuando los sonidos que estos poco convencionales artilugios producen no son equiparables a las
piezas compuestas por genios como Bach o Beethoven, sí constituyen una prueba de que, como
expresó el genial Leonardo Da Vinci, “la naturaleza benigna provee de manera que en cualquier
parte halles algo que aprender”.

FUENTES:
“La Música de Vapor”. Aut. Enrique de Parville. Revista Europea No. 37. Noviembre 1874.
www.harmonicwindharps.com
www.oddmusic.com

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